COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA
Ad libitum Gn/04/01-15

 

1. 

- Contexto.

-En un mundo "muy bueno" tal como salió de las manos divinas ha surgido la maldad humana. ¿De quién es la culpa? El redactor de los once primeros cap. del Génesis lo atribuye al ser humano. Disconforme con su condición humana, intenta escalar el puesto de Dios (Gn. 3, 5). Así se inicia un proceso fatídico, e irreparable, de ruptura con Dios y con el hermano.

El texto de Caín y de Abel describe el primer fratricidio humano. Partiendo de un relato primitivo que hablaba del origen de los qenitas, el autor de Gn. 2-3, la fuente J, nos habla de la violenta conducta humana en los comienzos de la historia. Y este pecado de violencia es totalmente deliberado.

Texto. -La composición de 4, 1-16 es muy similar a la de los cap. 2-3: viva descripción sicológica del pecado (vs. 2-8), interrogatorio divino (vs. 11-15), destierro del Edén (v. 16).

-La vida agrícola y pastoril representada por Caín y Abel, simbolizan dos tipos diversos de vida humana. Pero esta diversidad no es tan importante para el autor como el hecho de que los dos son hermanos ("leitmotiv" que repite el texto, con machacona insistencia, hasta siete veces). Unidos como hermanos, diferentes o diversos en su profesión, en sus manifestaciones cúlticas, en sus... Es la diversidad en la unidad.

Caín no acepta el éxito de su hermano con el Señor (el autor no explica el porqué son más gratas las ofrendas de Abel) y se enfurece contra él. El pecado acecha agazapado y se puede apoderar del hombre en cualquier momento. Caín puede dominarlo, pero al no aceptar al hermano será el pecado el que se apodere de él; así se comete el primer fratricidio de la historia. El odio, nacido de la envidia, ha ocasionado la ruptura de la hermandad humana. El intento de querer ser como dioses hace que no podamos soportar al que está al lado, aunque éste sea nuestro hermano de sangre.

El interrogatorio divino exige cuentas porque a Dios le interesa la justicia entre los hombres. El hombre podrá matar a otro hombre, pero el valor de la vida humana no es algo baladí, al menos a los ojos divinos. La sangre inocente grita y el Señor no puede dejar de escuchar. Por eso Caín es maldecido y se le impone el destierro; la misma tierra, el suelo que él cultivó, también sufre las consecuencias de la sangre derramada: se le maldice, se le niega su fuerza maternal. El mundo se convierte así en el espacio de su infructífero y vano vagar.

Y, a pesar del fratricidio, Caín sigue con vida; Dios nunca destruye al hombre sino que siempre cuida de él. Es un grave delito el no haber querido aceptar la obligación de ser guardián responsable de su hermano, pero el Señor prohíbe terminantemente la venganza. El que mate a Caín lo pagará siete veces (vs. 14s).

Reflexiones. -Las guerras, asesinatos..., por diferencias políticas, religiosas, económicas..., son siempre injustificables. Esa es una lección que deducimos de este bello relato del Génesis. Y por desgracia éste ha sido demasiado frecuentemente el comportamiento humano de todas las épocas; basta con repasar la Historia Civil y de la Iglesia. Sus justificaciones, aunque lleven bula pontificia, son fieras agazapadas que nos acechan para echarse sobre nosotros en cualquier momento de descuido y devorarnos. El hombre debe apoderarse de la fiera y, haciendo uso de la razón, solucionar los problemas planteados por la vía del diálogo, de los pactos. Es necesario que el hombre sea siempre guardián responsable del hermano.

-Entender el relato de Caín y de Abel es muy fácil, aplicarlo a nuestra vida, no tanto. Siempre estamos hablando de comprensión con el otro, pero la más de las veces todo es un juego floral de palabras. Lo que de verdad intentamos es ejercer funciones de guardián represivo con el hermano obligándole a hacer lo que nosotros queremos. La violencia ideológica en la Iglesia, en los partidos políticos... sigue campando a sus anchas. Se intenta justificar esta uniformidad apelando a la disciplina del partido, a que la Iglesia es un cuerpo social, a ... Meras excusas. ¿Es esta la hermandad que nos propone la lectura de hoy? 

-Iniciada la violencia es muy difícil detenerla. El texto de hoy es un buen correctivo a esa triste tendencia humana de devolver lo que nos han hecho ya que por orden divina nos prohíbe toda venganza, toda revancha. Es admirable el ejemplo de tantos seres que tras sufrir en sus carnes el zarpazo de la fiera del terrorismo saben perdonar. Ellos sí que han entendido el relato de Caín y Abel.

UNIDAD/FRATERNAD: Unidad entre los hombres porque somos hermanos. La hermandad es un sustantivo tan rico que debe estar por encima de cualquier adjetivo: católico, protestante, musulmán..., progresista, integrista..., de derechas, de izquierdas... Al lado de la hermandad, meros y pobres comparsas de adjetivos. Por eso lejos de nuestras mentes cualquier intento de unificar a los hombres porque en este instante estamos destruyendo la hermandad. La hermandad y unidad sólo puede darse donde se respete la diversidad: de opiniones políticas, religiosas. Y donde reina la alegre y difícil diversidad está desterrada toda dicotomía: buenos y malos, ortodoxos y heterodoxos, oficialistas y no oficialistas... La fiera agazapada está pronta a devorarnos.

¿Seremos capaces de vencerla respetando la diversidad en la unidad? ¡No es fácil comportarse como hermanos!

A. GIL MODREGO
DABAR 1991, 7


2.

Las tradiciones posteriores no han dejado de poner de relieve la figura de Abel. Se le convertirá en un profeta, testigo de la voluntad de Dios en un mundo que posee su propia ciencia del bien y del mal (Mt 23, 35), o en un mártir que ofrece a Dios no ya solo el sacrificio de sus corderos, sino su propia vida en comunión con Jesucristo (Heb 11, 4; 12,24). Aparecerá como un vengador cuya sangre derramada sobre la tierra clama continuamente a Dios para que condene el mal (Heb 11, 4b). Se hará, en fin, de él un sabio cuya conducta pone de manifiesto la participación en la vida divina y en un conocimiento muy superior al que Adán había arrebatado a Dios (Sab 10, 10).

Pero la imagen de Abel más adaptada a nuestra época parece ser la del pastor nómada, en contraste con el agricultor sedentario que era Caín.

La Iglesia ofrecerá un sacrificio tan agradable a Dios como el de Abel, cada vez que abandone su sedentarismo y su inmovilismo terrestre para adoptar la movilidad de los nómadas y del misionero en un mundo en el que el fenómeno de la velocidad obliga a desinstitucionalizarse y a despojarse de los ricos ropajes para no quedarse más que con lo que ayuda y mantiene el diálogo.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA II
MAROVA MADRID 1969.Pág. 253


3.P/RUPTURA:

La pérdida de la intimidad con Dios de que gozaban los primeros hombres en el paraíso señala el comienzo de esos capítulos de la historia de la humanidad que han sido escritos con lágrimas y sangre y que sólo tendrán término el fin de los tiempos. El autor sagrado ha llevado a cabo una audaz empresa, condensando en siete breves capítulos un período de más de quinientos mil años.

No son capítulos que se han escrito para contar datos históricos. El único móvil para la redacción de estos capítulos ha sido el deseo de demostrar la existencia y la creciente eficacia del mal en la historia de la humanidad.

En una historia de milenios, se limita a iluminar unas pocas escenas, como si concentrase sobre ellas los rayos de potentes reflectores, dejando en la oscuridad todos los demás episodios. Su intención es demostrar con pocos ejemplos, tomados de la historia de la humanidad, que, después del pecado original, el mal creció entre los hombres como cáncer roedor.

El escritor bíblico no formula ninguna consideración teológica sobre el pecado. Presenta el pecado concreto, el que es cometido por un individuo de una estirpe bien determinada. Prueba su tesis, sobre la maldad del corazón humano con tres ejemplos:

-el fratricidio de Caín

-el diluvio

-la torre de Babel.

El párrafo central de este relato que al mismo tiempo insinúa lo propio del pecado de Adán es claramente éste: "El Señor se fijó en Abel y en su ofrenda, y no se fijó en Caín ni en su ofrenda; por lo cual Caín se enfureció". Después de haber narrado el nacimiento de Caín y de Abel y la profesión de ambos, se habla de que cada uno de ellos hicieron ofrendas: Caín de los frutos del campo, Abel, de las primicias de los rebaños; ofrendas que correspondían, por tanto, al campo de la actividad y profesión de cada uno.

A la prerrogativa de la primogenitura se junta en Caín la mayor competencia en la profesión. Caín es el elegido por nacimiento. Y es al mismo tiempo el que por razón de su profesión y trabajo ocupa una posición más elevada. Mientras que su hermano es pastor, él es agricultor, esto es, se ve obligado por un trabajo más ambicioso. Andando el tiempo la tradición bíblica le llega a hacer el fundador de la ciudad humana. Por todo esto, no podemos pasar por alto que Caín debió creerse el más perfecto por razón de la naturaleza y de la profesión.

H/SOPLO: Abel- ya el nombre lo indica: hebel=soplo, nulidad, es el más débil. Abel es el soplo. El soplo es la debilidad, uno de los estados fundamentales del hombre. El hombre se asemeja a un soplo (/Sal/143/04:"El hombre es semejante a un soplo, sus días, como sombra que pasa". /Sal/038/06-07:el hombre no dura más que un soplo, -el hombre pasa como una sombra, por un soplo se afana, -el hombre no es más que un soplo ), al mismo tiempo el soplo significa el elemento de lo eterno. Ruah y Nefesch pneuma y psique- son soplos divinos. Lo divino es lo débil según el mundo. La misma dirección señala la profesión y la obra de Abel. Al pastor le caracteriza la pasividad, la dulzura y el abandono. Es el hombre que está siempre de acuerdo con Dios. El hombre que siempre quiere lo que Dios quiere. No se nos ha transmitido ni una sola palabra de Abel. Con el último justo del A.T. -José de Nazaret- ocurre exactamente lo mismo. El silencio de la confiada comprensión y aceptación de los obscuros e incomprensibles designios de Dios. Es el "Hágase tu voluntad" como actitud existencial.

La historia de Caín se plantea mal desde el principio si se contrapone el manso y bueno Abel a Caín, el fratricida. Caín no es un criminal desde el principio, más aún, es el privilegiado entre los dos hermanos: es el primogénito, el más capaz, el más fuerte. Abel -ya el nombre lo indica- es el más débil.

Caín es el primogénito preferido y privilegiado de Dios, pero son precisamente sus ricos dones los que le llevan a la perdición.

El endurecimiento, la infidelidad, el orgullo y la presunción que se han apoderado del corazón de Caín se manifiestan brutalmente con ocasión de su sacrificio a Dios. Dios se agradó con el sacrificio de Abel, pero rechazó el de Caín". El sacrificio de Caín es solamente un gesto exterior, una formalidad de la que están ausentes el corazón y la fe de Caín.

Debemos fijarnos de qué modo el desorden religioso de Caín se transforma en desorden humano. Caín, el primogénito, se siente postergado y por eso se turba. Un altercado será la causa del crimen, y a partir de entonces el endurecimiento de Caín será cada vez mayor. No surge en él ningún movimiento de arrepentimiento, la vida de su hermano le es indiferente: "¿Soy acaso el guarda de mi hermano?"

Ni siquiera cuando Dios lanza sobre el asesino la condena aflora a sus labios una palabra de remordimiento o de arrepentimiento. Se limita a lamentarse de su desgraciada situación, mientras Dios lo sigue amparando con su amorosa solicitud. "Y el Señor puso una señal a Caín para que si alguien tropezase con él, no lo matara". El misterio de la gracia que manifiesta su sobreabundancia, allí donde está el pecado. Hasta Caín, el fratricida, está bajo la protección de Dios. A la elección y predilección de Dios el hombre responde con el endurecimiento y la repulsa. Pero después que el hombre ha cometido el pecado, Dios no lo rechaza para siempre, ni lo priva enteramente de la gracia, sino que le da una señal de su misericordia.

Caín se convierte en el símbolo del pecador en general. Pero mientras en los primeros padres el pecado destruye preferentemente la relación del hombre con Dios, en la historia de Caín la destrucción de las relaciones con Dios se expresa en la ruptura de la relación yo-tú, entre hombre y hombre. Con el pecado, el hombre no atenta solamente a su relación de gracia con Dios, sino que fracasa en sí mismo, pierde ser propia personalidad, "su propia cabeza", envenenando al mismo tiempo la sociedad en que vive. Ningún hombre vive solo; ningún hombre peca solo. La historia de Caín manifiesta dramáticamente cómo los asesinos de Dios se convierten también en asesinos del hombre.


4. /Gn/04/01-24:

La perícopa de Caín y Abel, muy parecida, incluso estructuralmente, a Gn 3 (tanto que algún autor considera Gn 2,4b-4,16 como un solo bloque), se presenta como un desarrollo de la primera genealogía, reanudada otra vez al final de la narración.

Esta genealogía afecta solamente a Caín, propiamente hablando, ya que Abel apenas tiene relieve: es simplemente «el hermano de Caín», el hermano a quien mató Caín. El nombre mismo de Abel (= soplo, cosa que se desvanece, nada) parece forjado a partir de esta historia. Por otra parte, la interpretación ofrece dos opciones fundamentales: una colectiva, según la cual Caín sería el antepasado de los quenitas, pueblo muy relacionado desde antiguo con los israelitas y emparentado con Moisés (Jue 1,16), y que había conservado tenazmente la forma de vida seminómada unida a un yahvismo ardiente (los israelitas, sorprendidos ante este hecho, lo habrían atribuido a un pecado del antepasado del clan, cuya historia habría sido, a su vez, trasladada a los orígenes y dotada con ello de trascendencia universal). La otra interpretación, individual, hace de Caín el prototipo del asesino. Nuestro relato, según eso, querría expresar que todos los hombres son hermanos, y que el que derrama sangre humana derrama la sangre del hermano. Otra cuestión discutida es la señal de Caín: parece que se trata de un signo protector, quizá su tatuaje. La narración de Caín y Abel tiene relación no sólo con Gn 3, sino también con Gn 11,1-9. En ambos se habla de la división entre los hombres (en Gn 4 es la división de los hermanos), y se subraya el aspecto social, tanto en lo positivo (la división del trabajo o los diversos oficios) como en lo negativo (los conflictos que se derivan). Este aspecto ha sido prácticamente marginado en la explicación cristiana tradicional del pecado original, y puede entroncar con las acusaciones sociales de los profetas y con el mensaje social de Jesús. Caín tiene envidia de la bondad de Dios hacia su hermano. Envidia de Dios, que, a pesar de todo, lo ama. Su actitud puede compararse con la de los primeros contratados a trabajar en la viña (Mt 20,1s) y con la del hermano del hijo pródigo (Lc 15, 25). El trato de Jesús con los pecadores y publicanos enciende también el odio de los fariseos y de los judíos, lo que le acarreará la muerte, ya que la envidia lleva a la muerte (cf. Mt 5, 21s). En todos los ámbitos, económico, político, social y religioso, el hombre intenta desbancar al hermano.

Pero los que actúan así, como Caín, nunca encontrarán descanso. En cambio, los creyentes, con el signo de Cristo buen pastor (Jn 10,11 s), que borra la maldición del pecado muriendo por los hombres y que hace del amor fraterno el distintivo de sus discípulos, alcanzarán el reposo definitivo y eterno (Heb 4,9). Notemos, finalmente, cómo la venganza de Lamec, descendiente de Caín, de hasta «setenta veces siete», contrasta con el ejercicio del perdón que pide Jesús (Mt 18,22).

J. MAS ANTON
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 73 s.


5.

El episodio de Caín matando a su hermano Abel forma parte del fondo común de la cultura occidental. En esta página, como en los once primeros capítulos del Génesis, recordémoslo una vez más no hay que buscar «hechos históricos». Los primeros hombres vivieron hace ya más de centenas de miles de años: no es pues cuestión de que nos dejaran vestigios de «lo que pasó en aquella época».

En cambio esas páginas bíblicas son un verdadero compendio de «sabiduría» humana y nos revelan aspectos sorprendentes sobre Dios que hay que saber acoger, aunque de momento puedan chocarnos.

-Abel fue pastor de ovejas... Caín fue labrador...

Dos modelos diferentes de civilización: el pastor nómada y el propietario agricultor. Caín hizo al Señor una oblación de los frutos del suelo. Abel hizo oblación de los primogénitos de su rebaño, con los trozos de carne mejores. El Señor miró propicio a Abel y su ofrenda, mas no miró propicio a Caín ni a su ofrenda.

En esta diferencia de trato puede verse una elección preferente del autor humano que esto escribe: prefiere la vida nómada. No hay que «instalarse», sino estar siempre en marcha. Si esto no es forzosamente verdad en el plano de las civilizaciones y de las culturas, resulta siempre verdadero en el plano espiritual: una cierta inseguridad puede favorecer a la fe «el pan nuestro de cada día dánosle hoy».

"Vete de tu país a la tierra que Yo te mostraré...", «felices los pobres...» ¡hay unas constantes en la Biblia! Ayúdanos, Señor, a confiar en Ti y no demasiado en nuestras seguridades, propiedades, y riquezas.

-El Señor dijo a Caín: «¿Por qué andas irritado y abatido?... Si obras bien podrás alzar el rostro. Mas si obras mal, el pecado acecha a tu puerta: pero puedes dominarlo.» Dios afirma que es «libre» en sus elecciones. Será éste un tema habitual en toda la Biblia. Con frecuencia se ha dado a ese texto una explicación fácil al decir que Caín ofrecía malos productos de sus tierras y Abel, los mejores ejemplares de sus ganados. El texto no dice esto. Solamente habla de la libertad de Dios que elige «a quien quiere». Esto nos choca. ¿Por qué yo? ¿por qué él o ella?

Pero no basta recurrir a una especie de «juegos malabares» para eliminar esa cuestión irritante de la «selección» universal: ¿por qué ciertas plantas, ciertos animales son más fuertes que otros? ¿por qué algunos están mejor dotados, tienen mejor salud? ¿por qué tienen aparentemente más suerte? El autor del relato, muy sencillamente pone toda esta cuestión en la cuenta de Dios, ¡que da preferencia a quien quiere!

Pero prestemos atención a su fórmula sorprendente: «si obras bien, si obras mal...»; afirmación de la libertad del hombre que subsiste ante esas aparentes desigualdades. Jesús, en la parábola de los «talentos», dará al que ha recibido «un» talento, tanta responsabilidad como al que recibió «diez». Otra fórmula admirable: «El pecado acecha a tu puerta, pero puedes dominarlo». La desigualdad física no es un handicap fatal: se puede resistir al mal.

-«¿Dónde está tu hermano Abel?» -«No sé. ¿Soy acaso el guarda de mi hermano?» -«La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde el suelo.»

Diálogo conmovedor. Dios se pone de parte de las víctimas. La sangre derramada es una voz que clama a Dios y que Dios escucha. Toda violencia, sobre todo la que inflige sufrimiento a un débil indefenso, es inhumana y condenada por Dios.

-El Señor puso una señal a Caín para que nadie que le encontrase le atacara. ¡Incluso Caín, el criminal, merece que se respete su vida! ¡Esto tiene mucho alcance!

PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5 
PRIMERAS LECTURAS PARA EL 
TIEMPO ORDINARIO DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 68 s.