COMENTARIOS AL EVANGELIO

Mt 16. 13-19

Paralelos:
Mc 8, 27-30   Lc 9, 18-22

1.

La región en que tiene lugar la escena se encuentra al noreste de Galilea de los paganos. Sin ser totalmente una tierra extranjera, la región participa mucho de esta condición. Si a esto se añade el contexto precedente que habla de la prevención contra la enseñanza específicamente religiosa judía, tendremos que concluir que Mateo está presentando y escribiendo en clave y perspectiva de una nueva realidad religiosa.

Esta nueva realidad va a recibir en este texto el nombre de Iglesia de Jesús (v.18). Es la primera vez que el término Iglesia aparece en el evangelio de Mateo para designar la comunidad de discípulos de Jesús, es decir, la comunidad de creyentes en él.

El término griego empleado es el mismo que la traducción griega del A.T., llamada de los Setenta, emplea para traducir pueblo, asamblea, congregación.

En el texto de hace dos domingos escuchábamos de labios de los discípulos el reconocimiento de Jesús como Hijo de Dios (Mt 14. 33). Es el mismo reconocimiento que escuchamos hoy de labios de Simón. Este reconocimiento distingue al discípulo de la gente.

"¿Quien dice la gente... quién decís vosotros que soy yo?" Mateo sigue operando con la división claramente introducida a partir del capítulo de las parábolas.

PEDRO/PIEDRA: El reconocimiento de Simón adquiere la condición de fundamento o cimiento sólido. A esta condición debe Simón su sobrenombre de Pedro. Algo del juego de palabras del texto griego puede percibirse también en castellano: Pedro-piedra.

Sobre este cimiento, consistente en el reconocimiento de la identidad divina de Jesús por el hijo de Jonás, se levanta la comunidad o pueblo creyente. Por tratarse de un cimiento sólido, el edificio construido sobre él ofrece totales garantías. Esto es lo que quiere expresar la imagen recogida en la frase "el poder del infierno no la derrotará". El edificio es inexpugnable a la destrucción y a la muerte. Esta misma idea de la consistencia de un edificio construido sobre cimientos sólidos la ha expresado Jesús con otra imagen diferente en /Mt/07/25: "Vinieron las lluvias, se desbordaron los ríos y los vientos soplaron violentamente contra la casa; pero no cayó, porque estaba construida sobre un verdadero cimiento de piedra".

INFIERNO/HADES: A decir verdad, el término "infierno" no es la traducción más adecuada del término "hades" empleado en el texto griego. En la mitología clásica el hades es la mansión de los muertos, el lugar de la muerte, equivalente al "sheol" de los judíos.

A propósito del v. 19 hay que hacer notar que en él no se identifican Iglesia y Reino de Dios. Recuérdese que la expresión Reino de los cielos es la formulación judía de la expresión Reino de Dios. A su vez, Reino de Dios no se equipara tampoco con el cielo del más allá. Lo mismo que en el v. 18 se habla de la Iglesia como de un edificio, el v. 19 concibe también el Reino de Dios como un edificio. Ambos edificios son diferentes, pero están comunicados entre sí. El cauce de comunicación es el reconocimiento de la identidad divina de Jesús por el hijo de Jonás. Probablemente es así como hay que interpretar la imagen de las llaves. Ese reconocimiento confiere el poder de perdonar, del que Pedro es garantía en su condición de cimiento del edificio.

Comentario. El discípulo que Mateo va poco a poco diseñando tiene su núcleo en la respuesta a una pregunta sobre Jesús. "¿Quién decís que soy yo?". La pregunta es la misma ayer y hoy. La respuesta a ella dará la medida del discípulo.

La superioridad de Pedro en la respuesta a esta pregunta no estriba en la respuesta en sí. La respuesta en efecto, es la misma que la dada por los demás discípulos hace dos domingos (ver Mt 14. 22-23). La superioridad de Pedro reside más bien en conferir garantía de solidez a lo que los demás descubren. Por ello mismo el modelo de Iglesia que el texto de hoy sugiere, leído el texto en el contexto global del evangelio de Mt, es tal vez el inverso al habitualmente practicado.

A. BENITO
DABAR 1990 43


2. PEDRO/I: CASA CONSTRUIDA SOBRE ROCA AUNQUE SE APOYA EN LA DEBILIDAD DE LOS HOMBRES

Mateo no solamente muestra interés por el tema cristológico, que sin lugar a dudas es el central, sino también por la Iglesia. Nos habla de ello en términos explícitos y quiere llamar nuestra atención sobre su pertenencia a Cristo ("mi Iglesia") y sobre su perenne estabilidad. La Iglesia es una casa construida sobre roca, aunque se apoya en la fragilidad de los hombres. Por tanto, una estabilidad atormentada, inquieta. El destino de la Iglesia es como el de Cristo: un camino en la contradicción. Y no se trata solamente de enemigos externos; dentro de la Iglesia habrá siempre pecadores; por eso la Iglesia tiene necesidad de "atar y desatar"; continúa el pecado; por eso debe continuar el perdón. Dentro del motivo cristológico y del motivo eclesial es como se han de entender las palabras dirigidas por Jesús a Pedro.

Son palabras afines a otros dos textos célebres: Lc 22. 31ss. y Jn 21. 15-17. Por lo demás, el evangelio entero de Mt muestra interés por Pedro. No importa aquí saber si se trata o no de una inserción redaccional del evangelista. El hecho es que estos vv. están aquí y que su presencia confiere un significado particular a nuestra perícopa. La función de Pedro se define con tres metáforas: la piedra, las llaves, atar y desatar. Para comprender la primera expresión podemos recurrir a otro texto de Mt (7. 24-27): Pedro es la roca que mantiene firme a la Iglesia. En otras palabras, es el punto alrededor del cual se constituye la unidad de la comunidad. La segunda metáfora es todavía más clara: dar las llaves significa confiar una autoridad verdadera y plena.

Finalmente, la tercera metáfora (atar y desatar) tiene el sentido de permitir y prohibir, de separar y perdonar. En conclusión, el texto atribuye a Pedro títulos y prerrogativas que a lo largo de la Biblia se atribuyen al Mesías. Es como decir que la autoridad de Pedro es vicaria; él es imagen de otro, de Xto, que es el verdadero Señor de la Iglesia. Mas precisamente porque es imagen de Xto, la autoridad de Pedro es plena e indiscutible. No obstante, hay todavía otro punto que hemos de observar con particular atención; no es ciertamente casual la presencia en el mismo fragmento de dos aspectos aparentemente en contraste: la fe de Pedro y su incomprensión del misterio de Jesús: la autoridad confiada a Pedro y el reproche que le hace Jesús. El tema es de fondo, hasta el punto de que recorre todo el fragmento bajo la forma de contraste entre debilidad y gracia. También los otros dos textos citados (Lc 22. y Jn 21.) evidencian el mismo contraste; por una parte, la debilidad de Pedro; por otra, su carácter de punto de referencia. Luego, los evangelistas subrayan intencionadamente este contraste para acentuar que por gracia, en virtud de una elección divina y no por dones naturales, es Pedro la roca sobre la cual funda Xto la Iglesia.

BRUNO MAGGIONI
EL RELATO DE MATEO
EDIC. PAULINAS/MADRID 1982.Pág. 173


3.

El relato se encuentra centrado en torno al doble intercambio de títulos entre Jesús y Pedro. Este aplica al primero el título de Mesías; aquél responde atribuyendo al segundo el título de Piedra y confiriéndole los poderes mesiánicos de las llaves. Pedro rehúsa aplicar a Xto el título de Siervo paciente, Xto replica atribuyéndole el título Piedra de escándalo.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA V
MAROVA MADRID 1969.Pág. 300


4.

Contexto. Desde 15, 21, Mateo ha dotado a la dialéctica Jesús-viejo Pueblo de una delimitación geográfica. Desde entonces demuestra interés por situar a Jesús en territorio no típicamente judío. De esta manera Mateo recalca la existencia de un nuevo Pueblo de dimensiones universales y que no deberá reproducir la doctrina de fariseos y saduceos (cfr. Mateo 16, 12). En los versículos del cap. 16 inmediatamente anteriores al Evangelio de hoy, Mateo centra su atención en la principal línea dirigente del viejo Pueblo.

Texto. El autor ya no estructura el texto partiendo de Jesús solo, para después ir dando entrada a unos y otros. El texto de hoy está estructurado desde el comienzo a partir de Jesús y sus discípulos conjuntamente. Se trata de una novedad importante en la técnica de composición de Mateo.

En consonancia con esta novedad, la forma literaria es coloquial desde el comienzo. La conversación gira en torno a la persona de Jesús (¿quién es Jesús?). El tema es también una novedad en lo que llevamos de evangelio.

La conversación adquiere su momento culminante en el diálogo entre Pedro y Jesús. En lo que llevamos de obra es la segunda vez que Pedro aparece como personaje activo. La primera fue hace dos domingos (Mt. 14, 22-33). En aquella ocasión la actuación de Pedro fue negativa. Mateo lo resaltaba no haciéndole participe del reconocimiento que el resto de discípulos hizo de Jesús (cfr. Mt. 14, 32-33). Es en esta segunda actuación cuando Pedro hace el reconocimiento que entonces no hizo. Este reconocimiento le vale la felicitación de Jesús y el reconocimiento a la recíproca por parte de Jesús: Tú has dicho de mí que soy el Mesías; yo digo de ti que eres la Piedra.

Sentido del texto. La novedad en la técnica de composición pone de relieve al nuevo Pueblo de Dios al margen del viejo. A partir de ahora, el autor quiere dedicar su atención a esbozar un modelo positivo de Pueblo de Dios. Hasta ahora ha desarrollado más bien un modelo negativo: el del viejo Pueblo. Y lo ha hecho con una finalidad didáctico-preventiva: el nuevo Pueblo no deberá reproducir ese modelo, pero tiene el peligro de hacerlo. Con el texto de hoy Mateo comienza su tarea de esbozar un modelo positivo de Pueblo. El Pueblo de Dios debe nutrirse de la búsqueda y del encuentro con Jesús; del hallazgo fascinado y fascinador de su persona.

Búsqueda sosegada, contemplativa, hecha de silencios activos, de aperturas disponibles, de docilidad dolorosa, de pasión indeficiente. El encuentro tendrá lugar. Imprevistamente, imprevisiblemente, cuando a lo mejor el esfuerzo de la carne y de la sangre menos lo podía imaginar. ¡Tú eres el Hijo de Dios! En el momento tal vez en que veamos horrorizados cómo, pese a todos nuestros esfuerzos, no sólo no nos hemos aproximado al fin, sino que incluso parezca que nos hemos alejado de él, tal vez en ese mismo instante experimentaremos la fuerza del Padre. ¡Tú eres el Hijo de Dios! El Pueblo de Dios debe nutrirse de este encuentro, debe vivirse desde él, pero no debe decirlo, no debe alardearlo (v. 20). Esto está bien para el proselitismo, pero el Hijo de Dios no es vendible como un producto (cfr. Mt. 23, 15).

Este Pueblo así nutrido es la Iglesia de Jesús. Y esta Iglesia tiene en Pedro su fuerza, su autoridad. La autoridad de confesar quién es Jesús, y en cuanto tal confesor es refrendado por el mismo Dios. Ciertamente Mateo nos presenta un Pedro incuestionable (cfr. exégesis de hace dos domingos a propósito de Mt. 14, 22-33), pero ciertamente presenta un Pedro imprescindible.

DABAR 1981, 46


5.

Saliendo de Betsaida (Mc 8, 22) y remontando el valle del Jordán, Jesús se retira con los "doce" a la región de Cesárea de Felipe, al pie del monte Hermón. El Maestro quiere disponer de tiempo y de un lugar tranquilo para iniciar a sus discípulos en el misterio de su persona. Para introducir el tema, Jesús comienza preguntando qué han oído ellos sobre su persona y su misión, de la gente.

Y cada uno de los discípulos dice lo que ha oído al respecto. Según sus respuestas, hay que pensar que la gente se había formado un concepto ciertamente elevado de Jesús: pero no había reconocido en su persona al Mesías prometido, al parecer porque no veía nadie que su comportamiento se ajustase a los prejuicios mesiánicos populares.

Jesús no hace ningún comentario y no valora la encuesta sobre la opinión de la gente; pues lo que realmente le importa en estos momentos es conocer hasta dónde le han comprendido sus discípulos y qué piensan éstos de él.

Todos han respondido a la primera pregunta según lo que han oído a la gente; pero a la segunda responde únicamente Pedro según lo que ha sido revelado por el Padre. Nadie puede penetrar en el misterio de la persona de Jesús sin la ayuda del Padre (cf. 25ss). Algunos comentarios ponen en duda que la confesión de Pedro sobre la divinidad de Jesús fuera ya tan explícita en esta ocasión.

Adviértase que Mateo sigue ordinariamente el esquema del evangelio según Marcos, y que éste en el lugar paralelo no menciona las palabras "Hijo de Dios vivo". Tampoco las menciona Lucas (9, 20; cfr. Mc 8, 29). Es muy posible que Mateo anticipe aquí lo que sólo sería un hecho después de la experiencia pascual de la resurrección: la fe en la divinidad de Jesús y el reconocimiento de que él es el Señor.

Que el conocimiento que Pedro tenía de Jesús no superara con mucho a la opinión de la gente en aquella ocasión, parece probable si tenemos en cuenta su comportamiento en la escena inmediata (vv. 21-23). Pedro confesaría entonces que Jesús era el Mesías; pero la idea que tenía del Mesías estaba sin duda viciada con todos los prejuicios de sus paisanos galileos.

La solemne bienaventuranza que pronuncia Jesús en favor de Pedro enlaza con la confesión de éste de que Jesús es "el Hijo de Dios vivo". Estas palabras de Jesús y la promesa del primado que hace seguidamente, se encuentran, por otra parte, sólo en el texto de Mateo. Por esta razón parece que deben situarse igualmente en un momento posterior a la Resurrección. En general, Mateo se interesa más por una ordenación temática que cronológica.

D/ROCA: Jesús conoce la misión que va a encomendarle a Simón; por eso le da también el nombre apropiado. Se llamará Pedro, es decir, "roca". En el A.T se llama "roca" a Yavé, también a Abrahán (Is 51, 1ss). Yavé es roca por su fidelidad, porque no le falla al creyente que funda en él su vida. Abrahán y Pedro sólo pueden ser roca por su fe y por su confianza en Dios.

Jesús elige a Pedro como fundamento de su iglesia. Jesús quiere construir algo nuevo desde el fundamento; su iglesia no es un apaño del viejo Israel. Y esta iglesia que Jesús edifica es suya, no de Pedro y de sus sucesores.

Las "puertas del infierno" o "poder del infierno" son, para los judíos, el poder de la muerte, que retiene sin vida a los difuntos. Es el poder de la destrucción. Jesús promete que su iglesia sobrevivirá, no obstante las fuerzas de la destrucción y de la muerte. Poseer "las llaves" en sentido bíblico significa tener autoridad suprema en la casa, en este caso, dentro de la Iglesia. "Atar y desatar" se refiere a la potestad de interpretar auténticamente una ley o una doctrina; pero, sobre todo, a la de expulsar y admitir en la comunidad eclesial. Todo ese poder debe ejercerse con un espíritu de servicio, sin olvidar que la iglesia es de Cristo, y que el fundamento de cualquier fundamento es, en definitiva, el Señor.

EUCARISTÍA 1987, 41


6.

-Lo que la gente opina de Jesús

Y yo, ¿que es lo que digo de Jesús? La pregunta sobre Cristo es la más actual, la más importante. Los contemporáneos de Jesús no llegaban a abarcar totalmente su misterio y habitualmente se equivocaban sobre su profunda identidad.

Para llegar a ese descubrimiento de toda la hondura de su ser-región inaccesible a nuestras investigaciones humanas. Se precisa una lenta, frecuente y perseverante relación. Una persona enamorada no descubre en un solo día todas las cualidades de la persona amable.

¿Cuánto tiempo paso cada día con Cristo?

"Nadie puede decir Jesús es Señor sino en el Espíritu Santo".


7.FE/DON

¿Quién es éste a quien obedecen el viento y el mar? ¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre? Jesús pregunta qué opinión tienen los hombres de él. El interrogante que Jesús abre en esta ocasión sigue abierto para todos los hombres de todos los tiempos. ¿Y vosotros, quién decís que soy yo? La respuesta solamente puede darse desde dos puntos de vista.

El punto de vista de los hombres, la apreciación humana sobre este personaje de la Historia, y el punto de vista de Dios, el de la revelación y el conocimiento sobrenatural. Pedro personifica la confesión cristiana de la fe; el Mesías, el Hijo de Dios.

Pero esta confesión cristiana "no procede de la carne ni de la sangre", es decir, no es posible llegar a través de la lógica y de la razón humana, Se hace posible únicamente gracias a la revelación del Padre. Sí, la fe viene de fuera. El hombre, por muy inteligente que sea, es radicalmente incapaz de acceder a lo que es dominio misterioso de Dios.

"Mi Padre te lo ha revelado." Mi Padre: esa relación fundamental de Jesús con ese otro a quien llama Padre, esa unión esencial con el Padre: "mi Padre y Yo somos uno", y al mismo tiempo esa distinción. Nos deja entrever el abismo infinito de su persona.