DÍA PRO-ORANTIBUS
1. Orar por las que rezan por nosotros
Este domingo se celebra el Día "Pro orantibus"
Se celebra en este domingo el Día "Pro Orantibus", una jornada
de oración en favor de los religiosos y religiosas de vida
contemplativa. Una ocasión para la estima y gratitud por lo que
estas comunidades representan en la vida de la Iglesia con su
valioso legado espiritual.
Los monjes y monjas de clausura recuerdan a nuestro mundo,
muchas veces centrado en lo material, la prioridad de Dios sobre
todas las cosas y anuncian, de una manera gráfica y llamativa, que
el Reino de Dios ya comienza a despuntar. Ellos y ellas mantienen
una misteriosa comunión con todos los que trabajan para que la
Humanidad llegue a ser lo que Dios quiere. Ahora nos toca a
nosotros aprender de su testimonio y orar también por los monjes y
monjas.
2.
Escritos episcopales
La oración gana terreno
Al fin cambió, y con acierto, de fecha, hace muy pocos años, la
Jornada sobre los contemplativos en España, entendiendo por
tales a las monjas de clausura y a los monasterios paralelos de
varones. Antes se celebraba en la fiesta de Santiago Apóstol y
ahora en el domingo de la Santísima Trinidad. No es que yo tenga
nada contra el Patrón de España, pero veo al fogoso hijo del
Zebedeo más como protector de un país, vehemente como el
nuestro, que como referente de la oración silenciosa en los
claustros contemplativos. Eso, reconozcámoslo, sí encaja de
maravilla con la majestad soberana de nuestro Dios tres veces
santo.
Fiesta de la Santísima Trinidad, Día de los orantes. Perfecto.
Con todo, me gustaría que en su momento se cambiara también el
nombre de esta jornada, Día "pro orantibus". Con todos mis
respetos, que son muchos, al latín sonaría acaso tan mal lo de "Día
de la oración", "Día de los que oran", "Día de los contemplativos"?
Pero lo que aquí cuenta en definitiva es que oremos por los
orantes y, con particular énfasis, por aquellos y aquellas que lo son
por oficio y consagración: las monjas y los monjes contemplativos,
más de catorce mil en España. Y no conformes con orar por ellos,
orar con ellos. Acercarnos a sus templos, acudir a sus locutorios,
tratarlas y tratarlos más de cerca, conocer su forma de vivir y los
motivos que la inspiran, apoyarlos y acompañarlos, sin turbar sus
ritmos ni sus ambientes de silencio.
Las monjas y los monjes
Le da cierto sabor a nuestra vida cristiana tener como parientes,
como amigos, a monjes o monjas que cruzaron los umbrales del
Claustro para vivir el ora et labora (este latín es más digerible) en
soledad y en comunidad, en profesión perpetua de los consejos
evangélicos refrendados por la Iglesia. Ya no se contempla a las
contemplativas como "monjitas" apocadas y beatíficas, de una
piedad afectada, sino como mujeres hechas y derechas, que han
tenido el coraje y el valor de jugárselo todo a una partida, en la que
Dios y nosotros salimos ganadores. Y ellas, por supuesto, las
primeras.
Las monjas de clausura ya no son tampoco, gracias a Dios y a
los progresos de la Iglesia y de la sociedad, "las pobrecitas monjas
de clausura". Viven de su trabajo, hacen y venden a precio
razonable unos dulces riquísimos, pagan sus pensiones, se
sostienen con modestos ingresos, sin merma de la austeridad y de
la vida sacrificada que han profesado por amor a Cristo. Las más
de ellas tienen superado con creces el escaso nivel cultural que,
como todas las mujeres de su tiempo de clase no adinerada,
arrastraban en el nuestro y en otros países. En los últimos treinta
años ( tantos han pasado ya desde el Concilio?) se han ido
formando progresivamente en teología,en Sagrada Escritura, en
liturgia, en espiritualidad. Entre sus hoy escasas vocaciones,
sobresalen las de chicas cultas, algunas con titulación superior.
Ese es el panorama. Lo mismo cabe decir de los monasterios de
monjes contemplativos, más escasos que los de monjas y casi
inexistentes en la mitad sur de España. Pero bastantes de ellos
siguen siendo focos de irradiación cultural, y todos lo son de
espiritualidad y de acogida. Crece por doquier el interés por estos
claustros en amplias minorías de gentes de mundo, marcadas por
el hastío del ruido urbano, por el vacío espiritual circundante; pero
también por su afición a la historia, por el buen gusto artístico, por
el sabor del canto coral. Y, cómo no, por la búsqueda de
recogimiento interior y de encuentro personal con Dios.
Menos contemplativos, más oración
Se observa, no obstante, una paradoja. Que, estando tan en
alza el interés por los monasterios, la restauración
histórico-artística de muchos de ellos, la renovación espiritual y la
actualización humana de tantas comunidades, al par que la estima
de la oración en la Iglesia a la que me referiré enseguida , resulta,
en cambio, que la crisis de vocaciones, que ha irrumpido en la
Iglesia en el último tercio del siglo XX, se ceba también y con mucha
fuerza, salvo excepciones consoladoras y significativas, en los
conventos de monjas de clausura.
Apego al mundo? Miedo al compromiso perpetuo? Alergia a la
soledad? Escaso nivel de fe? Rechazo instintivo a este género de
vida? Desconocimiento y desinterés, sin más? Chi lo sa! De un
lado, queda patente que no dan resultado como fórmulas de
recuperación vocacional las rebajas del producto, a base de
monjas lights que rompan su recogimiento, se asomen
indebidamente a la calle o bajen el listón de las exigencias
espirituales. A nada conduciría un aflojamiento, un
aburguesamiento, un relajamiento en suma, de los modelos de vida
de monjes y monjas. Búsquese, si hay que buscarla, la
modernización por otras vías.
Paralelo a la escasez de entradas en los claustros, se registra
actualmente por doquier un crecimiento de la estima y de la
práctica de la oración entre mujeres y hombres, incluídos no pocos
jóvenes, de nuestras comunidades creyentes. No creo que, en
modo alguno, esto segundo se deba a lo anterior; antes, por el
contrario, doy por seguro que del incremento de la oración fuera de
los monasterios, surgirá a medio plazo, si eso entra en los planes
del Señor, un auge progresivo de las vocaciones conventuales.
Pero, no así como así, sino como fruto de una comunión afectiva,
efectiva y prolongada entre los orantes de dentro y los de fuera.
Me explico.
Primero hay que valorar lo que están suponiendo para la Iglesia
los brotes, acá y allá, sin prisa ni pausa, de escuelas, talleres y
grupos de Oración. Aunque todo se deba al soplo del Espíritu suyo
el poder y la gloria este fenómeno no es fruto del azar ni de la
espontaneidad, sino de lo que hoy se llama (ya era hora de que
aflorase) una Pastoral de la Oración. Obra de focos orantes,
cercanos a órdenes religiosas o movimientos laicales, marcados
por una espiritualidad vigorosa y auténtica, que no por un
espiritualismo escapista. Muestra fehaciente de esto son los
abundantes libros sobre oración y vida del Espíritu, que se publican
continuamente por nuestras editoriales, y las magníficas revistas de
oración, que están en la mente de todos. Se leen? Tal vez no
demasiado, pero, si nadie leyera, no se publicarían. Quién negará,
en todo caso, que la oración tiene buena prensa entre nosotros?
Ambos a una
Tengo, con todo, la impresión de que la oración personal y
diaria no crece al mismo compás que la que se celebra en grupos
de encuentro semanal o quincenal. Buen síntoma, sin embargo, es
que sube el número de los laicos que van asociando a su
Eucaristía diaria (que jamás debiera pasar de moda) el rezo de la
Liturgia de las Horas o, cuando menos, de los oficios de Laudes y
Vísperas. Es de desear, a mi juicio, que estas personas y núcleos
orantes se aproximen, cuando sea posible, a los monasterios
cercanos, masculinos o femeninos, para un "intercambio de
carismas" y un enriquecimiento recíproco.
Yo concibo el futuro de las comunidades claustrales como unas
escuelas naturales de oración y una irradiación constante de
valores contemplativos. Abiertos, desde su clausura, en el mejor
sentido, a la Iglesia y al mundo. Es más; el mismo Oficio coral
debería, como ya se hace en bastantes sitios, ser acompañado y
compartido por laicos y clérigos de "extramuros", en secciones o
coros alternos del templo monástico. Que las monjas y los monjes
penetren más en las comunidades cristianas y éstas los consideren
como propios. Todo lo cual, sea dicho y hecho bajo la guía del
Espíritu y de la Iglesia, sin rebajas de otoño, con todos los quilates
del don total.
ANTONIO MONTERO
Semanario "Iglesia en camino"
Archidiócesis de Mérida-Badajoz
Número 257. 6 de junio de 1998
3.
Las monjas-de-clausura
CLAUSURA/MONJAS: Una atención particular merecen la vida
monástica femenina y la clausura de las monjas, por la gran estima
que la comunidad cristiana siente hacia este genero de vida (). A la
luz de esta vocación y misión eclesial, la clausura responde a la
exigencia, sentida como prioritaria, de estar con el Señor. Al elegir
un espacio cerrado como lugar de vida, las claustrales participan
en el anonadamiento de Cristo mediante una pobreza radical que
se manifiesta en la renuncia no sólo de las cosas, sino también del
"espacio", de los contactos externos, de tantos bienes de la
creación. Este modo singular de ofrecer el "cuerpo" las introduce
de manera más sensible en el misterio eucarístico. Se ofrecen con
Jesús por la salvación del mundo. Su ofrecimiento, además del
aspecto de sacrificio y de expiación, adquiere la dimensión de la
acción de gracias al Padre, participando de la acción de gracias del
Hijo Predilecto.
Radicada en esta orientación espiritual, la clausura no es sólo
un medio ascético de inmenso valor, sino también un modo de vivir
la Pascua de Cristo (). Acogida como don y elegida como libre
respuesta de amor, la clausura es el lugar de la comunión espiritual
con Dios y con los hermanos y hermanas, donde la limitación del
espacio y de las relaciones con el mundo exterior favorece la
interiorización de los valores evangélicos().
A estas queridísimas hermanas, pues, expreso mi
reconocimiento, a la vez que las aliento a mantenerse fieles a la
vida claustral según el propio carisma. Gracias a su ejemplo, este
género de vida continúa teniendo numerosas vocaciones, atraídas
por la radicalidad de una existencia "esponsal", dedicada
totalmente a Dios en la contemplación. Como expresión del puro
amor, que vale más que cualquier obra, la vida contemplativa tiene
también una extraordinaria eficacia apostólica y misionera.
(Juan Pablo II. Exh. Apostólica "Vita Consecrata", núm.59).
4.
La Iglesia resalta la presencia viva del Espíritu
En la celebración del Día pro orantibus
Se celebra en este domingo, siete de junio y festividad de la
Santísima Trinidad, el Día "Pro Orantibus", una jornada de oración
en favor de los religiosos y religiosas de vida contemplativa, como
expresión de reconocimiento, estima y gratitud por lo que
representan en la vida de la Iglesia con su valioso legado
espiritual.
La vida consagrada contemplativa los monjes y monjas de
clausura proporciona a nuestro mundo, muchas veces centrado en
lo material, los signos de prioridad de Dios sobre todas las cosas y
anuncia, de una manera gráfica y llamativa, que el Reino de Dios
ya comienza a despuntar. Ellos y ellas mantienen una misteriosa
comunión con todos los que trabajan para que la Humanidad llegue
a ser lo que Dios quiere.
La jornada "Pro orantibus" se aprovecha por un lado para dar a
conocer la vocación específicamente contemplativa (la de los
monjes y monjas de clausura, muchas veces incomprendida, pero
tan necesaria en la Iglesia) y , por otra parte, las iniciativas
pastorales que están dirigidas a promover la vida de oración en las
diócesis y parroquias; dando ocasión así a los fieles, donde sea
posible, para que participen en las celebraciones litúrgicas de
algún monasterio y se aproximen con ello a la vida de estos lugares
de paz y encuentro con Dios.
Se hace hoy, además, un llamamiento a la generosidad de los
fieles para que ofrezcan donativos para ayudar a los monasterios
de clausura necesitados.
Mensaje de los obispos
Este año 1998 está dedicado al Espíritu Santo y, si todos los
congresos, reuniones y asambleas han buscado expresar en sus
lemas la influencia del Espíritu, mucho más debe aparecer esta
presencia en la Jornada de la Vida Religiosa Contemplativa. Así lo
ha entendido la Comisión de Obispos y Superiores Mayores de la
Conferencia Episcopal Española, que ha hecho público un mensaje
para esta jornada donde dicen que "la Vida Contemplativa es obra
del Espíritu. En nuestro mundo, existe una búsqueda inconsciente
de una espiritualidad difusa, expresada en los movimientos que van
desde la New Age a la de todo tipo de religión light, nuestro género
de vida está a la escucha de los ritmos del mundo, intenta
descubrir la realidad escondida y vive la presencia del misterio,
sólo hallado en el Espíritu del silencio interior.
"Únicamente desde una perspectiva cristiana podemos hallar el
verdadero sentido de la Vida Religiosa Contemplativa. Porque el
contemplar cristiano es, prioritariamente, encontrarse con Jesús.
En su vida de entrega y en su muerte salvífica se descubre el
sentido de nuestra pertenencia. Y, como consecuencia, allí se
realiza un encuentro con los hombres y mujeres, hermanos de
Jesús".
Recuerdan los obispos que de la vivencia contemplativa debe
surgir una actitud de gozo como agradecimiento por la vida, "un
don que no tiene su origen y fuente en factores externos, sino en el
encuentro mismo con Dios que realiza la plenitud del hombre y la
mujer en la tierra".
Termina el documento episcopal con una oración al Espíritu
Santo, para que en este año 1998, dedicado de una manera
especial a Él, aliente y anime a todos los religiosos y religiosas de
vida contemplativa, y a los cristianos en general, para que sepan
encontrarle en la oración y hacerle presente en todas sus
actividades.
5.
Acción Católica
AC/MINISTERIO-ECLAL: La Iglesia Católica se establece en el
mundo por las Iglesias locales o diócesis; es con los cristianos que
viven en un determinado territorio como se planta la Iglesia y se
constituye en servidora de la humanidad. En cada época histórica y
en cada territorio geográfico o cultural, bajo la guía y autoridad de
un obispo, los distintos sectores del Pueblo de Dios trabajan por la
construcción del Reino en diversos servicios y tareas.
A los laicos les corresponde santificar las realidades temporales
y ser presencia evangelizadora de la Iglesia en los distintos
ambientes, situaciones y circunstancias de la vida social. Un laicado
adultos y corresponsable es imprescindible par que la Iglesia esté
plenamente constituida.
A la Acción Católica le encomienda la tarea de articular a los
laicos de un modo estable y asociado y le encarga la misión de ser
Iglesia en el mundo. La Acción Católica, en efecto, hace suyo el fin
apostólico de la Iglesia y coopera directa e inmediatamente con el
ministerio pastoral de los obispos y los sacerdotes en cada diócesis
y en cada parroquia; ya que sus miembros son los laicos que viven
y participan del dinamismo de esas comunidades y asumen con
ilusión los proyectos de la Iglesia que les es más cercana.
Dice Juan Pablo II que la Acción Católica encarna "una singular
forma de ministerialidad eclesial"; lo que significa que realiza el
servicio estable y encomendado de ser presencia misionera de la
Iglesia en medio del mundo.
AMADEO Rodríguez
Semanario "Iglesia en camino"
Archidiócesis de Mérida-Badajoz
Número 257. 6 de junio de 1998