REFLEXIONES

 

I. Actualidad litúrgica y popular

La liturgia es actualización bajo el signo del misterio pascual. "Como Cristo fue enviado por el Padre, él a su vez envió a los apóstoles... no sólo los envió a predicar el evangelio sino también a realizar la obra de salvación que proclamaban mediante el sacrificio y los sacramentos, en torno a los cuales gira toda la vida litúrgica" (SC 6).

1. MISTERIO PASCUAL Y MISA.

El misterio pascual encuentra su máxima expresión y concreción en el misterio eucarístico, y más precisamente en la santa misa, en la cual es ofrecido Cristo, nuestra pascua. Cristo en tanto se hace presente en la eucaristía en cuanto quiere ser nuestro alimento. Su presencia es con vistas al convite. Pero esta presencia corporal se realiza después de la presentación de la víctima en el ofertorio, en el momento que llamamos consagración. La consagración en la misa, pues, es preparada por la presentación de los dones u ofertorio. Ahora bien, Cristo, nuestra víctima en la cruz, fue presentado al Padre en brazos de María cuarenta días después de su nacimiento. De modo que entre Jerusalén-templo y Jerusalén-Calvario se establece una relación estrechísima.

2. PRESENTACIÓN DE LA VÍCTIMA U OFERTORIO.

Toda la vida de Cristo, desde el primer instante de su entrada en el mundo (cf Heb 10,5) hasta su consumación sobre el altar de la cruz (cf Jn 19,30), fue una ofrenda al Padre. Pero esta ofrenda habitual tuvo dos momentos fuertes, por llamarlos así. La presentación en el templo fue uno de ellos. Podemos y debemos repetir que existe una relación estrecha entre la presentación en el templo y la inmolación sobre el Calvario: aquélla fue el ofertorio; ésta la consagración del único gran sacrificio. Y en esta ofrenda e inmolación, la Virgen está presente y operante (cf Lc 2,34-35; Jn 19,25-27).

La tradición eclesial ha reconocido todo esto e incluso ha intentado sensibilizar a los fieles sobre su consagración bautismal. Nuestra vida de bautizados es, en efecto, toda una consagración al Padre por el Hijo en el Espíritu Santo. Por esto, cuando somos bautizados, el sacerdote-ministro, después de las palabras "Yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo", no añade Amén. Porque toda la vida del cristiano debe ser un continuo Amén.

También tenemos una presentación en el templo en las fechas solemnes de nuestra vida de bautizados: desde la primera pascua (el bautismo) hasta la última pascua (nuestra muerte). Esta presentación se realiza de un modo particular cuando se responde a una llamada de Cristo para seguirlo más de cerca (vocación específica). Nuestra vida debe ser un continuo ir al encuentro de Cristo que viene como "triunfador glorioso y definitivo" Maranatha! ¡Ven, Señor Jesús!

3. LA IGLESIA "ACOGE" A CRISTO-ESPOSO MIRANDO A MARÍA, TIPO DE LA ACOGIDA Y DE LA OFRENDA.

Desde Navidad hasta la fiesta de la Presentación hay un progreso estupendo. En Navidad se asoma el esposo (cf ant. al Magnificat de las primeras vísperas; y 2ª. ant. en las lecturas del oficio) como el sol que se levanta en el horizonte. En la Epifanía es la iglesia la que se presenta como una esposa adornada con sus joyas; es la fiesta de las bodas de la iglesia con Cristo (cf ant. al Benedictus). En la fiesta de la Presentación, la iglesia-esposa adorna la estancia nupcial y acoge a Cristo-esposo. Aparece así con claridad que la presentación de Jesús en el templo aunque se celebre en el tiempo ordinario, en realidad representa, en cierto sentido, el vértice del tiempo de Navidad.

El canto nupcial en la liturgia preconciliar (que podría ser usado también hoy al entrar la procesión en la iglesia) era el siguiente: "Adorna, oh Sión, la estancia nupcial, / acoge a Cristo, tu Señor;/ acoge a María puerta del cielo, / porque ella tiene entre sus brazos / al rey de la gloria, a la luz nueva. / La Virgen se para presentando al Hijo / engendrado antes de la estrella de la mañana. / Simeón lo toma entre sus brazos / y anuncia a las gentes / que él es el Señor de la vida y de la muerte, / el salvador del mundo".

Jesús es el primogénito, ofrecido como Isaac, pero no perdonado. Además, todo primogénito hebreo era el signo de la liberación de la gran esclavitud. Pero incluso en este caso debemos repetir que los primogénitos en Egipto fueron perdonados, no se les quitó la vida; mientras a Jesús, primogénito del Padre, y por tanto primogénito por excelencia, no se le perdonó, y el precio de su sangre nos ha traído la nueva y definitiva liberación.

¿Y María? Se nos presenta no sólo como la que se somete a la ley que ordena la oblación de los primogénitos (cf Éx 13,11-16) y la purificación de la madre (cf Lev 12,6-8) sino también y sobre todo como tipo y modelo de acogida y de ofrenda: acoge al Hijo del Padre para ofrecerlo por nosotros. María se somete a la ley, como hará Cristo, justamente para que nosotros fuéramos dispensados del peso de la ley. No se trata, pues, de un misterio gozoso, sino también de un misterio doloroso porque María ofrece el Hijo al Padre, y toda ofrenda es renuncia. Nos encontramos, tanto en Jesús como en María, al comienzo del sacrificio que tendrá su consumación en el Gólgota. He aquí cómo se expresa a este respecto la exhortación apostólica MC, de Pablo VI: "La misma iglesia, sobre todo a partir de los siglos de la edad media, ha percibido en el corazón de la Virgen que lleva al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor (cf Lc 2,22) una voluntad de oblación que trascendía el significado ordinario del rito. De dicha intuición encontramos un testimonio en el afectuoso apóstrofe de san Bernardo: "Ofrece tu Hijo, Virgen sagrada, y presenta al Señor el fruto bendito de tu vientre. Ofrece por la reconciliación de todos nosotros la víctima santa, agradable a Dios" (MC 20).

4. EL PUEBLO Y LA PROCESIÓN DE LAS CANDELAS.
CANDELAS/BENDICIÓN LUZ-CIRIO/SIMBOLO

La bendición de las candelas, tan querida de los fieles es, junto con la vigilia pascual una celebración de la luz. Cristo es la luz del mundo, que nos comunica la vida nueva en el bautismo e ilumina nuestro camino hacia el cielo. En las manos del cristiano, el cirio encendido es símbolo de la fe, que es participación de la luz divina, por eso lleva un cirio en todas las circunstancias importantes de su vida de bautizado: renovación de los votos bautismales en la vigilia pascual, primera comunión, profesión religiosa, y en particular al acercarse el paso de este mundo al Padre; finalmente el cirio pascual en los funerales quiso expresar justamente el paso a la pascua eterna. Si el cristiano vive de esperanza y es esencialmente uno que espera, el cirio encendido subraya esta actitud suya, y la procesión de las candelas expresa muy bien su caminar al encuentro de Cristo que viene.

II. Datos históricos y teológicos de la celebración

El Vat II enseña: "Esta unión de la madre con el Hijo en la obra de la salvación se manifiesta desde el momento de la concepción virginal de Cristo hasta su muerte... Y cuando hecha la ofrenda propia de los pobres lo presentó al Señor en el templo y oyó profetizar a Simeón que el Hijo sería signo de contradicción y que una espada atravesaría el alma de la madre para que se descubrieran los pensamientos de muchos corazones (cf Lc 2,34-35)" (LG 57).

1. LA NARRACIÓN DE EGERIA. La primera conmemoración litúrgica del episodio evangélico de la presentación nos viene narrada en la Peregrinatio Etheriae (a finales del s. IV), y es llamada Quadragesima de Epiphania. Como entonces se celebraba Navidad el 6 de enero, la presentación venía a caer el día 14 de febrero. He aquí las palabras exactas de la peregrina Egeria: "El día cuarenta después de epifanía, aquí (en Jerusalén) se celebra con gran solemnidad. En ese día se hace una procesión desde la Anástasis, a la que van todos, y se hace todo según el rito, con gran pompa, como en pascua. Además, todos los sacerdotes predican, lo mismo que el obispo, comentando el paso del evangelio en que se cuenta que el día cuadragésimo María y José llevaron al Señor al templo, y que lo vieron Simeón y la profetisa Ana, hija de Fanuel, y las palabras que dijeron al ver al Señor, y la ofrenda que hicieron sus padres. Y después de haber hecho regularmente todas estas celebraciones que se acostumbra, se celebran los misterios y termina la función".

Hay que advertir que los términos procesión ("processio') y van todos ("omnes procedunt') no tienen, en el lenguaje de Egeria, el sentido litúrgico de una procesión, sino que significan la concurrida afluencia de los fieles a una determinada iglesia. En pocas palabras: la procesión era una práctica semanal. Y hay que advertir también que no habla para nada de candelas.

2. DIFUSIÓN DE LA FIESTA EN ORIENTE Y OCCIDENTE. Desde Jerusalén, poco a poco la solemnidad se difunde en todo el oriente, y en particular en Bizancio, llegando a ser día festivo bajo Justiniano I (527565) con el nombre de Hypapanté ("occursus Domini"); y fue fijada el día 2 de febrero porque, entretanto, el nacimiento del Señor ya había sido fijado el día 25 de diciembre. Al comienzo del s. v, según san Cirilo Alejandrino (cf PG 77,1040-41), se comienza a hablar de luces y de candelas. Para Bizancio, un testimonio formal y preciso —el del historiador Teófanes el Confesor— nos dice que la fiesta se celebraba ya antes del año 602. También Roma la acogió en el número de sus fiestas, después de ser introducida por los monjes bizantinos. Da fe de ellos el Sacramentario Gelasiano, que, aunque titula la misa In purificatione sanctae Maríae, sin embargo lo centra todo en la celebración de la presentación de Jesús. La letanía, o procesión con los cirios, ya aparece en el arcaico Orden de San Pedro, del 667 (cf ML 78,653). Parece, pues, inexacta la noticia del Líber Pontificalis según la cual la procesión habría sido introducida por el papa siro-siciliano Sergio I (687-701), que habría instituido las procesiones para la Anunciación, la Asunción y la Natividad de la virgen María. Y menos aún se puede sostener la opinión de que la fiesta fue instituida por el papa Gelasio (492-496) en oposición a las fiestas Lupercales paganas, que eran procesiones nocturnas carnavalescas a la luz de antorchas. Más abajo diremos los motivos de la procesión penitencial, según la opinión más probable.

Con mucha probabilidad, la introducción de las candelas encendidas en la procesión, al menos en los primeros tiempos en Roma, fue debida a motivos contingentes, al tener que hacerse la procesión por la noche desde la iglesia de San Adrián a la de Santa María la Mayor. La primera bendición de las candelas parece de origen extraño, se remonta a fines del s. IX o comienzos del s. X, era precedida de la bendición del fuego, más o menos como en la vigilia pascual. La bendición solemne de las candelas fue organizada en Galia en el s. X; en el siglo siguiente se añadió la antífona "Lumen ad revelationem gentium". En las otras iglesias de occidente la fiesta se difunde con alguna lentitud; p. ej., en España no se la encuentra hasta el s. XI. En Roma, la Hypapanté se desenvolvía en un ambiente de solemnidad, pero también de penitencia (hasta la reforma de 1960, en la procesión de las candelas se usaba todavía el color morado).

3. EL 'ORDO" DE SAN AMANDO. Según el Ordo de san Amando ("Ordo romanas" 20,7 = Andrieu "Ordo romanas" 3,236; s. IX), al despuntar la aurora los fieles acudían desde los diversos tituli, con cirios encendidos a la iglesia de San Adrián, y desde aquí se iba procesionalmente hasta Santa María la Mayor, iglesia estacional. En la procesión, el papa y los cardenales portaban vestiduras sagradas de color negro y todos iban con los pies descalzos. El motivo de esta procesión penitencial, según algunos, estaría en que, al comienzo de febrero, en Roma, se celebraba el tumultuoso Amburbale, desfile licencioso heredado, al parecer, del paganismo. Durante la procesión penitencial se cantaban antífonas, entonadas alternativamente por la schola, que seguía al papa, y por el clero, que le precedía. El Ordo de san Amando no hace referencia todavía a una bendición de las candelas. La primera bendición verdadera y propia de las candelas se encuentra en el famoso Sacramentario de Padua, pero añadida por una mano posterior a finales del s. IX o principios del s. X. Todavía posterior es el Nunc dimittis, intercalado en la antífona "Lumen ad revelationem gentium". Hay que notar también que la principal antífona, de origen griego, es la famosa "Adorna thalamum tuum", de la que ya hemos hablado antes. Finalmente, se debe observar que los cirios no se encendían con un fuego cualquiera, sino con un cirio bendecido y encendido ad hoc (cf san Bernardo, Sermo ll de purif: s. Maríae: ML 183,368). Estas velas, llevadas a casa, como también ocurre hoy, se encendían en momentos de emergencia (calamidades, tempestades, etc.) y también durante la agonía.

4. CARÁCTER MARIANO DE LA FIESTA. El carácter mariano de la fiesta —además del hecho de que María es, junto con Jesús, protagonista del misterio, igual que en Navidad— fue impuesto en particular por el papa Sergio I (687-701), y se manifestaba sobre todo en la procesión que comenzaba en la basílica de Santa Martina, junto a San Adrián, y tenía como meta Santa María la Mayor en la cual 18 diáconos de las regiones urbanas de Roma llevaban otros tantos estandartes de la Virgen.

Ha sido la mística oriental la que ha sabido cantar más profusamente en su liturgia el significado profundo del gesto de la Virgen. Ésta va al templo no tanto para purificarse (de lo que no tenía necesidad) cuanto para presentar oficialmente el Hijo al Padre.

lIl. Significado litúrgico y comentario homilético actualizado Jesús es el santo por excelencia (cf Lc 1,35; 4,34; He 3,14); por esto será reservado para el culto supremo que Dios quiere tener sobre la tierra por obra de este primogénito. El suyo es el primero y el más grande ofertorio del único verdadero sacrificio agradable a Dios (Mal 1,11).

En la misa, la asamblea de los fieles va al encuentro de Cristo e, iluminada por la palabra, lo reconoce al partir el pan, en espera de que venga en la gloria. La vida es una oblación, un sí continuo a Dios, que todo lo dispone para un bien mayor. La vida no tiene sentido sin esta directriz.

Simeón define a Jesús como un signo ante el cual el hombre inevitablemente tiene que decidirse: con él o contra él. Justamente aquí se revelan la perplejidad, las dudas y la maldad escondidas en el corazón del hombre: en los cinco lugares en que Lucas habla de los pensamientos (5,22; 6,8; 9,46.47; 24,38) da siempre una valoración negativa de los mismos. Así las palabras de Simeón dirigidas a Jesús anuncian ya la pasión. Pero a Cristo está estrechamente unida su madre; más aún, no sólo la madre, sino todos aquellos que a su imitación escuchan la palabra y la conservan en su propio corazón, de modo que ser madre, hermano y hermana de Jesús (Lc 8,21) significa sufrir con él.

1. EN LA LITURGIA SE VA "AL ENCUENTRO" DE CRISTO. La escatología se cuenta justamente entre los grandes valores recuperados en estos últimos tiempos, particularmente por el Vat II. Esta nueva visión sacral del misterio de la iglesia constituye el corazón mismo de la teología del Vat II. Ahora bien, es justamente en la liturgia donde esta dimensión escatológica encuentra su máximo relieve. En la liturgia, en efecto, se pregusta y se anticipa la liturgia celeste, hacia la que tendemos como peregrinos. Con todo, esta tensión escatológica ha de recorrer un largo camino, porque urge recuperar en el nivel concreto de la vida este gran valor. Para alcanzarlo no podemos ni siquiera apoyarnos en la patrística del s. IV (para entonces ya se había debilitado mucho la tensión escatológica), sino que hemos de llegar al clima de los primeros años de la iglesia, cuando la escatología parecía ser la componente mayor de su actitud espiritual.

2. EL RITUAL JUDÍO Y SU PROFUNDO SIGNIFICADO. Era prescripción de Yavé que los primogénitos de los hombres y de los animales le fuesen consagrados. Los levitas representaban delante de Dios a los primogénitos de los hombres. Jesús primogénito de toda la creación, reúne en sí todas las primicias de las creaturas.

Según Lev 12, la mujer que hubiese dado a luz un varón debía someterse al rito de la purificación cuarenta días después del nacimiento del niño. Lucas habla de "su purificación" (2,22), es decir, la de María y Jesús, porque se refiere a la escena en su conjunto. También cabe pensar que aquí está usando la figura gramatical del zeugma, en la cual se reúnen, en dependencia de un término, otros varios, que requerirían cada uno de ellos otra dependencia. Lucas, en realidad, cita dos leyes: la consagración del primogénito (cf Éx 13,2.11-15) y la purificación de la madre (cf Lev 12). Mientras que para el rescate del niño ofrecido se entregaban cinco siclos de plata, en la purificación de la madre se debía ofrecer, para el sacrificio expiatorio, un cordero y una paloma o tórtola (el primero en signo de unión con Dios, la segunda como sacrificio de expiación), o bien dos tórtolas o palomas si se trataba de gente pobre. Si el ofrecimiento de dos tórtolas o palomas no debía incidir mucho en la economía familiar, sí en cambio tenía que influir el ofrecimiento de cinco siclos, que correspondían, más o menos, a lo que se ganaba en veinte días de trabajo. María, que se sometió a estas leyes, nos interpela profundamente, porque ella, que merecía la excepción, quiso someterse a la ley común, mientras que nosotros, que estamos obligados a la ley común, buscamos fácilmente la excepción.

La presentación del niño no era obligatoria, sino aconsejable (cf Núm 18,15). Debió, sin embargo, parecer muy conveniente a los piadosísimos esposos María y José. El ángel que había indicado a Jesús como "Hijo del Altísimo" (Lc I,32) no había dado disposición alguna acerca de su humanidad.

A la luz de estas prescripciones judías se manifiestan toda la humildad y la obediencia de María.

3. COMENTARIO HOMILÉTICO ACTUALIZADO. Las lecturas que se proponen en la misa de la presentación de Jesús son: a) el ángel de la alianza ("Entrará en su templo el Señor, a quien buscáis»: Mal 3,14); b) la ofrenda sacerdotal ("Debía hacerse en todo semejante a sus hermanos": Heb 2,14-18); c) Cristo y María unidos en un único y mismo destino ("Mis ojos han visto tu salvación": Lc 2,22-40 ó 22-32). Se proponen conducirnos por el camino del bien, para que podamos llegar a la gloria sin fin y ser presentados al Señor plenamente renovados en el Espíritu (La or. de ben. de las candelas y or. colecta).

a) El ángel de la alianza (/Ml/03/01-04). Cuando regresaron del exilio bajo Zorobabel (538 a.C.), los judíos debían reconstruir la ciudad de Jerusalén, lo cual ocurrió bajo Nehemías (= don de la palabra del rey, en realidad había sido enviado por el rey Darío para estudiar la situación). Los trabajos de reconstrucción comenzaron el 445, y en sólo cincuenta y dos días los muros de la ciudad fueron reconstruidos. Pero también había que reconstruir la ciudad espiritualmente, es decir, a través del renacimiento espiritual del sacerdocio y de la renovación de la familia. Nehemías se sirvió para esto de un teólogo legislador, Esdras, que quizá deba identificarse con Malaquías, el profeta del culto (tanto más que el nombre Malaquías significa ángel de Yavé).

Malaquías nos anuncia la llegada de Dios mismo. Esta llegada infunde miedo y esperanza: el anuncio apocalíptico se transforma en un anuncio de salvación. Identificando a Malaquías con Esdras se comprende mejor cómo el fanatismo por la ley no deja reconocer al verdadero gran legislador.

Reprobado el formalismo del sacerdocio antiguo, de su culto ineficaz, el profeta Malaquías, al anunciar la inminencia del día del Señor, preanuncia un nuevo sacerdocio y un culto nuevo: "el Señor entrará en su templo" y vendrá a renovar la alianza a través de una purificación interior, capaz de hacer a los fieles idóneos para realizar una ofrenda grata al Señor. El "ángel de la alianza" no es el precursor del que se ha hablado antes (en el v. 1), porque su llegada al templo es simultánea a la llegada del Señor, de Yavé. El hombre piadoso del AT no osaba llamar a Dios por su nombre verdadero, sino que lo indicaba con el nombre antiguo con que era designado en sus teofanías: Maleak Jahve, el ángel de Yavé. Probablemente se trata de una designación misteriosa del mismo Señor; Mt 11,10 invita a entenderlo de Cristo. Pero está fuera de discusión que las expresiones proféticas suponen un fondo mesiánico.

Cristo viene, pues, a dar comienzo al culto nuevo. Es necesario saber realizar el objetivo de esta visita, a imitación de la Virgen.

b) Ofrenda sacerdotal (/Hb/02/14-18). Jesús, como sumo sacerdote, agradable al Padre y solidario con los hermanos, nos salva viviendo todas las formas de la condición humana, excepto el pecado. La acción de Jesús: 1) produce la liberación de la esclavitud de la muerte, signo expresivo del poder del mal sobre el hombre; 2) induce a vivir en él y para él, en adhesión plena a la voluntad de Dios; 3) nos procura un gran consuelo porque Jesús, por su misma experiencia humana, está en grado de tener compasión de nuestras caídas. "Todos los rasgos característicos del sacerdocio se encuentran en el misterio de Cristo. Por esto podemos, con absoluta certeza, acercarnos a Dios, pues tenemos en Jesús un sacerdote misericordioso y fiel.

Jesús, pues, ha venido a instaurar un nuevo culto, del cual es él sumo y eterno sacerdote.

c) Cristo y María unidos en un único y mismo destino (/Lc/02/22-40). Lucas inicia así su narración: "Cuando llegó el tiempo de su purificación según la ley de Moisés, llevaron el niño a Jerusalén para ofrecerlo al Señor" (2,22). Al citar a Jerusalén, ya manifiesta su particular punto de vista: Jerusalén es la meta de la existencia terrena de Jesús; es punto de partida de la nueva misión cristiana. Jerusalén es, para Lucas, el centro predestinado para la obra salvífica (cf 2,38ss; He 1,4ss). Ya en su tiempo, Ageo, cuando se estaba reconstruyendo el templo de Jerusalén, bajo Zorobabel, había predicho que la gloria (presencia viva) del Señor entraría en ese mismo templo.

Una vez subidas las quince gradas de forma semicircular —sobre las que se cantaban, en la fiesta de los tabernáculos, los salmos graduales—, María pasó al atrio de las mujeres, donde, humilde y recogida, hizo su ofrenda. Los sacerdotes inmolaron las dos palomas, y el pequeño Jesús fue acogido, bendecido y rescatado con cinco siclos de plata.

La escena de las jóvenes madres que iban al templo para la ofrenda y la purificación, era habitual; y, sin embargo, cuando llegó la Virgen, un anciano la esperaba. Era el santo Simeón, un hombre cualquiera, pero que vivía inmerso en el temor de Dios, y por eso era justo y estaba lleno del Espíritu Santo (cf Lc 2,26.27). Precisamente por esto el Espíritu Santo le había hablado y le había dado a conocer que no moriría sin haber visto al "ungido del Señor". Reconoció, pues, al niño, y tomándoselo un instante a la madre y teniéndolo entre sus brazos, entonó el Nunc dimittis.

El Nunc dimittis, como el Benedictus, se divide en dos partes: himno de reconocimiento a Dios y vaticinio del destino del niño. La parte primera se refiere al anciano, la segunda al niño. En el cántico el anciano llama a Dios dueño (que éste es el significado literal de señor). El anciano considera a Dios como su amo, a cuyo servicio se encuentra atento a sus señales. En su cántico Jesús es presentado como mesías, que viene a cumplir la misión confiada al siervo descrito en los grandes cantos de Isaías (42,6, 49,66 52,10). Simeón con gran escándalo de los nacionalistas contemporáneos suyos, como judío ejemplar, recuerda que, según los oráculos de diversos profetas (cf Is 24,5; 45,14; Zac 2,15), el mesías no es sólo gloria de Israel, sino también de todas las gentes, es decir, enviado para llevar la salvación a todos. De este modo Jesús satisface abundantemente la paciente espera de los judíos fieles y oye las secretas invocaciones de luz por parte de los paganos.

El anciano Simeón bendijo a María y a José, no como sacerdote, porque no lo era, sino por su edad y por su autoridad. Bendecir quiere decir aquí congratularse. Pero he aquí que se presenta en la mente del santo anciano un cuadro de negras tintas. Profetiza que Jesús está puesto para ruina de algunos (no en sentido causativo, sino ocasional, en cuanto obligará a los hombres a decidirse por él o contra él: cf Jn 3,18); por la actitud que los hombres tomen frente al mesías se desvelarán sus pensamientos. María, por su parte, será partícipe plenamente de la contradicción del Hijo, y su alma será traspasada por una espada de dolor. María, de tal modo, queda asociada íntimamente a su Hijo por un mismo y único destino. Había entrado en el templo gozosa; ahora sale ¡dolorosa!

A Lucas le agradan los bocetos y el dualismo; por eso nos presenta otro personaje, un personaje femenino: la profetisa Ana. La profetisa era una mujer que, viviendo en íntima unión con Dios, era favorecida con sus carismas, y por tanto estaba en situación de aconsejar a quien se dirigía a ella. También ella se unió al santo Simeón para alabar y bendecir al Señor.

La fiesta de la presentación del Señor quiere, en conclusión, subrayar dos grandes verdades: los pródromos del sacrificio de Cristo y la participación de la madre en la obra salvífica del Hijo.

G. MEAOLO
DICC-DE-MARIOLOGIA. Págs. 1655-1662


2. MONICION/ENTRADA.

Hoy hace cuarenta días que hemos celebrado el nacimiento de Cristo, y hoy celebramos la presentación de Jesús en el templo para encontrarse con el pueblo creyente. Allí Simeón y Ana reconocieron en Jesús al Salvador de los pueblos, a la luz que iba a iluminar a todos los hombres que caminaban en las tinieblas.

Nosotros vamos a reafirmar, con este rito de las candelas, que Jesús es la luz de nuestra vida, y la luz de la vida de todos los hombres, al tiempo que vamos a recordar y ratificar nuestro compromiso de transmitir esa misma luz a todos los hombres, con el testimonio de nuestra vida.

Vayamos, pues, con esta celebración, al encuentro de Cristo, al que reconoceremos en la fracción del pan, hasta que vuelva revestido de gloria.


3. PRESENTACIÓN DEL SEÑOR: SITUACIÓN LITÚRGICA.

Hoy es una fiesta del Señor y, como tal, pasa delante del domingo cuarto que correspondería hoy. La tradicional fiesta de la Candelaria o las alusiones a la Virgen hay que hacerlas con referencia a la Presentación del Señor. Estaría bien explicar el sentido de la interrupción de los domingos del tiempo ordinario.

Antes terminaba hoy el tiempo de Navidad y ello tenía una traducción popular: se quitaban los belenes. De hecho, aparecen en el evangelio motivos de la infancia de Jesús. Con todo, hay que evitar volver a la Navidad y a la infancia. Por eso conviene leer también el fragmento evangélico entre paréntesis, o al menos, hasta el versículo 35; y hacer alusiones a las lecturas de los domingos anteriores "del tiempo ordinario".

El sentido de la fiesta de la Presentación lo dan las palabras de Simeón que son, de hecho, el centro del fragmento evangélico y se reparten entre el versículo del aleluya, el prefacio y la antífona de comunión. El hecho de la presentación en el templo (antífona de introducción, primera lectura y salmo), es interpretado por la colecta: "Tu Hijo unigénito, revestido de nuestra humanidad, ha sido presentado hoy en el templo"; y ésta es también la interpretación litúrgica que hace la segunda lectura.

GASPAR MORA
MISA DOMINICAL 1991, 2


4.

Los cristianos de Jerusalén celebraban ya en el siglo IV la fiesta de la Presentación del Señor. A ellos les gustaba convertir en celebración litúrgica los acontecimientos evangélicos más relevantes.

Actualmente, la celebración comienza con un "lucernario" , es decir, con una liturgia que juega con el simbolismo de la luz, como es el caso del rito del Cirio pascual en la noche del Sábado Santo.

En la monición de entrada se recuerda que la fiesta de hoy se celebra a los cuarenta días de la fiesta del Nacimiento del Señor. Se puede decir que cierra definitivamente el ciclo de Navidad-Epifanía. Es muy aleccionador, para una lectura provechosa de los evangelios, fijarnos de qué modo la liturgia de hoy presenta el misterio relatado por el evangelio como una realidad de salvación que se nos hace presente a los que asistimos a la celebración. Efectivamente, el relato evangélico nos presenta el encuentro de Simeón con María que lleva entre sus brazos al niño Jesús. En aquel momento una acción del Espíritu Santo revela al anciano la identidad del Niño y le hace cantar un himno que presenta al Salvador como "luz para alumbrar a las naciones".

La liturgia recoge el mensaje y, en la oración de bendición de las candelas, ruega: "Infunde en el corazón de tus fieles la luz que no se extingue, para que, cuantos son iluminados en tu templo por la luz de estos cirios, puedan llegar felizmente al esplendor de tu gloria". Así, la liturgia toma al anciano Simeón como el prototipo de la comunidad cristiana y pide que la luz de Cristo también ilumine el corazón de los fieles y los encamine al gozo de la luz eterna.

Antonio Luis Martínez


5.

La fiesta de la Presentación del Señor, una ocasión para agradecer la Vida Consagrada

Según una tradición romana, Su Santidad recibía el día dos de febrero a religiosos, miembros de la Curias Generalicias instaladas en la Ciudad eterna, los cuáles entregaban al Papa el cirio usado en la liturgia propia del día.

Lo que en un principio constituía un encuentro casi privado del Sumo Pontífice de la Iglesia Católica con representantes cualificados de las ordenes religiosas, en la actualidad ha dado origen a una celebración de toda la comunidad eclesial.

Juan Pablo II al instituir la celebración de este día dedicado a la vida consagrada ha querido invitar a toda la Iglesia a dar gracias a Dios por esa numerosa y ejemplar familia formada por quienes dedican por completo su vida a Dios y al servicio, en la caridad fraterna, a los más necesitados. Es muy fácil encontrarnos con las personas de vida consagrada. Son hombres y mujeres que viven y trabajan en los barrios más pobres y, también, en zonas de bienestar. Acompañan y sirven a toda clase de enfermos, de modo especial a los de sida, y a los niños abandonados y maltratados. Se dedican a las investigaciones científicas y a la enseñanza. Ellos forman a la juventud del futuro. Su trabajo, en fin, está siempre allí donde haya alguien a quien servir. Lo que hacen es muy variado y distinto, como son las mismas necesidades, las carencias y vacíos de los hombres. Por eso, en este día todos debemos demostrarles nuestro reconocimiento y tenerles presente en nuestras oraciones.

Semanario "Iglesia en camino"
Archidiócesis de Mérida-Badajoz
No. 195 - Año V - 2 de febrero de 1997


6.

Adán de Perseigne (hacia 1221) abad cisterciense

Sermón 4 sobre Navidad

Los padres de Jesús llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo a l Señor.”

“¡Que los mortales nos acerquemos hoy al Verbo hecho carne para dejar atrás las obras de la carne y aprender a pasar, poco a poco, a las obras del Espíritu! Que nos acerquemos pues, hoy, ya que un nuevo sol brilla en el firmamento. Hasta este momento encerrado en el pueblo de Belén, en la estrechez de un pesebre y conocido por un pequeño número de personas, hoy viene a Jerusalén, al templo del Señor. Está presente ante varias personas. Hasta ahora, tú Belén, te alegrabas, tú sola, de la luz que nos ha sido dada a todos. Orgullosa de tal privilegio de novedad inaudita, podías compararte con el mismo Oriente por tu luz. Mejor aún, cosa increíble, había dentro de ti, en un pesebre más luz que en el mismo sol cuando se levanta el día...Pero hoy, este sol se dispone a irradiar en todo el mundo. Hoy es ofrecido en el tempo de Jerusalén el Señor del templo.

¡Dichosos los que se ofrecen a Dios como Cristo, como una paloma en la soledad de un corazón tranquilo! Son maduros para celebrar, con María, el misterio de la purificación...No es María, Madre de Dios, quien ha sido purificada en este día, ella que nunca tuvo pecado alguno. Es el hombre manchado por el pecado que hoy es purificado por el nacimiento y la entrega de Cristo...Gracias a María hemos obtenido nuestra purificación... Si abrazamos el fruto de sus entrañas, si nos ofrecemos con él en el templo, el misterio que celebramos hoy nos purificará.


7.

Beato Gerric d’Igny (hacia 1080-1157) abad cisterciense
Primer sermón para la Purificación, 3-5; SC 166, pag. 313ss

“Luz para iluminar a las naciones”

Te bendigo y te glorifico, o llena de gracia; has traído al mundo la misericordia que ha venido a nosotros. Tú has preparado el cirio que tengo hoy entre mis manos (en la liturgia de esta fiesta). Tú has aportado la cera para esta llama... cuando tú, Madre sin corrupción, has vestido de carne sin corrupción al Verbo incorruptible.

¡Ea, hermanos! Hoy este cirio arde en las manos de Simeón. Venid a recibir la luz, venid y encended vuestros cirios, quiero decir vuestras lámparas que el Señor quiere ver en vuestras manos. (Lc 12,35). “Mirad hacia él y quedaréis radiantes.” (Sal 33,6) No tanto para llevar en vuestras manos una antorcha sino para ser vosotros mismos antorcha que brilla por dentro y por fuera, para vuestro bien y bien de los hermanos:...Jesús iluminará vuestra fe, os hará brillar por vuestro ejemplo, os sugerirá buenas palabras, inflamará vuestra oración, purificará vuestra intención...

Y tú, que posees tantas lámparas interiores que te iluminan, cuando se apague la lámpara de esta vida, brillará la luz de la vida que no se apagará jamás. Será para ti como la aparición del esplendor del mediodía en pleno atardecer. En el momento en que piensas que vas a extinguirte, te levantarás como la estrella de la mañana (Jb 11,17) y tus tinieblas se transformarán en luz de mediodía. (Is 38,10) No habrá sol durante el día y la luz de la luna no te iluminará más, pero el Señor será tu luz perpetua. (Is 60,19) porque la antorcha de la nueva Jerusalén es el Cordero. (Ap 21, 23) ¡A él gloria y honor por los siglos sempiternos! Amén