COMENTARIOS AL EVANGELIO
Jn 11. 1-45

 

1. /Jn/EV  MU/GLORIFICACION 

A la hora de interpretar un texto del cuarto evangelio hay que tener en cuenta la peculiar técnica de composición empleada por su autor: yuxtaposición de un doble plano, de superficie y profundo. El plano de superficie es el de la dimensión empírica de los acontecimientos: es el plano de los interlocutores de Jesús. El plano profundo es el del significado que los acontecimientos encierran dentro de sí. El significado nunca es empírico ni verbal; hay que descubrirlo y hacerlo palabra y esto es obra del intérprete. En el cuarto evangelio Jesús se mueve habitualmente en este plano profundo; sus palabras representan la labor interpretativa y verbalizadora de Juan del significado de la persona de Jesús. No son, pues, una reproducción del lenguaje materialmente empleado por Jesús, ni deben situarse al mismo nivel que las palabras de los interlocutores; en otras palabras: Jesús nunca habló como lo hace en el cuarto evangelio y, sin embargo, es profundamente verdad todo lo que el "dice" en el cuarto evangelio.

Una buena metodología para entender un texto de Juan será, pues, separar los dos niveles de lenguaje que en él se entremezclan. En el texto de hoy tendríamos las siguientes secuencias. Nivel de superficie: vs. 1-3. 5-8. 12-13. 16-22. 24. 28-39. 41a. 43-45. Nivel de significado: vs. 4. 9-11. 14-15. 23. 25-27. 40. 41b-42.

v. 4:El sentido de estas palabras no es inmediatamente evidente. Se esclarecerá más adelante a través de la siguiente afirmación: "No hay amor más grande que dar la vida por los amigos" (Jn 15.13). Juan puede poner legítimamente esta afirmación en labios de Jesús, porque responde a algo concreto vivido por Jesús. En efecto, la muerte de Lázaro va a ser el motivo determinante de que Jesús vaya a Judea (Betania dista unos tres kilómetros de Jerusalén, v. 18). Ahora bien, dadas las circunstancias (cf. vv. 8 y 16), Jesús no puede ir a Judea sin grave riesgo para su vida.

La demora de dos días en ir a visitar al amigo (v. 6) no obedece a una conciencia sabedora de su poder; sería un juego sádico por parte de Jesús y no explicaría adecuadamente su llanto posterior.

La demora tiene otra explicación: el cerco mortal que los adversarios de Jesús han montado en torno a Él. Por eso nos estremece tanto el llanto de Jesús por su amigo muerto: expresión dramática de amor y confesión impotente de una forzada tardanza (v. 35; cf. vv. 21 y 32). Pero el amor por su amigo puede más que el cerco y al fin Jesús consigue burlarlo; aunque sólo momentáneamente, porque la visita la terminará pagando con su propia vida (cf. Jn 11. 49-50/53). Para Jesús es más importante un amigo que la propia vida. Esto lo demuestra prácticamente: desafía a la muerte yendo a ver a Lázaro.

Ahora bien, para Juan el amor constituye la esencia misma de Dios (cf. 1 Jn 4. 8); el amor es la gloria de Dios. El desafío a la muerte que supone el ir a ver a Lázaro es el timbre de gloria que manifiesta quién es Jesús. Ahora podemos entender el v. 4. La enfermedad de Lázaro no es para muerte, sino para manifestar palpablemente la gloria de Dios, es decir, el amor que Dios tiene, revelado a través de su Hijo (cf. v. 42). La visita a Lázaro es la ocasión de la glorificación de Jesús, es decir, la ocasión que va a propiciar la posibilidad de amar desafiando a la muerte. De ahí que en el cuarto evangelio la glorificación vaya unida a la muerte; más aún, en la muerte consiste precisamente la glorificación (cf. Jn 12. 24/27-28/32-33; 13. 31-32; 17. 1-2).

De esta manera, el relato de la muerte y resurrección de Lázaro, Juan lo ha compuesto en clave simbólica: Lázaro es símbolo de Jesús. Y lo que es más importante para el hombre: Lázaro es símbolo de la destrucción del destino inexorable y de la fatalidad. El hombre no es ya un ser para la muerte. El símbolo es una realidad en Jesús: El es la resurrección y la vida (v. 25). ¡Qué fantástico sería si a la pregunta "¿Crees esto?", respondiéramos como Marta: "¡Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo!" (v. 27).

DABAR 1978/18


2. MU/RS 

Jesús inicia la subida a Jerusalén que, sus discípulos ya lo saben, es una marcha hacia la muerte (cf. Jn 7.1/8). Y no sin reticencia ni humor negro aceptan los discípulos el seguir a Jesús en ese viaje (vv. 8/12/16) Pero Jesús quiere hacer comprender de entrada a sus apóstoles incrédulos que esa subida a Jerusalén se terminará con la victoria de la vida sobre la muerte y el don de la vida a través de la muerte misma.

a)El relato de la resurrección de Lázaro está pensado todo él como la más adecuada ilustración de esa paradoja entre la vida y la muerte. Jesús espera a que su amigo enfermo haya muerto realmente (vv. 5/17/39): quiere revelar así su imperio sobre la muerte en el momento en que la muerte se va a apoderar de él.

Otra paradoja es el hecho de que el haber devuelto la vida a un muerto precipite su propia muerte (v. 47).

b)Como sucede siempre en san Juan, la obra realizada por Jesús está destinada sobre todo a revelar su personalidad divina (tema de la gloria en el v. 40). El relato de la resurrección de Lázaro no se sustrae a esa ley. Mientras que Marta cree sólo en una resurrección al final de los tiempos (v. 24), Jesús revela que es Él mismo esa resurrección (Yo soy:v. 25): no sólo ahora, sino sobre todo más tarde, en el momento de su propia victoria sobre la muerte a la que, para Juan, le prepara su divinidad.

c)El relato que Juan hace de la reanimación de Lázaro está evidentemente compuesto con la intención de prefigurar el drama pascual: en el deceso de su amigo Lázaro es la muerte la que se presenta ante Jesús y este se "turba" ya como en Getsemaní (v. 33). Pero los signos de la resurrección de Jesús están ya reunidos en el relato de Lázaro: las lágrimas de María ante la tumba (v.33; cf. Jn 20. 11), el sepulcro y la pesada piedra (vv. 38-40; cf. Jn 20. 1), las vendas (v. 43; cf. Jn 20. 5), y sobre todo el hecho de que se hubiera "dejado" a Lázaro irse (v. 44; cf. Jn 20. 17). S. Juan, que creyó ante el sepulcro vacío de Pascua, descifra ya en la muerte y la reanimación de Lázaro la Pascua de Jesús. Juan no nos ofrece el menor detalle sobre las impresiones de Lázaro resucitado, sobre lo que ha podido ver en la muerte, sobre lo que experimenta al ser devuelto (provisionalmente por lo demás) a la vida terrestre. Esto no tiene para él interés alguno: no piensa en absoluto que la vida cristiana sea una especie de estado paradisíaco prematuro concedido al hombre por simple arbitrariedad de un Señor todopoderoso e independientemente de toda decisión del hombre mismo.

Para Juan, las "vueltas a la vida" operadas por Jesús son ante todo "signos" de la actividad misma de Dios, que es vida, en el seno de todas las actividades humanas, comprendida la muerte. La lectura del milagro de la resurrección no tiene, pues, sentido, si no es animada por la intencionalidad religiosa de la fe.

Dentro de esta perspectiva interesa más saber quién es Jesús que lo que fue de Lázaro; interesa más saber que en Jesús ha encontrado Lázaro un medio de comulgar con la vida en el seno mismo de la muerte: en eso radica la fe y ese conocimiento es muy distinto del que manifiestan Marta y María cuando afirman su creencia en una resurrección escatológica.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA III
MAROVA MADRID 1969.Pág. 199


3. D/V.

El relato nos presenta la acción significativa de un Dios que se manifiesta partidario de la vida. Jesús se expresa como alguien tremendamente humano a quien un profundo dolor le hace llorar.

Dios se duele por la muerte de los hombres. Sin embargo, es frecuente que el hombre mate, física o moralmente, en nombre de Dios. Las mismas personas que leían en la sinagoga lo escrito por el profeta: "No quiero la muerte del pecador, sino que se convierta y viva", mataban a pedradas a ciertos predicadores y, sobre todo, a pecadoras. Al grito de ¡Dios lo quiere!, los cruzados de todos los tiempos han practicado algo tan sin sentido como matar "en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo" a quienes llamaban infieles. Así, el mártir Santiago se convierte en modélico "matamoros". Aún hoy, podemos encontrarnos pidiéndole a Dios que baje cierto fuego del cielo para castigar a sus enemigos, sin pensar que él no tiene enemigos, sino hijos. Todavía seguimos usándolo como instrumento de dominio sobre los hijos o los inferiores: el niño Jesús no haría eso, la voz del superior es la voz de Dios...

EUCARISTÍA 1990/16


4. NU/000002-DIAS MU/LIMITE.

La distancia y el riesgo puede ser razón explicativa de la tardanza de Jesús en acudir a ver a su amigo, pero no son razón para esperar "dos días", como se afirma en el v. 6. Este v. es un caso concreto de formulación no empírica, sino interpretativa.

Hace dos domingos veíamos que Jesús se quedaba también "dos días" en el pueblo de los samaritanos (Jn 4. 40). A continuación de esos dos días el autor presenta a Jesús curando a una persona que está a punto de morir (Jn 4. 46-54). Los dos días son un recurso del autor para poner a Jesús a las puertas del tercer día y de lo que esta expresión significaba en la tradición cristiana cuando él escribía su Evangelio. Jesús es lo que significa el tercer día, es decir, resurrección, vida. Los dos días de espera no obedecen a la crónica de los hechos, sino al quehacer teológico del autor.

-Gloria no tiene en esta frase el sentido sociológico de la fama y honor resultantes del hecho de resucitar a Lázaro, sino el sentido esencial de lo que son Dios y su Hijo. El término castellano gloria está usado en el sentido etimológico del término hebreo correspondiente y significa peso, consistencia. El autor quiere que leamos este relato como una manifestación de lo que son en sí mismos Dios y Jesús, una manifestación de lo que es su esencia de personas y que como tal les caracteriza. En otras palabras, el relato quiere poner de manifiesto que Dios y Jesús son vida.

El diálogo de Jesús con sus discípulos en los vs. 7-16 es el primer acto de la manifestación. Un acto en el que coexisten, sin invalidarse mutuamente, los dos niveles de la realidad: el empírico (Lázaro ha muerto) y el profundo (Lázaro está dormido). Crudeza y dulzura. Un acto en el que, decidiendo acudir a donde está Lázaro, el portador de vida sume la posibilidad de su propia muerte.

El segundo acto es el diálogo de Marta y de Jesús (vs. 17-27). El acto se abre con la crudeza de lo empírico. Cuando llegó Jesús, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Y con la muerte, la tristeza y la solidaridad humanas ante lo inevitable. En este contexto Marta representa lo máximo a lo que un creyente judío podía llegar: la fe en una resurrección al final de los tiempos.

Marta cree, en definitiva, que lo inevitable no es definitivo, pero su perspectiva es a largo plazo, en el futuro. Es en estas coordenadas cuando suena nítida la frase: Yo soy la resurrección y la vida. En esta frase nada es futuro: todo es presente, con la presencia empírica y constatable de la persona que la pronuncia.

El futuro del que habla Marta se adelanta y se acerca al presente hasta hacerse uno con él. Yo soy la resurrección y la vida. Aquí no hay ya espera, sólo hay acontecimiento. ¿Crees esto? Es la pregunta crucial del relato.

El tercer y definitivo acto es la realización de lo formulado verbalmente en los dos anteriores, la verificación de las palabras de Jesús. Retorna al esquema narrativo de salir de algo para acudir a donde está Jesús, que veíamos hace dos domingos. Retorna el caso del invidente del domingo pasado. Da la sensación que el autor quiere hacer confluir aquí todo lo escrito con anterioridad. Aquí están efectivamente los judíos y los discípulos, es decir, dos personajes clave en la obra. Aquí están, sobre todo, Jesús y el Padre. Es el momento culminante en lo que llevamos de Evangelio. La reiterada conmoción de Jesús así lo resalta. Es la única vez que aparece este dato en todo el cuarto evangelio. La crudeza de lo empírico es tan total que se hace llanto en el portador de vida. Pero con el mismo realismo de lo empírico emerge lo que Jesús y el Padre son y transmiten: Lázaro vive.

Comentario: No nos hallamos ante un texto prepotente, sino ante un texto indefenso, con la indefensión de quien pregunta. ¿Crees esto? El texto nos dice que Dios es vida en el sentido más literal del término y que esta vida la hace creíble Jesús. ¿Crees esto? El texto es fundamentalmente una invitación a ir al encuentro de Jesús y a descubrir la realidad plena de su persona. Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo. Tres facetas diferentes de la persona de Jesús.

Sólo después del encuentro con Jesús podremos entender una frase tan inaudita como la siguiente: no morirnos nunca. Entenderla y tener certeza de ella. ¿Crees esto? El texto no niega nada de la realidad; sencillamente ahonda en ella y amplía su alcance allí donde éste parece tener un límite: la muerte. El texto no niega la muerte: sencillamente afirma que la muerte no es el límite de la realidad humana. ¿Crees esto? Sal al encuentro de Jesús y descubrirás que todo es real y verdadero.

DABAR 1990/21


5. FE/RS.

Como a Marta, me queda una etapa por franquear. Sé muy bien por todo lo que he aprendido, que resucitaremos en el último día. Ante el sufrimiento y la muerte, puedo apoyarme en el dogma; puedo recitar mi catecismo, como lo recita Marta: "Le dice Jesús: Tu hermano resucitará. Le respondió Marta: Ya sé que resucitará en la resurrección, el último día", pero el dogma no me aporta nada si no descubro que la resurrección no es un momento en el tiempo sino que es alguien. "Jesús le respondió: Yo soy la resurrección". Comprendo entonces que puedo sobrevivir más allá de la muerte si existe otro, eterno, que me ame con un amor tan grande que me acoja en él. Sólo puedo ser inmortal en Dios porque Dios es amor. "El que cree en mí, aunque muera vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás, ¿crees esto?".

ALAIN GRZYBOWSKI
BAJO EL SIGNO DE LA ALIANZA
NARCEA/MADRID 1988.Pág. 95


6. J/V   

Sería desconocer lo más elemental del cuarto evangelio quedarse en la simple consideración de la escena como tal. El evangelista ha seleccionado este gesto de Jesús para acentuar lo que en el signo se halla significado. No se trata simplemente de afirmar el poder de Jesús sobre la muerte. La enseñanza va en la dirección siguiente: los discípulos, los creyentes, se hallan tan íntimamente unidos a Cristo que ni la muerte puede separarlos.

Dicho con las palabras del evangelista: el creyente no morirá para siempre. Esta enseñanza se halla concentrada en la conversación entre Marta y Jesús cuando dice: Yo soy la resurrección y la vida.

Precisamente por eso, la resurrección de Lázaro no puede ser considerada simplemente como un milagro realizado por Jesús, sino como un signo que demuestra el poder eficaz de la fe: el resultado de la fe es la posesión de la vida eterna ya en el momento presente, por parte del creyente. No es necesario esperar hasta el "último día" para la posesión de la vida eterna, como lo pensaba Marta participando de la creencia del judaísmo.

El significado que acabamos de apuntar no se halla condicionado por la historicidad de lo ocurrido en aquel pequeño pueblo llamado Betania. Pero, por otra parte, es imprescindible remitir a las resurrecciones enumeradas por los Sinópticos (Mc 5. 15ss; Lc 7. 11ss.). Más aún, Juan no hubiese recordado la historia si no hubiese creído que había tenido lugar. Y ello porque su convicción más profunda es que el Verbo se hizo hombre y manifestó su gloria en sucesos históricos. No se trata, por tanto, de una simple alegoría inventada en función de una enseñanza.

En esta historia, como es habitual en el cuarto evangelio, se recurre con frecuencia a la ambigüedad de las afirmaciones. Por ejemplo: esta enfermedad no es para la muerte. Lázaro, sin embargo, murió. Pero se halla latente otro pensamiento: la muerte no tendrá poder sobre él, cuando Jesús haga acto de presencia en Betania. Jesús se presenta como la vida desafiando la muerte y venciéndola en su terreno, en un hombre del que ya se había adueñado.

El pensamiento del evangelista no se agota ahí. La resurrección de Lázaro provoca en los enemigos de Jesús el deseo y la decisión de darle muerte. Matar al que es capaz de dar la vida a un muerto arrancándolo del sepulcro.

Otra ambigüedad tenemos en el uso que se hace de la palabra "sueño" (vv. 11ss.). Los discípulos no entienden este lenguaje ambiguo: el sueño significaba la muerte; el despertarlo, significaba la resurrección.

Notemos, finalmente, la aparición de las dos clases de escatologías: la futurista, representada en las palabras de Marta, "resucitará en el último día", y la realizada, aunque no final, que se halla provocada por la presencia de Jesús y su fe en él.

COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA NT
EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág. 1512


7.

Marta y María anuncian a Jesús que su amigo Lázaro está enfermo. Jesús responde que esta enfermedad no es para la muerte, sino para que en ella se manifieste la gloria de Dios. Con estas palabras alimentaba en las dos hermanas la esperanza de una posible curación milagrosa. Además, revela el propósito de querer dar una prueba ostensible de su misión divina.

Marta cree que Jesús puede curar a los enfermos sólo con su presencia, por eso se lamenta ahora de que llegue después de haber enterrado a su hermano. Cree también en general que Dios escucha siempre la oración de Jesús y que Dios puede resucitar a los muertos.

Con todo, la respuesta de Jesús es tan sorprendente que Marta piensa que Jesús se refiere a la resurrección de los muertos al fin de los tiempos. En esa resurrección creían todos los judíos con la sola excepción de los saduceos (Mt 22, 23).

Jesús dice que él mismo es "la resurrección y la vida"; es decir, que tiene poder para resucitar y dar la vida a cuantos crean en él. Los que creen en Jesús viven ya ahora la "vida eterna", y no morirán para siempre. Esta vida es un don que no puede arrebatar al creyente la muerte corporal. Por lo que la muerte, toda muerte, ya ha sido vencida y ha perdido su virulencia. La muerte de los que creen en Jesús es el paso necesario para que se manifieste plenamente en ellos la vida que ya han recibido.

Marta no puede comprender todo lo que escucha, pero cree que Jesús es el mesías. Esto le basta para aceptar cuanto le dice.

Esta oración de acción de gracias presupone otra de petición. Jesús oró de las dos maneras, pidiendo y dando gracias al Padre. Pero la oración de Jesús difiere en un punto esencial de la que nosotros hacemos: Jesús tiene conciencia de su íntima y singularísima unión con el Padre (cf. 10, 30) y sabe que su oración es, por ello mismo, escuchada; además, Jesús pide siempre que se haga la voluntad del Padre, es para que todos cuantos vean después el milagro crean que él es el enviado del Padre.

El milagro es siempre milagro para la fe, para que los hombres crean y tengan vida creyendo. Pero no todos los que vieron creyeron. Algunos de los testigos fueron enseguida a contar lo sucedido a los fariseos, los enemigos de Jesús. Y éstos decidieron acabar con él.

En la dura lucha que Jesús mantuvo contra la incredulidad de los judíos su última palabra fue ésta: "Yo soy la resurrección y la vida". En torno a esta palabra se cuenta la resurrección de Lázaro, la señal más portentosa y la explicación visible de lo que Jesús es para todos los que creen en él. Cualquiera que sea la fuente de esta narración, Juan la sitúa en su evangelio dentro de un contexto polémico. Por eso no se trata simplemente de un milagro para socorrer la necesidad de una vida abandonada (como en Naím) o atender las súplicas de un padre afligido (Jairo), sino de una demostración pública y solemne de la verdad de Jesús y en un momento crítico y definitivo. No es casual que en el mismo instante en el que el Hijo de Dios manifiesta de forma suprema su poder como autor de la vida, los incrédulos decidan su muerte y tomen las medidas necesarias para realizar su crimen.

EUCARISTÍA 1981/17


8.

Lázaro era el pobre, el desposeído de todo, privado de la gracia, privado de la vida, privado del Padre celestial. Se hallaba en el pecado, en la muerte, en la sepultura. No era sólo el leproso, no era sólo el hambriento; era, incluso, el alimento de los gusanos; se encontraba en el reino de la muerte y de la corrupción, en el hedor de la putrefacción. Lázaro, el desposeído de todo, el hombre en el pecado. Adán después de la caída, el género humano que suspira por la redención.

EMILIANA LÖHR
EL AÑO DEL SEÑOR
EL MISTERIO DE CRISTO EN EL AÑO LITURGICO I EDIC.GUADARRAMA MADRID 1962.Pág. 402


9.

Cristo convierte en realidad la metáfora de Ezequiel. Cristo pasó por la vida abriendo sepulcros y resucitando muertos. Todo tipo de muertos. El es la Resurrección. Un cuadro plástico inmortal: Vida y Muerte enfrentados en el sepulcro de Lázaro. Un signo concentrado de esa interminable partida de ajedrez entre la muerte y la vida. ¿Qué hay que destacar más en Jesús: sus gestos humanos o su poder divino? Jesús es el que llora por un amigo y es el "Yo soy". ¿Quieres ser amigo de Jesús, el que abre los sepulcros? Pues sólo te pide una cosa: creer.

CARITAS
LA MAS URGENTE RECONVERSION
CUARESMA 1984.Pág. 59


10.

Cristo convierte en realidad la metáfora de Ezequiel. «Yo mismo abriré tu sepulcro», amigo mío; yo te rescataré del lugar de los muertos; yo te llenaré de espíritu de vida; yo venceré tu muerte; yo derrotaré toda muerte.

En un cuadro plástico de gran belleza, se nos pinta la Vida y la Muerte enfrentados en el sepulcro de Lázaro. La resurrección del amigo es parábola y profecía de futuras victorias sobre todo tipo de muertes: Cristo ha venido para que «tengamos vida y la tengamos en abundancia» y la tengamos para siempre. El nos repite: «Amigo mío, pueblo mío, yo abriré vuestros sepulcros»; yo abriré todos los sepulcros.

En la narración evangélica no sabemos qué admirar más en Jesús: sus sentimientos humanos o su poder divino, al Jesús que llora o al que se proclama «resurrección y vida». Ambas dimensiones nos convencen de su verdad.

CARITAS
LA MANO AMIGA DE DIOS
CUARESMA Y PASCUA 1990.Pág. 100