29 HOMILÍAS PARA EL DOMINGO III DE CUARESMA
17-24

 

17. MDT/LBC: NO ES UNA LEY PARA ESCLAVIZAR SINO PARA LIBERAR. AT/PEDAGOGO: ANTIGUO TESTAMENTO. ETAPA QUE SAN PABLO LLAMA "PEDAGóGICA", DE ENCAMINAMIENTO PROVISIONAL HACIA LA REVELACIÓN PLENA DE LA VOLUNTAD DE DIOS.

Quisiera iniciar este comentario, en este tercer domingo de Cuaresma, en esta tercera etapa de nuestro camino hacia la Pascua, recordando lo que hemos escuchado en la primera lectura.

Y, ante todo, su inicio: Dios se presenta a su pueblo como el Señor que libera: "Yo te saqué de Egipto, de la ESCLAVITUD".

Y esto es importante recordarlo especialmente en este tiempo de Cuaresma. Porque nuestro esfuerzo de renovación, de conversión, debe ser bien entendido. Y quizá, a menudo, lo entendemos mal.

Hemos escuchado en esta primera lectura la antigua formulación de la Ley -podríamos decir, en lenguaje actual, de la "Constitución"- que Dios propone a su pueblo. Pero NO ES UNA LEY PARA ESCLAVIZAR sino UNA LEY PARA LIBERAR. Eso fue así entonces y debe ser así ahora. Entender mal el esfuerzo de mejora en nuestra vida cristiana sería -y muchas veces ha sido así, es aún así- entenderla como el aceptar un recorte en nuestra libertad, una esclavitud, algo que se nos impone. Y Dios, el Dios del que nos habla la Biblia, quiere todo lo contrario: quiere liberarnos, sacarnos de toda esclavitud.

Sólo si entendemos el camino cristiano como UN CAMINO HACIA LA LIBERTAD, seremos fieles a la voluntad de Dios. Si lo entendemos como un camino de esclavitud, no hemos comprendido nada. Y, al mismo tiempo, damos un testimonio deformado de lo que es el cristianismo.

Con todo, debemos reconocerlo, este camino de liberación que Dios quiere para nosotros no es fácil. De ahí la NECESIDAD DE UNA LUCHA PERSONAL, para la cual, la Ley del AT y para nosotros la Palabra de JC, es la guía, la luz, la fuerza interpeladora. IDOLOS/LIBERTAD: Porque para ser libres debemos LUCHAR CONTRA TODOS LOS "dioses" -con minúscula-, contra todos los "ídolos" que nos esclavizan. Y ello no es fácil. Es una tarea de cada día que nunca -en nuestra vida actual- puede darse por terminada. Todos somos pecadores, es decir, de algún modo "esclavos".

Esclavos de los "dioses" o de los "ídolos" o de los "señores" -el nombre es lo de menos- que nos privan de ser libres. Es decir, que nos privan de vivir como hijos de Dios. El dinero, el placer, el poder..., y sobre todo nosotros mismos SI NOS CONSTITUIMOS EN CENTRO del mundo -en "dios"-, son los poderes que nos esclavizan.

Fijémonos como ya en la Ley del AT la mayoría de "mandamientos" van contra esta tentación de constituirnos en "DUEÑOS Y SEÑORES" de los demás. Y mucho más aún en la Palabra y en el ejemplo que nos dejó JC.

Aquel que busca en otro hombre o mujer sólo un placer -sin dar amor- se constituye en dueño y señor. ESCLAVIZA Y SE ESCLAVIZA.

Igual que quien se aprovecha indebidamente del trabajo de los demás, o miente sobre ellos, o de cualquier modo no los respeta y valora. Si nos dejamos dominar por el orgullo, por el egoísmo, por la prepotencia... esclavizamos a los demás y nos esclavizamos a nosotros. No somos libres ni constructores de libertad porque tenemos otros "dioses" que no son el Dios del amor y de la libertad, el único Dios que nos mostró máximamente SU ROSTRO EN JC CRUCIFICADO. Es decir, en su Hijo que no quiso esclavizar a nadie sino seguir un camino de supremo amor y de máxima libertad aunque le llevara a la cruz. Y desde la cruz nos manifiesta la "fuerza de Dios, la sabiduría de Dios".

Terminemos este comentario con unas breves palabras sobre el evangelio de este domingo. En él lo más importante para nosotros -en este camino hacia la Pascua- no es tanto la narración de la expulsión de los mercaderes del templo como el anuncio que Jesús hace: el anuncio de su muerte y resurrección como INICIO DE UN TIEMPO NUEVO.

Tiempo nuevo que significa la SUPERACIÓN de la etapa anterior, la propia del AT. Etapa en la que, quizá muchas veces, aún estamos nosotros sin darnos cuenta. Era la etapa que san Pablo, en una de sus cartas, denomina "pedagógica", es decir, de encaminamiento provisional hacia la Revelación plena de la voluntad de Dios.

Etapa en que, a menudo lo que era sólo medio y ayuda -como es el templo, le ley, las normas, los ritos- parecía lo más importante.

JC no anula todo eso, pero va más allá. Nosotros creemos -esto es lo más importante en la fe cristiana- que el templo, es decir, el lugar de encuentro con Dios, que la ley, es decir, la voluntad de Dios, no es tanto un edificio o una palabra escrita sino JESUCRISTO. En JC, mucho más que en un edificio, hallamos a Dios; en JC, mucho más que en una lista de mandamientos, hallamos la voluntad de Dios. Es una nueva etapa, la etapa cristiana, en el camino de libertad exigente que Dios quiere para nosotros.

Quizá nos sea difícil comprenderlo y, sobre todo, vivirlo. Pero es importante para nosotros. Comprenderlo mejor y vivirlo más es lo que pedimos durante este tiempo de Cuaresma preparándonos para la gran fiesta de libertad que es la Pascua.

J. GOMIS
MISA DOMINICAL 1982/06


18. CV/IDEAS:

-Convertirnos... ¿de qué?

Cuaresma nos suena a conversión; es normal, pues la Iglesia siempre ha aprovechado este tiempo litúrgico para recomendarnos encarecidamente que cambiemos en nuestra vida todas las cosas que tengamos que cambiar; que suelen ser muchas.

Pero interesaría que revisásemos qué entendemos por convertirnos. A veces revisamos nuestros actos, percibimos cosas que hemos hecho mal y procuramos cambiarlas. Sin embargo, ya no es tan frecuente que revisemos nuestras actitudes, nuestras ideas, nuestros principios. Lo cual sería de gran utilidad, porque en nuestras actitudes, en nuestros principios y en nuestras ideas reside la raíz de nuestros actos; y, por tanto, lo que de verdad debemos cambiar, si queremos que en nuestra vida haya una sincera y eficaz conversión.

-Convertirnos de nuestras ideas sobre Dios

El Evangelio de Juan de este domingo nos ofrece, precisamente, la posibilidad de convertirnos de nuestras ideas sobre Dios.

Y es que de Dios podemos pensar cosas que pueden ser buenas, pero quizá no sean evangélicas. Por ejemplo, esa costumbre de llamar a Dios "todopoderoso" (que ciertamente lo es, pero que eso lo dice la filosofía) en lugar de reconocerlo como Padre, que es lo que nos enseña Jesús en el Evangelio. Ahí, por ejemplo, tenemos algo de lo que convertirnos, algo en lo que sustituir una cosa buena (Dios todopoderoso) por una cosa evangélica (Dios Padre). Puede resultar chocante, pero es cierto: el cristiano también tiene que convertirse de algunas cosas buenas y sustituirlas por cosas evangélicas.

-Convertirnos de nuestro culto :CV/CULTO

Otra cosa muy importante en la que tenemos que convertirnos: la religiosidad, el culto, que el Dios todopoderoso puede que lo pida en el templo, pero el Dios Padre de Jesús nos lo pide "en espíritu y en verdad"; eso quiere decir que el culto tenemos que vivirlo en el cada día, con el prójimo. Eso nos da miedo, y nos resulta más cómodo tener a Dios recogido en el templo y en la sacristía; allí podemos acudir cuando lo necesitamos, para «utilizarlo» a nuestro gusto y conveniencia. Como mucho vamos a «visitarlo» media hora a la semana, cumplimos y nos quedamos tan contentos; eso tampoco nos complica la vida, y además nos deja «libre» (y nosotros tan contentos) el resto de la semana. Una semana sin Dios, por supuesto; la vida va por un lado, y el culto por otro; cosa que se da mucho en la práctica, pero que según el Evangelio es absolutamente inviable.

-Convertirnos de la Eucaristía como meta CV/CUMPLIMIENTO También deberíamos convertirnos de esa costumbre en la que hemos caído de convertir la Eucaristía en meta, en fin en sí misma. ¿Hay que ir hoy a misa? Si es que sí, se va; y asunto concluido. Con asistir ya hemos cumplido, ya nos podemos quedar tranquilos, ya no tendremos cargos de conciencia. Y no es que sea malo «ir a misa» (faltaría más); es bueno, pero es mejor entender que la Eucaristía es camino, es medio que lleva al creyente a celebrar los acontecimientos de la vida injertados en el misterio del amor de Dios manifestado a través de Cristo muerto y resucitado.

-Convertirnos del afán de signos Convertirnos del afán de buscar signos. «Muchos creyeron en su nombre, viendo los signos que hacía, pero Jesús no se confiaba con ellos, porque los conocía a todos... y sabía lo que hay dentro del corazón de cada hombre» (Jn. 2, 24 ss.). Hay mucha moda de milagros hoy entre los creyentes; por supuesto que un milagro es un don de Dios, un signo del Reino que se va abriendo camino en el mundo; pero de ahí a condicionar la fe a los milagros, o a exigirlos, va un trecho. Como vemos en el Evangelio de hoy, el propio Jesús recelaba de quienes le seguían por los milagros que hacía. El creyente sigue a Jesús por su confianza en él, no por el provecho que podamos obtener. Sin embargo, a la hora de la verdad, solemos seguir con lo de acudir a Santa Bárbara sólo cuando truena y para que nos haga el milagrito de sacarnos del apuro.

-Convertirnos de un Dios encerrado entre muros Un Dios controlado, metido en el templo, encerrado entre muros, nos da menos miedo porque lo tenemos más controlado, más «en su sitio» y a nuestra disposición para cuando queramos echar mano de él. Pero eso nos obliga a levantar continuadamente muros para tenerlo acotado; muros de ladrillo... y muros que nos separen de los hombres que pueden inquietar nuestras conciencias: los marginados, los pobres, los que tienen hambre, los enfermos, los drogadictos, los... Muros para que no los veamos y no nos molesten; muros para no sentir y no tener que responsabilizarnos; muros para apartar y separar...

«Pero él hablaba del templo de su cuerpo». Y quienes queremos encontrarnos de verdad con Dios, tendremos que seguir los pasos de Jesús en vez de seguir nuestra voluntad; que suele ser buena, pero no siempre evangélica. Seguir los pasos de Jesús y derribar los muros que levantamos los hombres, para poder encontrarnos con el Dios de la vida y de la esperanza. Y, a través de esa vida iluminada por Dios, buscar a todos aquellos marginados ante los que hemos creado muros de separación. Ya no hay sagrado y profano, ni humano y divino, porque Dios derribó ese muro en Cristo, su Hijo, Dios hecho hombre.

Cristo es el nuevo templo y el nuevo culto, y ya no hay otro, aunque nosotros no hayamos prosperado mucho que digamos en este terreno. Tenemos que convertirnos. Hasta de la idea que solemos tener de lo que es la conversión. Y cambiar de verdad.Nuestro mundo lo necesita.

DABAR 1994/18


19.

Frase evangélica: «No convirtáis en un mercado la casa de mi Padre»

Tema de predicación: EL SIGNO DEL TEMPLO

1. Desde que los hombres construyeron sus viviendas, en todas las religiones se reserva un edificio, llamado «santuario» o «templo», para que sea la «casa de Dios»; un lugar considerado «sagrado» -donde se hace presente Dios-, a diferencia del mundo «profano», que se subestima como lugar pecaminoso. El templo es, pues, lugar reservado a la presencia de la divinidad, pero también espacio de reunión de la comunidad de los fieles.

Los israelitas, después de una época de preparación, en la que el templo era la «tienda del testimonio», construyeron el primer templo, proyectado por David y realizado por Salomón, destruido por dos veces, y otras tantas reconstruido. Pero lo que Dios quiere no es un templo de piedras muertas, sino de piedras vivas, de creyentes.

2. En tiempos de Jesús se pretendía imponer la creencia de que el templo era el lugar único de la presencia de Dios en medio del pueblo. Sin embargo, el templo era entonces sede del poder económico (en él se comerciaba), político (se reunía el sanedrín) y religioso (se inmolaban animales). Con los abusos, se había transformado, de «casa de Dios» para la oración, en «mercado» para los negocios. Los profetas siempre atacaron la idolatría del templo y defendieron la justicia para con los humildes, ya que para ellos el binomio bíblico no es sagrado/profano, sino justo/injusto. Un templo sin justicia no es cristiano; debe ser abolido.

3. Jesús, situado en la mejor tradición profética, recordará que Dios se hace presente de dos maneras privilegiadas: en el amor entrañable al hermano desvalido y en la reunión de la comunidad convocada en su nombre. Jesús es el nuevo santuario de carne, el nuevo templo. Su muerte equivale al mayor de los servicios, y su resurrección es la suma manifestación de la gloria de Dios.

4. Según la primera tradición bíblica, el hombre y la mujer son imágenes de Dios. De acuerdo con la interpretación paulina, cada cristiano es piedra viva del nuevo santuario, y la comunidad nueva es el templo de Dios. De ahí que el cristianismo primitivo diese realce a la comunidad de base, más que al edificio denominado «templo». El Apocalipsis identifica el santuario celestial con Dios mismo.

REFLEXIÓN CRISTIANA

¿Dónde encontramos nosotros la «casa de oración»?

CASIANO FLORISTAN
DE DOMINGO A DOMINGO
EL EVANGELIO EN LOS TRES CICLOS LITURGICOS
SAL TERRAE.SANTANDER 1993.Pág. 185 s.


20.

LA LEY Y LA GRACIA

1. "Yo soy el Señor tu Dios, que te saqué de Egipto, de la esclavitud. No tendrás otros dioses rivales míos. Honra a tu padre y a tu madre. No matarás. No cometerás adulterio. No robarás. No darás testimonio falso contra tu prójimo. No codiciarás los bienes de tu prójimo: ni la mujer, ni su esclavos, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de él" Exodo 20, 1.

2. Porque los mandamientos de Dios son revelación suya y palabras de él, son don suyo y gracia suya. No son ataduras, sino horizonte amplio de libertad. No son obstáculos en el camino, sino autopistas con guardavallas poderosas para que no nos despeñemos, que propician la velocidad en la camino del bien, de la verdad y de la belleza. No son escalones que nos precipitan, sino ascensores que nos elevan. No están sólo grabados en las piedras y en los papiros y en las hojas de los catecismos, sino que están también impresos en nuestro corazón. "Meteré mi ley en su pecho, la escribiré en su corazón" (Jer 31,33). "Ignacio, qué es esto que hay en en mí que en la diversión nunca ríe?". Nos acucia el hambre de la verdad, el ansia de la bondad, la subyugación de la belleza, porque Dios nos ha creado para él, que es la verdad y la bondad y la belleza absolutos y a él tendemos, aunque el lastre del mal nos atenace. Pero cuando se realiza el mal el mismo mal responde como si nos arañara las entrañas.

3. Por eso todo el mundo, aun los pueblos no civilizados, saben que hay que hacer el bien y hay que evitar el mal, y aunque expresen estos sentimientos de modos muy rudimentarios, manifiestan la acción del espíritu de Dios que ha hecho al hombre a imagen y semejanza suya.

4. Dios manifiesta al promulgar el Decálogo una gran perspicacia psicológica, al sentar el principio de que él es el liberador de la esclavitud: "Yo soy el Señor tu Dios que te saqué de la esclavitud de Egipto". Es suyo el derecho de la reconquista, que no invoca para oprimirles, pues les acaba de libertar de la opresión, sino para inducirles a continuar la relación con el pueblo suyo, su pueblo a él consagrado, y ovejas de su rebaño, relación entre salvador y salvados, entre liberador y libres. Primero la liberación, los mandamientos después, para seguir salvándoles y bienaventurándolos. En su relación con él y en su relación con los hombres. Y todo por amor, resumen "y plenitud de la ley" (Rm 18,10), y camino de la felicidad. Los mandamientos se convierten así en autopistas de felicidad.

5. Pero como hay enemigos apostados como terroristas en las curvas, y en los instintos del pecado como quinta columna en el corazón, "la ley entregada por Moisés, fué perfeccionada y fortalecida por la gracia de Nuestro Señor Jesucristo". "Quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre. Destruid este templo y en tres días lo reedificaré" Juan 2, 13. 6. Está pasando la ley y está llegando la gracia. El que quería antes encontrarse con Dios iba al templo. El nuevo templo es ya Jesús, su cuerpo físico en quien reside personalmente la divinidad ((Col 2,9), su Eucaristía y su Cuerpo Místico, llamado a poblar toda la tierra, como el árbol de mostaza que cobija todos los pájaros del aire (Mt 13,31). Adorar a Dios ahora, no será cuestión local, sino de interiorización, "en espíritu y verdad" (Jn 4,23), porque "el reino de Dios está dentro de vosotros" (Lc 17,20).

7. Jesús "hizo un azote de cordeles y los echó a todos del templo". Hoy Jesús vela singularmente por los templos vivos: "¿No sabéis que sois templos de Dios y que el Espíritu mora en vosotros?" (1Cor 3,16). Para que obremos según el Espíritu y no según la carne, para que guardemos sus mandamientos, "más preciosos que el oro; más dulces que la miel de un panal que destila" Salmo 18, cuyo quebrantamiento mancha al cuerpo y al alma y puede llevarnos a la gehenna (Lc 12,5), nos da su gracia por los sacramentos. Nos da su vida por la comunión de su cuerpo, que nos robustece para cumplirlos, porque "Cristo crucificado es fuerza de Dios".

J. MARTI BALLESTER


21. Agustinos

Comerciar con Dios

¿Cómo es posible, nos podemos preguntar, que Jesús actuase de la manera como lo hizo? ¿No habló él del amor al prójimo, te tratarnos como hermanos? ¿Cómo, entonces, actuó tan violentamente? Son algunas de las preguntas que nos podemos hacer después de leer el relato de la expulsión de los mercaderes del Templo. Sin embargo, la pregunta debería ser otra... ¿qué es lo que hicieron los mercaderes para que Jesús se comportase como lo hizo? Porque este es el problema... Es el problema de aquellas personas y, quien sabe, también nuestro.

El problema estaba, en primer lugar, en aquellas personas -cambista de dinero y vendedores de animales- que aprovechaban el culto a Dios para enriquecerse a sí mismo. Tal vez Jesús, contra lo que reacciona, es contra ese comercio hecho a la sombra de Dios; contra ese comercio que favorecia un culto que invitaba más a los sacrificios, ofrendas... que a la conversión del corazón.

Cuentan que una vez estaba Dios jugando al escondito con el hombre y éste siempre le ganaba, así que se puso a pensar en dónde se podría esconder para que no le descubriese. Pero no encontraba un lugar que le convenciese del todo.

Pensando estaba cuando pasó por allí cerca el demonio. Entonces, Dios pensó: "¡Esta es la mía! ¡Seguro que él me dice dónde tengo que esconderme para que no me encuentre el hombre!" Así fue como se dirigió al demonio y éste, después de pensar durante unos segundos le dijo: "Escóndete en el corazón de cada persona. Seguro que es el último lugar donde se les ocurre ir a buscarte"

Es posible, quien sabe, que muchas personas de aquel tiempo buscasen a Dios en todos los sitios menos dentro de su corazón; es posible que muchos se preocupasen por el cumplimiento de ritos externos y no pusiesen el mismo esmero por convertir su corazón... Pero también es posible que hoy en día muchos de los que nos llamamos creyentes sigamos viviendo una fe que no se plantea la conversión profunda del corazón; una fe donde el "comercio" con Dios sigue presente.

Son muchos los detalles que nos hablan de este "comercio religioso": ofrecer algo a Dios a cambio de que me conceda lo que le pido y enfandarme con él si no accede; hacerle promesas si consiente a nuestras peticiones con la idea de que, tal vez, ofreciendole algo a cambio le será más difícil decirme que no; cumplir religiosamente con el fin de que luego Dios me premie con una buena vida...

Dice Dios por medio del profeta: "Misericordia quiero y no sacrificios". Dios, pro encima de todo quiere un corazón nuevo, un corazón humano, un corazón de carne y no de piedra. Y, cómo no, un corazón que se mueva no por intereses "religiosos", sino desde el amor desinteresado a Dios y a las personas.


22. Dominicos 2002

2. Las lecturas en su contexto

El centro hacia el que convergen las lecturas lo ponemos, como es habitual, en el relato evangélico y en la actitud de Jesús que, llevado del celo de la casa de Dios, de la pureza de la verdadera religión, y de la urgencia en manifestarse, irrumpe en la escena pública con signos extraordinariamente provocadores.

De hecho, Juan, en la tercera lectura, coloca la escena de la expulsión de los vendedores del templo al inicio de su Evangelio, capítulo segundo, mientras que los Sinópticos sitúan la misma escena en los días previos a la Pasión (Mc 11, 15-19, Mt 21, 12-17; Lc 19, 45-47). Los sinópticos se atuvieron más a la biografía e historia de Jesús. Juan, en cambio (y con él la liturgia de hoy), utilizan ese hecho singular del látigo de Jesús para introducirnos desde el principio de su evangelización en el contexto de lucha  liberadora y de salvación que emprende Jesús (y ello con augurio de tormentas ocasionales y finales).

La primera lectura, del Éxodo, nos trae a la memoria el amor y la Alianza de Dios con el hombre, a través de Moisés, marcando en la tabla de la Ley los preceptos que han de ser básicos en nuestro camino, tanto de nuestra fidelidad integral a Dios como de fidelidad a los hombres. Es que nada tiene pleno sentido si en ello no se afirma, por una parte, la personalidad responsable del ser humano entre los humanos, y, por otra, su vinculación con Dios. El modo de ser hombre auténtico supone serlo ante Dios y ante los hombres. Si esa verdad elemental se mancilla, hay que purificarla a golpe de látigo.

La segunda lectura, que supone ya consumada la obra redentora de Jesús y su mensaje salvífico, da como un salto para situarnos en la intimidad de griegos, judíos y cristianos, y nos sorprende con un interrogante : ¿ entendéis vosotros, griegos, judíos, cristianos,  que en adelante la fidelidad a Dios y al hombre pasa por la cruz de Cristo? Los judíos responden: no, imposible; eso sería un escándalo.

Los griegos dicen: no, eso sería una necesidad y una burla a la inteligencia.

Y los cristianos tenemos que repetir: sí, el Cristo verdadero y su mensaje dan un vuelco a los esquemas meramente racionales o convencionales. La fidelidad a Dios y al hombre, en su plenitud, pasa por la teología de la cruz.

 

3. Ideas para la exposición homilética

1. La acción de Jesús en el templo es un gesto profético.

Como profeta tradicional de Israel, Jesús reclama purificación en el lugar sagrado o templo, en su forma de celebración de la fe, en el espíritu de las tradiciones de Israel que se mancillan. Y en su calidad de profeta excepcional, Hijo del Padre enviado para nuestra salvación, Jesús anuncia, además, en ese gesto que no sólo el templo de Jerusalén sino todo el mundo tiene que ser purificado y tiene que recobrar su valor sacro, como ámbito de la presencia de Dios, y que Él mismo, Jesús,  en su entrega total, hasta la cruz y la resurrección será su purificador y santificador radical.

La fecundidad de esta idea (devolver al mundo su sacralidad perdida) es muy grande en la historia de las religiones: el mundo es mundo en sí, pero, además, es lugar de la presencia de Dios, sobre todo, a través de su presencia en el corazón del hombre que ama y es amado. Dos verdades complementarias, pero a distinto nivel de comprensión, se entrecruzan: primera, la del valor del mundo por sí mismo; segunda, la del valor sacro de ese mismo mundo en cuanto obra de Dios y presencia suya: como providencia general y como ámbito en el que nos comunica su gracia y salvación.

2. Perspectiva universal del celo religioso de Jesús.

En el ámbito del mundo, y del mundo sacro, el celo por la casa de Dios podríamos entenderlo como el esfuerzo por lograr el retorno del hombre a la amistad con el Padre, es decir, como la superación del hombre viejo-pecador para que surja otro nuevo en la sangre de Cristo muerto y resucitado.

Si asumimos esa hermosa realidad, se nos abren horizontes insospechados:

  para tomar conciencia de que todos los hombres hemos de vivir como hijos de Dios en la verdad integral humana-cultural-religiosa..;

y para tratar de disipar en el futuro, viviendo en pureza de fe, cualquier rasgo de violencia que por motivos religiosos pudiera aparecer en los templos, religiones, culturas y pueblos.  Si Jesús obró látigo en mano, fue para que no haga falta nuevo látigo.

Que esto se cumpla o no, dependerá en gran medida de la voluntad de los hombres; y veremos luego que esa voluntad es el gran débito de la humanidad que masacra vidas y personas en el templo o altar del mundo, profanándolo.

3. Bases de vida nueva, hombre nuevo.

La vida del hombre nuevo en Cristo, superando límites de intereses mezquinos, de pietismos estériles, de tradiciones meramente rituales, de egoísmos de raza o cultura, tendría que sustentarse al menos en tres verdades y actitudes humanas-religiosas que la liturgia de la Palabra nos ha presentado:

Primera, compromiso firme en la fidelidad a los preceptos humanitarios suscritos en la Tabla de Ley mosaica y en las Tablas de convivencia honesta entre todos los hombres. Sin la base del respeto a los derechos humanos fundamentales, no hay caminos para el advenimiento del hombre nuevo. No respetar al hombre impide hacerlo nuevo.

Segunda,  disposición para comprender que no es posible vivir según la sabiduría de los hombres mejores y según la sabiduría de Dios, si no se rompen y sobrepasan los esquemas puramente racionales y jurídicos de despachos políticos y parlamentarios ; hay que ponerse, además, por caridad, amor, a la altura en que la cruz de vivir para el otro, ser servidor del necesitado, anteponer o acompañar el tú al yo, es lo más noble y divino que se da en el ser humano, a ejemplo de Cristo y por su gracia.

Tercera, vivir en celo de que la pureza del corazón, del culto, de las costumbres, de las religiones, de las leyes, de los compromisos internacionales, afecten a todos los pueblos mediante normas universales que, respetando la diversidad, salven al hombre integral en el mundo y ante Dios.

 

4. Nuestra actitud de conversión y vida

A la luz de esos pensamientos que nos sugiere la Palabra del Dios Único que nos sacó del Egipto de las servidumbres y nos dio los Mandamientos, deberíamos preguntarnos y respondernos con sinceridad:

En vez del Dios único, Padre de los hombres y su legislador en las Tablas de la Ley, ¿no seguimos teniendo demasiados dioses, ídolos sustitutorios, con los que tratamos de apañarnos en la vida para no acometer audacias, ni pasar por riesgos incómodos, ni enfrentarnos cara  a cara con nuestros pecados y con el único Salvador? ¿No nos molesta el celo espiritual y religioso de Jesús y de sus profetas de cualquier tiempo, si denuncias nuestra actitud de vendedores-mercaderes del templo?

¿No seguimos siendo excesivamente especuladores, teóricos griegos de la verdad, amigos de que Dios se abaje y resigne a ser un dios hecho a nuestra medida racional o sentimental, aunque sea sin perspectiva de eternidad, acomodándonos a este mundo? En ese caso, seguro que nos molesta el látigo purificador de Jesús, y acaso estamos recurriendo a religiones o movimientos supletorios.

¿No sigue siendo necesario que, con la fuerza profética de Jesús en el templo, dispersando a los vendedores y negociantes, surjan profetas de nuestro tiempo que pidan purificación urgente en el negocio de guerras, explotaciones de hambrientos, manipulación de niños, esclavitudes...? ¿Qué hubiera hecho y predicado Jesús ante fenómenos tan monstruosos como las víctimas de guerras en África, Yugoslavia o Afganistán, y ante la invasión de drogas que destruyen miles y miles de personas y hogares...? ¿No utilizaría el látigo nuevamente y con dureza?

Antonio de la Cruz, O.P.
Comunidad de La Candelaria. Tenerife.


23. Dominicos 2003

Este Domingo

En nuestro caminar hacia la Pascua, este domingo tercero de la Cuaresma nos plantea un tema fundamental  para nuestra vida  cristiana: ¿Qué lugar ocupa Dios en  mi vida?  Y este Dios, ¿Quién es? ¿Dónde le encuentro?. Nuestro tiempo, marcado  por la increencia, el  sincretismo, la irrupción de infinidad de corrientes y movimientos religiosos hace más necesario que nunca situarnos frente a la Palabra de Dios y dejarnos confrontar  con su mensaje.

“Yo soy el Señor... que te saqué de la esclavitud. No tendrás dioses frente a mí...” leemos en la primera lectura. El Evangelio nos presenta a Jesús en una actitud que  puede escandalizar por su radicalidad y violencia. Látigo en mano, defiende  la sacralidad del templo  porque “le devora el celo por la  casa del Señor”. Ahora bien, la predicación de Cristo, muerto y resucitado, no resulta de fácil comprensión y ya desde los primeros días del cristianismo resulta ser escándalo para unos y necedad para otros.

En este tiempo, propicio para la conversión,  se nos invita hoy a llegar hasta el fondo de nosotros mismos y encontrarnos con el Dios que nos habita  para expulsar del templo de Dios, que es cada uno, todo lo que  impide  la manifestación gloriosa que tiene lugar en la Pascua.

 

Comentario bíblico:

La religión verdadera es dar la vida por los otros

 

1ª  Lectura: Éxodo (20,1-17): Dios y el hombre se encuentran en la Alianza

I.1. La primera lectura es el famoso Decálogo, corazón de un «código de la alianza» que ha venido a ser la expresión más definida de la teología sacerdotal (a diferencia del Decálogo de Dt 5,6-21) y que ha jugado un papel considerable en la evolución ética de la humanidad. Aún expresado en forma negativa y absoluta, tiene unos objetivos bien determinados: proteger a la comunidad, al pueblo de la Alianza, para darle una identidad y que no vuelvan a la esclavitud. Es eso lo que le espera al pueblo si adoran a otros dioses extraños  ya que todos los imperios tenían sus dioses protectores  y los dominadores los imponían como signo de victoria.

I.2. Pero, además, es un código en diez Palabras que expresa una relación dialogal, interpersonal. El Decálogo intenta expresar unos derechos fundamentales, como hoy defendemos en el ámbito de la comunidad internacional. Por ello debemos valorarlo como una propuesta, en aquella época, que se adelanta siglos y siglos a muchas conquistas humanas de nuestra época. Pretende que las relaciones entre Dios y el hombre, y la de los hombres entre sí, estén dominadas por la adoración y la religión verdadera, la justicia, en cuanto todo pecado contra el prójimo es un pecado contra Dios. Es verdad que el decálogo es como un “escudo” que protege la santidad de Dios, pero también la dignidad de todos los hombres, del prójimo en concreto.

I.3. Detrás de estas expresiones formuladas en esa teología sacerdotal, debemos ver la acción del Dios salvador  que ha hecho alianza con el pueblo. Éste, por su parte, debe ser no solamente un buen intermediario, sino un verdadero misionero de este proyecto salvador de Dios. Se ha dicho que en el fondo de todo debemos saber ver la gratitud de Dios. Antes, pues, de que la humanidad se haya dotado de los derechos fundamentales, estos intentos del “decálogo” muestran el anhelo de Israel por ser un pueblo fiel, un pueblo justo, aunque dependiente de Dios. Pero es que en Dios está la fuente de toda la justicia y dignidad humana, según la mejor teología bíblica.

 

2ª Lectura: Iª Corintios (1,22-25): Dios habla desde la sabiduría de la cruz

II.1 La segunda lectura nos propone la sabiduría de la cruz. Es un pasaje de la carta en donde Pablo afronta el problema de la división de la comunidad en distintas facciones que se remiten a personajes del cristianismo primitivo; unos a Pablo, otros a Pedro, otros a Apolo; e incluso otros (muy probablemente el mismo Pablo) a Cristo como el único que puede dar consistencia a nuestra fe. El texto de hoy forma parte de un gran conjunto (1Cor 1-4) que el apóstol afronta por informaciones de las “gentes de Cloe”, quizás una de las comunidades domésticas. Y en vez de una reprimenda moralizante y sin sentido propone, para la unidad y la comunión de la comunidad, que “crux sola nostra theologia”, como decía Lutero. En la cruz, las divisiones, los partidos, los grupos de élite de una comunidad, quedan a la altura de nuestras propias miserias.

II.2. Pablo habla del Cristo crucificado frente al que no caben las divisiones, el valer más o menos, el ser los primeros o los últimos, porque en la cruz de Cristo se revela el Dios que se ha “abajado” a nosotros. Ese Cristo crucificado, revelación del verdadero Dios, es locura para los judíos que siempre conciben a Dios desde la grandeza; locura para la sabiduría de este mundo que es también una sabiduría de prepotencia inaudita. La religión de la cruz, no obstante, no es la religión de la ignominia, sino de la condescendencia con los débiles y con los que no cuentan en este mundo. Aunque algunos hayan tachado este planteamiento paulino como la decadencia de la sociedad (Nietzsche) , ése es el único camino donde podemos reconocer a nuestro Salvador. Con un estilo retórico, usando la “diatriba” de una forma clásica, pregunta Pablo con insistencia si los sabios, los entendidos, los investigadores pueden ofrecer el sentido profundo y radical de nuestra vida. Porque nuestra vida verdadera es mucho más que conocer el “genoma humano”.

II.3. No obstante, no se trata de la condena la sabiduría humana en sí, ni de la investigación y de la filosofía. Tampoco se ha de entender la “theologia crucis” como la religión del masoquismo. ¡Nada de eso! No es así como Pablo argumenta, sino de cómo es posible que nuestros criterios y nuestras decisiones humanas estén a la altura de quien nos da vida y Espíritu. Por eso, su afirmación decisiva es que Dios ha hecho a Cristo, el crucificado, no lo olvidemos, “poder y sabiduría de Dios”. Y conocemos que ese es un “poder sin-poder” y una “sabiduría sin la lógica fría de este mundo”. Es el poder y la sabiduría de quien se ha entregado “por nosotros”. Es ahí donde se construye la “theologia crucis” en la “pro-existencia”, en saber vivir para los demás, como hace nuestro Dios. Desde ahí Pablo quiere curar la locura de las divisiones y de las arrogancias humanas que existen en la comunidad de Corinto.

 

Evangelio: Juan (2,13-25): Jesús busca una religión de vida

III.1. El relato de la expulsión de los vendedores del templo, en la primera Pascua “de los judíos” que Juan menciona en su obra, es un marco de referencia obligado del sentido de este texto joánico. En el trasfondo también debemos saber ver las claves mesiánicas con las que Juan ha querido presentar este relato, teniendo en cuenta un texto como el de Zac 14,21 (el deutero Zacarías) para anunciar el día del Señor. Es de esa manera como se construyen algunas ideas de nuestro evangelio: Pascua, religión, mesianismo, culto, relación con Dios, vida, sacrificios. Jesús expulsa propiamente a los  animales del culto. No debemos pensar que Jesús la emprende a latigazos con las personas, sino con los animales; Juan es el que subraya más este aspecto. Los animales eran los sustitutos de los sacrificios a Dios. Por tanto, sin animales, el sentido del texto es más claro: Jesús quiere anunciar, proféticamente, una religión nueva, personal, sin necesidad de “sustituciones”. Por eso dice: “Quitad esto de aquí”. No se ha de interpretar, pues, como un acto político-militar como se hizo en el pasado. Es, consideramos, una profecía “en acto”.

III.2. El evangelio de Juan, pues, nos presenta esa escena de Jesús que cautiva a mentes proféticas y renovadoras. Desde luego, es un acto profético y no podemos menos de valorarlo de esa forma: en el marco de la Pascua, la gran fiesta religiosa y de peregrinación por parte de los judíos piadosos a Jerusalén. Esta es una escena que no debemos permitir se convierta en tópica; que no podemos rebajarla hasta hacerla asequiblemente normal. Está ahí, en el corazón del evangelio, para ser una crítica de nuestra “religión” sin corazón con la que muchas veces queremos comprar a Dios. Es la condena de ese tipo de religión sin fe y sin espiritualidad que se ha dado siempre y se sigue dando frecuentemente. Ya Jeremías (7,11) había clamado contra el templo  porque con ello se usaba el nombre de Dios para justificar muchas cosas. Ahora, Jesús, con esta acción simbólico-profética, como hacían los antiguos profetas cuando sus palabras no eran atendidas, quiere llevar a sus últimas consecuencias el que la religión del templo, donde se adora a Dios, no sea una religión de vida sino de… vacío. Por eso mismo, no está condenando el culto y la plegaria de una religión, sino que se haya vaciado de contenido y después no tenga incidencia en la vida.

III.3. No olvidemos que este episodio ha quedado marcado en la tradición cristiana como un hito, por considerarse como acusación determinante para condenar a muerte a Jesús, unas de las causas inmediatas de la misma. Aunque Juan ha adelantado al comienzo de su actividad lo que los otros evangelios proponen al final (Mc 11,15-17; Mt 21,12-13; Lc 19,45-46), estamos en lo cierto si con ello vemos el enfrentamiento que los judíos van a tener con Jesús. Este episodio no es otra cosa que la propuesta de Jesús de una religión humana, liberadora, comprometida e incluso verdaderamente espiritual. Aunque Juan es muy atrevido, teológicamente hablando, se está anunciando el cambio de una religión de culto por una religión en la que lo importante es dar la vida los unos por los otros, como se hace al mencionar el «cuerpo» del Jesús que sustituirá al templo. Aquí, con este episodio (aunque no sólo), lo sabemos, Jesús se jugó su vida en “nombre de Dios” y le aplicaron la ley también “en nombre de Dios”. ¿Quién llevaba razón? Como en el episodio se apela a la resurrección (“en tres días lo levantaré”), está claro que era el Dios de Jesús el verdadero y no el Dios de la ley. Esta es una diferencia teológica incuestionable, porque si Dios ha resucitado a Jesús es porque no podía asumir esa muerte injusta. Pero sucede que, a pesar de ello, los hombres seguimos prefiriendo el Dios de la ley y la religión del templo y de los sacrificios de animales. Jesús, sin embargo, nos ofreció una religión de vida.

Miguel de Burgos, OP

mdburgos.an@dominicos.org

 

Pautas para la homilía

 

Jesús, el “manso y humilde de corazón”, se nos presenta en el Evangelio de este domingo en una escena inhabitual: látigo en mano echa a todos del templo entre el alboroto de animales corriendo, mesas volcadas, monedas que caen, mientras   sentencia con autoridad: “Quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre”.

Los discípulos  echan mano a los salmos para intentar explicar  aquella violenta  reacción. Recuerdan que en el Salmo 69 esta escrito. “El celo de tu casa me devora”, pero la realidad de aquel comportamiento se les sigue escapando hasta después del acontecimiento pascual. “Cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura  y a la Palabra que había dicho Jesús”.

 

Jesús no pierde la compostura  por el hecho material de que se profane un lugar tan sagrado para los judíos como era el templo . Él da paso a otro templo, el de su cuerpo. Es la hipocresía de las personas que esconden tras motivos religiosos intereses personales, intereses económicos, que utilizan el nombre de Dios para sus negocios, convirtiendo al Dios que libera en un dios que oprime, también por medio de la religión y las leyes. Las leyes de Dios – lo vemos en la primera lectura- son la explicitación del  amor  a Dios y a los hermanos, desde el respeto y cuidado de sus personas y sus cosas.

El Dios que ha liberado a su pueblo de la esclavitud de Egipto ( primera lectura) y nos sigue liberando de cualquier esclavitud en cualquier tiempo y lugar  del que no se puede hacer  imagen, ni admite compartir su divinidad con otros dioses en el cielo o en la tierra; es el Dios del perdón, la misericordia, del amor. El decálogo  concreta las  exigencias mínimas de ese amor  a Dios y a los otros. 

 

Catalina de Siena, santa dominica del S. XIV, proclamada doctora de la Iglesia por Pablo VI, llama cielo al alma: “La llamo «cielo»; es cielo donde yo habito por la gracia, ocultándome dentro de ella y haciéndola mi mansión por afecto de amor”.

Esta es la “fuerza de Dios y sabiduría de Dios”  que se esconde en la Cruz de Cristo. Como en tiempos del  Apóstol San Pablo, continúa siendo “escándalo para unos y necedad para otros”.  El Dios que nos libera, el que habita en lo más profundo del ser humano, es el  Amor, la Misericordia, la Verdad, la Libertad, manifestados hasta el extremo en la cruz de Cristo, en su vida entregada  al suplicio por amor a los enemigos. Es necesario tener la “fuerza de Dios, la sabiduría de Dios” que tiene Jesús, para afirmar que la presencia más real de Dios está en cada ser humano, incluso en el que es más despreciado por el juicio acusador de los sabios de este mundo o de  la religión oficial: ese fue Jesús en la cruz..

 

Ante tantos peligros, tantas amenazas, tantos recursos empleados en armas de destrucción masiva, tantos fundamentalismos religiosos que ponen en peligro la vida de las personas, sin medir el sufrimiento, la humillación, las vejaciones  de todo tipo que le pueden sobrevenir  al ser humano, el Dios de Jesús  nos sigue llamando a la conversión. El camino que se nos propone en este domingo es devolverle  a su verdadero  templo: la persona, hombre o mujer; único lugar en el que Dios puede ser adorado   “en  espíritu y verdad”.

Clara García, dominica de la Anunciata. Roma

claragrc@tin.it


24. 

Enseñados y memorizados en las catequesis, aprendimos los diez mandamientos descontextualizados, de una manera individualista y como un catálogo de los pecados graves que debemos evitar... Pero los diez mandamientos hay que entenderlos desde su contexto: el recuerdo doloroso de la esclavitud en Egipto, y el propósito de tener unas normas de convivencia que permitan construir una sociedad distinta a la de aquel Egipto, es decir, con Dios y sin faraón, con libertad y sin esclavitud, con igualdad y sin desigualdades, con vida y sin muertes... Es la sociedad que aun quiere Dios para todos. Los mandamientos se dividen en dos partes, los tres primeros hablan de la relación con Dios, los siete restantes sobre las relaciones entre las personas y la comunidad.

1) “No tendrás otros dioses fuera de mí...”. El dios del Faraón justificaba la esclavitud y la opresión del pueblo. El Dios de Israel en cambio se la juega toda por su pueblo, por eso es el único. Las imágenes deben ser solo instrumentos de recuerdo que permitan mejorar la comunicación con Dios, nunca para manipularlo o reemplazarlo. El único que salva es Dios.

2) No pronunciarás el nombre de Dios en vano. No se trata solo de jurar, sino de aprovecharse del nombre de Dios para justificar estructuras económicas, proyectos políticos, privilegios, injusticias y corrupción, tal como lo hacía el faraón. Pronunciamos el nombre de Dios en vano cuando con nuestra vida no permitimos que otros conozcan el verdadero Dios, el del amor, la justicia y la fraternidad.

3) Acuérdate del día sábado, para santificarlo... El pueblo en Egipto trabajaba como esclavo. No había permiso para el descanso ni la celebración. Por esto, el problema no es si es sábado para los judíos, domingo para los cristianos, o viernes para los musulmanes, lo importante es ser un día de descanso para celebrar la vida, compartir con la familia, la comunidad y con Dios. El resto de los mandamientos apuntan a la comunidad:

4) respetar a los padres y a los dirigentes de la comunidad;

5) respetar y defender la vida como el don más preciado de Dios;

6) que las relaciones igualitarias partan del respeto y la fidelidad en el matrimonio, en el que hombres y mujeres son iguales;

7) que se respeten los medios de vida y los bienes del otro, y ante los imprevistos que crezca la solidaridad;

8) que no se mienta para que las relaciones en la comunidad se funden siempre en la verdad, fortaleciendo así la confianza mutua;

9-10) que no se codicie nada de lo que pertenece al prójimo porque aumenta proporcionalmente el egoísmo y la acumulación en unos pocos, rompiendo la justicia y la igualdad en la comunidad.

En la segunda lectura, Pablo responde a las divisiones de la comunidad de Corinto al interpretar el sentido de la cruz, dejando claro que para los cristianos la cruz es fuerza y sabiduría de Dios. Es la fuerza de Dios que nos libera de los poderes del mal que esclavizan la humanidad y es la “locura” sabia de Dios que nos rescata de la muerte para darnos vida eterna.

El evangelio es una reflexión sobre el templo. Veamos lo que piensan los personajes que aparecen en el texto: los discípulos manifiestan el celo de Jesús por el templo. Los judíos no ven problemas en la relación templo-mercado ni la autoridad de Jesús para cambiar esta relación. Jesús aprovecha para enseñar en la necesidad de destruir el viejo templo y construir uno nuevo. Para el narrador (Juan), el nuevo templo es el propio Jesús, que después de muerto resucitará a los tres días, a quien debemos adorar en “espíritu y verdad”, y que permanece siempre presente donde “hay dos o más reunidos en su nombre”.

Es claro que ni los discípulos, ni los judíos habían entendido el hecho. Según Juan, muchas de las cosas que dijo e hizo Jesús sólo se comprendieron a la luz de la resurrección. Ningún templo, catedral o capilla, suplanta la relación personal y comunitaria que debemos tener con la persona de Jesús. Todos los espacios son templos de Dios por que allí está Jesús. ¿Cuál es entonces el papel de nuestros templos? Son necesarios como el espacio privilegiado elegido por la comunidad, para encontrarse personal y comunitariamente con Jesús, a través de la oración y la celebración de los sacramentos.

Para terminar, Jesús hace una evaluación sobre lo que motiva realmente nuestra fe. ¿Creemos en Jesús por los signos o milagros que hace? ¿O porque le tenemos miedo? ¿O porque nos relaja? ¿O porque es ya una costumbre? Mucho cuidado, que todos estos motivos quedan descalificados. La fe adulta no necesita de los signos, la amenaza o la terapia de Jesús, le basta su palabra y el compromiso por anunciarla y vivirla en medio de los hermanos.

Datos muy interesantes sobre el movimiento económico del Templo de Jerusalén en los tiempos de las fiestas de pascua pueden ser tomados de "Un tal Jesús", episodio 107, "Con el látigo en la mano", de los hermanos López Vigil. También se pueden encontrar datos muy ilustrativos en el «clásico» libro de Joaquín Jeremías, "Jerusalén en tiempos de Jesús", editorial Cristiandad, Madrid 1977.

 

Para la revisión de vida
¿Qué significan para mí «los diez mandamientos»? ¿Están en el centro de mi visión moral, o los he superado y transcendido en el mandamiento de Jesús, el «mandamiento nuevo»?
¿Los tomo demasiado como «mandamientos», como una orden, como si fueran algo así como una orden irracional, o los he interiorizado y hecho míos?
¿Vivo pendiente de la ley, o de alguna manera vivo ya en el espíritu de la ley, sin vivir atenazado por la «obligación»?
 

Para la reunión de grupo
- Se nos enseñó que para hacer nuestro «examen de conciencia» siguiéramos «los diez mandamientos de Dios y los 5 de la Iglesia»… Todavía hay personas cuyo «guión de examen» contiene en primer lugar o exclusivamente esos 15 mandamientos. ¿Es correcto ese planteamiento? ¿Por qué? ¿Pueden ocupar el gran espacio los mandamientos del Primer Testamento? ¿Y los mandamientos de Jesús? ¿Cuáles?
- Tener como referencia moral unos «mandamientos» puede tener un peligro: el de creer que las cosas malas son malas por estar prohibidas, que su pecaminosidad procede simple o principalmente del hecho de que han sido prohibidas. Santo Tomás de Aquino tiene un adagio famoso: «las cosas malas no son malas porque estén prohibidas, sino que están prohibidas porque son malas» (non mala quia prohibita, sed prohibita quia mala). Entender esto o no, posibilita dos tipos de espiritualidad o de moral: uno legalista, otro adulto.
- En la Edad Media europea hubo una corriente filosófica de lo que podríamos llamar un «voluntarismo ético»: Dios ha mandado unos preceptos y con ello queda para nosotros claro la ética y la moral, pero en realidad podría haber mandado las cosas al revés, porque el bien y el mal lo dicta la «voluntad de Dios». Comentar esta posición teológica.
- Los diez mandamientos es uno de tantos elementos que en la biblia están repetidos, contados dos veces, y para más extrañeza, elencados de forma diversa. Están en Ex 20,1 y en Dt 5, 1. El estudio moderno de la Biblia comenzó presicamente observando repeticiones como ésta, y tratando de deducir su significado. El grupo puede hacer el intento de interpretar la diferencia de las dos redacciones.
- Si se quiere completar toda una sesión de trabajo y formación sobre la base de los mandamientos, se puede tocar el tema del retiro del segundo mandamiento (prohibición de hacer imágenes) y el desdoblamiento del décimo para recuperar el número de diez (“deca”-logo). Ambas cosas (retiro y desdoblamiento) tienen un significado teológico digno de profundizar.
- Que el "Templo" pueda convertirse en una "cueva de ladrones" no se refiere sólo a la mercantilización de la religión (hoy más improbable que en el tiempo de Jesús), sino también a su connivencia con el capital. En un sistema capitalista neoliberal como el actual, que reconocidamente produce una concentración de la riqueza y una exclusión creciente de los pobres, ¿qué tendría que hacer la religión para «no ser ni parecer» legitimadora del desorden económico mundial actual? Si en el mundo 20/80 (el mundo en el que el 20% de la población acapara el 80% de los recursos) ese 20% más rico "es" cristiano, ¿qué pensar del "Templo" cristiano? Si los máximos multimillonarios actuales "son" cristianos, ¿qué decir de sus capellanes?

 

Para la oración de los fieles
 - Para que la Iglesia, con sus actuaciones liberadoras y de servicio a los pobres, demuestre que adora a Dios en espíritu y en verdad, y no al Dios dinero. Oremos.
- Para que los derechos humanos no se queden en una hermosa declaración de buenas intenciones, sino que se respeten y sean tenidos en todos los pueblos como una norma fundamental de la convivencia humana. Oremos.
- Para que el sostenimiento económico de la comunidad cristiana sea llevada por los mismos creyentes, con su propia contribución, y en todos los países la Iglesia sea independiente de rentas y de privilegios del Estado. Oremos.
- Para que sean muchos los evangelizadores que, como san Pablo, se autofinancien con su propio trabajo, para que resplandezca siempre la evangelización como una tarea gratuita ajena a todo interés lucrativo. Oremos.
- Para que cada día prestemos más atención a los templos vivos que son las personas, que a los edificios de piedra. Oremos.
- Por los que se declaran cristianos públicamente y están en los puestos donde se toman las decisiones graves sobre la economía del mundo, para que siempre actúen como Dios nos pide: mirando justicia, la fraternidad y la preferencia por los más pobres. Oremos
 

Oración comunitaria
Para la oración comunitaria
Dios de la Vida, Padre todomisericordioso, que nos has señalado como Ley suprema el Amor: ayúdanos construir una comunidad mundial de hermanos y hermanas que, más allá de toda diferencia religiosa o cultural, te den siempre culto en espíritu y en verdad. Por Jesucristo nuestro Señor.

o bien:

Dios de la Vida y del Amor -de quien procede todo don-, que has puesto todos los bienes de la Tierra bajo la responsabilidad del ser humano, no para que los domine y explote despóticamente, sino para que cuide de todos ellos y de sí mismo como hermano mayor, con fraternidad y sororidad; haz que todos los que en ti creemos seamos denodados luchadores contra la destrucción de la naturaleza, el acaparamiento de riquezas y el olvido de los pobres. Como nos enseñó Jesús, tu Hijo, que contigo vive y reina por los siglos de los siglos.

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO.