COMENTARIOS AL EVANGELIO

Lc/09/28b-36
Par.: Mt 17, 1-9  Mc 9, 2-10

 

1.

Texto. Tres puntos revisables. Primero, la conversación de Moisés y Elías es sobre la salida de Jesús en Jerusalén. Segundo: Las palabras de Pedro son más fieles al original de la siguiente manera: nuestra presencia aquí es oportuna pues podemos construir tres tiendas. Tercero. La traducción litúrgica parece suponer que los envueltos en la nube son los discípulos. El original no es ni mucho menos tan explícito. Creo que los envueltos son Jesús, Moisés y Elías.

Lucas se centra en primer lugar en Jesús. Mientras ora, su rostro y sus vestidos empiezan a resplandecer. Dos hombres, también resplandecientes, le hablan de su resurrección en Jerusalén. A continuación se centra en Pedro, Juan y Santiago. No comprenden, y ante la marcha de Moisés y Elías se ofrecen voluntarios a construir alojamientos. Pero una nube envuelve a los tres seres gloriosos con el consiguiente miedo de Pedro y sus dos compañeros, que oyen cómo una voz les habla de Jesús.

Comentario. Trasladémonos al capítulo 24 de Lucas. Unas mujeres descubren que el sepulcro de Jesús está vacío. De repente se les presentan dos hombres con vestidos refulgentes. El miedo se apodera de ellas y los dos hombres les dicen que Jesús vive. Hay demasiados elementos comunes en ambos relatos para no ver que entre ellos existe una relación intencionada por parte del autor.

Esta relación nos ayuda a comprender el sentido del texto de hoy. En él no se trata de la muerte de Jesús, sino de su vida gloriosa. Nos hallamos ante unas anticipación de esa vida. Es curioso y significativo el término empleado por Lucas para designarla: éxodo, salida. De Egipto a Israel fue el éxodo-tipo, el inicial, el nuclear. Pero este inicio y este núcleo se han ido ampliando y desarrollando hasta culminar en el éxodo de Jesús, en su salida de la muerte a la vida. De la muerte real a la vida real. Los éxodos anteriores, representados por Moisés y Elías, se dan cita en este último y en él tienen su culminación. Todo es fabuloso y todo es real en él. Es la realidad de la vida de Jesús a pesar de la muerte. No es fácil, sin embargo, la captación y aceptación de esta realidad. El desconcierto de Pedro y sus dos compañeros lo ejemplariza.

El domingo pasado contemplábamos a Jesús fiel a su vocación terrestre, sin caer en la tentación de forzar a Dios y sin ángeles a su servicio. Hoy es el propio Dios quien sale al encuentro de Jesús. Pedro y sus compañeros se asustan. Temen que la nube, símbolo de la presencia de Dios, vaya a destruir a quienes ha envuelto. Muy al contrario, es el propio Dios quien acredita a Jesús. Escuchadle.

ALBERTO BENITO
DABAR 1986, 16


2.

Texto. Se articula dentro de un contexto en el que Jesús acaba de hablar de su muerte y de su resurrección, de la necesidad de ese camino para todo el que quiera ser su discípulo y del anuncio de que algunos de los presentes verán el Reino de Dios antes de que mueran.

En este contexto Lucas nos presenta a Jesús subiendo a un monte en compañía de Pedro, Juan y Santiago, con la finalidad concreta de orar, y no de manifestarse a sus discípulos. La referencia a la oración es típica de Lucas. Un judío oraba varias veces al día, pidiendo a Dios la venida del Mesías. Lucas parece presuponer que se trata de la oración de primeras horas de la noche, puesto que de los tres discípulos dice más adelante que se caían de sueño.

MU/EX: La descripción de la transformación de Jesús y el diálogo con Moisés y Elías la sitúa Lucas durante la oración de Jesús. La escenografía es escatológica: color blanco, brillo, gloria o resplandor, Moisés y Elías, cuya vuelta se esperaba para el final de los tiempos. Es decir, Lucas se sitúa en este final y lo describe desde las concepciones y los símbolos con que los judíos se lo imaginaban. El diálogo versa sobre el éxodo de Jesús. Es el término que emplea el texto griego, y no muerte como dice la traducción litúrgica. El término, en sí mismo, suena al éxodo de Israel, a su salida de la cautividad de Egipto para entrar en la tierra prometida. Tanto Moisés como Elías habían hecho la experiencia de un camino que va de la opresión a la liberación.

La experiencia de Elías la encuentras en 1 Reyes 19. El camino del que ha hablado Jesús a sus discípulos en el texto anterior al de hoy es exactamente el mismo: de la muerte (opresión) a la resurrección (liberación).

En medio de la escenografía escatológica entran en acción Pedro y sus dos compañeros. Su entrada coincide con la marcha de Moisés y Elías, marcha que Pedro cree poder evitar haciendo una propuesta desafortunada. No sabía lo que decía. La situación escatológica sigue. El propio Dios se hace presente bajo el símbolo de una nube envolvente y habla a los tres discípulos sobre Jesús. Moisés y Elías no están ya. Sólo Jesús es el importante y a quien hay que escuchar, ya que se trata de un mensajero o enviado muy especial: es el Hijo de Dios. Los éxodos pasados, representados por Moisés y Elías, no existen ya, eran prefiguraciones, anticipos. El éxodo último y definitivo, que completa y da sentido a los anteriores, es el de Jesús, su muerte y su resurrección. Cuando éstos tengan lugar realmente, algo decisivo habrá acontecido en el tiempo: éste habrá empezado a ser efectivamente escatológico, es decir, último y definitivo. Hoy, segundo domingo de cuaresma, todo esto tiene sólo valor literario. El domingo de Pascua todo esto tendrá además valor real.

Resumiendo: En su línea de instrucción cristiana expresiva y gráfica Lucas nos presenta la muerte y resurrección de Jesús como el último y definitivo éxodo, que da paso al nuevo tiempo.

Comentario. Caminar en cristiano es hacerlo en comunicación con Dios. Una vez más insiste Lucas en esto ofreciéndonos el modelo de Jesús en oración. Pero sigue sin ofrecernos el modelo de oración de Jesús. Esto lo hará más adelante, en el cap., 11: el Padrenuestro. Según este modelo, orar es pedir a Dios que El sea realidad entre nosotros, de forma que entre nosotros todo sea diferente.

Al ser Dios realidad en Jesús, Lucas concibe el camino de Jesús como la realización de lo que en la Biblia se llama el Reino de Dios. Culminación y apoteosis de este Reino es la resurrección de Jesús. Desde ella escribe Lucas su relato, imaginándosela como muchos judíos imaginaban entonces el final de los tiempos.

El modelo de camino de Jesús es un modelo de éxodo, es decir, el sentido de la marcha va de la opresión a la liberación. Ese es también el modelo de camino al que somos invitados. Siguiendo, pues, el camino de Jesús sabemos por anticipado y con absoluta certeza que caminamos en dirección liberadora. Con un bagaje así, tan poco pesado y sin embargo tan importante, el camino es otra cosa.

A. BENITO
DABAR 1989, 14


3.

Los tres discípulos que serían testigos del abatimiento de Jesús en Getsamaní, fueron elegidos antes para ver su gloria en el Tabor.

La blancura de los vestidos de Jesús y el nuevo aspecto de su rostro (Mateo dice que aquellos se tornaron blancos como la luz y que su rostro resplandecía como el sol) no son más que la manifestación de la dignidad y la gloria que le correspondía como Hijo de Dios. Moisés y Elías, representando a la Ley y los Profetas -todo el Antiguo Testamento-, conversan con Jesús de lo que aún ha de cumplirse en Jerusalén. Toda la historia de la salvación culmina en Jesucristo, pero el momento de esta culminación es la hora de su exaltación en la cruz. El Tabor no se explica sin el Calvario. TABOR/CALVARIO

A pesar de que sólo hace seis días (Mt 17, 1) desde que Jesús les había anunciado su pasión y muerte en Jerusalén y había reprendido precisamente a Pedro porque intentó torcer su camino, éste sigue sin entender nada. Piensa que ha llegado la hora de disfrutar el triunfo y que puede ahorrarse lo que ha de suceder todavía.

La "nube", o la "columna luminosa", es en la biblia el símbolo de la presencia de Dios. Aquí aparece como respuesta a la proposición de Pedro. De la nube sale la voz de Dios. El signo de la nube es interpretado por la palabra. Y la palabra confirma a Jesús como enviado de Dios, como Hijo que ha venido a cumplir su voluntad. A él deben atenerse Pedro y sus compañeros. Lo fascinante y lo tremendo de la presencia de Dios, de la teofanía, se advierte en las palabras de Pedro y en el temor de los tres discípulos al ser introducidos dentro de la nube.

La transfiguración, que el evangelista sitúa como un alto en el camino que sube a Jerusalén, no ha sido otra cosa que una anticipación momentánea de la última meta y como un aliento para seguir caminando. Jesús les manda que callen lo que han visto hasta que todo se cumpla y el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos (Mt 17,9).

EUCARISTÍA 1982, 11


4.

Texto. Sirviéndose de un dato cronológico preciso, el autor relaciona la escena que va a seguir con las palabras precedentes de Jesús (cfr. estas palabras en Lc. 9, 22-27). El marco y la circunstancia son los mismos que en Lc. 6, 12. Descripción de la escena en los vs. 29-31. Es importante observar que el autor deja fuera de esta descripción a Pedro, Santiago y Juan. Así pues, el autor divide en dos al grupo que ha subido a la montaña. De un lado, Jesús: de otro, los tres. Si seguimos observando con atención, percibiremos que entre Jesús y los tres no hay comunicación de ningún tipo. Jesús habla de sus cosas con Moisés y Elías, pero no con Pedro, Santiago y Juan. Más aún, Pedro no sabe lo que dice. Tenemos, pues, el ámbito de Jesús por un lado y el ámbito de los tres por otro. Dos ámbitos irreductibles, puesto que no pueden comunicarse ni, consiguientemente, entenderse. La solución a esta situación es la nube, conocido vehículo plástico de la presencia de Dios. Envolviéndolos a los tres, la nube los sitúa en el ámbito mismo en que están Jesús, Moisés y Elías. La comunicación puede ya tener lugar y con ella el entendimiento.

Comentario. Como indicaba al comienzo, el texto de hoy tiene mucho que ver con las palabras de Jesús en Lc. 9, 22-27, palabras que a su vez habían sido motivadas por la anterior respuesta de Pedro a la pregunta de quién es Jesús (cfr. Lc. 9, 18-20). Entre Pedro y Jesús se había producido una dialéctica, una tensión.

Pedro tiene una concepción de la persona de Jesús que Jesús ni comparte ni acepta. Ambos se mueven en ámbitos distintos. Es lo que Lucas pone plásticamente de manifiesto en el relato de hoy.

PEDRO/INCREDULIDAD D/IMAGENES-FALSAS: Pero si de la constatación del hecho de la disparidad de concepciones pasamos a los contenidos de esa disparidad, la sorpresa que nos llevaremos será mayúscula, pues descubrimos que Pedro se mueve ni más ni menos en la misma línea en que se movía el tentador del domingo pasado. Pedro concibe a Jesús en términos del omnipotente que puede y debe imponer su mano. Pedro no entra por la concepción de un Jesús trajinado por el acontecer histórico. Pedro no entra por Jerusalén. Pedro quiere un Jesús fuerte, de rompe y rasga, que ponga las cosas en su sitio con autoridad y dominio. En última instancia: quiere un Dios como tiene que ser. ¡Un Dios como tiene que ser! ¡Qué expresión tan castiza y significativa! Pero, mira por dónde, Dios no quiere ser así. La voz de Dios, al final del relato, tiene de todo menos de omnipotente y poderosa. No es una orden; es una invitación. ¡Qué fantástico es este Dios de Jesús! Cansado de ser el Dios que los humanos queremos que sea, hoy nos pide que le dejemos ser simplemente el Dios de Jesús y que le aceptemos así. El domingo pasado hablábamos de tentaciones de Jesús. Hoy hay que hablar de tentaciones de Pedro. Los dos relatos se complementan para ofrecernos un Dios inédito. Inédito porque sigue habiendo muchos Pedros que desean un Dios como tiene que ser, un Dios en su puesto.

EUCARISTÍA 1983, 17


5.

"Jesús se llevó a Pedro, a Juan y a Santiago a lo alto de una montaña, para orar": La narración de la transfiguración en Lucas sigue a las palabras sobre el seguimiento y las actitudes del discípulo. Se trata de presentar a quién se sigue. Es imposible determinar lo que hay en la escena de histórico y lo que hay de simbólico. No podemos reducirlo a una sola dimensión y debe leerse desde la perspectiva postpascual.

-"Pedro y sus compañeros... vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él ": Jesús habla con Moisés y Elías sobre su "muerte". Literalmente el término es "éxodo", que adquiere una riqueza de sentidos: en el marco geográfico de Lc es una referencia al camino que Jesús inicia hacia Jerusalén y que le conducirá a la muerte; y con el trasfondo del AT es la referencia a la liberación de Egipto (fijémonos en la relación de Moisés con el Éxodo y, también, de Elías con el monte del Horeb, lugar de la alianza), clave de la manifestación de la gloria del Señor. Jesús caminando hacia la muerte también manifiesta la gloria del Señor a sus discípulos.

-"Este es mi Hijo, el escogido, escuchadle ": Hay ciertamente una estrecha relación de esta escena con la del Bautismo. Si hasta ahora, en el evangelio, Jesús ha sido presentado como el Mesías y el Hijo del Hombre, ahora se da un paso más en la comprensión de su personalidad: es el Hijo que hay que escuchar para entrar en la gloria del Reino. Las figuras de Moisés y Elías hacen de contraluz. Son los dos representantes de los profetas que se tenía que escuchar en la Antigua Alianza. Ahora hay que escuchar a Jesús "solo".

-"Ellos guardaron silencio... ": Durante el ministerio de Jesús, los discípulos, pese a haber entrado en la nube de la revelación de Dios, no han sido aún capaces de entender y expresar claramente quién es Jesús. Después de la resurrección serán capaces de proclamar la gloria que han contemplado en el Hijo.

J. NASPLEDA
MISA DOMINICAL 1995, 4


6.

Otra epifanía de Jesús, nueva teofanía de Dios: «mientras oraba» el hombre interior de Jesús se manifiesta, descorriendo el velo de su cuerpo.

La escena está llena de contrastes. Jesús se encuentra en plena gloria pero habla de su muerte. Los discípulos casi entran en el cielo, pero están asustados y «se caían de sueño». Quieren quedarse allí, pero tienen que bajar y subir a Jerusalén. Dios les manifiesta al Hijo escogido, pero se les ordena no decir nada.

Se trata de un anticipo de nuestra esperanza. Jesús transfigurado es el modelo en el que seremos transformados. Pero antes hay que escucharle, hay que seguirle, hay que subir con él hasta la cruz, hay que entrar en la nube de Dios. La cruz es la gran teofanía de Dios, y es amando hasta la muerte como nos transformaremos definitivamente. No es cuestión de hacer chozas en el monte, sino de bajar a las simas donde sufren los hermanos.

En el relato hay circunstancias parecidas a las alianzas con Abraham y con Moisés, sólo que en plenitud.

CARITAS
PASTOR DE TU HERMANO
CUARESMA 1986.Pág. 30