COMENTARIOS

A LA

PRIMERA

LECTURA

wpeC.jpg (9830 bytes) Dos imágenes
de la historia de
Abraham: mientras
se encamina hacia
el lugar del sacrificio
y a punto de ofrendar
a su hijo Isaac. Están tomadas de
un Salterio,
de procedencia danesa, que se encuentra en el museo Condé,en 
Chantilly (Francia)

Gn 22.1-2.9a.15-18

VER VIGILIA PASCUAL 2ª LECTURA

 

1.

Contexto

En el ciclo que Gn dedica a Abrahám (Gn 12.-25.) existe un tema básico que recorre y da unidad a todos los capítulos: la promesa a los patriarcas (cf. 12 6 ss.; 13. 14-18; 15. 7-18; 18. 9-16...). Esta promesa abarca la posesión de una tierra y el anuncio del nacimiento de un niño a través del cual la descendencia de Abraham será numerosa como las estrellas del cielo y las arenas del mar.

-La promesa del hijo constituye el núcleo del ciclo de Abraham: dificultades para su nacimiento, ya sean de orden físico (Sara ya está seca), ya sean por desidia del patriarca (al decir que Sara es su hermana da pie al faraón para tomarla como mujer: Gn 12. 20); los diversos anuncios de que no será el hijo de Agar, ni Eliecer, los que hereden la promesa, sino un hijo nacido de Sara.

Por fin, el hijo nace y, ya crecidito, Abraham recibe el encargo terrible de sacrificarlo. Es curiosa la coincidencia entre este comienzo de la etapa de la bendición a través de Abraham y el comienzo de nuestra salvación en Lc 1.-2.: promesa y nacimiento de un niño que, en la plenitud de su vida, deben ser ofrecidos en sacrificio.

Texto.

-Gn 22. 1-9 es una obra maestra de la literatura que habla del sacrificio de Isaac (vv. 1-14/19) y de la promesa de Dios al patriarca (vv. 15-18). El suspenso de la narración quedará truncado si no leemos la pieza literaria en su totalidad. El recorte de vv. hecho por la lectura litúrgica no puede ser más arbitrario.

-Nada podemos decir de la historicidad de este relato. Según muchos autores, esta pieza literaria tuvo una existencia independiente antes de ser incorporada en la gran obra de E, con retoques de J. Legitimaba la sustitución del primogénito humano macho por el de animales (Ex 13. 2/13 ss.): Isaac es sustituido por el carnero enredado por los cuernos (v. 13). Insertado en el ciclo de Abraham, el relato es un test difícil a la fe del patriarca. Dios tienta (Dt 8. 3 ss.; 13. 3 ss...) y, superando esta prueba, Abraham probará su madurez en la fe. Así lo creen las tradiciones judía, islámica y cristiana.

-El autor, maestro en el arte de narrar, nos presenta un doble plano: el del lector y el de Abraham. Todo es una prueba (v.1); así, el lector puede leer con ventaja sabiendo que Dios no va a permitir el sacrificio, pero no puede transmitir este conocimiento a Abraham y se ha de conformar con sufrir con el personaje central. Así la tensión se mantiene.

-Lo que el Señor pide al patriarca es algo muy serio que se recalca en el v. 2: "Coge a tu hijo "único", a tu querido Isaac, vete... y ofrécemelo en sacrificio...". Isaac es algo más que un hijo en la vejez; el fruto tan ansiado de la promesa y, a su vez, el único lazo con el futuro del clan debe ser ofrecido en holocausto. El que cortó con todos los lazos del pasado debe renunciar también al futuro. Así se queda en la más completa desnudez: "Tiene que sacrificar una idea ya adquirida de Dios, y una experiencia de Dios, para abrirse a otra nueva a través del misterio" (Alonso Schökel).

-Abraham obedece al mandato con firmeza; el caminar "juntos" de los vv 6/9 está preñado de silencio doloroso; nada de sentimentalismo. La conversación añade tensión al drama y la respuesta del padre es amorosa pero evasiva: "Dios proveerá".

-En el desenlace, la última palabra es la de Dios, que ha visto la lealtad de Abraham. Los vv. 15-19 constituyen la apoteosis de la victoria final.

Reflexiones.

-Fe firme la de Abraham, que sacrifica su pasado y su futuro por obedecer al Señor. Apertura hacia Dios, a través del Misterio, sacrificando sus propias ideas y experiencias de Dios. Y nosotros, ¿tenemos fe?, ¿qué ideas y experiencias sacrificamos? Tenemos mucho miedo a quedarnos desnudos. Por encima de todo y de todos han de prevalecer nuestras ideas y experiencias de lo divino. Los otros son los perversos, y las otras ideologías... heréticas. Creemos tener domesticado a Dios como si fuera un perro faldero; creemos saber quién es y cómo actúa. Pero éste no es el Dios de la Biblia.

Y si no se lo creen, que se lo pregunten a Abraham, o a Jacob cuando tiene la visión de Penuel (Gn 32, 26-33). En ella, Jacob le pregunta quién es ese Dios peleón que le deja cojeando en la refriega. El Dios de la Biblia, en nuestro afán por conocerlo, nos puede dejar cojeando de ideologías y de experiencias; es un Dios peleón porque nuestra fe es un test muy difícil. El otro Dios que nunca nos causa problemas en nuestra fe será, a lo sumo... un puro idolillo.

A. GIL MODREGO
 DABAR 1988, nº 17


2. ABRAHAN/OBEDIENCIA

Antes de comenzar su narración, el autor nos advierte que se trata únicamente de una "prueba". Dios quiere ver hasta dónde llega la fidelidad de Abraham y su obediencia, pero no entra en sus planes el que éste sacrifique a su hijo Isaac. Abraham había sido probado por Dios en otras ocasiones; por ejemplo, cuando se le ordenó abandonar su tierra y su parentela, y más tarde, cuando se le anunció que engendraría un hijo de su mujer, Sara, no obstante haber alcanzado ambos una edad avanzada; pero nunca se le había pedido tanto como ahora. Si antes se le exigió renunciar a su pasado, abandonar su tierra y su familia para salir en busca de la tierra prometida, ahora se le exige renunciar a su futuro, y no comprende cómo van a cumplirse las promesas de llegar a ser padre de un pueblo numeroso si ahora ha de sacrificar a su único hijo.

Abrahán, sin hacer cuestión de la palabra de Dios, se dispone a cumplirla hasta las últimas consecuencias. Ha superado la prueba.

SC-HUMANOS. La intervención divina en el momento preciso descubre una segunda intención muy importante de este relato. Es la señal para todos los tiempos de que Dios abomina los sacrificios humanos. Esto se comprende, sobre todo, si tenemos en cuenta la práctica de tales sacrificios en el contexto histórico-religioso del pueblo de Israel. El sacrificio de los primogénitos era considerado por los cananeos como acto supremo de culto (2 R 3. 27; Mi 6. 6s.). Así, pues, el presente relato tiene sin duda una intención polémica: Dios exige ciertamente que el hombre esté dispuesto a los mayores sacrificios y no se reserve nada cuando es él quien se lo pide; pero no quiere que el hombre exprese tal disposición de ánimo con la tremenda crueldad de los sacrificios humanos, pues él es un Dios misericordioso. No es la destrucción del hombre lo que enaltece la grandeza de Dios, sino todo lo contrario: la salvación del hombre.

El paralelismo entre lo sucedido en el monte Moria y lo que sucedería más tarde en el monte Calvario no se funda en detalles exteriores (Isaac lleva sobre sus hombros el fajo de leña y Jesús llevará sobre los suyos la cruz), sino en la obediencia de Abrahán y en la confianza de Isaac que encontrarían en Jesús la más perfecta realización.

EUCARISTÍA 1988/11


3. GRATUIDAD/ALIANZA: LA ALIANZA ES PACTO UNILATERAL. DIOS PROMETE LA SALVACIÓN SIN NINGÚN MÉRITO PREVIO DEL HOMBRE. PERO ALGO EXIGE DEL HOMBRE. /Hb/11/17-19.

Prescindiendo de las intenciones inmediatas que hubieran podido mover a los redactores del fragmento del Gn que hoy leemos como primera lectura (explicar el origen de un lugar alto de culto; desacreditar la práctica aberrante de los sacrificios de niños; insistir en la importancia del sacrificio espiritual), debemos intentar una interpretación del episodio del sacrificio de Abrahán acorde con la visión neotestamentaria. A ello nos puede ayudar tanto la 2a.lectura de hoy como el texto más explícito de Hb 11. 17-19: "Por la fe Abrahán, puesto a prueba, ofreció a Isaac: y era su único hijo lo que ofrecía, el destinatario de la promesa, de la cual le había dicho Dios: `Isaac continuará tu descendencia'. Pero Abrahán pensó que Dios tiene poder hasta para resucitar muertos. Y así recobró a Isaac como figura del futuro".

Teniendo en cuenta estos dos textos, vemos que el episodio del Gn nos ilustra un aspecto fundamental de la alianza entre Dios y los hombres: la total disponibilidad de Dios, reflejada en la absoluta gratuidad de la promesa, exige la total disponibilidad del hombre, reflejada en la obediencia de la fe.

Por parte de Dios, la alianza es un pacto unilateral: Él promete la salvación sin ningún mérito previo por parte del hombre. Y su amor es tan definitivo que está dispuesto a darse totalmente al hombre. Desde este punto de vista, la actitud de Abrahán es signo de la actitud misma de Dios. O dicho de otro modo: Dios pide a Abrahán la misma disponibilidad que Él tiene para con los hombres. Más aún: si el gesto de Abrahán fue puramente simbólico, puesto que en realidad Isaac no fue sacrificado, cuando Dios quiso llevar a cabo el cumplimiento de su promesa, entregó realmente a su Hijo a la muerte (cf. 2a.lectura). Jesús, muerto en la cruz es el signo más evidente del amor gratuito de Dios hacia los hombres. Pero al mismo tiempo, este Jesús crucificado representa la actitud del hombre creyente. La alianza es pacto unilateral, porque proviene de la libre y amorosa iniciativa de Dios, pero exige, sin embargo, algo por parte del hombre. No como estricto mérito, sino como condición imprescindible para que el amor de Dios sea realmente acogido. El pacto de la alianza es pacto de la fe: al amor gratuito de Dios corresponde la respuesta, también gratuita, de la fe del hombre. No hay nada en nosotros que pueda hacernos merecer la fe: sólo debemos estar siempre disponibles y abiertos a las múltiples manifestaciones del don de Dios.

J. LLOPIS
MISA DOMINICAL 1973/02


4. ABRAHAN/ABANDONO

Abrahán que se ha visto obligado a abandonar su país, ahora se ve obligado a abandonar su descendencia: queda vacío de su pasado y de su futuro, en el abandono total de Dios. Este rasgo de la narración es mucho más escandaloso que no la cuestión de los sacrificios humanos.

J. NASPLEDA
MISA DOMINICAL 1988/05


5.

Dios prefiere el sacrificio interno de la fe y obediencia al de animales. "Llegará el día en que Dios aceptará el sacrificio humano..., el Padre no se reserva a su Hijo único, sino que lo entrega por la salvación del mundo. La tradición unánime de la Iglesia ha visto en Isaac un tipo de Cristo".

ALONSO SCHÖKEL


6.

El tema de la descendencia de Abraham no termina todavía con el nacimiento de Isaac. La tradición matizó mucho la calidad de esa paternidad y de esa filiación. Lo hizo sobre todo por el episodio en el Moria. Es el mismo pueblo de Abraham el que intenta definirse en este dramático relato como pueblo de Dios: se autoentiende como nacido enteramente de la confianza y obediencia a la llamada de Dios. Es el teólogo elohìsta el que ahondó así en la definición del pueblo.

Por el episodio del Moria la tradición bíblica plasmó en Abraham la figura ejemplar del creyente. El retrato es expresión de lo que sus descendientes consideraron como la actitud adecuada del hombre ante Dios. La figura inspiró y sigue inspirando al pueblo del patriarca a distancia; no en vano es ese mismo pueblo el que creó la figura.

El relato del sacrificio de Isaac engloba diversos puntos fuertes, masivamente superpuestos: prueba de la fe de Abraham, rechazo del sacrificio humano, promesa de descendencia, tierra y bendición, hilo conductor de las tradiciones patriarcales. A pesar de tan abrumadora densidad, el relato se muestra unitario, por el vigor que en él tiene su primer punto fuerte: la prueba de la fe de Abraham. La historia es tan plástica que se presta a lectura a nivel de sentimientos humanos. Sería lectura indebida, pues traicionaría abiertamente la intención del autor. El que se quede en el plano humano al leerla, no oirá sino a un Dios terrible y no verá en Abraham más que una figura cruel y criminal o una figura trágica. Estamos ante una historia teológica, cuyo polifacético lenguaje es sólo válido en el significado preciso que le da el autor. Dios "prueba" a un justo, que va a responder; Abraham no va a matar a su hijo, sino a engendrarlo en una nueva dimensión.

ABRAHAN/CONFIANZA: El rasgo definidor de la figura de Abraham es la confianza. Ella es la que impulsa cada uno de sus movimientos y acciones. La confianza le tiene atento hacia el Dios que llama, le hace emprender caminos de renuncia, le asegura que tendrá un hijo entregando al que tiene o renunciando a su modo de tenerlo, le hace ver el Moria como el lugar en donde "Dios proveerá". Su obediencia es la expresión de su confianza. Por ésta sabe que no perderá a su hijo, aunque no sepa el modo, en el momento en que camina con él hacia el monte. Su evasión ante el hijo y su refugio en el " Dios proveerá" es la respuesta adecuada del que sabe el qué y deja el cómo a la disposición de Dios. De esa expresión se deriva el nombre del Moria, que la tradición posterior ubicará en Jerusalén (2 Cr 2, 1).

El autor define el episodio de la atadura de Isaac como una "prueba". Con pinceladas cortas, aparentemente ingrávidas, de diálogo convencional y de acción tranquila pinta una situación tremendamente tensa. El lector entra en ella con pavor. Sabe que es una prueba; pero eso no le ahorra vivir con el patriarca el lance del que debe responder.

En el justo que responde, sin saber que es una prueba, no se traslucen sentimientos de rebeldía ni de tragedia. La acción externa es ordenada, obediente a un espíritu conforme. El gesto de renuncia es el único "lógico" en Abraham, una figura que es por definición confianza en Dios. La seguridad de su futuro, un futuro con el hijo, sigue fundándose en Dios. Su "lógica" no es de retener para tener, sino de crear relación nueva, que le haga ser más. Para él retener es inferior modo de posesión al de esperar, que no limita ni lo poseído ni el modo. No es el hijo que él engendró, su único, al que ama, quien le hará padre del pueblo grande, sin fronteras, sino el que le nazca como regalo a su actitud ante Dios. Este nuevo nacido será el mismo Isaac, pero con una nueva dimensión. Y es éste el que puede ser principio del pueblo de que habla la promesa, pueblo de Dios, en razón de que Abraham reconoce por encima de su relación de padre la propiedad divina sobre él.

Abraham no tiene que sacrificar al hijo de su carne: tiene que ordenarlo al hijo de su fe. En éste está aquél, agrandado hasta el infinito. Este es el hijo de la promesa, el que salva a Abraham, porque no se lo reservó. La actitud del patriarca es creadora de pueblo de Dios en el mundo; es su revelación, su signo. Abraham está para su hijo y para su pueblo en la relación que nace de la total confianza en Dios. Esa relación se funda en la humana; pero ésta se radicaliza y se engrandece por aquélla.

COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA AT
EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág. 117 ss.


7.

Los Padres de la Iglesia han visto en el sacrificio de Isaac una figura del sacrificio personal del Mesías, que ya presagia la profecía de Isaías. Este relato, en medio de su sobriedad, deja traslucir una intensa emoción. El v. 6 dice que Abraham e Isaac caminaban juntos; no dice que caminaban en silencio, pero lo que sigue así lo hace suponer; en efecto, Isaac debe sacar a su padre de su meditación y rompe el silencio espeso que gravita entre los dos hombres: «Dijo Isaac a Abraham, su padre: Padre mío. ¿Qué quieres hijo mío?, le contestó» (v. 7). «Curiosidad ingenua del niño que ignora; mutismo oprimente en el padre que sabe; patética subida según la fe».

La palabra de Abraham: «Es Dios quien proveerá el cordero para el holocausto, hijo mío», tiene un gran contenido profético; sabemos que solamente será agradable a Dios el sacrificio en el cual se ofrecerá aquel a quien Juan Bautista presentará como el Cordero de Dios (/Jn/01/29). Este tema del Cordero inmolado, puesto en lugar de aquel que debería morir, es un tema, pues, que mantiene la conducta de Dios y recorre la Escritura que nos relata esta conducta después de 4.000 años. Esta misma idea se encuentra en el fondo de la novela de FRANCOIS MAURIAC, titulada precisamente «El Cordero».

La reflexión de Abraham: «Es Dios quien proveerá», justifica el apelativo dado a la montaña: «Yavé-yiré (Yahvé ve)» (v. 14). El sacrificio de Isaac y el de Jesús están unidos en el pensamiento como la figura y la realidad que anuncia. Esto es lo que ha llevado a identificar la montaña del sacrificio de Abraham y la de Jerusalén, en la cual Jesús ofrecerá su sacrificio. El segundo libro de las Crónicas hace esta identificación: «Salomón comenzó la construcción de la casa de Yahvé. Está en Jerusalén, sobre el monte Moriah» (el mismo nombre que en Gén. XXII, 2). «José nos recuerda que se veía desde este lugar aquel en el que Abraham había sacrificado a Isaac. La tradición ha aceptado esta localización. Sin embargo, en el texto del Génesis se trata no de una montaña, sino de un país en el cual se encuentra un monte». (MONTE/MORIA:/2CRO/03/01)

El deseo de identificar los dos lugares manifiesta la íntima relación existente entre el sacrificio de Isaac y el de Jesús, entre la figura y la realidad. ISAAC/J: Es necesario reconocer que el texto del Génesis, por sí mismo, es extraordinariamente sugestivo y que, al leerlo, no se puede negar que evoca sin cesar todo aquello que misteriosamente se aplica a Cristo: Isaac nace milagrosamente, como consecuencia de una promesa de Yahvé (XXI, 2); su nombre significa gozo y exultación (XXI, 6); recibe la herencia con exclusión de Ismael, su hermano mayor, nacido de la esclava (XXI, 12); él lleva la leña del sacrificio (XXII, 6).

La tradición judía, sin duda posterior al principio de nuestra era e influenciada por la doctrina cristiana, da del sacrificio de Isaac una interpretación muy interesante para nosotros: «Un rasgo particularmente interesante es la relación establecida entre el sacrificio de Isaac y la salida de Egipto. El cordero pascual aparece como el memorial de este acontecimiento, como la Eucaristía lo es de la Cruz... Esta interpretación del sacrificio de Isaac como expiatorio para el pueblo de Israel, la relación entre la salida de Egipto y el sacrificio del monte Moriah, la concepción del cordero pascual como memorial del sacrificio de Isaac..., todos estos temas evocan la doctrina cristiana de la redención mediante el sacrificio del Calvario» (5).

Resulta extraño que se haga del cordero pascual la figura, el tipo de un acontecimiento pasado: el sacrificio de Isaac; ahí tenemos una visión que se aproxima a nuestra doctrina sacramentaria; por sí misma, resulta inusitada en la tipología judía. Esta anomalía proviene de que «el sacrificio de Isaac es considerado como si contuviese un poder meritorio que es la fuente de las gracias obtenidas posteriormente por sus descendientes».

El canon de la misa coloca el sacrificio de Abraham entre las figuras del sacrificio de Cristo en el Antiguo Testamento. Santo Tomás en el Lauda Sion coloca el sacrificio de Isaac entre las figuras eminentes, junto al cordero pascual y al maná.

También la Carta a los Hebreos concede al sacrificio de Isaac todo el valor de figura con relación al de Cristo: "Por la fe Abraham ofreció a Isaac cuando fue puesto a prueba, y ofreció a su unigénito, el que había recibido las promesas..., pensando que hasta de entre los muertos podría Dios resucitarle, y así recobró a su hijo y se convirtió en símbolo". (Hb/11/17-19).

"La fe de Abraham, obteniendo el triunfo sobre la muerte al merecer la salvación de Isaac, es un símbolo, literalmente: una parábola. Esta palabra significa comparación, aproximación. Es decir, que Isaac, escapando a la inmolación, prefigura la resurrección general y, al mismo tiempo, según una tradición exegética constante (Orígenes, Clemente de Alejandría, San Juan Crisóstomo...), la Pasión y la Resurrección de Cristo: Isaac, el hijo único sacrificado y salvado milagrosamente, es como un resucitado, el tipo de la resurrección del Señor".

L. HEUSCHEN
LA BIBLIA CADA SEMANA
EDIC. MAROVA/MADRID 1965.Pág 156 ss.


8.

PREDICACIÓN CENTRADA EN LA PRIMERA LECTURA

Contemplamos hoy el segundo paso en la historia de las alianzas de Dios con los hombres.

El domingo pasado veíamos cómo establecía Dios, a través de Noé, un pacto con toda la creación, y hoy constatamos que, por medio del pacto con Abrahán ("Juro por mí mismo: Por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa"), Dios establece una alianza con los hombres.

El episodio del sacrificio de Abrahán es interpretado corrientemente como una muestra de que el Dios de Israel abomina los sacrificios humanos, que era práctica común en muchas religiones antiguas. Con eso, se pone de manifiesto el "valor absoluto" de la vida humana, que no ha de ser sacrificada a nada. Esta es una consideración que hay que hacer resaltar en la predicación de este segundo domingo de Cuaresma. El respeto al mundo natural de que hablábamos el domingo pasado tiene una consecuencia ineludible en el respeto absoluto por el hombre, por toda vida humana, por pequeña o insignificante que pueda parecer. Dios ha establecido una alianza con toda la humanidad, y no hay ningún hombre ni ninguna mujer que quede excluido de ella. Por voluntad del mismo Dios, toda vida humana es sagrada: más aún, es la única realidad verdaderamente sagrada.

J. LLOPIS
MISA DOMINICAL 1994/03


9.

Dios no puede pedir, ni en broma, el sacrificio del hijo único y de ningún hijo. Hemos dicho que Dios tiene un gran humor, pero esto sería humor negro. Las horas que pasaría Abraham -y Sara, digo yo-, serían realmente mortales. Eso no lo puede pedir ni Dios. Ni necesita pruebas de este tipo.

Pero la historia es no sólo hermosa, sino profunda y paradigmática. Se inspira en la costumbre de ciertas religiones primitivas. Y Abraham pudo llegar a sentir esa exigencia. Abraham, camino del monte, es un monumento de obediencia. Abraham con el cuchillo alzado es un monstruo de fe. Aquí se ganó de verdad esa paternidad millonaria de todos los creyentes. Si hubiese retenido al hijo, su semilla hubiera terminado agotándose. Al desprenderse de él, se lo devuelven con una bendición que traspasa los siglos, con una promesa de infinitud. "Retener es inferior modo de posesión a esperar" (Misal de la Comunidad).

La fe de Abraham: a Dios no se le discute ni regatea nada. Es verdad que le pide todo su amor y su esperanza; pero este hijo es más de Dios que suyo; y si Dios le ha dado un hijo en su vejez, puede seguir multiplicando su semilla.

CARITAS
UN AMOR ASI DE GRANDE
CUARESMA Y PASCUA 1991.Pág. 53

 

 

 

 

 

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Situación.
En el segundo domingo de Cuaresma se puede encontrar un elemento que une las distintas líneas de las lecturas: la cruz en el horizonte, el anuncio de la muerte salvadora de Jesús.

El sacrificio de Isaac ha sido siempre, en varios sentidos, figura del de JC. La fidelidad de Abrahán le lleva hasta estar dispuesto a entregar a su hijo, porque él entendía que ése era el camino que Dios le invitaba a seguir; como JC, en Getsemaní, se dispone a seguir el camino que el Padre le pide, a pesar de toda la angustia de aquel momento; el salmo anuncia que Dios (como hizo con Abrahán) no quiere la muerte sino la vida y se convierte así, al mismo tiempo, en anuncio de la victoria definitiva sobre la muerte.

La segunda lectura recoge el tema con otras imágenes: como Abrahán no dudó en entregar a su hijo, Dios ha amado tanto al mundo que tampoco ha dudado en entregar a su Hijo (cf. d. IV de Cuaresma). La bendición que tenía como mensajero a Abrahán, ahora tendrá como mensajero al propio Dios: será una bendición absoluta.

Y el evangelio de la transfiguración es un anuncio de que la muerte de JC será gloriosa. La escena se sitúa después de que Pedro confiese (entendiéndolo mal) a JC como Mesías, y que JC anuncie la pasión. La transfiguración será entonces una experiencia profunda de JC, compartida con los discípulos, de que aquel camino de muerte es el camino de Dios: aquel que camina hacia la muerte es el Hijo amado de Dios. Su camino es el único camino que hay que escuchar y seguir.

El prefacio propio de este domingo glosa adecuadamente este contenido, que este año, en Marcos, presenta un elemento peculiar: los discípulos no entienden lo que pudiera significar "resucitar de entre los muertos": como no podían imaginarse que JC tuviera que morir, no podían encontrarle sentido hablar de resurrección.

La homilía puede ser hoy un anuncio de hacia dónde va nuestro camino cuaresmal: hacia la cruz, hacia el ser capaces de reconocer en la cruz de Jesús salvación y vida. Por una parte, habría que presentar el realismo de la entrega de Jesús: la angustia de Getsemaní, y la disponibilidad para seguir hasta el fin el camino de Dios que él descubría entre oscuridades, como había hecho también Abrahán. En la escena de la transfiguración aparece un JC que domina bien la situación (la escena quiere mostrar la gloria de la cruz), pero ello no quita que la cruz sea totalmente real y dramática (cf. las escenas anteriores, en 9. 31-38, con la dureza de la confrontación de Pedro y la reflexión subsiguiente).

Y a partir de ahí habría que invitar a la fe en esa muerte que es luminosa. La muerte, el dolor, el mal, están presentes en la vida de los hombres. No los produce Dios: no quiso que Isaac muriera, aunque Abrahán creía que esa muerte era voluntad divina. Lo que Dios ha hecho ante esto ha sido vivir toda la situación de debilidad humana con un amor total, con una entrega total: ha atravesado las oscuridades de nuestra condición iluminándolas con lo único que realmente produce luz: el amor. Y la cruz, que culmina esa entrega amorosa, es la mayor oscuridad iluminada por la luz más grande. Así, Dios ha destruido el maleficio que destruía la historia humana, y ha abierto un camino. La salvación, para nosotros, será creer muy firmemente que ése que muere en la cruz es realmente el Hijo amado de Dios, y al mismo tiempo escucharlo, es decir, vivir muy intensamente nuestra debilidad humana buscando sólo la fuerza del amor y de la entrega servicial (y cada uno sabrá cómo se lo concreta personalmente).

Un elemento complementario que puede ayudar hoy es la comparación entre el sacrificio de Abrahán y el de Jesús. Una de las claves de la escena de Abrahán es la crítica del escritor sagrado a la práctica de los sacrificios humanos que entonces se estilaba en Palestina. Abrahán cree de buena fe que Dios le pide la muerte de su hijo, pero Dios le aclara que no es ésa su voluntad, sino más bien lo contrario: Dios da vida, y quiere que Abrahán sea origen de un pueblo de gentes fieles a esta vida. Y el sacrificio de JC será, en definitiva el momento culminante de esa fidelidad a la vida: JC dedica toda su existencia a dar vida, amor, solidaridad; y, si tiene que llegar hasta la muerte, no es porque la desee, o porque Dios le mande que muera, sino porque no quiere echarse atrás en este proyecto vital; serán los que quieran destruir ese proyecto, los que van a matarlo.

La vida cristiana nunca será, por tanto, el cumplimiento esforzado de unas leyes que se suponen impuestas por Dios (y menos aún la exigencia a otros del cumplimiento de esas leyes), sino la búsqueda cada uno, del propio camino de entrega fiel de la propia existencia a Dios y a los hombres sabiendo que este camino estará siempre lleno de oscuridad y también de ambigüedades.

J. LLIGADAS MISA DOMINICAL 1988, nº 5

Recomendamos la lectura de la preciosa homilía de Juan Pablo II con motivo de su peregrinación espiritual a la tierra de Abraham, nuestro padre en la fe

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