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H O M I L Í A

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DOMINGO II
DE CUARESMA
CICLO A

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En la primera lectura hemos escuchado cómo Dios llama a Abrahán a emprender un camino, un camino incierto que tendrá que ir descubriendo, pero un camino que es de "bendición", es decir, de vida. El pasado domingo decíamos que estas semanas de Cuaresma son para nosotros una gracia -una llamada de Dios- para revisar y renovar y mejorar nuestro camino cristiano. Las lecturas de hoy nos ayudan a recordar cuál es el origen de este camino, cuál es la meta hacia la que nos conduce y también que, si bien el camino no es fácil, tenemos una brújula de indudable solvencia para orientarnos en nuestro avanzar.

J/H-AUTENTICO. Pero fijémonos primero en la narración del evangelio. Los evangelistas -y especialmente Mt, Mc y Lc- no nos presentan a Jesús como si fuera un Dios disfrazado de hombre sino que nos hablan de un hombre que -como todo hombre- avanza por un camino humano, hecho de búsqueda y de lucha, de descubrimientos y de decisiones. Y es así, siguiendo su camino humano, como Jesús -según los evangelistas- transparenta Dios. Jesús acaba de anunciar a sus discípulos que veía que su camino tendría que pasar por el fracaso y el máximo sufrimiento, es decir, por la pasión y muerte, aunque creía que desembocaría en la resurrección. Porque veía que los poderosos estaban cada vez contra él, el pueblo dudaba y sólo le seguían aquellos pocos discípulos.

Es en este momento crítico cuando Jesús tiene más necesidad de orar, de sentirse en comunión con su Padre. Por eso sube a la montaña y por eso -porque también él se siente débil- quiere hacerlo en compañía de los tres discípulos -Pedro, Santiago y Juan- que sentía más cerca, más amigos. Y es allí, la única vez durante su camino humano, como el hombre Jesús transparenta visiblemente el Dios que también es. "Su rostro resplandeció como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz" dice san Mateo en un intento de describir con palabras humanas esta transparencia de Dios en Jesús. Y cuando dice que "una nube luminosa los cubrió con su sombra", y que de la nube surgió una voz, hemos de recordar que según el lenguaje de la Biblia -del A.T.-, esta nube significa la presencia de Dios y es desde la nube que habla el Dios a quien nunca nadie ha visto. El Dios que entonces los atribulados discípulos descubrieron en el rostro de Jesús, y que no tardarán en ver este rostro que, volverá a ser como el de cualquier otro hombre, cubierto de sangre y de escupitajos.

Para ellos el Dios del cielo dice: "Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo". Palabras para Pedro, Santiago y Juan, palabras para todos y cada uno de nosotros, palabras -también- para el mismo Jesús que, en la cruz se sentirá como abandonado de su Padre.

Pero volvamos a lo que decíamos al principio. Las lecturas de hoy nos han hablado del camino nuestro, personal, que Dios nos invita a revisar, renovar y mejorar durante estas semanas.

CR/VOCACION: Nos han recordado el origen del camino. Cómo en aquel antiguo personaje a quien la tradición llama "el padre de los creyentes", cómo en Abrahán, el origen de nuestro camino personal es una vocación de Dios, es decir: una llamada que Dios dirige personal e intransferiblemente a cada uno de nosotros. Como nos ha dicho también la segunda lectura: "Dios nos llamó". Y añadía san Pablo: "no por nuestros méritos" sino por su gracia, es decir: por amor. Por amor a cada uno de nosotros Dios nos llama. Nos ha recordado también la meta de nuestro camino. Para Abrahán, hace 40 siglos, era una tierra nueva y un gran pueblo, o también -en lenguaje bíblico- "una bendición", es decir: vida nueva y plena, vida de Dios. San Pablo nos hablaba de "una vida santa" que ha devenido posible porque Dios, por JC, "destruyó la muerte y sacó a luz la vida inmortal". No seamos modestos o escépticos o pesimistas al pensar en la meta de nuestro camino -una meta que ya vamos alcanzando mientras avanzamos por nuestro camino- porque Dios no es para nosotros ni modesto ni escéptico ni pesimista: quiere darnos, y nos da ya, una vida plena que es bendición, tierra nueva, fecundidad.

La muerte -y todo lo que la muerte significa- sigue presente en nuestro camino pero Dios nos asegura que la muerte no es la vencedora, que la muerte ha sido destruida, que tiene y tendrá más fuerza la vida, el amor, Dios. Es decir: aquello que afirmaremos y celebraremos en la gran fiesta de Pascua.

Y, finalmente, las lecturas nos han recordado que si en nuestro camino hay dificultades y crisis, tenemos una brújula de indudable solvencia: "este es mi Hijo, el amado: escuchadlo". La palabra de Jesús, el mismo Jesús, nuestro hermano y Señor, es nuestra brújula para el camino y es también -como decíamos en la primera oración de la misa- nuestro alimento para este camino. En las dificultades, dudas, luchas y crisis de cada día, si sabemos subir a la montaña para orar, es muy posible que de un modo u otro intuyamos que también por nuestra vida pasa la gracia transfiguradora de Dios, la bendición de Dios, JC. Sentiremos que nos guía con su palabra, nos ayuda con su ejemplo, nos alimenta con su cuerpo y sangre.

J. GOMIS
MISA DOMINICAL 1990/06


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