barra-01.gif (5597 bytes)

H O M I L Í A S 

barra-01.gif (5597 bytes)

DOMINGO IV
ADVIENTO
CICLO B

PARA VER LA IMAGEN AMPLIADA HAGA CLIC SOBRE LA MISMA


Este domingo último de Adviento es ya una preparación inmediata de la celebración de la Navidad. María nos es presentada como el gran ejemplo de cómo abrirse a la venida del Señor. Una venida que acontece en la concreta realidad de la historia humana, fruto de una larga esperanza en el pueblo de Israel, en la sencillez de una familia del pueblo. Pero a la vez, y quizá por ello mismo, nos abre a la gran esperanza, a la gran alegría, que no podemos reducir a una superficial celebración en la inmediata Navidad. Es preciso que llegue a lo más hondo de nuestra vida.

-MARÍA, EJEMPLO.

No es un hecho casual que en las vigiláis de la Navidad se nos presente en la lectura el ejemplo de María. Mucho más que exhortaciones más o menos teóricas, será útil referirse al ejemplo concreto de aquella muchacha de Nazaret. Ella -como nosotros hoy- recibe el anuncio de la venida del Señor. A su vida, a su realidad, incluso a su carne. Y se abre a esta venida con absoluta confianza, con plena fe, aunque no comprenda cómo se realizará, aunque supere sus esquemas naturales ("¿cómo será eso?").

Pero ella sabe decir -vivir- su "sí" sin reservas. Es una respuesta de fe y de esperanza, mucho más allá de las previsiones naturales, cotidianas. Es el ejemplo que se nos propone hoy, en víspera de la Navidad. También nosotros debemos disponernos para acoger la constante venida del Señor, especialmente en la inmediata celebración navideña, sabiendo abrirnos a una actitud de fe, de esperanza, de pobreza, de alegría... sabiendo decir un "sí" confiado a la irrupción del Señor en nuestra vida. Como la tierra acoge la semilla para que dé fruto.

"El Señor está contigo", se le dijo a María. El Señor está con nosotros, se nos dice hoy. Para fecundar nuestra vida. Sólo es preciso una condición: que nos abramos muy de verdad a su venida.

Que le acojamos en lo más hondo de nuestro ser y de nuestro hacer. Que no celebremos una Navidad superficial, sino que rompamos la barrera de autodefensa ante la venida del Señor y nos dejemos penetrar por Él. Es preciso sentirnos pobres, sencillos, necesitados -como María- para acoger la venida salvadora, renovadora, del Señor. Entonces "el Espíritu Santo vendrá sobre nosotros" para fecundarnos.

-NO NOS ENGAÑEMOS.

La primera lectura de hoy nos ofrece una posibilidad de reflexión ante la inmediata celebración de la Navidad. Quizá nosotros, como David, estaríamos tentados -con la mayor buena fe, como él- a pensar que debemos corresponder al amor de Dios haciendo algo. David quería construir un templo para el Señor; nosotros quizá pensemos en dar algo, en hacer mañana o en uno de estos días de Navidad aquello que llamamos "una obra de caridad". Celebraremos con sincera alegría la Navidad, nos sentiremos -nos parecerá que nos sentimos- mejores, que queremos ser mejores.

Pero el Señor dice a David que lo que importa no es tanto que le construya un templo sino estar siempre junto con su pueblo. Es el gran anuncio de lo que nosotros llamamos la Encarnación de Dios:

Dios se identifica con el hombre, con su vida real más honda. No vale situarle -limitarle- en algo de más a más, en un templo, en una caridad, en una buena acción. Dios -es el sentido de que se haga hombre como nosotros- quiere que le recibamos, que le acojamos, en el centro, en el corazón de nuestra vida.

No nos engañemos celebrando la Navidad en aspectos superficiales de nuestra vida. Sí, será bueno celebrarla con fiesta, abrirnos a nuestros hermanos más necesitados con una ayuda económica, con una visita, con un gesto de amor. Pero no se juega ahí lo más importante: sólo celebraremos auténticamente la Navidad si acogemos la venida del Señor a lo más importante, a lo más hondo, a lo que pesa más de nuestra vida de cada día.

J. GOMIS
MISA DOMINICAL 1978/23

30 homilías más para este domingo