30 HOMILÍAS PARA EL DOMINGO CUARTO DE ADVIENTO
CICLO B
1-6

1. H-NUEVO/SORPRESA.

Tomó Dios una vez más la iniciativa: envió su mensajero a una muchachita de Nazaret, desposada con un hombre llamado José. Y se escuchó en el mundo el saludo que llevaba el sello divino del amor y la gracia:

-Alégrate, llena de gracia; el Señor está contigo. Recela siempre, querido lector, cuando el presunto mensaje divino aparezca oprimiendo, cargando, explotando; cuando no lleve el sello del amor gratuito. O es falso el mensajero, o tus oídos están cerrados para el Anuncio. La presencia de Dios para quien a El se abre, ha de abrumar siempre con Anuncio tan grato y sorprendente: "Ella se turbó ante esas palabras, y se preguntaba qué significaba semejante saludo".

Al Anuncio del amor y de la predilección de Dios por el hombre, no sigue una exigencia que nuble la verdad, bondad y belleza del mismo Anuncio; sigue una promesa de vida nueva; de salvación y restauración del hombre deteriorado, que ve de pronto cómo la esperanza surge en su corazón. La sorpresa del hombre que recibe de Dios la promesa de hacer de él "un hombre nuevo", es gemela de la sorpresa de María:

-¿Cómo es posible que llegue a ser un hombre nuevo, si conozco mis limitaciones? Y la respuesta es:

-Dios toma la iniciativa con la fuerza de su Espíritu.

-Pues, si es así, que la palabra de Dios se encarne en mí.

No temas lector, que la iniciativa y la gratitud de Dios paralicen la actividad humana y produzcan seres pasivos, como piensan los adoradores del destajo y la competitividad. Muy al contrario: serenado el hombre y revitalizado en su espíritu, estará maduro para gastar su vida caminando hacia sus hermanos: María se puso en camino, y fue "aprisa" a casa de Isabel.

El Adviento viene a traernos la Buena Noticia de que Dios se acerca a nosotros para hacer de nuestra historia una Historia de Salvación. ¡Cantaré eternamente las misericordias del Señor! Preparamos la fiesta del Emmanuel, Dios con nosotros.

MIGUEL FLAMARIQUE VALERDI
ESCRUTAD LAS ESCRITURAS
REFLEXIONES SOBRE EL CICLO B
Desclee de Brouwer BILBAO 1990.Pág. 24


2. 

-La condición humana del Salvador.

Al fijar la atención en la próxima fiesta del nacimiento del Señor, la comunidad cristiana ha de descubrir que ese Cristo que esperamos, que ha de venir al final de los tiempos para ser todo en todas las cosas y consolidar para siempre la transformación radical del mundo ha sido un hombre como nosotros, ha nacido de una mujer y ha compartido nuestra misma existencia humana con todos los límites y debilidades que ello comporta.

Para resaltar esta convicción el celebrante tendrá que partir en su homilía del fragmento del AT que se lee en la primera lectura y del pasaje evangélico. En esos textos aparece resaltada la pertenencia de Jesús a la raza judía y su encarnación en el seno de la Virgen María. Por otra parte, éste puede ser un buen momento para sugerir la importancia que reviste el papel de María en el desarrollo del plan salvador de Dios. Gracias a su aceptación, Dios ha asumido un cuerpo humano y se ha incorporado a una comunidad humana concreta, en un momento determinado de la historia.

-De la dinastía de David.

Es importante que la comunidad cristiana sepa situar el nacimiento del Señor en el marco de la historia de la Salvación y como cumplimiento de las promesas hechas por Dios a lo largo del AT. Jesús constituye el centro de esa historia. En él culminan las intervenciones salvadoras que Dios ha ido realizando a través de los Patriarcas y de los Profetas. En él se concentra toda la esperanza mesiánica del pueblo de Israel. En este sentido pueden ser interpretadas las palabras de Dios a David: "Te haré grande y te daré una dinastía. Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia y tu trono durará por siempre" (1a.lectura). Estas palabras quedan confirmadas con las que leemos en el evangelio: "El Señor Dios le dará el trono de David su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin".

Esta reflexión deberá ayudar a los fieles a tomar conciencia de que el Dios del AT, el Dios que liberó a Israel de la esclavitud y lo condujo a la tierra prometida, es el Dios que se manifiesta ahora en Jesús, el Mesías, que libera a los hombres de toda opresión y de toda servidumbre. De este modo, las esperanzas de libertad y de felicidad, que anidan en el corazón de cada hombre, se concentran ahora en Cristo.

-En Jesús se desvela el Misterio de Dios.

El misterio escondido desde los siglos en Dios (2a.lectura) no es sino su proyecto de salvación universal. Su voluntad de hacer hijos suyos a todos los hombres. Este proyecto ha sido desvelado en Xto. Él mismo es la expresión de ese amor desbordante de Dios que le impulsa a darse al hombre como un regalo, a comunicarse con él. Dios es amor. Y ese amor de Dios -que es Dios mismo- se ha manifestado para siempre y de manera plena en el Cristo que se hace hombre, solidario con su causa, y entrega su vida en la cruz.

-María, el nuevo templo de Dios.

No debería faltar una referencia explícita a María, a su significación excepcional en la liturgia de este domingo. Ella es el nuevo templo de Dios y la nueva arca de la alianza. Esta referencia, que aparece sugerida en la primera lectura, nos permitirá evocar la figura de María, Madre del Salvador, en cuyas entrañas virginales Dios ha establecido su verdadero templo, su morada terrena más privilegiada y limpia. Ella es el templo vivo de Dios, santificado por el Espíritu; y su vida, entregada incondicionalmente a él -ella es la esclava del Señor-, se convierte estos días que preceden a la Navidad en una alabanza incesante, en un "magnificat" viviente. Esta referencia -que no debe faltar- contribuirá a dar al Adviento el sentido mariano que le corresponde.

JOSÉ MARÍA BERNAL
MISA DOMINICAL 1984/24


3. NV/QUÉ-ES

Una humilde muchacha, María de Nazaret, es nuestra mejor maestra en la víspera de Navidad. Después de tres semanas de Adviento nos disponemos, en unión de miles y miles de comunidades cristianas en todo el mundo, a celebrar el misterio central de la historia: el nacimiento del Hijo de Dios como Hermano nuestro.

Y el mejor modelo para acogerle lo tenemos en María, "la Virgen que le esperó con inefable amor de Madre" (prefacio de hoy). Ella le recibió en sí misma, como carne de su carne. Ella dijo "sí" a Dios: hágase en mí según tu palabra. Y tuvo a Xto Jesús, en un adviento prolongado, dentro de sí misma.

Por eso, hoy, último domingo de Adviento, la recordamos con gozo en nuestra Eucaristía. Porque Dios la llenó de gracia. Porque creyó. Porque esperó. Porque fue madre. Realmente María es la que mejor ha celebrado en la historia el Adviento y la Navidad. Hemos leído cómo a David se le prometió que iba a tener una dinastía eterna, y que de su descendencia iba a salir el Mesías Salvador.

Por eso las palabras del ángel a María de Nazaret anuncian el cumplimiento de la promesa: a tu hijo Jesús, Dios le dará el trono de David su padre, y reinará, y su reino no tendrá fin...

Esta noticia tiene un sentido entrañable para nosotros en vísperas de la Navidad. Xto Jesús ha nacido de una familia humana. No ha venido como un ángel, ni como un ser extraño a nuestro mundo. El Mesías ha querido tener raíces familiares concretas, nombre y apellido. María y José son los eslabones más próximos de una cadena que hace que Xto Jesús sea hermano nuestro, arraigado en un pueblo, en una historia. Ese ha sido el plan de Dios. El plan que dice Pablo, en la carta a los romanos, que había estado escondido durante siglos y que se ha revelado de una vez por todas en Xto Jesús: que Dios quiere la salvación de todos los pueblos sin distinción. Que todas las naciones de la tierra están llamadas a la fe.

Así, el hijo de María es a la vez hijo de David, o sea, miembro de la humanidad, e Hijo de Dios, el Salvador que Dios envía a todos. Esa es la Buena Noticia que nos llena de alegría hoy a todos.

Esa Buena Noticia la ha escuchado y la ha creído, en nombre de todos, María de Nazaret. Nosotros también la hemos escuchado, en comunidad, hoy: Alégrate, comunidad cristiana; alegraos, creyentes de todo el mundo, el Señor está con vosotros...

Muchos, en el mundo, en torno nuestro, no saben exactamente qué celebran en la Navidad. Harán fiesta, sí, y se regalarán cosas, y serán "oficialmente" felices. Pero los cristianos nos disponemos a celebrar una Navidad más profunda, a un nivel de fe. Con las mismas actitudes que hemos visto en la Virgen María: confianza en Dios, humilde agradecimiento, total apertura a su voluntad, alegría por el nacimiento del Salvador... Lo demás es consecuencia: porque es una Noticia como para hacer fiesta, y alegrarse, y reunirse en familia, y felicitarse...

Creemos en el anuncio que a todos se nos ha hecho: que Dios quiere salvarnos y nos envía a su Hijo. Y por eso celebramos fiesta.

Ya desde ahora es Navidad. Desde el momento en que nos hemos reunido para celebrar la Eucaristía, ya está Cristo en medio de nosotros. Y nos hemos puesto en actitud de escucha de la Palabra de Dios, con los mismos sentimientos de la Virgen: hágase en mí según tu Palabra. Y ahora celebramos la Eucaristía, con la convicción de que el mismo Espíritu que hizo fecunda a la Virgen, es el que convierte este Pan y este Vino en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo Jesús.

Cada Eucaristía es Navidad, porque es presencia intensa y especial del Salvador entre nosotros. Con la de hoy, es como más profundamente nos preparamos a celebrar el Misterio del Nacimiento, la Fiesta de la Navidad.

J. ALDAZABAL
MISA DOMINICAL 1978/23


4. FE/OBEDIENCIA  M/FE-ENTREGA LO QUE SUPONE DECIR SI A DIOS COMO MARÍA. 

AUTOSUFICIENCIA: AL QUE SE CREE DIGNO Y CAPAZ DIOS LE DEJA QUE SE LAS ARREGLE POR SU CUENTA. 

A-D/ENCARNACION /Jn/03/16 DA VÉRTIGO PENSAR EN ESTE MISTERIO. 

ENC/DIGNIDAD-H "LO HICISTE APENAS INFERIOR A UN DIOS" Sal 008, 05-07.

-En busca de una casa.

¿Eres tú quien me va a construir una casa para que habite en ella? El hombre religioso cree que puede complacer a Dios con sus obras y asegurarse, mediante ofrendas, la propia salvación.

Establece unas coordenadas espacio-temporales y psicológico-morales, y cree encerrar dentro de ellas al Dios de la libertad.

Pero ni David ni Constantino, ni el Vaticano ni el Concilio, podrán convencer a Dios sobre el lugar y el tiempo y el modo de su presencia salvadora. Dios es libre y es imprevisible. Y, sobre todo, Dios es gratis. La salvación corre de su cuenta. Y las casas donde habitar las prepara él.

Cuando quiso habitar entre los hombres, no por nada, sino porque los amaba y necesitaba manifestarles su amor y salvarles de sus dramáticas dolencias, buscó el lugar donde quedarse.

Conocéis la historia. No buscó lo grande, lo brillante, lo influyente, ni siquiera lo santo: buscó una muchacha, la más pequeña del pueblo más vulgar de la nación más oprimida. "Y la doncella se llamaba María".

No es que fuera tan buena y tan santa que atrajera la mirada y el corazón de Dios, sino que la mirada y el amor de Dios la hizo tan buena y tan santa. ¡Qué misterio! Las preferencias de Dios no hay hombre que las entienda. La iniciativa siempre parte de Dios, y cuando Él actúa deja siempre la marca inconfundible de la pequeñez y de la humildad. O sea, que Dios no quiere nuestras cosas, sino nuestro vacío; no quiere nuestras virtudes, sino nuestra pobreza; no quiere nuestros méritos, sino nuestra fe.

Al que se cree digno y capaz, Dios le deja que se las arregle por su cuenta. Pero al que se cree pequeño e insuficiente Dios le envía el ángel de la Anunciación. "Porque miró la pequeñez de su esclava".

Pide nuestra fe. O sea, pide que confiemos en Él, que estemos pendientes de toda palabra que sale de su boca, que nos pongamos en sus manos, que le dejemos actuar en nosotros y por nosotros, que le digamos FIAT, que le digamos SI. Y que se lo digamos cariñosa y gozosamente, como el niño más pequeño al Padre más querido. Sí, Papá. Lo demás ya es cosa suya.

Parece fácil, pero no lo es en modo alguno. Vivir de y para la palabra de Dios exige vacío absoluto y docilidad plena. No puede uno hacer sus propios cálculos y proyectos; no puede acariciar sus logros y sus cariños; no puede acomodarse ni instalarse en parte alguna; no puede pararse a descansar ni mirar hacia atrás; no puede acobardarse o dejarse llevar del vértigo. Decir sí a Dios exige la mayor confianza y la mayor audacia. Hay que tener la fe y la decisión de Abrahán, capaz de sacrificar al hijo único, el objeto de su mayor amor y de su única esperanza. Decir sí a Dios es no mirarse más a sí, estar siempre a la escucha, no dudar ni regatear nada, esperar contra toda esperanza, estar dispuesto a todo.

El ángel de la Anunciación no ha terminado aún sus encargos. Tiene un anuncio que dar a cada uno de los pequeños. Porque la obra de Dios no ha terminado y quiere seguir dejándose ayudar.

Dios sigue necesitando de una madre que le acoja en su corazón y lo revista de carne. Dios sigue necesitando de un padre que le defienda de tiranos y le ayude a crecer. Dios sigue necesitando de hermanos y hermanas que compartan sus bienes y sus necesidades, sus alegrías y sus tristezas, sus crisis y sus ideales. Dios sigue necesitando de amigos que le comprendan y le sigan, que estén con él y se dejen querer. Dios sigue necesitando de apóstoles que prolonguen y completen su obra, que sean testigos de su Reino. Dios sigue necesitando de ti. Dios espera cada día tu "fiat". Dios espera tu "sí".

"Y la Palabra se hizo carne". Es punto culminante de nuestro Credo. Dichosa la joven María que acogió la Palabra y la revistió de su carne. Dichosa siempre. La Teotokos. Pero bendita sea, antes que todo, la Palabra que quiso llegar hasta nosotros y enseñarnos. Que Dios se haga hombre es, ante todo, un misterio de amor. "Apareció la ternura y la filantropía de Dios".

Da vértigo pensar que Dios haya aterrizado y se haya humanado tan verdaderamente. Porque ¿qué es esta tierra diminuta en el cosmos inmenso? "¿Y qué es el hombre para que te fijes en él?" Y, sobre todo, ¿qué es el hombre para que te enamores de él y te hagas hombre como él? Se calcula que existen en el universo 600 millones de planetas con las mismas condiciones de la Tierra para ser habitados, y en los que puede haber seres vivos e inteligentes. ¿Por qué y para qué tuvo que venir Dios a este manicomio humano? ¿No será un sueño de los nuestros? Da vértigo pensar que Dios se haya rebajado tanto y tanto. Porque su encarnación no fue aparente ni apoteósica, sino real y humillante. Pensar, no sólo en la cruz, sino en los 30 años de vida oculta, totalmente desconocidos... ¿Para eso viene Dios? Da vértigo pensar que un Dios haya sentido nuestras flaquezas.

¿Te imaginas un Dios llorando o temblando de miedo o de ira? ¿Qué es el hombre para que te fijes en él? La Encarnación es misterio. Si miramos a Dios, la respuesta está en el "tanto amó Dios al mundo que le envió a su Hijo único" (Jn 03, 16). ¡Tanto! Si miramos al hombre, tendremos que repetir, pero en sentido valorativo, pero "¿qué es el hombre para que te fijes en él?", "lo hiciste apenas inferior a un dios" (/Sal/008/05S).

Nos hemos avergonzado muchas veces de ser hombre. Otras veces nos hemos irritado o nos hemos deprimido o nos hemos reído del hombre. Y hay razones sobradas para todo esto. Y, sin embargo, repetimos: "lo hiciste apenas inferior a un dios". Aseguramos: "en el hombre hay más cosas dignas de admiración que de desprecio"

Al encarnarse, la Palabra eleva infinitamente el valor del hombre. Reconoce, hombre, tu dignidad. Dignidad que aún no se ha manifestado plenamente sino en Cristo. Cristo es el Hombre Nuevo que ha de llegar. La Encarnación es semilla de futuro.

Por otra parte, la Encarnación se renueva constantemente. Si el Hijo de Dios se encarnó en el seno de María, hoy se sigue encarnando en el seno de la Iglesia. La Palabra de Dios no sólo se hizo, SE HACE carne. La Palabra se encarna en todo el que la escucha y la acoge, como María. Cada creyente puede ser madre de Cristo (Mt 12, 48-50).

El ángel de la Anunciación no ha terminado sus encargos. Pero esta vez el ángel no es alado ni tiene por qué ser un profeta consagrado. El ángel puede ser cualquiera, incluso puede ser una palabra o un acontecimiento.

Y el mensaje será siempre propuesta de amor. No te pedirá el Señor la ofrenda de una casa, pero sí que quiere hacer de ti una casa, o mejor, que quiere hacer en ti su casa. Resulta que ya está ahí la Navidad y Dios sigue buscando una casa para nacer. A la vez, sigue ofreciéndote una casa y una dinastía, es decir, el cumplimiento de tus esperanzas, la plenitud de tus deseos, la consecución de tus ideales, la perennidad de tus obras, la inmortalidad de tu persona. Tú no morirás para siempre, ni morirás del todo. Tu casa y tu reino no tendrán fin.

Todo esto te lo dará el Señor a cambio de tu fe. Sólo te pide que creas en él, que te fíes de él, que le dejes hacer a él. Te pide un "sí" confiado y entregado. No te pide cosas, sólo te pide tu voluntad, tu corazón.

CARITAS
UN AMOR ASI DE GRANDE
ADVIENTO Y NAVIDAD 1990.Pág. 81

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La Palabra se encarna en la comunidad que celebra su fe, en la reunión de los que se quieren, en los grupos que se entregan al servicio y tienen hambre de justicia. La Palabra se encarna, y éste es lugar privilegiado de encarnación, en todos los que sufren: pobres, débiles, enfermos, marginados.

La Palabra quiere seguir encarnándose en nosotros. Hagamos nuestra la sublime oración de Sor Isabel de la Santísima Trinidad: "¡Oh, Fuego abrasador, Espíritu de Amor! Venid a mí, para que se realice en mi alma como una encarnación del Verbo.

Quiero ser para Él una humanidad suplementaria donde renueve todo su misterio".

CARITAS
UNA CARGA LIGERA
ADVIENTO Y NAVIDAD 1987.Pág. 69 ss.


5.

-Estos domingos de Adviento quieren prepararnos para que vayamos centrando todo nuestro corazón, toda nuestra mente, todos nuestros sentidos en Jesús de Nazaret. 

-Los domingos anteriores era Juan Bta quien nos decía: no estáis preparados para recibir el regalo de Dios... "preparad el camino del Señor... está en medio de vosotros y no le conocéis"...

Habéis de cambiar mucho si queréis ver y oír lo que el Señor ha decidido hacer para bien de la humanidad que tanto quiere. El Bautista es, pues, la voz de generaciones de profetas que gritan sin parar: abrid al Señor que incansablemente llama a vuestra puerta.

-En este domingo, ya tan próximo a la fiesta de la Navidad, es la mujer MARÍA quien afortunadamente se encuentra ya preparada para acoger el don de Dios.

En la Anunciación y en la Encarnación, vemos a María como la humanidad que espera ansiosa que Dios le cuente ese "misterio mantenido en secreto" tantas generaciones. María es como el centinela que, bañado en la tiniebla, aguarda los primeros rayos de un nuevo Sol para dejarse llenar de su Luz. María es la primera que con todo su corazón, con todo su cuerpo, acoge el calor de esa palabra misteriosa de Dios. María ESCUCHA, María NO COMPRENDE, pero María se ofrece a colaborar, SE PONE ENTERA A DISPOSICIÓN DEL PLAN SECRETO DE DIOS. Y su cuerpo es como esa "tierra preparada que escucha, guarda el mensaje en su corazón y da fruto abundante": Jesús de Nazaret empieza a ser realidad porque lo quiere Dios y porque María asume, asombrada, ese querer de Dios.

-Cuando la Iglesia desde los primeros tiempos confiesa, asombrada también, la virginidad de María, lo hizo al caer en la cuenta de que Jesús no es resultado del solo querer nuestro. Jesús de Nazaret era el fruto resultante de una iniciativa explícita de Dios y de una confianza plena de María. Por eso Jesús es inseparablemente Dios y hombre: Dios con nosotros. Por eso Jesús pertenece al Padre y nos pertenece a nosotros. Es de Dios y es uno de los nuestros. En Jesús vemos al Padre, en Jesús vemos al "hombre". ¿Es complicado el proceder de Dios? Lo que ocurre es que "el Padre revela estas cosas tan grandes a los sencillos". Y en el misterio de la Encarnación, en Nazaret, se encuentra encerrada, en el seno de María, como en una semilla, toda la densidad de la nueva humanidad que Dios ha abrazado incondicionalmente, y que ya nunca más va a abandonar. Dios es ya nuestro compañero de fatigas, y nuestras impaciencias y nuestros errores, lo mismo que nuestros logros, los va a sentir ya en carne propia como suyos. En la Encarnación hay algo de definitivo porque, como dice el ángel a María "su reino no tendrá fin", será para siempre el Dios que salva (Jesús), el Dios-con-nosotros.

-El compromiso que el Señor toma con nosotros en la Encarnación, como solidaridad, es una invitación a revisar nuestro modo de estar-en-el-mundo, a ver lo que nos cuesta salir de nuestro pequeño mundo individual o de grupo para embarcarnos en una sincera postura solidaria con todas sus consecuencias: vivir con otros muchos el proyecto de Dios.

-María se convierte, pues, en una advertencia para nosotros, para la comunidad cristiana, para la Iglesia, para sus pastores. Al menos sobre dos puntos: en primer lugar hemos de preguntarnos si como María estamos abiertos a la escucha del proyecto de Dios aquí y ahora... o bien si andamos con prejuicios o ya creemos saber todo aquello que solemos llamar "la voluntad de Dios". Nadie en cualquier caso tiene la exclusiva de ese querer de Dios. Sólo la comunidad eclesial que, como María, espera, escucha, no comprende pero se ofrece. En segundo lugar hemos de preguntarnos si, como María también, aceptamos lo que nos cuesta comprender el proceso difícil de la encarnación que hemos de continuar. Si Dios tiende a "bajar", a ser uno más entre nosotros, incluso a esconderse, ¿no seguiremos nosotros empeñados en "subir", en aparentar, en imponer a la fuerza nuestros planes como Iglesia triunfante e influyente?

-Resulta terriblemente paradójico: ese "Dios" que tan silenciosamente se encierra en el seno de María, inicia así un camino de solidaridad que va a pasar casi inadvertido a los ojos de los hombres... que tienen un proceder tan distinto al divino.

Por otra parte, Jesús no explicará con palabras su encarnación, ni la anunciación, ni su procedencia del Padre y de María. Jesús no explicará que es Dios-con-nosotros... Algunos pobres lo comprenderán. Toda su actividad va a mostrar que efectivamente, ha decidido liberarnos del pecado, de la enfermedad, de la pobreza, del desamor. Y esa decisión de Dios... espera la nuestra.

DABAR 1981/04


6.

Los evangelios son escritos después de la resurrección de Jesús y desde la fe en esa resurrección. Es evidente que Lucas no hace historia como la haría un historiador moderno. Lo que escribe no puede tomarse al pie de la letra, porque recoge los hechos como eran interpretados por la comunidad cristiana primitiva; hechos en los que se palpaba la acción liberadora de Dios. Por eso, y de acuerdo con aquella mentalidad, los revestían con señales divinas. Y ahora nos es ya imposible separar lo histórico del simbolismo con el que ha sido rodeado.

Este pasaje evangélico es muy delicado a causa de su género literario, su composición imaginativa y la lectura historicista que se ha hecho de él. Es necesario que ahondemos en su mensaje, superando el modo en que se nos ha comunicado.

1. Protagonistas de la narración

El mundo seguía su curso. Los poderosos continuaban haciendo sus planes. Y, entretanto, en un rincón despreciado, acontecían secretamente unos hechos que iban a cambiar la historia de los hombres.

Lucas nos presenta el anuncio del nacimiento de Jesús como el cumplimiento de todas las promesas hechas por Dios a los hombres en el Antiguo Testamento, como la Buena Nueva -respuesta plena- a las esperanzas del pueblo.

Por su belleza literaria y por la hondura de su mensaje, este pasaje es uno de los textos centrales del Nuevo Testamento.

Son cinco los protagonistas que en él intervienen: Dios, Jesús, el Espíritu Santo, María y la salvación.

Dios es quien actúa desde el fondo. Un Dios que dirige los caminos de la historia de Israel, y que ahora va a dar cumplimiento a la promesa de manera decisiva en María: hablando a través del ángel, que es la expresión de su cercanía; actuando creadoramente por medio del Espíritu; haciéndose presente en el Hijo que va a nacer de María.

Jesús viene a dar respuesta afirmativa y definitiva a todas las esperanzas de los hombres. Es el Mesías, el fruto del Adviento -espera- de la historia humana, que culmina en María. La persona de Jesús, su mensaje y su vida, es fruto de un don del Padre: no había nada en el mundo de los hombres que pudiera dar como resultado previsible la aparición de Jesús. Por esa razón, su nacimiento sigue cauces distintos del nacimiento de los demás hombres. Sólo existía la esperanza abierta a la intervención de Dios. Abertura de la que es ejemplo María. El Espíritu Santo se adueña de María y la convierte en madre. Es el momento culminante de su manifestación o epifanía.

María ocupa un lugar eminente, pero secundario, en el relato. Es la imagen de la humanidad expectante ante el misterio de Dios. Concretiza la esperanza de Israel y el caminar de los pueblos y de los hombres que buscan su verdad y su futuro. Es la realidad del hombre enriquecido por Dios. Más que Juan Bautista, más que todos los profetas, representa a la humanidad insatisfecha que ama y espera, a la humanidad que acepta a Dios, que admite su Palabra y se convierte en instrumento de su obra. El saludo que le hace el ángel es probablemente el más impresionante de toda la Biblia; todas las palabras tienen intencionalidad mesiánica; Dios está en ella "llenándola de gracia" para la tarea que va a desempeñar. María creó dentro de sí el gran vacío -humildad- capaz de contener a Dios. Su disponibilidad fue total. Todo lo que es, es un don plenamente aceptado: fue totalmente transparente a Dios.

Todo el relato se orienta hacia una meta precisa: la salvación de todos los hombres. Una salvación que ya está significada en la figura de María, que espera en silencio, que escucha la palabra de Dios y la pone en práctica.

2. Experiencia religiosa de María

Toda esta narración reposa sobre una experiencia religiosa de María, misteriosa, de una gran riqueza y de una histórica realidad. Su fuente serían los recuerdos de María. Se compone de tres partes: el anuncio de la maternidad, la explicación de la virginidad y la aceptación de María.

¿Vio María en realidad a un ángel? La palabra "ángel" significa "mensajero", "heraldo", "portador de noticias". El "ángel Gabriel" es, ante todo, como el cliché literario que simboliza el origen divino de la Palabra dirigida a María.

Debemos reflexionar sobre el contenido del mensaje que el ángel dirige a María. Y debemos preguntarnos qué sentido puede tener hoy para nosotros, cristianos del siglo xx, la escenografía angélica con que se nos presenta el anuncio hecho a María.

Para respondernos de un modo adecuado debemos superar el concepto peyorativo del mito, que lo considera como una mentira o engaño. El lenguaje mítico -parecido al poético- no tiene el mismo tipo de verdad que el científico o el histórico, pero no por ello deja de tener verdad. El mito quiere hacernos descubrir dimensiones de la realidad imposibles de captar de otra manera

Cuando la Biblia habla de ángeles es para que nos demos cuenta de que no narra hechos corrientes, sino acontecimientos que llevan dentro de sí un mensaje profundo para todos los hombres; acontecimientos no clasificables ni controlables por la ciencia histórica.

María recibió, como cada uno de nosotros, una vocación de Dios, una llamada a realizar una tarea en la vida. Vocación singular, difícil de narrar a causa de los límites del lenguaje humano.

Nosotros hemos personificado el mensaje. Y como nunca vimos ni veremos un "ángel", corremos el riesgo de creer que Dios no nos dirigirá nunca una llamada, de pensar y vivir como si estuviéramos en la vida sin ninguna misión concreta.

El que María haya visto a un ángel o no es algo totalmente secundario. Lo que importa es que nos preguntemos en qué lo reconoció María.

Los ángeles en la Biblia llevaban vestiduras blancas. Era la costumbre de la época. Hoy llevan jersey o anorak... Todos nosotros nos hemos encontrado, seguramente, con algunos de ellos.

Revisemos cómo hemos llegado hasta aquí, por qué tratamos de caminar por el camino de Jesús defendiendo la causa del pueblo, por qué estamos tan seguros de que es imposible ser cristiano desde cualquier tipo de poder, o de dominio, o de riqueza... Descubriremos, al menos, algunos. Es posible que no estuvieran tan "emplumados" como hubiéramos querido o que nos hayamos quedado sin reconocerlos.

¿En qué se puede reconocer a un "ángel"? ¿En qué reconoceremos que un pensamiento, un encuentro, un suceso, vienen de Dios? Este es un problema vital para nosotros, y es el que María resolvió.

¿Cómo lo consiguió María? Lucas ha escenificado en este diálogo con el ángel el proceso natural de la fe: receptividad y reflexión, meditación y razonamiento, gozo y temor, sentido de Dios y sentido común humano. Todo ello pasando el tiempo, porque no es posible discernir en un instante el Espíritu de Dios. Es lógico imaginar que María intentaría siempre iluminar y comprender su vida a la luz de las Escrituras. Dudo mucho de las comunidades de base actuales que están tratando de ser cristianas sin ahondar sus vivencias y actividades, con asiduidad, en el evangelio. Es esencial para un cristiano el compromiso social, sindical y político con el pueblo; pero ¿dónde fundamentarlo si no es en el evangelio? Como no estemos atentos nos lloverán las crisis y los abandonos.

¿El mensaje era el anuncio de la concepción o la misma concepción? Ni lo sabemos ni tiene demasiado interés saberlo. Lo que importa en nuestra vida no es nuestra vocación -elección concreta para realizar algo-, sino nuestro consentimiento, nuestra respuesta. Podemos pensar que María se descubrió a sí misma un día en una situación que le pareció inexplicable y que no podía confiar a nadie. La elección de Dios cae en el hombre frecuentemente como un mazazo. Su profunda unión con Dios, su sentido de la Escritura, su receptividad a la gracia, la llevaría a la posibilidad de encontrar una explicación religiosa a todo lo que le pasaba; pero tenía sentido común y era suficientemente sencilla y natural para sentirse trastornada ante una aventura tan extraordinaria.

Poco a poco su vida se iluminó con la luz de la Biblia, sobre todo con Isaías, y la Biblia se iluminó para ella a la luz de su vida.

"El Señor, por su cuenta, os dará una señal.

Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pone por nombre Emmanuel (que significa "Dios-con-nosotros"). (Is 7,14)

3. Dios se encuentra a gusto entre los pobres

La anunciación de Juan tuvo lugar en el templo, en Jerusalén; su destinatario fue un sacerdote del bajo clero. La anunciación de Jesús, en una casa humilde de una aldea perdida de un país despreciado -Galilea-; su destinataria, una joven sencilla y pobre. Las grandes obras de Dios se realizan en el silencio y la oscuridad de los pobres.

Dios no va nunca detrás del poder, detrás de las personas que figuran en la sociedad. No va a los palacios de los reyes ni a las casas de los ricos, ni a las brillantes curias ni a las grandes organizaciones empresariales o políticas... No se fija en personas de categoría social. Dios se encuentra a gusto entre los pobres. El que abarca a todo el mundo va a un pueblo pequeño y pobre, dirige su rostro a Nazaret y escoge a María, símbolo de la comunidad que cree, del resto de Israel que espera la liberación, expresión de todos los humildes cuya única fuerza es Dios. De su seno, del seno de la humanidad de buena voluntad, va a surgir el Salvador: de los pobres, de los sufridos, de los que lloran...; de los profetas y pacifistas, de los que luchan por la libertad, de las pequeñas comunidades cristianas y de todas las comunidades o grupos que se aman, de todos los que sirven y de los que rezan con sentido...

El tiempo mesiánico ha llegado. Sus signos son sencillez, humildad, pobreza, plenitud, alegría.

Nazaret era un pueblo desgraciado en todos los sentidos: lejos de la capital, Jerusalén; en zona medio pagana, en una región subdesarrollada. Sus habitantes tenían fama de envidiosos y mentirosos.

Una joven muchacha, en un pueblo así, no contaba para nada, aparte de ser mano de obra barata o de tener hijos que lo fueran.

Es conveniente señalar que, cuando Jesús nació, existían en Galilea, en las proximidades de Nazaret, los primeros grupos de guerrilleros zelotes, al que parece que pertenecieron algunos de sus discípulos.

El matrimonio judío se realizaba en dos etapas: los desposorios y, un año después, aproximadamente, la boda. Sólo a partir de la boda vivían juntos los esposos. María estaba desposada con José, descendiente del rey David, pero pobre. Seguramente nacido en Belén, otro pueblo sin importancia.

4. El camino de la alegría

"Alégrate". La proximidad del Mesías sólo puede despertar alegría en el corazón de los creyentes, porque con El todos nuestros deseos de plenitud y eternidad serán un día realidad, cuando derrote "el pecado del mundo" (Jn 1,29).

A pesar de la euforia de nuestra sociedad de los adelantos técnicos, a pesar de las propagandas que prometen felicidad a bajo precio, a pesar de las ansias infinitas de placer de nuestro mundo..., nos sentimos hambrientos de alegría. Nuestro mundo ha perdido el camino y es víctima de un equívoco cruel. Nada buscamos tanto como la felicidad y la alegría, y nada parece alejarse cada vez más. Cada día más preocupado, nuestro mundo no hace otra cosa que hablar de crisis.

Es necesario cambiar radicalmente de dirección si queremos entender la primera palabra que el ángel dirige a María.

La alegría que nos prometen los profetas no se parece en nada a la que nos anuncian en la televisión o en las fiestas: acaparar cachivaches, diversión ruidosa, risa estrepitosa, alboroto superficial. La alegría que nos prometen los profetas es la alegría del compartir, no de acaparar, la alegría de servir, no de dominar; la alegría de acoger, no de imponer; la alegría de ser libre, no de la evasión frívola. Es la alegría de no estar solo, de saber que alguien te ama y te ayuda, de estar seguro que todo terminará bien. Esta alegría es activa, crea comunión, gusta de la verdad y del amor.

A esta alegría sólo se llega pasando por el riesgo del compromiso con la justicia y la libertad; camino estrecho, difícil de encontrar y de seguir. Alegría difícil de conquistar. Alegría que es más bien una promesa y una esperanza.

No podemos eludir la profundidad de la alegría si queremos encontrarnos con ella. El camino hacia la alegría pasa por el sufrimiento -¡de eso sabrá mucho María a lo largo de su vida!-. Camino marcado por Jesús en las bienaventuranzas (Mt 5,1-12), o al decirnos que tenemos que perder la vida por El para encontrarla (Mt 10,39).

El camino hacia la alegría es un camino de entrega y de servicio, de sufrimiento y de sacrificio. ¿No habéis experimentado nunca una gran alegría con lágrimas en los ojos? Sólo el que vaya caminando en esa dirección irá comprendiendo las paradojas del cristianismo y de la vida.

El final de ese camino es la alegría. Y la alegría es más profunda que todo, porque quiere eternidad, quiere la profunda y honda eternidad. En los momentos de alegría profunda, ¿no nos gustaría que se pararan definitivamente los relojes?

La alegría eterna es el término de los caminos de Dios. Alegría eterna que no se alcanza viviendo superficialmente, ni dejándose llevar por el ambiente, ni viviendo encerrado en sí mismo... Se alcanza adentrándose en las profundidades de nosotros mismos, del mundo y de Dios.

En el momento en que alcancemos la última profundidad de nuestra vida, será el momento en que podremos sentir la alegría que la eternidad lleva dentro de sí, porque la eternidad es Dios; y la alegría también.

María es invitada a alegrarse. Será a lo largo de toda su vida cuando irá descubriendo y pagando el precio de esa alegría.

5. Donde abunda el pecado...

"Llena de gracia". El ser humano está herido. No es una herida superficial la que tenemos, sino una herida enraizada en lo más profundo de nuestro ser. Si miramos hacia el mundo que nos rodea y hacia dentro de nosotros mismos, veremos que se trata de una realidad palpable.

Miramos a nuestro alrededor y vemos el mal del mundo. No sólo desgracias naturales, como pueden ser terremotos o inundaciones, sino males como resultado de situaciones creadas por los hombres, que acaban teniendo consecuencias que quizá nadie hubiera querido, pero que entre todos hemos creado. Todos decimos que queremos la paz, pero las guerras de todo tipo no cesan.

Colectivamente, a escala mundial, ¿quién no ve el pecado -el mal- y la esclavitud en las guerras y en la forma de hacer las paces sin paz, en la opresión de las grandes potencias sobre todos los países, en los montajes de las multinacionales, en las dictaduras, en los gastos absurdos en armamentos, en la violación constante de los derechos y libertades esenciales de la persona -reconocidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, del 10 de diciembre de 1948, y violados constantemente por las mismas naciones que la firmaron-, en la lucha de clases, en el odio de razas, en la desviación de las diversiones, en las incalificables desigualdades económicas y de trabajo, en la droga, en el afán de unos pocos por adueñarse de lo que es de todos...?

Miramos hacia dentro de nosotros mismos, al pequeño mundo que somos cada uno de nosotros, y tenemos que hacer nuestro lo que decía san Pablo:

Sé muy bien que no es bueno eso que habita en mí, es decir, en mis bajos instintos; porque el querer lo bueno lo tengo a mano, pero el hacerlo, no.

El bien que quiero hacer no lo hago; el mal que no quiero hacer, eso es lo que hago. Entonces, si hago precisamente lo que no quiero, señal que no soy yo el que actúa, sino el pecado que llevo dentro.

Cuando quiero hacer lo bueno, me encuentro inevitablemente con lo malo en las manos. En mi interior me complazco en la ley de Dios, pero percibo en mi cuerpo un principio diferente que guerrea contra la ley que aprueba mi razón, y me hace prisionero de la ley del pecado que está en mi cuerpo.

¡Desgraciado de mí! ¿Quién me librará de este ser mío presa de la muerte? Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo, y le doy gracias. (Rom 7, 18-25)

Abramos cada uno nuestros ojos y nuestra conciencia sobre el mapa mundial, nacional, local, familiar y personal. Y saquemos conclusiones. Y que tire la primera piedra el que esté sin mal -sin pecado-, el que sea absolutamente libre. Y no podemos evadirnos hablando de "superación del pecado" o que "es cosa de niños"..., como hace nuestra "adulta" sociedad. Esa "superación" o ese "infantilismo" son modos de huir para no tener que enfrentarnos abiertamente con nosotros mismos y no tener que reconocer las propias culpas. El mal provoca desconcierto y nos resistimos a integrarlo. El mal es negro y no lo queremos reconocer. Pero solamente reconociéndolo podremos recuperar la paz y la serenidad y podremos mirar a Dios y al futuro sin miedo.

Extrañamente, hoy olvidamos e ignoramos el sentido de pecado y la conciencia de esclavitud, refugiados en el "es bueno porque me gusta y malo porque me disgusta". Extrañamente, porque la desarmonía hace cruel y horrible este mundo que debería ser amable. Extrañamente, pues las cadenas pesan y suenan en cuanto queremos movernos a un ritmo distinto al que marca la sociedad.

Nos engañamos pensando que el pecado no existe y que somos libres. Y así, no tiene sentido hablar de redención y esperar algún tipo de liberación. Liberación que es, en definitiva, librarse del pecado siguiendo el camino marcado por Jesús; camino que es posible seguir, aun sin conocerlo a El, si somos fieles a la propia conciencia.

Si olvidamos nuestra condición, perdemos de vista nuestro destino. Nos incapacitamos para la esperanza, para la gratitud y el amor. Necesitamos abrir la razón y los ojos a la herida del mal que nos marca a todos. Es necesario que dejemos de engañarnos. Sentir la herida es buscar su curación. Somos hijos de una larga tradición de egoísmos; nos cuesta dar un "sí" limpio a Dios y a los hombres. La Biblia nos habla de nuestra condición y de nuestro destino. La condición y el destino humanos fueron objeto de reflexión constante para el hombre de ayer, tanto como lo son para el de hoy.

Gn/V-HUMANA/H-SALVACION: En el siglo x antes de Cristo, un genial teólogo-catequista-profeta definió toda la historia humana como proyecto de salvación. Y en los once primeros capítulos del Génesis nos narra el destino de toda la humanidad, incluida la del porvenir. Los personajes que pone en acción no son históricos, sino símbolos de toda la humanidad, convencionalmente reducida a ellos. Son, por tanto, más reales que si fueran históricos, pues llevan sobre sí la realidad del hombre de todos los tiempos.

Adán es el hombre; a Caín lo podemos ver todos los días en el periódico, y tal vez viva en nuestro corazón; los contemporáneos de Noé y los constructores de la torre de Babel somos nosotros mismos.

Los once primeros capítulos del Génesis nos descubren los cuatro elementos fundamentales de toda vida humana: creación, elección, pecado y redención. Dios crea y da el crecimiento, como lo proclama el poema de la creación y las grandiosas genealogías, que no deben tomarse al pie de la letra (Gén I y 5).

También nos muestra que el hombre está destinado a la amistad con Dios, como lo da a entender la historia del paraíso terrenal (Gén 2).

El pecado humano. Por amarga experiencia propia, hubo de conocer y reconocer Israel esta constante de la historia humana.

Por cuatro veces describe una caída la historia primitiva: la comida del fruto prohibido (Gén 3), el fratricidio de Caín (Gén 4), la corrupción de los contemporáneos de Noé (Gén 6 al 8) y la construcción de la torre de Babel (Gén 11). Todos ellos son símbolos de nuestros pecados.

Pero Dios no deja al hombre solo. A cada caída le sigue una manifestación de la gracia: al expulsarles del paraíso, Dios da vestidos a nuestros primeros padres y les promete que la descendencia de la mujer aplastará la cabeza de la serpiente; Caín recibe un signo para que nadie lo pueda matar; en la historia de Noé, el elemento de salvación ocupa casi todo el relato; e inmediatamente después de la torre de Babel comienza la historia de Abrahán, principio de las promesas que culminarán en Jesús de Nazaret.

Estos relatos, con su dramatismo, nos pintan hechos universales en los que todos los hombres somos protagonistas.

Nadie ha sabido hablar con mayor sencillez y profundidad de la experiencia de pecado que el autor de estos relatos.

"El pecado del mundo" (/Jn 1,29) -llamado "pecado original" desde los tiempos de san Agustín (finales del siglo IV y principios del v)- no es una mancha heredada al nacer, sino una realidad presente en el mundo: realidad de egoísmo, de injusticia... Es algo comparable a la contaminación que nos rodea. Todo, de algún modo, está contaminado. Es posible que todos contribuyamos a ello; pero aunque alguno no lo hiciera, padecería y sufriría de la contaminación existente en el mundo, le sería imposible escapar a ella. Eso es lo que significa la expresión "pecado original": no el mal que hacemos personalmente, sino el mal presente en nuestra sociedad que nos afecta a todos, aunque pretendamos ignorarlo. La ruptura interior y la soledad, el aislamiento de unos con otros, el alejamiento de la Naturaleza, la tristeza..., son expresiones del pecado, realidad tan vieja como el hombre, que no debemos atribuir a ningún antepasado.

El diálogo simbólico entre Adán y Eva, entre ellos y la serpiente o entre ellos y Dios nos revela nuestras propias contradicciones, nuestras medias verdades que son medias mentiras, nuestros "pecados originales"; es decir, pecados que nos inclinan a cometer otros mayores: para tapar una mentira tenemos que decir otra mayor, un robo conduce a cometer otros... El pecado -el mal- engendra una cadena de pecados -de males-, de la que sólo podemos liberarnos si reconocemos la culpa inicial y rehacemos, con la ayuda de Dios, el camino en sentido inverso.

¿Nos sabemos pecadores y esclavos? Lo sabremos si razonamos sobre nuestra experiencia. Hemos de tomar conciencia de pecadores: todos somos hijos de Eva; también de la enemistad entre nuestras ilusiones y esperanzas y el pecado que nos domina, y que el triunfo no es fruto de nuestras fuerzas.

Sabemos que la explicación del árbol prohibido, la manzana, la serpiente..., más que una historia es una explicación de la vida humana sobre la tierra, una manera de explicar el porqué de los grandes problemas, las grandes limitaciones que tenemos los hombres: el mal y la muerte.

Esa tendencia que tenemos desde el principio de ir cada uno a lo suyo, de buscar el propio interés sin pensar en nada más, de creer que somos los más importantes del mundo y que lo que es bueno para nosotros es bueno para todos..., esa tendencia nos ha marcado y ha roto la armonía y la paz y la felicidad que los hombres estábamos llamados a vivir y ha convertido la vida humana en tristeza, en limitación, en muerte.

Adán y Eva creyeron y escogieron y desearon ser ellos los dueños de todo, el criterio último de todo. Quisieron tener el poder de dictaminar lo que era bueno y lo que era malo. Quisieron ser ellos los que impusieran para siempre lo que había que hacer y lo que no, y no quisieron prestar atención a los proyectos de Dios sobre sus personas.

Dios no quería que los hombres se consideraran propietarios particulares del bien y del mal, no quería que este o aquel hombre llegara a decir: "Eso es bueno y eso es malo porque lo digo yo.... porque me conviene". Ese principio ha llevado a infinidad de dictaduras y de asesinatos por ideales políticos o religiosos.

El camino de Dios era otro; nunca el camino de la autosuficiencia e insolidaridad. Dios quiere los caminos del amor, de la paz, de la armonía, de la fraternidad...

Los hombres, desde el principio, rompieron este proyecto de Dios y estropearon la historia humana. Esta ruptura ha llegado hasta nosotros: nosotros también queremos en la práctica hacer nuestra voluntad, ir a lo fácil, no comprometernos... El mal es inseparable de nuestra vida personal y de nuestra historia colectiva.

¿De dónde viene el mal? El plan de Dios es bueno (Gén 1,31), pero el mal se ha infiltrado en él. El mal está en cada uno de nosotros y cristaliza en las estructuras empecatadas del mundo.

No creo que, ante esta experiencia universal de pecado, sea exagerado elevarlo a verdad universal e indiscutible, a dogma de fe. Es lo que ha hecho la Iglesia.

6. ... Sobreabunda la gracia

Esta ruptura, Dios no la ha querido para siempre; Dios no ha querido que los hombres estuviéramos para siempre condenados a no poder levantarnos del mal que nos ata. Jesús, nacido de María, reconstruyó el camino: amando totalmente hasta dar la vida. Y así ahora los hombres, si lo seguimos, podemos aprender de nuevo a amar, podemos librarnos de las ansias de dominio que llevamos dentro, podemos caminar de nuevo hacia el reino de vida que Dios tiene preparado. Para ello tenemos que reconocer la culpa, el pecado que hay en nosotros. Reconocer la culpa no es aún superarla: es un simple imperativo de realismo. Es Dios quien nos libra del mal, siempre que colaboremos .

El diálogo del paraíso anuncia, al final, la victoria del linaje de la mujer; victoria que nunca podremos conseguir solos. La culpa, el pecado, no son la última palabra sobre la vida humana. En esta lucha saldremos victoriosos.

INMACULADA CONCEPCION: El pasaje de la anunciación nos presenta el inicio de esa victoria. Dios comienza eligiendo una madre. Redimida por gracia del peso abrumador de tantos egoísmos como a nosotros nos marcan, la madre de Jesús puede ser "llena de gracia", pudo ser totalmente una mujer para los demás. Su corazón no podía aferrarse a nada ni a nadie; debía ser plenamente libre.

No es nada fácil ser madre. Y menos aún ser madre de Jesús, el hombre que no se pertenecía, que era todo para Dios y todo para los hombres. Su madre no debía ser para El, ni inconscientemente, ningún obstáculo. Por ello, Dios la preservó de toda tara. Ella debía ser totalmente verdad, para poder participar en la victoria sobre toda mentira. Debía ser totalmente luz, para poder ser la madre del que iba a ser "luz del mundo" (Jn 8,12).

Lo que nosotros nos esforzamos para ser ahora a medias y esperamos ser plenamente un día, María lo es desde el principio sin ningún estorbo interior. Ama como es amada y nunca juega con el amor. Consecuencia de nuestro pecado es nuestra tendencia a jugar con el amor.

María es capaz, ya desde el principio, de permitir la entrada de Dios con todo su misterio y sin condiciones en su propia vida, y es capaz también de entrar sin miedo en la vida de Dios. Así es María: "llena de gracia", inmaculada. Pero no lo es para ella. No hay ninguna madre que sea para ella lo que es; siempre lo es para el hijo, para los hijos.

María es única e irrepetible. Pero, al mismo tiempo, es una muchacha pobre, muy pobre; sencilla, muy sencilla; humilde, muy humilde. Se la representa rodeada de riquezas, de ángeles... Y esto puede alejarnos de la dura realidad que ella vivió. Una Virgen María deshumanizada no es conforme a la Biblia; ni le da gloria a ella ni es una ayuda para nosotros.

Dios actúa desde las cosas pequeñas, desde los pobres, desde lo que el mundo olvida y arrincona. Por eso debemos desconfiar de todos aquellos grupos religiosos que creen que van a salvar al mundo dando la mano al poder y reforzados por el dinero. Aunque tengan todas las bendiciones.

7. Sentido de los dogmas. La Inmaculada Concepción

DOGMA/QUÉ-ES: Esta realidad de María la expresamos con el dogma de su Inmaculada Concepción. Con él expresamos nuestra fe en que María vivió siempre en plena comunión con la vida de Dios, sin ese desequilibrio o debilidad inherente a la condición humana. Cuando los cristianos pensamos en los dogmas, creemos que son realidades estáticas, superfluas, para aprenderlos de memoria o para torturar la fe de muchos; fórmulas mágicas para disipar todas las dudas, verdades para "creer".

Sin embargo, el dogma es una realidad dinámica, viva, que manifiesta lo que acontece en el mundo, intenta revelar un aspecto de la vida, siempre que sea entendido correctamente (por ejemplo: el dogma de la infalibilidad del Papa crea problemas cuando no se sabe lo que quiere decir o se cree que es infalible todo lo que dice el Papa. Pero cuando se descubre que sólo es infalible cuando habla como Pastor supremo y para definir una verdad de fe, que normalmente le ha sido pedida por el pueblo, todo inconveniente a ese dogma desaparece: no habla así casi nunca). El dogma habla a realidades más profundas que la inteligencia. Evoca aspectos de la realidad que se nos escapan, trata de comunicar una experiencia fundamental a todo hombre. Es una verdad para "vivir". Si los reducimos a misterios, que no podemos entender, ¿para qué nos servirán? El dogma no existe para sí mismo, sino para la comunidad de los creyentes. Y debe cumplir la misión para la que ha nacido.

Cada época tiene que reinterpretarlo, porque cada generación tiene un modo peculiar de comprenderse a sí misma y, por ello, un modo propio y legítimo de entender la realidad y de interpretarla. Nosotros debemos conectar con el mensaje que el dogma nos entrega. Aunque el dogma sea inmutable, porque revela la realidad y es real lo que revela, sin embargo, el modo de comprenderlo puede variar. El dogma nos revela nuestro ser en el mundo, y nuestra propia experiencia nos ayuda a comprenderlo de un modo determinado. Y ésta es la fuerza y la debilidad del dogma: debe estar siempre vivo para evocar y sugerir, pero, a la vez, está expuesto a una interpretación equivocada. Los dogmas han ido surgiendo del pueblo fiel, de su fe y de su vida.

El dogma de la Inmaculada Concepción, tan discutido y controvertido durante varios siglos hasta su promulgación por Pío IX el 8 de diciembre de 1854, tiene gran relación con nuestra vida cristiana: María es signo de la meta a que Dios llama al linaje humano: vencer a la "serpiente". Ella vivió, desde el primer instante de su vida, esa victoria que estamos llamados a alcanzar un día todos los hombres.

8. María, "bendita entre las mujeres"

"Bendita tú entre las mujeres". Es muy interesante descubrir cómo en una cultura machista, que despreciaba a la mujer mucho más que ahora, María -y con ella toda mujer- queda ensalzada por las palabras del ángel.

Hemos de agradecer que las comunidades cristianas de la segunda mitad del primer siglo dieran a María una importancia tan grande, que no tenía en los comienzos de la predicación apostólica. Hemos de agradecerles este descubrimiento de María, porque puede ser muy positivo de cara a la necesaria liberación de la mujer, dentro de la liberación global de todos.

En un mundo radicalmente injusto con la mujer -incluido el mundo cristiano-, María se nos presenta como la imagen ideal de la madre, de la esposa, de la religiosa, de la hija, de la mujer.

Una imagen de ternura y gracia, de vida y fecundidad. De otra forma no podría ser "llena de gracia" ni "bendita".

MUJER/MARGINADA: Las comunidades cristianas tenemos que esforzamos por comprender y poner en práctica la misión de la mujer en el mundo actual. Tenemos que descubrir -y luchar contra ellas- las incomprensiones y las injusticias que cometemos con la mujer. Ante María deberíamos interrogamos sobre el trato que recibe entre nosotros. Interrogarnos todos: hombres y mujeres, chicos y chicas.

La mujer es utilizada en concursos de belleza, en el cine y en la televisión, en las revistas, en las modas -en la actualidad también los hombres...- como "objeto". Cosa que a muchas mujeres les va bien.

La mujer es marcada desde la niñez para servir al hombre. Los padres les dan un trato distinto al de los hijos; su trabajo en casa está desvalorizado, incluso por ella misma; está marginada de los puestos más cualificados. En el matrimonio es el hombre el que decide siempre, sin pensar que su mujer es persona igual que él. En muchas casas no pasa de ser la criada de todos: lava la ropa, limpia la casa, hace la comida..., nunca tiene descanso ni vacaciones... Los demás, el marido el primero, pueden irse con los amigos a jugar la partida..., y mientras, la esclava en casa. Y esto pasa en familias cuyos miembros pertenecen a comunidades cristianas, lo que es gravísimo. En la Iglesia tiene cerradas la mayoría de las puertas. La lista de injusticias contra ellas sería interminable.

Dios tiene otros criterios, y es a una mujer a quien dirige su Palabra cuando quiere plantar su tienda entre nosotros. Y en esa mujer bendice a todas las mujeres.

El ejemplo de María nos exige luchar contra el mal del mundo. Nos exige ser solidarios con cualquier esfuerzo humano, social, político, sindical...; solidarios con todo intento de mejorar la vida de todos y de cada uno. El ejemplo de María, el sabernos hijos suyos en la fe, nos tiene que llevar a vivir entrañablemente su presencia maternal en nuestras vidas y a compartir su lucha contra todo lo que hay de mal en nuestra sociedad; su lucha por liberarnos de toda injusticia, mentira, egoísmo, opresión...

9. El encuentro con Dios es siempre turbador

María "se turbó". No estaba acostumbrada a oír cosas de ésas. Su vida era muy sencilla. El ángel continuó: "No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús..." Palabras dirigidas a una mujer que vive en un pequeño pueblo y que hace lo mismo que las mujeres de su tiempo y de su patria. En contra de lo que muchos piensan, no importa si lo que hacemos en la vida es importante o no, sino el cómo lo hacemos. María vivía una vida corriente, pero fiel y marcada por la esperanza. Como tanta gente de su nación, María anhelaba algo más que la vulgaridad de cada día; vivía confiando en las promesas de los profetas que llamaban a espabilarse, que anunciaban la posibilidad de una vida más libre, más llena de gozo; que proclamaban que Dios quería que su pueblo superase tanto mal arrastrado desde siglos, tanto egoísmo, tanta opresión, tanta injusticia...

María sabe que Dios actuará, y espera, porque no vive satisfecha ni instalada, porque se siente pobre y ve que, a ella y a su pueblo, les queda aún mucho camino por andar. Y Dios actúa de modo sorprendente: María, que esperaba en Dios, se encuentra haciendo de protagonista de la salvación, de la vida que Dios quiere comunicar. Por medio de ella vendría el Deseado de las naciones; porque Dios actúa a través de los que saben que les queda camino por andar, de los que saben que no lo tienen todo, de los que no se han conformado con la mediocridad del ir tirando.

Deberíamos preguntarnos si Dios podría actuar en nosotros como actuó en María. Es decir, si vivimos tranquilos pensando que todo está bien, o si somos gente que espera activamente. Si somos gente que, como María, sabemos que nos queda mucho camino por recorrer, que tenemos a nuestro alrededor y en nuestro interior mucho mal que combatir, mucho egoísmo que romper, mucha falta de ilusión que reanimar... Dios vendrá a nosotros. Sólo si esperamos como María esperó encontraremos a Dios en nuestro camino. Un Dios que nos impulsará a vivir cada vez con más plenitud. Sólo si estamos abiertos a recibir la liberación de todo mal tendremos esa liberación.

Se dice a María que tendrá un hijo y que deberá llamarle Jesús, que significa "Dios libera". A este hijo se le atribuyen cualidades que en la Biblia indican la presencia del mismo Dios en medio de su pueblo. Y se le adjudican en grado máximo.

10. Todo es posible al que cree

"¿Cómo será eso, pues no conozco varón?" Tan fuerte y decisiva nos quiere presentar Lucas la intervención de Dios, que nos llega a decir que María será madre no por su encuentro matrimonial con José, sino por una acción maravillosa de Dios. Y esto, lógicamente, no es comprensible para el hombre, y menos para el actual. Nos es difícil hoy admitir que para poner de manifiesto que el que va a nacer es "Dios libera", "Hijo del Altísimo", tenga que haber sido engendrado sin intervención del compañero de María. ¿Es que es impropia de la presencia y acción de Dios la vida sexual y el encuentro entre esposos? Estas preguntas nos las hacemos ahora. En tiempos de los primeros cristianos, por distintas influencias culturales y religiosas, es posible que fuera ésta la mejor forma de destacar la calidad excepcional del que va a nacer. Ya vimos cómo Juan nace de dos ancianos, ella estéril hasta entonces. Ahora, Jesús nace de una joven que nunca ha conocido varón, y que parece, por el contexto, que nunca piensa conocer.

Aunque lo importante son Juan y Jesús, no la manera como fueron engendrados, es necesario resaltar que la salvación viene de donde menos se podía esperar: de allí donde las fuerzas humanas parecen estar más disminuidas e incapacitadas, o han dejado de actuar, y que Dios está con el pueblo.

María es virgen y obra en ella el Espíritu Santo: su virginidad es signo de su plena disponibilidad y pobreza. No es ella la fuerte, sino Dios. Jesús no es el resultado de proyectos humanos, sino de un designio divino. Para resaltarlo se presenta su concepción de forma milagrosa. "Para Dios nada hay imposible".

¿El Espíritu de Dios la "empujó" a desear de tal manera al Mesías que éste se encarnó en ella? ¿Lo esperó con tanto anhelo que hizo posible su encarnación? Si tenemos en cuenta el sentido que tiene para los orientales la palabra, ésta podría ser una de las enseñanzas religiosas que se nos quiere transmitir, para animarnos a imitar la disponibilidad de María al Espíritu. El Niño nacerá por una intervención del Espíritu Santo.

Jesús viene a responder a los anhelos más profundos de nuestro corazón con una respuesta que va mucho más allá de lo que el hombre se atrevía a soñar. Había que presentar su nacimiento de una forma en la que fuera evidente la intervención directa de Dios.

Es claro que el nacimiento del hombre por el encuentro sexual de los esposos no tiene nada de negativo. El presentarnos Lucas el nacimiento de Jesús de forma tan extraordinaria nos puede ayudar también a descubrir cómo la virginidad es algo muy importante para la vida humana.

El relato -en lectura religiosa- nos presenta a María y José como dos jóvenes desposados que piensan vivir en virginidad. Y como esto es inconcebible para los hombres de todas las épocas, se presentaba a José como anciano, y así no había problema o quedaba muy disminuido. Debemos tener en cuenta, además, que en aquella sociedad una mujer soltera quedaba expuesta a muchos peligros al ser una persona indefensa.

Creo que los planes de Dios van por otro camino. El amor de José y de María -seres privilegiados, no lo olvidemos- era un amor que había alcanzado una cierta plenitud. Y a esa altura, la unión carnal ya no tiene razón de ser; como no tiene razón de ser en la vida de los bienaventurados ni en el amor de la madre al hijo, que es considerado como el más perfecto amor en este mundo.

11. Fecundidad de la virginidad, signo del reino de Dios VIRGINIDAD/SIGNO:

Este planteamiento nos debería ayudar a profundizar en el sentido que tiene la sexualidad -en cuanto genitalidad- en el amor matrimonial.

La virginidad es signo del reino de Dios. En el cielo no habrá matrimonios (Mt 22,30). ¿José y María son signo del amor pleno, incomprensible aquí, que supone superar todo lo genital, que se vivirá allí -cielo-?

La virginidad es también una actitud de liberación, que debe aceptarse libremente y que no debe unirse jamás a ninguna otra opción. Para mí es evidente que hay que separar la opción al sacerdocio de la opción al celibato.

La virginidad es, normalmente, el estado que han elegido los hombres y mujeres más comprometidos por el Reino. Es posponerlo todo en orden al reino de Dios. Es dar la vida a los demás con toda la persona y desarrollar esa vida. Es des-vivirse para que los demás vivan. Es la otra maternidad y paternidad: ayudar a que llegue a plenitud la vida dada por los esposos. Es una maternidad y paternidad más universal: se vuelca en el amor a toda la creación, a todos los hombres. Por eso, María es madre de la Iglesia: su virginidad, su amor pleno, la hizo madre universal. La virginidad es pobreza, y el pobre vive en los demás. Cuanto más pobre, más vive en los otros. El Pobre Absoluto -Dios- vive en todos los hombres absolutamente.

La virginidad es entrega a un ideal, a una obra. Pero siempre con la marca del sexo, como cualquiera actividad creadora, ya que la sexualidad no existe en abstracto, sino encarnada en hombres y mujeres concretos que actúan cada uno de modo peculiar.

-La virginidad es enamoramiento. Todos tenemos necesidad de enamorarnos para poder vivir. La virginidad sin una dedicación -enamoramiento- a las personas, a un ideal, a una tarea, al reino de Dios..., es una quimera imposible.

La virginidad requiere una alta capacidad para el amor, para el enamoramiento. Para una persona que ame medianamente, la virginidad es algo que uno se puede imaginar como posible sin serlo. Y un imposible es la obligatoriedad del celibato a todo sacerdote, aunque objetivamente sea mejor. Esa obligatoriedad hace que sea tan frecuente el solterón -y la solterona- y tan difícil la verdadera virginidad. Sin entrar en las frivolidades y escándalos que conlleva. ¿Qué libertad puede dar la ausencia de esposa e hijos, cuando nos rodeamos de padres, hermanos, sobrinas... sin que sea necesario, sólo para estar mejor atendidos? Por la falta de amor y de entrega de los que hemos elegido este camino -aparte de otras causas más visibles, como la permisividad sexual-, la virginidad no es signo para el mundo actual, que no cree en ella. Jesús de Nazaret eligió este camino.

La vida que se da en la virginidad parte de Dios de un modo más directo. ¡Cuántos hijos son más nuestros que de sus padres, al haberse limitado estos últimos a traerlos al mundo! Nos hemos acostumbrado a nacer "así", y lo vemos lógico. No nos damos cuenta de que los medios que se ponen para lograr una nueva vida son muy inferiores a lo logrado. Que es maravilloso, a poco que lo pensemos, que de esa causa salgan tales efectos. Nos hemos acostumbrado y lo vemos normal.

Lo anormal es tener un hijo y ser virgen. A eso no nos hemos acostumbrado. El caso único, biológico, es el de María -dentro de nuestra fe cristiana-, pero tampoco lo creemos de verdad. ¿Cómo descubrir la fecundidad de la virginidad cuando normalmente no es palpable? ¿Cómo palpar las ilusiones, la libertad, el amor, la verdad, el sentido de la vida, la fe... contagiando a los que nos rodean'?

La acción de Dios se ve más claramente en la fecundidad de la virginidad, siempre que ésta sea verdadera y se tenga fe. Sin fe, estas cosas no pueden aceptarse razonablemente.

Abrirnos al amor del Padre es la única condición para que el Espíritu de Dios pueda fecundar nuestra vida, como fecundó a María.

12. María acepta sin poner condiciones 

"Aquí está la esclava del Señor; hágase en mi según tu palabra". Si entendemos textualmente la narración de la anunciación, podemos facilitar todo demasiado a María. Y de esa forma evadirnos de nuestra propia respuesta al plan de Dios. La fe traslada montañas (Mc 11,23). La fe de María, su espera del Mesías fue tan intensa, tan firme, tan abierta a los designios del Padre..., que hizo posible que se hiciera carne en ella el Mesías, el Hijo de Dios. Fue una vocación singular, a la que María respondió con un "sí" también singular y único.

También Jesús -su sentido de la vida humana- puede y quiere nacer y desarrollarse en cada cristiano, en cada hombre, que vive abierto a la libertad y a la justicia, a lo que Dios le pida en cada momento, aunque lo llame de otra forma.

Para María no fue fácil. Cuando Dios irrumpe en la vida de una persona, trastoca todos sus planes, la lanza a la intemperie, al futuro, al riesgo, a la inseguridad, a la búsqueda. María fue la primera que dijo un "sí" definitivo al plan de Dios. En su "sí" pleno está el "sí" de tantos millones de personas que a lo largo de los siglos han tenido fe en Dios, que tal vez no veían claro, que pasaban dificultades, pero que se fiaron de El.

No debemos considerar a María como una criatura que ha abandonado nuestras filas, que se ha separado de nuestro itinerario fatigoso, porque Dios le ha asignado un camino totalmente distinto al nuestro. María nos precede; comparte los riesgos de nuestro caminar. Es el modelo de la humanidad redimida.

M/ACEPTACION-VD: El "sí" de la anunciación no es sólo la aceptación de una elección singular, sino también la respuesta a una realidad oscura, dolorosa, a menudo incomprensible. El "sí" para ella es esencialmente la aceptación del "precio" de aquella vocación.

María aceptó lo cotidiano. Su "sí" inicial se extiende a todos los acontecimientos de su vida, tanto a los que no comprende como a los que llegan de improviso. Es pura acogida. Cuando pronuncia su asentimiento no puede prever todas sus consecuencias. Solamente a lo largo de los días irá comprendiendo a lo que se había comprometido con aquel "sí". Lo irá comprendiendo en la medida que vaya pagando el precio por su compromiso incondicional con Dios: "Una espada te traspasará el alma" (Lc 2,35).

Cuando se acepta el don de Dios no debemos pretender una explicación inicial que esclarezca todas las situaciones en que nos podamos encontrar. Se acepta una revelación progresiva ofrecida por los acontecimientos, y que irá clarificándose según vaya subiendo el precio que se nos vaya reclamando. El "sí" se paga día a día, como a plazos.

En el "sí" de María hallamos el ejemplo, pleno y total, de nuestras pequeñas respuestas. Porque lo mismo que caemos en el mal, también somos capaces de generosidades. María deja que Dios actúe plenamente en su vida. Frente a la actitud de autosuficiencia que preside tantas veces la actuación de los hombres, y que es la raíz profunda del pecado, María toma como estilo de su actuar la confianza total en Dios. El que actúa es Dios. Ella le deja actuar, no pone ningún tipo de estorbo a la acción divina.

Cuando el hombre toma esta actitud delante de Dios, cuando el hombre le deja actuar, Dios obra maravillas (Lc 1,49).

La grandeza de María está en su docilidad a la Palabra. Ella cree en la venida del Señor, y por eso el Señor puede venir. Su ejemplo podría cambiar toda nuestra historia personal y comunitaria.

"Y el ángel se retiró". María se queda sola. Ninguna comunicación más. Ningún otro mensaje que la conforte y elimine las dudas. El camino ha de hacerlo con la ayuda de su propia fe, "conservando todo esto en su corazón" (Lc 2,51). De ahora en adelante habrá de interrogar a los acontecimientos cotidianos para saber algo. Y cada vez que diga "sí" -antes aún de haber comprendido- ahondará en el sentido del misterio de la propia existencia .

13. Conclusiones para nosotros

EV/HOY: Vivimos afanados por muchas cosas, y una sola es necesaria (Lc 10,41s): realizar en nosotros la vocación a la que el Padre nos llama. Y para ello necesitamos iluminar nuestras vidas con la luz del evangelio, que es una profecía: revela lo que está pasando y pasará siempre. Debemos leerlo a la luz de nuestra experiencia personal, pensando que todo lo que en él se cuenta pasa también en nuestra vida; que todo lo que les sucedió a los primeros testigos, nos sucede igualmente a nosotros; que los evangelios no han hecho más que traducir al lenguaje de su tiempo una experiencia que nos es común. Dios camina con nosotros, vive en nuestra historia, está presente dondequiera que estemos, vive en nosotros, ama con nosotros. Toda nuestra vida está entretejida de llamadas de Dios y de respuestas o evasivas nuestras, llena de "ángeles", de mensajeros. Todas esas llamadas divinas a lo largo de la historia han sido "promesas" que en la mano de los hombres estuvo que se convirtieran en realidad.

Dios se nos comunica a través de las pequeñas ocupaciones de nuestra vida cotidiana. No vayamos a buscarlo a otra parte.

Nuestra vida puede convertirse en una anunciación continuada: hoy puedo ser yo el elegido para algo, hoy puede pedirme el Señor una respuesta, necesitar mi colaboración. Hoy y siempre, la palabra de Dios busca entrañas maternales que la acojan, alimenten y comuniquen. Hoy y siempre, el Señor espera escuchar el "sí" de los pequeños y obedientes, el "sí" de los libre y solidarios, el "sí" de todos los hombres de buena voluntad. Porque también existe el "no" de los opresores y ambiciosos, el "no" del dinero y del odio... Porque la lucha con la "serpiente" continúa; ella y su ralea ya están vencidas, pero no rematadas. Hay que seguir luchando para derribar a los poderosos, enaltecer a los humildes (Lc 1,52) y crear fraternidad. Hay que decir "no" a los que se endiosan y "sí" a los que se humanizan.

El ejemplo de María -pobre y pequeña- nos está diciendo que también la esterilidad de nuestra vida puede ser fecundada por la acción de Dios si nos abrimos a ella como supo hacer María. Dejémonos de defender de Dios, derribemos el muro de nuestras suficiencias, recelos y miedos. También en nosotros Dios quiere obrar maravillas (Lc 1,49).

¿Cómo hacer para seguir el ejemplo de María? En primer lugar, hemos de abrirnos como ella a la Palabra, a la gracia, a la venida de Dios: valorando la oración, la lectura evangélica, la acogida a los hermanos, el silencio interior, la comunicación... En segundo lugar, ser fieles a la lucha contra todo mal: reconocer y tratar de superar nuestros propios pecados, el mal de nuestra sociedad, sabernos llamados a un camino de progreso constante, buscar los medios comunitarios y personales que favorezcan esta lucha y este progreso...

FRANCISCO BARTOLOME GONZALEZ
ACERCAMIENTO A JESUS DE NAZARET - 1
PAULINAS/MADRID 1985.Págs. 34-55