SUGERENCIAS

1. D-CON-NOSOTROS D/INTIMIDAD

Dios ha optado por el hombre y se ha unido a él indisolublemente. La suerte de los hombres y la de Dios van unidas. Es más que un pacto de amistad. Es más que un matrimonio de los buenos. Es más que una alianza de amor. Es la unidad perfecta. "Dios ya no es ni será nunca sin el hombre". Dios tiene siempre una vertiente humana, una dimensión humana, una identidad humana. Lo humano ya entra en la definición de Dios. No sabemos qué pensarán de ello los ángeles u otros posibles intelectuales que existan por esos mundos. "Y el hombre ya no es sin Dios encarnado".

La verdadera naturaleza del hombre está abierta a lo divino y sólo se comprende desde esta posibilidad. Si prescindimos de ella, el hombre queda sin llegar a su realización. O sea, que "Dios y el hombre no son restables... Se suman" (González de Cardedal). A más humanidad, más divinizados, más hermanos.

"Dios-con-nosotros". Lo encontramos en la Iglesia, en los Sacramentos, en la Palabra. Pero se encuentra en todos los hombres. Todos, especialmente los pobres y los marginados, son Emmanuel. Dios está con nosotros en la familia, en el trabajo, en la amistad, en el descanso, en la oración, en el dolor y en el amor. Dios es nuestra más íntima y amistosa intimidad, y nuestra más necesitada e interpelante alteridad.

CARITAS
LA MANO AMIGA DE DIOS
ADVIENTO Y NAVIDAD 1989.Pág. 75


2.

La expresión "Dios con nosotros" constituye una amplia inclusión en el final del evangelio (28,20). El primer evangelio se cierra con un final sorpresa: Cristo está presente en la Iglesia; sigue siendo el Dios con nosotros.

No solamente está presente en la comunidad, sino que es su salvador y su sostén. El evangelio de Mateo no pierde ocasión, por lo demás, de indicarnos los lugares privilegiados de la presencia del Resucitado: en la comunidad reunida en su nombre (18,20), en los apóstoles misioneros (10,40), en los hermanos necesitados (25,31), en la Iglesia cuando predica (28,20).

BRUNO MAGGIONI
EL RELATO DE MATEO
EDIC. PAULINAS/MADRID 1982.Pág. 23


3.

EI anuncio a José. Una virgen concebirá al Hijo de Dios, Jesucristo, de la estirpe de Davld.

El evangelio de San Mateo pone en escena la dramática situación de San José ante el estado de su esposa. El relato nos sitúa frente a tres elementos de primera importancia para la historia de la salvación: La Encarnación del Verbo en la estirpe de David, la intervención del Espíritu y el papel del que va a nacer y cuyo nombre, "Jesús", significa "El Señor salva", ya que salvará al mundo de sus pecados. Todo esto es anunciado por el ángel y la respuesta a este anuncio es un acto de fe.

Tal tipo de presentación nos parece muy sencillo. Y de hecho, en el desarrollo de la vida de esta época, nada cambió, la vida continuó como era, el sol lucía como siempre, los hombres trabajaban o se divertían, hacían el bien y el mal, nada cambió. Nada cambió tampoco en apariencia en la existencia externa de José y María. Esto debe ponernos en guardia para no teatralizar los hechos de la salvación. Estos hechos respetan el curso de las cosas sin trastornarlo, lo que nos conduce a veces a minimizarlos. Pero estamos ante un giro decisivo de la historia del mundo, que va a cambiar y a tomar una significación completamente distinta; y sin embargo nada aparece al exterior. En la espera, José continúa haciendo su vida; lleva dentro su drama y también su paz desde su aceptación en la fe.

Y sin embargo, he aquí el signo que el Señor da a la casa de David: "El Señor, por su cuenta, os dará una señal. Mirad: la Virgen está encinta y da a luz un hijo y le pone por nombre Emmanuel (que significa: "Dios-con-nosotros").

La respuesta elegida para esta lectura expresa al mismo tiempo la dignidad divina del que va a nacer: "Va a entrar el Señor: El es el rey de la gloria. Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes: él la fundó sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos". Y el salmo 23 continúa cantando las condiciones requeridas en aquellos que quieran acercarse a ese rey. "El hombre de manos inocentes y puro corazón".

Es lo mejor que San Pablo puede anunciar a los Romanos: ha sido elegido Apóstol para anunciar la Buena Noticia. Esta Buena Noticia concierne al Hijo de Dios: según lo humano, ha nacido de la estirpe de David; según el Espíritu Santo, constituido Hijo de Dios, con pleno poder por su resurrección de la muerte: Jesucristo nuestro Señor". San Pablo subraya así la estrecha unión entre la Encarnación y la Pascua, unión que justifica la posibilidad de actualización del misterio del Nacimiento de Cristo en la celebración de la liturgia. San Hipólito de Roma, en la oración eucarística que propone para el día en que un obispo recibe su consagración episcopal, presenta un texto extraño para nosotros. Sin embargo, expresa muy bien la importancia de la Encarnación. Dice de Jesús: "se hizo carne y se mostró Hijo". Verdaderamente, el Hijo es eterno; pero, uniéndose al pensamiento de Juan Evangelista que insiste con tanta fuerza sobre el papel esencial del Hijo: cumplir la voluntad del Padre, Hipólito piensa que el Hijo merece verdaderamente este título cuando obedece al Padre y hace su voluntad, dando su vida para redención del mundo.

Además, para cumplir esta voluntad, el Hijo debe hacerse carne. Esta doctrina, aparentemente no conforme a la fe ya que el Hijo es eterno, sin embargo, subraya muy bien el papel de la Encarnación en la historia de la salvación. Nunca sería insistir demasiado en la realidad del hacerse carne de Cristo, nacido de una virgen, según la profecía.

ADRIEN NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 1
INTRODUCCION Y ADVIENTO
SAL TERRAE SANTANDER 1979.Pág. 141 ss.


4.

"Jesús", nombre propio muy frecuente entre los judíos de aquella época, puede ser traducido como "Dios ayuda", "Dios salva". El salvará al pueblo de su pecado, entendido éste no sólo como falta moral voluntaria, sino, también y sobre todo, como limitación y carencia de plenitud. Se trata de una salvación general y total, avalada por el mismo Dios. Con este nombre se afirma, por tanto, que ha comenzado ya la salvación de forma imparable, aunque a veces actúe como la simiente que germina sin que se la vea.

Otra consecuencia implícita en el mensaje de Mateo es que Dios está en el hombre, no ayuda desde la distancia. "El Señor está contigo" no sólo se puede decir de María, sino también de cada uno de nosotros. El hombre es portador de Dios que, de esta forma, da o recibe amor. Es paradójico que mientras Dios viene a la tierra, los hombres nos empeñamos en buscarlo en el cielo. Yo y el otro somos portadores del Dios de Jesús. Ame Duval, cantaba, guitarra en mano, "los que buscáis al Buen Dios en las nubes nunca veréis su cara. Los que buscáis al Buen Dios en las nubes no le véis cuando a vuestro lado pasa". Esta presencia divina en el otro convierte los derechos humanos en derechos divinos. Engrandecer al hombre será engrandecer a Dios, atacarlo será blasfemar. La grandeza de Dios cabe en la pequeñez del hombre como la luna se refleja entera en una minúscula gota de agua.

DESEO/BUSQUEDA: Encontrar, experimentar a Dios en nosotros mismos es hallar la fuerza más determinante de nuestro vivir. Juan Crisóstomo dice bellamente que "los magos no se pusieron en camino porque hubieran visto la estrella, sino que vieron la estrella porque se habían puesto en camino". Un viaje de ida a nuestro interior puede hacer posible este transcendental encuentro. Sin embargo, muchas veces andamos buscándolo en conocimientos teológicos o en estéticos ceremoniales. Así lo dice Anthony de Mello:"¿Qué andas buscando, Mullah? Mi llave. La he perdido. Y arrodillados los dos se pusieron a buscar la llave perdida. Al cabo de un rato dijo el vecino: ¿Dónde la perdiste? En casa. ¡Santo Dios! y entonces, ¿por qué la buscas aquí? Porque aquí hay más luz. ¿De qué vale buscar a Dios en lugares santos, si donde lo has perdido es en tu corazón?" El método de búsqueda nos lo concreta San Anselmo: "Deseando te buscaré, buscando te desearé, amando te hallaré y hallándote te amaré".

Como San Agustín, nuestra oración se concreta hoy en un "Señor, que te conozca; Señor, que me conozca".

EUCARISTÍA 1992/58


5.

En nuestros nacimientos eres, buen José,
una figura de segundo plano;
casi de tan poca importancia,
como el buey y la mula,
que una vieja y bella tradición franciscana,
situó a ambos lados del Niño.

Tú quedas ahí, casi escondido,
al lado del misterio del gran Dios,
convertido en carne de niño.
Poetas conocidos -también los del pueblo-
han cantado a ese niño pequeño,
Palabra bendita del Dios hecho carne;
y también a la madre pura y sencilla
cuyas manos trémulas y firmes
acunaban al recién nacido.
De ti, con tu barba blanca,
hasta sonreían nuestros villancicos,
con ratones que roían tus calzones...

Y tú estabas firme allí,
sintiendo la emoción del padre
que espera a su primer hijo.
Porque, ¿era tan importante y definitivo
que no llevase tu misma sangre?

«No tengas reparo»,
te había dicho el ángel.
No porque dudases de tu esposa,
sino porque dudabas de ti mismo;
no te considerabas digno,
hombre bueno y humilde,
de estar cerca del misterio del Dios,
que se había metido en tu hogar.

«No tengas reparo»:
también lo escucharías en tu interior
en la noche de la cueva de Belén...
«Le pondrás por nombre Jesús»:
Eres tú el que tienes que ponerle ese nombre,
que es salvador de los hombres.
Eres tú, con tus brazos jóvenes y firmes,
-¿por qué te hemos pintado anciano?-
el que trabajarás para él;
eres tú, en el que el niño se mirará
para aprender a ser hombre,
cuando crezca día a día,
en años, estatura y sabiduría.

«No tengas reparo»:
nos lo dice hoy el buen José,
a los que no osamos acercarnos
al misterio del buen Dios...
Dios necesita nuevos hombres justos,
figuras de segundo plano,
que ponen sus manos y su corazón,
al servicio del Dios hombre
y también del hombre hermano,
hecho ya sacramento de aquel
que tuvo José entre sus manos
en la noche oscura de Belén

JAVIER GAFO
DIOS A LA VISTA
Homilías ciclo C
Madrid 1994.Pág. 37 ss.


6.

Señor, Tú sabes que en nuestro tiempo
no se habla de Salvación
sino de «salvamentos».
Con mayúscula sólo se escriben ahora
las siglas políticas o comerciales.
A veces, tampoco yo comprendo esa palabra.
Pero me doy cuenta de que si busco
es porque no tengo.
Si espero es porque no soy.
Si camino es porque no he llegado.
Soy incompleto y Tú me ofreces la plenitud.
Señor, quiero sentir que
Tú estás en mí y conmigo.
Porque cuando te siento
Tú eres mi motor,
mi fuerza y mi seguridad.
Mi suerte no es la lotería.
Mi suerte eres Tú.

EUCARISTÍA 1995/58


7.

LA ESPERA DE MARÍA Y LA CONFIANZA DE JOSÉ

María y José son la primera pequeña Iglesia, que da a luz al primer hijo del Reino de los cielos. Por eso, en este cuarto domingo de Adviento, cuando casi tocamos ya la Navidad, la liturgia hace que volvamos hacia ellos los ojos, para entender su misterio y protagonismo.

María, la Virgen, está en la cima de la expectación. Nadie ha vivido un Adviento de nueve meses como ella. Porque era sencilla como la luz, clara como el agua, pura como la nieve y dócil como una esclava, concibió en su seno a la Palabra. Cuando nada parece haber cambiado por las colinas de Galilea, María sabe que ha cambiado todo, que Jesús viene. Es la joven madre que aprende a amar a su hijo sintiéndolo crecer dentro de sí. Lleva a Jesús para darlo al mundo, que lo sigue esperando sin saberlo, porque la mayor parte de los hombres no le conocen todavía. En el amor de la Madre se manifiesta la ternura humana del Hijo. Solamente se puede esperar a Jesús cerca de María. Jesús está ya donde está ella. Para celebrar la Navidad, hay que agruparse alrededor de la Virgen. Ella, que no tenía recovecos ni transfondos oscuros de pecado, porque era inmaculada, callada y silenciosamente siempre nos entrega al Hijo.

José es el hombre bueno, que se encuentra ante el misterio. No le fue fácil aceptar la Navidad, que ni sospechaba ni entendía en un principio. Como hombre sintió en un primer momento pavor ante las obras maravillosas de Dios, que desconciertan los cálculos y el modo de pensar humano. En su Adviento particular tuvo que superar la prueba de la confianza en su esposa, para convertirse en el modelo perfecto de confianza. ¡Qué difícil es aceptar la obra del Espíritu Santo! Solamente desde una fe honda se puede asimilar el desconcierto que muchas veces provoca la acogida de la voluntad de Dios. ¡Cuánta confianza en Dios hay que tener para aceptar al hijo que uno no ha engendrado! Y cuando se acepta, viene la sorpresa de la salvación y "Dios está con nosotros. Estamos llenos de reparos contra todo lo que no está programado o hecho por nosotros, y por eso nos negamos casi radicalmente a confiar en los demás.

Andrés Andres


8. Para orar con la liturgia

Te alabamos, te bendecimos y te glorificamos
por el misterio de la Virgen Madre.
Porque, si del antiguo adversario nos vino la ruina,
en el seno virginal de la hija de Sion
ha germinado aquel que nos nutre con el pan de los ángeles,
y ha brotado para todo el genero humano
la salvación y la paz.

La gracia que Eva nos arrebató
nos ha sido devuelta en María.
En ella, madre de todos los hombres
la maternidad redimida del pecado y de la muerte,
se abre al don de una vida nueva.
Así, donde habia crecido el pecado
se ha desbordado tu misericordia en Cristo nuestro Salvador.


9.

El Misterio de la Encarnación y de la Natividad del Señor, que celebramos, es, desde el punto de vista de las Religiones, incluso de la Religión Judaica, lo insospechable e inimaginable; por más que el hombre no puede pensar a Dios sin imaginárselo. Pero ¿ quién iba a pensar que Dios llegara a tanto?

Que Dios, desde su Trascendencia, se interese por su creatura el hombre y decida salvarlo... es lo que en el fondo dicen las Religiones. Que Dios intervenga en la Historia de su Pueblo Israel y esté junto a él y lo acompañe en una cercanía admirable es el Credo religioso judaico. Pero que Dios se abaje, se rebaje, tanto, hasta el extremo de asumir la deteriorada condición humana (excepto el pecado) para salvar al hombre, no desde fuera, sino desde dentro del mismo hombre, desde la perspectiva humana, raya con lo escanduloso (indigno de Dios).

Y este es el Misterio, cuya revelación nos proclama las Lecturas de las Misas de la Solemnidad de la Navidad del Señor.

"El Mesías", más aún, "el Señor" (Dios mismo en persona) "Salvador", que esperamos, lo encontramos en "el niño, envuelto en pañales y recostado en el pesebre" (Misa de medianoche). El que es "la Palabra de Dios", "el Hijo", la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, "se hizo carne y acampó entre nosotros" (Misa del Día).

Este contraste inefable Misterio de Sabiduría y Amor, que supera nuestra capacidad de comprensión- aparece en las Lecturas bíblicas del Nuevo Testamento; pero también en las lecturas del Antiguo Testamento, leídas a la luz de la Revelación contenida en el Nuevo Testamento.

Las escuchamos año tras año, para que no perdamos nuestra capacidad de asombro y de admiración; nuestra capacidad de agradecimiento.

Avelino Cayón


10.

Nos encontramos a puertas de la Navidad y en el evangelio de hoy aparece la figura de José con una clara intención: separarse de María en secreto, pues ella esperaba un niño antes de vivir juntos.

José está confundido: él sabe cuál es la situación de María y no alcanza a comprender en qué consiste el misterio que encierra la acción de Dios, que María le ha confiado, es más no quiere interferir en los planes del Señor y opta por retirarse.

Será el ángel del Señor quien en primer lugar le confirme que la maternidad de María es obra de Dios. La encarnación del Hijo de Dios en el seno de María se realiza mediante una concepción virginal por obra del Espíritu Santo y él tiene parte activa en esta obra de Dios y su misión será ser él padre del niño que nacerá de María, su esposa.

José supera la prueba que se ha presentado a su fe en el Dios de Israel y decide entrar en la oscuridad luminosa del misterio de Dios. Confía en su palabra y se incorpora al plan salvador de Dios con plena disponibilidad.

José será modelo para todo creyente; modelo de fe que supone aceptar los planes de Dios sobre nosotros; fe como respuesta a Dios que nos llama a vivir y actuar como amigos fieles que estiman su amistad y gozan de su gracia y su favor; fe que es compromiso que impregna toda nuestra vida y abarca nuestra existencia y nuestro mundo personal, familiar, laboral y comunitario, es fiarnos plenamente en el Dios que cumple sus promesas y continúa salvándonos en Cristo.

C. E. DE LITURGIA. PERÚ


11.

Mirada a nuestro tiempo

Creer en Navidad

Circula con gran éxito un libro que plantea esta cuestión: en qué creen los que no creen? No cabe duda de que se trata de una buena pregunta, como también lo es: en qué creen los que creen? No se trata de un juego de palabras, sino de preguntas que apuntan a lo más profundo del hombre.

Si hay un tiempo propicio para responder a tales cuestiones las dos a la vez, ese es el de Navidad; pues tanto los creyentes como los que confiesan no serlo se ven envueltos por un mismo clima, viven de él y actúan bajo su influjo. Unos creen que la Navidad es la presencia del amor salvador de Dios entre nosotros y otros piensan que es un despertar cíclico de los más nobles sentimientos de la conciencia colectiva en gran parte de la humanidad.

Aunque no sea fácil llegar al fondo de lo que realmente sucede en Navidad, por la superficial y a veces corrosiva influencia de la sociedad de consumo, los mejor de ella siempre se abre camino en el corazón de los que creen y en el de los que no creen. El dulce encanto de la solidaridad, de la paz, de la alegría y del amor se abre camino en el corazón de los seres humanos, o bien con una adoración agradecida al Niño Dios o con una nostalgia escondida, aparentemente sin nombre y sin forma, pero que, si se pudiera ecografiar, tendría con seguridad el mismo rostro del Niño de los creyentes. Lo que pasa dentro de ellos tiene el mismo origen: la iniciativa de un Dios, al que no le importa hacerse humano para que crezca en nosotros la simiente de lo divino.

Amadeo Rodríguez
Semanario "Iglesia en camino"
Archidiócesis de Mérida-Badajoz
Número 280.20 de diciembre de 1998


12.

La tentación de José

Casi en las vísperas de Navidad, la liturgia de Adviento abandona los temas de la espera y la venida del Señor para acercarnos al misterio de la Encarnación y destaca algunas dimensiones esenciales del mismo.

En realidad, viene bien este giro ya que el mensaje de las lecturas nos pueden servir como preparación inmediata para la Navidad. Pues, con frecuencia, la convertimos en unas fiestas muy entrañables, pero ajenas casi al misterio divino que celebra.

San Pablo, precisamente en una de sus cartas más importantes, se presenta como quien tiene que anunciar el evangelio de Dios. Pero a la hora de presentar el contenido de ese Evangelio afirma que "se refiere al Hijo, nacido, según lo humano, de la estirpe de David". El versículo del Aleluya le da el nombre: "Emmanuel (que significa: 'Dios con nosotros')". Nos suena a tema muy conocido, pero que hay que asumirlo cada vez que celebramos la Navidad.

Tenemos el riego de caer en la tentación de José. De un modo confuso el evangelista Mateo presenta a José negándose a entrar en la órbita de ese misterio de la cercanía histórica de Dios. La interpretación más piadosa ve en José razones de reverencia pues le parece que no le corresponde papel alguno en el misterio.

El ángel le comunica que la cercanía histórica de Dios que ha invadido el seno de María también le concierne. Que, en el misterio de la Navidad, Dios cuenta con él. La Navidad, como el ángel, va a decir a cada uno de nosotros que Dios es el Dios-con-nosotros, que Dios quiere acercarse y ser acogido por nosotros.

No caigamos en la tentación de José y dejémonos invadir por esa noticia.

Antonio Luis Martínez