COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA
Is 7, 10-14

 

1. ACAZ/Is:

El rey Acaz y el profeta Isaías se hallan frente a frente. Acaz solicita la ayuda a Siria para vencer a sus vecinos enemigos: bajo una falsa religiosidad oculta una absoluta falta de fe en la intervención divina.

Isaías le ofrece un signo: el nacimiento de un niño, encarnación de la benevolencia de Dios, de su presencia salvadora -Enmanuel- Dios con nosotros.

El niño pudo ser históricamente el mismo hijo del rey, próximo a nacer. Pero en el contexto profético designa ya al Mesías. Y con él -como parte integrante del mismo signo- se asocia la madre.

El niño es puro don de Dios, fruto de la fe. aquella maternidad se entenderá pronto dentro de las maternidades prodigiosas del AT.

Son años difíciles para el pueblo de Dios (735), su independencia política está amenazada desde dentro y desde fuera. Interiormente se la veía como castigo de tantas infidelidades a Dios.

El pueblo de Judá está amenazado, por una parte, por Asiria, y, por otra, los pueblos vecinos, Siria, edomitas y filisteos. La disyuntiva era clara; aliarse con Asiria, o con sus vecinos. Y Acaz, el rey de Judá, había escogido al más poderoso, Asiria, como amigo. Isaías se presenta y aconseja al Rey el tercero y único camino salvador para Judá, una postura no de alianzas políticas ni diplomáticas, sino de fe. Precisamente de lo que carecía el rey Acaz y sus asesores; que tenga fe, que sea providencialista, que confíe única y exclusivamente en el Dios de la Alianza y las Promesas.

El escéptico Acaz debió sonreir ante una respuesta divina para solucionar los problemas humanos. El profeta, indignado, se torna amenazador. "Si no tenéis fe, no subsistiréis". Israel era un pueblo teocrático. El rey era simplemente el representante de Dios. Debía actuar siempre en depedencia de él, debía creer.

No podía Acaz prescindir de Dios en sus decisiones y convertirse en un rey como los demás reyes de la tierra. Si obraba así era como una usurpación divina. Isaías, consciente de la infidelidad del rey y de no haber sido escuchado, se presenta ante la corte demostrando cómo Dios puede hacer lo que desea y cómo deben fiarse de él, que le pidan un "signo" a cualquier nivel, en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo.

Pero Acaz no está dispuesto a cambiar su política de pacto con Asiria y lleno de hipocresía rechaza el signo. Isaías no aguanta más. Y reprochando su conducta hace este maravilloso anuncio de que la fidelidad y garantía de Dios estará siempre con el pueblo que se fía de él. Cuando, el comenzar nuestra era, una joven doncella llamada María quede embarazada sin concurso de varón y dé a luz un hijo, síntesis de lo humano y lo divino y en cuya vida, muerte y resurrección se den cita cumplidamente todos los anuncios de Isaías en estos capítulos conocidos como al "Libro del Emmanuel" ya nadie podrá negar la proyección mesiánica y salvífica de aquel Emmanuel en pañales de Isaías, cuya madurez nos ha sido revelada en Cristo.


2. /Is/07/01-17

Con este texto comienza el llamado «Libro de Emanuel» (capítulos 7-11), conjunto de reflexiones proféticas sobre la radical inconsistencia de toda seguridad humana y sobre la inmanencia de Dios, del totalmente Otro, como fuerza determinante de la historia. De repente, los países del Próximo Oriente se sienten inseguros ante la aparición de una superpotencia: Asiria. Contra ella, y por iniciativa de la otra gran potencia rival, Egipto, se forma la federación de los reinos de Damasco y Samaría, a la que se intenta arrastrar a Judá. La resistencia del rey Acaz a entrar en esta coalición explica la llamada guerra «siro-efraimita». En estas circunstancias en que Judá se mueve con una prudencia puramente política y no basada en la fe, entra en escena Isaías, portador de una palabra libre y liberadora. Su reflexión va a significar que los factores exteriores pueden borrar a Israel del cuadro político, lo pueden deshacer como Estado pero no como comunidad religiosa.

Los razonamientos del profeta tienen como base y fundamento la teología de la alianza: Israel sólo puede tener historia a partir de la fe, no debe su origen «a los carros ni a los caballos», a la fuerza humana, sino a Dios (30,15-17). De aquí que la fe tenga derecho a formular unas exigencias que, desde el punto de vista político, pueden parecer un error y un drama. Pero la tarea del profeta es conservar al pueblo de Dios como tal y no defender a cualquier precio las razones de Estado. Dios no se encierra ni se deja encerrar en ninguna realidad, por justa que parezca. La vida de Israel y su legitimidad no pueden apoyarse en su propia fuerza ni en las alianzas con otros pueblos, sino sólo en Dios: «Si no creéis (= si no os hacéis fuertes en mí), no subsistiréis» (v 9b). Sin embargo, Acaz busca seguridades distintas de la fe: cree más prudente pactar con Asiria para defender los intereses político-religiosos de Israel, como si así pudiera defender mejor a Dios. Pero Dios no necesita «defensores», sino testigos ilusionados que reconozcan la gratuidad de la salvación. Este es el gran reto a todas las formas de fanatismo y de soberbia a lo largo de la historia. La política de Acaz pone en peligro la gratuidad de la alianza y de la salvación. De ahí la palabra del profeta, hecha de amenaza y de esperanza: vendrá otro mediador de la alianza que merecerá el nombre de Enmanuel, porque en él «Dios-estará-con-nosotros».

F. RAURELL
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 438 s.


3. Is/08/10: /Is/11/01-09

El nacimiento del futuro mediador de la alianza, Enmanuel (porque en él realmente «Dios-será-con-nosotros»), que desciende no de la desobediente dinastía de David, sino de una "joven", y las cualidades de que será revestido para llevar a término su misión constituyen el tema de estos tres fragmentos del libro de Isaías.

El profeta recuerda al rey Acaz que la comunidad de Israel es antes que nada una comunidad de fe ligada a Dios por la alianza, que únicamente la fe le podía dar su fisonomía auténtica; su seguridad, su futuro no se apoyan en la fuerza del rey, sino en la de Dios. Solamente la fe puede hacer nacer un nuevo Israel de un Israel desmoronado por la fuerza de las armas.

La propia historia testimonia el nacimiento del judaísmo de un Israel que desaparece políticamente. Frente al rechazo de Acaz, el anuncio de la presencia especial de Dios, que se servirá de una «joven», que concebirá y engendrará al futuro y definitivo mediador de la alianza.

El tercer fragmento (11,1-9) habla de las cualidades y de la autoridad del ungido, del Mesías Cuando «la madera del bosque» es cortada a hierro (10,34), es decir, cuando la parte dirigente es desterrada, cae también bajo el golpe el poderoso árbol de la casa de David. Con todo, Dios suscita un retoño de la raíz de Jesé. En él reposa el espíritu del Señor con mayor plenitud que en otro tiempo sobre David (1 Sm 16,13: «Samuel, tomando la cuerna de aceite, le ungió a la vista de sus hermanos, y en aquel momento vino sobre David el espíritu de Yahvé, y no le abandonó en adelante»).

Su autoridad no reposa sobre un carisma, como había sido hasta la fecha, sino sobre un gran número de carismas. El ungido ejerce su misión con la fuerza del espíritu recibido; su solicitud va dirigida principalmente a los débiles; ha de hacer triunfar el derecho de Dios sobre la tierra.

Partiendo de Is 11, la tradición judía trazó un lazo muy estrecho entre la efusión del espíritu y la proclamación mesiánica. Por eso cuando la primitiva catequesis cristiana sitúa el inicio de la nueva creación en la misma aparición humana de Jesús, se interpretan su concepción y su nacimiento como obra del espíritu. De esta manera, el espíritu que, según Is 11, habitará sobre el Mesías y vendrá a determinar toda su obra, se convierte en el principio y fundamento de su vida. Jesús tiene el espíritu precisamente por haber nacido del Espíritu.

La fe y la adhesión de María a este misterio la convertirá por haber creído, en la «favorecida». Su fe significa aceptar que Dios actúa «ahora» y «aquí».

F. RAURELL
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 851 s.


4.

Con el c.7 comienza la sección del I Isaías que se llama el "libro de Emmanuel" (c. 7-12). La situación política es la siguiente: Acaz es rey de Judá. El reino del norte se ha aliado con Damasco y Siria para defenderse del empuje de Asiria. Estos mismos pretenden que en el reino del sur se instaure una monarquía antiasiria y se pase al frente antiasirio, lo cual sería atentar contra la dinastía davídica. Isaías sale al frente de este gran peligro con dos "avisos" proféticos al rey Acaz: las amenazas de Damasco-Siria-reino del norte no se cumplirán (7, 1-9); el signo del Emmanuel (7, 10-16). En un ambiente del tal prueba social suena incomprensible la voz del profeta: es preciso confiar en Dios más que andar buscando alianzas que llevarán al pueblo a la ruina (v. 9b).

Una señal, en la mentalidad de Isaías, no es necesariamente un milagro, sino algo que el interlocutor puede tener a su vista inmediatamente o un poco más tarde y que tiene que ayudarle a esperar con fe lo que se realizará en un futuro (cf. 4, 18; 37, 30).

El rey Acaz se sitúa aquí en la mentalidad de las antiguas tradiciones que conciben a Dios como Señor del universo y que, por lo mismo, no es necesario andar pidiendo señales a derecha e izquierda (cf. Ex 17, 2). De algún modo también se ve la confianza inicial del rey: el panorama es sombrío, pero aún queda algo de confianza en Dios, aunque sea vacilante. Situación de muchos creyentes ante su Dios.

Esta "virgen" es, probablemente, la primera dama de la corte, la esposa del rey. El signo consiste en que la joven esposa del rey, que no ha tenido hijos aún, va a dar a luz un niño (Ezequías) que continuará la tradición dinástica de David. Así, la promesa se hace presente y la alianza se mantiene. El camino de fe que Dios ha trazado para el hombre no quedará nunca interrumpido. Aquí la tradición cristiana ha visto (siguiendo a Mt 1, 23) un anuncio de la concepción de María y del nacimiento de Jesús. Lectura que hace la comunidad de creyentes a la luz del hecho de Jesús.

EUCARISTÍA 1992/58


5.

Contexto histórico literario.

Los versos de esta lectura pertenecen a las "Memorias de Isaías", en las que el profeta nos habla de su actividad durante la guerra siro-efraimítica (7, 1-9, 6). Memoria que se abre con un cuadro guerrero y se cierra con otro de paz. ¿Qué es lo que ha ocurrido?

-Corren los años 743/733 a. de C. Rasín, rey de Siria; Pecaj, usurpador del trono de Israel, y otros monarcas forman una gran coalición, llamada siro-efraimítica, para luchar contra el gran coloso que ha surgido en Asiria, Tiglat-Pileser III, que amenaza con someter a vasallaje a todos sus reinos (cfr. Ii Rey. 16, 5-9). Acaz, rey de Judá, no quiere entrar en la coalición, sino someterse al rey asirio para obtener su protección. Los aliados tratan por todos los medios de forzarle y, por eso, se dirigen hacia Jerusalén en son de guerra. Ante el peligro inminente, el rey Acaz inspecciona el canal que trae las aguas a la ciudad.

-En el relato de su llamada se le anunciaba a Isaías que su mensaje no sería aceptado: "...oíd con vuestros oídos, sin entender; mirad con vuestros ojos, sin comprender. Embota el corazón de ese pueblo..." (6, 9 ss), ahora, en el encuentro con su monarca, el profeta tiene la oportunidad de comprobarlo. Que Acaz confíe en Asiria tiene su explicación humana, pero a los ojos de la fe equivale a desconfiar de las promesas divinas hechas a la casa davídicas (II Sam 7, 16) y aceptar a los dioses asirios. Sólo la fe en la palabra de Dios que le sale al encuentro por medio de Isaías, y no los planes humanos, podrán salvar al rey y a su pueblo (v. 9b).

Texto.

-Dios anuncia el fracaso de la coalición: "No se cumplirá ni sucederá...", "no temas, no te acobardes...", pero Acaz no se lo cree. Por eso Isaías sale de nuevo a su encuentro y le invita a elegir un signo cualquiera (v. 11) como garantía de que el poder, las promesas y amenazas divinas no son algo vacío, sino que siempre se cumplen. El rey, político astuto, no quiere oponerse a los partidiarios de Isaías ni contradecir a los que desean una alianza con Asiria, por eso afirma: "no quiero tentar a Dios" (v. 12; cfr. Dt. 6, 16..l). Bajo esta respuesta piadosa se esconde la profunda incredulidad del rey que se ha apartado de su Dios (cfr. cambio de "tu Dios" del v. 11 en "mi Dios" del v. 13).

-Ante esta falta de riesgo y de coraje del monarca, el Señor, por su cuenta, va a dar una señal (vs. 14ss). A la falta de fe del rey se le contrapone esta enigmática esperanza, muy difícil de interpretar, como puede verse en la historia de la exégesis. Sabemos, por el contexto, que el acontecimiento es tan inminente que su nacimiento se narra ya en el cap. 9: la joven encinta no es una virgen, como traducen algunas versiones, sino una mujer (¿la de Acaz?, ¿la de Isaías?) en estado núbil, sea o no virgen (es el significado del término hebreo "alma"); el hijo que va a nacer se refiere a ¿Ezequías, hijo del rey Acaz? o a ¿un hijo de Isaías?...El peligro de la coalición desaparece con tanta rapidez que la madre puede poner al niño el nombre de Enmanuel (Dios con nosotros), en acción de gracias por haber sido salvado y poder así continuar la línea dinástica.

Reflexiones.

-Dada la unión redaccional de toda esta sección (7, 1-9, 6) con lo que sigue, podemos deducir que ningún ser humano es capaz de realizar esta esperanza tal como se describe. El niño que se anuncia se refiere a ese personaje descrito en Is 11, 1-9 y que sólo puede ser Jesús de Nazaret. Mateo ha visto en El el perfecto cumplimiento de esta profecía (1, 20-23).

-El rey Acaz nada entre dos aguas. Lutero, en su comentario, acusa de hipócrita a este rey: "Así son los hipócritas: cuando es necesario son muy religiosos, pero cuando deben ser humildes son muy soberbios. Sin embargo, cuando Dios ordena asumir un riesgo, uno debe arriesgarse; pues obedecer a la palabra no es tentar a Dios". Los cristianos, ¿asumimos el riesgo de creer en la Palabra, en ese Jesús que esperamos durante el Adviento?

A. GIL MODREGO
DABAR 1992/04