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EL DOMINGO

Fuente: Fundación GRATIS DATE
Autor: P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.

Entrada: Con gran gozo iniciamos esta celebración cantando, «Pueblo de Sión; mira al Señor que viene a salvar a los pueblos. El Señor hará oír su voz gloriosa en la alegría de vuestro corazón» (Is 30, 19.30).

En la oración colecta (Gelasiano) invocamos al Señor y le pedimos a él que es todopoderoso y rico en misericordia que, cuando salimos animosos al encuentro de su Hijo, no permita que lo impidan los afanes del mundo, y que nos guíe hasta Él con sabiduría divina, para que podamos participar plenamente del esplendor de su gloria.

En seguida (ofertorio, Gregoriano), pedimos que los ruegos y ofrendas de nuestra pobreza conmuevan al Señor y, al vernos desvalidos y sin méritos propios, acuda compasivo en nuestra ayuda. En la comunión cantamos: «Levántate, Jerusalén; ponte sobre la cumbre y mira la alegría que te va a traer tu Dios» (Bar 5, 5; 4, 36). Y pedimos después al Señor (postcomunión, Gregoriano) que, alimentados con la Eucaristía por la comunión de su sacramento, nos dé sabiduría para sopesar los bienes de la tierra amando intensamente los del cielo.

Para la sagrada Liturgia, Sión representa a Jerusalén, a la nueva Jerusalén de la Iglesia, a la Jerusalén de la eterna claridad en el cielo. Significa también el reinado de Dios en las almas cristianas. «Preparad el camino del Señor», allanad, reparad las calles, tenedlo todo a punto para el gran momento en el que el Rey divino, Cristo, el Señor, quiera entrar en la ciudad, en las almas. Durante el Adviento debemos vivir más conscientes, profunda y fielmente unidos a la comunidad de la Iglesia. Debemos ser una sola alma. Debemos tener todos un solo corazón, una sola fe, una sola esperanza, un solo amor, una sola oración, un solo sacrificio.

Isaías 40,1-5.9-11: Preparadle un camino al Señor. En su designio de salvación Dios pone todo su amor; llega hasta enviarnos a su propio Hijo, el Salvador. Pero la voluntad personal y colectiva de los hombres habrá de poner toda la sinceridad de su conversión, que los haga disponibles para Cristo.

Israel es un pueblo en camino. Esto aparece en toda la Sagrada Escritura, sobre todo en la primera lectura de hoy, de un modo claro y preciso: de un estado de esclavitud hay que pasar a otro de liberación y de paz. La Iglesia vive ese mismo misterio, como nos lo ha recordado el Concilio Vaticano II. Es heredera de las prerrogativas de Israel. Pueblo en camino, Israel estaba dirigido hacia el cumplimiento de una esperanza salvífica. Pueblo en camino, la Iglesia está dirigida hacia el cumplimiento de una comunión total con Cristo; y por eso vive una espiritualidad de esperanza, esto es, de íntima unión con Dios en Cristo, que vive en su Iglesia. De ahí la impronta escatológica: la aspiración continua a la plenitud de la Jerusalén celeste.

Salmo 84: Esperamos a Cristo y el cumplimiento de su acción salvífica en nosotros. «Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación. Voy a escuchar lo que dice el Señor: Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos. La salvación está ya cerca de sus fieles y la gloria habitará en nuestra tierra… La justicia marchará ante Él, la salvación seguirá sus pasos».

1 Pedro 3,8-14: Esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva. El tiempo significa solo una amorosa espera por parte de Dios, que quiere que todos los hombres lleguen a estar en actitud de salvación cuando el Señor venga. El vocabulario usado es típicamente escatológico-apocalíptico. El sentido de las palabras y de las imágenes en las que predomina el fuego, parece ser éste: la acción definitiva de Dios, su vuelta escatológica, exige una purificación interior que, al mismo tiempo, destruye lo que está mal y exalta el bien de la salvación.

Hay que «saber esperar», como diría el Beato Rafael Arnaiz. Tenemos que colaborar con la gracia de Dios. El Señor viene a la Sión del Nuevo Testamento, al reino divino de la Santa Iglesia, al cual somos llamados también nosotros. Aquí, en la Santa Iglesia: lo encuentro, lo veo, lo oigo, lo toco. Aquí me da él la salvación, el perdón de mis pecados, la gracia, la vida. Cristo –su salvación y redención– se ha dado a los hombres en su Santa Iglesia. Cuanto más nos identifiquemos con la comunidad de fe, de oración, de sacrificio, de dolor, de apostolado, que es la Iglesia, más hondamente participaremos de la redención y salvación divinas.

Marcos 1,1-8: Preparadle el camino al Señor. Juan fue el heraldo de Cristo. Toda su vida fue un grito de alerta contra nuestra inconsciencia y nuestra irresponsabilidad. ¡Preparad los caminos del Señor… reformad vuestras vidas! ¡Abrid vuestro corazón al Corazón sacratísimo del Redentor!

La Iglesia, llamándonos así en la liturgia, prolonga la predicación del Bautista, y como dice San Gregorio Magno, prepara los caminos al Señor que viene:

«Todo el que predica la fe recta y las buenas obras ¿qué hace, sino preparar el camino del Señor para que venga al corazón de los oyentes, penetrándolos con la fuerza de la gracia, ilustrándolos con la luz de la verdad, para que, enderezadas así las sendas que han de conducir a Dios, se engendren en el alma santos pensamientos?» (Homilía 20 sobre el Evangelio).

El concilio Vaticano II fue en su día, y sigue siendo, para toda la Iglesia una renovada tensión de Adviento, una auténtica renovación profunda por la conversión evangélica: «La Iglesia, que encierra en su seno pecadores, siendo al mismo tiempo santa y necesitada de purificación, avanza continuamente por la senda de la penitencia y de la renovación» (Lumen Gentium 8).

Pero anterior a la renovación de las estructuras es la renovación de las personas: esa profunda conversión integral en la interioridad del hombre sin Cristo, que le abre a la verdadera cristificación, a la intimidad transformante con Cristo. Asó lo enseñó explícitamente Pablo VI en su encíclica Ecclesiam suam (6-VIII-1964):

«La reforma no puede afectar ni a la concepción esencial ni a las estructuras fundamentales de la Iglesia… No podemos acusar de infidelidad a nuestra querida y santa Iglesia de Dios… No nos fascine el deseo de renovar la estructura de la Iglesia por vía carismática…, introduciendo arbitrarios ensueños de artificiosas renovaciones en el esquema constitutivo de la Iglesia… Es necesario evitar otro peligro, que el deseo de reforma podría engendrar… en quienes piensan que la reforma de la Iglesia debe consistir principalmente en la adaptación  de sus sentimientos y de sus maneras de proceder a los mundanos» (41-43).

Ser heraldos de Cristo para quienes no lo conocen ni lo aman. ¡Ése es nuestro ineludible deber de Adviento!

 

1.

A Su Eminencia Reverendísima
Mons. Antonio Mª ROUCO VARELA
Arzobispo de MADRID



CONGREGATIO DE CULTU DIVINO ET DISCIPLINA SACRAMENTORUM
Ptor. N. 680/01/L

Ciudad del Vaticano, 1 de septiembre del 2001



CONCESIÓN DE DISPENSA PARA QUE LA SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN PUEDA CELEBRARSE EL AÑO 2002, A PESAR DE COINCIDIR CON EL SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO



Eminencia Reverendísima:

Esta Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos ha recibido su carta (Prot. N. 144/01), en la que solicita que en España se pueda celebrar la solemnidad de la Inmaculada Concepción el día 8 de diciembre del próximo año 2002, pese a ser Domingo Segundo de Adviento, el cual debería prevalecer a tenor de las Normas Universales sobre el Año Litúrgico y sobre el calendario (n.5).

Este Dicasterio, teniendo en cuenta que la solemnidad de la Inmaculada Concepción es de precepto y en atención a la tradición de esta fiesta en España, considera oportuno acceder a la solicitud presentada, dispensando para el año 2002 de la observancia de las normas litúrgicas que imponen su traslado al lunes siguiente, día 9 de diciembre.

Sin embargo, rogamos encarecidamente, para no perder el sentido del domingo segundo de Adviento, que se observe lo siguiente:

a) La segunda lectura de la Misa sea del segundo domingo de Adviento.

b) En la homilía se haga mención al Adviento.

c) En la Oración de los Fieles se haga al menos una petición con el sentido del Adviento y se concluya con la Oración Colecta del segundo domingo de Adviento.


Aprovecho la ocasión para manifestar a Vuestra Eminencia mi mayor consideración y aprecio en el Señor.

Afectísimo en Cristo

(+Francesco Pio Tamburrino
Arzobispo Secretario)


2. Ciertamente el Adviento es algo más que una simple preparación a la Navidad. Pero lo es también. Quizá hoy convendría incluir -moderadamente- en la homilía una advertencia a no dejarse cautivar por una preparación superficial, consumista, sentimental, de la Navidad. Los textos de hoy son muy apropiados para subrayar que LA NAVIDAD QUE PREPARAMOS ES ALGO MUCHO MAS PROFUNDO, MAS REAL, MAS SERIO. Es preparar la venida de JC a nosotros, abrirle camino, sacar obstáculos, crecer en la fe-esperanza-caridad. Disponerse para seguirle más de cerca. Esperar a Cristo y alegrarse con su venida, salir a su encuentro, es algo mucho más profundo.