COMENTARIOS A LA SEGUNDA LECTURA
Rm 15. 4-9

 

1. AT/CONSUELO:

El v. 4 es una consideración sobre el valor de las Sagradas Escrituras, que naturalmente se refiere a lo que nosotros conocemos como A.T., supuesto que el Nuevo no estaba todavía escrito cuando se envía esta carta a la comunidad romana. Se destaca entre esas funciones la del consuelo y esperanza. No está escrita la revelación para opresión o angustia del género humano, sino para lo contrario. ¡Ojalá no desvirtuáramos ese carácter como normalmente, por desgracia, sucede! ¿Cuántos cristianos piensan en la Escritura -con mayor razón se puede decir esto del N.T.- como fuente de consuelo y esperanza?

Los vv. 5-6 son exhortación a la concordia y oración común de alabanza. Cuando uno está contento, cosa que debería ser lo normal en el cristiano, precisamente porque cree en lo que dice la Biblia, es más fácil orar y ayudarse, alabar y dar gracias.

Por último, (vv. 7-9) se nos pone delante el ejemplo de Cristo. Tenemos en él la realización de las promesas, de los compromisos de Dios con el Hombre. Ha puesto en marcha desde el comienzo del tiempo la historia de la salvación humana. No tratamos de algo futuro sin más, sino que, aun cuando haya proyecciones hacia adelante, ella se basa en lo acontecido, la intervención de Dios en Cristo a favor del hombre. Por eso nos ha de resultar más fácil la mutua entrega y solidaridad, cuyo ejemplo máximo es precisamente Cristo.

Consuelo, esperanza, oración, alabanza, ayuda mutua. Tales son los temas que Pablo recoge en estas líneas finales de Rm, ofreciendo la motivación para ello.

FEDERICO PASTOR
DABAR 1989/89


2. /Rm/15/01-13

El cristiano es el hombre liberado por Cristo. Es el hombre libre. Por eso su libertad, más que conquista, es don. Dirigiéndose a los romanos, Pablo dice que su libertad es su privilegio, su bien (14,16), un privilegio de los hombres fuertes en la fe frente a quienes se sienten ligados por prescripciones que ya no tienen vigencia, como la prohibición de comer carnes sacrificadas a los ídolos.

Como todos los dones y carismas del cristiano, la fortaleza no se concede únicamente para la salvación personal. Mejor, se concede para salvarse como miembro, es decir, para salvar a todo el cuerpo, para edificar la Iglesia (v 2).

Pero si la libertad cristiana de los firmes en la fe no es actuar como quiere el Señor, de acuerdo con su palabra-ley, ¿de qué me sirve la libertad? Puede ser que el Señor te haya dado tal privilegiada sensación, viene a decir Pablo, no para usarla sino para "edificar" al hermano, para construir la comunidad, "para bien de él y de la Iglesia" (v 2). Actuar con libertad es obrar como queremos en el Señor. Pero Cristo no buscó lo que quería. Así lo prueban los ultrajes de la pasión, dice Pablo citando el Sal 69,10. En la actitud de Cristo encuentra Pablo la articulación del problema eterno: libertad de los fuertes-escándalo de los débiles en la fe. Si en el ejercicio de la libertad cristiana buscamos nuestra satisfacción espiritual -aunque hablemos pomposamente de "realización personal", no imitamos a Cristo, el cual conquistó nuestra libertad con los ultrajes de la pasión, de los que pide ser liberado.

Por eso Pablo continúa describiendo la obra de la redención como un servicio, servicio hecho precisamente en favor de los hermanos, de los judeocristianos, que ahora son los débiles en la fe. Cristo, siervo del pueblo judío, ha libertado a los judíos, y con ellos, subraya el autor, a vosotros, a los paganos (vv 7-8). La libertad, si es cristiana, debe ser como la de Cristo, no debe estar al servicio del propio placer o deseo, sino al servicio de los otros, cuando así lo exige su fe. Que el carisma de nuestra libertad esté al servicio de los otros no implica ponerse a merced del capricho de unos eternos niños en la fe, sino contribuir constantemente a su crecimiento en la fe.

Únicamente en este servicio podemos estar orgullosos de la audacia y de la gloria de la libertad cristiana.

E. CORTES
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 502 s.


3.

Parece como si los cristianos tuvieran todavía más dificultad que los demás hombres para soportarse mutuamente: progresistas e integristas de hoy, querellas de teólogos y de maestros espirituales de siempre, cismas de ayer ¿y de hoy? Pablo hace alusión a conflictos duros dentro de la iglesia primitiva: querella de "los débiles en la fe" y de los "fuertes en la fe", rivalidad entre convertidos del paganismo y convertidos del judaísmo.

Si supiéramos acogernos los unos a los otros, el ejemplo de Cristo podría revivir entre nosotros y Dios encontraría siempre su timbre de gloria: sea a título de la paciencia fidelidad de los unos a un pasado cargado de sentido, sea a título de la acogida de los otros a lo nuevo e inesperado. Porque Dios sabe llevar a la vez el pasado y el porvenir, vividos en el hoy del Pueblo de Dios.

DABAR 1977/02


4.

Las Escrituras han dado testimonio de la humildad de Jesús (v. 3). Por eso la misma Escritura ilustra al lector de Pablo sobre el modo de mantener la esperanza: sin violencias, con entereza, pero con suavidad. Así, toda actitud de autodefensa o de apoyo exterior complementario quedan sin sentido ante el ejemplo desconcertante de Jesús. El cristiano no puede tolerar las cosas injustas. Pero sabe, a la vez, que en la actuación de Dios, que se hace débil con el débil, hay una paciencia desconcertante.

La problemática de la comunidad de Roma era bien precisa: cristianos judíos y cristianos paganos disentían hasta el punto de hacer peligrar la unidad de la comunidad de fe. Pero Pablo no pide a sus lectores el renunciar a su diversidad de opinión, sino que vuelve a tomar la exhortación del v.2: que cada uno intente complacer a su prójimo, que cada uno busque crear para el otro un ambiente donde aquél pueda ser hombre en toda profundidad.

La gloria de Dios es el fin de la obra de Cristo, como de la obra cristiana personal y comunitaria (v. 6). Pero esta gloria de Dios puede traducirse a un lenguaje más casero: la capacidad de acogida. Por su parte, Cristo acoge a los que se hallaban en continuo pecado. Pablo viene a decir a los cristianos de Roma que incluso a ellos mismos. Por eso, en vuestra vida social, imitad a Jesús. En este punto de conversión al hermano (acogida), el cristiano marcha por el camino de la verdadera conversión.

EUCARISTÍA 1992/55


5.

La comunidad de Roma se hallaba dividida en dos grupos o facciones: los "débiles" y los "fuertes". Los primeros se abstenían de comer carne y de beber vino los días señalados, por motivos religiosos; los segundos no distinguían los alimentos, pensando que todas estas prácticas no son lo importante para la fe. Aunque Pablo reconoce en teoría el buen sentido de los "fuertes", invita a los dos grupos a que se respeten y se acojan los unos a los otros como hizo Cristo.

Una comunidad dividida en facciones intolerantes no puede unirse para tributar a Dios una misma alabanza. Por lo tanto, la asamblea eucarística presupone, al menos, la unidad de todos sus participantes en una misma esperanza y en una misma fe en Jesucristo. Pero esta unidad en Cristo, el verdadero punto de coincidencia y el único mediador, es un don de Dios.

Cristo nos ha dejado el mejor ejemplo de comprensión mutua: él se sometió a la "circuncisión", es decir, a la Ley, y aceptando la Ley y sirviendo a los judíos, dio pruebas de la fidelidad de Dios que cumple las promesas hechas a los patriarcas y al pueblo de Israel; pero no se olvidó de acoger también a los gentiles para manifestarles la misericordia de Dios y lo alaben por esa misericordia. De unos y otros, de judíos y gentiles, hizo Cristo un solo pueblo de Dios. De igual manera es preciso que los cristianos, superando todas las diferencias, lleguen a la unanimidad de una misma alabanza al Padre por Cristo y en Cristo.

EUCARISTÍA 1980/56


6.

-"Todos las antiguas Escrituras se escribieron para enseñanza nuestra...". En el contexto anterior Pablo ha utilizado el salmo 68, una lamentación del justo que sufre por su fidelidad a Dios, para hacer ver como también Cristo soportó los insultos dirigidos a Dios.

Con esta referencia al A.T. , subraya que los sufrimientos de Cristo tienen un lazo muy fuerte con el conjunto de la historia salvífica. Por eso ahora recuerda que el hecho de volver la mirada al AT es en función de encontrar también el sentido de la vida del cristiano y de mover su esperanza.

-"... acogeos mutuamente como Cristo os acogió...": Exhortación a la unidad y a la mutua aceptación en el seno de la comunidad cristiana. Cristo ha aceptado en su acto redentor no sólo a los judíos, como cumplimiento de las promesas de Dios, sino también a todos los demás pueblos de una forma totalmente gratuita, por pura bondad.

J. NASPLEDA
MISA DOMINICAL 1989/23

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