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H O M I L Í A S 

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DOMINGO I
ADVIENTO
CICLO B

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El punto clásico que podemos destacar en el primer domingo de Adviento es, ciertamente el de la vigilancia que, por otro lado, enlaza con un tema que es propio de los últimos domingos del año litúrgico. El evangelio de este domingo empieza con un toque de atención sobre la vigilancia como actitud fundamental del cristiano: "Mirad, vigilad". Y, según las palabras que el evangelista Marcos pone en labios de Jesús, la razón de esta necesidad de estar atentos y de vigilar es que "no sabéis cuándo es el momento".

La expresión "es el momento" o "tiempo decisivo" es la traducción castellana de la palabra griega "kairós", que, en lenguaje del NT puede significar diversas cosas, todas ellas caracterizadas por representar momentos importantes de la historia, que están mutuamente entrelazados. Se puede referir, en primer lugar, a la plenitud de los tiempos, anunciada por los profetas y realizada por la obra salvadora de JC, a través, sobre todo, de su muerte y resurrección. Puede significar también la consumación total de la obra de Cristo, que se realizará al final de los tiempos por medio de su segunda venida gloriosa, de la que el domingo pasado escuchamos una descripción verdaderamente sobrecogedora. Y, finalmente, "tiempo decisivo" indica frecuentemente el momento oportuno para cada persona o cada comunidad de entrar en contacto con la salvación real aportada por Cristo. Es este tercer sentido el que nos interesa de modo especial para captar el verdadero alcance de la recomendación evangélica a la vigilancia. El primer "kairós", histórico, es ya un hecho consumado e irrepetible. El segundo "kairós", el del fin de los tiempos, no está sujeto a cálculos cronológicos. En cambio, cada momento presente puede convertirse realmente para nosotros en el momento decisivo, el instante oportuno de salvación que, si no se aprovecha cuando se presenta, es posible que jamás vuelva a pasar nunca más. (Time Jesu transeuntem et non revertentem). Cada hora de nuestra vida puede ser aquel momento inesperado de que nos habla también el evangelio de este domingo. Hay que procurar, por tanto, que no nos encuentre dormidos, porque nadie nos asegura que exista siempre una segunda oportunidad.

-Debemos tener conciencia de la necesidad de salvación

Una condición indispensable para saber aprovechar los instantes oportunos en orden a la salvación, es estar convencidos de que necesitamos esta salvación. Cuando alguien le parece que no le falta nada, que tiene todo cuanto necesita, no acostumbra a ponerse en una actitud de vigilancia activa, sino que se duerme plácidamente satisfecho de sus posesiones y riquezas. La gente, por ejemplo, sólo se inquieta buscando trabajo, cuando se halla en la situación angustiosa del paro forzoso. En todos los órdenes de la vida, para saber sacar provecho de las oportunidades favorables, hay que tener una clara conciencia de las propias necesidades y limitaciones.

En el campo de la salvación cristiana pasa exactamente lo mismo. Mal sabremos estar atentos a las continuas "venidas" salvadoras del Señor, si no tenemos un claro convencimiento de la necesidad de ser salvados. El Señor pasará ofreciéndonos una vez más una oportunidad de salvación, y nosotros seguiremos durmiendo, satisfechos y complacidos de nuestra aparente autosuficiencia. Es muy aleccionadora la actitud que el profeta Isaías inculca en el pueblo de Israel, según la primera lectura de la misa de hoy: la condición indispensable para que Israel considere a Dios como salvador y redentor es que reconozca su situación presente, miserable y necesitada de un enderezamiento urgente: "Todos éramos impuros, nuestra justicia era un paño manchado; todos nos marchitábamos como follaje, nuestras culpas nos arrebataban como el viento". Sólo a partir de la constatación de la propia miseria, puede brotar la afirmación: "Y, sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre, nosotros somos la arcilla y tú el alfarero: somos todos obra de tu mano", y puede subir a los labios el grito: "¡Ojalá rasgases el cielo y bajases, derritiendo los montes con tu presencia!".

Es necesario que nos hagamos conscientes de nuestros defectos si queremos acoger la salvación del Señor cuando pasa cerca de nosotros. Y es preciso que despertemos en todos los hombres y mujeres esta misma conciencia, no para fomentar un sentimiento morboso de las propias deficiencias, sino para crear las condiciones de la acogida de la salvación redentora y liberadora.

-La eucaristía es un "momento" privilegiado de salvación

Mirada con los ojos de la fe, cada celebración eucarística es uno de esos "momentos" oportunos y tiempos decisivos, a través de los cuales el Señor se hace presente con toda la fuerza de su salvación. Mantengamos bien abiertos estos ojos de la fe, para que la eucaristía de este primer domingo del año litúrgico -como hemos pedido a Dios Padre en la colecta- avive en nosotros "el deseo de salir al encuentro de Cristo, que viene, acompañado por las buenas obras".

J. LLOPIS
MISA DOMINICAL 1987/22

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