PRIMERA LECTURA
En la anodina existencia de la comunidad posexílica, sin gloria ni grandeza, anida el desaliento. Con el aparente eclipse de Dios se agranda la figura de la culpa, se hace incómoda la existencia, se palpa a toda hondura la creaturidad. Pero Dios no está ausente. Los que parecen monologar, están dialogando con el Dios que viene y que está ya presente en la nostalgia y en la conversión a él como padre y redentor.
Lectura del Profeta Isaías 63,16b-17; 64,1. 3b-8.
Tú,
Señor, eres nuestro padre,
tu nombre de siempre es"nuestro redentor".
Señor,
¿por qué nos extravías de tus caminos
y endureces nuestro corazón para que no te tema?
Vuélvete
por amor a tus siervos
y a las tribus de tu heredad.
¡Ojalá
rasgases el cielo y bajases,
derritiendo los montes con tu presencia!
Bajaste, y los montes se derritieron con tu presencia.
Jamás
oído oyó ni ojo vio
un Dios, fuera de ti,
que hiciera tanto por el que espera en él.
Sales
al encuentro del que practica la justicia
y se acuerda de tus caminos
Estabas
airado y nosotros fracasamos:
aparta nuestras culpas y seremos salvos.
Todos
éramos impuros,
nuestra justicia era un paño manchado;
todos nos marchitábamos como follaje,
nuestras culpas nos arrebataban como el viento.
Nadie
invocaba tu nombre
ni se esforzaba por aferrarse a ti;
pues nos ocultabas tu rostro
y nos entregabas al poder de nuestra culpa.
Y,
sin embargo, Señor,
tú eres nuestro padre,
nosotros, la arcilla, y tú el alfarero:
somos todos obra de tu mano.
No
te excedas en la ira, Señor,
no recuerdes siempre nuestra culpa:
mira que somos tu pueblo.