Un musulmán en «La Pasión» de Mel Gibson

Entrevista con el actor Abel Jafri, francés de origen tuareg

PARÍS, lunes, 26 abril 2004 (ZENIT.org).- Abel Jafri, de 38 años, musulmán de origen tuareg, es el único actor francés en la película «La Pasión de Cristo» de Mel Gibson.

 

En esta entrevista Jafri, que en el filme desempeña el papel del jefe de los custodios del templo que dirige al grupo encargado de detener a Jesús tras la traición de Judas, confiesa cuál es el mensaje que le ha dejado esta película.

 

--¿Cómo le contactó Mel Gibson para participar en esta película?

 

--Abel Jafri: Durante un festival de cine en Ginebra, una directora de cásting estadounidense me pidió que le enviara una foto y un «curriculum vitae». Un año más tarde me llamó por teléfono para anunciarme que Mel Gibson quería encontrarme para participar en su próxima película. Fui a Roma para hacer las pruebas, pues Gibson quería que el cásting de «La Pasión» fuera realmente internacional. Apreciado por estrellas del cine, prefirió actores que procedían de otros universos, en particular del teatro, como es mi caso. Durante mis primeros encuentros con el director, hablamos sobre todo del desierto, pues él está fascinado por mi región de origen, en Argelia. Tengo una familia de once personas; él tiene siete hijos, esto nos ha acercado. Ahora tenemos el proyecto de ir juntos a la aldea de mi padre, al oasis Alouef, y siguiendo las huellas del padre Charles de Foucauld, a Tamanrasset y a Assekrem. Este hom bre de Dios cobra actualidad y, de hecho, el director Yves Boisset me ha contactado para la realización de una película sobre su vida en el desierto.

 

--La película ha sido grabada en arameo y latín. ¿Cómo la preparó?

 

--Abel Jafri: Después de la distribución de papeles, regresé a Roma para trabajar sobre la fonética en arameo, con especialistas de este idioma. Lo preparamos durante meses, y después hicimos un gran ensayo en común, con actores que venían de todos los países, para ajustarnos mutuamente. Mel Gibson quiso después que fuéramos sumamente auténticos y espontáneos en nuestro papel, capaces de improvisar, en ocasiones entre 800 comparsas que representaban a la masa desencadenada y vociferante.

 

--¿Cuál es la reflexion que le ha suscitado su papel?

 

--Abel Jafri: Yo soy el jefe de los custodios del templo que dirige al grupo encargado de detener a Jesús para condenarle tras la traición de Judas. He escupido a Jesús, le he maltratado. Lo que más me ha impresionado ha sido el sufrimiento físico y moral sufrido por este hombre inocente. Como un huracán, una violencia ciega e imbécil se abatió sobre él. Hoy día la gente sigue dejándose llevar por juicios apresurados, sin reflexionar, sin conciencia, manipulados por grupos de presión que defienden sus intereses personales. El problema actual se resume en una pregunta: ¿por qué tanto odio? ¿Por qué no es amado el amor? En nuestras sociedades modernas, evolucionadas, parecería que las reacciones son las mismas que las de hace dos mil años. El mensaje de la película nos llevado directamente a la actualidad.

 

--Durante los cinco meses de grabación, a partir de otoño de 2002, ¿cómo vivió usted esta experiencia artística?

 

--Abel Jafri: La grabación fue difícil, había problemas metereológicos, pero todos estábamos sumergidos en la historia de Jesús de una manera extraordinaria, como testigos del acontecimiento. La violencia de la película es un espejo de la violencia que se esconde en el corazón del hombre. Todos somos, en cierta medida, cómplices de esta maldad, de este misterio del mal, y si tomamos conciencia, nunca es demasiado tarde para invertir la ruta, para amar. Sólo la fuerza del amor puede triunfar sobre lo absurdo. Podemos ser solidarios en el bien, decidir que la luz brilla en las tinieblas a través de nuestros actos cotidianos.

 

--Usted es musulmán, ¿quién es Jesús para usted?

 

--Abel Jafri: Jesús pertenece a todos, es un modelo para todos los hombres, su mensaje sobrepasa las fronteras de las creencias. La polémica en torno a la película es una buena señal, pues muestra que Jesús sigue molestando, como en la época en la que recorría los caminos de Palestina. Estoy muy contento de haber contribuido a volver a dar actualidad a su llamamiento a la fraternidad universal. Durante la grabación, quedé herido por la muchedumbre, en una espalda y en la tibia. Recibí golpes al mismo tiempo que el actor principal, Jim Caviezel, y fuimos juntos a la enfermería. Yo tenía moratones por todas las partes. Ahora me siento más cercano, solidario, con lo que el hombre Jesús sufrió Es un sentimiento profundo, difícil de explicar con palabras.

 

--¿Qué es lo que más le impresionó durante la grabación?

 

--Abel Jafri: Estábamos aislados del mundo, focalizados en la historia que nos reunía, trabajando durante dieciocho horas al día. Mel Gibson me pedía con frecuencia que estuviera a su lado, me daba confianza. El domingo me invitaba a comer con él y con su familia, era un privilegio. Había escolarizado durante ese año a sus hijos en Italia, en la escuela estadounidense. Me ha impresionado su persona, su bondad profunda, su respeto por las personas. Realmente pone en práctica su fe. No es un integrista o un fanático, como algunos pretenden, es un ser lleno de dulzura, audaz, que vive sus convicciones sin dejarse intimidar por consideraciones mundanas.

 

--Según usted, ¿por qué Judas traicionó a Jesús? ¿Qué le inspira esta traición?

 

--Abel Jafri: El dinero y la villaquería contaminan siempre la vida humana. Hoy, el poder del dinero fácil están sacrificando nuestro planeta y la humanidad; es tiempo de considerar la amplitud de los daños, y de trabajar hombro a hombro para que esto cambie. La ternura de Jesús abre un camino de povenir, una resurrección es todavía posible si colectivamente damos prueba de valor y de atención por los demás.

--¿Hay una frase de la película, desde su punto de vista, capaz de resumir el mensaje de Jesús?

 

--Abel Jafri: La violencia de esta película tiene un sentido: hace reflexionar, a diferencia de la violencia idiota que pasa por las pantallas a lo largo del día. ¿Cómo es posible no quedarse con la frase pronunciada por Jesús en la cruz, cuando le dice a Dios: «Perdónales»? Nos ofrece en estas palabras la llave de la felicidad y de la paz. En este perdón, todo está dicho.

 

Por François Vayne, director de la revista «Lourdes Magazine»