RITUALES DE LA INICIACIÓN CRISTIANA
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SUMARIO: I. El Ritual de la iniciación cristiana de adultos (RICA): 1. Necesidad histórico-teológica; 2. Características; 3. Consecuencias para la catequesis. II. Ritual del bautismo de niños: 1. Características; 2. Consecuencias para la catequesis; 3. El futuro del bautismo celebrado. III. Ritual de la confirmación: 1. Características; 2. Sentido del sacramento y consecuencias para la catequesis. IV. Sobre la eucaristía.


I. El Ritual de la iniciación cristiana de adultos (RICA)

1. NECESIDAD HISTÓRICO-TEOLÓGICA.

El Ritual de la iniciación cristiana de adultos o Ritual del catecumenado, distribuido en sus grados o etapas, se promulgó en 1972, tras una larga elaboración y experimentación1. De 1965 a 1968 se puso en práctica en más de cincuenta centros catecumenales de países de misión y cristianos. El nuevo ritual nació del Vaticano II. Este, a su vez, venía precedido por el movimiento catecumenal del siglo XIX, que se intensificó en el XX por otros dos movimientos, el misional y el litúrgico. Expondremos las bases conciliares del ritual y los principios teológicos que animaron su elaboración y promulgación.

La constitución conciliar Sacrosanctum concilium (n. 64; también 66 y CD 14) pide la restauración del catecumenado, jalonado en etapas. La institución se describe como tiempo de formación y celebraciones litúrgicas, no sólo de instrucción, a diferencia de la versión oficiosa española. El n. 13 del decreto Ad gentes alude a la conversión inicial, al precatecumenado, y el 14 se detiene en la institución catecumenal como «formación y noviciado debidamente prolongados de toda la vida cristiana, en que los discípulos se unen a Cristo, su Maestro». El texto se inspira en Tertuliano, que escribió el primer tratado sobre el bautismo a comienzos del siglo 111. AG 14 apunta también la orientación y los componentes del proceso de formación catecumenal e implica en él a toda la comunidad. Sugiere la rica teología de los Padres, sobre todo de san Agustín y sus discípulos, acerca de la vinculación de los catecúmenos con la Iglesia: «son de la casa de Cristo», «la madre Iglesia los abraza con amor y solicitud como suyos». Siguiendo la teología agustiniana, los catecúmenos viven, como el embrión y el feto, en el seno de la madre Iglesia. Y, con las actividades propias del catecumenado, han de presionar las entrañas de la madre, deseando nacer en la fuente bautismal y ver la luz2. SC 66 apunta al catecumenado bautismal como estructurador del tiempo fuerte de cuaresma y consiguientemente de pascua (RICA 21 y 40; cf IC 84). Afecta, por lo tanto, a todos los fieles, que han de renovar la iniciación en la noche santa de pascua. Como se ha indicado, los movimientos del pasado, el catecumenal (siglo XIX), el litúrgico y el misional (siglo XX) confluyeron en el Vaticano II, y a partir de este vio la luz el RICA que, como afirman los obispos españoles en La iniciación cristiana. Reflexiones y orientaciones (que quiere ser una adaptación del RICA a la realidad española), es el «itinerario o modelo típico de iniciación cristiana» (IC 24).

El pasado, vivo por el pensar teológico, desemboca hoy en tres instancias, que deciden la existencia del RICA: 1) En primer lugar, se ha de recuperar el catecumenado, porque es necesario proporcionar una formación cristiana integral (no sólo ni principalmente de la mente), desde los comienzos, para evitar desviaciones congénitas. 2) Además, se ha de recuperar el catecumenado, porque hay que suplirlo en los bautizados que de una u otra forma no tuvieron la experiencia catecumenal, o la tuvieron débil, o la perdieron. La propuesta se apoya en que tal experiencia es necesaria, antes o después del bautismo. 3) Por fin, se ha de recuperar el catecumenado, porque la experiencia catecumenal implanta en el discípulo de Cristo el programa y el código genético del ser y del desarrollo cristiano. Algo permanente que ha de funcionar a lo largo de toda la vida del bautizado. Porque en el iniciado conviven aún el hombre viejo y el nuevo. Esta situación reclama la permanente conversión, el permanente estilo catecumenal. La identidad del cristiano consiste en ir realizando día a día lo que sucedió en el catecumenado y en la iniciación cristiana. En el lenguaje de un gran experto de la vida en Cristo, san Juan de la Cruz, si nuestra redención se hizo «al paso de Dios... de una vez», sin embargo, se ha de asimilar por los redimidos, «muy poco a poco, por sus términos... al paso del alma, y así va poco a poco» (Cant. B, 23, 6). La institución catecumenal se limita a un tiempo, pero el talante catecumenal debe ser permanente.

2. CARACTERÍSTICAS. Destacamos las «observaciones previas», dieciséis páginas de alto valor teológico-pastoral, necesarias para entender y aplicar los capítulos del nuevo ritual. Este gira en torno al catecumenado, como lo indica el título del capítulo primero: Ritual del catecumenado distribuido en sus grados o etapas. Los capítulos siguientes son complementarios. Aplican el primero a determinadas circunstancias peculiares. En ellos hay que destacar dos, que son nuevos. El capítulo cuarto, la preparación de los adultos bautizados de niños para los otros dos sacramentos de la iniciación (adultos que interrumpieron su camino cristiano), y el quinto, la iniciación de los niños en edad catequética (niños no bautizados). El ritual podría llamarse Ritual del catecumenado distribuido por etapas, tanto en su forma típica (capítulo primero) como en las formas derivadas. Destacamos, como es obvio, el capítulo primero (cf IC 111-118).

Al catecumenado precede el precatecumenado como a la catequesis la evangelización. Esta es el centro del precatecumenado, con sus exigencias, que son los comienzos de conversión y la inclinación a la fe. Este primer tiempo concluye con la admisión al catecumenado, dando comienzo al primer grado: catecúmeno (RICA 6s., 9-13, 68-97; cf IC 24, 119-120). El segundo tiempo, el catecumenado, comprende la catequesis prolongada y las celebraciones litúrgicas propias, como los exorcismos menores y las bendiciones. «Puede durar varios años». Concluye en el segundo grado, la elección e inscripción del catecúmeno para los sacramentos (RICA 6s., 14-20, 98-151; cf IC 26, 121). El tercer tiempo se llama «de purificación e iluminación», coincide con la cuaresma y se caracteriza por ser un tiempo fuerte de intensificación de la vida espiritual. De ahí que se llame catecumenado intensivo, jalonado por los escrutinios, las entregas de los tesoros de la Iglesia, que son el símbolo de la fe y la oración del Señor, y la preparación inmediata a la noche pascual y a los sacramentos pascuales. Sin solución de continuidad, como en la transición de la cuaresma a la pascua, se corona el catecumenado con la celebración de los sacramentos de la iniciación o, mejor quizá, del gran sacramento de la iniciación cristiana, formado por la tríada bautismo-confirmación-eucaristía. El catecúmeno (elegido, purificado e iluminado) llega al tercer grado, neófito, por haber renacido a la vida nueva de los sacramentos (RICA 6s., 21-36, 152-234; IC 27s, 122). El cuarto y último tiempo coincide normalmente con el tiempo pascual y se dedica a la mistagogia, a la «experiencia espiritual y a gustar de los frutos del Espíritu» y consecuentemente al afianzamiento de la pertenencia a la Iglesia en una concreta «comunidad de fieles». El fiel, es un recién nacido (neófito) a la vida nueva «en Cristo y en el Espíritu», a la vida trinitaria (RICA 4d, 37-40, 235-239; cf IC 29s, 123). Es el tiempo de la profundización, que, podría decirse, hace del neófito un fiel cristiano (RICA 235-239).

De los otros dos capítulos destacados, por originales, el cuarto y el quinto; hay que notar: el cuarto orienta el capítulo primero a la formación catecumenal de los paradójicos y, sin embargo, frecuentes catecúmenos bautizados, sacramentalmente bautizados pero existencialmente catecúmenos o precatecúmenos. Se les prepara, siguiendo las pautas del capítulo primero, acomodadas a ellos, para el segundo y tercer sacramento de la iniciación (RICA 295-305; cf IC 124-133). El capítulo quinto ofrece el Ritual de la iniciación de los niños en edad catequética. Ritual flexible que marca las pautas a seguir en la acomodación del capítulo primero del RICA a los niños no bautizados que en la edad de la discreción y de la catequesis son iniciados (RICA 306-313; cf IC 134-138).

3. CONSECUENCIAS PARA LA CATEQUESIS. Los tiempos segundo, tercero y cuarto pertenecen de lleno a la catequesis, a una con las celebraciones litúrgicas. Todos los actos sacramentales se configuran por la liturgia de la palabra y la liturgia sacramental; desde el rito de entrada en el catecumenado hasta la mistagogia, pasando por los exorcismos y bendiciones, el rito de la elección e inscripción, los escrutinios, las entregas, la celebración de los mismos sacramentos. Todo se centra en la palabra y el sacramento. Por eso, se tratará la comprensión de la Palabra, es decir, la aportación de las celebraciones a la inteligencia de la palabra, y los actos sacramentales y la catequesis sacramental.

a) La comprensión de la Palabra. La palabra de Dios se comprende en las celebraciones litúrgicas de forma peculiar, como aparece en el RICA: en los escrutinios y las entregas, en otros ritos, como en la elección del nombre cristiano, y, sobre todo, en la profunda Vigilia o liturgia de la palabra de la Noche pascual, que prepara a los sacramentos de la iniciación y es el lugar propio para su celebración (RICA 8, 49, 208; IC 123). Esa forma peculiar de comprender la Biblia se centra en «la unidad de toda la Escritura», teniendo presente para ello, «la Tradición de toda la Iglesia y la analogía de la fe» (cf DV 12). Es la comprensión de la Escritura «con el mismo Espíritu con que fue escrita» (cf DV 12)3. Dando un paso más, añadimos que esa es la forma de comprender la palabra de Dios. Porque la Palabra viene del Espíritu que la inspira. No bastan para comprenderla los métodos histórico-críticos y de análisis literario de los textos. Sólo con estos métodos (necesarios e insuficientes), la Biblia es letra muerta, semejante a cualquier libro meramente humano (CCE 111). Esto ha de tenerse muy en cuenta en la comprensión de la Palabra que se presenta en el RICA. La comprensión en el Espíritu se puede ir logrando, como por ósmosis, con el uso del Catecismo de la Iglesia católica y de la Biblia para la iniciación cristiana.

b) Actos sacramentales y catequesis sacramental. Los actos sacramentales piden catequesis preparatorias a las celebraciones y catequesis mistagógicas o pos-sacramentales (cf IC 132). Las primeras se atienen a la exposición de las verdades de la fe contenidas en los sacramentos y a las exigencias morales de las celebraciones. Las segundas se centran en el comentario sencillo y profundo, espiritual (del Espíritu), de los símbolos sacramentales que configuran las celebraciones de las distintas etapas. Respecto a estas catequesis se ha de tener muy presente que los símbolos no se explican, se muestran con gestos y palabras y, sobre todo, se experimentan en la acción litúrgica. Por esto, por la experiencia las catequesis mistagógicas tuvieron lugar y han de continuar ocupando un puesto relevante en las celebraciones sacramentales (con mucha sobriedad) y, sobre todo, después de estas. La práctica muestra que también en ambientes secularizados son las catequesis que más llegan a nuestros contemporáneos. Piden crear clima de interioridad. Por el valor de los distintos símbolos sacramentales, destacamos las siguientes catequesis mistagógicas: de la signación, en la entrada al catecumenado; de los escrutinios y las entregas, en el tiempo intensivo, y de los tres sacramentos, que configuran el gran sacramento de la iniciación cristiana. No hay mejor ayuda para estas catequesis que los textos y gestos simbólicos de la liturgia, la oración del catequista o mistagogo, y el clima de oración de la asamblea, al que antes se ha aludido.


II. Ritual del bautismo de niños

1. CARACTERÍSTICAS. Puede afirmarse que es el primer ritual preparado en exclusiva para párvulos4. Los prenotandos, en el original latino, ofrecen una primera parte con numeración propia sobre la iniciación cristiana en general, y otra segunda sobre el bautismo de niños. En la versión española se funden las dos partes y se enriquecen con aportaciones de la Conferencia episcopal. Los dos rituales son una muestra del empeño legítimo en proponer el bautismo como el primero de los sacramentos de la iniciación y no sólo como rito religioso del nacimiento humano (cf IC 69ss). Por su parte, el Ritual de la iniciación cristiana de adultos, en su capítulo quinto, desarrolla un Ritual de la iniciación de niños en edad catequética, recordando que en estos casos no se puede usar el ritual propio de los párvulos y que la solución pastoral ha de ser distinta de la que se adopta para la iniciación de niños ya bautizados (cf IC 135).

Hay que destacar la valoración tanto de la iniciación como de su primer sacramento. En este se encuentran la fe y la Iglesia, por un lado, y el misterio pascual y la comunicación del misterio trinitario, por otro (Ritual del bautismo de niños, 3-6). La eclesialidad se hace tangible en los ministerios bautismales: desde el pueblo de Dios hasta la jerarquía, pasando por los padres y padrinos, cualificados en el ministerio bautismal. La teología sugerida se proyecta en el día, tiempo, necesidad, lugar y rito de la celebración, para una primera lectura de los prenotandos. Sin embargo, sabemos que no fue ni es así, sino que más bien la celebración de la Iglesia se ha proyectado en la teología. Primero fue y es el sacramento, después su teología. Se recomienda la lectura pausada de los prenotandos y, como ejercicio, su referencia a la celebración, a su origen.

El ritual propiamente dicho se abre con el bautismo de varios párvulos. Es la forma más común en el posconcilio, llamada habitualmente, y no pocas veces de forma abusiva, bautismo comunitario. Su estructura se explica con brevedad y acierto en el Ritual del bautismo de párvulos 15-19 y más largamente en el Ritual del bautismo de niños 66-77. Las demás partes del ritual se refieren a casos peculiares y a textos alternativos del leccionario y de la eucología.

2. CONSECUENCIAS PARA LA CATEQUESIS. Todo el ritual, del principio al fin, afecta a la catequesis. Señalamos dos puntos decisivos: la necesidad del bautismo de niños y la misión de padres y padrinos antes, en y después de la celebración. Que, a su vez, confluyen en una práctica pastoral propia del ritual que comentamos, y sugerida repetidamente por el mismo: los encuentros prebautismales, verdaderas catequesis de adultos5.

La pastoral posconciliar del bautismo de niños se apoya en los encuentros prebautismales entre los primeros responsables del niño y los representantes de la Iglesia. Esta pastoral se comenzó con seriedad hace veinticinco años, pero poco a poco se fue reduciendo, como sucedió, por ejemplo, en España. En este punto, el ritual del bautismo de niños está desgraciadamente casi sin estrenar en no pocos lugares. Antes de abogar por otras propuestas, hay que poner en práctica el ritual posconciliar, para valorar sus resultados, aún desconocidos para muchos. Se ha de crear clima entre los fieles a favor de los encuentros.

Los lugares propios para esta ambientación son: la enseñanza de la religión y la formación teológica, en sus distintos niveles; las reuniones de grupos; los encuentros prematrimoniales, personales y colectivos; la predicación cuaresmal y del tiempo de pascua (cf IC 84). En la ambientación se ha de propagar la opción del acercamiento de los padres a la Iglesia, antes del nacimiento del hijo, porque la importancia del bautismo requiere una preparación sosegada.

Los pasos a recorrer en los mismos encuentros son: el diálogo personal, insustituible; las charlas comunes, conforme a la situación de padres y padrinos, donde se han de actualizar las cuatro partes del catecismo: el Credo, los sacramentos, los mandamientos y la oración, insistiendo particularmente en el compromiso educador con la Iglesia y con el párvulo bautizado. Por fin, el discernimiento, que ofrece las siguientes variantes: el bautismo próximo, el retraso a plazo fijo para una mejor preparación y el retraso indefinido, por la misma razón. En los dos últimos casos, el pastor y el agente de pastoral están obligados en conciencia al seguimiento de los que no se encuentran preparados. La importancia del bautismo y la situación de los responsables exigen esa atención. A los encuentros sigue la preparación de la celebración, que debe ser comunitaria, por la participación de la comunidad, y no sólo colectiva por los bautismos agrupados (cf IC 82).

3. EL FUTURO DEL BAUTISMO CELEBRADO. Todos los grandes acontecimientos de la vida se vuelven a recordar, se conmemoran, se renuevan. También el bautismo. Y al renovarse, se renueva su gracia. Se nos ofrece la oportunidad de renovar nuestro bautismo: cada domingo, al comienzo de la celebración eucarística6; cada año en la Noche pascual; al celebrar los distintos sacramentos, que se apoyan en el bautismo y lo desarrollan, bien en el mismo ser cristiano (sacramentos de iniciación y curación) bien en determinadas opciones de la vida cristiana (los demás sacramentos y sacramentales de consagración); por último, a nivel personal, en el aniversario del propio bautismo.


III. Ritual de la confirmación

1. CARACTERÍSTICAS. El ritual contiene7: la constitución apostólica Divinae consortium naturae, que determina el símbolo fundamental del segundo sacramento de la iniciación; los praenotanda u observaciones previas, al estilo de los rituales posconciliares, y el ritual propiamente dicho, con sus variantes y un elenco de textos alternativos para la celebración. Las observaciones dejan traslucir el problema de este sacramento: su sentido, que quizá no clarifica del todo la constitución apostólica. Al plantearse el retraso del sacramento (para los bautizados de párvulos, en la Iglesia latina), se suelen aducir una «más plena adhesión a Cristo, el Señor, y la necesidad de dar testimonio de él» (RC 11; cf IC 85). La decisión queda en manos de las Conferencias episcopales. La propuesta se acogió con entusiasmo en medios más inmediatamente pastorales y con admiración desconcertada en bastantes medios más teológicos. Hoy, cuando han pasado unos veinticinco años, los interrogantes continúan y acaso hayan aumentado. Quizá también la balanza teológico-pastoral se inclina ya al lado contrario del primer momento8. Se ha puesto en juego de facto el sentido del sacramento. Este es y ha sido el problema de la confirmación y, consiguientemente, de su catequesis. Se suele presentar bien como el sacramento que complementa y desarrolla el bautismo, estrechamente vinculado a él, bien como el sacramento de la fortaleza cristiana, para la victoria sobre las pasiones (en parte de la Edad media y del postridentino), para la militancia en la Iglesia (Acción Católica, en el prevaticano), para asumir una fe personalizada (en contraposición al bautismo de niños) y dar testimonio de ella, que en nuestros días ha dado lugar al «sacramento de la juventud»9. Las dos líneas, la bautismal y la de la fortaleza, la militancia y el testimonio no se oponen, pero sí se diferencian claramente, al menos de facto. La primera fundamenta la segunda, mientras que esta, en la práctica, se suele reducir a sí misma. De ahí también la colocación del sacramento en una u otra edad (cf IC 86-87, 91-98).

Para la catequesis fundamental del sacramento, tratamos de clarificar este punto esencial, ateniéndonos al ritual de la confirmación. Los rituales son decisivos, porque ofrecen la lex orandi, expresión y fundamento, a la vez, de la lex credendi. Por esto, el culto es el lugar más cualificado de la fe. La celebración es profesión de fe en el momento de la máxima cercanía entre el Dios de la alianza y su Iglesia. Como preparación al estudio de la celebración, recuérdese su estructura: liturgia de la palabra propia, paradigma de homilía, presentación de los candidatos, renovación del bautismo, imposición de manos y oración, signación crismal, acompañada de la forma del sacramento, abrazo de paz y comunión eclesial en la persona del obispo, oración universal. Normalmente esta secuencia se desarrolla dentro de la eucaristía (cf IC 99-100).

2. SENTIDO DEL SACRAMENTO Y CONSECUENCIAS PARA LA CATEQUESIS. Nos atenemos al momento más denso de la celebración, al rito que se llama más propiamente sacramental. Está estructurado por dos gestos: la imposición de manos, acompañada de la oración epiclética, que pide los dones del Espíritu Santo sobre el ya bautizado, y la signación crismal, unción penetrante, que exhala el buen olor de Cristo, vinculada al misterio pascual por el gesto de la signación. A este gesto acompañan las palabras que descubren el don del mismo Espíritu en el gesto sacramental. Tanto los dones como el Don afianzan obviamente el bautismo en el Espíritu, que es el bautismo cristiano. Este es complementado y plenificado en la confirmación. Al mismo tiempo, tanto los dones como el Don capacitan e impulsan para la misión; así, en el profeta (cf Is 11,14a), en Jesús, el Cristo (cf Mc 1,9-11 y He 10,37s.) y en su Iglesia (cf 1,3-8; 2,1-6ss). En consecuencia, ha de afirmarse que el sentido del sacramento, conforme a la profesión de fe de la Iglesia, en su momento más vinculante, es el siguiente: el Espíritu y sus dones se otorgan al ya bautizado, para consolidar y desarrollar el bautismo en el Espíritu, y consecuentemente para la misión mesiánica. Luego, ni sólo la confirmación del bautismo ni sólo la misión. Aquella es para esta y esta no tiene sentido sin aquella.

A la misma conclusión se llega por el análisis de la liturgia de la Palabra. Se repiten textos del bautismo y, junto a ellos, otros que apuntan directamente a la vida espiritual del bautizado, a la justificación, oración, ascesis del Espíritu sobre la carne, acogida de la Palabra y a las bienaventuranzas. Por otro lado, los demás textos, otros tantos, aluden directamente a la misión y a la construcción de la Iglesia. Por lo tanto, el fundamento que es el bautismo y su confirmación derivan necesariamente a la misión y esta carece de sentido, no es cristiana, si margina su fundamento, el desarrollo de la vida bautismal en Cristo y su Espíritu (cf IC 55-56, 88-90).


IV. Sobre la eucaristía

No hay ritual sobre la primera Comunión. Quizá fuera oportuno un resumen del directorio catequético y un pequeño ritual para la culminación de la iniciación cristiana, en la mayoría de los fieles de Occidente. En su ausencia, notamos, a propósito de la confirmación, que su vinculación con la eucaristía es de alta calidad teológico-espiritual y, sin embargo, suele pasar desapercibida. Sólo el afianzado en el Espíritu por el sacramento de la confirmación, está sacramentalmente dispuesto para tributar el culto «en espíritu y en verdad» (cf Jn 4,24). Sólo el afianzado en el Espíritu por el sacramento de la confirmación, está sacramentalmente dispuesto para asimilar el Pan espiritual (cf Jn 6,63) y, consecuentemente, construir la Iglesia, como lo hacían notar las antiguas catequesis mistagógicas10. Así, en las catequesis de Jerusalén: de la comunión con el Cristo pascual por el bautismo, se pasa a la participación de lo más profundo de ese Cristo, de su Espíritu Santo, por la confirmación, para identificarse con él, para ser concorpóreo, consanguíneo y cristóforo», por la eucaristía (cf Cat. 2,6; 3,2; 4,3). A propósito de la primera Comunión, como sacramento que culmina la iniciación, los obispos españoles dedican los nn 101-106 de La iniciación cristiana. Reflexiones y orientaciones. En ellos insisten en la importancia de que los padres y catequistas, y el propio párroco, cuiden su preparación, que debe comprender no sólo la dimensión mistagógica, sino también la iniciación litúrgica (cf IC 57-58, 103), teniendo en cuenta que «no puede realizarse un proceso de iniciación cristiana de niños, adolescentes y jóvenes, si no tiene en la eucaristía su fuente y su cima» (IC 106).

NOTAS: 1. Ordo Initiationis Christianae Adultorum (OICA) (1972, reimpr. corregida 1974). Versión española: Ritual de la iniciación cristiana de adultos (RICA) 1976. — 2 Cf J. A. GOENAGA, La identidad del catecutnenado y del fiel cristiano, en AA.VV., Mysterium et Ministerium, ESET, Vitoria 1993, 47s. — 3. Cf CCE 109-1 19; 1. DE LA POTERIE, La interpretación de la sagrada Escritura con el mismo espíritu con que fue escrita, en R. LATOURELLE, Vaticano II: balance y perspectiva, Sígueme, Salamanca 1989, 159-186. – 4. Cf Ordo Baptismi Parvulorum (OBP) 1969 y 1973: De lnitiatione Christiana, Praenotanda Generalia (PrG), De Baptistno Parvulorum, Praenotanda (Pr). Versión española Ritual del bautismo de niños (RBN) 1970: Orientaciones doctrinales y pastorales. Para el Ordo de 1973 puede verse Notitiae 9, 1973, 268. — 5. Cf Ritual del bautismo de niños, 7, 11-20, 31 s., 54-60, 87-103; OBP Praenot. Gen., 7-15; 1-7; IC 54, 69-84, 134-138. – 6. Misal Romano 1988, 1097-1102. -- 7. Ordo Confirmationis (OC) 1971; Versión española: Ritual de la confirmación (RC) 1976. — 8 Cf R. FALSINI, Cresima e iniziazione: l'attuale dibattito nella Chiesa cattolica, Studi ecumenici 13 (1995) 73-90. — 9. Cf Nota de la Comisión episcopal (española) para la doctrina de la fe sobre algunos aspectos doctrinales del sacramento de la confirmación, Pastoral litúrgica 205 (1995) 19-23, nn 3-5; cf IC 91-93. — 10 Cf J. A. GOENAGA, Confirmación-Eucaristía. La aportación del pasado a un problema del presente, EstEcl 48 (1973) 93-97.

BIBL.: L Todos los Rituales de los sacramentos de la iniciación y sus introducciones; BUGNINI A., La riforma liturgica 1948-1975, BELS 30, Ediz. liturgiche, Roma 1983, 566-608; COMISIÓN EPISCOPAL DE LITURGIA, La iniciación cristiana de los niños no bautizados en edad escolar, Pastoral litúrgica 211 (1992) 34-46; CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, La iniciación cristiana. Reflexiones y orientaciones, Edice, Madrid 1999; KLEINHEYER B., Sakramentliche Feiern 1, en Gottesdienst der Kirche, 4, 1, Pustet, Regensburg 1989, 171-190; MARSILI S., Los signos del misterio de Cristo, Ega, Bilbao 1993, 123-184; NOCENT A., Anámnesis, 3/1, Marietti, Génova 1986, 73-96 y 117-129; SARTORE D.-TRIACCA A. M. (dirs.), Nuevo diccionario de liturgia, San Pablo, Madrid 19963, especialmente NOCENT A., Bautismo, 189-210, iniciación cristiana, 1051-1070 y FALSINI R., Confirmación, 423-452; VEI.A J. A., Reiniciación cristiana, Verbo Divino, Estella 1986. II. Revistas: Ephlit 88/3 (1994), 84/1 (1970), 86/2 (1972); LMD 132 (1977), 98 (1969), 110 (1972); Litjarhrb 28/1 (1978); Phase 171 (1989); 177 (1990) 185-209; 57 (1970) 225-249; 69 (1972); Rivlit 66/3 (1979); 57/3 (1970); 59/3 (1972).

José Antonio Goenaga Zubillaga