PADRENUESTRO
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SUMARIO: I. Dos hechos (o ejercicios) motivadores: 1. «Para que conozcas el fundamento de las enseñanzas que has recibido» (Le 1,4); 2. Nombre y apellidos del padrenuestro. II. El texto del padrenuestro y su contexto. III. El tejido del texto. IV. Mensaje global y catequesis del padrenuestro. V. El padrenuestro en las etapas de la catequesis: 1. Etapa de la familia: el padrenuestro vivido; 2. Etapa de la infancia y de la niñez: el padrenuestro aprendido; 3. Etapa de la juventud: el padrenuestro comprendido; 4. La catequesis de adultos: el padrenuestro encarnado.

El tratamiento de esta catequesis del padrenuestro se ha intentado elaborar no de forma expositiva, sino más bien de manera catequética. Así, el propio catequista en su ejercicio de asimilación de estas páginas reelaborará creativamente en cada lectura todas las temáticas implicadas en la expresión catequesis del padrenuestro. El último apartado no quiere ser final de esta catequesis, sino punto de partida de un nuevo itinerario catequético del padrenuestro, porque, como se indica en el Directorio general para la catequesis, «es pedagógicamente eficaz hacer referencia a la catequesis de adultos y, a su luz, orientar la catequesis de las otras etapas de la vida» (DGC 171).


I. Dos hechos (o ejercicios) motivadores

1. «PARA QUE CONOZCAS EL FUNDAMENTO DE LAS ENSEÑANZAS QUE HAS RECIBIDO» (Lc 1,4). En todas las épocas de la historia de la comunidad cristiana, y desde todas las ópticas y lenguas, puede hoy un catequista encontrar y saborear un comentario al padrenuestro. El espacio aquí dedicado no sería suficiente para citar tan solo las referencias bibliográficas de tales comentarios1. Resulta gratificante descubrir que en todo tiempo y lugar, los seguidores de Jesús han expresado de formas y maneras tan variadas la experiencia de la fe, la certeza de saberse y de sentirse hijos del único Padre y hermanos de la misma familia. Esta confesión de fe, hecha tradición viva en los comentarios al padrenuestro, es testimonio existencial del teólogo y del catequista, del exegeta y del historiador, del pastor y del liturgista, del educador y del homileta, del místico y del misionero, del profeta y del filósofo, del católico y del protestante, del oriental y del occidental... ¿Cómo no ver, pues, en este hecho un signo de unidad que rompe toda frontera de lengua, ideología, sexo, religión, rito, cultura... y hace de los seguidores de Jesús una comunidad de hermanos?

Esta elemental constatación histórica y teológica nos indica que fueron (y siguen siendo) firmes aquellos cimientos sólidos de la fe cristiana que se iban colocando en las etapas de la catequesis bautismal, como nos lo recuerdan y actualizan estos textos del último y significativo documento eclesial sobre la catequesis: «El tiempo de purificación e iluminación, que proporciona una preparación más intensa a los sacramentos de la iniciación, y en el que tiene lugar la entrega del Símbolo y la entrega de la oración del Señor» (DGC 88). «La preparación inmediata al bautismo, por medio de una catequesis doctrinal, que explicaba el Símbolo y el padrenuestro, recién entregados, con sus implicaciones morales» (DGC 89). «La riqueza de la tradición patrística y la de los catecismos confluye en la catequesis actual de la Iglesia, enriqueciéndola tanto en su misma concepción como en sus contenidos. Recuerdan a la catequesis los siete elementos básicos que la configuran: las tres etapas de la narración de la historia de la salvación: el Antiguo Testamento, la vida de Jesucristo y la historia de la Iglesia; y los cuatro pilares de la exposición: el símbolo, los sacramentos, el decálogo y el padrenuestro. Con estas siete piezas maestras, base tanto del proceso de la catequesis de iniciación como del proceso permanente de maduración cristiana, pueden construirse edificios de diversa arquitectura o articulación, según los destinatarios o las diferentes situaciones culturales» (DGC 130; cf IC 40-43).

2. NOMBRE Y APELLIDOS DEL PADRE NUESTRO. Junto al primer ejercicio realizado con el objetivo de constatar la pluralidad de comentarios del padrenuestro, resultaría interesante acercarse a alguno de ellos e ir tomando nota de cómo se le denomina al padrenuestro, es decir, con qué apellidos se va precisando su nombre de padrenuestro y su identidad dentro de la fe cristiana. A modo de inicio de esta propuesta, ofrecemos algunas sugerencias. Nos acercamos al amplio comentario del último catecismo eclesial, y lo primero que encontramos, ya en el título, es esta identidad de nombre y apellidos del padrenuestro: la oración del Señor. Poco después, el siguiente texto nos lo aclara: «"La oración dominical es, en verdad, el resumen de todo el evangelio" (Tertuliano, Or. 1). "Cuando el Señor hubo legado esta fórmula de oración, añadió: `Pedid y se os dará' (Lc 11,9). Por tanto, cada uno puede dirigir al cielo diversas oraciones según sus necesidades, pero comenzando siempre por la oración del Señor que sigue siendo la oración fundamental" (Tertuliano, Or. 10)» (CCE 2761).

Esta oración dominical, resumen de todo el evangelio, es la más perfecta de las oraciones, la oración del cristiano o «el compendio de toda nuestra oración», como bien expresaba santo Tomás (Sum. Theol. II-II 83, 14 ad 3); y confirma el último Directorio: «El padrenuestro, condensando la esencia del evangelio, sintetiza y jerarquiza las inmensas riquezas de oración contenidas en la Sagrada Escritura y en toda la vida de la Iglesia. Esta oración, propuesta a sus discípulos por el propio Jesús, trasluce la confianza filial y los deseos más profundos con que una persona puede dirigirse a Dios» (DGC 115).

Con apellidos semejantes califica la identidad del padrenuestro santa Teresa, que exhortaba a sus hermanas a rezar el padrenuestro como guía segura de oración vocal y contemplativa (Camino de perfección, 24). En este mismo sentido, y sirviéndose de una preciosa imagen evangélica y bautismal, se expresaba la Asamblea sinodal de Berna (Suiza) en 1532: «El padrenuestro es la verdadera oración cristiana, el odre o recipiente de agua para que extraigamos la gracia de su fuente, que es Jesucristo, y llene nuestro corazón» (BRSK 53). Y es conveniente recordar, por su profundo y significativo sentido ecuménico, que para Lutero el padrenuestro es fuente perenne de espiritualidad: «Pues yo, aún hoy en día, mamo del padrenuestro como un lactante, bebo y engullo como un viejo y no puedo saciarme»2.

Una vez esbozado el ejercicio de búsqueda de los que hemos llamado apellidos del padrenuestro, dejamos que sea el lector y catequista quien lo prosiga en su tarea de permanente formación y enriquecimiento. Pero antes, y a modo de síntesis, podemos retener estas dos sugerencias de los estudiosos. La primera, de Ulrich Luz: «El uso constante del padrenuestro ha hecho que apenas exista un texto cristiano con tan amplia influencia en la espiritualidad, culto divino, instrucción y dogmática»3. La segunda, de Santos Sabugal: «El padrenuestro, incesantemente comentado y explicado a lo largo de su veintisecular historia, es la plegaria propia y exclusiva del cristiano, la oración paradigmática del cristianismo y del ecumenismo, la más bella y sublime oración de la Iglesia»4.

Por fin, antes de adentrarnos en la abundante riqueza del texto del padrenuestro, y siguiendo al dictado la pedagogía de los tradicionales catecismos, podemos decir del padrenuestro que es el modelo de oración, un compendio de dogmática, la síntesis de la catequesis, la oración personal y de la Iglesia y la teología del evangelio.


II. El texto del padrenuestro y su contexto

El texto del padrenuestro sólo aparece en dos libros del Nuevo Testamento: en los evangelios de Mateo y de Lucas. Según Lucas (Le 11,1-4), una vez que Jesús hubo acabado su oración, uno de los discípulos le pide que les enseñe a orar al igual que Juan enseñó a orar a los suyos. La respuesta de Jesús a la petición del discípulo es: «Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino. Danos cada día el pan que necesitamos; perdónanos nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a todo el que nos ofende; y no nos dejes caer en la tentación».

Según Mateo (Mt 5,1—7,29), es el propio Jesús quien proclama a los discípulos y a la muchedumbre reunida en el monte las novedosas bienaventuranzas. Dentro de este largo primer discurso, que parece dibujar un programa alternativo al decálogo del Sinaí, señala Jesús las tres nuevas prácticas religiosas frente a las tres viejas prácticas del actuar del creyente (limosna-oración-ayuno). Este, el padrenuestro, es el modo peculiar de orar que propone Jesús: «Cuando recéis, no seáis como los hipócritas (judaísmo)... No os convirtáis en charlatanes como los paganos (gentilidad)... Vosotros orad así: "Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal [del Malo]". Porque si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas...» (Mt 6,5-15).

Probablemente a finales del siglo 1 d.C. el texto del padrenuestro circulaba también en algunas comunidades cristianas, según se recoge en el escrito de la Didajé (8, 2s.), también llamada Doctrina de los doce apóstoles, que es para muchos estudiosos como el primer catecismo posapostólico: «Padre nuestro, que estás en el cielo: santificado sea tu nombre, venga tu Reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo también sobre la tierra. El pan nuestro cotidiano dánosle hoy. Y perdónanos nuestra deuda, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y haz que no sucumbamos a la tentación, sino líbranos del mal. ¡Porque tuyo es el poder y la gloria por los siglos!». Esta última añadidura de la Didajé, utilizada siempre por los protestantes y adoptada como aclamación al final del embolismo en la liturgia de la misa católica, se ha incluido también recientemente en el padrenuestro «ecuménico».

Por fin, en la larga historia de la Iglesia de Jesús el texto del padrenuestro ha ido experimentando ligeros retoques. En nuestros días (27.11.1989), este texto en castellano, adoptado por todas las Conferencias episcopales de los 22 países de lengua española «para la unificación de la liturgia» queda fijado así: «Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal».


III. El tejido del texto

La forma o composición literaria de todas estas diferentes versiones del padrenuestro posee elementos comunes (semejanzas) que conviene tener en cuenta para comprender en toda su extensión el contenido central y las peculiaridades (diferencias) del mensaje de esta oración.

La atenta lectura de estos textos pone en evidencia la presencia de algunos elementos configuradores del padrenuestro. Los dos elementos mayores serían: La invocación (Padre) y las súplicas. Y, estas súplicas son, a su vez, de dos tipos: las primeras, de alabanza (santificación del nombre, venida del Reino...) y las segundas, de petición (del pan, del perdón, de no caer en tentación...). Algunos exegetas prefieren no establecer diferencias entre las súplicas. Muchos otros investigadores sólo califican como peticiones todo lo que sigue a la invocación. Y todos señalan las dos partes o grupos en que se organizan dichas súplicas o peticiones: las formuladas en singular y las expresadas en plural.

Las diferencias en las diversas versiones del texto del padrenuestro están presentes, a modo de precisiones o de ampliaciones, en los tres elementos configuradores antes indicados. La invocación (Padre) se completa en cada versión del padrenuestro con precisiones típicas («nuestro», «que estás en el cielo», «que estás en los cielos»). Las súplicas de alabanza se precisan («a nosotros») o se amplían («hágase tu voluntad...»). También las súplicas de petición se precisan («el pan-nuestro pan», «pecados-deudas-ofensas») o se amplían («líbranos del mal [del Malo]», «pues si perdonáis sus culpas a los demás...», «porque tuyo es el poder...»).

La constatación de estas semejanzas y diferencias, puesta de relieve por los estudios exegéticos, ilumina el objetivo a tener en cuenta por la catequética y señala la acción y las tareas del catequista, para que el padrenuestro llegue a ser no sólo un texto que se memoriza y repite rutinariamente, sino la auténtica expresión de la experiencia cristiana, que es la relación con el Padre (filiación) y con los hermanos (fraternidad).

Las semejanzas apuntan hacia el objetivo de toda catequesis del padrenuestro, que no sería otro que conocer en toda su dimensión la identidad del Dios cristiano, que es un Padre entrañable a quien todos podemos acercarnos con la plena confianza de los hijos queridos. Esto es, en síntesis, lo que se desea confesar cada vez que las personas o las comunidades proclaman, como creyentes y seguidoras de Jesús, en la oración, en la eucaristía y en toda acción litúrgica y a una sola voz, el padrenuestro. Un primer paso para acceder a esta comprensión significativa del padrenuestro será saber (memorizar) el padrenuestro para llegar progresivamente a saberlo saborear y hacerlo experiencia existencial.

Las diferencias textuales del padrenuestro detectadas, desde los orígenes, en la historia de la transmisión del texto, orientan las tareas de toda acción catequística empeñada en acompañar el proceso de fe del catequizando. Estas diferencias están presentes en lo que se destaca como añadidos textuales. Aquí no entramos en el estudio exegético de tales variantes textuales, que ya está realizado, y cuyos resultados pueden consultarse en las referencias bibliográficas. Prestamos atención a estas diferencias y a las conclusiones de los exegetas desde la óptica de la catequesis, con el fin de iluminar la tarea de todo catequista.

Si el padrenuestro es la oración del Señor, la única entregada y enseñada por Jesús a sus discípulos, la plegaria que los distingue de otros grupos o personas creyentes, ¿cómo explicarse los diferentes textos de la misma? ¿Acaso el mismo Jesús les enseñó dos veces el padrenuestro? ¿Por qué entonces la tradición paulina y las comunidades eclesiales a quienes se dirigen los evangelios de Marcos y de Juan no transmitieron ni conservaron ni entregaron el texto de la oración del Señor? ¿Tal vez el propio Jesús, en vez de fijar un texto oracional, comunicó, enseñó y compartió con los suyos un modo, un estilo, un talante, una experiencia nueva de oración, es decir, de relación filial con el Padre maternal? Y, en este sentido, la comunicación de una experiencia que abarca en su totalidad a la persona ¿resulta posible encerrarla en unas expresiones que sean válidas para siempre y en todo tiempo y lugar?

De nuevo se sugiere otro ejercicio de pedagogía catequística, que aporta no pocas luces para quienes se adentren en la respuesta a estas preguntas. Martín Irure, en el prólogo de una de sus más valiosas y hermosas aportaciones a la pastoral y a la catequesis, afirma que «el padrenuestro no es una fórmula de oración para decirla indefinidamente, sino que es un modelo, un camino de oración, en el que Jesús nos compromete»5. El ejercicio consiste en acercarse a las 173 expresiones del padrenuestro que él ha recogido en su publicación. En cada una de estas expresiones puede rastrearse un proceso existencial de crecimiento en la fe de aquel o aquellos que se atrevieron a expresarla en frágiles y precisas palabras. Cada uno de estos 173 padrenuestros, con sus luces y sombras, expresa la experiencia global de relación con Dios y con los hermanos de personas concretas en tiempos y espacios determinados. La experiencia globalizante y totalizadora es única y su expresión, múltiple.

Por tanto, la catequesis del padrenuestro introduce al catequizando en la única y apasionante experiencia de encontrarse con el Dios Padre como hijo suyo y como hermano de Jesús y de todos los humanos.


IV. Mensaje global y catequesis del padrenuestro

Probablemente, tomado en su conjunto, el texto del padrenuestro sorprende por su sencillez, equilibrio y perfección, más en la versión de Mateo que en la de Lucas. Resulta fácil de aprenderlo y comprenderlo. Y si se hace el esfuerzo mental de colocarse en el contexto histórico de los tiempos de Jesús y de la primera comunidad cristiana, aún resaltará más la sencillez, perfección y facilidad comprensiva del padrenuestro. Aquellos eran tiempos muy propicios para la transmisión oral y la comunicación del boca a boca. La estructura interna del padrenuestro: la innovación, las dos o tres peticiones en singular y las tres o cuatro peticiones en plural facilitan la rápida apropiación nemotécnica del texto. Además de esta estructura general, el vocabulario es típicamente judío. Estructura y vocabulario del padrenuestro están emparentados con las oraciones judías más sagradas y populares como la Semá (=escucha), los Semone Esre (=dieciocho bendiciones) o también llamada Amida (=estar de pie) y, sobre todo, el Qaddis (=santo), oración que siempre se rezaba (y se reza aún) al terminar la lectura de la Torá (=Ley) en la liturgia del templo y en el ritual sinagogal.

Los temas del mensaje del padrenuestro son los temas centrales de la predicación de Jesús, que los evangelios nos presentan. Podría decirse con razón que los contenidos de la fe anunciada por Jesús se hacen expresión celebrativa en la oración del Señor. El padrenuestro es la oración que expresa en su más radiante sencillez la universalidad de la paternidad divina, el reino de Dios y su justicia, la realización de la voluntad de Dios, la gratuidad de su pan de vida y salvación, el amor fraternal que se actualiza en el perdón de las ofensas y la confianza esperanzada en el Dios que nos sostiene y cuida. Así, pues, el contenido de la oración del padrenuestro (lex orandi) no es más que el mensaje de la fe (lex credendi). Y el creyente que ora con la plegaria del Señor sabe y siente que toda su vida personal y comunitaria quedan gozosamente revestidas de la identidad y existencia cristiana (lex vivendi).

Curiosamente, estas tres orientaciones íntimamente relacionadas —fe, oración, vida— han sido las guías maestras de la interpretación exegética global del padrenuestro. Estas comprensiones globales del padrenuestro se han llamado dogmática, ética o espiritual y escatológica. Posiblemente, toda interpretación o comprensión del padrenuestro tiene en cuenta estas tres orientaciones, pero se suele acentuar y subrayar más una de ellas, según las épocas de la historia, porque se tiende a poner de relieve alguno de los elementos textuales del padrenuestro. El mismo Tertuliano destaca los rasgos dogmáticos y éticos del padrenuestro. Gregorio de Nisa representa a los mejores defensores de la interpretación ética. La interpretación escatológica se ha impuesto en la mayoría de los comentaristas del siglo XX. A la luz de estas tres guías de interpretación, lógicamente, van apareciendo múltiples formas mixtas de comprensión del padrenuestro. Consecuentemente, la catequesis del padrenuestro ha quedado, en cada tiempo de la historia, fecundada, en sus objetivos y métodos, por estas orientaciones interpretativas de la exégesis.

En este sentido, la tarea de la catequesis ha estado marcada por la entrega y la comunicación del padrenuestro para descubrir en él el corazón del mensaje evangélico (interpretación dogmática); o para hacer del padrenuestro la oración de la comunidad que nos reúne como hijos del mismo Padre y hermanos de todos los vivientes (interpretación ético-espiritual); o para expresar la osadía de adelantar y actualizar en el aquí y ahora el Reino y la voluntad de Dios, que quiere que todos sus hijos se salven y alcancen el conocimiento pleno de la salvación (interpretación escatológica).

Por fin, esta visión global del mensaje del padrenuestro articula y organiza los diversos temas del contenido y, en nuestro caso, de la catequesis del padrenuestro. El tema inicial lo sugiere el propio texto en la invocación «Padre»: fuente, río y mar de toda vida, plegaria y esperanza cristianas. Esta paternidad entrañable de Dios se hace, como señalan muchos comentarios, eje vertebrador de los demás temas, que vienen señalados por las sucesivas siete peticiones, según la versión eclesial del texto, inspirada en la tradición del evangelio de Mateo: santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad, danos el pan cada día, perdona nuestras ofensas, no dejes que caigamos en tentación, líbranos del mal.


V. El padrenuestro en las etapas de la catequesis

1. ETAPA DE LA FAMILIA: EL PADRE NUESTRO VIVIDO. El estudio, exégesis y teología del padrenuestro, como en síntesis se acaba de realizar, siempre pondrá en primer plano dos de las realidades constitutivas e integradoras de toda persona: la filiación y la fraternidad. Ambas realidades existenciales, antes de ser comprendidas en todas sus dimensiones objetivas, son realidades vividas y experimentadas subjetivamente en el ámbito familiar. Por eso, en este hogar familiar echa sus raíces más profundas la experiencia-expresión cristianas del padrenuestro. También el padrenuestro, antes de aprenderse de memoria o formularse como expresión de la fe de los seguidores de Jesús, es sentido y vivido en el amor y ternura de unos padres, en el espacio humanizado de una casa y en el calor de hogar que es la mesa familiar. Todo el complejo entramado de relaciones interpersonales que se van tejiendo en la familia vienen a ser la primera, y tal vez la más estructurante, catequesis del padrenuestro. Los primeros catequistas explícitos, pues, son los propios padres y, a su modo, lo son también los hermanos. Así lo viene a recordar una vez más en la historia de la catequesis el Directorio general para la catequesis: «El testimonio de vida cristiana, ofrecido por los padres en el seno de la familia, llega a los niños envuelto en el cariño y el respeto materno y paterno. Los hijos perciben y viven gozosamente la cercanía de Dios y de Jesús que los padres manifiestan, hasta tal punto que esta primera experiencia cristiana deja frecuentemente en ellos una huella decisiva que dura toda la vida. Este despertar religioso infantil en el ambiente familiar tiene, por ello, un carácter insustituible» (DGC 226).

2. ETAPA DE LA INFANCIA Y DE LA NIÑEZ: EL PADRENUESTRO APRENDIDO. A lo largo de esta etapa, el campo de experiencias de relación interpersonal se amplía desde el ámbito de la familia hasta el espacio escolar, parroquial... y, por tanto, social. En estos años, la educación de la fe se enriquece con la tarea de la enseñanza religiosa escolar y con la catequesis explícita dentro de una comunidad eclesial. La catequesis del padrenuestro irá asumiendo progresivamente, en sus objetivos y métodos, aquellos aspectos que ayudan al niño a percibir críticamente y dar sentido a la propia experiencia de saberse hijo y hermano.

Los educadores de la fe, padres-maestros-catequistas, pondrán ya en manos de los niños tanto la palabra de Dios como la observación de la realidad personal y de su entorno. En el ejercicio continuado de este diálogo irá creciendo la capacidad de interiorización en el niño, por un lado; y, por otro, se irán edificando las múltiples posibilidades de expresión y comunicación de su vida y de su fe. Por ello, la catequesis del padrenuestro en esta etapa, además de procurar la memorización del texto eclesial del padrenuestro, favorecerá las primeras lecturas del padrenuestro en los textos bíblicos de Mateo y Lucas. Estas lecturas concretas y puntuales, junto a otras de la misma Biblia y junto a otras tareas educativas y catequísticas, irán despertando y creando el rico mundo de imágenes, gestos, acciones, personas, experiencias, relaciones..., vividas en la familia, en la escuela, en la sociedad y evocadas en los demás relatos de la Escritura. La tarea de los educadores de la fe es, más que cualquier otra, suscitar y despertar. Probablemente, aquello que el adulto considera como anecdótico. periférico o de normal ropaje lingüístico, sea para el niño el modo natural de acercamiento y comprensión de la realidad que se observa, de la Palabra que se acoge, del padrenuestro que se lee o memoriza y de las múltiples formulaciones incompletas y limitadas con las que expresa lo que siente y comprende.

En el tramo final de esta etapa de infancia y ceñidos a la catequesis del padrenuestro, el niño tendrá que ser capaz de observar, por ejemplo, las diferencias y semejanzas en las formulaciones del padrenuestro (eclesial, Mateo y Lucas). De esta observación irán naciendo, en el niño, preguntas y respuestas a las que todo catequista prestará atención, no tanto para responder de forma automática, sino más bien para situar en todo momento al niño en su propio proceso de iniciación cristiana y acompañarlo como hermano mayor.

Formulado en términos generales, lo que acabamos de decir sobre la catequesis de infancia, es expresado por el Directorio de esta manera: «El proceso catequético en el tiempo de la infancia será eminentemente educativo, atento a desarrollar las capacidades y aptitudes humanas, base antropológica de la vida de fe, como el sentido de la confianza, de la gratuidad, del don de sí, de la invocación, de la gozosa participación... La educación a la oración y la iniciación a la Sagrada Escritura son aspectos centrales de la formación cristiana de los pequeños» (DGC 178).

3. ETAPA DE LA JUVENTUD: EL PADRENUESTRO COMPRENDIDO. El Directorio, que nos viene sirviendo de guía en todo este apartado, indica respecto a la catequesis de esta etapa que «en general se ha de proponer a los jóvenes una catequesis con itinerarios nuevos, abiertos a la sensibilidad y a los problemas de esta edad, que son de orden teológico, ético, histórico, social... En particular, deben ocupar un puesto adecuado la educación para la verdad y la libertad según el evangelio, la formación de la conciencia, la educación para el amor, el planteamiento vocacional, el compromiso cristiano en la sociedad y la responsabilidad misionera en el mundo» (DGC 185).

La catequesis del padrenuestro, dentro de la larga etapa de la catequesis de jóvenes, deberá continuamente retomar el propio texto del padrenuestro y las puntuales preguntas, muy posiblemente preguntas de sentido, que en cada diálogo se susciten. Las respuestas a estos interrogantes por el sentido del mensaje (del Reino, de la voluntad de Dios, del pan compartido, del perdón de las ofensas...) del padrenuestro, irán profundizando y completando la iniciación a la fe, realizada en la etapa de infancia, hasta culminar en la comprensión del padrenuestro. En este conocimiento del mensaje, que se hace experiencia de acogida compartida, el Dios de Jesús, entrañablemente misericordioso, y la persona del joven se encuentran allí donde florece la confianza, resplandece la verdad, se vive la libertad, se comparte la misma mesa de la historia, se tiende la mano al perdón... y nos reconocemos como hermanos.

De manera natural, estas humanizadoras experiencias existenciales en la historia de los jóvenes iluminan todos los aspectos del contenido cristiano del padrenuestro, suscitan creativas expresiones celebrativas y alumbran nuevas opciones de compromiso por sembrar el reino de Dios en la historia al estilo de Jesús. Tal vez, llegados a este punto de iluminación del contenido, celebración de la fe en el Dios maternal que los llama y opción por la fraternidad como signo vivo de la voluntad de Dios, puede decirse que la catequesis del padrenuestro ha alcanzado su objetivo.

En resumen, el padrenuestro vivido en la familia, aprendido en la infancia y comprendido en todas sus dimensiones en la juventud, termina por ser encarnado en el cristiano adulto, hermano en la comunidad y padre-madre (catequista, educador de la fe...), que sigue engendrando en la fe a los más pequeños, y, sobre todo, a los marginados y abandonados por no haber tenido posibilidad de interiorizar estas experiencias desde su llegada a nuestra familia humana del mundo.

4. LA CATEQUESIS DE ADULTOS: EL PADRENUESTRO ENCARNADO. El final del apartado anterior ya adelanta, como en síntesis, lo peculiar de la catequesis de adultos en relación con la catequesis del padrenuestro. De nuevo recordamos la orientación del Directorio respecto a esta etapa catequética: «Para que la catequesis de adultos pueda responder a las necesidades más profundas de nuestro tiempo, debe proponer la fe cristiana en su integridad, autenticidad y sistematicidad, de acuerdo con la comprensión que de ella tiene la Iglesia, proponiendo en un primer plano el anuncio de la salvación; iluminando con su luz las dificultades, oscuridades, falsas interpretaciones, prejuicios y objeciones hoy presentes; mostrando las implicaciones y exigencias morales y espirituales del mensaje; introduciendo a la lectura creyente de la Sagrada Escritura y a la práctica de la oración...» (DGC 175).

Sin lugar a dudas, consideramos adultos en la fe a todas aquellas personas a quienes hacíamos referencia en los comienzos de este artículo. Personas creyentes que se atrevieron a poner por escrito, en su comentario publicado, la comprensión encamada del padrenuestro. Ciertamente, en el horizonte de su propuesta escrita está la pretensión de integridad, autenticidad y sistematicidad del mensaje del padrenuestro. Por ello, la confesión de fe de estos hermanos adultos ilumina los contenidos y métodos de la catequesis del padrenuestro en esta etapa de la adultez. Teniendo muy presentes sus aportaciones, y a modo de esbozo curricular, puede ofrecerse un itinerario de contenidos (conceptos, procedimientos y actitudes) del padrenuestro para la catequesis de adultos.

Este itinerario catequético, que nos permite el acceso a la totalidad del mensaje evangélico del padrenuestro, podría constar, al menos, de estas diez panorámicas temáticas: 1) Oración y vida de Jesús: «Pasó (Jesús) la noche orando a Dios. Cuando llegó el día llamó a sus discípulos...» (Lc 6,12-13). 2) Nuestro Padre maternal: «Dios es amor» (Un 4,8). 3) Santificado tu nombre...: «Te he glorificado en la tierra llevando a término la obra que me encomendaste» (Jn 17,4). 4) ...En la presencia del Reino...: «La ley y los profetas llegan hasta Juan; desde entonces se anuncia el reino de Dios...» (Le 16,16). 5) ...Porque en ella se realiza tu voluntad: «Pues yo he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Y esta es la voluntad del que me ha enviado, que yo no pierda a ninguno de los que él me ha dado, sino que los resucite en el último día» (Jn 6,38-39). 6) Danos el pan de cada día: «Ellos contaron lo del camino y cómo lo reconocieron al partir el pan» (Le 24,35). 7) Perdónanos nuestras ofensas: «Tened sal en vosotros y vivid en paz los unos con los otros» (Mc 9,50). 8) No nos dejes caer en la tentación: «Pedro contestó: Tú eres el mecías. Y Jesús les ordenó que no se lo dijeran a nadie» (Mc 8,29-39). 9) Líbranos del mal: «No te pido que los saques del mundo, sino que los guardes del mal» (Jn 17,15). 10) Oración y existencia cristianas: «María..., sentada a los pies del Señor, escuchaba sus palabras» (Lc 10,39).

Las diez panorámicas temáticas del padrenuestro, como fácilmente se comprende, están constituidas por la invocación y las siete peticiones que articulan la expresión eclesial del padrenuestro. Se añade una primera temática que sitúa al padrenuestro en el contexto de la vida y de la oración de Jesús, como nos lo indican las tradiciones evangélicas de Mateo y de Lucas. La última de las sugerencias temáticas plantea las significativas interrelaciones de la existencia humana y la oración cristiana en la vida de todo creyente.

Cada vez que, como adultos, una comunidad cristiana o un seguidor de Jesús se acercan al padrenuestro, o lo proclaman conscientemente, o lo estudian sistemáticamente según las panorámicas temáticas sugeridas, en sus corazones contemplativos se dibujará alguno de estos interrogantes: ¿qué leemos?, ¿qué queremos decir?, ¿cómo lo interpretamos?, ¿qué nos dice a nosotros en este contexto de la historia?, ¿cómo nos atrevemos a expresarlo con la vida?, ¿qué se desea cambiar?, ¿esperamos que el deseo se torne realidad para todos?... El catequista, animador y hermano de los adultos, encontrará entre estas preguntas el hilo invisible de la pedagogía religiosa y las dinámicas de procedimiento que en cada catequesis llenen de sentido la vida, la fe y la esperanza del creyente. Quizá estos tres interrogantes, y por este orden, sirvan como pasos metodológicos para cada panorámica temática: 1) ¿Qué leemos en la Palabra, en la tradición... y cómo lo interpretamos?; 2) ¿Qué nos dice a nosotros en nuestro contexto existencial o cómo se actualiza esta palabra hoy?; 3)¿Por qué nos atrevemos a expresarlo o compartirlo o celebrarlo o vivirlo?

Este itinerario catequético que se acaba de esbozar en las líneas precedentes, puede enriquecerse y, sobre todo, completarse, desarrollarse e, incluso, aplicarse siguiendo las acertadísimas propuestas del trabajo realizado durante dos años en la Escola de teología de Tárrega bajo la animación de Ferrán Manresa6.

Para este itinerario catequético, estructurado en las diez panorámicas temáticas, conviene estar equipado en todo momento de la cercanía de la Sagrada Escritura, los documentos del Vaticano II, el CCE (2759-2865) y algunos comentarios bíblico-teológicos del padrenuestro por los que se tenga especial estima.

NOTAS: 1. Invito al lector, como primer ejercicio de motivación, a acercarse y hojear, al menos una vez, S. SABUGAL, El padrenuestro: catequesis antigua y moderna, Sígueme, Salamanca 19943, 13-46. — 2. Weimar Ausgabe (WA), Martin Luthers Werke, Kritische Ausgabe, vol. 38, 364. — 3. U. Luz, El evangelio según san Mateo 1, Sígueme, Salamanca 1993, 472. — 4. S. SABUGAL, o.c., 18. — 5. IRURE M., Padrenuestros, CCS, Madrid 1996, 3. — 6. Estas propuestas han sido publicadas en la colección Praxis de Cuadernos Institut de Teologia Fonamental de St. Cugat del Vallés (Barcelona), con el título Padre Nuestro.

BIBL.: AA.VV., El Padrenuestro, Biblia y Fe 25 (enero-abril 1983); ALEIXANDRE D., Orar con el padrenuestro, Proyecto Catequista 6-21 (octubre 1985-mayo 1987); ALONSO DÍAZ J., Teología del Padre nuestro, Casa de la Biblia, Madrid 1967; BONNARD P., Evangelio según san Mateo, Cristiandad, Madrid 1983, 129-139; CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, La iniciación cristiana. Reflexiones y orientaciones, Edice, Madrid 1999; ESPINEL J. L., El Padre nuestro, Ciencia Tomista 403 (1997) 205-220; HARING B., El padrenuestro. Alianza, plegaria, programa de vida, PPC, Madrid 1996; IRURE M., Padrenuestros, CCS, Madrid 1996; Luz U., El evangelio según san Mateo 1, Sígueme, Salamanca 1993, 465-494; MANRESA F., Padre nuestro, Cristianisme i Justicia, Barcelona 1989; MARTÍN NIETO E., El Padre nuestro. La oración de la utopía, San Pablo, Madrid 1995; PoUILLY J., Dios, nuestro Padre. La revelación de Dios Padre y el padrenuestro, Verbo Divino, Estella 1990; SALAS A., El padrenuestro, Biblia y Fe, Madrid 1994; SCHWEIZER E., El sermón de la montaña, Sígueme, Salamanca 1990, 81-98; TARÉ H. J. DE, El Padrenuestro... Un itinerario bíblico, Narcea, Madrid 1994.

Carmelo Bueno Heras