DIRECTORIO GENERAL PARA LA CATEQUESIS
NDC
 

SUMARIO: I. Identidad del nuevo «Directorio»: 1. El porqué de la reelaboración; 2. Proceso de redacción; 3. Finalidad del DGC; 4. Destinatarios del DGC. II. Contenidos centrales y novedades del DGC: 1. Una misma estructura básica; 2. La concepción de la revelación como fundamento doctrinal; 3. El concepto de evangelización; 4. El proceso permanente de conversión; 5. Las funciones y formas del ministerio de la Palabra; 6. Finalidad vinculativa de la catequesis: la comunión con Jesucristo; 7. Las tareas de la catequesis; 8. La fuente de la catequesis: la palabra de Dios; 9. La pedagogía divina; 10. Una pastoral catequética centrada en la Iglesia particular. III. Opciones catequéticas del DGC.


1. Identidad del nuevo «Directorio»

Se trata del Directorium generale pro catechesi: Librería Editrice Vaticana, Roma 1997. El texto ha sido oficialmente traducido a varias lenguas. En castellano aparece con el título: Directorio general para la catequesis. Se constata, en el título latino, una ligera variante respecto al texto de 1971, que se titulaba: Directorium catechisticum generale, y fue traducido al castellano con el título: Directorio general de pastoral catequética (DCG). En uno y otro caso, la institución eclesial responsable del Directorio es la Congregación para el clero, que es el organismo encargado por el Papa para orientar la acción catequética en la Iglesia.

El Directorio general para la catequesis (DGC) fue aprobado por Juan Pablo II el 15 de agosto de 1997. Se inscribe así en el conjunto de directorios emanados de la Sede apostólica, con la autoridad propia de este tipo de documentos.

Sabido es que fue el propio Vaticano II el que tomó la decisión de elaborar un directorio catequético. Lo hizo con estas palabras: «Elabórese un directorio sobre la formación catequética del pueblo cristiano, en el que se trate de los principios y de la ordenación fundamentales de dicha formación, así como de la elaboración de los libros que se juzguen adecuados al caso» (CD 44). Este encargo conciliar se cumplió con la publicación, en 1971, del Directorio general de pastoral catequética. Y se hizo realizando las tres condiciones que indica el decreto: ofrecer los principios teológico-pastorales fundamentales que orientan a la catequesis, proponer las líneas más adecuadas de una pastoral catequética y suministrar los criterios necesarios para la elaboración de los instrumentos adecuados.

Veintiséis años después, la propia Congregación para el clero, tras la oportuna consulta al episcopado de todo el mundo, decidió su renovación. Así se dio origen al actual Directorio general para la catequesis (1997).

1. EL PORQUÉ DE LA REELABORACIÓN. El motivo de la reelaboración no hay que buscarlo en posibles insuficiencias del texto anterior, o planteamientos menos afortunados del mismo. La verdadera razón está en los avances que, en el campo catequético, se han producido en estos veinticinco años largos que median entre un texto y otro.

La renovación catequética, en efecto, ha avanzado mucho en este período posconciliar, en el que la reflexión sobre la catequesis ha sido muy intensa. La Sede apostólica, en este tiempo, ha publicado documentos magisteriales directamente concernientes a la evangelización y a la catequesis. Los sínodos de 1974 y 1977, por ejemplo, fueron muy importantes. Las exhortaciones apostólicas possinodales Evangelii nuntiandi y Catechesi tradendae propusieron unas orientaciones inspiradoras, que era preciso incorporar a un directorio catequético. La misma encíclica Redemptoris missio, con su clarificación de lo que es la acción misionera de la Iglesia y su permanente actualidad, plantea unas exigencias que la catequesis debía asumir. Por si fuera poco, la publicación del Catecismo de la Iglesia católica (CCE) aconsejaba clarificar, lo más posible, cuál era la función exacta que le correspondía en la renovación de la catequesis eclesial.

No es de extrañar, por tanto, que la consulta realizada por la Congregación del clero acerca de una posible reelaboración del Directorio general de pastoral catequética (1971) diera como resultado la clara conveniencia de que esta reelaboración se llevase a cabo, incorporando, por un lado, las riquezas de las últimas aportaciones y manteniendo, por otro lado, las orientaciones fundamentales del texto anterior. El propio Directorio general para la catequesis confiesa cómo esas intervenciones magisteriales recientes «imponían el deber de una revisión del Directorium catechisticum generale, a fin de adaptar este valioso instrumento teológico-pastoral a la nueva situación y a las nuevas necesidades» (DGC 7).

2. PROCESO DE REDACCIÓN. El propio Directorio indica el proceso de redacción llevado a cabo: «El trabajo para la reelaboración del Directorio general para la catequesis, promovido por la Congregación para el clero, ha sido realizado por un grupo de obispos y de expertos en teología y en catequesis. Seguidamente, ha sido sometido a la consulta de las Conferencias episcopales y de diversos peritos e institutos o centros de estudios catequéticos; y ha sido llevado a término en el respeto sustancial a la inspiración y contenidos del texto de 1971» (DGC 7).

Es decir, que ha habido una doble consulta a las Conferencias episcopales y a un amplio grupo de expertos: una primera consulta, exploratoria, acerca de la conveniencia o no de una reelaboración del Directorio (primer semestre de 1994) y una segunda consulta a partir del proyecto realizado por el grupo de obispos y expertos indicados (primer semestre de 1996). Con toda la riqueza de las observaciones recibidas en estas consultas se elabora un texto provisional. Es sabido que este tipo de documentos requiere una última consulta a las Congregaciones de la Sede apostólica concernidas por el tema (primer semestre de 1997). El texto provisional, así perfilado, es sometido a la aprobación del Papa, lo que aconteció el 15 de agosto de 1997. En ese momento se convierte en texto definitivo: el Directorio general para la catequesis.

Para valorar objetivamente el Directorio, es importante tener en cuenta esta laboriosa gestación, en la que confluyen un sinnúmero de ricas observaciones y matizadas puntualizaciones, procedentes de todos los rincones de la Iglesia. Se trata así de un texto en el que, de algún modo, queda resumido el sentir eclesial y las inquietudes catequéticas más acuciantes del momento actual.

3. FINALIDAD DEL DGC. El DGC tiene, fundamentalmente, una finalidad orientativa en relación a la catequesis de la Iglesia. Como él mismo señala, «se propone indicar los principios teológico-pastorales por los que pueda orientarse y regirse más adecuadamente la acción pastoral del ministerio de la Palabra y, en concreto, la catequesis» (DGC 9). El nuevo Directorio hace suya, en este sentido, la misma finalidad que ya indicaba el texto de 1971 (cf Introducción).

Se trata, por tanto, de un texto que ofrece los principios por los que se regula la catequesis. Se sitúa, sobre todo, en el nivel de proporcionar unos criterios inspiradores, más que en el de dar normas imperativas como, acaso, la palabra directorio pudiera sugerir. En otras palabras, está más interesado en clarificar la naturaleza y los fines de la catequesis que en proporcionar directrices inmediatas a la misma.

Este planteamiento le convierte en un texto cercano a una reflexión de tipo catequético fundamental: apto, por tanto, para la formación, como él mismo sugiere: «es obvio que el Directorio puede ser un instrumento válido para la formación de los candidatos al sacerdocio, para la formación permanente de los presbíteros y para la formación de los catequistas» (DGC 11).

El propio texto es consciente, sin embargo, de la necesidad de acercarse lo más posible a las diferentes situaciones concretas en las que se realiza la catequesis. Quiere, en este sentido, ser un servicio a los diferentes episcopados nacionales en orden a la elaboración de unos instrumentos catequéticos muy cercanos a la realidad: «Una finalidad inmediata del Directorio es prestar ayuda para la redacción de directorios catequéticos y catecismos. De acuerdo con las sugerencias formuladas por muchos obispos, se incluyen numerosas notas y referencias, que pueden ser muy útiles para la elaboración de los mencionados instrumentos» (DGC 11).

Junto a estos instrumentos, cuya elaboración desea impulsar, el DGC, más que cerrar las cuestiones en el orden intelectual, quiere contribuir a profundizarlas, actuando de desencadenante para hacerlas avanzar. El Directorio desea, en efecto, «estimular en el futuro estudios e investigaciones más profundas, que respondan a las necesidades de la catequesis y a las normas y orientaciones del magisterio de la Iglesia» (DGC 13).

4. DESTINATARIOS DEL DGC. «LOS destinatarios del Directorio son principalmente los obispos, las Conferencias episcopales y, en general, cuantos bajo su mandato y presidencia desempeñan una responsabilidad en el campo de la catequesis» (DGC 11).

El Directorio es, por consiguiente, un texto para los responsables de la catequesis: los obispos, los presbíteros y los catequistas. No está dirigido, directamente, a los destinatarios de la catequesis.

Respecto a los obispos, hay un acento clave en el DGC: el deseo de que se impliquen profundamente en la catequesis de sus Iglesias respectivas. En este sentido, se recuerda cómo en la historia de la Iglesia es patente el papel preponderante de grandes y santos obispos que marcan, con sus iniciativas y sus escritos, el período más floreciente de la institución catecumenal. Se les pide, en concreto, que sepan inculcar en la catequesis una verdadera mística y un espíritu y, al mismo tiempo, dotarla de una organización cuidada y eficaz. Los obispos son así los primeros destinatarios del DGC.

Lo son también los sacerdotes, sus colaboradores inmediatos. Ellos son, en virtud del sacramento del orden, educadores en la fe (PO 6) de la comunidad cristiana. A ellos, por tanto, está dirigido el Directorio de una manera muy especial. «La experiencia atestigua que la calidad de la catequesis de una comunidad depende, en grandísima parte, de la presencia y acción del sacerdote» (DGC-225).

El DGC está dirigido también a Ios catequistas laicos. Ellos participan en este servicio eclesial desde su condición peculiar de laicos, es decir, desde su carácter secular, que les hace compartir con los hombres y las mujeres de su tiempo todo tipo de tareas humanas. Por eso, ellos tienen una sensibilidad especial para encarnar el evangelio que transmiten en la vida concreta del mundo. Los propios catequizandos y catecúmenos pueden ver en ellos un modelo de vida cristiana cercano, en el que poder mirarse para realizarse como creyentes.

El DGC se dirige, pues, a todos estos agentes de la catequesis, y lo hace «con la esperanza de que sea un aliento en el servicio que la Iglesia y el Espíritu les encomienda: favorecer el crecimiento de la fe en aquellos que han creído» (DGC 287).


II. Contenidos centrales y novedades del DGC

Dado que el DGC (1997) es una reelaboración de un texto anterior, el análisis de sus contenidos fundamentales ha de hacerse a la luz de lo ya afirmado en el DCG (1971). En esta comparación se descubren más fácilmente los contenidos centrales del texto, así como sus principales novedades.

1. UNA MISMA ESTRUCTURA BÁSICA. Lo primero que llama la atención es que, en ambos textos, subyace una misma estructura básica. Tanto en un texto como en el otro, el discurso se organiza siguiendo una misma secuencia: análisis de situación, carácter propio de la catequesis, contenido de la misma, pedagogía de su transmisión, destinatarios y organización de una pastoral catequética.

Aunque, evidentemente, entre los dos directorios hay muchas diferencias y novedades, estas aparecen dentro de esa misma estructura de fondo, dentro de esa misma manera de organizar el pensamiento. Esta circunstancia otorga al lector que realiza este estudio comparativo el sentimiento de que hay una continuidad expresamente querida. En ningún momento se saca la impresión de que el Directorio de 1997 quiere corregir al anterior (1971). Se constata simplemente, al compararlos, que el DGC (1997) enriquece, frecuentemente, al DCG (1971) con aportaciones nuevas. El nuevo Directorio aparece, así, como el testigo o notario que constata la evolución del pensamiento teológico-pastoral del Magisterio en sus documentos más directamente evangelizadores y catequéticos.

2. LA CONCEPCIÓN DE LA REVELACIÓN COMO FUNDAMENTO DOCTRINAL. Además de su estructura básica formal, que es la misma, ambos textos tienen, en parte, una misma fundamentación doctrinal de fondo. Tanto un texto como el otro apoyan su reflexión en el concepto de revelación. Y lo hacen, en concreto, basándose en la constitución conciliar Dei Verbum.

En el acto de la revelación de Dios se constata una doble dimensión: Dios quiere revelarse a sí mismo (seipsum) y dar a conocer su plan salvador, por el que se va a realizar esta comunión con él. La fe, por la que la persona humana responde a la revelación divina, tiene también, en esa lógica, un doble aspecto: es entrega a Dios (fides qua) y es, al mismo tiempo, asentimiento al contenido de ese plan salvador (fides quae). Esta concepción de la revelación y de la fe es la que fundamenta, en ambos textos, la concepción de lo que es el ministerio de la Palabra: «Dicha concepción determina, de manera específica, el modo de concebir el ministerio de la Palabra» (DGC 35).

3. EL CONCEPTO DE EVANGELIZACIÓN. En este punto, el pensamiento de ambos textos difiere esencialmente. Para el DCG (1971), la evangelización era sólo una forma del ministerio de la Palabra, «que tiene como finalidad suscitar inicialmente la fe» (DCG 17). Para el DGC (1997), por el contrario, la evangelización es sinónimo del «conjunto de la acción de la Iglesia» (DGC 46), incluyendo en su seno tanto el ministerio de la Palabra en su totalidad como el ministerio litúrgico y el ministerio de la caridad.

El DGC (1997) incorpora la concepción de evangelización que, afanosamente, trató de defender Evangelii nuntiandi. Esta exhortación apostólica de Pablo VI muestra la riqueza integral contenida en la evangelización: «Ninguna definición parcial y fragmentaria refleja la realidad rica, compleja y dinámica que comporta la evangelización» (EN 17, recogido en DGC 46).

El Directorio no sólo propugna este concepto de evangelización, con toda su riqueza, sino que da un paso más y muestra el proceso de la evangelización con toda su dinámica. Así como Evangelii nuntiandi no quería que algún elemento quedase fuera de la evangelización, el Directorio general para la catequesis no quiere que alguna etapa quede fuera de la misma. En concreto, el DGC insiste mucho en que la iniciación cristiana es un momento esencial e insoslayable en la evangelización. De hecho, la catequesis es contemplada, fundamentalmente, como servicio a la iniciación cristiana.

4. EL PROCESO PERMANENTE DE CONVERSIÓN. El DGC es muy sensible a la idea de proceso. Acabamos de ver cómo insiste en las etapas del proceso de la evangelización. También la conversión y la fe, con las que una persona responde al anuncio del evangelio, experimentan un proceso. En analogía con el crecimiento humano, el convertido es como un niño recién nacido. Pero esa fe inicial irá madurando paulatinamente hasta convertirse en adulta. Es más, el DGC deja entrever cómo el camino hacia la santidad es un camino siempre abierto. El cristiano está llamado a un crecimiento continuo.

Para poder remachar mejor esta idea de «proceso de conversión permanente» (DGC 56), el Directorio no se apoya sólo en Dei Verbum, que se centra en el tema de la fe y apenas habla de la conversión, sino que va a apoyarse, conjuntamente, en DV 5 y AG 13. El decreto Ad gentes explicita, como ningún otro documento conciliar, el tema de la conversión. El DGC, basándose en ambos textos e introduciendo varias novedades, desarrolla y explicita cuáles son los momentos de ese proceso de conversión.

Llama la atención la importancia que concede al primer paso de este proceso: el paso e la no creencia o la indiferencia religiosa al interés por el evangelio. El Di ctorio, además, otorga una gran seried a la conversión inicial. Esta opción fñdatnental del cristiano tiene un gran peso en toda la vida del creyente. «La decisión por la fe debe ser sopesada y madurada» (DGC 56). A lo largo del texto, el tratamiento de estos primeros pasos de la fe, por medio del precatecumenado, se pone muy de relieve, con gran sensibilidad misionera.

En el proceso de la fe y de la conversión se pueden destacar así, desde el punto de vista teológico, varios momentos importantes: el interés por el evangelio, la conversión, la profesión de fe y el camino hacia la perfección.

5. LAS FUNCIONES Y FORMAS DEL MINISTERIO DE LA PALABRA. En el tratamiento que ambos directorios hacen del ministerio de la Palabra, se observan también diferencias importantes. Para el DCG (1971) el ministerio de la Palabra tiene cuatro formas: la evangelización o predicación misionera, la catequesis, la homilía y la teología (cf DCG 17). El DGC (1997), por su parte, prefiere distinguir entre funciones y formas de ese ministerio. Según el DGC, el ministerio de la Palabra despliega cinco funciones: de convocatoria o llamada a la fe, de iniciación, de educación permanente de la fe, la función litúrgica y la teológica. Cada una de estas funciones se realiza a través de formas diversas. La comparación entre ambos directorios muestra, por tanto, en este punto diferencias considerables.

Pero aun suponiendo que, con la expresión formas, el DCG (1971) aluda a lo que el DGC (1997) llama funciones, la diferencia de fondo subsiste. Para el nuevo Directorio hay cinco funciones o formas básicas y no sólo cuatro. La gran novedad del DGC es su insistencia en que no se pierda la especificidad de la iniciación cristiana. Para él, la catequesis de iniciación tiene un carácter propio y no se debe confundir con la educación permanente de la fe o catequesis permanente, que es una función, o forma básica, distinta y posterior. El nuevo Directorio acepta la expresión catequesis permanente, pero lo hace «a condición de que no se relativice el carácter prioritario, fundante, estructurante y específico de la catequesis en cuanto iniciación básica» (DGC 51, nota 64).

Precisamente, es el respeto a la integridad del proceso de la evangelización, con sus etapas y momentos esenciales, el que obliga al DGC a establecer esta distinción fundamental entre las dos formas básicas de catequesis: la catequesis de iniciación y la catequesis permanente. O dicho con otras palabras: «El ministerio de la Palabra está al servicio del proceso de conversión plena. El primer anuncio tiene el carácter de llamar a la fe; la catequesis el de fundamentar la conversión, estructurando básicamente la vida cristiana, y la educación permanente de la fe, en la que destaca la homilía, el carácter de ser el alimento constante que todo organismo adulto necesita para vivir» (DGC 57).

6. FINALIDAD VINCULATIVA DE LA CATEQUESIS: LA COMUNIÓN CON JESUCRISTO. Otra idea central del DGC concierne a la finalidad última de la catequesis, la comunión con Jesucristo: «El fin definitivo de la catequesis es poner a uno no sólo en contacto sino en comunión, en intimidad con Jesucristo» (DGC 80, recogiendo CT 5). Aquí también es importante comparar los dos directorios. El DCG (1971) describía así la finalidad de la catequesis: «Tiende a que la fe, ilustrada por la doctrina, se haga viva, explícita y operativa en los hombres» (DCG 17, recogiendo CD 14).

Es claro que entre los dos textos hay una sensibilidad distinta a la hora de describir la finalidad de la catequesis y los medios o tareas para conseguirla. Para el texto de 1971, la finalidad de la catequesis es conseguir una fe viva, explícita y operativa, y el medio es la enseñanza doctrinal. Para el texto actual, el fin es la comunión con Jesucristo y los medios o tareas son varios: ayudar a conocer, celebrar, vivir y anunciar el evangelio. Las diferencias de acento son notables.

Pero hay más. Para el DGC (1997) actual, la finalidad cristológica de la catequesis es una finalidad abierta: «La comunión con Jesucristo, por su propia dinámica, impulsa al discípulo a unirse con todo aquello con lo que el propio Jesucristo estaba profundamente unido» (DGC 81). Es decir, la comunión con Jesucristo impulsa al creyente a la comunión con el Padre y a la comunión con el Espíritu. Por otra parte, al estar Jesucristo inseparablemente unido a la Iglesia, su Cuerpo, la catequesis impulsa a una profunda integración en la Iglesia. Y al ser los hombres, sobre todo los más pobres, los hermanos pequeños de Jesús, la catequesis tiene como finalidad suscitar un profundo compromiso por ellos.

En otras palabras, la finalidad cristocéntrica de la catequesis, de comunión con Jesucristo, propicia una sólida espiritualidad trinitaria, suscita un hondo sentido eclesial y mueve a una viva preocupación social.

7. LAS TAREAS DE LA CATEQUESIS. Vemos cómo la distinción entre finalidad vinculativa de la catequesis y tareas operativas de la misma es algo central para el nuevo Directorio. Pero clarifiquemos un poco más el modo que tiene de concebir estas tareas. «Las tareas de la catequesis corresponden a la educación de las distintas dimensiones de la fe, ya que la catequesis es una formación cristiana integral, abierta a todas las dimensiones de la vida cristiana» (DGC 84; cf IC 42).

En este punto, el DGC es consciente de la misión clarificadora que tiene respecto a la función del CCE en la renovación de la catequesis eclesial. El DGC apunta, entonces, como tareas de la catequesis, al desarrollo o cultivo de las dimensiones internas de la fe. Esta, en efecto, pide ser conocida, celebrada, vivida y hecha oración. Por tanto, para conseguir su finalidad vinculativa, la catequesis ha de realizar estas tareas que apuntan al cultivo de las dimensiones básicas de la fe.

El DGC, sin embargo, no se contenta con eso. Junto a estas dimensiones interiores de la fe, que la catequesis ha de cultivar, los catecúmenos y los catequizandos tienen que aprender también a compartir su fe. Y deben hacerlo, primero, con sus hermanos creyentes, aprendiendo a vivirla en comunidad; pero también aprendiendo a anunciarla, con palabras y obras, en medio del mundo. La educación\para la vida comunitaria y la iniciación\ a la misión son, igualmente, tareas~undamentales de la catequesis.

Dentro de este doble-aspecto de una fe que hay que aprender a compartir, la preparación para el diálogo ecuménico y para el diálogo interreligioso es algo vital (cf DGC 86).

8. LA FUENTE DE LA CATEQUESIS: LA PALABRA DE Dios. Otro aspecto central, que brota de la comparación de ambos textos, concierne al tema de la fuente de la catequesis. El DCG (1971) hablaba de las fuentes de la catequesis (DCG 45). El DGC (1997), siguiendo a CT, prefiere hablar de la fuente de la catequesis: la palabra misma de Dios. «Todos los hijos del Padre, animados por el Espíritu, se nutren de este tesoro de la Palabra. Ellos saben que la palabra de Dios es Jesucristo, el Verbo hecho hombre, y que su voz sigue resonando por medio del Espíritu Santo en la Iglesia y en el mundo» (DGC 94).

Esta fuente viva de la palabra de Dios, el propio Verbo de Dios, llega a nosotros a través de muchas fuentes inmediatas, que el DGC enumera en el n. 95. Es bueno captar esta dialéctica que el DGC establece entre la fuente y las fuentes de la catequesis. En el agua caudalosa de un gran río hay que distinguir también la fuente de donde brota ese río allá arriba en la montaña y las fuentes inmediatas de nuestros parques y nuestras casas, donde acudimos para beberla. Entre la palabra de Dios como fuente y las fuentes inmediatas siempre hay una distancia: «por eso la Iglesia, guiada por el Espíritu, necesita interpretarla continuamente» (DGC 94).

Es interesante captar la hondura de lo que aquí está en juego. Aunque recurramos a las fuentes inmediatas para captar el mensaje evangélico, como no podemos menos de hacerlo, hay que tener siempre presente que, para un cristiano, el mensaje es una Persona. La catequesis, al presentar el mensaje evangélico, lo que hace, ante todo, es presentar la figura de Jesús: «en realidad la tarea fundamental de la catequesis es mostrar a Cristo: todo lo demás en referencia a él» (DGC 98).

No es de extrañar que, con esta concepción, el DGC hable de la fuente de la catequesis al comienzo del capítulo que inicia la parte destinada al mensaje evangélico. De aquí es de donde se originan los criterios para

presentar el mensaje. El DCG (1971), con otra concepción, situaba el tema de las fuentes al final del capítulo, como algo conclusivo y apendicular.

9. LA PEDAGOGÍA DIVINA. La tensión dialéctica entre la fuente de la revelación y las fuentes a través de las cuales llega a nosotros es de suma importancia para la catequesis. La razón estriba en que en esa tensión aparece la pedagogía divina (DV 15). La palabra de Dios llega a nosotros a través de palabras humanas. La palabra de Dios, «cercana, permanece sin embargo velada, en estado kenótico» (DGC 94; cf IC 43).

El DGC ha quedado cautivado por esta pedagogía de Dios (cf DGC 38 y 139). Ve en ella la condescendencia (DV 13) divina, que impulsa a Dios a acercarse a los seres humanos. Dios en la Revelación condesciende, es decir, se pone a la altura del ser humano para que este pueda comprenderle mejor: Es como cuando un adulto se pone en cuclillas (condesciende) para ponerse a la altura del niño y jugar o hablar con él.

Si esta es la pedagogía de Dios en la revelación y la del Hijo de Dios en la encarnación, esta debe ser la pedagogía de la Iglesia en la evangelización y, en concreto, en la catequesis. La Iglesia, al transmitir el evangelio a los hombres, va a condescender con ellos, es decir, va a adaptar su lenguaje a los destinatarios para que sea mejor comprendido por ellos. La adaptación del mensaje evangélico, ley de toda evangelización (GS 4), no es una cuestión de las solas ciencias humanas, siempre necesarias, sino que es una cuestión, ante todo, de teología.

No es de extrañar, aquí también, que, con esta concepción teológica de la pedagogía divina, el DGC incluya un nuevo capítulo, en su tercera parte, dedicado por entero a ella. El DCG (1971) no la abordaba; se limitaba a presentar la pedagogía de la fe como una cuestión puramente metodológica (cf DCG 70-76).

10. UNA PASTORAL CATEQUÉTICA CENTRADA EN LA IGLESIA PARTICULAR. Una última idea central se refiere al papel de la Iglesia particular en toda pastoral catequética. Es una cuestión que se desarrolla en la quinta parte del DGC, en la que también hay un avance notable. El DCG (1971) hacía un tratamiento más bien organizativo de la pastoral catequética (análisis de situación, programa de acción, formación de agentes, elaboración de instrumentos, estructuras organizativas...). El DGC (1997) ha preferido un tratamiento más eclesiológico de la pastoral catequética. Se trata de una parte centrada toda ella en torno al ministerio de la catequesis y sus agentes. Las cuestiones de organización no quedan olvidadas, pero ocupan su propio lugar.

Respecto a los catequistas, hay dos aspectos especialmente novedosos. El primero de ellos se refiere a la necesidad de plantear en la diócesis una verdadera pastoral de catequistas (DGC 233; cf IC 44). La formación de catequistas es sólo un aspecto de esa pastoral, pero se debe cuidar también: suscitar vocaciones para la catequesis y vocaciones de algún modo especializadas; velar por una distribución de los catequistas más equilibrada, sin concentrar la mayor parte en la atención a una sola edad, que suelen ser los niños; atender a necesidades nuevas (barriadas sin suficiente presencia eclesial; catequistas de adultos; atención a los encuentros presacramentales, catequistas para personas con discapacidad; atención a la emigración...); velar por la atención personal y espiritual de los catequistas; coordinarlos bien con otros agentes de pastoral... Una buena pastoral de catequistas encierra, por tanto, muchos matices.

El otro aspecto se refiere a la necesidad, cada vez más sentida, de dotar a toda diócesis de un plantel de catequistas estables, de modo que se entreguen a esta tarea de una manera plena, recibiendo un encargo oficial por parte de la Iglesia: «la importancia del ministerio de la catequesis aconseja que en la diócesis exista, ordinariamente, un cierto número de religiosos y laicos, estable y generosamente dedicados a la catequesis, reconocidos públicamente por la Iglesia y que, en comunión con los sacerdotes y el obispo, contribuyan a dar a este slrvicio diocesano la configuración eclesial que le es propia» (DGC 231). A


III. Opciones catequéticas del DGC

El propio Directorio general para la catequesis, al concluir su exposición introductoria, formula los desafíos y opciones que, a su juicio, debe asumir la catequesis en el futuro inmediato. Estas opciones son las siguientes:

a) Primera opción: la catequesis, situada en el interior de la evangelización, ha de adquirir un «acentuado carácter misionero» (DGC 33). Este acento misionero de la catequesis adquiere, en el conjunto del texto, varias dimensiones: 1) Ante todo, quiere decir que la catequesis ha de estar profundamente vinculada al primer anuncio: «la renovación catequética debe cimentarse sobre esta evangelización misionera previa» (DGC 62). 2) De una forma más directa, la misma catequesis, muchas veces, debe asumir, al comienzo de un proceso catequético, tareas misioneras con vistas a asegurar la conversión: «la catequesis, junto a su función de iniciación, debe asumir frecuentemente formas misioneras» (DGC 52); esto lo realiza por medio de una forma particular de catequesis: la catequesis kerigmática (cf DGC 62). 3) No sólo en la primera etapa del proceso, sino a lo largo de todo él, la catequesis «deberá ser considerada siempre como partícipe de las urgencias y afanes propios del mandato misionero para nuestro tiempo» (DGC 4). 4) Finalmente, hay que considerar que una de las seis tareas principales de la catequesis es, precisamente, «la iniciación a la misión» (DGC 86).

b) Segunda opción: la catequesis de adultos ha de ser concebida como el referente o el eje a partir del cual se inspire la catequesis de las otras edades. En esta opción, el DGC da un paso adelante respecto al texto de 1971, que ya consideraba la catequesis de adultos como «forma principal de catequesis» (DCG 19); esta aportación del texto del 71, recogida más tarde por CT 43, es asumida y profundizada por el Directorio de 1997.

Para el DGC no se trata sólo de extender el proceso catequético también a los adultos, ya que estos también necesitan ser catequizados. Se trata, más hondamente, de diseñar un proyecto catequético diocesano a partir de la catequesis de adultos; es decir, de erigir esta catequesis como referente o modelo inspirador de la catequesis de las otras edades. Así se expresa, en efecto, el Directorio: «esto implica que la catequesis de las otras edades debe tenerla como punto de referencia, y articularse con ella en un proyecto catequético coherente de pastoral diocesana» (DGC 59).

En esta misma idea abunda DGC 275, con unas afirmaciones aún más contundentes: «Como ya ha quedado indicado, el principio organizador que da coherencia a los distintos procesos de catequesis que ofrece una Iglesia particular es la atención a la catequesis de adultos. Ella es el eje en torno al cual gira y se inspira la catequesis de las primeras edades y la de la tercera edad».

c) Tercera opción: a ejemplo de la catequesis patrística, todo proceso iniciatorio de catequesis debe ser considerado como una verdadera y propia escuela de pedagogía cristiana. Con esta opción, el DGC descubre otro de sus focos inspiradores: la catequesis patrística. Junto a la concepción de revelación del Concilio y la concepción de evangelización de Evangelii nuntiandi, la catequesis patrística es un referente fundamental para el DGC.

Los santos Padres, en efecto, concebían el catecumenado bautismal como una verdadera escuela de fe. No se trataba sólo de enseñar la fe sino, más profundamente, de «moldear la personalidad creyente» (DGC 33); es decir, hacer que el evangelio llegase a afectar al discípulo de Jesucristo por entero. El catecumenado y la catequesis de inspiración catecumenal son como una especie de noviciado de vida cristiana, es decir, como un entrenamiento en todas las dimensiones de la vida cristiana, en que se forja el verdadero seguidor de Jesús.

Es fácil adivinar las implicaciones pastorales y pedagógicas de esta gran opción de fondo: «la concepción del catecumenado bautismal, como proceso formativo y verdadera escuela de fe, proporciona a la catequesis posbautismal una dinámica y unas características configuradoras» (DGC 91).

d) Cuarta opción: La catequesis ha de anunciar los misterios esenciales del cristianismo de modo que promueva la experiencia trinitaria de la vida en Cristo como centro de la vida de fe. Esta opción brota de la concepción del DGC acerca de la finalidad de la catequesis a que hemos aludido más arriba. La comunión con Jesucristo, decíamos, está abierta a la vida trinitaria. El cristiano, en efecto, debe hacerse consciente de que, mediante el bautismo, consagra vitalmente su vida a la Santísima Trinidad, al ser bautizado en su nombre.

Las implicaciones vitales de esta consagración a Dios, uno en esencia y trino en persona, son inmensas. En efecto, el discípulo de Jesucristo, al consagrar su vida a un Dios único, «renuncia a servir a cualquier absoluto humano: poder, placer, raza, antepasado, Estado, dinero..., liberándose de cualquier ídolo que lo esclavice» (DGC 82). La profesión de fe es una proclamación de libertad.

Por otra parte, al confesar a un Dios trino, que es comunión de personas iguales, el discípulo de Jesucristo manifiesta, al mismo tiempo, que la humanidad, creada a imagen de ese Dios, «está llamada a ser una sociedad fraterna, compuesta por hijos de un mismo Padre, iguales en dignidad personal» (DGC 100). La profesión de fe es, también, una proclamación de igualdad.

Es todo un acierto que el DGC haya definido la finalidad de la catequesis en los términos de lograr una experiencia trinitaria de la vida en Cristo.

e) Quinta opción: La catequesis debe considerar como tarea prioritaria la preparación y la formación de unos catequistas dotados de una fe profunda. Esta última opción encierra una doble dimensión: por una parte, la formación de los catequistas es prioritaria respecto a la renovación de otros aspectos de la catequesis (elaboración de instrumentos, creación de estructuras organizativas...); y por otra parte, en esta formación de catequistas, lo prioritario se céntra en fomentar su espiritualidad, por encima de otras dimensionesr%cesarias (doctrinal, antropológita, pedagógica...).

Para el DGC, esta formación de catequistas se realiza, ante todo, en la propia comunidad cristiana, en relación con la formación de los otros agentes de la pastoral. Los sacerdotes desempeñan, en este sentido, un papel esencial. Es precisamente en la comunidad «donde el catequista experimenta su vocación y donde alimenta constantemente su sentido apostólico» (DGC 246).

Pero también, en el momento .más adecuado de su formación, el catequista debe acudir a una escuela de catequistas, cuya finalidad es «proporcionar una formación catequética orgánica y sistemática, de carácter básico y fundamental» (DGC 249).

No cabe duda de que, para el Directorio, la renovación de la catequesis ha de comenzar por una exquisita formación de catequistas, que ha de tener siempre «absoluta prioridad en la pastoral catequética diocesana» (DGC 234).

BIBL.: AA.VV., El Directorio general para la catequesis, número monográfico de la revista Sinite (enero-abril 1998); ALBERICH E., Un documento eclesial para dar un nuevo impulso a la catequesis evangelizadora, Misión joven (abril 1998) 13-18; CASTRILLóN D., Lectura teológico-pastoral del DGC, Actualidad catequética 176 (1997) 17-26; CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, Directorio general para la catequesis, Libreria Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 1997; DEFOIS G., Congrés catéchétique international, Catéchése 150, 12-13; DERROITTE H., Les taches de la catéchése. Regards sur le DGC, Lumen vitae 1 (1998) 103-112; ESTEPA J. M., La misión profética de la Iglesia: evangelización, catequesis y CCE, Actualidad catequética 176 (1997) 71-93; FossloN A., Un nouveau Directoire général por la catéchése, Lumen vitae 1 (1998) 91-102; GIANETTO U., Un nuevo directorio general para la catequesis, Misión joven (abril 1998) 5-11; GIULIANO A., Nuovo Direttorio generale per la catechesi, Evangelizzare (marzo 1998) 446-448; LÁZARO R., Del DCG (1971) al DGC (1997): estudio comparativo y avances, Sinite (enero-abril 1998); SEPE C., Motivaciones, orígenes y características del nuevo Directorio, Actualidad catequética 176 (1997) 27-31.

Ricardo Lázaro Recalde