COMUNIDAD Y TRANSMISIÓN DE LA FE


1. El tema plantea diversos interrogantes: ¿Qué entendemos por comunidad? ¿Cuáles son los rasgos más importantes de una comunidad? ¿Qué entendemos por transmisión de la fe? ¿Qué importancia tiene la comunidad en la transmisión de la fe? ¿Qué desafíos presenta la situación actual? ¿Se da una ausencia alarmante de comunidades vivas?

2. Cuando evangeliza, Jesús no está solo, comparte su misión. Ahí están los doce (Mt 10,1) y, más allá de este círculo íntimo, está el grupo que sigue a Jesús (Mt 8,22), están los setenta y dos (Lc 10,1), están las mujeres que acompañan a Jesús (Lc 8,1-3). Siendo el Maestro y el Señor (Jn 13, 13), no tiene inconveniente en compartir su misión con una comunidad de discípulos.

3. La Iglesia naciente recibe del Señor Resucitado la misión de hacer discípulos de todos los pueblos (Mt 28,19-20;DGC 34). El proceso de evangelización, en el que se transmite la fe, tiene unas etapas, que es preciso identificar. Comienza con el anuncio primero del evangelio (siembra de la Palabra) y se cumple de forma básica y fundamental en la catequesis (crecimiento y maduración, que produce fruto). La relación que se da entre evangelización y catequesis es profunda. Son como el grano y la espiga (ver Mc 4,1-20;CC 26-29). La catequesis, para bautizados o para quienes se preparan a recibir el bautismo, implica una entrega viva del evangelio y de todo el evangelio a los hombres (DGC 78,105 y 111).

4. La comunidad es el seno materno donde se gesta el hombre nuevo por medio de la Palabra de Dios viva y permanente (1 P 1, 23), es la piscina de Siloé donde el ciego de nacimiento cura su ceguera original (Jn 9,7), es la nueva familia del discípulo, el lugar donde recibe la enseñanza especial del evangelio, el centro de operaciones desde donde se difunde el evangelio recibido. En los Hechos de los Apóstoles, quien se convierte a Cristo se incorpora a la comunidad (Hch 2,47). La comunidad es el lugar o ámbito normal de la catequesis (MPD 13). A su vez, la catequesis crea comunidad (si no existe) y la renueva (si ya existe).

5. Las primeras comunidades tienen entre 20 y 60 miembros; se reúnen en las casas. En la Edad Media, las parroquias no sobrepasan los 300 miembros; entonces, las grandes ciudades tienen entre 10.000 y 50.000 habitantes. Hoy, muchas parroquias son auténticas ciudades medievales; están masificadas. ¿Hacia dónde vamos por aquí? ¿Es posible hablar de verdadera comunidad cristiana?

6. Se ha dicho certeramente que el texto más importante del Concilio es el de los Hechos de los Apóstoles (2, 42-47) que recoge la experiencia de la primera comunidad cristiana. Cuando el Concilio se plantea lo que debe ser la Iglesia (LG 13;DV 10), lo que debe ser la vida del sacerdote (PO 17 y 21), lo que debe ser la vida del misionero (AG 25) y lo que debe ser la vida religiosa (PC 15), en todos estos casos, acude al texto de los Hechos. El mismo Concilio fue convocado para esto: Para devolver al rostro de la Iglesia de Cristo todo su esplendor, revelando los rasgos más puros y más simples de su origen (Juan XXIII, Discurso preparatorio, 13-11-1960).

7. Las primeras comunidades son grupos de hombres y mujeres que se reúnen, según la tradición más antigua, el día del Señor (Ap 1,7). Entre todos se establece una relación de fraternidad. De este modo, el misterio de comunión que constituye a la Iglesia (ver LG 1) se hace visible incluso a los ojos de los no creyentes, que dicen: Mirad cómo se aman. Son como una gran familia. La Iglesia no es ejército (relación de mando: superior - inferior) ni tampoco escuela (relación de enseñanza: maestro - discípulo) sino comunidad (relación de fraternidad: hermano - hermano). Lo dice Jesús: Todos vosotros sois hermanos (Mt 23,8), donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos (Mt 18,20).

8. El fundamento de esa comunión, lo que verdaderamente aglutina a la nueva familia de los discípulos, es la palabra de Dios. Dice Jesús: Mi madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la palabra de Dios y la cumplen (Lc 8,21). Quien acoge la Palabra, se vincula a la comunidad.

9. En las primeras comunidades, la palabra de Dios se hace experiencia de Cristo (Hch 2,36) y experiencia de conversión (2,38;ver CC 257-265). La comunidad es lugar de perdón y de acción del Espíritu (Hch 2,38). Es lugar de enseñanza, de comunión, de celebración y de oración (2,38.42). En la comunidad se dan señales (2,45), que confirman la Palabra anunciada. La comunión de corazones se traduce en una efectiva comunicación de bienes (2,44 y 4,32). La comunidad es acogedora y abierta a la incorporación de nuevos miembros (2,47).

10. Las primeras comunidades se encuentran en situación política y religiosa adversa. Dice San Pablo: Atribulados en todo, mas no aplastados (2 Co 4,8-9). En la Carta a Diogneto, de mediados del siglo II, se dice de los cristianos: A todos aman y por todos son perseguidos. Se los desconoce y se los condena. Se los mata...y, sin embargo, los mismos que los aborrecen no saben decir el motivo de su odio (V,11-17).

11. Las primeras comunidades son minoría dentro de la sociedad, pero son como una ciudad levantada en lo alto de un monte (Mt 5,14), como levadura en la masa (Lc 13,21). En ellas se da un fuerte proceso de evangelización: de adultos, también de niños. La catequesis más antigua se hace por inmersión en la vida de la comunidad. Se reúnen donde pueden, generalmente en las casas (Hch 2,46; ver 12, 12; 1 Co 16,19; Flm 2; Col 4,15).

12. Siendo comunidad, la Iglesia es luz de las gentes (LG 1), signo levantado en medio de las naciones (SC 2), sacramento universal de salvación (GS 45). No es el individuo sino la comunidad quien puede evangelizar. No es el individuo sino la comunidad quien renueva profundamente a la Iglesia. No es el individuo sino la comunidad quien puede realizar una contestación efectiva de la sociedad presente, tal y como está configurada. No es el individuo sino la comunidad quien puede vivir hoy las señales del Evangelio. Más aún, la comunidad es la señal levantada en medio de la sociedad, ofrecida a quienes están buscando.

13. En la medida en que, por aproximaciones sucesivas, volvemos a la comunidad de los Hechos de los Apóstoles, encontramos ahí el lugar originario de la catequesis más antigua. En medio de grandes resistencias por parte de aquellos para quienes todavía no llegó la hora (Ag 1,2; DGC 28), el Concilio creó la atmósfera que ha hecho posible la aparición, desarrollo y reconocimiento de las pequeñas comunidades, llamadas de talla humana, donde es posible una relación de fraternidad: "La aparición de las pequeñas comunidades es la manifestación más importante de la recepción y realización del Concilio en la Iglesia" (J. Losada, Eclesiología de las pequeñas comunidades, en Sal terrae 12 (1982) 879; ver LG 26;EN 15;CF 14;CC 265). Evitando determinados extremos, son foco de evangelización y esperanza para la iglesia universal (EN 58). En el Sínodo de la catequesis (1977) la comunidad de talla humana es considerada como el lugar principal de catequización (Prop. 29). Las pequeñas comunidades, lejos de formar una estructura elitista, son expresión del amor preferente de la Iglesia por el pueblo sencillo; en ellas se expresa, se valora y purifica su religiosidad y se le da la posibilidad concreta de participación en la tarea eclesial y en el compromiso de transformar el mundo (CELAM 1979, Puebla 643).

14. En nuestro tiempo, es preciso rehacer el tejido comunitario de la Iglesia. Sin tejido comunitario, a la Iglesia se le ve el esqueleto y, en vez de atraer, espanta (ver Ez 37,11). El Sínodo de la catequesis fue crítico con la situación actual de la parroquia, necesitada de profunda renovación: De hecho, no pocas parroquias, por diversas razones, están lejos de constituir una verdadera comunidad cristiana. Sin embargo, la vía ideal para renovar esta dimensión comunitaria de la parroquia podría ser convertirla en una comunidad de comunidades (Prop. 29;DGC 258). El Sínodo sobre los laicos (1987) solicitó de nuevo una decidida renovación de las parroquias. En la exhortación sobre los laicos (1988) se dice que, para que las parroquias sean verdaderamente comunidades cristianas, hay que favorecer la adaptación de las estructuras parroquiales, sobre todo promoviendo la participación de los laicos en las responsabilidades pastorales; y hay que favorecer las pequeñas comunidades eclesiales de base, también llamadas comunidades vivas (CL 26;ver 34). La creación de comunidades vivas es especialmente necesaria en ambientes alejados de la Iglesia: Sólo mediante la creación de comunidades cristianas vivas que broten de esos mismos ambientes es posible una acción misionera eficaz en ellos (CC 53).

* Diálogo: ¿Es necesaria la comunidad en la transmisión de la fe?