CONSEJO
PONTIFICIO DE LA CULTURA
CONSEJO PONTIFICIO PARA EL DIALOGO INTERRELIGIOSO
JESUCRISTO
Una reflexión cristiana sobre la “Nueva Era”
INDICE
1.1. ¿Por qué ahora?
1.2. En la era de las comunicaciones
1.3. Contexto cultural
1.4. La Nueva Era y la fe católica
1.5. Un desafío positivo
2. La espiritualidad de la Nueva Era: visión general
2.1. ¿Qué hay de nuevo en la Nueva Era?
2.2. ¿Qué pretende ofrecer la Nueva Era?2.2.1. Encantamiento: tiene que haber un ángel
2.2.2. Armonía y comprensión: buenas vibraciones
2.2.3. Salud: una vida dorada
2.2.4. Totalidad: un viaje mágico al misterio2.3. Principios fundamentales del pensamiento de la Nueva Era
2.3.1. Una respuesta global en tiempos de crisis
2.3.2. La matriz principal del pensamiento de la Nueva Era
2.3.3. Temas centrales de la Nueva Era
2.3.4. ¿Qué dice la Nueva Era sobre...2.3.4.1. ...la persona humana?
2.3.4.2. ...Dios?
2.3.4.3. ...el mundo?2.4. « ¿Habitantes del mito o de la historia? »: La Nueva Era y la cultura
2.5. ¿Por qué ha crecido la Nueva Era con tanta rapidez y se ha difundido de manera tan eficaz?
3. La Nueva Era y la Espiritualidad Cristiana
3.1. La Nueva Era como espiritualidad
3.2. ¿Narcisismo espiritual?
3.3. El Cristo cósmico
3.4. Mística cristiana y mística Nueva Era
3.5. El « dios interior » y la « theosis »
4. Nueva Era y fe Cristiana frente a frente
5. Jesucristo ofrece el agua de la vida
6.1. Una necesidad: acompañamiento y formación sólida
6.2. Iniciativas prácticas
7.1. Algunas formulaciones breves de ideas de la Nueva Era
7.2. Glosario selecto
7.3. Lugares clave de la Nueva Era
8.1. Documentos del Magisterio de la Iglesia Católica
8.2. Estudios cristianos
9.1. Algunos libros de la Nueva Era
9.2. Obras históricas, descriptivas y analíticas
JESUCRISTO PORTADOR DEL
AGUA
DE LA VIDA
Una reflexión cristiana sobre la “Nueva Era”
CONSEJO PONTIFICIO DE LA CULTURA
CONSEJO
PONTIFICIO PARA EL DIALOGO INTERRELIGIOSO
PREFACIO
Este
estudio se ocupa del complejo fenómeno de la Nueva Era (New Age),
que influye en numerosos aspectos de la cultura contemporánea.
El
estudio es un informe provisional. Es el fruto de la reflexión común
del Grupo de Trabajo sobre Nuevos Movimientos Religiosos, compuesto por miembros
de diferentes dicasterios de la Santa Sede: los Consejos Pontificios de la
Cultura y para el Diálogo Interreligioso, que son los redactores principales de
este proyecto; la Congregación para la Evangelización de los Pueblos y el
Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos.
Estas
reflexiones van dirigidas principalmente a los encargados de la labor pastoral a
fin de que puedan explicar en qué difiere el movimiento Nueva Era de la
fe cristiana. El estudio invita a los lectores a tener en cuenta la sed
espiritual de muchas personas de nuestro tiempo, que la espiritualidad de la Nueva
Era trata de colmar. Es preciso reconocer que el atractivo que ejerce la
religiosidad de la Nueva Era sobre algunos cristianos puede deberse en
parte a una falta de atención seria por parte de las propias comunidades
cristianas respecto a temas que, en realidad, son elementos integrantes de la
síntesis católica. Tales son, por ejemplo, la importancia de la dimensión
espiritual del hombre, integrada en el conjunto de su existencia, la búsqueda
del sentido de la vida, la vinculación entre los seres humanos y el resto de la
creación, el deseo de una transformación personal y social, y el rechazo de
una visión racionalista y materialista de la humanidad.
La
presente publicación subraya la importancia de comprender la Nueva Era como
corriente cultural, así como la necesidad de que los católicos comprendan la
auténtica doctrina y espiritualidad católicas para valorar adecuadamente los
temas de la Nueva Era. Los dos primeros capítulos presentan la Nueva
Era como una tendencia cultural multifacética y proponen un análisis de
los fundamentos básicos de las ideas transmitidas en dicho contexto. A partir
del tercer capítulo se ofrecen algunas indicaciones para el estudio de la Nueva
Era, comparándola con el mensaje cristiano. Asimismo, se ofrecen también
algunas sugerencias de carácter pastoral.
Quienes
deseen profundizar en el estudio de la Nueva Era encontrarán referencias
útiles en los apéndices. Es de esperar que esta obra proporcione un estímulo
para ulteriores estudios, adaptados a los diferentes contextos culturales. Su
objetivo consiste en fomentar el discernimiento de quienes buscan puntos de
referencia sólidos para una vida más plena. Estamos convencidos de que en la
búsqueda de muchos de nuestros contemporáneos se puede descubrir una
auténtica sed de Dios. Como dijo el Papa Juan Pablo II a un grupo de obispos de
Estados Unidos: « Los pastores deben preguntarse sinceramente si han prestado
suficiente atención a la sed del corazón humano en busca del “agua viva”
que solo puede dar Cristo nuestro Redentor (cf. Jn 3, 7-13) ». Lo mismo
que él, queremos apoyarnos « en la novedad perenne del mensaje evangélico y
en su capacidad para transformar y renovar a quienes lo aceptan » (AAS 864,
330).
1 ¿QUÉ
TIPO DE REFLEXIÓN?
Las
siguientes reflexiones tienen por objeto orientar a los encargados de la
predicación del Evangelio y de la enseñanza en la Iglesia, en todos los
niveles. Este documento no pretende proporcionar un conjunto exhaustivo de
respuestas a las múltiples cuestiones suscitadas por la Nueva Era o por
otros indicios contemporáneos de la perenne búsqueda humana de felicidad,
sentido y salvación. Es una invitación a comprender la Nueva Era y a
entablar un diálogo con quienes se ven influidos por sus ideas. El documento
ayuda a los agentes de pastoral a comprender la espiritualidad de la Nueva
Era y a responder a la misma, ilustrando los puntos donde dicha
espiritualidad contrasta con la fe católica y refutando las posturas
propugnadas por los pensadores de la Nueva Era en oposición a la fe
cristiana. En realidad, lo que se exige a los cristianos es, ante todo y sobre
todo, estar fundamentados firmemente en su fe. Sobre esta sólida base, pueden
construir una vida que responda positivamente a la invitación de la primera
carta de san Pedro: « Si alguien os pide explicaciones de vuestra esperanza,
estad dispuestos a defenderla, pero con modestia y respeto, con buena conciencia
» (1 Pt 3, 15s).
1.1.
¿Por qué ahora?
El
comienzo del tercer milenio no sólo llega dos mil años después del nacimiento
de Cristo, sino también en una época en que los astrólogos creen que la Era
de Piscis –conocida para ellos como la era cristiana– está tocando a su
fin. Estas reflexiones se refieren a la Nueva Era, que recibe su nombre
de la inminente Era astrológica de Acuario. La Nueva Era es uno de los
muchos intentos de dar sentido a este momento histórico con que la cultura
(especialmente la occidental) se ve bombardeada. Resulta difícil ver con
claridad qué hay de compatible e incompatible respecto al mensaje cristiano.
Por eso parece que es este el momento oportuno para ofrecer una valoración
cristiana del pensamiento de la Nueva Era y del movimiento de la Nueva
Era como conjunto.
Se
ha dicho, y con razón, que en estos días muchas personas vacilan entre la
certeza y la incertidumbre, especialmente en lo que se refiere a su identidad.1
Algunos dicen que la religión cristiana es patriarcal y autoritaria, que las
instituciones políticas son incapaces de mejorar el mundo y que la medicina
tradicional (alopática) es sencillamente incapaz de curar eficazmente a las
personas. El hecho de que lo que en otros tiempos eran elementos centrales de la
sociedad se perciban actualmente como indignos de confianza o carentes de
verdadera autoridad, ha creado un clima en el que las personas dirigen su mirada
hacia el interior, hacía sí mismas, en busca de sentido y de fuerza. Hay
también una búsqueda de instituciones alternativas que se espera puedan
responder a sus necesidades más profundas. La vida caótica y desestructurada
de las comunidades alternativas de los años setenta ha ido dando paso a una
búsqueda de disciplina y de estructuras, que son claramente los elementos clave
de los movimientos « místicos » inmensamente populares. La Nueva Era resulta
atractiva sobre todo porque mucho de lo que ofrece sacia el hambre que con
frecuencia las instituciones oficiales dejan insatisfecha.
Aunque
gran parte de la Nueva Era es una reacción frente a la cultura
contemporánea, en muchos aspectos se revela hija de esa misma cultura. El
Renacimiento y la Reforma han configurado el individuo occidental moderno, que
no se siente agobiado por cargas externas, como la autoridad meramente
extrínseca y la tradición. Hay muchos que sienten cada vez menos la necesidad
de « pertenecer » a las instituciones (pese a lo cual, la soledad sigue siendo
en gran medida un azote de la vida moderna), y no se inclinan a dar a las
opiniones « oficiales » mayor valor que a las suyas propias. Con este culto a
la humanidad, la religión se interioriza, de manera que se va preparando el
terreno para una celebración de la sacralidad del yo. Por eso la Nueva Era comparte
muchos de los valores que propugnan la cultura de la empresa y el « evangelio
de la prosperidad » (de los que se hablará más adelante: sección 2.4), así
como la cultura del consumidor, cuyo influjo puede verse claramente en el
número cada vez mayor de personas que afirman que es posible conciliar el
cristianismo y la Nueva Era, aceptando lo que les parece mejor de uno y
otra.2 Merece la pena recordar que las desviaciones en el seno del
cristianismo también han superado el teísmo tradicional, al aceptar una vuelta
unilateral al Yo, lo cual favorecería esta fusión de enfoques diferentes. Lo
que importa señalar es que, en ciertas prácticas de la Nueva Era, Dios
queda reducido a una prolongación del progreso del individuo.
La
Nueva Era atrae a personas imbuidas de los valores de la cultura moderna.
La libertad, la autenticidad, la autosuficiencia y otras cosas por el estilo se
consideran sagradas. Atrae a quienes tienen problemas con estructuras de tipo
patriarcal. « No requiere más fe o más creencia que la necesaria para ir al
cine »,3 y sin embargo pretende saciar el apetito espiritual del
hombre. Pero, y aquí se halla la cuestión central, ¿qué se entiende
exactamente por espiritualidad en el ambiente de la Nueva Era? La
respuesta es clave para desentrañar algunas de las diferencias entre la
tradición cristiana y gran parte de lo que puede llamarse Nueva Era. Algunas
versiones de la Nueva Era dominan las fuerzas de la naturaleza y buscan
comunicarse con otros mundos para descubrir el destino de los individuos, para
ayudarles a sintonizar con la frecuencia adecuada y sacar el máximo partido de
sí mismos y de sus circunstancias. En la mayor parte de los casos, resulta
completamente fatalista. El cristianismo, por su parte, es una invitación a
dirigir la mirada hacia el exterior, más allá, al « nuevo adviento » del
Dios que nos llama a vivir el diálogo del amor.4
1.2.
En la era de las comunicaciones
La
revolución tecnológica de las comunicaciones en los últimos años ha
provocado una situación completamente nueva. La facilidad y la velocidad con
que hoy podemos comunicarnos es una de las razones por las que la Nueva Era ha
atraído la atención de personas de todas las edades y ambientes. Muchos
cristianos, sin embargo, no están seguros de qué es en realidad. Internet, en
particular, ha adquirido un enorme influjo, especialmente en los jóvenes, que
lo consideran un medio agradable y fascinante para obtener información. Pero
sobre numerosos aspectos de la religión es un vehículo superficial de
desinformación: no todo lo que se presenta con la etiqueta de « cristiano » o
« católico » es de fiar, ni refleja la doctrina de la Iglesia Católica. Al
mismo tiempo, hay una notable expansión de las fuentes de la Nueva Era que
van desde cosas serias a lo ridículo. Las personas necesitan, más aún, tienen
derecho a una información fidedigna sobre las diferencias entre el cristianismo
y la Nueva Era.
1.3.
Contexto cultural
Cuando
se examinan muchas de las tradiciones de la Nueva Era, en seguida aparece
claro que, en realidad, es poco que hay de lo nuevo en la Nueva Era. El
nombre parece haberse difundido a través de los rosacruces y la
francmasonería, en tiempos de las revoluciones francesa y americana. Sin
embargo, la realidad que denota es una variante contemporánea del esoterismo
occidental, que se remonta a los grupos gnósticos surgidos en los primeros
tiempos del cristianismo y que se afianzaron en época de la Reforma en Europa.
Este gnosticismo se fue desarrollando junto con las nuevas visiones científicas
del mundo y adquirió una justificación racional a lo largo de los siglos XVIII
y XIX. Implicaba un progresivo rechazo del Dios personal y se fue centrando en
otras entidades que en el cristianismo tradicional figuraban como intermediarias
entre Dios y la humanidad, con adaptaciones cada vez más originales de las
mismas, e incluso añadiendo otras. Una poderosa corriente de la cultura
occidental moderna que ha contribuido a difundir las ideas de la Nueva Era es
la aceptación general de la teoría evolucionista de Darwin. Esto, junto con
una atención centrada en los poderes o fuerzas espirituales ocultas de la
naturaleza, ha sido la columna vertebral de lo que hoy se conoce como teoría de
la Nueva Era. En realidad, si la Nueva Era ha alcanzado un notable
grado de aceptación ha sido porque la cosmovisión en que se basa ya estaba
ampliamente aceptada. El terreno estaba bien preparado por el crecimiento y la
difusión del relativismo, junto con una antipatía o indiferencia hacia la fe
cristiana. Ha habido, además, un vivo debate acerca de si, y en qué medida, se
puede calificar la Nueva Era como un fenómeno posmoderno. La existencia
misma del pensamiento y la práctica de la Nueva Era, así como su
vitalidad, dan testimonio del insaciable anhelo del espíritu humano en pos de
la trascendencia y del sentido religioso, algo que no es sólo un fenómeno
cultural contemporáneo, sino que ya se manifestaba en el mundo antiguo, tanto
cristiano como pagano.
1.4.
La Nueva Era y la fe católica
Aun
cuando se pueda admitir que la religiosidad de la Nueva Era en cierto
modo responde al legítimo anhelo espiritual de la naturaleza humana, es preciso
reconocer que tales intentos se oponen a la revelación cristiana. En la cultura
occidental en particular, es muy fuerte el atractivo de los enfoques «
alternativos » a la espiritualidad. Por otra parte, entre los católicos
mismos, incluso en casas de retiro, seminarios y centros de formación para
religiosos, se han popularizado nuevas formas de afirmación psicológica del
individuo. Al mismo tiempo, hay una nostalgia y una curiosidad crecientes por la
sabiduría y los rituales de antaño, lo cual explica en parte el notable
aumento de la popularidad del esoterismo y del gnosticismo. Muchos se sienten
especialmente atraídos por lo que se conoce –correctamente o no– como «
espiritualidad » celta,5 o por las religiones de los pueblos
antiguos. Los libros y cursos sobre espiritualidad o sobre religiones antiguas u
orientales son un negocio floreciente y con frecuencia reciben el apelativo de
« Nueva Era » por razones de carácter comercial. Pero los vínculos
con dichas religiones no siempre están claros. De hecho, con frecuencia se
niegan.
Un
discernimiento cristiano adecuado del pensamiento y de la práctica de la Nueva
Era no puede dejar de reconocer que, como el gnosticismo de los siglos II y
III, ésta representa una especie de compendio de posturas que la Iglesia ha
identificado como heterodoxas. Juan Pablo II ha alertado respecto al «
renacimiento de las antiguas ideas gnósticas en la forma de la llamada New
Age. No debemos engañarnos pensando que ese movimiento pueda llevar a una
renovación de la religión. Es solamente un nuevo modo de practicar la gnosis,
es decir, esa postura del espíritu que, en nombre de un profundo conocimiento
de Dios, acaba por tergiversar Su Palabra sustituyéndola por palabras que son
solamente humanas. La gnosis no ha desaparecido nunca del ámbito del
cristianismo, sino que ha convivido siempre con él, a veces bajo la forma de
corrientes filosóficas, más a menudo con modalidades religiosas o
pararreligiosas, con una decidida aunque a veces no declarada divergencia con lo
que es esencialmente cristiano ».6 Un ejemplo de esto puede verse en
el eneagrama, –un instrumento para el análisis caracterial según nueve tipos–
que, cuando se utiliza como medio de desarrollo personal, introduce ambigüedad
en la doctrina y en la vivencia de la fe cristiana.
1.5.
Un desafío positivo
No
debe subestimarse el atractivo de la religiosidad de la Nueva Era. Cuando
falta un conocimiento profundo de los contenidos de la fe cristiana, algunos,
pensando erróneamente que la religión cristiana no es capaz de inspirar una
espiritualidad profunda, la buscan en otros lugares. A decir verdad, algunos
dicen que la Nueva Era se está quedando anticuada y hablan ya de la «
próxima » era.7 Hablan de una crisis que comenzó a manifestarse en
Estados Unidos a comienzos de los años 1990, pero admiten que, especialmente
fuera del mundo de habla inglesa, tal « crisis » puede llegar más tarde. Sin
embargo, las librerías y las emisoras de radio, así como la multitud de grupos
de auto-ayuda en numerosas ciudades y capitales occidentales, todos ellos
parecen desmentir tal crisis. Parece que, al menos por el momento, la Nueva
Era sigue estando bien viva como parte del actual panorama cultural.
El
éxito de la Nueva Era presenta un desafío a la Iglesia. Muchos piensan
que la religión cristiana ya no les ofrece –o tal vez nunca les proporcionó–
algo que necesitaran realmente. La búsqueda que con frecuencia conduce a una
persona a la Nueva Era es un anhelo auténtico: de una espiritualidad
más profunda, de algo que les toque el corazón, de un modo de hallar sentido a
un mundo confuso y a menudo alienante. Hay algo de positivo en las críticas que
la Nueva Era dirige al « materialismo de la vida cotidiana, de la
filosofía e incluso de la medicina y de la psiquiatría; al reduccionismo, que
se niega a tener en cuenta las experiencias religiosas y sobrenaturales; a la
cultura industrial de un individualismo desenfrenado, que inculca el egoísmo y
se despreocupa de los demás, del futuro y del medio ambiente ».8
Los problemas que plantea la Nueva Era nacen más bien de lo que propone
como respuestas alternativas a las cuestiones vitales. Si no queremos que la
Iglesia sea acusada de permanecer sorda a los anhelos de los hombres, sus
miembros deben hacer dos cosas: afianzarse con mayor firmeza aún en los
fundamentos de su fe y escuchar el clamor, con frecuencia silencioso, del
corazón de los hombres, que les lleva a alejarse de la Iglesia cuando no
encuentran en ella respuestas satisfactorias. En todo ello hay también una
llamada a acercarse a Jesucristo y a estar dispuestos a seguirle, ya que Él es
el verdadero camino hacia la felicidad, la verdad sobre Dios y la plenitud de
vida para cuantos estén dispuestos a responder a su amor.
2 LA
ESPIRITUALIDAD DE LA NUEVA ERA
VISIÓN GENERAL
En
muchas sociedades occidentales, y de manera creciente también en otras partes
del mundo, los cristianos con frecuencia entran en contacto con diversos
aspectos del fenómeno conocido como Nueva Era. Muchos de ellos sienten
la necesidad de entender cómo pueden aproximarse de la mejor manera posible a
algo tan seductor y, al mismo tiempo, complejo, esquivo y en ocasiones
perturbador. Estas reflexiones intentan ayudar a los cristianos a hacer dos
cosas:
–
identificar los elementos del desarrollo de la tradición de la Nueva Era;
–
señalar los elementos incompatibles con la revelación
cristiana.
Ésta
es una respuesta pastoral a un desafío actual. No pretende proporcionar una
lista exhaustiva de los fenómenos de la Nueva Era, ya que eso
requeriría un voluminoso tratado, aparte de que dicha información está
disponible en otros lugares. Es esencial intentar comprender la Nueva Era correctamente
para evaluarla con imparcialidad y evitar crear una caricatura de la misma.
Sería insensato, además de falso, decir que todo lo relacionado con este
movimiento es bueno, o que es malo todo lo que se refiere a él. No obstante,
dada la visión subyacente a la religiosidad de la Nueva Era, en
términos generales es difícil reconciliarla con la doctrina y la
espiritualidad cristianas.
La
Nueva Era no es un movimiento en el sentido en que normalmente se emplea
el término « Nuevo Movimiento Religioso », ni es lo que normalmente se da a
entender con los términos « culto » o « secta ». Es mucho más difuso e
informal, ya que atraviesa las diversas culturas, en fenómenos tan variados
como la música, el cine, seminarios, talleres, retiros, terapias, y en otros
muchos acontecimientos y actividades, si bien algunos grupos religiosos o
para-religiosos han incorporado conscientemente algunos elementos de la Nueva
Era, e incluso algunos han sugerido que esta corriente ha sido fuente de
inspiración para varias sectas religiosas y para-religiosas.9 Sin
embargo, la Nueva Era no es un movimiento individual uniforme, sino más
bien un entramado amplio de seguidores cuyo característica consiste en pensar
globalmente y actuar localmente. Quienes forman parte del entramado no se
conocen necesariamente unos a otros y raramente se reúnen, si es que llegan a
hacerlo. Con el fin de evitar la confusión que puede surgir al usar el término
« movimiento », algunos se refieren a la Nueva Era como un « ambiente
» (milieu)10 o un « culto de audiencia » (audience cult).11
Sin embargo, también se ha señalado que « es una corriente de pensamiento muy
coherente »,12 un desafío deliberado a la cultura moderna. Es una
estructura sincretista que incorpora muchos elementos diversos y que permite
compartir intereses o vínculos en grados distintos y con niveles de compromiso
muy variados. Muchas tendencias, prácticas y actitudes más o menos vinculadas
la Nueva Era, en realidad son parte de una reacción más amplia,
fácilmente identificable, frente a la cultura dominante, de modo que el
término « movimiento » no está completamente fuera de lugar. Puede aplicarse
a la Nueva Era en el mismo sentido en que se aplica a otros movimientos
sociales de vasto alcance, tales como el movimiento por los derechos civiles o
el movimiento por la paz. Igual que éstos, abarca un impresionante conjunto de
personas vinculadas a los objetivos fundamentales del movimiento, pero sumamente
diferentes por la manera en que se vinculan a él y por el modo de entender
algunas cuestiones concretas.
La
expresión « religión de la Nueva Era » es más controvertida, por lo
que conviene evitarla, a pesar de que la Nueva Era es con frecuencia una
respuesta a preguntas y necesidades religiosas, que ejerce su atracción sobre
personas que tratan de descubrir o redescubrir una dimensión religiosa en su
vida. Evitar el término « religión de la Nueva Era » no significa en
modo alguno poner en cuestión el carácter genuino de la búsqueda de
significado y del sentido de la vida por parte de esas personas. Respeta el
hecho de que muchos de quienes están dentro del movimiento Nueva Era distinguen
cuidadosamente entre « religión » y « espiritualidad ». Muchos han
rechazado la religión organizada, porque a su juicio no ha logrado responder a
sus necesidades y por ello se han dirigido a otros lugares para encontrar «
espiritualidad ». Más aún, en el corazón de la Nueva Era está la
creencia de que la época de las religiones particulares ha pasado, por lo que
referirse a ella como a una religión sería contradecir su propia
autocomprensión. No obstante, se puede situar la Nueva Era en el
contexto más amplio de la religiosidad esotérica, cuyo atractivo sigue
creciendo.13
Hay
un problema implícito en el presente texto. Tratando de entender y evaluar algo
que es esencialmente una exaltación de la riqueza de la experiencia humana,
inevitablemente se le objetará que jamás podrá hacer justicia a un movimiento
cultural cuya esencia es precisamente romper con lo que se consideran los
límites restrictivos del discurso racional. En realidad, tiene por objeto
invitar a los cristianos a tomar en serio la Nueva Era y, como tal, pide
a quienes lo lean entrar en un diálogo crítico con quienes se aproximan al
mismo mundo desde perspectivas muy diferentes.
La
eficacia pastoral de la Iglesia en el tercer milenio depende en gran medida de
la preparación de comunicadores eficaces del mensaje evangélico. Lo que sigue
es una respuesta a las dificultades expresadas por muchos de quienes están en
contacto con ese fenómeno tan complejo y escurridizo conocido como la Nueva
Era. Es un intento de comprender qué es la Nueva Era y de
identificar las preguntas a las que ésta pretende ofrecer respuestas y
soluciones. Hay ya excelentes libros y otros materiales que analizan el
fenómeno en su conjunto o que explican aspectos particulares con gran detalle.
Nos referiremos a algunos de ellos en el apéndice. No obstante, no siempre
realizan el necesario discernimiento a la luz de la fe cristiana. El propósito
del presente texto es ayudar a los católicos a encontrar una clave para
entender los principios básicos que hay tras el pensamiento de la Nueva Era,
de modo que puedan valorar cristianamente los elementos de la Nueva Era que
encuentren. Conviene recordar que muchas personas rechazan el término « Nueva
Era » y sugieren la expresión « espiritualidad alternativa » como más
correcta y menos restrictiva. También es verdad que muchos de los fenómenos
mencionados en este documento probablemente no lleven ninguna etiqueta
particular, pero se presupone, en aras de la brevedad, que los lectores
identificarán el fenómeno o conjunto de fenómenos que pueden estar
razonablemente vinculados con el movimiento cultural general conocido
habitualmente como Nueva Era.
2.1.
¿Qué hay de nuevo en la Nueva Era?
Para
muchos, el término « Nueva Era » se refiere a un momento decisivo de
la historia. Según los astrólogos, vivimos en la Era de Piscis, que ha estado
dominada por el cristianismo y que será reemplazada por la nueva era de Acuario
a comienzos del tercer milenio.14 La Era de Acuario adquiere una
enorme importancia en el movimiento de la Nueva Era, en gran medida a
causa del influjo de la teosofía, el espiritismo y la antroposofía, así como
de sus antecedentes esotéricos. Quienes subrayan el inminente cambio del mundo
expresan a menudo el deseo de dicho cambio, no tanto en el mundo mismo
cuanto en nuestra cultura, en nuestro modo de relacionarnos con el mundo. Esto
es especialmente manifiesto en quienes acentúan la idea de un Nuevo Paradigma
de vida. Es un enfoque atractivo, puesto que en algunas de sus manifestaciones,
los hombres no son espectadores pasivos, sino que desempeñan un papel activo en
la transformación de la cultura y en la creación de una nueva conciencia
espiritual. En otras manifestaciones, se atribuye un mayor poder a la
progresión inevitable de los ciclos naturales. En cualquier caso, la Era de
Acuario es una visión, no una teoría. Pero la Nueva Era es una
tradición amplia, que incorpora muchas ideas sin vinculación explícita con el
cambio de la Era de Piscis a la Era de Acuario. Entre ellas hay visiones
moderadas, pero muy generalizadas, de un futuro en el que habrá una
espiritualidad planetaria junto a las religiones individuales, instituciones
políticas planetarias que complementarán las locales, entidades económicas
globales más participativas y democráticas, una mayor importancia de las
comunicaciones y la educación, un enfoque mixto de la salud que combinará la
medicina profesional y la auto-curación, una comprensión del yo más
andrógina, y formas de integrar la ciencia, la mística, la tecnología y la
ecología. Una vez más, esto demuestra el profundo deseo de una existencia
satisfactoria y saludable para la raza humana y para el planeta. Entre las
tradiciones que confluyen en la Nueva Era pueden contarse: las antiguas
prácticas ocultas de Egipto, la cábala, el gnosticismo cristiano primitivo, el
sufismo, las tradiciones de los druidas, el cristianismo celta, la alquimia
medieval, el hermetismo renacentista, el budismo zen, el yoga, etc.15
En
esto consiste lo « nuevo » de la Nueva Era. Es un « sincretismo de
elementos esotéricos y seculares ».16 Se vincula a la percepción,
ampliamente difundida, de que el tiempo está maduro para un cambio fundamental
de los individuos, la sociedad y el mundo. Hay varias expresiones de la
necesidad de cambio:
–
de la física mecanicista de Newton a la física cuántica;
–
de la exaltación de la razón de la modernidad a una valoración del
sentimiento, la emoción y la experiencia (descrita a menudo como un
desplazamiento del pensamiento racional del « cerebro izquierdo » al
pensamiento intuitivo del « cerebro derecho »);
–
de un dominio de la masculinidad y el patriarcado, a una celebración de la
feminidad en los individuos y en la sociedad.
En
este contexto, se usa con frecuencia el término « cambio de paradigma » (paradigm
shift). A veces, claramente se presupone que tal cambio no sólo es
deseable, sino inevitable. El rechazo a la modernidad, subyacente a este deseo
de cambio, no es nuevo. Más bien puede describirse como « un restablecimiento
o “revival” moderno de las religiones paganas con una mezcla de
influjos tanto de las religiones orientales como de la psicología, la
filosofía, la ciencia y la contracultura modernas, desarrolladas en los años
cincuenta y sesenta ».17 La Nueva Era no es sino un testigo
de una revolución cultural, una reacción compleja frente a las ideas y valores
dominantes en la cultura occidental, a pesar de lo cual su crítica idealista
es, paradójicamente, típica de la cultura que critica.
Es
preciso decir una palabra sobre la idea de cambio de paradigma. La
popularizó Thomas Kuhn, historiador americano de la ciencia, que concibió el
paradigma como « la constelación entera de creencias, valores, técnicas,
etc., compartidos por los miembros de una comunidad dada ».18 Cuando
se produce un desplazamiento de un paradigma a otro, se trata de una
transformación en bloque de la perspectiva más que de un desarrollo gradual:
en realidad, es una revolución. Kuhn puso de relieve que los paradigmas rivales
son inconmensurables y no pueden coexistir. Por eso, afirmar que un cambio de
paradigma en el ámbito de la religión y de la espiritualidad es simplemente
una manera nueva de formular las creencias tradicionales, constituye un error.
Lo que sucede en realidad es un cambio radical de cosmovisión, que pone en
entredicho no sólo el contenido, sino también la interpretación fundamental
de la visión anterior. Tal vez el ejemplo más claro de todo esto, por lo que
se refiere a la relación entre la Nueva Era y el cristianismo, sea la
reelaboración de la vida y el significado de Jesucristo. Es imposible
reconciliar estas dos visiones.19
Está
claro que la ciencia y la tecnología han sido incapaces de cumplir sus promesas
de antaño, por lo que los hombres se han vuelto hacia el ámbito espiritual en
búsqueda de significado y de liberación. Tal como ahora la conocemos, la Nueva
Era procedía de la búsqueda de algo más humano y más bello frente a la
experiencia opresora y alienante de la vida en la sociedad occidental. Sus
primeros exponentes, dispuestos a extender su mirada en esta búsqueda, hicieron
de ella un enfoque muy ecléctico. Podría ser uno de los signos de la « vuelta
a la religión », pero desde luego no es una vuelta a las doctrinas y credos
cristianos ortodoxos. Los primeros símbolos de este « movimiento » que se
introdujeron en la cultura occidental fueron el conocido festival de Woodstock,
en el estado de Nueva York, en 1969, y el musical Hair, que expuso los
principales temas de la Nueva Era en su canción emblemática « Aquarius
».20 Pero esto era tan sólo la punta de un iceberg cuyas verdaderas
dimensiones se han podido percibir sólo en una época relativamente reciente.
El idealismo de los años 1960 y 1970 todavía sobrevive en algunos sectores.
Pero ahora ya no son los adolescentes quienes están implicados principalmente.
Los vínculos con la ideología política de izquierdas se han desvanecido y las
drogas psicodélicas no tienen ya la importancia de entonces. Han sucedido
tantas cosas desde entonces que todo esto ya no resulta revolucionario. Las
tendencias « espirituales » y « místicas » que antes se limitaban a la
contracultura, hoy día forman parte arraigada de la cultura dominante y afectan
a facetas tan distintas de la vida como la medicina, la ciencia, el arte y la
religión. La cultura occidental está ahora imbuida de una conciencia política
y ecológica más generalizada y todo este desplazamiento cultural ha ejercido
un enorme impacto en los estilos de vida de las personas. Algunos han sugerido
que el « movimiento » Nueva Era es precisamente ese gran cambio hacia
lo que se considera « un género de vida notablemente mejor ».21
2.2.
¿Qué pretende ofrecer la Nueva Era?
2.2.1.
Encantamiento: tiene que haber un ángel
Uno
de los elementos más comunes de la espiritualidad de la Nueva Era es la
fascinación por las manifestaciones extraordinarias y en particular por los
seres paranormales. Las personas reconocidas como médiums aseguran que su
personalidad es poseída por otra entidad durante el trance, un fenómeno de la Nueva
Era conocido como « channeling » (canalización), en el cual
el médium puede perder el control de su cuerpo y de sus facultades.
Algunas personas que han sido testigos de estos acontecimientos no dudarían en
admitir que las manifestaciones son efectivamente espirituales, pero no proceden
de Dios, a pesar del lenguaje de amor y luz que suele usarse casi siempre...
Probablemente sea más correcto referirse a ello como a una forma contemporánea
de espiritismo, más que a una espiritualidad en sentido estricto. Otros amigos
y consejeros del mundo del espíritu son los ángeles (que se han convertido en
centro de un nuevo negocio de libros e imágenes). Cuando en la Nueva Era se
habla de ángeles, se hace de manera poco sistemática, pues las distinciones en
este ámbito no siempre se consideran útiles, sobre todo si son demasiado
precisas, ya que « hay muchos niveles de guías, entidades, energías y seres
en cada octava del universo... Están allí para que los escojas y elijas según
tus propios mecanismos de atracción-repulsión ».22 Estos seres
espirituales a veces son invocados de manera « no religiosa » como una ayuda
para la relajación, con vistas a mejorar la toma de decisiones y el control de
la propia vida personal y profesional. Otra experiencia de la Nueva Era, que
aseguran poseer algunos que se autodefinen como « místicos », consiste en la
fusión con algunos espíritus que enseñan a través de personas concretas.
Algunos espíritus de la naturaleza son descritos como energías potentes que
existen en el mundo natural y también en los « niveles interiores »: es
decir, aquellos a los que se accede mediante el uso de rituales, drogas y otras
técnicas para alcanzar estados de conciencia alterados. Está claro que, al
menos en teoría, la Nueva Era a menudo no reconoce ninguna autoridad
espiritual más allá de la experiencia personal interior.
2.2.2.
Armonía y comprensión: buenas vibraciones
Fenómenos
tan diversos como el Jardín de Findhorn y Feng Shui23
representan una diversidad de estilos que ilustran la importancia de estar en
sintonía con la naturaleza y el cosmos. En la Nueva Era no existe
distinción entre el bien y el mal. Las acciones humanas son fruto de la
iluminación o de la ignorancia. De aquí que no podamos condenar a nadie, y que
nadie tenga necesidad de perdón. Creer en la existencia del mal sólo puede
crear negatividad y temor. La respuesta a la negatividad es el amor. Pero
no del tipo que tiene que traducirse en acciones; es más una cuestión de
actitudes de la mente. El amor es energía, una vibración de alta frecuencia;
el secreto de la felicidad y de la salud consiste en sintonizar con la gran
cadena del ser, de encontrar el propio puesto en ella. Los maestros y las
terapias de la Nueva Era afirman ofrecer la clave para encontrar las
correspondencias entre todos los elementos del universo, de modo que uno pueda
modular la tonalidad de su vida y estar en armonía absoluta con los demás y
con cuanto lo rodea, si bien el trasfondo teórico varía de uno a otro.24
2.2.3.
Salud: una vida dorada
La
medicina formal (alopática) tiende en la actualidad a limitarse a curar
dolencias aisladas, concretas, y no logra una visión de conjunto de la salud de
la persona: esto ha provocado frecuentemente una comprensible insatisfacción.
La popularidad de las terapias alternativas ha aumentado enormemente porque
aseguran abarcar a la persona en su totalidad y se dedican a sanar más
que a curar. Como es sabido, la sanidad holística se centra en el
importante papel que desempeña la mente en la curación física. Se dice que la
conexión entre los aspectos espirituales y físicos de la persona se encuentra
en el sistema inmunológico o en el sistema chakra hindú. Desde la
perspectiva de la Nueva Era, la enfermedad y el sufrimiento proceden de
una actuación contra la naturaleza. Cuando se está en sintonía con la
naturaleza, cabe esperar una vida más saludable e incluso una prosperidad
material. Según algunos sanadores de la Nueva Era, en realidad no
tendríamos por qué morir. El desarrollo de nuestro potencial humano nos
pondrá en contacto con nuestra divinidad interior y con aquellas partes de
nuestro yo alienadas o suprimidas. Esto se revela sobre todo en los Estados de
Conciencia Alterados (Alterated States of Consciuousness, ASCs),
inducidos por las drogas o por diversas técnicas de expansión de la mente,
particularmente en el contexto de la « psicología transpersonal ». Se suele
considerar al chamán como el especialista de los estados de conciencia
alterados, como aquel que es capaz de mediar entre los reinos transpersonales de
los dioses y los espíritus y el mundo de los humanos.
Hay
una notable variedad de enfoques que promueven la salud holística, derivados
unos de antiguas tradiciones culturales, conectados otros con las teorías
psicológicas desarrolladas en Esalen durante los años 1960-1970. La publicidad
relacionada con la Nueva Era cubre un amplio espectro de prácticas,
tales como la acupuntura, el biofeedback, la quiropráctica, la
kinesiología, la homeopatía, la iridología, el masaje y varios tipos de « bodywork
» (tales como ergonomía, Feldenkrais, reflexología, Rolfing, masaje de
polaridad, tacto terapéutico, etc.), la meditación y la visualización, las
terapias nutricionales, sanación psíquica, varios tipos de medicina a base de
hierbas, la sanación mediante cristales (cristaloterapia), metales
(metaloterapia), música (musicoterapia) o colores (cromoterapia), las terapias
de reencarnación y, por último los programas en doce pasos y los grupos de
auto-ayuda.25 Se dice que la fuente de la sanación está dentro de
nosotros mismos, que la podemos alcanzar cuando estamos en contacto con nuestra
energía interior o con la energía cósmica.
En
cuanto la salud incluye una prolongación de la vida, la Nueva Era ofrece
una fórmula oriental en términos occidentales. Originariamente, la
reencarnación formaba parte del pensamiento cíclico hindú, basada en el atman
o núcleo divino de la personalidad (más tarde, el concepto de jiva),
que se trasladaba de cuerpo a cuerpo en un ciclo de sufrimiento (samsara),
determinado por la ley del karma, vinculado al comportamiento en las
vidas pasadas. La esperanza estriba en la posibilidad de nacer en un estado
mejor o, definitivamente, en la liberación de la necesidad de volver a nacer. A
diferencia de la mayoría de las tradiciones budistas, lo que vaga de cuerpo en
cuerpo no es un alma, sino un contínuum de conciencia. En ambas tradiciones, la
vida presente está encerrada en un proceso cósmico potencialmente infinito,
sin fin, que incluye incluso a los dioses. En occidente, después de Lessing, la
reencarnación se ha entendido de manera mucho más optimista, como un proceso
de aprendizaje y de realización individual progresiva. El espiritismo, la
teosofía, la antroposofía y la Nueva Era ven la reencarnación como una
participación en la evolución cósmica. Este enfoque postcristiano de la
escatología se considera como la respuesta a las cuestiones no resueltas por la
teodicea y prescinde del concepto de infierno. Cuando el alma se separa del
cuerpo, los individuos pueden volver la mirada hacia toda su vida hasta ese
instante y cuando el alma se une a su nuevo cuerpo se obtiene una visión
anticipada de la siguiente fase de la vida. Uno puede acceder a sus vidas
anteriores mediante los sueños y las técnicas de meditación.26
2.2.4.
Totalidad: un viaje mágico al misterio
Una
de las preocupaciones centrales del movimiento Nueva Era es la búsqueda
de « totalidad ». Invita a superar todas las formas de « dualismo », ya que
dichas divisiones son un producto insalubre de un pasado menos iluminado. Las
divisiones que según los promotores de la Nueva Era se deben superar,
incluyen la diferencia real entre el Creador y la creación, la distinción real
entre el hombre y la naturaleza o entre el espíritu y la materia, todas las
cuales son consideradas erróneamente como formas de dualismo. Se da por
supuesto que estas tendencias dualistas están basadas en definitiva en las
raíces judeocristianas de la civilización occidental, cuando en realidad
sería más acertado vincularlas al gnosticismo, y en particular al
maniqueísmo. A la revolución científica y al espíritu del racionalismo
moderno se los considera culpables especialmente de la tendencia a la
fragmentación que considera las unidades orgánicas como mecanismos reducibles
a sus componentes más pequeños, que pueden explicarse a continuación en
función de estos últimos, así como de la tendencia a reducir el espíritu a
la materia, de manera que la realidad espiritual –incluyendo el alma– se
convierte en mero « epifenómeno » contingente de procesos esencialmente
materiales. En todas estas áreas, las alternativas de la Nueva Era reciben
el apelativo de « holísticas ». El holismo impregna todo el movimiento Nueva
Era, desde su interés por la salud holística hasta la búsqueda de la
conciencia unitiva, y desde la sensibilidad ecológica hasta la idea de un «
entramado » global.
2.3.
Principios fundamentales del pensamiento de la Nueva Era
2.3.1.
Una respuesta global en tiempos de crisis
«
Tanto la tradición cristiana como la fe laica en el progreso ilimitado de la
ciencia tuvieron que hacer frente a una grave ruptura manifestada por primera
vez en las revueltas estudiantiles del 1968 ».27 La sabiduría de
las viejas generaciones de repente se quedó sin significado y sin respeto,
mientras se desvanecía la omnipotencia de la ciencia, de manera que la Iglesia
ahora « tiene que enfrentarse a una grave crisis en la transmisión de su fe a
las generaciones jóvenes ».28 La pérdida generalizada de confianza
en estos antiguos pilares de la conciencia y de la cohesión social ha ido
acompañada por un retorno inesperado de la religiosidad cósmica, de rituales y
creencias que muchos pensaban habían sido suplantados por el cristianismo.
Sólo que esta perenne corriente esotérica subterránea en realidad nunca se
había extinguido. En cambio, resultaba nuevo en el contexto occidental el auge
de la popularidad de la religión asiática, bajo la influencia del movimiento
teosófico de finales del siglo XIX que « refleja la creciente conciencia de
una espiritualidad global que incorpora todas las tradiciones religiosas
existentes ».29
La
eterna cuestión filosófica de la unidad y la multiplicidad tiene su forma
moderna y contemporánea en la tentación no sólo de superar una división
indebida, sino incluso también la diferencia y la distinción reales. Su
expresión más común es el holismo, ingrediente esencial de la Nueva Era y
uno de los principales signos de los tiempos en el último cuarto del siglo XX.
Se han invertido grandes energías en el esfuerzo por superar la división en
compartimentos estancos característica de la ideología mecanicista, pero esto
ha provocado el sometimiento a un entramado global que adquiere una autoridad
cuasi-trascendental. Sus implicaciones más obvias son el proceso de
transformación consciente y el desarrollo de la ecología.30 La
nueva visión, meta de la transformación consciente, ha tardado en formularse y
su puesta en práctica se ve obstaculizada por formas de pensamiento más
antiguas, a las que se considera atrincheradas en el statu quo. En
cambio, ha tenido un enorme éxito la generalización de la ecología como
fascinación por la naturaleza y resacralización de la tierra, la Madre Tierra
o Gaia, gracias al celo misionero característico de los « verdes ». La
raza humana como conjunto es el agente ejecutivo de la Tierra y la armonía y
comprensión que se requieren para un gobierno responsable se va entendiendo
de manera progresiva como un gobierno global, con una estructura ética global.
Se considera que el calor de la Madre Tierra, cuya divinidad penetra toda la
creación, colma el vacío entre la creación y el Padre-Dios trascendente del
judaísmo y del cristianismo, eliminando la posibilidad de ser juzgado por este
último.
En
esta visión de un universo cerrado, que contiene a « Dios » y a otros seres
espirituales junto con nosotros, se descubre un panteísmo implícito. Es éste
un punto fundamental que impregna todo el pensamiento y la actuación de la Nueva
Era y que condiciona de antemano cualquier otra valoración positiva de tal
o cual aspecto de su espiritualidad. Como cristianos creemos, por el contrario,
que « el hombre es esencialmente una criatura y como tal permanece para
siempre, de tal forma que nunca será posible una absorción del yo humano en el
Yo divino ».31
2.3.2.
La matriz principal del pensamiento de la Nueva Era
La
matriz esencial del pensamiento de la Nueva Era ha de buscarse en la
tradición esotérico-teosófica que gozó de gran aceptación en los círculos
intelectuales europeos de los siglos XVIII y XIX. En particular, tuvo vigencia
en la francmasonería, el espiritismo, el ocultismo y la teosofía, que
compartían una especie de cultura esotérica. En esta cosmovisión, el universo
visible y el invisible están vinculados por una serie de correspondencias,
analogías e influencias entre el microcosmos y el macrocosmos, entre los
metales y los planetas, entre los planetas y las diversas partes del cuerpo
humano, entre el cosmos visible y los ámbitos invisibles de la realidad. La
naturaleza es un ser vivo, atravesado por una red de simpatías y antipatías,
animado por una luz y un fuego secreto que los seres humanos tratan de
controlar. Las personas pueden conectar con los mundos superior o inferior
mediante su imaginación (órgano del alma o espíritu), o bien recurriendo a
mediadores (ángeles, espíritus, demonios) o rituales.
Las
personas pueden ser iniciadas en los misterios del cosmos, Dios, o el yo, por
medio de un itinerario espiritual de transformación. La meta última es la gnosis,
la forma superior de conocimiento, equivalente a la salvación. Implica una
búsqueda de la más antigua y elevada tradición de la filosofía (lo que se
llama, de modo inapropiado, philosophia perennis) y de la religión
(teología primordial), doctrina secreta (esotérica) que es la clave de todas
las tradiciones « exotéricas » accesibles a todos. Las enseñanzas
esotéricas se transmiten de maestro a discípulo en un programa gradual de
iniciación.
Algunos
ven el esoterismo del siglo XIX como algo totalmente secularizado. La alquimia,
la magia, la astrología y otros elementos del esoterismo tradicional se habían
integrado completamente con aspectos de la cultura moderna, incluyendo la
búsqueda de las leyes causales, el evolucionismo, la psicología y el estudio
de las religiones. Alcanzó su forma más clara en las ideas de Helena Blavatsky,
una médium rusa que, junto con Henry Olcott, fundó la Theosophical Society en
Nueva York en 1875. Esta sociedad tenía por objeto fundir elementos de las
tradiciones orientales y occidentales en una forma de espiritismo evolucionista.
Tenía tres objetivos principales:
1.
« Formar un núcleo de la Fraternidad Universal de la Humanidad, sin
distinción de raza, credo o color ».
2.
« Promover el estudio comparativo de la religión, la filosofía y la ciencia
».
3.
« Investigar las leyes desconocidas de la Naturaleza y los poderes latentes del
hombre ».
«
El significado de estos objetivos... debería estar claro. El primer objetivo
rechaza implícitamente el “fanatismo irracional” y el “sectarismo” del
cristianismo tradicional tal como lo conciben los espiritistas y los
teósofos... Lo que no es inmediatamente evidente en estos objetivos es que para
los teósofos la “ciencia” significaba las ciencias ocultas, y la
filosofía, la occulta philosophia. O que para ellos, las leyes de la
naturaleza eran de índole oculta o psíquica y esperaban que la religión
comparativa desvelase una “tradición primordial” modelada, en último
término, a partir de una philosophia perennis hermética ».32
Un
componente destacado de los escritos de Madame Blavatsky era la emancipación de
la mujer, lo cual implicaba un ataque contra el Dios « masculino » del
judaísmo, del cristianismo y del Islam. Invitaba a volver a la diosa madre del
hinduismo y a la práctica de las virtudes femeninas. Esta ideas continuaron
bajo la guía de Annie Besant, que se hallaba en la vanguardia del movimiento
feminista. En la actualidad, la Wicca (Véase el término en el glosario del
apartado n. 7) y la « espiritualidad de las mujeres » continúan esta
lucha contra el cristianismo « patriarcal ».
En
su obra The Aquarian Conspiracy, « La conspiración del Acuario »,
Marilyn Ferguson dedicó un capítulo a los precursores de la Era de Acuario,
aquellos que habían tejido una visión transformadora basada en la expansión
de la conciencia y en la experiencia de la autotrascendencia. Dos de los
mencionados son el psicólogo americano William James y el psiquiatra suizo Carl
Gustav Jung. James definió la religión como experiencia, no como dogma y
enseñó que los seres humanos pueden cambiar sus actitudes mentales a fin de
convertirse en arquitectos de su propio destino. Jung puso de relieve el
carácter trascendente de la conciencia e introdujo la idea del inconsciente
colectivo, una especie de depósito de símbolos y recuerdos compartidos con
personas de diversas épocas y culturas diferentes. Según Wouter Hanegraaff,
ambos personajes contribuyeron a la « sacralización de la psicología », que
se ha convertido en un elemento fundamental del pensamiento y de la práctica de
la Nueva Era. En efecto, Jung « no sólo psicologizó el esoterismo,
sino que también sacralizó la psicología, llenándola de los contenidos de la
especulación esotérica. El resultado fue un corpus de teorías que permite
hablar de Dios cuando en realidad se quiere decir la propia psique, y hablar de
la propia psique cuando en realidad se quiere decir lo divino. Si la psique es
“mente”, y Dios también es “mente”, entonces hablar de una cosa
significa hablar de la otra ».33 A la acusación de haber «
psicologizado » el cristianismo responde que « la psicología es el mito
moderno y sólo podemos entender la fe en estos términos ».34
Ciertamente, la psicología de Jung arroja luz sobre muchos aspectos de la fe
cristiana, especialmente sobre la necesidad de enfrentarse a la realidad del
mal. Pero sus convicciones religiosas son tan diferentes a lo largo de las
diversas etapas de su vida, que la imagen de Dios que se desprende es sumamente
confusa. Un elemento central de su pensamiento es el culto al sol, donde Dios es
la energía vital (libido) del interior de la persona.35 Según
afirmó él mismo « esta comparación no es un mero juego de palabras ».36
Este es « el dios interior » al que se refiere Jung, la divinidad esencial que
creía existía en todo ser humano. El camino hasta el universo interior pasa a
través del inconsciente y la correspondencia del mundo interior con el exterior
reside en el inconsciente colectivo.
La
tendencia a intercambiar la psicología y la espiritualidad fue retomada por el
Movimiento del Potencial Humano cuando éste se desarrolló a finales de los
años sesenta en el Instituto Esalen de California. La psicología transpersonal,
fuertemente influida por las religiones orientales y por Jung, ofrece un camino
contemplativo donde la ciencia se encuentra con la mística. El énfasis que se
pone en la corporeidad, la búsqueda de métodos para expandir la conciencia y
el cultivo de los mitos del inconsciente colectivo eran todos acicates para
buscar al « Dios interior » dentro de uno mismo. Para realizar el propio
potencial había que ir más allá del ego individual a fin de
convertirse en el dios que uno es en lo más hondo de sí mismo. Esto se podía
llevar a cabo escogiendo la terapia adecuada: la meditación, las experiencias
parapsicológicas, el uso de drogas alucinógenas. Todos estos eran los caminos
para lograr « experiencias cumbre », experiencias « místicas » de fusión
con Dios y con el cosmos.
El
símbolo de Acuario, tomado de la mitología astrológica, llegó a convertirse
en la expresión del deseo de un mundo radicalmente nuevo. Los dos centros que
constituían el centro propulsor inicial de la Nueva Era (y que siguen
siéndolo hasta cierto punto) eran la Comunidad-Jardín de Findhorn, en el
nordeste de Escocia, y el Centro para el Desarrollo del Potencial Humano de
Esalen, en Big Sur, California, en los Estados Unidos. Sin embargo, lo que más
alimenta la difusión de la Nueva Era es el desarrollo de una progresiva
conciencia global y la percepción creciente de una crisis ecológica
inminente.
2.3.3.
Temas centrales de la Nueva Era
La
Nueva Era no es una religión propiamente dicha, pero se interesa por lo
que se denomina « divino ». La esencia de la Nueva Era es la libre
asociación de diversas actividades, ideas y personas, a las que se podría
aplicar esta denominación. No existe, en efecto, una sola articulación de
doctrinas parecida a la de las grandes religiones. A pesar de ello, y a pesar de
la enorme variedad que hay en la Nueva Era, existen ciertos puntos
comunes:
–
el cosmos se ve como un todo orgánico;
–
está animado por una Energía, que también se identifica con el Alma divina o
Espíritu;
–
se cree en la mediación de varias entidades espirituales: los seres humanos son
capaces de ascender a esferas superiores invisibles y de controlar sus propias
vidas más allá de la muerte;
–
se defiende la existencia de un « conocimiento perenne » que es previo y
superior a todas las religiones y culturas;
–
las personas siguen a maestros iluminados...
2.3.4.
¿Qué dice la Nueva Era sobre...
2.3.4.1.
...la persona humana?
La
Nueva Era implica una creencia fundamental en la perfectibilidad de la
persona humana mediante una amplia variedad de técnicas y terapias (en
contraposición con la idea cristiana de cooperación con la gracia divina).
Existe una coincidencia de fondo con la idea de Nietzsche de que el cristianismo
ha impedido la manifestación plena de la humanidad genuina. En este contexto,
la perfección significa alcanzar la propia realización según un orden de
valores que nosotros mismos creamos y que alcanzamos por nuestras propias
fuerzas: de ahí que podamos hablar de un yo auto-creador. Desde esta óptica,
hay más diferencia entre los humanos tal como son ahora y como serán cuando
hayan realizado su potencial, que la que existe actualmente entre los humanos y
los antropoides.
Resulta
útil distinguir entre el esoterismo, o búsqueda de conocimiento, y la magia,
u ocultismo: esta última es un medio para obtener poder. Algunos grupos son
a la vez esotéricos y ocultistas. En el centro del ocultismo hay una voluntad
de poder basada en el sueño de volverse divino. Las técnicas de expansión de
la mente tienen por objeto revelar a las personas su poder divino. Utilizando
ese poder, preparan el camino para la Era de la Iluminación. Esta exaltación
de la humanidad, cuya forma extrema es el satanismo, subvierte la correcta
relación entre el Creador y la criatura. Satán se convierte en el símbolo de
una rebelión contra las convenciones y las reglas, símbolo que con frecuencia
adopta formas agresivas, egoístas y violentas. Algunos grupos evangélicos han
manifestado su preocupación por la presencia subliminal de lo que consideran
simbolismo satánico en algunas variedades de música rock, que ejercen una
profunda influencia en los jóvenes. En cualquier caso, dista mucho del mensaje
de paz y armonía que se encuentra en el Nuevo Testamento y con frecuencia es
una de las consecuencias de la exaltación de la humanidad cuando implica la
negación de un Dios trascendente.
Pero
no se trata solamente de algo que afecte a los jóvenes. Los temas básicos de
la cultura esotérica también están presentes en los ámbitos de la política,
la educación y la legislación.37 Esto se aplica especialmente a
la ecología. Su fuerte acentuación del biocentrismo niega la visión
antropológica de la Biblia, según la cual el hombre es el centro del mundo por
ser cualitativamente superior a las demás formas de vida natural. El ecologismo
desempeña hoy un papel destacado en la legislación y en la educación, a pesar
de que de este modo infravalora al ser humano. La misma matriz cultural
esotérica puede hallarse en la teoría ideológica subyacente a la política de
control de la natalidad y los experimentos de ingeniería genética, que parecen
expresar el sueño humano de re-crearse a sí mismos. Se espera lograr este
sueño descifrando el código genético, alterando las reglas naturales de la
sexualidad y desafiando los límites de la muerte.
En
lo que podría llamarse un relato típico de la Nueva Era, las personas
nacen con una chispa divina, en un sentido que recuerda el gnosticismo antiguo.
Esta chispa las vincula a la unidad del Todo, por lo que son esencialmente
divinas, si bien participan de la divinidad cósmica según distintos niveles de
conciencia. Somos co-creadores y creamos nuestra propia realidad. Muchos autores
de la Nueva Era sostienen que somos nosotros quienes elegimos las
circunstancias de nuestra vidas (incluso nuestra propia enfermedad y nuestra
propia salud). En esta visión, cada individuo es considerado fuente creadora
del universo. Pero necesitamos hacer un viaje para comprender plenamente dónde
encajamos dentro de la unidad del cosmos. El viaje es la psicoterapia y el
reconocimiento de la conciencia universal, la salvación. No existe el pecado;
sólo hay conocimiento imperfecto. La identidad de cada ser humano se diluye en
el ser universal y en el proceso de sucesivas encarnaciones. Los hombres están
sometidos al influjo determinante de las estrellas, pero pueden abrirse a la
divinidad que vive en su interior, en una búsqueda continua (mediante las
técnicas apropiadas) de una armonía cada vez mayor entre el yo y la energía
cósmica divina. No se necesita Revelación o Salvación alguna que lleguen a
las personas desde fuera de ellas mismas, sino sencillamente experimentar la
salvación escondida en el propio interior (auto-salvación), dominando las
técnicas psicofísicas que conducen a la iluminación definitiva.
Algunas
etapas del camino hasta la auto-redención son preparatorias (la
meditación, la armonía corporal, la liberación de energías de auto-sanación).
Son el punto de partida para procesos de espiritualización, perfección e
iluminación que ayudan a las personas a adquirir mayor autocontrol y una
concentración psíquica en la « transformación » del yo individual en «
conciencia cósmica ». El destino de la persona humana es una serie de
encarnaciones sucesivas del alma en cuerpos distintos. Esto se entiende no como
el ciclo de samsara, en el sentido de purificación como castigo, sino
como una ascensión gradual hacia el desarrollo perfecto del propio
potencial.
La
psicología se utiliza para explicar la expansión de la mente como experiencia
« mística ». El yoga, el zen, la meditación trascendental y los ejercicios
tántricos conducen a una experiencia de plenitud del yo o iluminación. Se cree
que las « experiencias cumbre » (volver a vivir el propio nacimiento, viajar
hasta las puertas de la muerte, el biofeedback, la danza e incluso las
drogas, cualquier cosa que pueda provocar un estado de conciencia alterado)
conducen a la unidad y a la iluminación. Como sólo hay una Mente, algunas
personas pueden ser canales, cauces para los seres superiores. Cada parte
de este único ser universal está en contacto con todas las demás partes. El
enfoque clásico de la Nueva Era es la psicología transpersonal, cuyos
conceptos básicos son la Mente Universal, el Yo Superior, el inconsciente
colectivo y personal y el ego individual. El Ser Superior es nuestra identidad
real, un puente entre Dios como Mente divina y la humanidad. El desarrollo
espiritual consiste en el contacto con el Ser Superior, que supera todas las
formas de dualismo entre el sujeto y el objeto, la vida y la muerte, la psique y
el soma, el yo y los aspectos fragmentarios de ese mismo yo. Nuestra
personalidad limitada es como una sombra o un sueño creados por el yo real. El
Ser Superior contiene los recuerdos de las (re-)encarnaciones anteriores.
2.3.4.2.
...Dios?
La
Nueva Era muestra una notable preferencia por las religiones orientales o
precristianas, a las que se considera incontaminadas por las distorsiones
judeocristianas. De aquí el gran respeto que merecen los antiguos ritos
agrícolas y los cultos de fertilidad. « Gaia », la Madre Tierra, se presenta
como alternativa a Dios Padre, cuya imagen se ve vinculada a una concepción
patriarcal del dominio masculino sobre la mujer. Se habla de Dios, pero no se
trata de un Dios personal. El Dios del que habla la Nueva Era no es ni
personal ni trascendente. Tampoco es el Creador que sostiene el universo, sino
una « energía impersonal », inmanente al mundo, con el cual forma una «
unidad cósmica »: « Todo es uno ». Esta unidad es monista, panteísta o,
más exactamente, panenteísta. Dios es el « principio vital », « el
espíritu o alma del mundo », la suma total de la conciencia que existe en el
mundo. En cierto sentido, todo es Dios. Su presencia es clarísima en los
aspectos espirituales de la realidad, de modo que cada menteespíritu es, en
cierto sentido, Dios.
La
« energía divina », cuando es recibida conscientemente por los seres humanos,
suele describirse como « energía crística ». También se habla de Cristo,
pero con ello no se alude a Jesús de Nazaret. « Cristo » es un título
aplicado a alguien que ha llegado a un estado de conciencia donde el individuo
se percibe como divino y puede, por tanto, pretender ser « Maestro universal
». Jesús de Nazaret no fue el Cristo, sino sencillamente una de las
muchas figuras históricas en las que se reveló esa naturaleza « crística »,
al igual que Buda y otros. Cada realización histórica del Cristo muestra
claramente que todos los seres humanos son celestes y divinos y los conduce
hacia esa realización.
El
nivel más íntimo y personal (« psíquico ») en el que los seres humanos «
oyen » esta « energía cósmica divina » se llama también « Espíritu Santo
».
2.3.4.3.
...el mundo?
El
paso del modelo mecanicista de la física clásica al « holístico » de la
moderna física atómica y subatómica, basado en la concepción de la materia
como ondas o quantos de energía en lugar de partículas, es central para
el pensamiento de la Nueva Era. El universo es un océano de energía que
constituye un todo único o entramado de vínculos. La energía que anima al
organismo único del universo es el « espíritu ». No hay alteridad entre Dios
y el mundo. El mundo mismo es divino y está sometido a un proceso evolutivo que
lleva de la materia inerte a una « conciencia superior y perfecta ». El mundo
es increado, eterno y autosuficiente. El futuro del mundo se basa en un
dinamismo interno, necesariamente positivo, que conduce a la unidad reconciliada
(divina) de todo cuanto existe. Dios y mundo, alma y cuerpo, inteligencia y
sentimiento, cielo y tierra son una única e inmensa vibración de
energía.
El
libro de James Lovelock sobre la hipótesis Gaia afirma que « todo el ámbito
de la materia viva de la tierra, desde las ballenas hasta los virus y desde los
robles hasta las algas, podría considerarse como una única entidad viviente,
capaz de manipular la atmósfera de la tierra para adaptarla a sus necesidades
generales y dotada de facultades y poderes que superan con mucho los de sus
partes constitutivas ».38 Para algunos, la hipótesis Gaia es « una
extraña síntesis de individualismo y colectivismo. Parece como si la Nueva
Era, tras haber arrancado a las personas de la política fragmentaria,
estuviera deseando arrojarlas a la gran marmita de la mente global ». El
cerebro global necesita instituciones con las cuales gobernar, en otras
palabras, un gobierno mundial. « Para afrontar los problemas de hoy día, la Nueva
Era sueña con una aristocracia espiritual al estilo de la República de
Platón, dirigida por sociedades secretas... ».39 Acaso sea un modo
exagerado de plantear la cuestión, pero hay numerosas pruebas de que el
elitismo gnóstico y el gobierno global coinciden en muchos temas de la
política internacional.
Todo
cuanto hay en el universo esta interrelacionado. En efecto, cada parte es en sí
misma una imagen de la totalidad. El todo está en cada cosa y cada cosa en el
todo. En la « gran cadena del ser », todos los seres están íntimamente
vinculados y forman una sola familia con diferentes grados de evolución. Toda
persona humana es un holograma, una imagen de la creación entera, en la
cual cada cosa vibra con su propia frecuencia. Cada ser humano es una neurona
del sistema nervioso central y todas las entidades individuales se hallan en
relación de complementariedad unas con otras. En realidad, hay una
complementariedad o androginia interna en toda la creación.40
Uno
de los temas recurrentes en los escritos y en el pensamiento de la Nueva Era es
el « nuevo paradigma » que ha puesto de manifiesto la ciencia contemporánea.
« La ciencia nos ha permitido una visión de la totalidad y de los sistemas,
nos ha dado estímulo y transformación. Estamos aprendiendo a comprender las
tendencias, a reconocer los signos iniciales de un paradigma más prometedor.
Creamos panoramas alternativos del futuro. Comunicamos los fallos de los viejos
sistemas y forzamos nuevos contextos para resolver problemas en todas las áreas
».41 Hasta aquí, el « cambio de paradigma » es un cambio radical
de perspectiva, pero nada más. La cuestión es saber si pensamiento y cambio
real serán proporcionados y si puede demostrarse la eficacia que tendría una
transformación interior sobre el mundo exterior. Es obligado preguntarse, aun
sin expresar un juicio negativo, hasta qué punto puede considerarse científico
un proceso mental que incluye afirmaciones como ésta: « La guerra es
inconcebible en una sociedad de personas autónomas que han descubierto la
interconexión de toda la humanidad, que no temen ideas extrañas ni culturas
extranjeras, que saben que todas las revoluciones comienzan en el interior y que
no se puede imponer el propio tipo de iluminación a nadie ».42 No
es lógico deducir que, puesto que algo es inconcebible, no podrá suceder. Este
es el tipo de razonamiento típicamente gnóstico, en el sentido de que confiere
demasiado peso al conocimiento y a la conciencia. Y esto no significa negar el
papel fundamental y crucial del desarrollo de la conciencia en los
descubrimientos científicos y en el proceso creativo, sino sencillamente
alertar contra la posibilidad de imponer sobre la realidad exterior lo que hasta
el momento sólo está en la mente.
2.4.
« ¿Habitantes del mito o de la historia? »:43 La Nueva Era y
la cultura
«
En realidad, el atractivo de la Nueva Era tiene que ver con el interés
por el yo, su valor, sus capacidades y problemas, que la cultura actual fomenta.
Mientras que la religiosidad tradicional, con su organización jerárquica se
adapta bien a la comunidad, la espiritualidad no tradicional se adapta bien al
individuo. La Nueva Era es “del” yo en la medida en que fomenta la
celebración de lo que ha de ser y devenir; y es “para” el yo en la medida
en que, al diferenciarse de lo establecido, está en una situación capaz de
afrontar los problemas generados por las formas de vida convencionales ».44
El
rechazo a la tradición en su forma patriarcal, jerárquica, tanto social como
eclesial, conlleva la búsqueda de una forma alternativa de sociedad, inspirada
claramente en el concepto moderno del yo. Muchos escritos de la Nueva Era defienden
que no se puede hacer nada (directamente) para cambiar el mundo y en cambio se
ha de hacer todo para cambiarse a sí mismo. Cambiar la conciencia individual se
entiende como la manera (indirecta) de cambiar el mundo. El instrumento más
importante para el cambio social es el ejemplo individual. El reconocimiento
universal de tales ejemplos personales llevará paulatinamente a la
transformación de la mente colectiva, transformación que será el logro más
importante de nuestro tiempo. Esto forma parte, claramente, del paradigma
holístico y constituye una nueva formulación de la clásico problema
filosófico de la unidad y la pluralidad. También está relacionada con el
planteamiento jungiano de la correspondencia y el rechazo de la causalidad. Los
individuos son representaciones fragmentarias del holograma planetario; mirando
al propio interior, no sólo se conoce el universo, sino que también es
posible cambiarlo. Sólo que cuanto más se mira al interior, más
pequeño se torna el escenario político. Es difícil saber si este
planteamiento puede encajar con la retórica de la participación democrática
en un nuevo orden planetario, o si por el contrario se trata de una manera
inconsciente y sutil de privar de poder a las personas, dejándolas a merced de
la manipulación. La actual preocupación por los problemas planetarios (los
temas ecológicos, el agotamiento de los recursos naturales, el exceso de
población, la diferencia económica entre norte y sur, el enorme arsenal
nuclear, la inestabilidad política) ¿favorecen o impiden el compromiso con
otras cuestiones políticas y sociales igualmente acuciantes? El antiguo adagio
« la caridad bien entendida empieza por uno mismo » puede proporcionar un sano
equilibrio a la manera de abordar dichos temas. Algunos observadores de la Nueva
Era detectan un autoritarismo siniestro detrás de la aparente indiferencia
respecto a la política. El mismo David Spangler señala que una de las sombras
de la Nueva Era es « una capitulación sutil frente a la impotencia y la
irresponsabilidad esperando que llegue la Nueva Era en vez de ser
creadores activos de plenitud en la propia vida ».45
Sería
ciertamente exagerado afirmar que el quietismo es general en las actitudes de la
Nueva Era. Con todo, una de las principales críticas al movimiento Nueva
Era es que la búsqueda individualista de la propia realización en el fondo
puede actuar en contra de una sólida cultura religiosa. A este propósito,
conviene destacar tres puntos:
–
Cabe preguntarse si la Nueva Era posee coherencia intelectual para
proporcionar una imagen completa del mundo a partir de una cosmovisión que
pretende integrar la naturaleza y la realidad espiritual. La Nueva Era ve
el universo occidental escindido a causa de las categorías de monoteísmo,
trascendencia, alteridad y separación. Descubre un dualismo fundamental en
divisiones como las que hay entre real e ideal, relativo y absoluto, finito e
infinito, humano y divino, sacro y profano, pasado y presente, que remiten todas
a la « conciencia infeliz » de Hegel y son responsables de una situación
considerada trágica. La respuesta de la Nueva Era es la unidad mediante
la fusión: pretende reconciliar alma y cuerpo, femenino y masculino, espíritu
y materia, humano y divino, tierra y cosmos, trascendente e inmanente, religión
y ciencia, las diferencias entre las religiones, el Yin y el Yang. Ya no hay,
pues, alteridad. Lo que queda, en términos humanos, es la transpersonalidad. El
mundo de la Nueva Era no es problemático: no queda nada por alcanzar.
Pero la cuestión metafísica de la unidad y la pluralidad sigue sin respuesta,
tal vez sin plantearse siquiera; se lamentan los efectos de la desunión y de la
división, pero la respuesta es una descripción de cómo aparecerían las cosas
en otra óptica.
–
La Nueva Era importa fragmentariamente prácticas religiosas orientales y
las reinterpreta para adaptarlas a los occidentales. Esto implica un
rechazo del lenguaje del pecado y de la salvación, sustituido con el lenguaje
moralmente neutro de la dependencia y la recuperación. Las referencias a las
influencias extraeuropeas son a veces una mera « pseudo-orientalización » de
la cultura occidental. Además, difícilmente se trata de un diálogo
auténtico. En un ambiente donde las influencias grecorromanas y judeocristianas
resultan sospechosos, las orientales se utilizan precisamente porque son una
alternativa a la cultura occidental. La ciencia y la medicina tradicionales son
consideradas inferiores a los enfoques holísticos, e igual sucede con las
estructuras patriarcales y particulares en la política y en la religión. Todas
estas cosas serán obstáculos para la venida de la Era de Acuario. Una vez
más, está claro que, en realidad, optar por las alternativas de la Nueva
Era implica una ruptura total con la tradición de origen. Habría que
preguntarse si realmente es una actitud tan madura y tan liberada como se suele
pensar.
–
Las tradiciones religiosas auténticas promueven la disciplina con el objetivo
último de adquirir sabiduría, ecuanimidad y compasión. La Nueva Era
refleja el anhelo profundo e inextinguible que hay en la sociedad de una
cultura religiosa íntegra, de una visión más general e iluminadora de lo que
los políticos suelen ofrecer. Pero no está claro si los beneficios de una
visión basada en la permanente expansión del yo son para los individuos o para
las sociedades. Los cursos de formación de la Nueva Era (lo que solía
llamarse « Cursos de Formación Erhard » Erhard Seminar Trainings [EST],
etc.) conjugan los valores contraculturales con la necesidad de triunfar, la
satisfacción interior con el éxito externo. El curso de retiro « Espíritu de
los Negocios » de Findhorn transforma la experiencia del trabajo con el fin de
aumentar la productividad. Algunos adeptos de la Nueva Era se adhieren a
ella no sólo para ser más auténticos y espontáneos, sino también para
enriquecerse (mediante la magia, etc.). « Los cursos de formación la Nueva
Era tienen también resonancias de ideas en cierto modo más humanistas que
las extendidas en el mundo de los negocios, lo que hace que al hombre de
negocios con mentalidad empresarial le resulten más atractivos. Las ideas
tienen que ver con el lugar de trabajo, como “un entorno de aprendizaje”,
que “humaniza el trabajo”, “humaniza al jefe”, donde “las personas son
lo primero” o “se libera el potencial”. Tal como las presentan los
formadores de la Nueva Era, es probable que atraigan a los hombres de
negocios que ya han participado en otros cursos de formación de corte humanista
(laico) y que quieren dar un paso más: interesados en su crecimiento personal,
su felicidad y su entusiasmo y al mismo tiempo en su productividad económica
».46 Así, está claro que las personas involucradas buscan
realmente sabiduría y ecuanimidad en beneficio propio, pero ¿en qué medida
las actividades en que participan les capacitan para trabajar por el bien
común? Aparte de la cuestión de la motivación, todos estos fenómenos deben
ser juzgados por sus frutos, y la pregunta que hay que plantearse es si
promueven el yo o promueven la solidaridad, no sólo con las ballenas, los
árboles o personas de mentalidad similar, sino con el conjunto de la creación:
incluyendo a la humanidad entera. Las peores consecuencias de toda filosofía
del egoísmo, tanto si es adoptada por las instituciones como por amplios
sectores sociales, son lo que el Cardenal Joseph Ratzinger define un conjunto de
« estrategias para reducir el número de los que se sienten a comer a la mesa
de la humanidad ».47 Este es un criterio clave con el que se debe
evaluar el impacto de cualquier filosofía o teoría. El cristianismo busca
siempre medir los esfuerzos humanos por su apertura al Creador y a las demás
criaturas, un respeto firmemente basado en el amor.
2.5.
¿Por qué ha crecido la Nueva Era con tanta rapidez y se ha difundido de
manera tan eficaz?
Por
muchas objeciones y críticas que suscite, la Nueva Era es un intento de
llevar calor a un mundo que muchos experimentan como desabrido y despiadado.
Como reacción frente a la modernidad, opera casi siempre en el nivel de los
sentimientos, instintos y emociones. La angustia ante un futuro apocalíptico de
inestabilidad económica, incertidumbre política y cambios climáticos
desempeña un papel importante en la búsqueda de una relación alternativa y
decididamente optimista con el cosmos. Hay una búsqueda de plenitud y
felicidad, con frecuencia en un nivel explícitamente espiritual. Pero es
significativo que la Nueva Era haya gozado de un éxito enorme en una era
que puede caracterizarse por la exaltación casi universal de la diversidad. La
cultura occidental ha dado un paso más allá de la tolerancia –en el sentido
de aceptar a regañadientes o soportar la idiosincrasia de personas o grupos
minoritarios– a la erosión consciente del respeto a la normalidad. La
normalidad se presenta como un concepto con connotaciones moralistas, vinculado
necesariamente a normas absolutas. Para un número creciente de personas, las
creencias o normas absolutas indican sólo la incapacidad de tolerar las ideas y
convicciones de los demás. En este ambiente, se han puesto de moda los estilos
de vida alternativos: ser diferente no sólo es aceptable, sino positivamente
bueno.48
Es
esencial tener en cuenta que las personas se relacionan con la Nueva Era de
maneras muy distintas y en grados diversos. En la mayoría de los casos no se
trata realmente de una « pertenencia » a un grupo o movimiento. Tampoco hay
una conciencia muy clara de los principios sobre los que se basa la Nueva
Era. Aparentemente, la mayoría de la gente se siente atraída por terapias
o prácticas concretas, sin conocimiento de los planteamientos de fondo que
éstas conllevan; otros no son más que consumidores ocasionales de productos
que llevan la etiqueta « Nueva Era ». Quienes utilizan la
aromatoterapia o escuchan música New Age, por ejemplo, suelen estar
interesados por el efecto que tienen en su salud o bienestar. Tan sólo una
minoría profundiza en estos temas y trata de entender su significado teórico
(o « místico »). Lo cual encaja perfectamente con los esquemas de las
sociedades de consumo en las que el ocio y el entretenimiento desempeñan un
papel fundamental. El « movimiento » se ha adaptado perfectamente a las leyes
del mercado y el hecho de que la Nueva Era se haya difundido tanto se
debe en parte a que resulta una propuesta económica muy atractiva. La Nueva
Era, al menos en algunas culturas, se presenta como una etiqueta para un
producto creado, aplicando los principios de la mercadotecnia a un fenómeno
religioso.49 Siempre habrá un modo de aprovecharse de las
necesidades espirituales de la gente. Como muchos otros elementos de la
economía contemporánea, la Nueva Era es un fenómeno global que se
mantiene unido y se alimenta gracias a la información de los medios de
comunicación de masas. Se puede discutir si fueron los medios de comunicación
quienes crearon este fenómeno o no; lo que está claro es que la literatura
popular y las comunicaciones de masas garantizan una rápida difusión, a escala
universal, de las nociones comunes defendidas por los « creyentes » y
simpatizantes. Sin embargo, no es posible saber si esta difusión tan rápida de
las ideas obedece al azar o bien a un proyecto deliberado, ya que se trata de
comunidades muy poco rígidas. Al igual que sucede en las « cibercomunidades »
creadas por Internet, éste es un ámbito en el que las relaciones entre las
personas pueden ser o muy impersonales o interpersonales sólo en un sentido muy
selectivo.
La
Nueva Era se ha hecho sumamente popular como un vago conjunto de
creencias, terapias y prácticas, elegidas y combinadas con frecuencia según el
propio gusto, independientemente de las incompatibilidades o incongruencias que
implique. Por lo demás, es lo que cabe esperar de una cosmovisión
conscientemente basada en el pensamiento intuitivo del « lado derecho del
cerebro ». Precisamente por eso es tan importante descubrir y reconocer las
características fundamentales de las ideas de la Nueva Era. Lo que ésta
ofrece suele describirse sencillamente como algo « espiritual », más que como
perteneciente a una religión concreta. Sin embargo, los vínculos con algunas
religiones orientales concretas son mucho más estrechos de lo que imaginan
algunos « consumidores ». Naturalmente, esto es importante para los grupos de
« oración » en los que uno decide integrarse, pero es también un problema
real en la gestión de un número creciente de empresas, a cuyos empleados se
les exige hacer meditación y adoptar técnicas de expansión mental como parte
de la vida laboral.50
Valdría la pena añadir aún unas breves palabras sobre la promoción organizada de la Nueva Era como ideología, pero se trata de un asunto sumamente complejo. Frente a la Nueva Era, algunos grupos han reaccionado con acusaciones generalizadas de « conspiración ». Se les suele responder que estamos asistiendo a un cambio cultural espontáneo cuya trayectoria está en gran parte determinada por influjos que escapan al control humano. No obstante, basta señalar que la Nueva Era comparte con un buen número de grupos internacionalmente influyentes el objetivo de sustituir o trascender las religiones particulares para dejar espacio a una religión universal que unifique a la humanidad. Estrechamente relacionado con esto, hay un esfuerzo concertado por parte de muchas instituciones para inventar una Ética Global, un esquema ético que reflejaría la naturaleza global de la cultura, la economía y la política contemporáneas. Aún más, la politización de las cuestiones ecológicas influye en todo el tema de la hipótesis Gaia o culto de la madre tierra.