APÉNDICE

 

La Sede Vacante de la Diócesis

 

232. Las causas de la vacancia de la diócesis.

La sede episcopal queda vacante por fallecimiento del Obispo diocesano, por la renuncia aceptada por el Romano Pontífice, por el traslado o por la privación intimada al Obispo.[1]

En caso de fallecimiento del Obispo diocesano, la vacancia de la sede se produce ipso facto. Quien asume interinamente el gobierno de la diócesis debe informar cuanto antes a la Santa Sede. Los actos realizados por el Vicario General o por el Vicario episcopal son válidos hasta el momento en el cual los mismos reciben la noticia cierta del fallecimiento del Obispo.[2]

En caso de privación en vía penal, la sede queda vacante desde el momento en que el Obispo recibe la intimación de la pena.

 

En caso de renuncia, la sede queda vacante desde el momento de la publicación de la aceptación de la misma por parte del Romano Pontífice.[3]

233. El traslado del Obispo diocesano.

En caso de traslado del Obispo diocesano, la sede queda vacante el día en que el Obispo trasladado toma posesión de la nueva diócesis. Desde el momento de la publicación del traslado del Obispo hasta la toma de posesión de su nueva diócesis, el Obispo tiene en la diócesis a qua la potestad de Administrador diocesano, con sus respectivas obligaciones. Aunque la diócesis no queda vacante hasta que el Obispo trasladado no toma posesión de la diócesis ad quam,[4] las facultades del Vicario General y de los Vicarios episcopales cesan con la publicación del traslado del Obispo, aunque él, como Administrador diocesano, puede confirmarles las facultades.[5]

234. El Obispo Coadjutor y el Obispo Auxiliar durante la sede vacante.

En el momento en que se produce la vacancia de la sede episcopal, el Obispo Coadjutor pasa inmediatamente a ser Obispo diocesano de la diócesis para la que fue nombrado, con tal que haya tomado ya legítima posesión.[6] El Obispo Auxiliar, inclusive cuando ha recibido facultades especiales, si la Santa Sede no ha establecido otra cosa, mantiene las mismas facultades que tenía durante la sede plena como Vicario General o como Vicario episcopal. Si no es electo administrador diocesano, sigue ejerciendo las mismas funciones que le confiere el derecho, bajo la autoridad de quien preside el gobierno de la diócesis.[7] Es deseable que para el oficio de Administrador diocesano sea elegido el Obispo Auxiliar, o si son varios, uno de ellos.[8]

235. El Gobierno de la diócesis y el Colegio de Consultores.

Desde el momento en que se produce la vacancia de la sede episcopal, el gobierno de la diócesis se le confía al Obispo Auxiliar, y si hay más de uno, al más anciano de ellos por nombramiento, hasta la elección del Administrador diocesano o el nombramiento del Administrador Apostólico. Si no hay Obispo Auxiliar, el gobierno de la diócesis es asumido por el Colegio de Consultores, hasta la elección del Administrador diocesano, a no ser que la Santa Sede haya nombrado un Administrador Apostólico.[9] Quien asume el gobierno de la diócesis antes de la elección del Administrador Diocesano, tiene las facultades que le corresponden al Vicario General.[10]

En los países en los que la Conferencia Episcopal haya establecido asignar al Cabildo catedralicio las funciones del Colegio de Consultores, el gobierno de la diócesis pasa al Cabildo que procederá a la elección del Administrador diocesano.[11]

236. La elección del Administrador diocesano.

El Colegio de consultores, dentro de los ocho días siguientes a la noticia cierta de la vacancia de la sede episcopal, debe elegir al Administrador diocesano. El Colegio es convocado por la persona que ha asumido el gobierno de la diócesis o por el sacerdote del Colegio más anciano por ordenación, que lo preside hasta la elección del Administrador diocesano.[12]

Cuando el Colegio de consultores no elige al Administrador diocesano dentro del límite de tiempo establecido, su nombramiento corresponde al Metropolitano. Si la sede metropolitana también está vacante, el Obispo sufragáneo más anciano por promoción nombra al Administrador diocesano.[13]

Quien fue elegido Administrador diocesano debe informar cuanto antes a la Santa Sede de su elección.[14]

237. Condiciones necesarias para la válida elección del Administrador diocesano.

El Colegio de Consultores debe estar formado solamente por sacerdotes, en número no inferior a 6 y no mayor de 12,[15] so pena de invalidez de la elección del Administrador diocesano. Se debe elegir un solo Administrador diocesano. La elección simultánea de dos o más personas es inválida para todos los que fueron elegidos. La costumbre contraria a esta prescripción no tiene valor y queda reprobada. Si a la guía de la diócesis es elegido el Ecónomo diocesano, el Consejo para Asuntos Económicos debe elegir temporalmente otro.[16] Con la toma de posesión del nuevo Obispo, el Administrador diocesano retoma el precedente oficio de Ecónomo de la diócesis.[17]

238. El proceso que se debe seguir para la elección del Administrador diocesano.

Para la validez de la elección del Administrador diocesano, se debe necesariamente seguir el procedimiento previsto por los cánones 165-178. Considerada la importancia primaria de la elección, la ley particular no puede modificar esta normativa. Los estatutos pueden especificar la posibilidad de dar el voto por carta, por procurador[18] o por compromiso.[19] Es necesario siempre alcanzar la mayoría calificada de dos tercios de los votantes y se aplica la prescripción del can. 119 en caso de escrutinios ineficaces.[20]

239. Requisitos necesarios.

Puede ser válidamente elegido al oficio de Administrador diocesano un sacerdote del presbiterio local o de otra diócesis, que haya cumplido al menos 35 años de edad, o también el mismo Obispo emérito u otro Obispo. No debe haber sido ya elegido, nombrado o presentado para la misma sede vacante. Debe distinguirse por doctrina y prudencia.[21]

240. Facultades del Administrador diocesano.

El Administrador diocesano asume la potestad ordinaria y propia sobre la diócesis desde el momento de la aceptación de su elección. Se excluye de esta potestad todo aquello que no le compete por la naturaleza de las cosas o por las disposiciones del derecho.[22]

Puede confirmar o instituir los sacerdotes que hayan sido legítimamente elegidos o presentados para una parroquia. Sólo después de un año de la vacancia de la sede puede nombrar los párrocos,[23] pero no puede confiar parroquias a un Instituto religioso o a una Sociedad de vida apostólica.[24]

El Administrador diocesano puede celebrar la Confirmación y puede conceder a otro sacerdote la facultad de celebrarla.

 

El Administrador diocesano puede remover, por justa causa, a los vicarios parroquiales, salvaguardando lo que el derecho establece en el caso específico de un religioso.[25]

Por el periodo en el que gobierna la diócesis, el Administrador diocesano es miembro de la Conferencia Episcopal, con voto deliberativo, excepto en el caso de las declaraciones doctrinales, cuando no es Obispo.[26]

241. Deberes del Administrador diocesano.

Apenas elegido, el Administrador diocesano debe hacer la Profesión de fe, a norma del canon 833, 4°, delante del Colegio de consultores.[27]

Desde el momento en que ha asumido la guía de la diócesis, el Administrador está obligado a observar todos los deberes del Obispo diocesano, en particular las leyes de la residencia en la diócesis, y debe aplicar la Misa por el pueblo cada domingo y en los días de precepto.[28]

242. Límites de la potestad del Administrador diocesano.

Durante la vacancia de la sede, el Administrador diocesano debe atenerse al antiguo principio de no proceder a ninguna innovación.[29] Tampoco puede cumplir ningún acto que pueda causar perjuicio a la diócesis o a los derechos del Obispo; de manera especial debe conservar con especial diligencia todos los documentos de la Curia diocesana sin modificar, destruir o substraer ninguno. Con la misma diligencia, está llamado a vigilar para que ningún otro pueda manipular los archivos de la Curia.[30] Solamente él, en caso de verdadera necesidad, puede acceder al Archivo secreto de la Curia.[31]

Con el consentimiento del Colegio de Consultores, puede conceder las dimisorias para la ordenación de los diáconos y de los presbíteros, si no fueron negadas por el Obispo diocesano.[32]

No puede conceder la excardinación o incardinación, ni conceder licencia a un clérigo para trasladarse a otra Iglesia particular, a menos que no haya transcurrido un año de la vacancia de la sede y tenga el consentimiento del Colegio de consultores.[33]

El Administrador diocesano no es competente para erigir Asociaciones públicas de fieles.[34]

No puede remover al Vicario Judicial.[35]

No puede convocar un Sínodo diocesano.[36] No le está permitido tener otras iniciativas similares, particularmente aquellas que podrían comprometer los derechos y la gestión del Obispo diocesano.[37]

Sólo con el consentimiento de los Consultores puede remover de su oficio al Canciller o a los otros notarios.[38]

No puede conferir las canonjías del Cabildo de la iglesia Catedral ni las del de una colegial.[39]

243. Cesación del oficio.

El Administrado diocesano cesa en su oficio con la toma de posesión de la diócesis por parte del nuevo Obispo, por renuncia o por remoción. La renuncia debe ser presentada por el Administrador diocesano al Colegio de consultores en forma auténtica, concretamente, por escrito o ante dos testigos,[40] y no es necesario que sea aceptada. La remoción en cambio, está reservada a la Santa Sede.[41] El Colegio de consultores, que lo ha elegido, no tiene en este caso ningún poder.

 

En caso de muerte, de renuncia, o de remoción del Administrador diocesano, el Colegio de consultores debe proceder a una nueva elección, dentro de los 8 días siguientes de acuerdo con las normas canónicas indicadas anteriormente.[42]

244. El Administrador Apostólico “sede vacante”.

La Santa Sede puede proveer al gobierno de la diócesis[43] nombrando un Administrador Apostólico. Aunque le sean concedidas todas las facultades del Obispo diocesano, el régimen de la diócesis es el correspondiente a la sede vacante; por lo tanto, cesan los oficios del Vicario General y de los Vicarios episcopales, así como las funciones del Colegio presbiteral y pastoral. El Administrador Apostólico puede sin embargo confirmar, en forma delegada, al Vicario General y los Vicarios episcopales, hasta la toma de posesión de la diócesis por parte del nuevo Obispo; pero no puede prorrogar las tareas de los Consejos, en cuanto sus funciones las cumple el Colegio de consultores.

 

245. La muerte y las exequias del Obispo diocesano.

Cuando se verifica el fallecimiento del Obispo, su cuerpo debe ser expuesto en un lugar adecuado para la veneración del pueblo y la oración. El cuerpo del Obispo debe ser revestido con los ornamentos litúrgicos de color morado, con las insignias pontificales y con el palio si era Arzobispo metropolitano, pero sin báculo.

Junto al féretro o en la iglesia Catedral, se celebrará la liturgia de las horas por el difunto u otro tipo de celebraciones de vigilia. Es conveniente que sea sobre todo el Cabildo catedralicio el encargado de cuidar estas celebraciones. Se deben organizar particulares oraciones en todas las iglesias parroquiales.

 

Las exequias se celebrarán en la iglesia Catedral y serán presididas por el Metropolitano o por el Presidente de la Conferencia Episcopal regional, y con él concelebrarán los otros Obispos y el presbiterio diocesano.

 

El Obispo diocesano será sepultado en una iglesia; es oportuno que sea en la Catedral de su diócesis, a no ser que él haya dispuesto otra cosa.[44]

246. Oración por la elección del nuevo Obispo.

Durante la sede vacante, el Administrador diocesano debe invitar a los sacerdotes y a las comunidades parroquiales y religiosas, a elevar fervientes oraciones por el nombramiento del nuevo Obispo y por las necesidades de la diócesis.

 

En la Catedral y en todas las otras iglesias de la diócesis, se deben celebrar Santas Misas, con el formulario previsto en el Misal Romano, por la elección del nuevo Obispo.[45]


[1] Codex Iuris Canonici, can. 416.

[2] Codex Iuris Canonici, can. 417.

[3] Codex Iuris Canonici, can. 417.

[4] Codex Iuris Canonici, can. 418 § 1.

[5] Codex Iuris Canonici, can. 418 § 2.

[6] Codex Iuris Canonici, cans. 409 § 1; 404 § 1.

[7] Codex Iuris Canonici, can. 409 § 2.

[8] Conc. Ecum. Vat. II, Decreto Christus Dominus, 26, 2.

[9] Codex Iuris Canonici, can. 419.

[10] Codex Iuris Canonici, can. 426.

[11] Codex Iuris Canonici, cans. 421 § 1; 502 § 3.

[12] Codex Iuris Canonici, can. 419.

[13] Codex Iuris Canonici, cans. 421 § 1; 502 § 2.

[14] Codex Iuris Canonici, can. 422.

[15] Codex Iuris Canonici, can. 502 § 1.

[16] Codex Iuris Canonici, can. 423 § 1-2.

[17] Codex Iuris Canonici, can. 423 § 1-2.

[18] Codex Iuris Canonici, can. 167 § 1.

[19] Codex Iuris Canonici, can. 174.

[20] Codex Iuris Canonici, can. 176.

[21] Codex Iuris Canonici, can. 425 § 2.

[22] Codex Iuris Canonici, can. 427 § 1.

[23] Codex Iuris Canonici, can. 525.

[24] Codex Iuris Canonici, can. 520 § 1.

[25] Codex Iuris Canonici, can. 552.

[26] n. 31 de este Directorio.

[27] Codex Iuris Canonici, can. 427 § 2.

[28] Codex Iuris Canonici, can. 429.

[29] Codex Iuris Canonici, can. 428 § 1.

[30] Codex Iuris Canonici, can. 428 § 2.

[31] Codex Iuris Canonici, can. 490 § 2.

[32] Codex Iuris Canonici, can. 1018.

[33] Codex Iuris Canonici, can. 272.

[34] Codex Iuris Canonici, can. 312 § 1, 3°.

[35] Codex Iuris Canonici, can. 1420 § 5.

[36] Codex Iuris Canonici, can. 462 § 1.

[37] Codex Iuris Canonici, can. 428 § 2.

[38] Codex Iuris Canonici, can. 485.

[39] Codex Iuris Canonici, can. 509 § 1.

[40] Codex Iuris Canonici, can. 189.

[41] Codex Iuris Canonici, can. 430.

[42] Codex Iuris Canonici, can. 430 § 2.

[43] Codex Iuris Canonici, can. 419.

[44] Caeremoniale Episcoporum, 1157-1165; sobre la celebración de las exequias, 821-828.

[45] Caeremoniale Episcoporum, 1166.