Juan Pablo II
sobre
madurez afectiva de los seminaristas
Discurso a la Congregación para la Educación Católica
CIUDAD DEL VATICANO, martes, 1 febrero 2005
Mensaje que Juan Pablo II dirigió al cardenal Zenon Grocholewski,
prefecto de la Congregación para la Educación Católica,
con motivo
de la sesión plenaria de este dicasterio vaticano
Al venerado hermano
cardenal Zenon Grocholewski
prefecto de la Congregación para la Educación Católica
1. Con mucho gusto le dirijo mi cordial saludo a usted y a los venerados
hermanos en el episcopado y en el sacerdocio, así como a los miembros de ese
dicasterio, reunidos con motivo de la sesión plenaria. Os deseo éxito en las
sesiones de trabajo de estos días, durante las que estáis examinando algunas
cuestiones que afectan a los seminarios, a las facultades eclesiásticas y a las
universidades católicas.
2. Estáis dedicando particular atención al proyecto educativo en los seminarios,
que tiene en cuenta la complementariedad fundamental de las cuatro dimensiones
de la formación: humana, intelectual, espiritual y pastoral (cf. Pastores dabo
Vobis, 43-59).
A la luz de los actuales cambios sociales y culturales, puede ser útil en
ocasiones que los educadores se sirvan del trabajo de especialistas competentes
para ayudar a los seminaristas a comprender más a fondo las exigencias del
sacerdocio, reconociendo en el celibato un don de amor al Señor y a los
hermanos. Ya desde el momento de la admisión de los jóvenes al seminario hay que
verificar atentamente su idoneidad para vivir el celibato de manera que lleguen,
antes de la ordenación, a una certeza moral sobre su madurez afectiva y sexual.
3. Vuestra asamblea plenaria ha dirigido su atención también a las facultades
eclesiásticas y a las universidades católicas, que representan un rico
patrimonio para la Iglesia. En la «gran primavera cristiana» que Dios está
preparando (cf. Redemptoris Missio, 86), tienen que
distinguirse por la calidad de la enseñanza y de la investigación, de manera que
sean capaces de dialogar plenamente con las demás facultades y universidades.
Dada la rapidez del actual desarrollo científico y tecnológico, estas
instituciones están llamadas a una renovación continua, viendo la manera de «que
los nuevos descubrimientos sean usados para el auténtico bien de cada persona y
del conjunto de la sociedad humana» (cf. Ex Corde Ecclesiae, 7). Desde este punto
de vista, es sin duda útil el diálogo interdisciplinar. En particular, se revela
fecundo el diálogo con «una filosofía de alcance auténticamente metafísico»
(cf. Fides
et Ratio, 83), y con la misma teología.
4. Otro argumento interesante de vuestras sesiones de trabajo es la educación
cristiana a través de las instituciones escolares. Hace cuarenta años, la
declaración conciliar Gravissimum Educationis delineó, en este sentido,
algunos principios que posteriormente ha desarrollado ulteriormente la
Congregación para la Educación Católica.
En el contexto de la globalización y del cambiante cruce de pueblos y culturas,
la Iglesia experimenta la urgencia del mandato de predicar el Evangelio y
entiende vivirlo con renovado ímpetu misionero. Por tanto, la educación católica
se presenta, cada vez más como el fruto de una misión que debe ser compartida
por sacerdotes, personas consagradas y fieles laicos. En este horizonte se
enmarca el servicio eclesial que ofrecen los profesores de religión católica en
la escuela. Su enseñanza contribuye al desarrollo integral de los estudiantes y
al conocimiento del otro en el recíproco respeto. Por este motivo, es sumamente
vivo el deseo de que la enseñanza de la religión sea reconocida en todos los
lugares y tenga un papel adecuado en el proyecto educativo de las instituciones
escolares.
5. Quisiera mencionar, por último, la eficaz obra vocacional que desarrolla la
Obra Pontificia para las Vocaciones Sacerdotales, instituida por mi venerado
predecesor Pío XII. Ante todo, apoya la Jornada Mundial de Oración para las
Vocaciones, una cita anual que entrecruza iniciativas y acontecimientos de
pastoral vocaciones en todas las diócesis.
Al manifestar profundo reconocimiento por esta benemérita y fecunda institución,
aliento con gusto a quienes dedican tiempo y cansancio a promover una pastoral
capilar de las vocaciones dentro de la comunidad eclesial. Me parece, además,
muy oportuna la iniciativa espiritual emprendida por esta institución durante el
año dedicado a la Eucaristía para crear, a través de turnos de oración en cada
continente, un hilo de oración que una entre sí a las comunidades cristianas del
mundo entero.
6. Quisiera confirmar en este contexto que la Eucaristía es el manantial y el
alimento de toda vocación sacerdotal y religiosa. Deseo, por tanto, expresar mi
aprecio por toda iniciativa integrada en esta red de oración por las
vocaciones, y espero que pueda abrazar al mundo. Que María, Mujer eucarística,
vele por quienes dedican sus energías a la pastoral vocacional.
A todos vosotros y a vuestros seres queridos os imparto de corazón la bendición
apostólica.
Vaticano, 1 de febrero de 2005
IOANNES PAULUS II