Comisión Episcopal de Pastoral Social

PRESENCIA DE DIOS. FRATERNIDAD ENTRE LOS HOMBRES

Comunicado de la Comisión Episcopal de Pastoral Social en el DÍA DE CARIDAD en la festividad del CORPUS CHRISTI


Hermanos:

Con toda la Iglesia, rebosante de gozo pascual en medio de las dificultades y sufrimientos de una gran parte de la humanidad, celebramos, un año más, la solemnidad del Corpus Christi, mysterium fidei, sacramento de nuestra fe, misterio de una inagotable experiencia contemplativa.

SACRAMENTO DE DIOS

El Corpus Christi es el Cuerpo de Dios, el cuerpo de Jesús encarnado hace dos mil años, el cuerpo tejido en el seno virginal de María, muerto en la cruz y resucitado.

Dios es misterio, y muchos hombres de nuestro tiempo, y de todos los tiempos, perciben a Dios como problema, como conflicto con el pensamiento y la razón, como silencio, incluso como idea insignificante y sin sentido; o como posibilidad puramente hipotética…

Sin embargo, los cristianos descubrimos, en cambio, la presencia de Dios en los signos sacramentales de la Pascua, en el pan y en el vino de la Santa Eucaristía. Un Dios escondido y revelado, un Dios accesible a nuestras manos y, a la vez, santo; un Dios Padre que entrega a su Hijo; un Dios Hijo entregado y derramado; un Dios Espíritu que transforma el pan y todo lo que toca, con su poder vivificante, con el infinito poder del amor sin límites.

Es preciso detenerse ante la Eucaristía para percibir, intuir y acoger el misterio de Dios, su amor incomparable, sin medida, su inenarrable fecundidad. Es Pan en el desierto, Pan que hace brotar vida allí donde parece imposible.

SACRAMENTO PARA EL HOMBRE

La celebración y contemplación de la Eucaristía nos ayudan a conocer y comprender mejor al hombre. Porque el hombre, como Dios, es también un misterio.

¿Qué es el hombre para que te acuerdes de El, los hijos de Adán para que pienses en ellos? (Salmo 8 ) Los creyentes de Jesús, el Señor, ante la Eucaristía, nos preguntamos: ¿Qué es el hombre para que te desvivas por él, para que des la vida, por él? ¿Qué es el hombre para que habites en él? ¿Cuánto vale un hombre, todo hombre, cualquier hombre, contemplados desde lo alto de la Cruz, desde el misterio del Corpus Christi, desde el clamoroso silencio de este Pan? No sólo "lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies".No solo le pusiste "corona, cetro y escabel", lo hiciste rey de la creación. Incluso lo has hecho mucho más: en tu hijo Jesucristo, por el Espíritu, lo has hecho carne de tu carne. Lo has hecho hijo, hermano, amigo, morada tuya.

La eucaristía, sacramento de la Pascua, ilumina incomparablemente el misterio de la infinita dignidad humana, superando las necesarias luces y sombras que nos aportan la psicología, la sociología, y todas las ciencias humanas. Las estadísticas, por ejemplo, nos siguen recordando que el 20 % de la población mundial consume el 85% de los alimentos; que en España hay casi 8 millones de pobres y, en Europa, hay 52 millones de pobres. Añadir los damnificados por las catástrofes naturales, las guerras, los desplazados que éstas generan, los hundidos bajo el peso injusto de la deuda externa... Frente a ello, Cáritas cuenta en España con una red de 50.000 voluntarios. Pero la tarea es ingente. Podemos cantar con Santa María de la Encarnación, en este año jubilar, un magnificat de acción de gracias al Señor por todos los trabajadores de Cáritas, por tanta gente escondida que colabora con ella. Pero debemos seguir pasando la voz, en nuestro entorno concreto, para animar a los que nos rodean para que se impliquen en las tareas de Cáritas.

Es preciso detenerse ante la Eucaristía religiosa y creyentemente, prolongadamente, para salir a ayudar al hombre sin reduccionismos ideológicos, para tratarlo dignamente, sin profanarlo. Ahí, en la escuela de la Eucaristía (Juan Pablo II), aprendemos a dar callada y gratuitamente la vida, a organizarnos, a colaborar, a poner voz y nombre a las pobrezas, a denunciar desde la misericordia, a no dejarnos derrotar por las dificultades, por los que se desentienden, por los que se cansan. Allí aprendemos el valor de una simple persona, de todo ser humano, más allá de cualquier apellido, de cualquier dato.

PRIMICIA Y HORIZONTE

El Pan de la Eucaristía, el Corpus Christi, es primicia de la nueva creación, de los cielos nuevos y la tierra nueva, es obra exclusiva del Espíritu de Dios y, por ello, tiene sus signos, que el creyente sabe interpretar. El Corpus Christi es misterio de comunión y de diversidad. Es el cuerpo de Dios Unico, el cuerpo del Verbo Unigénito y, a la vez, es el cuerpo de toda la Iglesia y, de una manera real, aunque escondida, es cifra y resumen de toda la humanidad redimida y renovada por el acontecimiento pascual. La comunión y la diversidad son signos del obrar de Dios, de la acción del Espíritu. No hay una sin la otra. Toda forma de reduccionismo, de totalitarismo, de particularismo, de exclusión, de marginación, no vienen del Espíritu de Dios sino del poderío del mal, del pecado. Una comunidad que celebra la Eucaristía, que invoca al Espíritu del Señor en la epíclesis sobre el pan y el vino, sobre la asamblea, es una comunidad que no reduce, no excluye ni margina a nadie. De la celebración de la Eucaristía, renovados por el misterio pascual, salimos a los caminos y senderos de la vida para ponernos al servicio del hombre, de todos los hombres, de cualquier hombre, para continuar la obra que ha iniciado Dios en nosotros. El horizonte es también el Corpus Christi: servir al hombre hasta que Dios lo sea todo en todos. Mientras haya un pobre, un hombre que sufre sin esperanza, no habrá terminado la tarea, no habrá llegado el día de reposo para la Iglesia, para Cáritas.

Los obispos de la Comisión Episcopal de Pastoral Social os animamos a deteneros ante el misterio del Corpus Christi, para salir, con el corazón transformado, al servicio fraternal, valiente y humilde, de la dignidad humana, de los necesitados, de los excluidos, de tanto corazón que sufre.

Los Obispos de la Comisión Episcopal de Pastoral Social

Madrid, 6 de junio de 2000