CONSTRUCTORES DE LA PAZ

INSTRUCCIÓN PASTORAL
DE LA COMISIÓN PERMANENTE DEL EPISCOPADO

INTRODUCCIÓN

1. LA PAZ, GRAVEMENTE AMENAZADA

1. La paz es un valor universal, objeto de las esperanzas de todos los pueblos. Ahora que la humanidad cuenta con posibilidades in-calculables de bienestar y cultura cuando se percibe ya como al-canzable la convivencia de todos los pueblos en una auténtica so-ciedad universal, crece en todas partes la necesidad y el deseo de la paz. La paz aparece hoy como exigencia y condición indis-pensable no sólo para el progreso, sino incluso para la pervivencia de la humanidad sobre la tierra.

Es doloroso reconocer que la paz del mundo está gravemente amenazada. En muchos países se viven ahora mismo los horrores de la guerra. Los conflictos y las tensiones que atraviesan y divi-den nuestro mundo hacen que la humanidad entera viva con el miedo de una guerra nuclear generalizada de consecuencias pre-visiblemente mortales para todos los hombres.

2. Las naciones europeas, y nosotros con ellas, estamos dentro de estas tensiones y vivimos amenazados por la guerra. Por una parte somos responsables de este mundo de conflictos y amena-zas y, por otra, somos también posibles víctimas.

En nuestra misma Patria aparecen amenazas contra la paz. El te-rrorismo se ha instalado fuertemente entre nosotros. La violencia sigue seduciendo a algunos como medio para solucionar los pro-blemas sociales o políticos. Los conflictos más hondos de nuestra sociedad, como la justicia social, el paro, la tensión entre la unidad del Estado y el reconocimiento de los derechos de las diferentes nacionalidades y regiones, la intolerancia de orden ideológico, polí-tico o religioso son, al menos, otras tantas dificultades para cons-truir una paz sólida que elimine para siempre el riesgo de nuevos enfrentamientos internos.

2. NUESTRA INTERVENCIÓN PASTORAL

3. La Iglesia, como continuadora de la obra de Cristo y dispensadora de su gracia redentora, considera como misión propia “la reconci-liación de todos los individuos y de todos los pueblos en la unidad, la fraternidad y la paz”1 . Por ello, los Obispos españoles, siguiendo el ejemplo y la recomendación del Papa Juan Pablo II en este Año Internacional de la Paz, queremos invitar a todos los católicos es-pañoles, y a todos los ciudadanos, a examinar con nosotros los problemas de la paz a la luz del Evangelio de Nuestro Señor Jesu-cristo y de las enseñanzas de la Iglesia.

Al intervenir sobre estos asuntos de interés general lo hacemos como Obispos de la Iglesia Católica, testigos de la fe y maestros de la moral cristiana. No es nuestro deseo entrar en el terreno de las cuestiones técnicas o de las materias opinables implicadas en el complejo tejido de las relaciones nacionales o internacionales. Somos conscientes de lo que el Concilio Vaticano II llamó la legítima autonomía de lo temporal y queremos respetarla plenamente.

4. Estamos convencidos de que la revelación y la gracia de Dios ofrecen importantes ayudas a iluminar el problema de la paz y mo-vernos a construirla con honestidad y fortaleza. Si bien las activi-dades temporales, científicas, económicas, políticas o militares, tienen sus leyes y razones propias, todas ellas, en cuanto activi-dades humanas, deben responder a unos fines y a unas actitudes que correspondan al verdadero bien del hombre. En este terreno de los fines y de las actitudes es donde la fe cristiana y los crite-rios morales que de ella se derivan aportan estímulos y luces pe-culiares para enjuiciar la situación presente, rectificar lo que apa-rezca torcido y desarrollar vigorosamente los verdaderos funda-mentos de la paz.

5. Nos sentimos unidos en esta preocupación pastoral con el Concilio Vaticano II, con los romanos Pontífices y los demás Episcopados, cuyo magisterio ha iluminado repetidamente con sus enseñanzas a la Iglesia y al mundo contemporáneo. Más especialmente, por más recientes, queremos recordar el mensaje del Papa Juan Pablo II sobre la paz el día de Año Nuevo del presente 1986, así como la Relación final del Sínodo de Obispos recientemente celebrado. Continuamos también la línea de actuación y pensamiento de nuestra Conferencia Episcopal en años anteriores 3 y, finalmente, queremos evocar y reconocer, como fuente de la que han bebido muchos especialistas de dentro y fuera de la Iglesia, a la Escuela Española de Derecho Internacional, que en pleno siglo XVI, cuando el descubrimiento de un mundo nuevo planteaba problemas inédi-tos al derecho y a la paz entre los pueblos, supo encontrar, en la fe cristiana, unos principios que todavía mantienen en gran parte su vigencia.

6. En el desarrollo de esta exposición comenzamos por presentar los rasgos predominantes de la situación actual (capítulo I); expone-mos, después, una síntesis de la doctrina bíblica y católica sobre la paz (capítulo II); a la luz de esta doctrina y de acuerdo con el más reciente magisterio de la Iglesia analizaremos desde el punto de vista moral las más graves cuestiones que se plantean en nuestro mundo acerca de la paz, la guerra y la defensa (capítulo III); posteriormente examinaremos los problemas específicos de la paz en la sociedad española, manteniéndonos siempre en la pers-pectiva de la fe y de la moral cristiana (capítulo IV); nos ha pareci-do oportuno dedicar una atención especial a las cuestiones que se nos plantean en este campo en cuanto integrantes de Europa (capítulo V); nuestra instrucción termina enumerando las aporta-ciones más importantes que como católicos podemos y debemos hacer a la construcción de la paz en España, en Europa y en el mundo (capítulo VI).

7. De esta manera queremos contribuir a que la Iglesia y los católicos españoles, con una conciencia clarificada y con actitudes verda-deramente evangélicas y cristianas, seamos capaces de ocupar el lugar que nos corresponde a la construcción de la paz, junto con nuestros hermanos en la fe de la Iglesia universal y los hombres de buena voluntad del mundo entero.

Esperamos que esta instrucción será recibida como un servicio pastoral a la comunidad cristiana y a todos aquellos conciudadanos que con verdadero espíritu de paz buscan los caminos de una so-ciedad nueva, más justa, más solidaria y f raterna, una sociedad pa-cíf ica que responda a la vez a las necesidades de los hombres y a los verdaderos designios de Dios.

 

CAPÍTULO I
LA PAZ, CLAMOR Y EXIGENCIA DE NUESTRO TIEMPO

1. SITUACIÓN CONFLICTIVA DEL MUNDO

8. Quien examine con ojos limpios y espíritu desinteresado el pano-rama general de las relaciones internacionales tendrá que recono-cer la existencia de situaciones anormales y alarmantes.

1.1. División en bloques contrapuestos 9. La sociedad mundial está dividida por la hegemonía de dos ideolo-gías difícilmente conciliables que dan lugar a sistemas enfrentados como dos bloques cerrados y opuestos que “dividen y contrapo-nen entre sí a los pueblos” 4 . El dinamismo de estos bloques está determinado por el antagonismo de las dos superpotencias que presiden cada uno de ellos. Cada uno de estos bloques mira al otro con desconfianza, ve en él una amenaza para su prosperidad y hasta un rival en su voluntad de expansión y hegemonía. Las posiciones se endurecen y el afán por mantener las propias ven-tajas tiende a ser la razón primordial de las actitudes y de las ac-ciones. Se sigue de ello una política de competencia y rivalidad que mata la necesaria confianza entre los pueblos, favorece la exis-tencia de tensiones entre el Este y el Oeste y provoca la carrera de armamentos.

1.2. Carrera de armamentos y guerras localizadas 10. La permanente tensión entre los dos bloques provoca el recurso a la fabricación y posesión de armas cada vez más perfecciona-das y de mayor poder de destrucción. Este objetivo destructor tiende a independizarse de cualquier otra consideración y lleva a planteamientos verdaderamente irracionales y crueles: un arma es tanto mejor cuanto más poder destructor tenga y más capaz sea de amedrentar al posible adversario.

11. Las grandes potencias ponen a prueba sus fuerzas en guerras localizadas en las que, sin necesidad de enfrentarse directa-mente, dirimen sus diferencias tratando de ampliar o conservar su hegemonía en territorios de terceros países. De esta manera se acrecienta la producción de nuevas armas y la venta de las ya superadas a otros países que se endeudan cada vez más hundiéndose en el subdesarrollo y en la miseria. Con razón el Papa Juan Pablo II ha denunciado la “ideologización de conflictos locales por parte de otras potencias que buscan ventajas en una determinada región abusando de los pueblos pobres e indefen-sos” 5 .

1.3. Creciente fosa entre Norte y Sur 12. La rivalidad que divide y enfrenta a los países desarrollados en-tre sí les mueve a centrarse en sus propios objetivos de desarro-llo y armamento, desentendiéndose de las necesidades primarias de los pueblos menos desarrollados. Más aún las enormes exi-gencias del armamentismo inducen a los países más fuertes a aprovecharse de las riquezas existentes en los países pobres sin compensarles adecuadamente ni colaborar seriamente en su desarrollo. De esta manera se hace cada vez más profundo “el abismo social y económico que separa a los ricos de los pobres” 6 .

13. Los pueblos del hemisferio Norte aumentan progresivamente las distancias con los países pobres del hemisferio Sur. El desarrollo insolidario de los primeros mantiene a los más pobres en el sub-desarrollo mediante “manipulaciones inteligentes al servicio de ideologías y sistemas políticos que tienen como objetivo último la dominación” 7 . Así, mientras las tres cuartas partes de los recur-sos mundiales son consumidas por las naciones más adelanta-das, que sólo representan una cuarta parte de la población, centenares de millones de personas pasan hambre; y mientras las grandes potencias del mundo acaparan los recursos de la humanidad para defender sus privilegiadas posiciones, los paí-ses mas pobres se ven privados de lo más indispensable para sobrevivir.

1.4. Peligro de una catástrofe nuclear 14. En esta situación la paz no tiene garantías suficientes. El acumu-lamiento de armas que algunos consideran como el mejor modo de evitar la guerra, no es capaz de construir la paz ni de eliminar las raíces profundas de los conflictos. En cualquier momento las tensiones y las rivalidades pueden ser tan graves que hagan estallar el conflicto sin que sea posible controlar sus dimensiones ni mitigar su inmenso poder destructor.

15. Aun antes de llegar a este momento crítico, la paz está ya herida en sus fundamentos por la injusticia existente, las múltiples agre-siones localizadas y la estrategia de subversión y terrorismo extendida por diferentes puntos del mundo. La guerra no es más que la explosión brutal de la injusticia y de las ideologías expan-sionistas y dominadoras.

2. PRECARIA PAZ EN EUROPA

16. Al examinar nuestras responsabilidades en relación con la paz no podemos dejar de tener en cuenta la situación de Europa de la que los españoles formamos parte. Al hablar de Europa no pen-samos sólo en la Comunidad Europea, sino en Europa entera, desde el Atlántico a los Urales. Estamos y queremos estar unidos a esta Europa dividida y amenazada que busca ansiosamente la seguridad y la paz al saberse la primera víctima en el caso de que se rompiera el difícil y frágil equilibrio existente entre los blo-ques.

2.1. Una guerra todavía no cerrada 17. A pesar de los importantes logros alcanzados durante los últimos años en las relaciones entre los pueblos europeos, no se ha lle-gado todavía a un tratado de paz que cancele del todo la segun-da guerra mundial concluida militarmente hace ya más de cua-renta años. Desde entonces pueblos enteros se ven privados de su autonomía cultural y política; las libertades de expresión, de conciencia y de libre circulación no están reconocidas en gran parte de Europa; diversas naciones se ven divididas por fronte-ras artificiales que se mantienen por la fuerza y el temor de las armas. La incompatibilidad entre los bloques y las áreas de in-fluencia dividen violentamente a Europa en zonas incomunicadas que se miran con desconfianza y están sometidas a las exigen-cias de la rivalidad entre las superpotencias y a los vaivenes de sus relaciones.

2.2. Una búsqueda larga y laboriosa 18. Los países europeos sienten la necesidad de superar esta situa-ción o de mitigar, al menos, sus consecuencias más irritantes y dolorosas. Cuando el mundo entero se siente llamado a vivir co-mo una única familia, resulta menos tolerable la división y el en-frentamiento dentro de la familia europea, en la que no es posible el mutuo enriquecimiento al faltar la libertad de comunicación; las mismas familias se ven obligadas a vivir divididas y los problemas comunes no pueden ser abordados en sus dimensiones natura-les porque no es posible la colaboración directa entre los traba-jadores, los empresarios, los intelectuales, los políticos y los go-bernantes.

El Acta de Helsinki, así como la Conferencia de Seguridad y Coo-peración de Europa (1975) son expresión de un anhelo común. A pesar de los escasos frutos obtenidos en la práctica, continuó el diálogo en las sesiones de Belgrado, Madrid y Estocolmo. El pro-ceso, iniciado hace diez años, será revisado, una vez más, en Viena. Ojalá estos esfuerzos logren pasos efectivos en el reco-nocimiento de la libertad y de la justicia, fundamentos indispensa-bles de la paz verdadera.

3. DIFICULTADES PARA LA PAZ EN LA SOCIEDAD ESPAÑOLA

19. Si bien en relación con la paz exterior nuestra situación es muy similar a la del resto de los países de Europa Occidental, nos en-contramos, sin embargo, en unas circunstancias peculiares en relación con la paz interna de nuestra sociedad.

Entre nosotros la injusticia, las tensiones, las ideologías intole-rantes, la presencia misma de la violencia, tienen caracteres singulares y específicos. Enumeramos únicamente los que constitu-yen las mayores dificultades para construir sólidamente una convivencia pacífica y estable: la injusticia social que mantiene en la pobreza a varios millones de españoles; el paro que en vez de disminuir alcanza cifras intolerables; las ideologías totalitarias y agresivas sostenidas por grupos minoritarios; la dificultad de armonizar los derechos e intereses de las diversas nacionalida-des y autonomías con las justas exigencias del bien común; la pérdida de ideales y valores éticos socialmente compartidos, la persistencia del terrorismo inhumano y cruel.

Sin caer en actitudes catastrofistas, es innegable que los espa-ñoles debemos enfrentarnos con estos problemas de manera se-ria y enérgica para llegar a una convivencia verdaderamente re-conciliada, enriquecida con el bien de la paz, que nos permita su-perar definitivamente los enfrentamientos de nuestra historia y contribuir a la paz mundial con arreglo a nuestras posibilidades históricas, culturales y religiosas.

4. ACTITUDES SOCIALES DE FONDO

4.1. Crisis de verdad y de sentido 20. La amenaza de una guerra nuclear, las injustas diferencias entre los pueblos del mundo, la precaria paz de Europa y los conflictos de la sociedad española obedecen en el fondo a actitudes de prepotencia y de dominio que impiden la implantación de un orden verdaderamente justo y solidario entre los hombres.

Acostumbrados a vivir en un clima de injusticia y de violencia, las grandes palabras como paz, justicia, solidaridad, quedan adulte-radas y vacías de sentido. Perdidos en una sociedad donde se infringen habitualmente los criterios morales del respeto a la vida y de la convivencia, los hombres y las naciones sufren una crisis de verdad, de confianza y de sentido.

4.2. Resignación y desencanto 21. Esta situación provoca en muchos la sensación de que no hay posibilidad de rectificar la situación actual, caminando hacia una sociedad nueva, más justa y solidaria, en la que las relaciones entre los pueblos estén dirigidas por un sentimiento de solidari-dad universal en vez de inspirarse en la rivalidad y la competen-cia.

La progresiva concentración de poderes hace cada vez más di-fícil la participación responsable de los ciudadanos en las gran-des decisiones sociales y políticas. Por eso no tiene nada de ex-traño que muchos hombres y mujeres se dejen llevar por el de-sencanto y lleguen a la conclusión de que la situación actual del mundo, dividido en bloques y atravesado por tensiones y con-flictos es algo inevitable. Especialmente los jóvenes de uno y otro sexo se ven angustiados por un futuro cargado de dificultades y amenazas ante el cual no saben qué pueden o qué deben hacer. Este estado de ánimo provoca en unos reacciones agresivas y a otros les lleva a actitudes pasivas fácilmente aprovechadas por grupos minoritarios que aspiran a manipular y dominar la vida de los pueblos. “Todo esto puede y debe ser cambiado” 8 .

4.3. Hacia una “mentalidad totalmente nueva”

22. La paz no es un ideal utópico que pueda ser dejado al entusias-mo de ciertos grupos soñadores. La paz universal se ha conver-tido en una condición indispensable para la subsistencia de la humanidad, en un punto de partida necesario para poder superar los graves problemas del hambre y de la pobreza en el mundo y avanzar en el establecimiento de una vida libre, pacífica y digna para todos los hombres de la tierra.

23. Nosotros queremos afirmar solemnemente que la paz es necesa-ria, que la paz es posible, que es obligatorio para todos hacer cuanto dependa de nosotros para que sea pronto una realidad. Hay que resaltar que está ganando terreno la conciencia de que la reconciliación, la justicia y la paz entre los individuos y entre las naciones no son simplemente una llamada dirigida a unos cuantos idealistas, sino una verdadera condición para la super-vivencia de la misma vida 9 .

24. Esta conciencia está suscitando el nacimiento de grupos y movi-mientos que buscan nuevos caminos para construir la paz. Se extiende la convicción de que vivimos un “tiempo de adviento, de espera” 10 , y se despierta el sentimiento de que se abre una nue-va época de la historia humana cuyo rumbo está aún en nuestras manos.

25. Los cristianos no podemos asistir con indiferencia a estos acontecimientos. En el Evangelio y en la vida de la Iglesia encon-tramos “nobles razones, más aún, motivos de inspiración para realizar cualquier esfuerzo que pueda dar paz verdadera al mundo de hoy” 11 .

El Concilio Vaticano II nos invitó hace ya más de veinte años a examinar los problemas de la guerra con “mentalidad totalmente nueva” 12 . A partir de la iluminación que nos viene de la revela-ción de Dios, de la tradición de la Iglesia y de las insistentes en-señanzas de los últimos Papas, debemos examinar las graves amenazas que se alzan hoy contra la paz del mundo, asumir con simpatía y discernimiento las aspiraciones de paz que surgen en los diversos grupos humanos, denunciar las raíces de la violen-cia e impulsar todo aquello que acelere el establecimiento de la paz universal entre los hombres y las naciones de la tierra.


1 JUAN PABLO II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, 6.

2 Cf. CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución pastoral Gaudium et Spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, 36 y 41. (En adelante Constitución Pastoral).

3 Cf. Carta pastoral colectiva del Episcopado Español del 17 de abril 1975: La reconciliación en la Iglesia y en la sociedad; Comunicado de la XXIII Asamblea Plenaria del 19 de diciembre 1975: La Iglesia ante el momento actual: petición de libertad para detenidos políticos; Comunicado final de la LIII Comisión Per-manente del 22 de mayo 1975: Reconciliación, repudio de la violencia, Iglesia-sociedad civil; Nota de la LIV Comisión Permanente sobre la violencia, 18 de septiembre 1975; LXXXVI Comisión Permanente del 12 de mayo 1981: Ante el terrorismo y la crisis del país; XCVII Comisión Permanente del 13 de mayo 1983: Quiebra de valores morales; Declaración de la Comisión Episcopal de Pastoral Social (24-XII-1983): Paz, armamentos y hambre del mundo; Declaración de la Comisión Episcopal de Pastoral Social (29-IX-1984): Crisis económica y responsabilidad moral.

4 JUAN PABLO II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 1986, 2.

5 Cf. Ibidem.

6 Ibídem.

7 Ibídem.

8 Ibídem, 4.

9 Cf. Ibídem.

10 JUAN PABLO II, Encíclica Redemptor Hominis, 1.

11 JUAN PABLO II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 1986, 6.

12 Constitución pastoral, 80.