CATENA AUREA - SANTO TOMÁS DE AQUINO |
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01-04 |
Y habiendo bajado del monte, le siguieron muchas turbas; y he aquí que, viniendo un leproso, le adoraba, diciendo: "Señor, si quieres, puedes limpiarme". Y extendiendo la mano le tocó, diciendo: "Quiero, sé limpio", y al punto su lepra fue limpiada. Y Jesús le dijo: "Mira, que no se lo digas a nadie; mas ve, muéstrate al sacerdote y ofrece la ofrenda que mandó Moisés en testimonio a ellos". (vv. 1-4)
San Jerónimo
Después de la predicación y de la
enseñanza, se ofrece el momento de empezar a hacer milagros, para que
cuanto se ha dicho reciba su confirmación en la virtud de los
milagros.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 21
Como enseñaba demostrando que tenía poder,
para que no se creyese que era ostentación esta manera especial de
explicarse, hace por medio de las obras lo mismo que había hecho por
medio de las palabras, como teniendo también el poder de curar. Por
ello dice el evangelista: "Habiendo bajado Jesús del monte, le
siguieron muchas turbas".
Pseudo-Orígenes, hom. in liv. 5
Cuando enseñaba Jesús en el monte sus
discípulos estaban con El, y a ellos era permitido conocer los
secretos de la enseñanza celestial. Ahora, cuando baja del monte, lo
sigue una muchedumbre que no había podido subir al monte, porque
aquellos a quienes oprime la maldad de la culpa no pueden subir al
conocimiento de la sublimidad de los misterios. Bajando el Señor, esto
es, inclinándose hacia la enfermedad e impotencia de los demás, cuando
se ha compadecido de la imperfección o enfermedad de aquéllos, le
siguió la muchedumbre. Algunos atraídos por la caridad, la mayor parte
por la enseñanza, y algunos porque los curaba y cuidaba de ellos.
Haymo
Se entiende por el monte
en que el Señor se sentó, el cielo, de quien se ha escrito: "El cielo
es mi asiento" ( Is 66,1). Pero cuando el
Señor se sienta en el monte sólo se acercan a El sus discípulos,
porque antes de tomar nuestra carne mortal Dios sólo era conocido en
la Judea ( Sal 75,2), pero cuando Dios bajó
del monte de su divinidad y tomó las debilidades de nuestra humanidad,
una gran multitud de naciones lo ha seguido. En ello se enseña a los
maestros que se adecúen al auditorio en sus predicaciones, y según
vean que cada uno puede comprender, así le expliquen la palabra de
Dios. Suben al monte también los maestros cuando enseñan a los más
perfectos preceptos más excelentes, y bajan de él cuando enseñan cosas
sencillas a los más enfermos.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 21
Entre los que no subieron al monte se
encuentra el leproso, que no puede subir a lo alto, abrumado bajo el
peso de sus pecados. La lepra es el pecado de nuestras almas. El Señor
bajó de la altura del cielo como de un alto monte, para limpiar la
lepra de nuestros pecados. Y así, como si le aguardase, el leproso
sale al encuentro del que baja. Por ello dice: "Y vino un leproso".
Pseudo-Orígenes, hom. in liv. 5
En el llano cura, y en el monte no hace
nada, porque hay tiempo para todo debajo del cielo. Hay tiempo para
enseñar y para curar. En el monte enseñó, curó las almas y sanó el
corazón humano. Terminado lo cual, como había bajado de los montes
celestiales a salvar a los pecadores, vino a El un leproso, y le
adoraba. Antes de pedir empezó a adorarle, manifestando el culto que
se debe a Dios.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 21
No le pedía el leproso como a un hombre
poderoso, sino que le adoraba como a Dios. La oración perfecta es la
fe y la confesión, de donde el leproso, adorando, llenó los deberes de
la fe, y con las palabras llenó los de la confesión. He ahí por qué le
adoraba, diciendo: "Señor, si quieres puedes limpiarme".
Pseudo-Orígenes, hom. in liv. 5
"Señor, por Ti han sido hechas todas las
cosas, por lo tanto, si quieres puedes limpiarme. Tu voluntad es obra,
y las obras obedecen a tu voluntad. Tú has limpiado primeramente de la
lepra a Naamán Syro por medio de Eliseo, y ahora, si quieres, puedes
limpiarme".
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 25,1
No dijo: "Si lo pides a Dios", ni "si
oras", sino: "Si quieres puedes limpiarme". Y no dijo tampoco: "Señor,
límpiame", sino que todo lo deja a su arbitrio, y le reconoce como
Dios, y le atribuye la potestad de hacerlo todo.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 21
Y ofrecía al Médico espiritual una merced
espiritual. Porque así como se satisface a los médicos de la tierra
con dinero, a éste con oraciones. Ninguna otra cosa más digna podemos
ofrecer a Dios que una oración bien hecha. En cuanto a lo que dice:
"Si quieres", no duda que la voluntad de Dios está inclinada a todo lo
bueno, sino que, como no a todos conviene la perfección corporal,
ignoraba si a él le convendría aquella curación. Dice, pues: "Si
quieres", como si dijese: "Creo que quieres todo lo que es bueno, pero
ignoro si es bueno para mí lo que pido".
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 25,2
Aunque podía limpiarlo con la palabra y
con la voluntad, le aplicó la mano y el tacto, como sigue: "Y
extendiendo Jesús la mano, lo tocó", para manifestar que no estaba
sujeto a ley alguna y que, estando limpio, nada había inmundo para El.
Eliseo, observando lo que dice la ley, no salió y tocó a Naamán, sino
que lo envió al Jordán para que allí se lavase. El Señor demuestra
aquí que no obra como siervo, sino que, como Dios, cura y toca. La
mano no se vuelve inmunda por haber tocado la lepra, sino que, por el
contrario, el cuerpo leproso se vuelve limpio al simple contacto de la
mano santa. El Señor no había venido sólo a curar los cuerpos, sino
también a guiar las almas por el camino de la verdadera sabiduría. Así
como ya no prohibía comer antes de lavarse las manos, así enseña aquí
que conviene temer sólo la lepra del alma (que es el pecado), porque
la lepra del cuerpo no sirve de impedimento a la práctica de la
virtud.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 21
Aunque violó la letra de la ley, no violó
su espíritu. Pues la ley mandó no tocar la lepra, por cuanto no podía
hacer que la lepra no manchase al que la tocara. Luego la ley prohibió
tocar la lepra, no para que los leprosos no sanaran, sino para que no
se contaminasen los que los tocaban. Pues bien, El, que tocó en esta
ocasión, no fue manchado por la lepra sino que limpió la misma lepra,
tocándola. Por el hecho de tocar la lepra demuestra también que sólo
debemos huir de la lepra del alma.
San Juan Damasceno, de fide orthodoxa, 3, 15
No era sólo Dios, sino también hombre, por
eso obraba los milagros por medio de la palabra y del tacto, a fin de
que sus actos divinos se perfeccionasen con el concurso del cuerpo,
como órgano.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 25,2
Cuando toca al leproso ninguno le acusa
todavía, porque los que lo escuchaban aún no se habían contaminado con
la envidia.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 21
Si, por el contrario, lo hubiese curado a
escondidas, ¿quién hubiera podido saber en virtud de quién lo había
sanado? Luego la voluntad de limpiar la lepra fue para el leproso,
pero la palabra para los demás que lo presenciaban. Por ello dijo el
Salvador: "Quiero, sé limpio".
San Jerónimo
No debe leerse juntamente, como quieren
algunos autores latinos: "Quiero limpiar", sino por separado. De tal
modo, que primero diga: "Quiero", y después, mandando, diga:
"Límpiate". El leproso había dicho: "Si quieres", el Señor le
respondió: "Quiero". Aquél había dicho: "Me puedes limpiar", y el
Señor le respondió: "Sé limpio".
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 25,2
Nunca antes de ahora había dicho esta
palabra, aunque había hecho cosas admirables. Pero aquí dijo:
"Quiero", para confirmar la opinión de la muchedumbre y del leproso
acerca de su poder.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 25,2
La naturaleza obedeció con prontitud al
poder de quien mandaba y por ello sigue: "Y luego su lepra fue
limpiada". Pero en cuanto a la palabra luego
no expresa bien la prontitud con que el leproso quedó limpiado.
Pseudo-Orígenes, hom. in liv. 5
Como no tardó en creer, tampoco tardó en
sanar, y como no dilató la confesión, tampoco se hizo esperar la
curación.
San Agustín, de consensum evangelistarum 2, 19
También hace mención San Lucas de la
curación de este leproso, aunque no bajo la misma forma, sino como
suele hacer aquel que cuenta algo, que primero omite algunas cosas, y
después que las recuerda las cita, aunque volviendo atrás, como sucede
con frecuencia en las cosas inspiradas por Dios, que, conocidas
primero, se escriben después, cuando se recuerdan.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom.25,2
Cuando Jesús hubo curado el cuerpo del
leproso, le ordena que no lo diga a nadie, y por ello sigue: "Y le
dijo Jesús: Mira, que no lo digas a nadie". Algunos dicen que le mandó
esto para que no hablasen en mal sentido de su curación, lo cual se
dice sin fundamento. No lo curó de tal manera que quedase duda acerca
de su curación. Pero lo manda que no lo diga a nadie, enseñando a no
amar la ostentación ni el honor ( Mc 5,20). A
otro que curó lo mandó que lo dijese, enseñándonos también a
interpretar en buen sentido sus palabras, cual era el que no se
divulgase el milagro, sino que se diese gloria a Dios. Por medio de
este leproso nos enseñó a no ser vanagloriosos, y por medio del otro a
no ser desagradecidos, sino referirlo todo a la alabanza de Dios.
San Jerónimo
Y en verdad, ¿qué necesidad había de que
publicase con la palabra lo que constantemente mostraba con el cuerpo
curado?
San Hilario, homiliae in Matthaeum, 7
Como esta curación se busca más bien que
ofrecerse, se manda el silencio.
Prosigue: "Pero ve y preséntate al
sacerdote".
San Jerónimo
Lo envió a los sacerdotes primeramente por
humildad, y para que se viese que guardaba deferencias a los
sacerdotes. En segundo lugar para que, viendo éstos al leproso curado,
se salvasen creyendo al Salvador, y si no creían, fuesen inexcusables.
Y al mismo tiempo para que no se creyese que infringía la ley, como
tantas veces le habían acriminado.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 25,2
Y en verdad que ni la violaba en todo ni
en todo la guardaba, sino unas veces hacía esto, otras aquello. En lo
uno, preparando el camino a la futura sabiduría, en lo otro,
cohibiendo la lengua desvergonzada de los judíos y condescendiendo con
la imbecilidad de ellos. De ahí el que los apóstoles aparezcan algunas
veces observando la ley, y otras prescindiendo de ella.
Pseudo-Orígenes, hom. in liv. 5
Lo envió a los sacerdotes para que
conociesen que no había sido curado por la costumbre de la ley, sino
por la acción de la divina gracia.
San Jerónimo
Estaba mandado en la ley que los que
fuesen curados de la lepra ofreciesen dones a los sacerdotes, y por
ello prosigue: "Y ofrece tu ofrenda, que mandó Moisés en testimonio a
ellos" ( Lev 14).
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 21
No se entienda aquí que mandó esto Moisés
para dar testimonio a aquéllos. "Ve tú, ofrece en testimonio para
ellos".
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 25,3
Previendo Jesucristo que nada adelantarían
con esto, no dijo: "Para enmienda de ellos", sino: "Para testimonio",
esto es, para acusación y atestación, puesto que todo cuanto yo debía
hacer ya lo he hecho. Y aun cuando previó que no habían de enmendarse,
no dejó de hacer lo que convenía, mas ellos permanecieron en su propia
malicia. No dijo, pues: "La ofrenda que yo mando", sino: "la que mandó
Moisés", para relacionarlos con la ley, cerrar la boca a los malvados,
y para que no dijesen que había usurpado la gloria de los sacerdotes,
puesto que El hizo su obra, concediéndoles la prueba de ello al mismo
tiempo.
Pseudo-Orígenes, hom. in liv. 5
"Ofrece tu ofrenda", para que todos los
que vean que la llevas crean en el milagro.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 21
Manda al leproso presentar ofrendas para
que, si después querían arrojarlo, pudiese decirles: "Habéis recibido
mis ofrendas como limpio, ¿cómo, pues, me expulsáis como leproso?".
San Hilario, homiliae in Matthaeum, 7
También puede leerse que Moisés mandó esto
en testimonio para ellos, porque lo que Moisés mandó en la ley es
testimonio, no efecto.
Beda, in hom. dom. 3 post Epiphania
Si llama la atención de alguno cómo es que
el Señor parece que aprueba los sacrificios ordenados por Moisés,
siendo así que la Iglesia no los acepta, tenga en cuenta que
Jesucristo todavía no había ofrecido su Cuerpo en holocausto por medio
de la pasión. No convenía suprimir los sacrificios prefigurativos
antes que se verificase el que significaban, y fuese confirmado con el
testimonio de la predicación de los apóstoles y la fe de los pueblos
creyentes. Este varón, pues, significa al género humano que, no sólo
era leproso, sino que también, según el Evangelio de San Lucas (
Lc 5,12), se dice que había estado lleno de
lepra. Todos pecaron y necesitan de la gloria de Dios (
Rom 3,23), esto es, que el Salvador extienda
hacia ellos la mano, y sean curados de la vanidad del antiguo error
por el Verbo de Dios, unido a la naturaleza humana. Y los que por
mucho tiempo hubieron aparecido como detestables y arrojados de los
límites del pueblo de Dios, ahora, devueltos a su templo, puedan
ofrecer al sacerdote por medio de sus cuerpos una ofrenda viva, esto
es, a aquel sacerdote a quien se le ha dicho: "Tú eres Sacerdote
eternamente" ( Sal 19,4).
Remigio
Se designa también de una manera moral,
por medio del leproso, al pecador (porque el pecado hace aparecer al
alma sucia e inconstante) que se postra delante de Jesucristo,
conmovido a la vista de sus antiguos pecados, y que, sin embargo, debe
confesarse y pedir el remedio de la penitencia. Porque el leproso
manifiesta su herida y pide el remedio. El Señor extiende la mano
cuando otorga el auxilio de la divina misericordia, e inmediatamente
el leproso consigue el perdón de sus pecados. Ni puede reconciliarse
con la Iglesia, sino por medio del juicio del sacerdote.
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05-09 |
Y habiendo entrado en Cafarnaúm, se llegó a El un Centurión, rogándole y diciendo: "Señor, mi siervo está postrado en casa paralítico y es reciamente atormentado". Y le dijo Jesús: "Yo iré y lo sanaré". Y respondiendo el Centurión, dijo: "Señor, no soy digno de que entres en mi casa, sino tan solamente dilo con la palabra, y será sano mi siervo. Pues también yo soy hombre sujeto a otro, que tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace". (vv. 5-9) Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 22
Después que el Señor había enseñado a sus
discípulos en el monte y sanado en la falda de éste al leproso, vino a
Cafarnaúm en virtud de un misterio, porque, después de haber limpiado
a los judíos, vino a donde estaban los gentiles.
Haymo
Cafarnaúm -que significa villa de la
abundancia, campo de la consolación- representa a la Iglesia que se
había de formar de los gentiles, la cual está llena de abundancia
espiritual, según aquellas palabras del Salmo: "Quede mi alma bien
llena de ti como de un manjar pingüe y jugoso" ( Sal
62,6). Y entre las aflicciones del mundo se consuela con las cosas del
cielo, según las palabras del salmo: "Tus consuelos han alegrado mi
alma" ( Sal 93,18). Por lo que se dice: "Y
habiendo entrado en Cafarnaúm, se acercó a El un centurión".
San Agustín, sermones 62,4
Este centurión era de los gentiles: ya en
la Judea había soldados del Imperio Romano.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 22
Este centurión es el fruto primero de los
gentiles, en comparación de cuya fe se considera como infidelidad la
fe de los judíos. No había oído la predicación de Jesucristo, ni visto
la curación del leproso. Pero habiendo oído contar esta curación,
creyó más que lo que oyó, viniendo a ser el misterio o figura que
representaba la futura conversión de los gentiles, quienes no habían
leído la ley ni los profetas respecto de Cristo, ni habían visto al
mismo Jesús hacer milagros. Se acercó, pues, el centurión a Jesús
rogándole y diciéndole: "Señor, mi siervo está postrado en casa,
paralítico y reciamente atormentado". Veamos aquí la bondad del
centurión, que tanta solicitud mostraba por la salud de su siervo,
como si ningún daño de dinero, sino de salud, hubiera de experimentar
con la muerte de aquél. No veía diferencia alguna entre el siervo y el
señor, porque aunque la dignidad sea diferente entre ellos según el
mundo, la naturaleza de ambos es igual. Veamos también aquí la fe del
centurión, el cual no dijo: "Ven y sánalo", porque, habiendo llegado
allí, estaba presente en todas partes, e igualmente su sabiduría,
porque no dijo: "Sánale desde aquí". Sabía, pues, que tenía poder para
hacerlo, sabiduría para comprenderle y caridad para oírle. Por lo
tanto se limitó a exponer la enfermedad, dejando el remedio de la
curación al arbitrio de su misericordia, diciendo: "Y es reciamente
atormentado". En esto manifiesta que le amaba, pues el que ama a uno
que está enfermo, siempre cree que el mal que padece es de mayor
gravedad que el que realmente tiene.
Rábano
Bajo la presión del dolor y el gemido
articulaba estas palabras: "Postrado, paralítico, atormentado", con el
fin de manifestar las grandes aflicciones de su alma y conmover al
Señor. Así deben compadecerse todos de sus criados y tener cuidado de
ellos.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom.26,1
Dicen algunos que se expresó así para
excusarse de no haberlo llevado consigo. No era posible traer al que
sufría, porque se encontraba con las últimas angustias para expirar y
yo digo que ésta es señal de una gran fe, porque, como sabía que una
sola orden bastaba para curar al enfermo, estimaba superfluo
conducirle hasta allí.
San Hilario, homiliae in Matthaeum, 7
En sentido espiritual pueden llamarse
gentiles los enfermos de este mundo, debilitados por las enfermedades
de los pecados, cayendo de todas partes sin fuerza sus miembros,
incapaces de poderse tener de pie e inútiles para la marcha. El
misterio de su conversión se halla en la curación del siervo del
centurión, de aquél de quien ya hemos dicho bastante que era el
príncipe de las gentes que habían de creer. Quién sea este príncipe lo
dice el cántico de Moisés en el Deuteronomio ( Dt
32,8), donde por cierto dice: "Constituyó como término de las gentes
el número de los ángeles del Señor".
Remigio
Se consideran como semejantes al centurión
los que creyeron primero de entre los gentiles y se perfeccionaron en
sus virtudes. Se llama centurión el que manda a cien soldados, y el
número ciento es un número perfecto. Con toda propiedad, pues, ruega
el centurión por su siervo, porque las primicias de los gentiles
intercedieron para con Dios por la salvación de toda la gentilidad.
San Jerónimo
Viendo el Señor la fe, la humildad y la
prudencia del centurión, le ofreció inmediatamente que iría y sanaría
al siervo. Por lo tanto, sigue: "Y le dijo Jesús: Yo iré y lo sanaré".
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom.26,1
Lo que nunca había hecho Jesús lo hizo
ahora. En todas partes sigue la voluntad de los que suplican, aquí la
excede. No sólo ofreció curarlo, sino también ir a su casa. Hizo esto
para que conozcamos la virtud del centurión.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 22
Si El no hubiese dicho: "Yo iré y le
sanaré", el centurión no hubiera respondido: "No soy digno". Además,
prometió ir porque se pedía para un siervo, a fin de enseñarnos que no
debemos complacer a los grandes y despreciar a los pequeños, sino que
igualmente debemos complacer a pobres y a ricos.
San Jerónimo
Así como admiramos la fe en el centurión,
porque creyó que el paralítico pudo ser curado por el Salvador, así se
manifiesta también su humildad, en cuanto se considera indigno de que
el Señor entre en su casa, y por ello sigue: "Y respondiendo el
centurión, dijo: Señor, no soy digno de que entres en mi casa".
Rábano
Sin duda creyó el centurión que más bien
debía ser rechazado por el Salvador por ser gentil, que no ser
complacido, porque aunque ya estaba lleno de fe, todavía no había
recibido sacramentos.
San Agustín, sermones, 62,1
Considerándose como indigno apareció como
digno, no de que entrase el Verbo entre las paredes de su casa, sino
en su corazón. Y no hubiera dicho esto con tanta fe y humildad si no
hubiese llevado ya en su corazón a Aquel de quien temía que entrase en
su casa, pues no era una gran felicidad que Jesús hubiese entrado en
su casa y no en su pecho.
Crisologus, serm. 102
Místicamente hablando, por techo se
entiende el cuerpo que cubre al alma y que encierra en sí la libertad
de la inteligencia con la visión celeste. Pero Dios no se desdeña de
entrar en nuestro corazón, ni de vivir bajo el techo de nuestro
cuerpo.
Pseudo-Orígenes, hom. in liv. 5
También ahora, cuando los santos y los
obispos y los sacerdotes aceptos a Dios, entran en tu casa, entra Dios
en ella por medio de ellos. Considéralos como si recibieses al mismo
Dios. Cuando comes la Carne y bebes la Sangre del Señor, entonces el
Señor entra en tu casa. Y tú, humillándote a ti mismo, di: "Señor, no
soy digno", etc. Cuando entra en el que no es digno, entra para
juzgarlo.
San Jerónimo
La prudencia del centurión aparece en que
ve a través del Cuerpo del Salvador a la divinidad que en El se
encontraba oculta, y por eso añade: "Pero mándalo con tu palabra y
será sano mi siervo".
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 22
Sabía, pues, que los ángeles estaban allí
asistiéndole invisiblemente, convirtiendo en obras todas sus palabras,
y que, aunque los ángeles cesasen, las enfermedades no podían resistir
a sus palabras de vida.
San Hilario, homiliae in Matthaeum, 7
Dice también el centurión que su siervo
puede ser curado solamente con la palabra, porque toda la salvación de
los gentiles procede de la fe, y la vida de todos consiste en el
cumplimiento de los preceptos del Señor, y por esto continúa diciendo:
"Pues también yo soy hombre, sujeto a otro, que tengo soldados a mis
órdenes, y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi
siervo: Haz esto, y lo hace".
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 22
Por inspiración del Espíritu Santo insinúa
el misterio del Padre y del Hijo, como si dijese: "Aun cuando yo estoy
bajo el dominio de otro, sin embargo, tengo poder para mandar a los
que están debajo de mí. Y así tú, aun cuando estás bajo la potestad
del Padre, esto es, en cuanto hombre, tienes no obstante la potestad
de mandar a los ángeles". Pero acaso dice Sabelio, queriendo
manifestar que son una misma cosa el Padre y el Hijo, que así debe
entenderse esto: "Si yo que estoy bajo potestad puedo mandar, ¿cuánto
más Tú que no estás bajo la potestad de otro?". Pero esta explicación
no la admite el texto, porque no dijo: "Si yo, hombre, estoy bajo
potestad", sino que dijo: "Porque también yo, hombre, sujeto a otros".
En esto manifiesta que no estableció comparación entre él y
Jesucristo, sino que introdujo una razón de semejanza.
San Agustín, sermones 62,4
Si yo, que estoy bajo potestad, tengo
poder de mandar, ¿cuánto podrás Tú, a quien sirven las potestades?
Glosa
Puedes por medio de los ángeles, sin
necesidad de presentarte personalmente, decir a la enfermedad que se
retire y se retirará, y a la salud que venga y vendrá.
Haymo
Por súbditos del centurión pueden
entenderse las virtudes naturales, en las que abundan muchos de los
gentiles o bien los pensamientos buenos o malos. Digamos a los malos
que se retiren y se retirarán, llamemos a los buenos para que vengan y
vendrán, y también a nuestro siervo, esto es, a nuestro cuerpo, que se
sujete a la voluntad divina.
San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,20
A lo que dice aquí San Mateo parece que
contradice lo que dice San Lucas: "Habiendo oído de Jesús, el
centurión envió a El unos ancianos de los judíos, rogándole que
viniese a sanar a su criado" ( Lc 7,3). Y más
adelante: "Cuando ya estaba cerca de la casa le envió el centurión
unos amigos, diciéndole: Señor, no te tomes este trabajo, que no soy
digno de que entres en mi casa" ( Lc 7,6).
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 26,2
Algunos dicen que este caso y aquél no son
uno mismo, lo cual no carece de probabilidad, porque del uno se ha
dicho:"Construyó nuestra sinagoga y ama a la gente" (
Lc 7,5), y de éste dice el mismo Jesús: "Ni
en Israel hallé tanta fe". En lo que parece que aquél era judío. A mí
me parece que aquél y éste son uno mismo, y que cuando San Lucas dice
que envió para que viniera, insinuó el espíritu de adulación de los
judíos. Es conveniente, pues, creer que el centurión, queriendo ir,
fue retraído por las instancias oficiosas de los judíos, diciéndole
que irían y le traerían con ellos. Mas cuando se vio libre de la
importunidad de aquéllos, entonces envió a decirle: "No creas que no
he venido a buscarte por pereza, sino porque me he creído indigno de
recibirte en mi casa". En cuanto a lo que dice San Mateo de que no le
mandó a decir esto por medio de sus amigos, sino que se lo dijo por sí
mismo, ninguna contradicción hay. En uno y otro caso se expresa el
deseo de aquel hombre, y se manifiesta que tenía concebida una buena
opinión respecto del Salvador. Es muy conveniente creer aquí que el
centurión, después que mandó a sus amigos, se lo dijo por sí mismo
cuando venía. Si San Lucas no dijo esto ni San Mateo dijo aquéllo, no
se contradicen, sino que completan lo que habían dejado por decir uno
y otro.
San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,20
San Mateo, para llegar a esta alabanza que
el Salvador hace del centurión: "No hallé tanta fe en Israel", nos dio
el compendio del acceso del centurión al Señor, hecho por medio de
otras personas, mientras que San Lucas refiere todos los detalles del
hecho tal cual tuvieron lugar, para obligarnos a comprender la manera
con que el centurión se acercó al Salvador, que nos refiere San Mateo
que no pudo engañarse.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 26,2
Ni tampoco hay contradicción entre lo que
dice San Lucas de que fabricó una sinagoga, y que no era israelita,
porque es posible que, sin ser judío, hubiese fabricado una sinagoga y
que amase la gente.
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10-13 |
Cuando esto oyó Jesús, se maravilló, y dijo a los que le seguían: "En verdad os digo, no he hallado una fe tan grande en Israel. Os digo, pues, que vendrán muchos de Oriente y de Occidente, y se recostarán con Abraham, e Isaac y Jacob en el reino de los cielos. Mas los hijos del reino serán echados en las tinieblas exteriores: allí será el llanto y el crujir de dientes". Y dijo Jesús al Centurión: "Ve, y como creíste, así te sea hecho": y fue sano el siervo en aquella hora. (vv. 10-13)
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 26,3
Así como lo que había dicho el leproso,
hablando de la potestad de Jesucristo: "Si quieres, puedes curarme",
se confirma con la palabra del Salvador que dice: "Quiero, sé limpio",
así también aquí, no sólo no inculpó al centurión por lo que dijo de
su potestad, sino que le elogió. Hizo más todavía, y el evangelista,
significando la intensidad de la alabanza, dice: "Oyéndolo Jesús..."
Pseudo-Orígenes, hom. in liv. 5
Considera qué y cuánto es lo que admira el
Unigénito de Dios. El oro, las riquezas, los reinos, los principados,
son en su presencia como una sombra o una flor que se cae. Ninguna de
estas cosas es admirable en la presencia de Dios, como grande o
preciosa, sino solamente la fe. A ésta la admira honrándola, a ésta la
estima digna de su agrado.
San Agustín, super Genesim contra Manichaeos, 1, 8
¿Quién puede decirse que había infundido
la fe en el centurión, sino el mismo que la admiraba? Y si era otro el
que la había infundido, ¿cómo la admiraba Aquel que todo lo sabe? El
Señor admira para enseñarnos lo que debemos admirar nosotros, que aun
necesitamos ser movidos así. Por lo demás, estas emociones no
anunciaban en El la perturbación del alma, sino que constituían parte
de su enseñanza.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 26,3
Por lo que se dice que se admiró en
presencia de todo el pueblo, para dar ejemplo a los demás, a fin de
que admirasen también. Sigue, pues: Y a los que le seguían les dijo:
"En verdad os digo".
San Agustín, contra Faustum 22, 74
Alabó la fe de aquél, pero no le mandó
dejar la milicia.
San Jerónimo
Habla de los contemporáneos, no de los
pasados patriarcas y profetas.
Pseudo-Crisóstomo,
opus imperfectum in Matthaeum, hom. 22
Creyó Andrés, pero diciendo San Juan: "He
aquí el Cordero de Dios" ( Jn 1,36); creyó
San Pedro, pero evangelizándole Andrés; creyó Felipe, pero leyendo las
Escrituras; y Nathanael recibió primero una prueba de la divinidad, y
así ofreció la confesión de su fe.
Pseudo-Orígenes, hom. in liv. 5
Jairo, príncipe de Israel, pidiendo por su
hija, no dijo: "Di con tu palabra", sino: "Ven inmediatamente" (
Mc 5,23). Nicodemo, oyendo hablar del
misterio de la fe, dice: "¿Cómo puede ser esto?" (
Jn 3,9). María y Marta dicen: "Señor, si hubieses estado aquí,
mi hermano no hubiese muerto" ( Jn 11,32).
Como dudando de que el poder de Dios pudiese estar presente en todas
partes.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 22
O si queremos considerar a éste como mejor
creyente que los apóstoles, deben entenderse las palabras de
Jesucristo en el sentido de que cualquier obra buena de un hombre se
alaba según la cualidad de la persona que la hace. Es una cosa grande
el que un hombre simple diga algo que parezca propio de la sabiduría,
lo cual no es admirable cuando lo dice un filósofo. En ese sentido se
ha dicho del centurión: "No he hallado tanta fe en Israel".
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 26,4
No era igual que creyese un judío o que
creyese un gentil.
San Jerónimo
O acaso en el centurión la fe de los
gentiles se prefiere a la de los israelitas, y por eso añade: "Os digo
que vendrán muchos de Oriente", etc.
San Agustín, sermones, 62,6
No dice todos,
sino que muchos vendrán de Oriente y de Occidente.
Con estas dos partes se designa todo el mundo.
Haymo
O vendrán del Oriente los que en el
momento que son iluminados se convierten y del Occidente los que
sufrían persecución por la fe hasta la muerte; o bien viene del
Oriente el que empieza a servir a Dios desde la infancia y del
Occidente el que se convierte a Dios en la ancianidad.
Pseudo-Orígenes, hom. in liv. 5
¿Mas cómo dice en otro lugar que son pocos
los escogidos? En cada generación son pocos los escogidos, pero
reunidos el día del juicio se verá que son muchos. Prosigue: "Y se
recostarán, no extendiendo su cuerpo, sino descansando
espiritualmente; no bebiendo temporalmente, sino gozando de los fines
eternos, con Abraham, Isaac y Jacob en el Reino de los Cielos, donde
se encuentran la luz, la alegría, la gloria y la longevidad de la vida
eterna".
San Jerónimo
Porque el Dios de Abraham, Creador del
cielo, es Padre de Jesucristo. En el Reino de los Cielos se encuentra
Abraham con quien descansarán las naciones que creyeron en Jesucristo,
Hijo del Creador.
San Agustín, sermones, 62,6
Así como vemos a los cristianos, llamados
al convite celestial, donde se encuentra el pan de la santidad y la
bebida de la sabiduría, también vemos a los judíos reprobados en la
siguiente frase: "Mas los hijos del reino serán arrojados a las
tinieblas exteriores". Esto es, los judíos, que recibieron la ley, que
celebran en sus figuras los misterios futuros que, una vez presentes,
no reconocieron.
San Jerónimo
O llama a los judíos hijos del reino,
porque Dios ha reinado antes en ellos.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 26,4
O llama hijos del reino, a aquellos para
quienes estaba el reino preparado, lo cual los estimulaba más.
San Agustín, contra Faustum, 16, 24
Si, pues, Moisés no ha recomendado al
pueblo de Israel otro Dios que el de Abraham, Isaac y Jacob, y
Jesucristo recomienda el mismo, no puede acusársele de haber intentado
apartar aquel pueblo de su Dios. Precisamente, si los amenaza con que
irán a las tinieblas exteriores es porque los veía apartados de su
Dios, en el reino del cual dice que todas las gentes, llamadas de todo
el mundo, descansarán con Abraham, Isaac y Jacob (
Ex 3), no por otro motivo que por haber tenido la fe del Dios
de Abraham, de Isaac y Jacob. El testimonio que aquí les da el
Salvador, no supone que no hayan sido enmendados en su muerte ni
justificados después de su pasión.
San Jerónimo
Se llaman tinieblas
exteriores porque el que es arrojado por Dios afuera, deja la
luz.
Haymo
Manifiesta que habrán de padecer allí
cuando añade: "Allí será el llanto y el crujir de dientes". Con la
metáfora de los miembros describe las penas de los tormentos. Cuando
los ojos son afectados por el humo producen lágrimas, y los dientes
rechinan cuando hace demasiado frío. Se manifiesta, pues, que los
réprobos en el infierno sufrirán un calor y un frío intolerables,
según aquellas palabras de Job: "Pasarán de las aguas de nieve al
excesivo calor" ( Job 24,19).
San Jerónimo
Si, pues, el llanto es propio de los ojos,
y el rechinar de dientes representa los huesos, es verdadera la
resurrección de los cuerpos y de aquellos miembros que murieron.
Rábano
El rechinar de los dientes es efecto de la
indignación, porque cuando cada uno se arrepiente tarde, tarde también
se enfurece por haber delinquido con tan persistente iniquidad.
Remigio
O de otro modo, llama tinieblas exteriores
a las naciones extranjeras, pues en cuanto al punto de vista
histórico, el Señor anuncia aquí la ruina de los judíos, quienes a
causa de su infidelidad habrían de ser llevados cautivos y ser
dispersados por las diversas naciones de la tierra. El llanto suele
nacer del fuego, y el rechinar de dientes del frío. Se atribuye el
llanto a aquellos que habitan en los países más cálidos, como en la
India y en la Etiopía; mas el rechinar de dientes es propio de
aquellos que viven en los países más fríos, como son la Hircania y la
Escitia.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 26,5
A fin de que nadie pensase que lo que el
Salvador había dicho al centurión, no era sino una vana adulación,
hace milagros como sigue: "Y dijo Jesús al centurión: ve, y como
creíste, así se haga".
Rábano
Como si dijese: "Según la medida de tu fe,
se te medirá esta gracia. Puede, por consiguiente, el mérito del Señor
ayudar a sus siervos, no sólo por razón de la fe sino también por el
cumplimiento de la ley, de donde sigue: "Y fue sano el siervo en
aquella hora".
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom., 26,5
Debe admirarse la prontitud. No solamente
el curar, sino también el modo impensado y el momento de tiempo en que
Jesucristo hace esto, manifiesta su gran poder.
San Agustín, sermones 62,4
Así como el Señor no entró con el cuerpo
en la casa del centurión, sino que ausente de cuerpo y presente con la
majestad, sanó al mismo muchacho, así en el solo pueblo judío estuvo
con el cuerpo, porque en las demás naciones ni nació de la Virgen, ni
padeció, ni mostró enfermedad alguna, ni hizo milagros, y sin embargo
se cumplió lo que se había dicho: "El pueblo que no me conoció, me
sirvió, y al oír hablar de mí, me obedeció" ( Sal
17,46). La nación judía conoció y crucificó; las demás naciones de la
tierra oyeron y creyeron.
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14-15 |
Y habiendo llegado Jesús a la casa de Pedro, vio a su suegra que yacía en cama, y con fiebre: Y le tocó la mano, y la dejó la fiebre, y se levantó, y los servía. (vv. 14-15)
Rábano
Después que manifestó San Mateo en el
leproso la curación de todo el género humano, y en el siervo del
centurión la del pueblo gentil, consiguientemente por medio de la
suegra de San Pedro, designa la curación de la sinagoga, y por esto
dice: "Habiendo llegado Jesús a la casa de Pedro". Primero habla del
siervo, porque fue mayor el milagro, y mayor la gracia en el gentil
convertido o porque al fin del mundo la sinagoga habrá de convertirse
en absoluto, cuando hayan entrado todas las gentes en el reino de
Dios. La casa de San Pedro, estaba en Betsaida.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 27,1
Pero, ¿por qué entró en la casa de Pedro?
Me parece que a comer, porque se añade: "Y se levantó y los servía".
Se detenía en casa de sus discípulos para honrarlos y hacerlos con
esto más ansiosos. Considera el respeto de San Pedro para con
Jesucristo. Teniendo a su suegra en casa con calentura, no le hizo
venir a ella, sino que esperó que terminase la predicación de la
doctrina y que se curasen otros. Había aprendido desde el principio a
dar la preferencia sobre sí a todos los demás. Así es que ni siquiera
le hace una indicación, sino que el Señor fue espontáneamente, después
que dijo el centurión: "No soy digno de que entres en mi casa",
manifestando cuánto distinguía a su discípulo. No se creyó rebajado al
entrar bajo el techo de un pobre pescador, para enseñarnos a conculcar
en todo el orgullo humano. Unas veces cura con su sola palabra y otras
extiende además la mano como en esta ocasión dice el sagrado texto: "Y
tocó su mano". No siempre quería hacer milagros sobreabundantes, le
convenía ocultarse alguna vez. Tocando el cuerpo, no sólo curó la
fiebre, sino que también le concedió una salud completa. Cuando la
enfermedad era curable, en el modo de curar manifestaba su poder,
haciendo lo que no puede hacer la medicina, esto es, restituyendo al
mismo tiempo la salud completa, por lo que el evangelista, entendiendo
esto así, dice: "Y se levantó, y los servía".
San Jerónimo
La naturaleza de los hombres es tal que
después de haber pasado una enfermedad, parece que están peores que
durante ella, y cuando empieza la convalescencia, es precisamente
cuando se siente más la enfermedad, pero la salud que se concede por
el Señor, se concede toda a la vez.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 27,1
En esto que se dice, de que se levantó y
los servía, se manifiesta el poder de Dios y la disposición que
aquella mujer mostraba hacia Jesucristo.
Beda
Místicamente hablando, la
casa de San Pedro representa la ley y la
circuncisión, la suegra figura la sinagoga,
que en cierto modo es la madre de la Iglesia, confiada a Pedro.
Aquélla estaba enferma, porque sufría la calentura de la envidia,
persiguiendo a la Iglesia, cuya mano toca el Señor cuando convierte
sus acciones terrenas en costumbre espiritual.
Remigio
También puede entenderse, que la suegra de
San Pedro representa la ley que, según el apóstol, estaba enferma
según la carne, esto es, la inteligencia carnal. Pero cuando el Señor,
por el misterio de la encarnación, apareció visiblemente delante de la
sinagoga, cumplió la ley con sus obras y enseñó la manera de
entenderla en sentido espiritual. Asociada luego a la gracia del
Evangelio, adquirió tanta fuerza que se convirtió de dispensadora de
la muerte y de la pena, en ministra de la vida y de la gloria.
Rábano
Toda alma que vive bajo el dominio de las
concupiscencias de la carne, se encuentra como el que padece fiebre.
Pero tocada por la mano de la misericordia divina, convalece y enfrena
las pasiones de la carne, por medio de la continencia, y con los
mismos miembros con que servía a la inmundicia, sirve ahora a Dios.
San Hilario, homiliae in Matthaeum, 7
En la suegra de San Pedro puede decirse
también que estaba representada la viciosa afección de la infidelidad,
a la que va unida la libertad de la voluntad, que nos une a sí, con
cierto lazo conyugal. Luego con la entrada del Señor en la casa de
Pedro (esto es, en el cuerpo), se cura la infidelidad de los pecados,
que arde con vehemencia y libre del yugo de los vicios, se consagra el
alma al servicio de Dios.
San Agustín, de consensu evangelistarum, 2, 21
Cuándo fue obrado este milagro (esto es,
después de qué o antes de qué) no lo dice San Mateo. No puede decirse
que este hecho aconteció necesariamente después de lo que había
referido. Se comprende, sin embargo, que ha recopilado aquí lo que
antes había omitido. San Marcos ( Mc 1,29-31)
lo coloca antes de la curación, que refiere del leproso, y que parece
le pone inmediatamente después del sermón del monte, que omite. San
Lucas ( Lc 4 39-39) también coloca esta
curación de la suegra de Pedro después de la misma circunstancia que
San Marcos. Le interpuso antes de un sermón muy largo del Salvador, y
que puede creerse sea el mismo que San Mateo dice que predicó el Señor
en el monte. ¿Pero qué importa el lugar u orden de los hechos? ¿Qué
importa que un evangelista ponga ahora lo que acababa de omitir, o que
ponga antes lo que era posterior, con tal que el hecho, así colocado,
no se oponga en nada a otro hecho, referido por él o por otro? No está
en la potestad de cada uno el recordar oportunamente las cosas
conocidas, por el mismo orden que sucedieron. Es bastante que cada
evangelista crea que debe contar las cosas por el orden con que Dios
se dignó recordarle lo que ya sabía, por lo que, cuando no aparece el
orden de los tiempos, nada debe interesarnos, puesto que cada uno de
ellos tenía su modo de ordenar la narración.
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16-17 |
Y siendo ya tarde, le presentaron muchos endemoniados; y con la palabra expulsaba a los demonios, y sanó todos los enfermos, para que se cumpliera lo que fue dicho por el profeta Isaías, que dijo: El mismo tomó nuestras enfermedades y cargó con nuestras dolencias. (vv. 16-17)
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 27,2
Como el número de creyentes ya había
aumentado, y no querían separarse de Jesucristo en ningún tiempo, le
traen por la tarde los enfermos. Y por ello se dice: "Y siendo ya
tarde, le presentaron muchos que estaban poseídos del demonio".
San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,22
En cuanto a lo que dice: "Y siendo ya
tarde", indica suficientemente que esto se refiere al tiempo del mismo
día, aun cuando no sea necesario que estas palabras: "Y siendo ya
tarde", se tomen por la tarde de aquel mismo día.
Remigio
Jesucristo, Hijo de Dios, autor de la
salvación humana, fuente y origen de toda piedad, daba a todos una
medicina celeste. Por ello sigue: "Y arrojaba a los espíritus con la
palabra, y curaba a todos los que estaban enfermos". Lanzaba a los
demonios y curaba las enfermedades con sola la palabra, para demostrar
con estas señales y virtudes que El había venido para salvar a todo el
género humano.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 27,1
Fijémonos en las muchas curaciones que
omiten los evangelistas, no refiriendo a cada uno de los curados, sino
manifestando con una sola palabra una inmensidad inefable de milagros.
Mas para que por la grandeza del prodigio no se ponga en tela de
juicio, si curó tanta gente y varias enfermedades en un solo momento,
trae en su apoyo al profeta, que da testimonio de todas estas cosas
que se hacían, diciendo: "Para que se cumpliese lo que se ha dicho por
el profeta Isaías, que dice: El mismo tomó nuestras
enfermedades ".
Rábano
No para tenerlas El, sino para
quitárnoslas y llevó nuestras flaquezas, para que lo que nosotros no
podíamos llevar, a causa de la debilidad de nuestras fuerzas, lo
llevase El por nosotros.
Remigio
Tomó la debilidad de la naturaleza humana
para hacer fuertes y robustos a los que éramos débiles.
San Hilario, homiliae in Matthaeum, 7
Y con la pasión de su cuerpo (según lo que
habían dicho los profetas) asumió todas las debilidades de la humana
flaqueza.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom 27,2
Parece que el profeta más bien dijo esto,
refiriéndose a los pecados.¿Cómo, pues, el evangelista lo ha entendido
de las enfermedades? Porque o quiso adaptar ese testimonio a la
historia, o hacer ver que muchas enfermedades reconocen como causa los
pecados de las almas, y que la misma muerte reconoce como principio el
pecado.
San Jerónimo
Debe tenerse en cuenta que todos se curan,
no por la mañana, ni al mediodía, sino a la caída de la tarde, cuando
el sol va a ponerse y cuando el grano de trigo muere en la tierra para
producir muchos frutos.
Rábano
La postura del sol representa la pasión y
muerte de Aquel, que dijo por medio de San Juan: "Todo el tiempo que
estoy en el mundo, soy la luz del mundo" ( Jn
9,5), quien, mientras vivió en carne mortal, convirtió a pocos judíos.
Mas apenas hubo pisado con sus pies el reino de la muerte, prometió
los dones de la fe a todos los gentiles esparcidos por el mundo.
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18-22 |
Mas como viese Jesús muchas gentes alrededor de sí, mandó a sus discípulos pasar a la otra parte del lago. Y llegándose a El un escriba, le dijo: "Maestro, te seguiré a donde quiera que fueres". Y Jesús le dijo: "Las raposas tienen cuevas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del hombre no tiene donde recostar la cabeza". Y otro de sus discípulos le dijo: "Señor déjame ir primero, y enterrar a mi padre". Mas Jesús le dice: "Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos". (vv. 18-22) San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 27,2
Como Jesús no solamente curaba los
cuerpos, sino que también enmendaba el alma y enseñaba la verdadera
sabiduría, quiso mostrarse a sí mismo, no sólo curando las
enfermedades, sino también no haciendo nada por ostentación, y por eso
se dice: "Mas como viese Jesús muchas gentes alrededor de sí, mandó
pasar a la otra parte del lago". Hacía esto, educándonos en la
moderación, calmando la envidia de los judíos y enseñándonos a no
hacer nada por ostentación.
Remigio
Hizo esto, como hombre, queriendo evitar
la importunidad de la muchedumbre. Estaban fijos en El admirándole, y
queriendo verle. ¿Quién, en efecto, querría separarse de El, cuando
tales milagros hacía? ¿Quién no querría ver su rostro sencillo y
aquella boca que tales cosas hablaba? Pues si Moisés tenía la cara
radiante de gloria y San Esteban como la de un ángel, comprendamos que
el dueño de todas las cosas debió aparecer entonces cual convenía. Por
lo cual dice el profeta: "Magnífico en hermosura sobre los hijos de
los hombres" ( Sal 44,3).
San Hilario, homiliae in Matthaeum, 7
No debemos creer que el nombre de
discípulo conviniese solamente a los apóstoles; pues leemos que,
además de los apóstoles, hubo otros muchos discípulos.
San Agustín, De consensu evangelistarum, 2, 22
Es manifiesto que el día en que Jesús
mandó pasar a la otra parte del lago, no es aquel que sigue al otro en
que fue curada la suegra de San Pedro, porque en ese día San Marcos y
San Lucas dicen que salió Jesús para el desierto.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 27,2
Observemos que, para no ofender a la
muchedumbre, no las despide directamente, no le dice:
Retiraos, sino que mandó a sus discípulos ir
al otro lado, dando esperanza a la muchedumbre de ir también allá.
Remigio
Qué es lo que sucedió entre tanto que
Jesús mandó y se verificó el embarque, el evangelista procuró
manifestarlo, cuando añade: "Y llegándose a El un escriba, le dijo:
Maestro, te seguiré adonde quiera que fueres".
San Jerónimo
Este escriba, que sólo conocía la letra
que mata, si hubiese dicho: "Señor, te seguiré adonde quiera que tú
vayas", no hubiese sido rechazado por el Señor. Mas como le
consideraba como maestro de entre muchos, y
era literato, y no oyente espiritual, no tenía lugar en el cual
pudiese Jesús reclinar su cabeza. Se nos demuestra, pues, con esto que
el escriba fue rechazado, porque viendo la grandeza de los milagros,
quiso seguir al Salvador para procurarse ganancias con la industria de
los milagros, deseando lo mismo que Simón Mago quería comprar a San
Pedro.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 27,2
Veamos también cuánto es su orgullo. Vino
y habló de tal modo, que parecía desdeñarse de ser contado con la
muchedumbre, manifestando que era superior a muchos.
San Hilario, homiliae in Matthaeum, 7
Este escriba, que es uno de los doctores
de la ley, le pregunta si quiere que le siga, como si en la ley no
estuviese manifiesto que éste era Jesucristo, a quien debe seguirse
con gran provecho. Por lo tanto manifestó su pensamiento de
infidelidad bajo la duda de la pregunta, porque el aceptar la fe no es
cosa que debe preguntarse, sino seguirse.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom 27,2
Jesucristo le responde, no a la pregunta,
que hace por medio de palabras, sino al fin que se propone, como
sigue: "Y Jesús le dijo: Las raposas tienen cuevas y las aves del
cielo nidos; mas el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la
cabeza", como si dijese
San Jerónimo
: ¿Cómo es que quieres seguirme por las
riquezas y las ganancias del mundo, cuando yo soy tan pobre que no
tengo albergue ninguno, ni techo que pueda llamar mío?
San Juan Crisóstomo, homilae in Matthaeum, hom. 27,2
Esta respuesta no era para rechazarle,
sino para reprenderle. Hubiérale aceptado, a haber querido seguirle en
la pobreza. Y para que se comprenda su malicia, oyendo esto, no dijo:
"Estoy preparado a seguirte".
San Agustín, sermones 100,1
O de otro modo, el Hijo del hombre no
tiene donde reclinar su cabeza, a saber, en tu fe. Las zorras tienen
cuevas en tu corazón, porque eres un falsario, las aves del cielo
tienen nidos en tu corazón, porque estás elevado por el orgullo. Como
falsario y como orgulloso no me seguirás. ¿Cómo puede suceder que el
falsario siga al que es sencillo?
San Gregorio Magno, Moralia, 19, 1
Las zorras son los animales más engañosos.
Se esconden en fosas o en cuevas y cuando aparecen, nunca marchan por
caminos derechos, sino que corren por sendas tortuosas. Las aves se
remontan con alto vuelo. Así, con el nombre de zorras se significan
los engaños y los fraudes, con el nombre de las aves, esta misma
soberbia, propia de los demonios. Como si dijese: "Los demonios,
engañadores y soberbios, encuentran hospedaje en tu corazón, pero mi
humildad no encuentra descanso en el alma soberbia.
San Agustín, quaestiones evangeliorum, 5
Se entiende, pues, que movido por los
milagros, el escriba quiso seguir a Jesús buscando la vanagloria (que
significan las aves), y fingió ofrecerse como discípulo, cuya ficción
se significa con el nombre de las zorras.
Rábano
Los herejes, que confían en su astucia, se
significan por las zorras, y los espíritus malignos por las aves, que
tenían en el corazón del pueblo judío cuevas y nidos, esto es, sus
domicilios.
Prosigue: Otro de sus discípulos le dice:
"Señor, permíteme primero ir a enterrar a mi padre".
San Jerónimo
¿Qué semejanza hay entre el escriba y el
discípulo? Aquél le llama maestro, y éste le
confiesa como Señor. Este, manifestando su piedad, desea ir a enterrar
al padre. Aquél promete seguirle a donde quiera que vaya, no buscando
al Maestro, sino utilidad del maestro.
San Hilario, homiliae in Matthaeum, 7
Este discípulo no le pregunta si le debe
seguir (ya creyó que convenía seguirle), sino que le ruega le permita
ir a enterrar a su padre.
San Agustín, sermones, 100,2
El Señor, cuando prepara a los hombres
para el Evangelio, no quiere que interpongan ninguna excusa de piedad
temporal o terrena, y por eso sigue: "Jesús le dijo: Sígueme, y deja a
los muertos que entierren a sus muertos".
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 27,3
Dijo esto, no mandando despreciar el honor
que se debe a los padres, sino demostrando que ninguna cosa es tan
necesaria para nosotros como el ocuparnos en los negocios del cielo. A
ese fin debemos unirnos a ellos con todo nuestro ardor, y no tardar un
momento por inevitables e incitantes que sean las cosas que nos
atraen. ¿Qué cosa era más necesaria que enterrar a su padre? ¿Y qué
otra cosa más fácil? El tiempo que se podía tardar no era mucho. Por
ese medio el Señor le libró de muchos males, como son los llantos y
las tristezas, y las demás cosas que de aquí se desprenden. Después de
la sepultura era necesario examinar el testamento, hacer las
particiones y otras cosas por el estilo. Y así, sucediéndose en él las
fluctuaciones unas a otras, pudieron alejarle mucho de la verdad. Mas
si aún se subleva tu corazón, piensa que muchos no permiten que los
enfermos sepan la muerte de su padre, de su madre o de su hijo, ni les
permiten acompañar su cadáver al sepulcro, y lejos de ser esto una
crueldad, lo sería lo contrario. Y mucho más malo es separar a un
hombre de los tratos espirituales, sobre todo cuando hay otros para
cumplir esos tristes deberes de sepultura, como acontecía en esta
ocasión. Por eso contesta el Señor: "Deja a los muertos que entierren
a sus muertos".
San Agustín, sermones 100,2
Como diciendo: "Tu padre ha muerto, pero
hay otros muertos que entierran a sus muertos, como son los infieles".
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 27,4
En lo que manifiesta que este muerto no le
pertenecía, porque el difunto, según yo creo, era del número de los
infieles. Si admiras a este joven porque preguntó al Salvador acerca
de un asunto tan necesario y no se marchó espontáneamente, admira
mucho más que, habiéndose prohibido marchar, se quedó, sin que esto
pueda llamarse ingratitud, puesto que no lo hizo por desidia, sino por
dar la preferencia a un asunto de más interés.
San Hilario, homiliae in Matthaeum, 7
Lo que nos enseña el principio de la
oración dominical, que en primer lugar debemos rogar: "Padre nuestro
que estás en los cielos" ( Mt 6,9), se
realiza en el discípulo, personificación del pueblo creyente. Se le
advierte que tiene un solo Padre, que está en los cielos. Después,
entre el hijo fiel y el padre infiel, no queda ningún derecho para
llamarse padre. Advirtió también que no se mezclen en las memorias de
los santos los muertos infieles, que igualmente están muertos los que
viven apartados de Dios, que por consiguiente, los muertos sean
sepultados por los muertos, porque es necesario que por la fe de Dios
los vivos se adhieran a los vivos.
San Jerónimo
Si un muerto sepulta a otro muerto, no
debemos cuidarnos de los muertos, sino de los que viven, no sea que
mientras andamos solícitos por los muertos, vengamos a ser muertos
también.
San Gregorio Magno, Moralia, 4,27
Los muertos sepultan también al muerto
cuando los pecadores favorecen a los pecadores, pues los que alaban al
que peca, le esconden ya muerto bajo la losa de sus palabras.
Rábano
En esta sentencia podemos ver también que
en algunas ocasiones debe prescindirse de los bienes pequeños para
conseguir otros mayores por su utilidad.
San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,23
Lo que San Mateo nos cuenta aquí como
acontecido después que el Señor mandó que se pasase al otro lado del
lago, San Lucas ( Lc 9) lo coloca en el
momento en que estaban en marcha por el camino, lo cual no es
contrario, porque era necesario andar camino para llegar al mar.
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23-27 |
Y entrando El en una barca, le siguieron sus discípulos. Y sobrevino luego un grande alboroto en la mar, de modo que las ondas cubrían la barca. Mas El dormía. Y se llegaron a El sus discípulos y le despertaron, diciéndole: "Señor, sálvanos, que perecemos". Y Jesús les dice: "¿Qué teméis, hombres de poca fe?" Y levantándose al punto, mandó a los vientos y a la mar, y se siguió una grande calma. Y los hombres se maravillaron, y decían: "¿Quién es Este, a quien los vientos y la mar obedecen?" (vv. 23-27) Pseudo-Orígenes, hom. 7
Habiendo hecho Jesucristo muchos y
admirables prodigios en tierra, pasa al mar a ejecutar allí obras más
admirables, para demostrar a todos que era el Señor de la tierra y del
mar. Por lo que se dice: "Y entrando El en una barca, le siguieron sus
discípulos", no imbéciles, sino firmes y estables en la fe. Estos,
pues, le siguieron, no sólo tras las huellas de sus pies, sino más
bien acompañando a su santidad.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom.28,1
Tomó a sus discípulos consigo, y en la
barca, para enseñarles estas dos cosas: no asustarse ante los
peligros, ni envanecerse con los honores. Permite que las olas los
atormenten, a fin de que no formen de sí mismos un juicio muy
ventajoso, a causa de la elección que había hecho de ellos, dejando a
los demás. Cuando se trata de manifestación de milagros, permite que
asista el pueblo; mas cuando es cuestión de tentaciones y temores,
toma solamente a los atletas que se proponía formar para la conquista
del mundo.
Pseudo-Orígenes, hom. 7
Apenas entró en la barca hizo que se
alborotara el mar. Como sigue: "Y sobrevino luego un grande alboroto
en el mar, de modo que las olas cubriesen la navecilla". Esta
tempestad no nació de sí misma, sino que obedeció al poder del que
mandaba, el cual saca los vientos de sus tesoros. Se levantó una gran
tempestad, para manifestar la grandiosidad del prodigio, porque cuanto
más se precipitaban las olas sobre la navecilla, tanto más el temor
turbaba a los discípulos, y más deseaban librarse por medio de un
milagro del Salvador.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 28,1
Habían visto a otros recibir beneficios de
manos de Jesús, pero como no juzgamos igualmente lo que se hace en los
otros cuerpos con lo que se hace en el nuestro, fue conveniente que,
por el sentido familiar, disfrutasen de los beneficios de Jesucristo.
Y por eso quiso que se verificase esta tempestad, para que, por su
liberación, les hiciese más claro el sentido del beneficio. Esta
turbación era la figura de las tentaciones que habían de venir, de las
cuales dice San Pablo: "No quiero que ignoréis, hermanos, que estamos
gravados sobre nuestras fuerzas" ( 2Cor 1,8).
Para dar tiempo al miedo, se dice: "Mas El dormía". Si se hubiese
verificado la tempestad estando El despierto, o no hubiesen temido, o
no le hubiesen rogado, y acaso no hubiesen creído que El podía hacer
tal cosa.
Pseudo-Orígenes,
hom. 7
La cosa, en verdad, es admirable y
estupenda. El que nunca duerme ni aun dormita, ahora se dice que
duerme. Dormía, en verdad, como hombre, pero vigilaba como Dios,
manifestando así que tenía verdadero cuerpo humano, que había vestido
corruptible. Dormía con el cuerpo, para hacer vigilar a los apóstoles,
y para que nunca durmamos nosotros con el alma. Fue tanto lo que los
discípulos se aferraron con el miedo, que, casi faltos de razón, se
arrojaron sobre El, y en vez de hablarle con modestia y dulzura, le
despertaron turbulentamente, como indica el evangelista: Y se
acercaron los discípulos a El, y lo despertaron, diciendo: "Señor,
sálvanos, que perecemos".
San Jerónimo
El tipo de este signo le vemos en el
profeta Jonás, cuando, peligrando todos los otros, El estaba seguro, y
duerme y es despertado.
Pseudo-Orígenes,
hom. 7
¡Oh verdaderos discípulos! Tenéis con
vosotros al Salvador, ¿y teméis el peligro? Está con vosotros la vida,
¿y teméis la muerte? Pero respondan: "Somos niños débiles todavía, y
por eso tememos". De sonde sigue. "Y les dijo Jesús: ¿Por qué teméis,
hombres de poca fe?" Como diciendo: "Si me habéis visto poderoso en la
tierra, ¿por qué no creéis que también puedo serlo en el mar?" Y si
viniese la muerte, ¿no debéis sufrirla con gran valor? El que cree
poco será argüido, el que nada cree, será condenado.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom.28,1
Mas si alguno dijese que no fue señal de
poca fe el aproximarse a despertar a Jesús, habrá de admitir que esto
fue señal de que todavía no tenían formada de El una opinión decorosa,
porque habían conocido que podía increpar a la mar estando despierto,
y aun no habían conocido que podía hacer lo mismo estando dormido. No
hace este milagro en presencia de la muchedumbre, para que no sean
acusados de poca fe. Pero, hallándose solo con ellos, los reprende
ante todo, y calma la turbación de las aguas, como sigue: "Entonces,
levantándose, mandó a los vientos y a la mar, y se siguió una grande
calma".
San Jerónimo
De este pasaje inferimos que todas las
criaturas sienten al Creador, pues aquellos a quienes se manda,
sienten al que manda, no según el error de los herejes (que todo lo
creen animado), sino por la majestad del Creador, por la que todas las
cosas que son insensibles para nosotros son sensibles para El.
Pseudo-Orígenes,
hom. 7
Mandó, pues, a los vientos y al mar, y de
un viento grande se hizo una gran tranquilidad. Conviene que el grande
haga cosas grandes, y por eso el que primero había alborotado
magníficamente la profundidad del mar, ahora manda que otra vez se
restablezca una gran tranquilidad, para que los discípulos, tan
turbados, se alegren magníficamente.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 28,2
Vemos aquí también que toda la tempestad
se disipó en el acto sin quedar huella de la turbación, lo cual era
ciertamente extraño, pues cuando la fluctuación se termina
naturalmente, las aguas se agitan después por mucho tiempo, mientras
que aquí todo se volvió a la vez. Así realiza aquí Jesucristo lo que
ha dicho del Padre: "Dijo, y se detuvo el espíritu de la tempestad" (
Sal 106). Con su sola palabra y mandato
apacigua y refrena el mar. Por el aspecto, el sueño y el uso de la
barca, los allí presentes le consideraban como hombre. De ahí la
admiración en que cayeron, como sigue: "Y los hombres se maravillaron
y decían: ¿Quién es ese", etc.
Glosa
San Juan Crisóstomo pone esta versión:
"¿Quién es este hombre?" El sueño y lo que aparecía demostraba que era
hombre, pero el mar y la tranquilidad manifestaban que era Dios.
Pseudo-Orígenes,
hom. 7
Pero ¿quiénes son esos hombres que se
admiraron? No creas que aquí se habla de los apóstoles, nunca
encontramos que se designen los discípulos del Señor sino para
honrarlos, y siempre se les llama apóstoles o
discípulos. Se admiraban, pues, los hombres
que navegaban con El, y de quienes era la barca.
San Jerónimo
Pero si alguno contenciosamente quiere
decir que eran los discípulos los que se admiraban, responderemos que
se les llama hombres con propiedad, porque
todavía no habían conocido el poder del Salvador.
Pseudo-Orígenes,
hom. 7
No dicen preguntando: "¿Cuál es Este?",
sino asegurando que éste es Aquel a quien obedecen los vientos y el
mar. ¿Cuál es éste, pues?, esto es, ¡qué poderoso, qué fuerte, qué
grande! Manda a toda criatura, y no se desobedece su mandato. Sólo los
hombres resisten, y por eso serán condenados en el juicio. En sentido
místico, todos navegamos con el Señor en la barca de la Iglesia por
este mundo borrascoso. El mismo Señor duerme con piadoso sueño,
esperando nuestra paciencia y la penitencia de los impíos.
San Hilario,
homiliae in Matthaeum, 7
Duerme, porque con nuestro sueño se
adormece en nosotros. Sucede eso especialmente para que, en el miedo
del peligro esperemos de Dios el auxilio. ¡Y ojalá que nuestra
esperanza, aunque tardía, confíe en que podrá evadir el peligro,
porque vigila dentro de nosotros el poder de Dios.
Pseudo-Orígenes,
hom. 7
Acerquémonos a El con alegría, diciendo
con el profeta: "Levántate; ¿por qué te duermes, Señor?" (
Sal 43,23). Y El mandará a los vientos, esto
es, a los demonios, que son los que agitan en las persecuciones de los
santos. Y restablecerá una gran tranquilidad respecto de los cuerpos y
de las almas, la paz para la Iglesia y la serenidad para el mundo.
Rábano
El mar es la vorágine del mundo; la nave
en que sube Jesús es el árbol de la cruz, con cuyo auxilio los fieles,
hendidas las olas del mundo, vienen a la patria celestial como a una
playa segura, en la que salta Jesús con todos los suyos. Por ello dice
después: "El que quiera venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome
su cruz y sígame". Habiendo Jesús subido a la Cruz, se verificó un
gran movimiento, porque se agitaron las imaginaciones de sus
discípulos, acerca de su pasión y la nave se cubría con las olas,
porque toda la fuerza de la persecución se verificó en derredor de la
Cruz, cuando sucumbió por la muerte. Por esto se ha dicho: "Mas El
dormía". Su dormir es la muerte. Los discípulos despiertan al
Salvador, cuando turbados con la muerte, buscan la resurrección a
grandes voces, diciendo: "Sálvanos, resucitando, porque perecemos con
la turbación de tu muerte". Pero El, resucitando, les reprende la
dureza de su corazón, como se lee más adelante. Mandó el Señor a los
vientos, porque humilló la soberbia del diablo. Mandó al mar, porque
inutilizó la rabia de los judíos, y se verificó una gran calma, porque
se tranquilizaron las mentes de los discípulos cuando presenciaron la
resurrección.
Glosa
La nave es la Iglesia presente, en la que
Jesucristo atraviesa con los suyos el mar de esta vida, enfrentando
las aguas de las persecuciones. Admiremos y demos gracias a Dios.
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28-34 |
Y cuando Jesús hubo pasado de la otra parte del lago a la tierra de los Gerasenos, le vinieron al encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros; fieros de tal manera, que ninguno podía pasar por el camino. Y empezaron luego a decir a gritos: "¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús, Hijo de Dios? ¿Has venido acá a atormentarnos antes de tiempo?" Y no lejos de ellos andaba una piara de muchos puercos, paciendo. Y los demonios le rogaban, diciendo: "Si nos echas de aquí envíanos a la piara de los puercos". Y les dijo: "Id". Y ellos, saliendo, se fueron a los puercos. Y he aquí que con gran ímpetu se fue todo el rebaño por un precipicio al mar, y murieron en las aguas. Y los pastores huyeron; y, viniendo a la ciudad, contaron todo esto y el suceso de los endemoniados. Y he aquí que toda la ciudad salió al encuentro a Jesús. Y cuando le vieron, le rogaban que saliese de sus términos. (vv. 28-34)
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom.28,2
Los hombres decían que Cristo era hombre,
pero vinieron los demonios publicando su divinidad, para que, los que
no habían oído hablar del mar alborotado y encalmado después, oyesen a
los demonios clamando. Por ello prosigue el evangelista: "Y cuando
hubo venido Jesús de la otra parte del lago a la región", etc.
Rábano
Gerasa es una ciudad de la Arabia, a la
parte allá del Jordán, en las faldas del monte Galaad, que ocupó la
tribu de Manasés, no lejos del lago de Tiberíades, en el que los
puercos se precipitaron.
San Agustín,
de consensu evangelistarum, 2, 24
Mientras que San Mateo dice que fueron dos
los endemoniados, San Marcos y San Lucas sólo hacen mención de uno.
Pero debe tenerse en cuenta que uno de ellos era persona de posición y
de fama, a quien sentía mucho la región aquella, y por cuya salud el
pueblo se interesaba, de ahí el que la fama de este hecho brillase
más.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom.28,2-3
San Lucas y San Marcos eligieron uno de
ellos, el que estaba más malo, y por ello expusieron su desgracia. San
Lucas dice que, rotas las ligaduras con que se le sujetaba, se había
ido al desierto. San Marcos, que se daba golpes contra las piedras,
pero no dicen si fue uno solo, para que no apareciese que decían lo
contrario que San Mateo. Por esto que se añade: "Que salían de los
sepulcros", querían insinuar un error pernicioso, a saber: que las
almas de los que mueren se convierten en demonios. Por eso muchos
desgraciados matan a los niños, para tener como cooperadora el alma de
ellos. No es el alma de un difunto quien clama, sino que el demonio
finge esto, para engañar a los que le oyen. Pues si fuese dado al alma
de un difunto entrar en el cuerpo de otro, mucho más preferiría entrar
en el suyo. Pero no tiene razón de ser que el alma que padece cosas
inicuas coopere con el que la hace inicuamente sufrir; ni que el
hombre pueda cambiar una substancia incorporal en otra, esto es, el
alma en sustancia de demonio; ni aun en los cuerpos puede ninguno
hacer esto, o sea que el cuerpo de un hombre se convierta en cuerpo de
un asno. Por otra parte, tampoco es racional que el alma, separada del
cuerpo, ande ya errante por la tierra. Las almas de los justos están
en manos de Dios ( Sab 3,1), luego también
las de los niños, que tampoco son malas, que las almas de los
pecadores son también sacadas inmediatamente de este mundo, es
manifiesto por el hecho de Lázaro y el rico Epulón. Como ninguno se
atrevía a traer a Jesucristo los endemoniados, por temor de ser
maltratados, va Jesucristo hacia ellos. Cuál sería la furia de éstos,
nos lo dicen las palabras siguientes: "Fieros en demasía, de tal
suerte, que ninguno se atrevía a pasar", etc. Mas los que prohibían
pasar a otros hallaron quien les obstruyese el camino, pues eran
invisiblemente flagelados, padeciendo intolerables tormentos con la
presencia de Jesucristo; por eso se añade: "Y he aquí que clamaron,
diciendo", etc.
San Jerónimo
No es ésta la confesión voluntaria, a la
que sigue el premio de los que confiesan, sino la extorsión de la
necesidad que obliga a los forzados. Así como los esclavos fugitivos
si ven a su señor después de mucho tiempo no suplican otra cosa sino
acerca de los azotes, así los demonios, viendo que el Señor se hallaba
de repente en la tierra creyeron que había venido a juzgarlos. Algunos
estiman ridículo que los demonios conociesen al Hijo de Dios y que lo
ignorase el diablo, porque aquéllos son de menor malicia que éste, del
cual son satélites. Y además, porque la ciencia de los discípulos debe
referirse al maestro, como al origen de donde procede.
San Agustín,
de civitate Dei, 9,21
Tanto se les manifestó Jesús, cuanto
quiso, y tanto quiso, cuanto convino. Se les manifestó, no por el lado
que es vida eterna y luz que ilumina a los piadosos, sino por medio de
ciertos efectos temporales de su poder y signos muy ocultos de su
presencia, más perceptibles a los espíritus angélicos, aunque sean
malignos, que a la humana debilidad.
San Jerónimo
Sin embargo, debe entenderse aquí que
tanto los demonios como el diablo sospechaban, más bien que conocían,
que era Hijo de Dios.
San Agustín,
de quaestionibus novi et veteri testamentorum, 66
En cuanto a que los demonios claman: "¿Qué
tenemos contigo, Jesús, Hijo de Dios?", debe creerse que lo dijeron,
más por lo que sospechaban que por lo que conocían, porque si hubiesen
conocido, nunca hubieran permitido que el Señor de la gloria fuese
crucificado.
Remigio
Todas las veces que eran atormentados por
su virtud y veían los milagros y prodigios que hacía, sospechaban que
sería el Hijo de Dios. Mas cuando veían que tenía hambre, sed, y que
padecía otras cosas por el estilo, dudaban y le creían puro hombre.
Debe considerarse que los judíos incrédulos, diciendo que Cristo
arrojaba a los demonios por medio de Beelzebub, y los arrianos,
diciendo que es una criatura, no sólo merecen ser condenados con el
juicio de Dios, sino también con la confesión de los demonios, que
llaman a Jesucristo Hijo de Dios. Dicen bien: "¿Qué tenemos contigo",
etc.; esto es, nada de común hay entre nuestra malicia y tu gracia,
porque según el Apóstol ( 2Cor 6), ninguna
sociedad hay entre la luz y las tinieblas.
San Juan Crisóstomo,
homiliar in Matthaeus, hom. 28,3
Para que no apareciese que decían esto por
adulación, basados en la experiencia, exclamaban: "Has venido antes de
tiempo a atormentarnos".
San Agustín,
de civitate Dei, 8,23
Ya porque les pareció prematuro lo que
opinaban que sucedería ciertamente, pero más tarde, ya porque
consideraban como su perdición esto mismo, por la que el conocimiento
de ellos los hacía despreciables. Y esto antes del día del juicio, en
el cual serán castigados con eterna condenación.
San Jerónimo
La misma presencia del Salvador es un
tormento para los demonios.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom.28,3
No podían decir que no habían pecado,
porque Jesucristo los había encontrado obrando mal y mortificando la
obra de Dios. Por esto creían que, por la abundancia de males que
habían hecho, no se les esperaría al día del juicio para aplicarles el
castigo merecido.
San Agustín,
de consensu evangelistarum,2,24
Que las palabras de los demonios se hayan
referido por los evangelios de diverso modo, no ofrece dificultad
alguna, puesto que pueden reducirse a una sola sentencia, o entenderse
que todas se han dicho. No porque San Mateo refiera este
acontecimiento hablando en plural y los demás en singular, se ha de
creer que digan cosas contradictorias, cuando ellos mismos dicen que,
preguntado el demonio quién era, respondió que él era una legión,
porque eran muchos demonios.
Prosigue: "Había no lejos de ellos un
rebaño de muchos puercos paciendo".
San Gregorio Magno,
Moralia 2,10
Sabe el diablo que no se basta a sí mismo
para obrar, sea lo que fuere, porque, ni en lo que es espíritu, existe
por sí mismo.
Remigio
No pidieron que se les entrase en los
hombres, porque veían que Aquel que los atormentaba tenía figura
humana. Tampoco pidieron se les entrase en un rebaño de bueyes o
corderos, porque eran animales limpios por precepto de Dios, y
entonces se ofrecían en el templo del Señor. Con preferencia a otros
inmundos, pidieron se les entrase en los puercos, porque ningún animal
hay más inmundo que el puerco. Es sinónimo de inmundo, porque se
deleita con las inmundicias, así como los demonios se deleitan con las
inmundicias de los pecados. No pidieron que se los lanzase al aire, a
causa de su excesiva codicia de hacer daño a los hombres. Prosigue: "Y
les dice: Id".
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 28,3
No hizo esto Jesús como persuadido por los
demonios, sino para dispensar de aquí muchas cosas: primero, para
demostrar la magnitud del daño que causaban los demonios a aquellos
hombres que asediaban; segundo, para que sepan todos que, sin su
permiso, ni aun contra los puercos se atreven; tercero, para hacer ver
que hubieran operado cosas más graves en aquellos hombres que en los
puercos, si aquellos hombres, en medio de las calamidades, no fuesen
ayudados de la divina Providencia, porque más odio tienen a los
hombres que a los seres irracionales. En esto se manifiesta que
ninguno hay que no reciba socorro de la divina Providencia, y si no
todos de la misma manera, ni aun según el mismo modo, la bondad de la
Providencia no brilla menos, porque se manifiesta para cada uno de
nosotros según conviene. Infiérese también de lo que precede que la
Providencia, no sólo provee a todo en general, sino también a cada uno
en particular, lo cual manifiestamente podrá ver cualquiera en este
acontecimiento de los endemoniados, que sin duda hubiesen sido
ahogados en otro tiempo a no mediar la protección de la divina
Providencia. También por esta razón permitió a los demonios invadir el
rebaño de puercos, a fin de que los que habitaban en aquellas comarcas
conociesen su gran poder. Y allí donde no había quien lo conociese,
hacía brillar sus milagros, para traerlos al conocimiento de su
divinidad.
San Jerónimo
No para conceder a los demonios lo que
pedían dijo el Salvador: "Id", sino para procurar la salvación de los
hombres por medio de la muerte de los puercos. Prosigue: "Mas ellos,
saliendo (esto es, de los hombres), se fueron a los puercos. Y he aquí
que con gran ímpetu se fue todo el rebaño a precipitarse en el mar, y
murieron en las aguas". Avergüéncese maniqueo: si las almas de los
hombres y de las bestias reconocen un mismo origen, ¿cómo fueron
ahogados dos mil cerdos sólo por la salvación de uno o de dos hombres?
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom.28,3
Los demonios mataron a los puercos, porque
por todos los medios y en todas partes procuran entristecer a los
hombres, alegrándose de su perdición. La magnitud del daño aumenta la
fama del que lo había causado. Por muchos se divulgaba el hecho: por
aquellos que habían sido curados, por los dueños de los puercos y por
los pastores. Así, continúa el evangelista: "Los pastores huyeron, y,
viniendo a la ciudad, lo contaron todo, y lo que había pasado con los
endemoniados. Y he aquí que toda la ciudad sale al encuentro de
Jesús". Mas entonces que debieron adorarlo y admirar su poder, lo
despedían de sí. Y prosigue: "Y cuando le hubieron visto, le rogaban
que saliese de sus términos". Admiremos, pues, la mansedumbre de
Jesucristo después de la obra de su poder. No resiste a aquellos que,
después de haber recibido el beneficio, lo despiden de sí, sino que
retrocedió y abandonó a los que se declararon indignos de recibir su
doctrina, dejándolos, para enseñarlos, a los que había librado de la
posesión de los demonios y a los pastores de los puercos.
San Jerónimo
O le ruegan que salga de sus términos, no
impulsados por la soberbia, sino por la humildad, considerándose como
indignos de tener consigo al Salvador, como decía San Pedro: "Retiraos
de mí, Señor, porque soy un hombre pecador" ( Lc
5,8).
Rábano
La palabra Gerasa
se interpreta: el que arroja al colono o el
forastero que se acerca, esto es, la gentilidad, que arroja de
sí al diablo, y la que antes estaba lejos, ahora está cerca, visitada
por Jesucristo después de la resurrección, por medio de predicadores.
San Ambrosio,
in Lucam, 9
Los dos endemoniados figura son también
del pueblo gentil, porque, habiendo tenido Noé tres hijos, Sem, Cam y
Jafet, solamente la familia de Sem fue llamada a poseer la verdadera
fe. Los pueblos descendientes de los otros dos fueron repudiados.
San Hilario,
in Matthaeum, 8
Por eso detenían los demonios a dos
hombres en los sepulcros, fuera de la ciudad, esto es, fuera de la
sinagoga de la ley y de los profetas, a saber: habían poseído los
orígenes de las dos naciones entre las moradas de los difuntos y los
restos de los muertos, haciendo fatal a los que pasaban, el camino de
la vida presente.
Rábano
No sin razón significó que aquéllos
habitaban en los sepulcros. ¿Qué otra cosa son los cuerpos de los
malos que ciertos sepulcros de difuntos, en donde está conservada, no
la palabra de Dios, sino el alma muerta por el pecado? Dice, pues: "De
tal modo que nadie podía pasar por aquel camino", porque había ido por
aquel camino la gentilidad antes de la venida del Salvador. También
puede entenderse que están figurados en estos dos hombres poseídos por
el demonio, los judíos y los gentiles, que no habitaban en su casa,
esto es, en su conciencia. Permanecían en los sepulcros, esto es, se
complacían en las obras de los muertos, ni dejan pasar alguno por el
camino de la fe, el cual camino impugnaban los judíos.
San Hilario,
in Matthaeum, 8
Con el encuentro de aquéllos se significa
la voluntad de los que concurren a la salvación. Viendo los demonios
que ya no se les deja lugar entre los gentiles, piden que se les
permita habitar en los herejes, y una vez que los han ocupado, por el
impulso que les es natural, los precipitan en el mar, esto es, en las
pasiones humanas, para perecer como infieles.
Beda,
in Lucam, 8
O se llaman puercos los que se complacen
en las acciones cenagosas, porque, cuando alguno no vive como los
puercos, no tienen poder los demonios sobre él, o si lo reciben, sólo
es para probarlo, nunca para perderlo. En cuanto a que los puercos se
precipitasen en el lago, significa que, aun después de libertado el
pueblo de los gentiles de la dominación de los demonios, ejercen sus
ceremonias sacrílegas en sitios ocultos los que no quisieron creer en
Jesucristo, cegados y en profunda curiosidad sumergidos. En cuanto a
que anuncian esto los pastores de los puercos cuando huyen, significan
a ciertos jefes de los impíos, que, aunque huyen del cumplimiento de
la ley de Cristo, no cesan de predicar, asombrando el gran poder de
Jesucristo. En cuanto a que aterrados le ruegan que se separe de
ellos, significa la multitud, deleitada con la antigua desidia, no
queriendo honrar la fe cristiana, alegando que no pueden cumplirla.
San Hilario,
in Matthaeum, 8
Aquella ciudad significa al pueblo judío,
que habiendo oído los milagros de Cristo, salió al encuentro de su
Señor, prohibiéndole que se acercase a sus confines y a su ciudad, y
ni recibió siquiera la ley evangélica.
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