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TESTIGOS DE LA RESURRECCIÓN DE JESÚS
 


LECTURA CONTINUADA

Puesta en común sobre Jn 20-21

Un estallido de alegría recorre los capítulos finales del evangelio de Juan: ¡El Señor ha resucitado! Junto a este gozo, el mismo Jesús despierta un compromiso en el interior de los discípulos, hombres y mujeres, que les hace exclamar: "Nosotros lo hemos visto, somos testigos". Su testimonio brota del reencuentro con el Resucitado, de descubrirle vivo, algo que no fue sencillo para los seguidores de Jesús, porque tuvieron que comprender que su presencia era diferente aunque seguía siendo Él mismo.

Al final del encuentro anterior nos propusimos, leer Jn 20-21 poniendo atención en tres verbos que aparecen en estos capítulos: ver, creer, dar testimonio. ¿De quiénes se dice que ven, creen, dan testimonio?

Vamos a compartir lo que hemos descubierto.



GUÍA DE LECTURA

"¡He visto al Señor!"


Antes de comenzar buscamos Jn 20,10-18


> Ambientación

Con la muerte de Jesús parece terminar su historia, sus promesas y pretensiones. Pero no fue éste el desenlace final: contra toda esperanza humana, sus discípulos, empiezan a proclamar: "¡Ha resucitado!". Una de esas personas fue María Magdalena. Vamos a acercarnos hoy al encuentro que tuvo con el Resucitado.

> Miramos nuestra vida

Cada vez más, las mujeres van asumiendo funciones que, en otros tiempos, estaban reservadas a los varones. En la sociedad, su presencia es cada vez mayor en todos los campos. También en la Iglesia, aunque en ella la incorporación de la mujer se está realizando más lentamente. Vamos a reflexionar sobre esto:

- ¿Cuáles son los servicios que desempeña la mujer en nuestra comunidad, en nuestra parroquia, en nuestra Iglesia? ¿Qué podría hacer que todavía no hace?

> Escuchamos la Palabra de Dios

La primera persona a quien se manifestó el Resucitado fue, según el evangelio de Juan, una mujer: María Magdalena. Pongamos atención a este pasaje por si puede ofrecernos luz para nuestra vida.

- ¿Por qué llora María? ¿Qué está buscando?- ¿Cómo describe este pasaje la progresiva transformación de María en su descubrimiento de Jesús Resucitado?

  • ¿Cuándo reconoce María al Resucitado? ¿Puedes relacionar esta lectura con Jn 10,3?

  • ¿Qué encargo le hace a María Jesús resucitado? Fíjate a quién la envía y cómo presenta su relación y la nuestra con el Padre.


> Volvemos sobre nuestra vida

En el pasaje que hemos meditado, Jesús resucitado hace de María Magdalena la primera misionera de la historia, a pesar de las dificultades que eso podía traer en una sociedad donde el testimonio de las mujeres valía muy poco. Esto puede iluminar la conversación que tuvimos al comienzo de la sesión y ofrecer pistas para nuestra vida.

- ¿Qué pasos podríamos dar para que las mujeres sean más valoradas y tengan una mayor presencia en nuestra comunidad, en nuestra parroquia, en nuestra Iglesia?


> Oramos

Por encima de la diferencia hombre-mujer, lo central en la vida del cristiano es la experiencia del Resucitado en ella. Eso es lo que da valía y peso al que sigue a Jesús. Por eso, al concluir nuestro encuentro, vamos a hacer un momento de silencio para pedirle que nos haga, como a María Magdalena, testigos de su Resurrección.


PARA PROFUNDIZAR

Las discípulas de Jesús

La evolución de la historia humana está llevando a nuestra sociedad hacia un despertar por el tema de la mujer: se trabaja por desterrar la discriminación sexual, se la valora como persona, puede acceder a campos que antes estaban reservados a los varones, tener mayor participación en la vida pública...

Hoy queremos reflexionar sobre un aspecto de esta sensibilidad que se ha despertado también en la Iglesia: el puesto de las mujeres en el movimiento de Jesús, su lugar en los evangelios como discípulas del Maestro.

La mujer en tiempos de Jesús

La situación de las mujeres en tiempos de Jesús estaba muy lejos de ser satisfactoria. No era apreciada por sí misma, sino por su capacidad de ser madre, en especial de hijos varones. Su vida estaba reducida a la casa, en la que debía depender siempre del padre o del esposo. En el Templo, ocupaba un lugar señalado, fuera de la zona de los hombres, y donde no podía acudir los días de la menstruación, porque las leyes de pureza se lo impedían (Lv 15,19). No contaban como testigos, ni podían estudiar la Biblia, ni bendecir la mesa antes de las comidas. Su vida estaba marcada por muchos otros impedimentos simplemente por no ser varón.

La actitud de Jesús frente a las mujeres fue innovadora: hablaba con ellas (Jn 4,27), incluso les permitía acompañarlo en su misión itinerante (Lc 8,1-3), algo que ningún maestro judío de la época hubiera aceptado. Fue criticado por esta forma de actuar, pero Jesús continuó adelante, porque era consciente de que toda discriminación estaba en contra de la voluntad de su Padre y del proyecto del Reino.

            Discípulos y discípulas

Los discípulos de Jesús son descritos en los evangelios con unas notas esenciales que podríamos resumir con estos verbos: llamar, seguir, servir, ver y escuchar, ser enviado. Pues bien, estos verbos también se aplican a las mujeres.

Según los evangelios, Jesús llamó a algunas personas: invitó a los Doce a caminar con Él. Ellos representan simbólicamente a las doce tribus de Israel y, en ellas, al nuevo pueblo de Dios. Pero sabemos que entre sus seguidores había también mujeres (Mc 15,40-41), y que algunas de ellas subieron con Él hasta Jerusalén, permanecieron a su lado incluso en la cruz y fueron testigos de la Resurrección.

Otra característica del discípulo es el servicio. Jesús siempre llama para el servicio a los demás. Los evangelios nos hablan de mujeres que "seguían y servían" a Jesús (Mc 15,41), incluso con sus bienes (Lc 8,1-3). Un ejemplo concreto es la suegra de Pedro que, tras ser curada por Jesús, "se puso a servirles" (Mc 1,29-31).

Para poder seguir y servir, el discípulo tiene que ver y oír, saber mirar y aprender a escuchar. También hay ejemplos de mujeres que saben ver y oír, por ejemplo, María, mujer que estuvo a los pies del Señor escuchando su Palabra (Lc 10,39), o su hermana Marta quien, según Juan, dijo que Jesús era: "...el Mesías, el Hijo de Dios", profesión de fe que los otros evangelios ponen en boca de Pedro (Jn 11,27; Mt 16,16). Pero es a los pies de la cruz, lugar privilegiado para aprender, donde las mujeres profundizan en su discipulado (Mc 15,40.47; Mt 28,1).

Los seguidores de Jesús, y no sólo los Doce, son enviados "a todos los pueblos y lugares que Él pensaba visitar" (Le 10,1-17). También algunas mujeres aparecen en los evangelios como enviadas. Por ejemplo, la samaritana, que da testimonio en el pueblo, y lleva a la gente a Jesús para que se produzca el encuentro personal: "ya no creemos en Él por lo que tú nos dijiste, sino porque nosotros mismos le hemos oído" (Jn 4,42). Este aspecto del discipulado se muestra más claramente todavía cuando, después de su resurrección, Jesús envía a algunas mujeres a comunicar a sus discípulos que vayan a su encuentro (Mt 28,10).

Un largo camino

En las primeras comunidades cristianas encontramos algunas mujeres, que junto con algunos varones, ejercían servicios concretos: Pablo llama a Junia "apóstol" (Rom 16,7), a Febe diaconisa y protectora de la comunidad de Cencreas en Corinto (Rom 16,1-2). Se citan también algunas mujeres que acogen a los cristianos en sus casas: Lidia (Hch 16,14), Ninfa (Col 4,15), Cloe (1 Cor 1,11). En la Carta a los Romanos se señala que tanto hombres como mujeres están dedicando su vida a la causa del Evangelio (Rom 16).

Con el tiempo este papel activo de la mujer en el seno de las comunidades cristianas fue decayendo. Se han dado diversas explicaciones: la situación cultural de la época marcada por el dominio de lo masculino (patriarcalismo), la acomodación del cristianismo a las costumbres del tiempo, la influencia de algunas corrientes de pensamiento como la filosofía griega, que valoraba poco a la mujer.

Así, la revolución iniciada por Jesús y continuada por sus primeros seguidores y seguidoras anulando las diferencias entre varón y mujer (Ga13,26), parecía condenada a morir. Sin embargo, en el interior de la Iglesia actúa el Espíritu, que se derramó por igual entre hombres y mujeres (Hch 1,12-14. 2,1-4; J13,1), y está haciendo surgir de nuevo la conciencia de igualdad. Tal vez este mismo Espíritu está dejando oír su voz hoy a través de quienes piden para las mujeres más tareas y responsabilidades en la vida eclesial. Es un reto al que se debe enfrentar hoy la Iglesia de Jesucristo.


PARA PREPARAR EL PRÓXIMO ENCUENTRO

Hemos terminado de leer el evangelio de Juan. Pero la comunidad joánica aún no ha terminado de presentarnos su testimonio sobre Jesús. En las dos próximas sesiones vamos a acercarnos a la primera carta de Juan. Lee 1 Jn 1,1-4,6 y responde a esta pregunta:

¿Qué actitudes propias del cristiano aparecen en estos
capítulos?