CARDENAL RATZINGER ADVIRTIÓ SOBRE EL ISLAM 10 AÑOS ATRÁS

ROMA, 19 Set. 01 (ACI).- Diversos intelectuales han caído en la cuenta que, hace una década, el Cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, había advertido sobre el desafío que implicaba el Islam en un libro titulado “Uno Sguardo per la Europa”.

En la obra, traducida al español en 1993 por la editorial Rialp de Madrid bajo el título de “Una Mirada a Europa”, el Cardenal señalaba que “mientras que en Occidente el impulso económico ha conducido a un debilitamiento de la sustancia religiosa, en el mundo islámico se vincula al nuevo impulso económico una nueva conciencia religiosa, en la cual se conjugan en indisoluble unidad la religión islámica, la cultura y la política”.

En la obra, el Cardenal Ratzinger advertía sobre el simplismo que implicaba calificar esta nueva tendencia islámica de “fundamentalismo”, una categoría que según él era “un concepto de protestantismo norteamericano” que se transfiere en forma inadecuada, “a un mundo conformado de modo distinto por completo, y esto no contribuye al verdadero conocimiento de las circunstancias”.

Desde esta perspectiva simplista, el fundamentalista “es aquel que siempre tiene convicciones firmes, por ello actúa como factor creador de conflictos y como enemigo del progreso. Lo bueno sería, por el contrario, la duda, la lucha contra antiguas convicciones, y con esto, todos los movimientos modernos no dogmáticos o antidogmáticos”, escribe el Purpurado alemán.

“Según mi parecer -agrega-, se debería dejar a un lado la expresión ‘fundamentalismo islámico’, porque oculta, bajo una misma etiqueta, procesos muy diferentes en lugar de aclararlos”.

El Cardenal notaba entonces que resultaba “muy significativo” que los primeros síntomas del viraje en Irán estuviera marcado por atentados contra los cines norteamericanos. “El way of life occidental, con su permisividad moral, fue asumido como un ataque a la propia identidad y a la dignidad de la propia forma de vida”. “El hecho de que no sea la atea Unión Soviética, sino los Estados Unidos de Norteamérica, tolerantes en materia religiosa y al mismo tiempo fuertemente marcados por la religión, los que son combatidos y atacados depende de ese choque entre una cultura moralmente agnóstica y un sistema de vida, choque en el cual la nación, la cultura, la moral y la religión aparecían como una totalidad indivisible”, explicaba.

El fanatismo islámico

Al respecto, el Cardenal Ratzinger señaló que “el aferrarse fanáticamente a las tradiciones religiosas se vincula en muchos sentidos al fanatismo político y militar, en el cual la religión se considera de forma directa como una camino de poder terrenal”. En este sentido, la instrumentalización de las energías religiosas en función de la política “es algo muy cercano sin duda a la tradición islámica”. “En consonancia con esto, se ha desarrollado, en relación con el fenómeno de la resistencia palestina, una interpretación revolucionaria del Islam que roza la teología cristiana de la liberación, y que ha hecho con facilidad una mezcla del terrorismo occidental, inspirado por el marxismo, y el islámico”.

“Lo que de manera superficial se denomina ‘fundamentalismo islámico’ -también escribía el Cardenal- se podría vincular sin dificultad con las ideas socialistas acerca de la liberación: el Islam es presentado como el verdadero conducto de la lucha por la liberación de los pueblos oprimidos. Por esta vía, por ejemplo, ha encontrado Roger Garaudy su camino del marxismo al Islam. Ve en este último el portador de las fuerzas revolucionarias contra el capitalismo dominante”.

El Purpurado señalaba, sin embargo, que existía otra visión diversa del Islam, aquella representada, por ejemplo por el hoy fallecido rey Hassam de Marruecos, para quien una interpretación del Islam que considere como su núcleo la entrega a Dios está reñida con una interpretación político-revolucionaria, en la cual la cuestión religiosa se convierte en parte de un chauvinismo cultural y con ello se subordina a lo político.

“El Islam, tan seguro de sí mismo”, concluía el Purpurado, “actúa desde lejos sobre el Tercer Mundo como algo más fascinante que un cristianismo dividido consigo mismo”.