Carta del Papa a un coloquio en la UNESCO sobre «Cultura, razón y libertad»
En el XXV aniversario de la visita de Juan Pablo II
CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 26 junio 2005 (ZENIT.org).-
Publicamos la carta que dirigió Benedicto XVI al cardenal Jean-Louis Tauran,
archivero y bibliotecario de la santa Iglesia romana, con motivo del Coloquio
«Cultura, razón y libertad» celebrado en la sede de la UNESCO de París (24 de
mayo de 2005) con ocasión del vigésimo quinto aniversario de la visita de Juan
Pablo II a la sede de esta institución.
* * *
A su eminencia
Señor cardenal
JEAN-LOUIS TAURAN
Archivero y bibliotecario
de la santa Iglesia romana
Le ruego tenga a bien transmitir mi cordial saludo a todas las personas que
participan en el coloquio "Cultura, razón y libertad", que se celebra en París
para conmemorar la visita de mi venerado predecesor el Papa Juan Pablo II a la
Organización de las Naciones Unidas para la educación, la ciencia y la cultura,
el 2 de junio de 1980. Quiero saludar en particular al señor Koïchiro Matsuura,
director general de la Unesco, recordando que la organización celebra este año
el sexagésimo aniversario de su constitución. Saludo asimismo al señor Michael
Omolewa, presidente de la Conferencia general de la Unesco, a sus colaboradores
y a todas las personas acreditadas ante esta institución.
Podemos sentir hoy un inmenso agradecimiento al Papa Juan Pablo II que, con su
experiencia personal y cultural, destacó siempre en sus enseñanzas el lugar
central e insustituible del hombre, así como su dignidad fundamental, fuente de
sus derechos inalienables. Hace veinticinco años, el Papa declaró en la sede de
la Unesco que, "en el campo de la cultura, el hombre es siempre el hecho
primero: el hombre es el hecho primordial y fundamental de la cultura" (n. 8:
L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 15 de junio de 1980, p. 12).
Uno de los puntos fundamentales de su reflexión ante ese "areópago de las
inteligencias y de las conciencias", como definió entonces a sus interlocutores,
fue tal vez recordar a cada uno de sus miembros su responsabilidad: "Construyan
la paz empezando por su fundamento: el respeto de todos los derechos del hombre,
los que están ligados a su dimensión material y económica, y los que están
ligados a la dimensión espiritual e interior de su existencia en este mundo" (ib.,
n. 22).
Anunciar la novedad liberadora del Evangelio a todos los hombres, unirse a ellos
en todo lo que atañe a su existencia y expresa su humanidad, es el desafío
permanente de la Iglesia. Esta misión, que la Iglesia ha recibido de su Señor,
se une fundamentalmente a vuestro proyecto y justifica claramente que la Santa
Sede, mediante la presencia de un observador permanente, haya deseado siempre
participar en vuestra reflexión y en vuestro compromiso. La Iglesia católica lo
seguirá haciendo, movilizando todas sus fuerzas, que son ante todo de naturaleza
espiritual, para contribuir al bien del hombre en todas las dimensiones de su
ser.
En un mundo a la vez múltiple y fragmentado, pero también sometido a las fuertes
exigencias de la globalización de las relaciones económicas y, más aún, de las
informaciones, es muy importante movilizar las energías de la inteligencia para
que se reconozcan por doquier los derechos del hombre a la educación y a la
cultura, especialmente en los países más pobres. En este mundo, donde el hombre
debe aprender cada vez más a reconocer y respetar a su hermano, la Iglesia
quiere dar su contribución al servicio de la comunidad humana, iluminando
siempre profundamente la relación que une a cada hombre con el Creador de toda
vida y que funda la dignidad inalienable de todo ser humano, desde su concepción
hasta su muerte natural.
Saludo a los miembros de la comunidad universitaria y a los profesores que
participan en este coloquio, y quiero renovarles la confianza de la Iglesia,
animándolos a perseverar en su tarea exigente y exaltante al servicio de la
verdad. Invito a todos los participantes en este coloquio a poner por obra una
verdadera política de la cultura, atenta a preservar las identidades culturales,
a menudo amenazadas por relaciones de fuerzas económicas y políticas, pero
también a promover la expresión de la cultura del hombre en todas las
dimensiones de su ser.
A la vez que saludo cordialmente a todas las personalidades religiosas y civiles
presentes en este encuentro, invoco de corazón sobre todos la abundancia de las
bendiciones divinas.
Vaticano, 24 de mayo de 2005
[Traducción del original francés distribuida por la Santa Sede]