Capítulo VII
EL HOMBRE AMENAZADO


Desde el discurso inaugural de Jesús de Nazaret (Lc 4, 16-19), la liberación de los cautivos y la opción fundamental por los pobres pertenecen al programa indiscutible de la Iglesia y de la misión. En la unción con el Espíritu Santo inició Jesús el camino de su actividad magisterial y del anuncio de su mensaje hasta su testimonio por su sangre. Él envió a la Iglesia su espíritu, para que él «convenza al mundo» y descubra lo que es «pecado, justicia y juicio» (Jn 16, 8). El envío de Jesús y de la Iglesia no es sólo vertical, tampoco se dirige exclusivamente al más allá, sino que afecta a los hombres en todas sus dimensiones, alma y cuerpo, necesidades materiales y espirituales, al individuo y a la sociedad, a los responsables de las comunidades y a los subordinados, a los ricos y a los pobres. Y como Dios es amor, hay que esperar que Dios se preocupe especialmente por los que tienen más necesidad de su ayuda. Y esto significa: comprensión total y completa de la salvación y de la misión. Jesús vino «para llevar a los pobres la buena noticia»; él vino «para proclamar el año de gracia del Señor» (Lc 4, 18s.) 1.


1. DICHOSOS LOS MISERICORDIOSOS

Juan Pablo II escibió en la encíclica Dives in misericordia 2, la segunda de su pontificado: «La Iglesia vive una vida auténtica cuando reconoce y predica la misericordia, que es la propiedad del Creador que más nos

  1. Cfr. M. Arias, Mission und Liberation: The Jubilee: A Paradigm for Mission Today, en IRM 1984, 33-48.

  2. AAS 72 (1980) 1177-1232, el texto alemán en Herderkorrespondenz 35 (1981) 75-93. Texto con comentario: K. Lehmann, Der bedrohte Mensch und die Kraft des Erbarmens (1980) 119 pp. La traducción alemana, publicada por el Vaticano, siguió (con muchas más faltas) al texto en italiano, mientras que Lehmann se atiene conscientemente al texto latino auténtico (Texto original posiblemente polaco).

sorprende» (n. 13). Esto lo dijo como exhortación y no como una forma incondicional de comprender toda la realidad de la Iglesia. Pero aunque el historiador pueda referirse a las desorientaciones, equivocaciones, incluso a las formas groseras de algunos de los representantes de la Iglesia y de las misiones —por desgracia hay demasiada complacencia en esto—, nunca podrá negar que aquel «tengo compasión del pueblo» (Mt 15, 32) ha sido desde siempre característica de la Iglesia. «Mirad cómo se aman»— se decía de la primitiva comunidad cristiana. Como ya hemos mencionado, A. Hartnack caracterizó el mensaje de Jesús, tal y como fue proclamado a los hombres de los primeros siglos de la Iglesia, como el «Evangelio del amor y de la ayuda» 3. Así como Jesús unió la salvación de los enfermos y la expulsión de los demonios con la proclamación de la soberanía de Dios, así también la Iglesia entendió su misión como kerigma y diaconía al mismo tiempo, como proclamación y cumplimiento del amor, como existencia para los demás (D. Bonhoeffer). Allí donde estuvo la Iglesia surgieron farmacias, hospitales, asilos, leproserías, etc. En muchos países del tercer mundo sigue siendo la Iglesia hoy la única áncora de esperanza para aquellos que están sin esperanza. Pobres, según las palabras de Jesús, los habrá siempre en el mundo (cfr. Jn 12, 8), por ello el amor no puede morir nunca, ni el personal ni el organizado. Precisamente en los países de misión tradicionales, que por lo general pertenecen a la parte más pobre de la humanidad, este espíritu de amor es necesario, no sólo con las palabras biensonantes o con las llamadas comunes a la ayuda propia, sino también en la forma sencilla y desinteresada de dar limosna, que hoy está siendo objeto de burla, pero que pertenece a la mejor tradición de todas las religiones reveladas. El Dios del Antiguo Testamento se reveló como el Dios de los desterrados, de los pobres, de las viudas y de los huérfanos. Jesús pasó haciendo el bien por este mundo. El concilio apostólico de Jerusalén decidió hacer una colecta entre los «incircuncisos» en favor de los pobres de la comunidad de Jerusalén (cfr. Ga 2, 10). En la corte papal había un «limosnero», documentado este hecho desde el siglo VI, y que era uno de los funcionarios más influyente. Algo parecido ocurría en las cortes reales y en las sedes episcopales. La urgencia de un servicio tal se hace también hoy presente en muchas partes y se aprecia claramente en los terremotos, catástrofes por inundaciones, en tiempos de sequía y de guerra como un reto allí donde la ayuda estatal o no existe o apenas se es suficiente. Da qué pensar, cuando R. Bultmann usa el

3. Die Mission und Ausbreitung des Christentums in den ersten Jahrhunderten (1924') 173.

dar limosna y la justicia social como dos conceptos iguales, y D. Banhoeffer define la limosna como «llamada para salir de la desunión, del pecado para ir a la reconciliación, a la unidad, al origen, a la nueva vida, que sólo es Jesús» 4 K. Lehmann dijo de la encíclica Dives in misericordia:

«Apenas habrá otra encíclica en nuestro tiempo que esté tan de acuerdo con la Sagrada Escritura y reprima un tono doctrinario. En conjunto hay unas 170 indicaciones y referencias a la Escritura. Precisamente el Antiguo Testamento (alrededor de 70 citas) es el que vuelve a sus derechos de una forma poco frecuente en escritos doctrinales. Casi 700 testimonios de casi todos los campos del Nuevo Testamento confirman esta comunicación tan rica y consecuente con la Escritura» 5.

Es un testimonio del profundo sentido de la fe cristiana el que acciones como Misereor, Brot für die Welt, Brüderlich teilen (Alemania), Acción de la hermandad (Brasil), Acción fraternal para los más pobres de entre los pobres (Ecuador), Campaña contra el hambre y la enfermedad (India), Cáritas ayuda al desarrollo (Malasia), Donaciones a nuestros prójimos (Filipinas), Cáritas, Manos Unidas (España), etc. hayan encontrado un eco tan amplio 6. En la encíclica Centessimus annus7 escribía el papa Juan Pablo II:

«También en el tercer milenio hará suyo la Iglesia fielmente el camino del hombre, consciente de que ella no está sola en su camino, sino con Cristo, su Señor. El ha hecho suyo el camino del hombre y va con todos los hombres, aunque no sean conscientes de ello» (n. 62).

Como Jesús, la Iglesia no es sólo pro-existencia 8, sino también Existencia con los otros 9; es la Iglesia de los bienaventurados.

  1. Ambas citas en K. Rennstich, Mission und wirtschaftliche Entwicklung (1978) 254.

  2. K. Lehmann, l.c., 96s.

  3. Cfr. Oficina de la obra social Misereor (ed.), Kirchliche Entwicklungsarbeit. Probleme und Perspektiven nach 10Jaahren Miserear (1971); Comisión Episcopal para Misereor (ed.), Misereor der Hoffiumg. Beiträge zur kirchlichen Entwicklungsarbeit (1976), Obra social episcopal Misereor, asociación registrada. (ed.), Damit die Hoffinutg lebt... 20 Jahre Fastenaktion Miserear (1978); Informes y documentos Misereor, fasc.1. Gemeindee in weltweiter Verantwortung (1989).

  4. Del 1-5-1991, con motivo del 100° aniversario de la encíclica Rerum novanun, en AAS (1991) 793-867.

  5. El modelo eclesial de una «Iglesia para otros» ("Pro-existencia") fue presentado en la obra publicada en 1951, redactada por Banhöffer, Gefügnisbriefen. Como reacción a la época del nacionalsocialismo se propagó muy rápidamente: Así como Jesús fue el «hombre para Ios otros», así tiene que ser la Iglesia una «Iglesia para Ios otros». Cfr. también Bonhoeffer, Sanctorum Communio. Eine dogmatische Untersuchung zur Soziologie der Kirche (1954).

  6. Cfr. Th. Sundermeier, Konnivenz als Grundstruktur oekumemischer Existenz heute, en Oekumenische Existenz heute, vol. 1 (1986) 49-100.


2. SUAVIZAR CON JUSTICIA
LA SITUACIÓN DE LOS POBRES

Hacia unos 100 años, exhortaba el papa León XIII a los estados, en la encíclica Rerum novarum 10, a suavizar en justicia la situación de los pobres. Siempre han subrayado los papas los derechos inalienables de la persona humana, el derecho a la plena realización de los deberes religiosos, el derecho a la fundación de asociaciones de trabajadores (sindicatos), la dignidad de la persona humana, la necesidad de leyes sociales a favor de la atención a los ancianos, al cuidados de los enfermos, a la evitación de accidentes, etc. Han condenado la injusticia y la explotación 11.. El papa Pablo II completaba esto diciendo:

«Entre los derechos fundamentales hay que citar: el derecho a la vida, al que esencialmente pertenece el derecho a crecer en el seno materno después de la concepción; el derecho a vivir en una familia unida y en un ambiente moral, que sea apropiado para el desarrollo de la propia personalidad; el derecho a madurar su razón y su libertad en la búsqueda y conocimiento de la verdad; el derecho a participar en la tarea de descubrir los bienes de la tierra, ganando con ello el mantenimiento para sí mismo y para los suyos; el derecho a la fundación libre de una familia y a procrear y educar a sus hijos por el uso responable de la propia sexualidad» 12.

2.1 Una tarea de la Iglesia

Es evidente que la Iglesia no se puede excusar en todos estos problemas. Vive en este mundo y le tiene que importar ser ayuda para el hombre, creado a imagen de Dios y llamado a participar de la vida divina, en su caminar hacia su total realización. Sabe que todo esto sólo es posible a través de la religión. Un sistema que no reconozca a Dios y que desprecie la dignidad de los hombres se transforma demasiado fácilmente en un sistema autoritario y totalitario. Una economía meramente utilitarista explota al

  1. Leonis Xlll P. M. Acta, Romae 1892, 97-144; traducción alemana ("autorizadaa") en Texte zur katholischem Soziallehre. Die sozialen Rundschreiben der Päpste und andere kirchliche Dokumente, editado por la Unión federal del movimiento de trabajadores católicos de Alemania (Introducción por O. v. Nell-Breuning SJ y J. Schasching SJ), 1989', 42-80.

  2. Vide Pío XI, encíclica QuadragessimoAnno (15 mayo 1931), en AAS 23 (1931) 177-228; Pío XII, Mensaje radiofónico del 1 de junio de 1941, en AAS 33 (1941) 195-205; Juan XXIII, encíclica Mater et Magistra (15 de mayo de 1961), en AAS 53 (1961) 401-464; Pablo VI, Carta apostólica Octogesimra adveniens (14 de mayo de 1971), en AAS 63 (1971) 401-441.

  3. CA 47.

hombre. Quien nada quiere saber de Dios, ignora también la ley moral. Quien se opone al mensaje de Cristo, se cierra al que ha dicho: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad!» (Mt 23, 23).

Como casi ningún otro papa, Juan Pablo II percibe la atención y la responsabilidad hacia el hombre, «confiado por Cristo a la Iglesia» (CA 53); hacia un hombre no en abstracto, sino real, concreto e histórico, hacia cada hombre, pues «todos estamos tocados por el misterio de la redención, con todos está Cristo unido para siempre por este misterio» (ibidem). Coincide completamente en esto con las ciencias humanas y con la filosofía que colocan al hombre en el centro de la sociedad, pero las trasciende, al subrayar la verdadera y perfecta identidad del hombre desde la revelación: «Para conocer al hombre, al hombre verdadero y total» —así cita él al papa Pablo VI— hay que conocer a Dios» (ibidem 55). El Papa llega incluso a presentar la doctrina social de la Iglesia como un «instrumento del anuncio de la fe» (ibidem 54). Según esto, todo lo que en el capítulo tercero se había dicho sobre la «comprensión integral de las misiones», no necesita mayor fundamentación.

2.2 Lucha por la justicia

Quien quiera justicia tiene que rechazar la injusticia. Es una amenazante situación la que hay: «El Norte domina de muchas maneras sobre el Sur. Pero los países ricos no pueden a la larga permanecer insensibles a todo lo que sucede en las pobres regiones de la tierra. En un mar de guerra y de explotación, la pobreza y la destrucción ecológica no deja ni una sola isla de paz y de libertad, de bienestar y de defensa de las bases vitales naturales. Todo intento de este tipo no sólo se debe rechazar por inmoral, sino que estaría también prácticamente condenado al fracaso» 13.

A pesar de los muchos esfuerzos en las últimas décadas, siguen siendo horrorosamente grandes el subdesarrollo, la pobreza de grandes masas y la injusticia estructural. Más de un miliardo de hombres no tiene lo necesario para vivir. Cuarenta mil niños mueren cada día por falta de alimentos o por enferemedades, y que podrían haberse salvado con una alimentación suficiente y un cuidado médico adecuado. La crisis de la deuda mundial, los cambios en los precios, la explotación excesiva antiecológica, el creci-

13. Comisión Alemana Justicia y Paz (ed.), Gereclnigkeit fiir alle zur Gnondlegung kirlicher Ento'ickámgsarbeit (1991). Se puede consultar en el Secretariado de la Comisión (Bonn).

miento no planeado de la población en las regiones más pobres, el desinterés de los países industrializados, el abuso del dinero del desarrollo, y otras cosas más hacen aún más grandes las diferencias. La tragedia para los que se interesan por las misiones se cifra en que conceptos como «países en desarrollo», «países del Sur», «el Sur», «países pobres», «tercer mundo» 14 y otros por el estilo son casi lo mismo que «países de misión». Servicio para el desarrollo, liberación de la injusticia, fomento de los derechos humanos, compromiso con la paz, evangelización, son cosas que se mezclan entre sí en la situación real del mundo y fomentan la misión de forma muy especial.

El concepto de desarrollo total o integral fue desarrollado sobre todo en los escritos sociales de Pablo VI y de Juan Pablo II. Pablo VI confirmó: «Desarrollo no es sencillamente lo mismo que crecimiento económico» 15; y Juan Pablo II precisó: «Si los individuos y las comunidades no ven respetados sus exigencias morales, culturales y espirituales, que se basan en la dignidad de la persona y en la propia identidad de cada comunidad, empezando por la familia y las sociedades religiosas, entonces todo lo demás.. . se manifestará como insuficiente y a lo largo como digno de desprecio» 16.

Los Papas exigían solidaridad mundial, eliminación de las desigualdades sociales, destrucción de las «estructuras del pecado» (Juan Pablo II), formación de «nuevas alianzas de la solidaridad» 17, condiciones internacionales para la seguridad y fomento de un intercambio correcto político, económico y tecnológico (Juan Pablo II), construcción de un orden económico mundial, «que oriente el funcionamiento del mercado y del bien común» 18.

Y como la Iglesia reconoce a los pobres y desterrados como los más necesitados de ayuda, se confiesa con la iglesia latinoamericana a favor de una «opción de primer orden y solidaria a favor de los pobres» 19.

  1. Ibidem, 13s.

  2. Populorum Progressio 14, en AAS 59 (1967) 264.

  3. Sollicitudo rei socialis 33, en AAS 80 (1988) 557s.

  4. Vide Instrucción de la Congregación para la Doctrina de la fe sobre la libertad cristiana y la liberación del 22-3-1986; cfr. también: Instrucción de la Congregación para la Doctrina de la fe sobre algunos aspectos de la «Teología de la liberación» del 6-8-1984.

  5. CA 52.

  6. Vide Evangelisierung Lateinamerikas, en Gegenwart und Zukunft der 3. Generalkonferenz des Lateinamerikanischen Episkopats (1979) 1134: H. Schöpfer, Kontinent der Hoffnung. Die Evangelisienmg Lateinamerikas heute und nhorgen: Beiträge und Berichte zu dritten Generalversammlung des lateiamerikanischen Episkopats (1979); H. J. Prien, Puebla, en idem (ed.). Lateinamerika: Gesellschaft — Kirche — Theologie, vol. 2: Der Streit um die die Theologie der Befreiung (1981) 61-208; G. González Ruiz, La cristología de Puebla (1982); J. F. Górski, La evangelización de la cultura y de las culturas en el documento de Puebla. Un estudio misiológico (1982).