La verdad como acontecimiento

Ignace de la Potterie *

 

El concepto de "verdad" siempre ha sido indagado por la filosofía, pero, ¿qué es, pues, la verdad para los cristianos? ¿Es un acontecimiento [como se aprecia en el Nuevo Testamento] o un principio de razón [como lo pensó la filosofía moderna]? De la Potterie encuentra en Luigi Giussani estas palabras iluminadoras: «La categoría de acontecimiento es, pues, capital para definir qué es el cristianismo (el cristianismo se reduce totalmente a esta categoría): el cristianismo es un acontecimiento». En efecto, para el cristianismo, la pregunta ya no es "¿qué es la verdad?" sino "¿Quién es la verdad?". De esto se derivan cuestiones prácticas, pues si se deja de percibir el cristianismo como acontecimiento, se cae en lo que Juan Pablo I explicó: «El verdadero drama de la Iglesia a la que le gusta llamarse moderna [el verdadero drama de los cristianos que quieren ser modernos] es el intento de corregir el estupor del acontecimiento de Cristo con reglas». Este es el punto: la eterna tentación es la de reducir el cristianismo a una ética, un código de reglas, una doctrina (esto es, algo racionalista). Pero no es ni una ni otra cosa: es un acontecimiento histórico.

 

En La religión dentro de los límites de la mera razón, Immanuel Kant hace un parangón entre dos tipos de religión: una basada en el acontecimiento, y otra basada en la razón. Concluye diciendo: «Una fe histórica, basada simplemente en los hechos, no se les puede comunicar a todos, no puede extender su influencia más allá del límite de tiempo y de lugar a que pueden llegar las noticias que permitan emitir un juicio sobre su credibilidad». Un acontecimiento, pues, limitado en el tiempo y en el espacio sólo tendría importancia para quienes estuvieron presentes. Para Kant, que piensa que conocemos sólo los fenómenos, un hombre puede estar convencido de un acontecimiento sólo habiendo asistido al mismo.

De modo que una religión basada en un acontecimiento, a dos mil años de distancia, no puede ser una religión universal. Lessing formula el mismo principio de la manera siguiente: «Verdades históricas fortuitas nunca pueden ser una prueba para las verdades necesarias de razón; el puente con que se quiere construir una verdad eterna sobre un hecho histórico es un salto. Estamos ante el «principio fundamental de la Ilustración» en palabras de Hans Urs von Balthasar.

¿Qué es, pues, la verdad para los cristianos? ¿Es un acontecimiento o un principio de razón?

Interroguemos a la revelación cristiana. En toda la historia humana, y en todas las religiones del mundo, el judeo-cristianismo es la única religión de base histórica. Hagamos dos parangones. El fundamento de las religiones místicas orientales, por ejemplo, es más bien la experiencia directa de lo absoluto, la visión de un profeta o la comunicación de una visión de este tipo. Para el Islam, el Corán es un libro caído del cielo. El cristianismo no: la Biblia no es un libro caído del cielo. Es un libro que cuenta una serie de acontecimientos reales en una historia de la salvación, que va de los comienzos a la escatología. Así pues, algo que nunca está de más repetir en cada ocasión es que la religión cristiana se interesa por la historia.

San Juan, en el prólogo (versículo 14) dice: «Verbum caro factum est» (el Verbo se hizo carne); y en el versículo 17: «gratia et ventas per Jesum Christum facta est [en griego έγένετο]». Es decir, literalmente: la gracia de la verdad aconteció (un acontecimiento histórico) en Jesucristo. De manera que la verdad es un acontecimiento, pero un acontecimiento que revela algo. Es desconcertante que la mayor parte de los cristianos, incluidos los teólogos y biblistas, no sepan que existe una noción de verdad específicamente cristiana. Nunca se plantean la pregunta de si los cristianos poseemos un concepto específicamente nuestro, bíblico, de verdad. Intentemos dar una especie de definición: la verdad, según la Biblia, según san Juan, es la revelación del proyecto salvífico de Dios en la historia, una revelación contada por el texto bíblico. No es un principio de razón, sino un acontecimiento de revelación que se "concentra" en Jesucristo. Para la Biblia la verdad es la revelación del proyecto salvífico de Dios, de su intención salvífica, que acontece en la historia; son acontecimientos históricos que revelan lo que Dios quiso para nosotros, para nuestra salvación.

A alguien no le ha gustado la conclusión de mi libro sobre la verdad en san Juan. Me preguntaba yo si la noción bíblica de verdad siguió viva después del momento apostólico. Investigué en tres direcciones: la liturgia de la Iglesia, algunos Padres (los menos platónicos), y todo el Dezinger [es decir, del libro que recoge todos los documentos del Magisterio de la Iglesia a través de su historia] para el magisterio de la Iglesia. Y descubrí que en la liturgia cristiana existe una noción de ventad que no es la de Aristóteles.

La noción bíblica y cristiana de verdad no es ni la de Aristóteles ni la de Santo Tomás de Aquino; es otra cosa: procede del Antiguo Testamento y se concentra en el acontecimiento de Jesucristo. El cristianismo, pues, es sin lugar a duda un acontecimiento revelador, el acontecimiento de Jesucristo.

Ahora bien, esto es precisamente lo que hallamos en unos apuntes de monseñor Luigi Giussani publicados por 30Días (número 62), cuyo título era: En camino.

Giussani, en la página 37, dice: «La categoría de acontecimiento es, pues, capital, tanto para el conocimiento del yo como para cualquier otro tipo de conocimiento. Pero sobre todo, y es lo que ahora nos interesa, acontecimiento es la única categoría capaz de definir qué es el cristianismo (el cristianismo se reduce totalmente a esta categoría): el cristianismo es un acontecimiento». ¡Exacto! Jesús no dice "yo soy Dios". Me habría gustado decirte a quien se ha quejado de mi libro: no hay más que ver cómo comenta santo Tomás de Aquino el versículo 14, 6 del Evangelio de san Juan: «Ego sum vía veritas et vita» (Yo soy el camino, la verdad y la vida). Escribe santo Tomás: «Jesus est via secundum humanitatem suam, veritas et vita secundum divinitatem suam» (Jesús es camino según su humanidad, verdad y vida según su divinidad). Es un hermoso resumen de san Agustín. Pero ambos, desde el punto de vista propiamente bíblico, por lo menos inexactos.

La pregunta es: ¿Quién es verdad? ¿Dios en sí mismo o «el hombre Cristo Jesús» (1 Tm 2,5)? Tras 40 páginas de análisis exegético de ese versículo (Jn 14, 6) tuve que concluir: es el hombre Jesucristo la verdad; pero obviamente no como acontecimiento puramente fenoménico sin profundidad. El acontecimiento contiene un misterio, toda una profundidad. Reducir el cristianismo a doctrina teológica o metafísica (Dios es verdad) es platonismo.

San Juan nunca dice: Dios es verdad. ¡Pero lo es!, replican todos. Yo también diría que lo es; pero según otras categorías de pensamiento. En cambio, en la lengua de Juan, Dios en sí mismo no es verdad; Dios no es un acontecimiento de la historia. Está "encima", en la trascendencia absoluta. En cambio, un acontecimiento está en la historia.

Ahora bien, la pregunta primordial que yo planteo es: ¿quién es verdad, quién? ¿El hombre Jesucristo o el Verbo en Dios? Es el hombre Jesucristo, que es el Hijo que vino de junto al Padre; es decir: el hombre Jesucristo en tanto en cuanto revela su misterio de Hijo unigénito del Padre. Todo está basado en la Encarnación.

«Por que la Ley fue dada por Moisés [esto es el Antiguo Testamento], la gracia y la verdad se hicieron realidad [έγένετο, he aquí el acontecimiento] en Jesucristo» (Jn 1,17): es el acontecimiento de Jesucristo, el acontecimiento de la plenitud de la revelación en aquel hombre.

Me parece bastante significativo que esto no exista en las otras religiones. Y, para confirmar el punto de vista cristiano, encuentro en esos apuntes de monseñor Giussani, en la página 37 (y comprendo perfectamente su entusiasmo), esta bella frase de Juan Pablo I: «El verdadero drama de la Iglesia a la que le gusta llamarse moderna [el verdadero drama de los cristianos que quieren ser modernos] es el intento de corregir el estupor del acontecimiento de Cristo con reglas». Este es el punto: la eterna tentación es la de reducir el cristianismo a una ética, un código de reglas, una doctrina (esto es algo racionalista). No es ni una ni otra cosa: es un acontecimiento histórico, pero un acontecimiento revelador. Por ello no es ni siquiera historicismo: éste sería el otro peligro, el peligro inverso.

Todo esto parece tan elemental que me sorprende que no acabe de entenderse. Reflexionemos sobre este hermoso apotegma de un Padre del desierto sobre el acontecimiento de Jesucristo como verdad: "Aquel que persevera en la memoria de Jesús, aquel está en la verdad".
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* Sacerdote belga, es profesor emérito del Pontificio Instituto Bíblico de Roma. Es un reconocido especialista en Sagrada Escritura y autor de numerosos estudios especializados y trabajos de divulgación. Participó como perito en el Concilio Vaticano II. Entre sus obras traducidas al castellano se cuentan La verdad de Jesús; María en el Misterio de la Alianza; La Sagrada Escritura y el Vaticano II; entre otras.

 

 

Fuente: Revista Internacional 30Días en la Iglesia y el mundo, Año VII, No. 65, 1993