Testigos de la Resurrección del Señor.
Nuestro mundo de hoy está muy necesitado de buenos ejemplos. Siempre escuchamos
noticias sobre robos, abusos, crímenes, y cosas así. Pero, ¡cuánta falta nos
hace escuchar y ver testimonios de personas que verdaderamente creen en el Señor
y están dispuestos a llevarlo a conocer a todas las criaturas. ¿Cuántas personas
dependerán de tu buen ejemplo, de tu testimonio como cristiano? El Señor invitó
sus apóstoles y discípulos a ser testigos de su Resurrección. A nosotros también
nos invita a imitarlos.
¡Qué momentos más intensos están viviendo los discípulos que iban de camino a
Emaús y los apóstoles del Señor! ¡Qué amorosos encuentros tienen con su Señor
Resucitado!
En esta ocasión, se encontraban ya los discípulos que habían ido a Emaús
contando todo lo que les sucedió, hasta que descubrieron al Señor al partir el
pan. De pronto, el mismo Señor se hace presente. ¡Qué susto, qué desconcierto y
qué temor los invadió! Sin embargo, ante la aparición amorosa del Resucitado,
del Señor de la Vida, de su Maestro, se van tranquilizando pues Él, lleno de
sabiduría y comprensión les invita a que no tengan miedo. Y Él continua paciente
y dulcemente, ayudándoles para que el temor y la incredulidad fueran
desapareciendo. ¡Tan sensible es el Señor que ayuda a cada uno de sus apóstoles
y discípulos presentes a que se tranquilicen!
Entonces les muestra sus manos y sus pies. Los apóstoles ven las heridas de los
clavos… ¡Qué felicidad va llenando los corazones de estos desconcertados amigos
íntimos del Señor que van, poco a poco, reconociendo que era verdad todo lo que
su Maestro les había anunciado con anterioridad. ¡El Señor ha Resucitado! ¡Era
verdad todo lo que les había dicho! ¿Cómo vibraría el corazón de Pedro, el
primer Papa, cuando volvió a encontrarse con su Señor? ¿Y qué decir de Juan,
aquél apóstol lleno de sensibilidad y cercanía con el Señor? Pues bien, todos
fueron serenándose. Contemplaban ante ellos al mismo Hijo de Dios, a su Maestro
y Señor, a su Amigo, a su hermano amoroso, que había muerto y resucitado.
Y el Señor, después de confortarlos y animarlos, les dice: "Ustedes son testigos
de esto (de su pasión, de su muerte y de su resurrección)". Él los invita a que
lleven a todo el mundo el testimonio que ellos presenciaron. ¡El Señor está
vivo! ¡Ha vencido a la muerte! ¡Venció a las tinieblas! ¡Nos ha abierto las
puertas del Cielo!
Desde ese día los apóstoles estarían preparándose para lanzarse a todo el mundo
a predicar el Evangelio, a predicar que era verdad que Jesús había resucitado de
entre los muertos. Esperarán pacientemente a que el Espíritu Santo les ilumine
para lanzarse al apostolado.
Quien es testigo de la grandeza y del amor de Dios querrá llevarlo a conocer a
todas partes. ¡Esta es la vocación del cristiano! ¡Esta es nuestra propia
vocación!
La vocación de todo cristiano ha de ser la de su propia santificación personal y
la del apostolado. La santificación personal consiste en ser cada día más
semejantes a Jesucristo, quien es nuestro Camino, la Verdad y la Vida. Será
santo quien viva en amistad con Dios por medio de la gracia santificante, y se
esfuerce día a día por ser mejor y parecerse más a su maestro.
Y la vocación al apostolado es la de llevar la buena nueva a todos los hombres.
Todos estamos llamados a hacerlo.
Quien se considere verdaderamente cristiano ha de esforzarse por mantenerse cada
día en amistad con Dios. No permitas, pues, que nada ni nadie te separe de
Nuestro Señor. No permitas que el pecado te aparte del Señor.
La comodidad es uno de los grandes enemigos que posee el apóstol. Si tu estás
convencido que has recibido la vocación de cristiano a llevar la buena nueva a
los demás, lucha pacientemente contra la comodidad. Que tu amor a Dios y a las
almas sea más fuerte que esa comodidad.
Los cristianos tenemos la gran vocación de ser testigos de la Resurrección del
Señor, que nos propone lograr nuestra santificación personal que es mantener la
amistad con el Señor, y a llevarlo a todo el mundo.
¡Que alegría y tranquilidad nos ha de dar el saber que el Señor está vivo entre
nosotros, que ha vencido a la muerte y a las tinieblas!