La oración es tan necesaria en nuestra vida
espiritual como lo es respirar para nuestra vida del cuerpo.
Desgraciadamente, muchos intentan encontrar a Dios a través de caminos
erróneos como la meditación trascendental, la dianética, la cienciología,
las técnicas orientales de meditación y relajación, la quiromancia y la
adivinación.
En todos estos casos, se habla del espíritu y de un ser superior, un dios
cósmico, un dios presente en los elementos que conforman el universo y los
ejercicios que realizan los centran en ellos mismos, pues buscan como único
fruto "sentirse bien", estar en paz con ellos mismos.
La oración cristiana es muy diferente a estas técnicas que están de moda,
porque es una oración personal (de persona a persona) en la que nosotros
hablamos con Dios que nos creó, nos conoce y que nos ama. Nuestro Dios es
una persona, no algo etéreo como el cosmos o el universo.
No es un dios "cósmico", es un Dios con el que podemos dialogar de persona a
persona porque nos conoce a cada uno y sabe qué es lo que necesitamos. Dios
es un Padre que nos ama, y con la oración nosotros participamos de su amor.
Es un Padre que llena de bendiciones a sus hijos. La oración cristiana da
frutos, no sólo con uno mismo sino con los demás, nos hace crecer en el amor
a Dios y a los hombres.
Algunos quizá, hayamos alguna vez intentado orar con toda nuestra buena
voluntad, pero los esfuerzos que hicimos no dieron el fruto que esperábamos
y terminamos desanimados y abandonando la oración.
¿Por qué nos pasa esto? Porque no sabemos orar, necesitamos aprender a orar.
Si aprendemos a orar, encontraremos en Dios la respuesta a todas nuestras
inquietudes, encontraremos la paz espiritual y nuestro corazón se encontrará
lleno de energía para dar amor a los demás
La oración ilumina y fermenta toda nuestra vida y nos hace crecer
interiormente. Dios se convierte en un Alguien en nuestras vidas y no es
sólo una "idea" sin vida. El diálogo continuo con Dios se vuelve parte de
nuestra vida cotidiana
Para continuar con el taller, puedes ir recorriendo en orden los siguientes
enlaces o escoger el que más se adapte a tus necesidades de oración.
Tipos de
oración
Los caminos de la oración son
muchos. Se puede orar de varias formas. Existen muchos modos
de entrar en contacto con Dios. Cada quien elegirá el suyo
de acuerdo a su personalidad, a sus circunstancias
personales, a lo que le llene más espiritualmente en cada
momento determinado.
Éstas son:
Oración vocal
Lectura meditada
Contemplación del
Evangelio
Oración sobre la vida cotidiana
Oración de contemplación
Oración vocal:
Consiste en repetir con los labios o con la mente, oraciones
ya formuladas y escritas como el Padrenuestro, el Avemaría,
el ángel de la guarda, la Salve. Para aprovechar esta forma
de oración es necesario pronunciar las oraciones lentamente,
haciendo una pausa en cada palabra o en cada frase con la
que nos sintamos atraídos. Se trata de profundizar en su
sentido y de tomar la actitud interior que las palabras nos
sugieren. Es así como podemos elevar el alma a Dios. Podemos
apoyarnos en la oración vocal para después poder pasar a
otra forma de oración. Todos los pasos en la vida se dan con
apoyos y la oración vocal es un apoyo para las demás. La
palabra escrita es como un puente que nos ayuda a establecer
contacto con Dios. Por ejemplo, si yo leo "Tú eres mi Dios"
y trato de hacer mías esas palabras identificando mi
atención con el contenido de la frase, mi mente y mi corazón
ya están "con" Dios.
La
lectura meditada:
Un libro nos puede ayudar mucho en el camino a encontrarnos
con Dios. No se trata de leer un libro para adquirir
cultura, sino de tener un contacto más íntimo con Dios y el
libro puede ser una ayuda para conseguirlo. No se trata de
aprender cosas nuevas, sino de platicar con Dios acerca de
las ideas que nos inspire el contenido del libro. Hay que
leer hasta que encontremos una idea que nos haga entrar en
contacto con Dios y ahí frenar la lectura "saboreando" el
momento. Es así como se profundiza en las ideas del libro
para escuchar a Dios. Si cuando estamos leyendo, se produce
una visita de Dios, abandonémonos a Él. Al orar hay algo que
nos "llama", una idea en la que sentimos la necesidad de
profundizar. Para profundizar volvemos a la idea para verla
en todos sus aspectos hasta que llegue a sernos personal,
hasta que la hagamos propia. Esta idea mueve nuestra
voluntad, nuestra capacidad para el amor, el deseo y el
afecto. Esta oración debe terminar con un propósito de vida
de acuerdo a las ideas en las que hemos profundizado en
compañía de Dios.
Contemplación del Evangelio:
Consiste en leer un pasaje del Evangelio, contemplarlo,
saborearlo y compararlo con nuestra vida, tratando de ver
qué es lo que debo cambiar para vivir de acuerdo a los
criterios de Cristo. Al leer el Evangelio nos vamos a
familiarizar con los gestos y las palabras de Cristo, y a
comprender su sentido. Poco a poco iremos cambiando nuestra
mentalidad y nuestra conducta de acuerdo a los criterios del
Evangelio. Comparamos nuestro actuar en la vida con la vida
de Jesús en el Evangelio. Se trata de mirar a Jesús más que
mirar el pasaje del Evangelio, escuchar su Palabra. Al orar
de esta forma, hemos pasado de la reflexión que se detiene a
mirar en cada punto a un mirar simplemente a Cristo. Para
ponerlo en práctica se necesitan seguir los siguientes
pasos:
a) Ponernos en presencia de Dios y ofrecerle nuestra
oración. Leer lentamente la escena del Evangelio para tener
una visión rápida de conjunto, del lugar donde sucede. Por
ejemplo, en Belén, en el templo de Jerusalén, etc. Después
pedirle a Dios que adquiramos un conocimiento más hondo de
Jesús para amarlo más y poderlo servir mejor.
b)Volvemos sobre el pasaje evangélico y vemos las personas
y:
- Vemos a los personajes que hablan y actúan en el pasaje.
Fijarnos en cada uno en particular viendo primero su
exterior para luego contemplar sus sentimientos más íntimos,
sean buenos o malos. Sacar algún fruto personal.
- Después escuchamos las palabras: Penetrar en su sentido,
poner atención a cada una de ellas. Algunas palabras las
podemos escuchar dirigidas a nosotros personalmente. Sacar
un fruto personal.
- Como tercer punto, consideraremos las acciones: seguir las
diversas acciones de Jesús o de las demás personas. Penetrar
en los motivos de tales acciones y los sentimientos que los
han inspirado. Sacar algún fruto personal, recordando que la
oración nos debe llevar a la conversión de corazón.
c) Terminar platicando con Jesús o con su Madre la Santísima
Virgen María acerca de lo que hemos descubierto.
Oración sobre la vida cotidiana:
Dios está presente en nuestra vida. Los acontecimientos de
la vida son un camino natural para entrar en contacto con
Dios. Es necesario buscar la presencia de Dios en nuestra
vida y descubrir qué es lo que Dios quiere de nosotros. Esta
búsqueda y este descubrimiento son ya una oración. Estar
atentos a lo que Dios quiere de nuestra vida es hacer
oración y nos invita a colaborar con Él. De esta "mirada"
sobre mi vida nacerá el asombro, el agradecimiento, la
admiración, el dolor, el pesar, etc. De esta manera nuestra
vida entera será una oración.
Contemplación:
Se le conoce también como silencio en presencia de Dios.
Este es el punto donde culminan todos las formas de orar de
las que hemos hablado con anterioridad. Es el momento en que
se interrumpe la lectura, o se deja la reflexión sobre un
acontecimiento, una idea o un pasaje del Evangelio. Se da
cuando ya no hay deseos de seguir lo demás, se ha encontrado
al Señor con toda sencillez, después de recorrer un camino.
Hemos experimentado interiormente que Dios nos ama a
nosotros y a los demás. Es guardar silencio en presencia de
Dios con un sentimiento de admiración, de confusión, de
gratitud, cuando nos sentimos invadidos por la grandeza de
Dios y su amor hacia nosotros y nos ofrecemos a Él.
La oración contemplativa es mirar a Jesús detenidamente, es
escuchar su Palabra, es amarlo silenciosamente. Puede durar
un minuto o una hora. No importa el tiempo que dure ni el
momento que escojamos para hacerla.
Para tener una oración contemplativa, debemos:
a) Recoger el corazón: Olvidarnos de todo lo demás,
encontrándonos con Él tal y como somos, sin tratar de
ocultarle nada.
b) Mirar a Dios para conocerle: No se puede amar lo que no
se conoce. Al mirarlo debemos tratar de conocerlo en su
interior, sus pensamientos y deseos.
c) Dejar que Él te mire: Su mirada nos iluminará y
empezaremos a ver las cosas como Él las ve.
d) Escucharle con espíritu de obediencia, de acogida, de
adhesión a lo que Él quiere de nosotros. Escuchar
atentamente lo que Dios nos inspira y llevarlo a nuestra
vida.
e) Guardar silencio: Silencio exterior e interior. En la
oración contemplativa no debe haber discursos, sólo pequeñas
expresiones de amor. Hablar a Jesús con lo que nos diga el
corazón.
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¡Comenzar
con la oración de hoy!
Ponerse en presencia de Dios
-Ponte en presencia de Dios
-Date cuenta de que Él está allí; Él te mira, te conoce, te
penetra con su luz
-Date cuenta de que todo esto es muy importante porque orar
es unirse con Dios que está presente delante de nosotros en
estos momentos...
-Si no se establece esta relación de unión con Dios, no es
oración cristiana
La oración se inicia con una invocación al Espíritu Santo
-Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y
enciende en ellos el fuego de tu amor.
-Envía tu Espíritu Creador. Y renueva la faz de la tierra.
-Oh Dios, que has iluminado los corazones de tus hijos con
la luz del Espíritu Santo; haznos dóciles a sus
inspiraciones para gustar siempre el bien y gozar de su
consuelo. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Actos preparatorios
Acto
de fe:
Señor, creo que tu estás aquí, dentro de mí. No te veo, ni
te oigo, ni te siento, pero creo que sí estás realmente
aquí. No hay ningún rincón de mi cuerpo o de mi alma
escondido para ti, pues tu me penetras totalmente con la luz
de tu inteligencia. Creo todo lo que tu me enseñas por medio
de tu Palabra y por medio de la santa Iglesia Católica.
Acto
de esperanza:
Confío en tí, Señor. Sé que miles de personas confían en
otras cosas como dinero, prestigio, posición social, sus
propias cualidades.... Pero yo confío únicamente en ti. Sé
que nunca me vas a fallar y que siempre eres fiel. Espero en
ti para la salvación de mi alma y que me darás todo lo
necesario para alcanzar la vida eterna.
Acto
de caridad:
Te amo, Señor, porque eres infinitamente amable. Quiero
amarte con toda mi inteligencia, con toda mi voluntad, con
todo mi corazón y con todas mis fuerzas. Quiero amarte como
tú me amaste, con un amor hecho de esfuerzo y entrega. Te
ofrezco esta meditación como una manifestación de mi amor.
Quédate conmigo durante la meditación y durante toda mi
jornada.
Acto
de humildad:
Me doy cuenta, Señor, que no soy nada. Soy lo que soy
delante de tí. No soy más porque los hombres me alaben, o
menos porque me vituperen. Ayúdame a darme cuenta de mi
miseria física, moral y espiritual. Si produzco fruto en mi
vida es porque tú me das tu gracia. Perdóname mis pecados,
que son muchos. He traicionado tu amor tántas veces...
Acto
de entrega:
Yo me consagro una vez más a tí, Señor. Aquí tienes mi boca
para hablar las palabras que tu quieres que hable; tienes
mis pies para llevarme a donde tú quieres que vaya; tienes
mi mente para que piense lo que tu deseas que piense. Te
ofrezco mi corazón para que tú ames en mí a todos los
hombres con los cuales me encuentre hoy.
Acto
de gratitud:
Te agradezco, Señor, por haberme creado, por haberme llamado
a la fe católica. Te agradezco especialmente por todas las
veces que me protegiste y no me dejaste caer en pecado. Te
agradezco, de antemano, el fruto que deseo sacar en esta
meditación.
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ORAR ES ALGO SENCILLO
Cuando hoy se nos recomienda tanto y tanto la
oración, ¿en qué pensamos y cómo nos imaginamos que debemos orar? Eso de
rezar, ¿es una ciencia esotérica, reservada para unos pocos? Por el
contrario, ¿es una cosa fácil, que puede hacer cualquiera? ¿Y cuál es la
mejor manera de rezar?...
Si Jesús insiste tanto en el Evangelio sobre la oración, tenemos que decir
que es una cosa demasiado importante. Y si es tan necesaria a todos, por
fuerza Dios la ha hecho fácil y al alcance de cualquiera.
Nosotros nos perdemos en nuestra relación con Dios porque complicamos las
cosas.
Y la oración, como nos dijo de una manera inolvidable Teresa de Jesús, no es
más que tratar de amistad con Aquel que sabemos que nos ama.
¡De amistad! ¡Qué expresión tan bella! Tratar a Dios como un amigo, ya que
Dios se ha hecho en Jesús esto: un amigo nuestro al hacerse como uno de
nosotros.
Entonces, para hablar a Jesús, y en Jesús a Dios, no hay como acudir al
Evangelio para saber cómo hemos de hablar con Jesús. Con la misma
naturalidad que todos usaban con Él y le exponían sus necesidades. Cualquier
situación nuestra tiene su exponente en el Evangelio.
- ¡Señor, que vea!, le decía el ciego.
- ¡Dame de esa tu agua, para no tener más sed!, le pedía la Samaritana.
- ¡Señor, enséñanos a orar!, le decían los discípulos.
- ¡Sálvanos, Señor!, que perecemos!, le gritaron los apóstoles en la barca
que se hundía.
- ¡Señor, mándame ir a ti!, le pidió Pedro.
- ¡Señor, ten compasión de mí, que soy un pecador!, murmuraba el publicano.
- ¡Señor, si quieres puedes limpiarme!, le suplicaba humilde el leproso.
- Mira que tu amigo, a quien tanto quieres, está enfermo, mandó a decirle
Marta.
- ¡Auméntanos la fe!, le pidieron los discípulos.
- ¡Acuérdate de mí cuando estés en tu reino!, le suplicó el ladrón.
- ¡Señor, danos ese pan!, le pidieron los oyentes cuando prometió la
Eucaristía.
- ¡Señor, tú sabes que yo te quiero!, le protestaba Pedro.
- ¡Mira, Jesús, que no tienen vino!, se limitó a decir María por los otros
cuando los vio en apuros...
Así, así le hablaban a Jesús. Imposible mayor sencillez. Y Jesús no dejó de
atender ningún deseo.
Si así son las cosas con Jesús, nos ponemos a pensar. ¿Nos damos cuenta de
lo que ahora le deben gustar a Jesús estas mismas súplicas, cuando se las
repetimos hoy nosotros? ¡Le traemos a su mente unos recuerdos tan
queridos!... ¿Por qué no le hablamos con las mismas palabras que escuchó
entonces y que le enternecían el corazón?...
Sería la oración más fabulosa y segura salida de nuestros labios.
Precisamente en el Evangelio aprendemos la insistencia con que Jesús nos
recomendaba la oración. Podríamos decir que esa insistencia era hasta
machacona. Cuando así lo hacía Jesús, quiere decir que la oración es lo más
importante de nuestra jornada y de la vida entera. La Iglesia lo ha
entendido siempre así, y en la oración oficial de la Iglesia --la que hacen
obligatoriamente los sacerdotes en nombre y por todo el Pueblo de Dios--
tiene repartido de tal manera el día que en ninguna hora le falta a Dios la
súplica de toda la Iglesia. Y para orar bien los sacerdotes como los fieles,
no hay como acudir al Evangelio.
Corre por ahí una poesía preciosa sobre la manera de orar, tal como se oraba
a Jesús en el Evangelio, y que dice así:
Rezar... la mar se pone fea;
Rezar es departir con el Maestro,
y es rezar –¡y qué rezar!– decir “te quiero”,
es echarse a sus plantas en la hierba,
y lo es –¡no lo iba a ser!– decir “me pesa”,
o entrar en la casita de Betania
y el “quiero ver” del ciego,
para escuchar las charlas de su cena;
y el “límpiame” angustioso de la lepra,
rezar es informarle de un fracaso,
la lágrima de la viuda,
decirle que nos duele la cabeza;
y el “no hay vino” en Caná de Galilea;
rezar es invitarle a nuestra barca
y es oración, con la cabeza gacha,
mientras la red lanzamos a la pesca,
después de un desamor gemir “¡qué pena!”;
y mullirle una almohada
cualquier contarle a Dios nuestras tristezas,
sobre un banquillo en popa a nuestra vera;
cualquier poner en Él nuestra confianza...
y, si acaso se duerme,
–y esta vida está llena de “cualquieras”–,
no aflojar el timón mientras Él duerma;
todo tierno decir a nuestro Padre,
y es rezar despertarle, si, de pronto,
todo es rezar..., ¡y hay gente que no reza!
Esto es oración. Ésta es la mejor oración.
Éste es el método más fácil de orar. Y es posible que sea también la manera
de oración que más le gusta oír a Jesús. Aquí todo es amor, confianza,
amistad. Todo es actualización del Evangelio.
Le podemos pedir ahora de nuevo a Jesús:
- ¡Señor, enséñanos a orar!
Pero es casi seguro que Él nos va a responder:
- Ya os he enseñado. ¿Por qué no rezáis así?...