Autor: P. Eduardo
Volpacchio | Fuente:
Algunas respuestas
¿Por qué Dios me creó si sabía que me iba a condenar?
Quién no se ha planteado alguna vez una pregunta acuciante: si sabía que me iba a condenar ¿por qué Dios me creó?¿Tiene sentido esta pregunta? ¿Cómo se responde?
Esta pregunta, planteada
con aparente inocencia, desconcierta a algunos cristianos.
Se trata de una pregunta tramposa ya que encierra una
grave acusación a Dios y hace muy difícil a quien se bloquea con ella, hacer
lo necesario para alcanzar la salvación.
Hay quienes la repite ingenuamente: la escucharon, los
impactó y no supieron qué responder. Pero también hay quienes la susurran en
los oídos de cristianos con la intención de sembrar dudas, abrir grietas en su
fe, confundirlos, etc.
I. El cuestionamiento
En primer lugar hay que decir que lo que aparenta ser
una pregunta, en realidad es un cuestionamiento a Dios: se lo acusa de
injusticia y perversidad.
Si me creó sabiendo que me condenaría, es evidente que
no tengo chance de escapar al infierno. El lo sabe y lo sabía antes de
crearme. De manera que Dios sería injusto al no dame la posibilidad de
salvarme.
Dios sería cruel: si sabía que me voy a condenar,
creándome me condenó a condenarme. Si fuera bueno, cuando sabe que alguien se
condenará no lo crearía… de manera que nadie se condenaría.
Como se ve la frase que analizamos, en el fondo
sugiere la maldad divina y, yendo un poco más allá, el ateísmo. El planteo se
parece bastante a la tentación del pecado original, en cuanto pretende poner
en duda la bondad de Dios.
En efecto, pertenece a una línea de argumentos que
intenta demostrar la no existencia de Dios: bastaría con demostrar que Dios
carece de atributos divinos para demostrar que ese Dios no existe. Veamos de
qué manera.
Por definición Dios tiene que ser bueno. Si se
demostrara que ese que llamas Dios es malo, entonces estaría demostrando que
sencillamente no es Dios... y al mismo tiempo que no existiría... ya que es
contradictorio que un ser por esencia bueno sea malo: y lo contradictorio no
puede existir.
II. Es una falacia.
La pregunta parte de algo falso y tiene varios
presupuestos igualmente falsos. Además, veremos que carece de lógica, acabando
por ser absurda. Y para peor de males, desvía de la verdadera ocupación por la
salvación, llevando a preocupaciones estériles.
1. Es falso que Dios nos cree “sabiendo” cuál será
nuestra respuesta libre.
El problema no es de «ignorancia», sino de falta
temporalidad.
La eternidad es un presente absoluto. Por definición
supone la no temporalidad: no hay ni pasado ni futuro. De manera que en la
eternidad carece absolutamente de sentido pensar en un «antes» y un «después».
Por tanto, no cabe plantearse un conocimiento anterior
a la creación, una creación posterior a ese conocimiento y una condenación
sucesiva en el tiempo, por el sencillo motivo que Dios está fuera del
tiempo: para El no existe un antes y un después: todo es un continuo presente.
De esta manera, el instante en que Dios crea y el momento de mi muerte son el
mismo momento eterno. El «sabe» sin más, no hay un antes en el cual calcule mi
respuesta, ni una previsión de la misma.
Dios no puede saber mi destino eterno antes de crearme
sencillamente porque no existe ese antes.
De manera que el problema que la pregunta plantea no
existe.
Esto no es fácil de entender. El misterio reside en la
conjugación de nuestra temporalidad con la eternidad de Dios. No podemos
imaginarnos la eternidad porque carecemos de experiencia de la misma. Pero
para nuestro asunto basta entender que en la eternidad, no existe ni el pasado
ni el futuro: todo es presente.
2. La sola posibilidad de que Dios pueda crear a
alguien para que se condene no sólo es falsa sino también impensable.
Si Dios creara en previsión a la condenación aunque
sea de una sola persona, sería perverso.
Dios es amor y toda su obra creadora y redentora es de
amor. Quiere que todos se salven: no crea a nadie para que se condene, sino a
todos para que tengan una vida eternamente feliz en la gloria. Que algunos no
acepten el amor de Dios y lo rechacen, no hace malo a Dios... sino a quien lo
rechaza... La Teología enseña que no hay predestinación al mal.
3. Supone un error en la consideración de la
salvación o condenación como si fuese algo externo a nosotros: que viene de
afuera, ajeno a mí.
Esto no es cierto: quien se condena, quiere
condenarse. Nadie está en el infierno contra su voluntad. Esto es quizá lo más
traumático del infierno. Basta leer el Catecismo de la Iglesia Católica (n.
1033):
«Salvo que elijamos libremente amarle no podemos estar
unidos con Dios. (…) Morir en pecado mortal sin estar arrepentido ni acoger el
amor misericordioso de Dios, significa permanecer separados de El para siempre
por nuestra propia y libre elección. Este estado de autoexclusión definitiva
de la comunión con Dios y con los bienaventurados es lo que se designa con la
palabra "infierno".»
4. Es absurdo acusar a Dios de mi posible
condenación cuando Dios ofrece la salvación a todos y da todo lo necesario
para salvarnos.
Frente a El sólo cabe el agradecimiento: me creó, se
hizo hombre para redimirme, murió en la cruz por mí, se me da El mismo como
alimento en la Eucaristía, está dispuesto a perdonarme todo lo que haga
falta... Es decir, para salvarme ha hecho mucho más de lo que jamás podría
haber esperado... Acusarlo de condenarme... es bastante caradura,
desagradecido, hipócrita... Es como si el hijo pródigo, a su vuelta, en vez de
acoger el perdón y gozar de la fiesta que le ofrece su padre, se volviera a
ir, esta vez enojado con su padre porque lo dejó ir la vez anterior, lo
culpara de sus pecados y rechazara la amorosa acogida. Como si hubiera vuelto
sólo a insultar a su padre…
5. Es absurdo hablar de un futuro libre como si
estuviera determinado.
Es ridículo hablar de mi posible condenación como un
hecho por la sencilla razón de que ahora no estoy condenado y tengo todos los
medios para salvarme. Si quiero me salvo, si no quiero no me salvo: depende de
mí.
El cuestionamiento falla al presentar mi condenación
como una fatalidad a la que estoy determinado haga lo que haga. Y esto no es
cierto.
No es lógico hablar de un futuro que está en mis manos
como de algo ya realizado y decidido por otro.
6. Es absurdo pretender poner en Dios la
responsabilidad de algo que yo decido libremente.
El cuestionamiento pretende culpar a Dios de mi
condenación, cuando en realidad yo soy el artífice de mi salvación o
condenación. Supone desconocer la responsabilidad de mis propios actos y
decisiones libre. Poner la responsabilidad de mi condenación en Dios es al
menos irresponsable.
¿Qué sentido tiene culpar a Dios de algo que yo decido
ahora libremente?
7. Supone el rechazo de nuestra libertad.
Hay quienes reniegan de su libertad. Dicen: ¿por qué
Dios m e creó libre? Preferirían no serlo...
Hay un razonamiento implícito: "Dios me crea libre",
"yo libremente me condeno", por tanto "Dios -al haberme hecho libre - es
culpable de mi condenación".
Por el contrario la libertad es el mayor don que Dios
nos ha dado en el plano natural, después de la vida (condición de todo don):
¡ser libre es muy bueno! La libertad es condición del amor: sin libertad no se
puede amar. Dios nos hizo libres para que fuésemos capaces de amar. Quiso
correr el riesgo de nuestra libertad: que al mismo tiempo fuésemos capaces de
odiar… Pero la decisión es nuestra.
8. Supone la contradicción de querer salvarse y -al
mismo tiempo- querer hacer lo necesario para condenarse.
Está implícito el deseo de salvación y el rechazo de
los medios que conducen a ella. Como única solución se ve el "hubiera sido
mejor no haber sido creado".
En el fondo se rechaza el proyecto de Dios para el
hombre.
9. Supone rechazar la misericordia divina:
No podemos olvidar que Dios perdona siempre... de
manera que sólo se puede condenar quien no acepte la misericordia divina.
Evidentemente el perdón divino exige que nos
arrepintamos. Porque respeta nuestra libertad. No puede perdonarnos si
nosotros rechazamos el perdón: no nos perdona en contra de nuestra voluntad.
Para recibir el perdón hay que querer ser perdonado. Si yo no rechazo mi
pecado, Dios «no me lo quita». Sin arrepentimiento (=rechazar mi pecado) no
hay perdón posible, porque sería absurdo: yo querría conservar mi pecado y
Dios me lo sacaría contra mi voluntad... Dios me obligaría a salvarme, cosa
que yo no quiero.
10. Supone un error en la concepción de la
conjugación de la libertad y la ciencia divina.
Que Dios «vea» como actúo no me quita libertad.
III. Paraliza y amarga
Un segundo problema con la pregunta que nos ocupa es
que no conduce a nada, paraliza y amarga. Produce unos sentimientos que
conducen a la condenación, al pretender dar por supuesta mi posible
condenación, destruyendo la esperanza que es la que la hace posible.
Lleva a encarar mal la vida. Distrae del objetivo. Su
principal gravedad es que desvía del camino de salvación.
Lo absurdo del planteo es que lleva a no poner los
medios para la salvación. La hace parecer imposible.
La pregunta es ¿es tan difícil salvarse? La verdad que
no. Conocemos el camino: está bien determinado. Cristo nos dejó los
sacramentos, su palabra y hasta su cuerpo.
Es muy práctico. ¿Qué hacer para salvarse? Ir a Misa
el domingo, confesarse de vez en cuando, rezar un poco todos los días, tratar
de cumplir los mandamientos. Está al alcance de la mano. No es tan difícil.
Además el premio es grandioso.
Hay que tener en cuenta que plantea las cosas fuera de
su contexto real: conseguir la salvación no es fácil ni difícil: depende de la
gracia de Dios y de nosotros.
El cauce está claro. Es accesible. Requiere esfuerzo.
Nos viene bien es este momento recordar una idea de
C.S. Lewis: el demonio tiene interés en que nuestra atención se centre en lo
que puede pasarnos, mientras que Dios quiere que la tengamos en lo que tenemos
que hacer. Dejemos pues de pensar si nos condenaremos y comencemos a poner por
obra lo que sabemos que nos conduce a la salvación.
Conclusión: el cuestionamiento falla por todos
lados y por tanto no es sostenible racionalmente. No dejes que te robe el
tiempo y la serenidad
Lo verdaderamente importante no son las especulaciones
rebuscadas. Por ese camino no alcanzaremos la salvación y nos llenaremos de
angustias.
La salvación es posible para todos. Dios quiere que
nos ocupemos de buscarla por los caminos que El nos ha mostrado y haciendo uso
de los medios que El mismo nos ha dado.
Sería ridículo dejar de poner lo que está a nuestro
alcance para ser santos y al mismo tiempo lamentarse de supuestas fatalidades
condenatorias.
Nota final
Hay otros cuestionamientos semejantes que pretenden
negar la omnipotencia divina. Es interesante analizarlos brevemente ya que
hacen uso de la negación del principio de no contradicción:
¿Puede Dios hacer una piedra tan grande que no pueda
levantar?
¿Puede Dios hacer un círculo cuadrado?
Evidentemente Dios no puede hacer lo contradictorio.
Pero esto no es una imperfección ni una limitación. Sencillamente la
contradicción no puede existir.
El principio de no contradicción es una ley del ser:
"el ser es y el no ser no es". "Es imposible que algo sea y no sea al mismo
tiempo y bajo el mismo aspecto".
Si vas al núcleo de la pregunta, lo que se plantea es
¿puede Dios no poder? Y esto es absurdo.
Es como si se preguntara: ¿puede Dios crear algo que
no exista? ¿puede crear la nada? No, Dios no puede hacer existir el no ser. Y
esto es pura lógic a. No existe ningún problema en que Dios no pueda ir contra
la lógica.
De la misma manera Dios no puede pecar ni equivocarse,
y esto no es una limitación sino perfección suprema.
P. Eduardo Volpacchio
capellania@colegioelbuenayre.edu.ar