¿Por qué desciendes tanto, Señor?

 

¿Por qué bajas tanto, Señor?

Tienes el cielo como casa, y te aventuras

a dejarlo para caminar junto a nosotros.

¿No ves, Señor, cómo estamos?

El hombre, mata al hombre.

Tu mundo, ya no es aquel que Tú creaste.

La vida, ya no es vida

 

¿Por qué bajas tanto, Señor?

Una corte de ángeles te rodea,

y prefieres nacer en medio

de la indiferencia de los hombres,

sin más homenaje que el ruido de las guerras,

y las contiendas o indiferencia de las naciones.

Posees el calor celestial

y te adentras en el frío de la tierra.

Destellas la grandeza de tu divinidad

y te revistes de nuestra pobreza.

 

¿Por qué bajas tanto, Señor?

Eres Dios y, quieres ser hombre.

Vives en la Ciudad Eterna

y deseas caminar a pie de tierra.

Hablaste durante siglos sin dejarte ver

y, ahora, te descubrimos en un Niño.

 

¿Es necesario tanto, Señor?

Eras intocable, y te dejas acariciar.

Eras invisible, y te podemos adorar.

Estabas más allá de las nubes,

y, te contemplamos en un pobre pesebre.

 

¿Es necesario tanto, Señor?

Déjanos por lo menos, Señor,

conquistarte con la fuerza de nuestro amor.

Calentarte con la hondura de nuestra fe.

Abrigarte, con la esperanza que nos traes.

Responderte, con la humildad de nuestros corazones.

No sé si es necesario tanto, Señor,

sólo sé que, el mundo, hoy más que nunca,

te necesita como salvación.

 

Sólo sé, Señor, que tu llegada

es motivo para la alegría

en medio de la tormenta de tristeza             

que sacude a nuestro mundo.

¡Gracias por hacer tanto, Señor!

¡Gracias por salir a nuestro paso!

Amén.

 

Javier Leoz