¿Por qué confesarme con un sacerdote? 
        

¿Por qué Dios quiere concedernos el perdón a través de la Iglesia? ¿No sería mejor y más sencillo que directamente Dios perdonara a cada persona arrepentida en la intimidad de su conciencia?

Ante todo, hay que reconocer que este sacramento es un don sobrenatural de Dios, un regalo inmenso de su misericordia, y por eso debe ser agradecido y recibido con alegría. Pero, al mismo tiempo, hay que recordar que es algo que nos supera, es un misterio que no puede ser completamente comprendido y que tenemos que aceptar con humildad, sencillez y confianza.

Por una parte, hay que decir que Dios puede perdonarnos sin recibir este sacramento, si tenemos un arrepentimiento perfecto, pero con tal que tengamos también el propósito de confesarnos cuando podamos. Así lo enseña el Catecismo de la Iglesia Católica cuando explica que el dolor sincero de haber ofendido a Dios "obtiene también el perdón de los pecados mortales si incluye la firme decisión de recurrir tan pronto como sea posible a la absolución sacramental" (CCE 1452).

Vemos así que, para los que somos miembros de la Iglesia, el sacramento siempre es necesario para los pecados graves. A los que no son parte de la Iglesia o no creen en esto, Dios podría salvarlos por otros caminos que él conoce (Gaudium et Spes 22). Pero la confesión con el sacerdote es siempre el medio más seguro y eficaz, y para nosotros, que somos cristianos y miembros de la Iglesia, es el camino normal y ordinario.

No hay que tomarlo como una ley de Dios o de la Iglesia que yo tengo que cumplir como una obligación pesada. Si Dios me propone esto es porque se trata de algo bueno para mí. Entonces, lo importante es encontrarle un sentido y descubrir por qué Dios me lo pide. Eso es lo que veremos ahora.

 

La necesidad del rito del perdón

Reconozcamos que los momentos fuertes de la vida necesitan ser expresados de alguna manera a través de un rito. Por eso existen el casamiento, los funerales, el festejo de los aniversarios, etc.

La reconciliación con Dios es un momento muy fuerte que toma a toda la persona, porque es un nuevo punto de partida en la vida. Es comenzar de nuevo revisando la propia historia, los propios ideales, y renovando un proyecto esperanzador. En ese momento uno vuelve a preguntarse: "¿quién soy?, ¿para qué estoy viviendo?, ¿hacia dónde quiero que se dirija mi vida?". Son preguntas de tremendo peso que, si uno se atreve a responderlas, le permiten recuperar el rumbo y recomenzar con entusiasmo.

Por ser un momento tan fuerte, una situación muy destacada de la vida, necesita una expresión externa, una manifestación, un "rito". Por eso Dios, a través de la Iglesia, nos propone el rito de la confesión.

Cuando nos alejamos de un amigo y luego nos reconciliamos, eso se expresa en un abrazo o en algún otro signo. Cuando nos reconciliamos con Dios necesitamos un instrumento visible, que es el sacerdote que la Iglesia nos ofrece para que lo hagamos.

Ante el sacerdote yo expreso mis pecados, mi arrepentimiento, mi súplica de perdón, mi confianza en el amor de Dios, mi propósito de salir adelante. Y de él escucho las palabras eficaces de perdón que Dios me dirige. Esto es muy importante, porque al escuchar esas palabras claramente con mis oídos, tengo la seguridad del perdón del Señor. Si eso quedara sólo en mi mente, siempre tendría dudas, porque dentro de la mente se mezclan muchos pensamientos confusos.

En el sacramento yo recibo el perdón de un modo claro y "constatable", porque lo puedo ver y lo puedo escuchar gracias al sacerdote. Eso me libera de toda incertidumbre.

Esta seguridad del perdón no brota de mis sentimientos, de mis estados de ánimo, de mi concentración mental, o de mis convicciones éticas, sino del sacramento, que es un don de la misericordia de Dios que me llega desde afuera, como regalo gratuito.

Hoy las personas buscan vivir las cosas de una forma más "existencial", y desprecian los ritos, pero tarde o temprano terminan buscando o inventando algún rito, porque advierten que lo necesitan. Mejor, aceptemos el rito que el Señor nos propone a través de su Iglesia: el sacramento de la confesión.  

(Del libro "Para mejorar tus confesiones", Víctor Manuel Fernández, Buenos Aires, SAN PABLO, pp. 18-21).

Víctor Manuel Fernández