En este tiempo, la Iglesia es como una era, en  la que se hallan a la vez la paja y el trigo. Que nadie tenga la  pretensión de eliminar toda la paja antes que llegue la hora de  aventar. Que nadie abandone la era antes de esta hora, aunque  sea con el pretexto de evitar el daño que le pueden hacer los  pecadores... Si uno mira la era desde lejos, uno diría que no hay  en ella más que paja. Hay que revolverla con la mano y soplar con  la boca para echar fuera el tamo y descubrir el grano. Si no es así,  el grano no se ve. Y a veces aun a los mismos granos les sucede  algo de este género: se encuentran separados unos de otros y sin  contacto entre sí, y puede incluso llegar a pensar cada uno que  está enteramente solo". (SAN AGUSTÍN, Enarr. Ps. 25,5: PL 36,190-191)