EL LIBRO RENOVADO DE PAGOLA

Anotaciones a Jesús. Aproximació històrica, de J.A. Pagola

(Editorial Claret, Barcelona, 2008, 684 pp.)

Hace un par de meses que circula por Catalunya una edición "renovada" del conocido libro de J.A. Pagola. Como es sabido, en su día, la obra recibió estudios críticos por parte de diversos autores y por la Comisión Episcopal de la Doctrina de la fe de la CEE. En su momento leí la obra en su edición española, los estudios y recensiones y la mencionada Nota de la Comisión Episcopal. También las respuestas que dio el autor a las interpelaciones recibidas. La edición en lengua catalana y algunas promociones de la misma me llevan ahora a expresar en el foro público algunas anotaciones de mi lectura. Hace pocos días, la hoja diocesana de dos diócesis de la Tarraconense escribía una breve presentación de la obra de Pagola. Decía así:

"Editorial Claret acaba de publicar la edición renovada de este libro después que en la primera edición en castellano estuviese acompañada de polémica. El libro es denso, con 692 páginas de texto y abundante bibliografía, pero su lectura no comporta ningún esfuerzo especial. "Parte de la investigación más reciente y sólida y nos acerca a la persona de Jesús combinando el rigor histórico con una presentación clara y agradable. El autor se esfuerza por "captar" el impacto que Jesús provocó en sus contemporáneos y lo narra con palabras sencillas a los hombres y mujeres de hoy". Lo que pretende, en definitiva, es dar respuesta a una pregunta que continúa vigente más que nunca: "Quien es Jesús?" Pagola reconoce que se esfuerza para seguir a Jesús "no siempre con la fidelidad que yo querría, en el seno de la Iglesia Católica".

Me pregunto si el redactor de la nota ha leído a fondo la obra y, conociendo las serias objeciones que ha planteado la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe de la CEE, ha consultado a los Obispos responsables de dicha hoja diocesana para su publicación. Tengo serias dudas al respecto.

Las líneas que siguen son fruto de una lectura y reflexión ágil sobre la reciente edición en catalán de la obra de Pagola. La lectura de la obra en catalán me lleva a constatar, en mi opinión, que siguen en pie las observaciones que la Nota de la Comisión Episcopal para la doctrina de la fe hizo en su momento para clarificar la obra de Pagola. Hecha esta observación paso a exponer algunas notas que he tomado en el transcurso de la lectura de la edición "renovada" en catalán, sin pretender ser exhaustivo, ni mucho menos.

Confrontando la edición catalana con la anterior y primera en castellano, constatamos que Pagola dedica muchas más páginas en la presentación de esta versión revisada. Reconoce que "mi obra ha recibido también críticas negativas y ha suscitado preguntas y recelos que pueden crear malentendidos" (p. 7). Todo ello le ha llevado a "preparar una nueva edición revisando el texto y, sobretodo, ofreciendo una presentación más detallada de mi estudio y una notable ampliación del capítulo conclusivo" (p. 7). Efectivamente, la renovación de la obra estriba fundamentalmente en la "presentación detallada", más que en el capítulo conclusivo. El texto apenas ha sido retocado. No hay ninguna mención a la Nota emanada por la Comisión Episcopal. El autor explicita que ha llevado a cabo la mencionada revisión del texto "con el único objetivo que Jesús continúe haciendo el bien a aquellos que se acerquen a él a través de estas páginas" (p. 7).

Pagola quiere dejar muy claro que la obra no se trata de una cristología, "no he escrito este libro para estudiar y exponer el contenido de mi fe en Jesucristo, Hijo de Dios encarnado para nuestra salvación" (p. 7). Reconoce que su propósito "ha sido aproximarse a Jesús con rigor histórico y con lenguaje sencillo, para acercarle al hombre y a la mujer de hoy a la persona y al mensaje de Jesús" (p. 6).

Entrando en la temática habría que recordar para empezar que, en el pasado Sínodo, Benedicto XVI tomó la palabra el 14 de octubre para corregir un defecto muy frecuente de la exégesis actual y que consiste en separar la exégesis de la Tradición. Hay que tener en cuenta la unidad de toda la Escritura e interpretarla desde el mismo espíritu con que fue escrita, teniendo en cuenta la Tradición viva de la Iglesia y la analogía de la fe. Estas palabras las tomaba el Papa de DV 10.

No podemos olvidar que la Iglesia y la Tradición existieron antes de la Escritura y siguieron existiendo después de ella. Por lo tanto la Escritura hay que interpretarla desde la Iglesia, correspondiendo al Magisterio su interpretación auténtica. Tradición, Escritura y Magisterio están entrelazados de tal forma, sigue diciendo el Concilio, que uno no tiene consistencia sin los otros, dado que tienen el mismo origen y tienden a la misma finalidad (DV 9, 11, 12). Por ello no puede haber contradicción entre Escritura y Tradición.

Pero Ratzinger justifica el método histórico-crítico en la investigación de los evangelios en su obra Jesús de Nazaret (Madrid 2007). Porque los evangelios pretenden contar la historia auténtica de Jesús en sus dimensiones fundamentales. Recuerda Ratzinger que: "si dejamos de lado la historia de Jesús, la fe cristiana como tal queda eliminada y transformada en otra religión" (p. 11). El método histórico-crítico, dice Ratzinger, sigue siendo necesario e indispensable (p. 11-12). La resurrección, los milagros, la predicación de Jesús junto con la conciencia que tenía de su divinidad aparecen en la Escritura como hechos históricos, de ahí que puedan ser estudiados desde una perspectiva histórica. Por ello el investigador cristiano que estudia la vida de Cristo según el método histórico-crítico no tiene por qué prescindir de su fe, porque no solamente no habrá contradicción entre la historia y la fe, sino que incluso la fe puede orientar la investigación en la verdadera dirección. Pero por las razones que hemos dado antes, el método histórico-crítico goza de una autonomía propia en cuanto método.

De lo que Ratzinger se queja en su libro es de la parcialidad con la que muchas veces se ha usado y se usa este método (p. 8), del reduccionismo que se hace con él y de los aprioris con que se utiliza. Se trata por lo tanto de un método que frecuentemente se usa mal. El Papa por su parte dice que sigue confiando en los evangelios en cuanto que nos dan un Jesús real, un Jesús histórico en un sentido propio y verdadero (p. 18). Pero recuerda también que en este estudio se ha de tener en cuenta la unidad de toda la Biblia y que se han de emplear también otros métodos complementarios.

Pagola por su lado mantiene una clara ruptura entre el Jesús de la historia y el Cristo de la fe, olvidando que un cristianismo sin historia no es cristianismo. En la larga introducción que hace Pagola en su obra observa que no da el mismo valor a todas las fuentes literarias y que los evangelios son la fuente más importante y decisiva. Sin embargo, su valoración de la historicidad de los evangelios nos parece muy minimalista. Para Pagola "los escritos de los evangelios están impregnados de su fe en Jesucristo resucitado, son sumamente selectivos, han sido narrados en función de problemas y necesidades de las primeras comunidades cristianas y están ordenados y orientados hacia objetivos teológicos concretos. Por esto exigen un estudio crítico cuidadoso antes de obtener información fidedigna para la investigación" (p. 12). Creo que sería mucho más acertado decir, como expresaba magistralmente Mons. Amato, que "un estudio desapasionado, libre de prejuicios racionalistas, lleva a concluir que los evangelios son parte del género literario bíos: eso significa que las narraciones evangélicas están más interesadas en referir acerca de "las gestas" de Jesús que a dar testimonio de la "fe" de los primeros cristianos. Los evangelios se centran en la persona, el mensaje, las actitudes y las obras de Jesús, en resumen, sobre su "vida", en su momento más decisivo. La experiencia cristiana, en cambio, nos ha sido transmitida sobre todo en el resto del Nuevo Testamento… El valor histórico de los evangelios y su cualidad biográfica devuelven a la teología una base insustituible para su elaboración cristológica" ( Conferencia pronunciada en Barcelona, febrero de 2008).

De hecho la obra de Pagola es una obra de mínimos e incluso de bajo mínimos, por ejemplo cuando desconoce lo que hoy muchos autores denominan una cristología implícita en dichos y actuaciones de Jesús. En su investigación histórica no encuentra lugar un hecho tan fundamental como la pretensión de divinidad de Jesús y su clara conciencia de ello. Este punto neurálgico de la conciencia que Jesús tuvo de sí mismo no es tratado adecuadamente en la obra de Pagola. De hecho, fue una de las críticas que le hizo en su momento la Nota: "Si Jesús no se presentó a sí mismo como Dios y como Hijo de Dios, ni reclamó para sí la fe que reclamó para el Padre, la posterior confesión de fe de los Apóstoles no fue más que una interpretación exagerada… La conciencia que Jesús tenía de sí y de su misión es inseparable de la verdad histórica contenida en la profesión de fe". (Cf. Nota, 11). ¿Cómo resuelve Pagola esta importante interpelación en su obra renovada? Con una nota a pié de página que no aparecía en la anterior edición. La nota en cuestión dice así: "Naturalmente, nuestro trabajo de aproximación histórica a Jesús no prejuzga en absoluto lo que la doctrina de la Iglesia afirma o la cristología estudia sobre la conciencia filial y mesiánica de Jesús, ni sobre la relación peculiar que el Hijo de Dios encarnado tiene con su Padre en su singularidad irrepetible, ni sobre la legitimidad o no legitimidad de la atribución de la fe a Jesucristo ni en que sentido. Sencillamente son temas que quedan fuera del campo de la investigación histórica" (p. 380, nota 2).

Jesús se define por ser "creyente fiel" y es un dato histórico incuestionable, según Pagola, que Jesús "actuó movido por su experiencia de Dios e invitó a la gente y a sus seguidores a creer en Dios y a acogerle con la misma confianza con que él lo hacía". (p.379). Pagola insiste en que Jesús no propone una doctrina sobre Dios ni pretende sustituir en ningún momento la doctrina tradicional de Dios por una nueva. Jesús asocia Dios con la vida y lo primero y más importante para él es que los hijos e hijas de Dios gocen de la vida de una manera justa y digna. (p. 380) Como vemos no hay cambios sustanciales respecto la edición anterior en este punto.

La nota que ha añadido a pie de página y que he transcrito dice que se quiere hacer un trabajo de aproximación histórica de Jesús y no una Cristología. A la Cristología corresponde estudiar el problema de la fe de Cristo, del desarrollo de su conciencia filial y mesiánica así como la singularidad irrepetible de Jesús frente al Padre. Pues bien, decir esto es afirmar que hay una ruptura total entre el Jesús de la historia y el Cristo de la fe, olvidando que el cristianismo sin base histórica no es cristianismo.

Hace un par de años, la Congregación para la Doctrina de la fe, emanaba un documento en el cual se clarificaban algunas cuestiones de cristología. El documento se refería a unas afirmaciones de J. Sobrino. La enseñanza del Magisterio decía: "Considerando el conjunto del Nuevo Testamento no se puede sostener que Jesús sea un creyente como nosotros. En el evangelio de Juan se habla de la "visión" del Padre por parte de Jesús. Igualmente, la intimidad única y singular de Jesús con el Padre se encuentra atestiguada en los evangelios sinópticos. La conciencia filial y mesiánica de Jesús es la consecuencia directa de su ontología de Hijo de Dios hecho hombre. Si Jesús fuera un creyente como nosotros, aunque de manera ejemplar, no podría ser el revelador verdadero que nos muestra el rostro del Padre… quedaría reducido a la condición de revelador que solemos atribuir a los profetas o a los místicos. Jesús, el Hijo de Dios hecho carne, goza de un conocimiento íntimo e inmediato de su Padre, de una "visión", que ciertamente va más allá de la fe. La unión hipostática y su misión de revelación y redención requieren la visión del Padre y el conocimiento de su plan de salvación…La relación de Jesús con Dios no se expresa correctamente diciendo que era un creyente como nosotros. Al contrario, es precisamente la intimidad y el conocimiento directo e inmediato que él tiene del Padre lo que le permite revelar a los hombres el misterio de su amor divino. Sólo así nos puede introducir en él".

Cristo o tuvo en su historia vivida conciencia de su condición única como Hijo de Dios o el cristianismo es una invención inexplicable. En trabajos anteriores publicados contra la tesis de Pagola se dejaba claro que Jesús había tenido conciencia de ser el Hijo único de Dios en un sentido trascendente. Sólo a modo de ejemplo, recordemos que no se puede encontrar en la Escritura un solo texto que diga que Jesús creía o tenía fe, mientras que pide siempre para sí la misma fe que pide para el Padre (Jn 1,12; 3,18; 5,3.8.46; 6,30; 7,37; 8,31.45.46; 10,37-38; 14,1). Esto es una prueba de su divinidad. Se le acusa en múltiples ocasiones de blasfemia, no sólo ante el Sanedrín sino en textos como Mc 2,1 y ss. y Jn 5, 18; 8,58; 10,33-34; 19,7. No se puede decir que sea la comunidad la que se invente que a Jesús se le acusaba de blasfemo porque esto iría contra el principio de discontinuidad. La conciencia divina de Jesús es patente también cuando asume el poder de perdonar pecados en su nombre (Mc 2, 1 y ss.), o se coloca por encima de la Ley (Mt 5) o por encima del Templo (Mt 12,6), o por encima del sábado (Mt 12,8). Llega incluso a aplicarse el nombre de Yahvé (Jn 8,24.28.58) y no se puede decir que esto se deba a la comunidad porque la comunidad no pondría jamás el nombre de Yahvé en boca de Jesús cuando para ella resultaba impronunciable por respeto y lo sustituía por el de Jehová. No olvidemos tampoco el uso por parte de Jesús del título Hijo del Hombre que tantas veces utilizó y que no puede tener origen en la comunidad primitiva, dado que esta no lo utilizó nunca para nombrar a Jesús.

Pagola reconoce como interlocutor explícito de su obra "la sociedad moderna" y afirma que "la fe me ha estimulado a narrar la historia de Jesús de manera significativa para la sociedad moderna" (p. 16)

Para el autor no es suficiente "confesar que Jesús es la encarnación de Dios si después no nos preocupa saber cómo era, qué sentía vitalmente o cómo actuaba aquel hombre en quien Dios se nos ha revelado" (p. 22).

Pagola, escribiendo este libro, según el reconoce, ha "tenido muy presentes a aquellos que, decepcionados con el cristianismo real que tienen ante sus ojos, se han alejado de la Iglesia i están buscando por diversos caminos luz y calor para su propia vida… Con Iglesia o sin Iglesia son muchos los que viven "perdidos", sin saber a que puerta llamar. Sé que Jesús podría ser para ellos la gran noticia…. Nada me haría más feliz que saber que la Buena Nueva llega, por caminos que ni yo mismo puedo sospechas, hasta a los últimos. Ellos serán y son también hoy sus preferidos" (p.23) y entre los cuales el autor sitúa "los olvidados o postergados por la Iglesia" (p. 23).

Al final del libro, el autor, expresa algunas convicciones personales sobre la Iglesia que, tal vez, expliquen algunas perspectivas de la obra. Hablando de "Construir la Iglesia de Jesús" dice:

"No todos los cristianos tenemos la misma visión de la realidad eclesial; nuestra perspectiva y estilo, nuestra manera de percibir y vivir su misterio es, a menudo, no sólo diferente, sino contrapuesta… Con todo, algo está cambiando dentro de mí. Amo a la Iglesia tal como es, con las virtudes y pecados que contiene, pero al mismo tiempo, cada vez más, la amo porque amo el proyecto de Jesús para el mundo: el Reino de Dios. No encuentro otra forma más autentica de amar a la Iglesia que trabajar por su conversión al Evangelio". (p. 603).

Pagola ha mencionado el anuncio de la "Buena Nueva", que procede de la fe confesada y vivida en la iglesia y esto desborda ciertamente el planteamiento de un estudio del Jesús histórico que reivindica el autor tantas veces.

Al final de la larga presentación, Pagola concluye con estas palabras: "En todo caso, el encuentro con Jesús no es fruto de la investigación histórica ni de la reflexión doctrinal. Sólo tiene lugar en la adhesión interior y en el seguimiento fiel. Empezamos a encontrarnos realmente con Jesús cuando empezamos a confiar en Dios tal y como el confiaba, cuando creemos en el amor tal y como el creía, cuando nos acercamos a los que sufren tal y como él se acercaba, cuando defendemos la vida como él, cuando miramos a las personas tal y como él las miraba, cuando nos enfrentamos a la vida y a la muerte con la esperanza con que él se enfrentó, cuando contagiamos la Buena Nueva que él contagiaba" (p. 24).

Como vemos, no puede darse un encuentro con Jesús desde el punto de vista histórico ni de la reflexión doctrinal, sino cuando confiamos en Dios, tal como él confiaba. Jesús por lo tanto es un modelo de fe, nada más.

El Reino de Dios

En conexión con lo que vamos diciendo sería bueno presentar aquí brevemente el tema del Reino de Dios en el libro de Pagola. Si en algo coinciden todos los exegetas, católicos o protestantes, es que el tema del Reino de Dios es el centro de la predicación de Cristo, porque estaba avalado por el criterio de múltiple y por el de discontinuidad. En efecto, no se trata del reino mesiánico que esperaban los judíos y que implicaba el triunfo del Mesías. Además este Reino lo identifica Jesús con su propia persona (Lc 7,22-23) e implica ante todo la conversión (Mc 1,15). Jesús pide todo para el Reino, del mismo modo que pide todo para su persona: "el que busca su vida la perderá el que la pierda por mí la encontrará" (Mt 10,39).

Pues bien, para Pagola tanto en esta edición como en la anterior, el Reino no exige una conversión. Jesús perdona sin condiciones, sin exigir un arrepentimiento. Nosotros por el contrario vemos en la parábola del hijo pródigo (Lc 15) que el hijo vuelve a casa pidiendo perdón. A la adúltera le dice "vete y no peques más" (Jn 8,11). El publicano sale del Templo perdonado porque ha pedido perdón (Lc 18,9-14). Olvida también Pagola todas las sentencias de los evangelios en las que Jesús aparece como juez al final de la historia con textos en los que dice que todos seremos juzgados de acuerdo con nuestras obras (Jn 5,18-29; Mt 25). El Reino para Pagola no se realiza en el interior de la conciencia por la conversión sino que se reduce a suprimir el sufrimiento, la enfermedad y la pobreza. Nunca habla Pagola de la vida de la gracia. Y, por supuesto, tampoco afirma que el Reino surge por la aceptación de Cristo (Lc 18,29; Mt 19,26). Aquellos que se obstinan en no convertirse morirán en su pecado (Mt 11,20-24; Jn 8,12.21-24; 3,16-21; 5,24).

Nos hemos extendido en la consideración de estos puntos sobre la identidad de Cristo y del Reino de Dios y llegamos a la conclusión de que el pensamiento de Pagola en esta obra es idéntico al de la obra anterior, aunque se hayan pulido algunas expresiones

Algunos puntos concretos

Los "hermanos de Jesús"

En el capítulo "Vecino de Nazaret" (pp. 59 ss) Pagola escribe "La gente sabe que se ha criado en Nazaret. Conocen a los padres y hermanos…" (p. 59). En una nota a pie de página el autor, refiriéndose a los evangelios de la infancia, dice que más que relatos de carácter biográfico son composiciones cristianas elaboradas a la luz de la fe en Jesús resucitado y que no fueron redactados para informar de hechos ocurridos (p.59). Insistiendo en el tema Pagola escribe que "los evangelios nos informan que Jesús tiene cuatro hermanos que se llaman Jaime, José, Judas y Simón, y también algunas hermanas que no se nombran por la poca importancia que se daba a la mujer" (p. 64). A pie de página el autor insiste en que esta denominación de "hermanos" debe entenderse en el sentido de hermanos carnales, pero también dice que "la Iglesia católica siempre ha entendido que estos pasajes no se refieren a otros hijos de la Virgen María".

Dada la confusión reinante en muchos ambientes en esta temática, la redacción del autor no es muy clarificadora que digamos.

Los milagros

En este capítulo de Pagola no esperemos que use los criterios de historicidad para negarlos. No es ese su método. Pagola normalmente elimina muchas verdades no por la aplicación de los métodos histórico-críticos sino porque no encajan con su ideología. Ese es su método. Porque los milagros aparecen en todas las fuentes que componen los evangelios, incluida la Quelle (Lc 7,1-10.18 y ss.). Esta fuente, como sabemos, se limita a darnos la predicación de Cristo y sin embargo es también testigo de los milagros de Cristo. En el evangelio de Marcos, si prescindiéramos del relato de la Pasión, los milagros ocupan el 47%. Y no hablemos de Juan. Pagola quiere explicar los milagros como acciones de un curandero religioso que transmite la autoconfianza a los hombres para despertar en ellos posibilidades ocultas. De esta forma no podemos explicar cómo se podía resucitar a un muerto que olía, como es el caso de Lázaro (Jn 11) o la multiplicación de los panes (Jn 6). No olvidemos que en San Juan los milagros aparecen en boca de Cristo como pruebas de su divinidad: Jn 3,2; 15,24; 10,37-38; 9,32-33).

El tema del demonio lo trata Pagola de tal manera que lo mejor que puede hacer el lector es pasarlo de largo. Admite que Jesús realizaba exorcismos, pero indicando que la posesión era una forma enfermiza de rebelarse contra el sometimiento romano.

Anotaciones sobre el capítulo dedicado a la muerte de Jesús

En este capítulo se ve de manera elocuente el minimalismo que aplica Pagola a los evangelios como fuente de información histórica. Paso a detallar algunas de las afirmaciones contenidas en la obra. ¿Cómo podrá articularse la doctrina católica sobre la redención desde semejante "lectura histórica"?

Sobre la escena de las burlas a que Jesús fue sometido por los soldados de gobernador romano Pagola dice "Probablemente, tal como están descritas, ninguna de estas dos escenas goza de rigor histórico… Se trata, sin duda, de dos escenas profundamente reelaboradas en las cuales, de manera indirecta y con una buena dosis de ironía, los cristianos hacen confesar a los adversarios de Jesús el que realmente él es para ellos: profeta de Dios y rey" (pp. 491-492)

"Para Jesús, como para cualquier judío, la muerte es la mayor desgracia, pues destruye todo lo bueno que hay en la vida y no conduce más que a una existencia sombría en el sheol" (pp. 502-503)

"La soledad de Jesús es total. Su sufrimiento y sus gritos no hallan eco en nadie: Dios no le responde y sus discípulos duermen" (p. 503)

Sobre las mujeres que consuelan a Jesús, para Pagola es ficción literaria: "Lo cierto es que en cada línea se puede observar la mano y el espíritu de Lucas" (p. 504, nota 99). Lógicamente, me pregunta, para Pagola hay que suprimir dicha estación del via crucis…

También la presencia de María al pie de la cruz es redaccional, es decir, no existió realmente: "Parece bastante claro que el diálogo de Jesús con su madre y el discípulo amado, es una escena construida por el evangelio de Juan" (p. 505-506). Sobra decir las consecuencias de semejante lectura histórica para la mariología católica…

Tampoco Jesús pronunció la frase de perdón: "Por otra parte, produce un cierto desencanto saber que la oración tal vez la más hermosa de todo el relato de la pasión es textualmente dudosa… Los que conocieron a Jesús no dudaban que Jesús murió perdonando, pero, probablemente, lo hizo en silencio… Fue Lucas o quizá un copista del siglo II quien puso en boca de Jesús el que todos pensaban en la comunidad cristiana" (p. 506).

Probablemente las primeras generaciones cristianas no sabían con exactitud las palabras que Jesús podía haber murmurado durante su agonía. Nadie estuvo lo bastante cerca como para recogerlas. Existía el recuerdo que Jesús había muerto rezando a Dios y que también, al final, había lanzado un fuerte grito. Poca cosa más. Casi todas las palabras concretas que los evangelistas ponen en labios de Jesús reflejan probablemente las reflexiones de los cristianos, que van profundizando en la muerte de Jesús desde diversas perspectivas" (p. 505)

"Jesús muere en la noche más oscura. No entra en la muerte iluminado por una revelación sublime. Muere con un "por qué" en los labios…" (p. 509)

En la lectura que hace Pagola de la historia de Jesús excluye la posibilidad que Jesús interpretase su muerte en clave de sacrificio. "Por lo que parece, Jesús no elaboró ninguna teoría sobre su muerte, no hizo teología sobre su crucifixión. La vio como una consecuencia lógica de su entrega incondicional al proyecto de Dios… Jesús no interpretó su propia muerte desde una perspectiva sacrificial" (p. 438). Por supuesto, en esta perspectiva, los numerosos textos de los evangelios que presentan lo contrario han sido pasados por Pagola por su tamiz discriminador de lo que es histórico y lo que no le es.

Esta interpretación de Pagola, como es obvio, tendrá sus consecuencias en la interpretación de la Eucaristía y del sacerdocio tal y como lo hace en su capítulo "Una despedida inolvidable" (pp. 453 ss).

Del juicio hecho contra Jesús destacaría que en la nueva edición Pagola mantiene que Jesús no es en realidad condenado por blasfemo (p. 475) puesto que "Jesús no se pronunció nunca abiertamente sobre su persona" (p. 475).

Pero ya hemos visto que a Jesús se le acusa muchas veces de blasfemo. Bastaba que se aplicara a sí mismo el nombre de Yahvé (Jn 8,58) para acusarlo de blasfemo e intentar matarlo. Pilato no veía motivos para condenarlo. Y los judíos le contestan que se le debe matar porque siendo un hombre se tiene como Dios (Jn 19,7). Esa es la verdadera acusación.

La institución de la Eucaristía

Pagola aborda el tema en el apartado titulado "despedida inolvidable" (pp. 453 ss.). Según el autor, Jesús, consciente de la inminencia de su muerte necesita compartir con los suyos su confianza total en el Padre incluso en aquella hora (p. 453). Según el autor, no se trata de una cena pascual (p. 453). Probablemente contó con la presencia de otros discípulos, aparte de los doce (p. 454). Para Pagola, el relato de Marcos 14, 13-15 y paralelos sobre la preparación de la cena pascual tiene características legendarias y no permite deducir ninguna conclusión histórica (p. 454). Los textos de Marcos 14, 22-26 y de otros lugares del Nuevo Testamento y que se refieren a la última cena, atestiguan la historicidad de la misma pero son textos muy condensados y densos que no pretenden describir en detalle lo que pasó sino proclamar una acción de Jesús que dio origen a una práctica litúrgica con que se vive en las comunidades cristianas (p. 455, nota 77). Dos sentimientos llenan el corazón de Jesús: la certeza de su muerte inminente y su absoluta confianza en el Reino de Dios (p. 455). Con estos gestos proféticos de la entrega del pan y del vino, compartidos por todos, Jesús convierte aquella cena de despedida en una gran acción sacramental, la más importante de su vida, la que mejor resume su servicio al Reino de Dios, la que quiere dejar grabada para siempre en sus seguidores. Quiere que continúen vinculados a él y que alimenten en él su esperanza. Que lo recuerden siempre entregado a su servicio (pp. 457-458). El pan y el vino de la copa evocarán a sus discípulos antes que nada la fiesta final del Reino de Dios; la entrega de este pan a cada uno y la participación a la misma copa les recordarán la entrega total de Jesús (p. 458). Para Pagola, las palabras de Jesús "haced esto en memorial mío" no pertenecen a la tradición más antigua y probablemente provienen de la liturgia cristiana posterior. Eso sí, según Pagola sin duda éste fue el deseo de Jesús celebrando esta solemne despedida (p. 458, nota 85). Otra vez encontramos la fe separada de la historia, el significado al margen del hecho que lo sustenta…

Nadie puede negar que los textos que tenemos de Jesús sobre la Eucaristía tienen una formulación litúrgica y que por ello están condensados en los gestos y las palabras fundamentales que han de transmitir. Pero Pagola no estudia el contenido de los mismos: la identificación que hace Jesús con la figura del siervo de Yahvé (entrega por los muchos: Is 53) por el perdón de los pecados; la conclusión de la nueva alianza; el memorial de la nueva Pascua realizada en la sangre de Cristo. Todo lo reduce a dos sentimientos de Jesús: certeza de su muerte inminente y absoluta confianza en el Reino de Dios. Con los gestos del pan y del vino Jesús quiere simplemente que sus discípulos sigan vinculados a él y alimenten en él su esperanza. No se alimentarán por supuesto de su cuerpo y de su sangre ni participarán en el sacrificio de Cristo mediante el memorial del mismo.

Así también para el gesto del lavatorio de los pies que, según el autor, "la escena es probablemente una creación del evangelista, pero recoge de manera admirable el pensamiento de Jesús" (p. 459).

La concepción católica del sacerdocio, de la Eucaristía como memorial del Sacrificio de Jesús etc. son prácticamente inedificables sobre la lectura histórica que hace el autor.

El sepulcro vacío

El relato del sepulcro vacío es tardío y todo parece indicar que no cumplió ninguna función significativa en el nacimiento de la fe en Jesús resucitado (p. 535). La redacción de Pagola es tortuosa: "No sabemos si acabó en una fosa común como tantos ajusticiados o si José de Arimatea pudo hacer algo para enterrarlo por allí cerca. Para muchos investigadores tampoco queda claro del todo si las mujeres encontraron vacío el sepulcro de Jesús…En realidad, lo que resulta decisivo de la narración no es el sepulcro vacío, sino la revelación que el enviado de Dios hace a las mujeres. El relato no parece escrito para presentar el sepulcro vació de Jesús como una prueba de su resurrección" (pp. 537-538). "Lo más fácil es pensar que el relato nació en ambientes populares en los que se comprendía la resurrección corporal de Jesús de manera física y material, como continuidad de su cuerpo terrenal…" (p. 539)

Difícilmente sobre esta interpretación puede sustentarse la fe católica en la resurrección de Jesús y en la resurrección de la carne. En esta perspectiva siguen del todo válidas las observaciones de la Nota de la Conferencia Episcopal sobre la concepción de la resurrección de Jesús en la obra de Pagola.

Tal como explica la resurrección de Cristo, prescindiendo del sepulcro vacío y reduciendo las apariciones como hechos históricos, no queda sino explicar la resurrección por una experiencia de fe por la que creyeron que Jesús seguía vivo. Pero, ¿qué experiencia de fe podían tener cuando la habían perdido totalmente, dado que Jesús había muerto como maldito de Dios? La Escritura dice: maldito el que cuelga del madero (Gal 3,13). Olvida Pagola que el cristianismo no nace de una ideología ni de una experiencia de fe, sino de ver y de tocar al Verbo de la vida con nuestras manos (1 Jn 1,1). El cristianismo o se basa en la historia o no es cristianismo.

Hijo de Dios

Afirma Pagola que el título Hijo de Dios era muy sugestivo para los judíos, ya que tanto el pueblo como el rey eran llamados Hijos de Dios. Para Pagola Jesús es verdadero Dios en el sentido que "en él se hace presente el verdadero Dios, el Dios de las víctimas y de los crucificados, el Dios amor, el Padre que sólo busca la vida y la alegría plena para todos sus hijos e hijas, empezando siempre por los crucificados" (p. 588). Pero también Dios se hace presente en nosotros por la gracia. Aunque la gracia se diera en plenitud en Jesús y pudiera ser llamado así Hijo de Dios en un sentido diferente al nuestro, siempre se trataría de una filiación adoptiva. Hay que decir que Jesús es el Hijo igual al Padre en la divinidad.

Me pregunto cómo se podrá articular la confesión de fe sobre la Santísima Trinidad partiendo de la interpretación que hace Pagola de la divinidad de Jesús.

Ausencia de María

Me sorprende que Pagola no dé el lugar que le corresponde en la historia de Jesús a su Madre María: no sólo como Madre Virgen sino como discípula y cooperadora. Pablo VI, en su Solemne Profesión de fe, afirmó que María está indisolublemente unida a Jesucristo en su persona y obra. En cambio, según Pagola, "Jesús no gozó del soporte familiar. Su familia más próxima (supongo que en este concepto incluye a María) no le apoyó en su misión de profeta itinerante. Llegaron a pensar que estaba loco y consideraron que deshonraba a toda la familia… Por lo que parece, más adelante, algunos familiares se vincularon a su movimiento". (p. 609). El autor debería diferenciar conforme a las fuentes evangélicas la posición de María de la de otros parientes.

El hecho de no aceptar la presencian de María al pie de la cruz tiene graves consecuencias en mariología.

A modo de conclusión

Después de releer el libro de Pagola en su versión en catalán y supuestamente revisada me pregunto sobre la impresión que se llevaría un lector de la obra al confrontarse con la presentación que la Iglesia hace ordinariamente de Jesús y de su historia. Difícilmente encajarían ambas lecturas en numerosos e importantes aspectos de la persona y mensaje de Jesús. Como decía la Nota de la comisión episcopal para la doctrina de la fe del 18 de junio del presente año, el "Jesús histórico" que presenta el autor es incompatible con el Jesús que presenta la Iglesia. Las causas de esta divergencia fueron profundamente analizadas en el estudio que suscitó dicha nota de la Conferencia Episcopal. Si Pagola hubiera aceptado el contenido de la nota de los Obispos habría tenido que reescribir "da capo" toda su obra. Es evidente que no lo ha hecho. Ha introducido una larga presentación a modo de claves de lectura de su obra, ha remozado algunos párrafos y ha ampliado su última parte. Pero todo continúa fundamentalmente idéntico.

Es evidente que la profesión de fe de la Iglesia no puede reducirse a una lectura histórica, por rica y completa que sea. Pero también es verdad que la profesión de fe no se produce sin la respuesta a una revelación que acontece en la historia. Jesús tuvo clara conciencia de su identidad de Hijo de Dios y lo manifestó en sus palabras y lo reivindicó con sus obras.

Volviendo a aquella reseña hecha en una hoja diocesana y que citaba al inicio de estas reflexiones, lo que el lector encontrará en la obra de Pagola no es la respuesta a la pregunta fundamental ¿Quién es Jesús? Y, de hecho, creemos que Pagola, no intenta dar respuesta a esta pregunta en su obra. El mismo dice al inicio del libro: "Los lectores encontraran en estas páginas un estudio histórico sobre Jesús que trata de responder a preguntas como éstas: ¿Cómo era? ¿Cómo entendió su vida? ¿Cuáles fueron los trazos básicos de su actuación y las líneas de fuerza o contenido esencial se su mensaje? ¿Por qué lo mataron? ¿En qué acabó la aventura de su vida?" (p. 7). Y ni siquiera encontrara, ni mucho menos, las respuestas que desde la lectura histórica de Jesús pueden darse a estas preguntas.

Me pregunto si lo que busca Pagola con ese Cristo rebajado no es presentar el cristianismo sin el escándalo de la divinidad de Cristo y sin el escándalo de su sacrificio en la cruz, ya que todo se reduce a mantener la bondad misericordiosa de Dios y a promover la dignidad humana. Pero Cristo de esta forma ya no sería el centro de nuestra fe y de nuestra vida. Y, ¿por qué habría de serlo si en el fondo era un simple profeta, por muy gran profeta que fuera, que murió por una causa noble y cuyo cadáver podría ser encontrado un día? Se trataría de un cristianismo sin escándalo alguno, un cristianismo secularizado y a la medida del hombre de hoy.

 

Dr. Joan Antoni Mateo García
Profesor del Instituto de Teología Espiritual de Barcelona
Profesor del Instituto Santo Tomás de Balmesiana
Miembro de la Sociedad Mariológica Española