ORAR DESDE LA VIDA...

Y DESDE EL CONFLICTO

 

 

JESUS MANUEL SARIEGO

JOSE MARIA TOJEIRA

Publicado por Uca Editores, San Salvador

Índice

0.Una introducción indispensable.

1. 2 de Febrero: La Candelaria

2. La magia de la Epifanía

3. Juventud, ¿divino tesoro?

4. La Sagrada Familia

5.

2. 14 de Febrero: San Valentín

3. Contemplar y sentir

4. 12 de Marzo: Rutilio Grande

5. 24 de Marzo: Mons. Romero

6. 19 de Marzo: San José.

7.4 de Mayo: Muere Cristóbal de Pedraza (1547), primer obispo de Honduras (Trujillo).

8. Hacerse como niño/a

9. 8 de Mayo: Historia de los hombres e historia de Dios

10. El delincuente

11. Oración con números tristes

12. Ante un mal obispo

13. Masacres del Sumpul (14 de Mayo) y del Mozote (xx)

14. Superior-inferior.

15. 17 de Mayo: Día mundial de las telecomunicaciones

16. En torno a dos fechas (18 de Mayo)

17. Sobre el infierno como amenaza.

18. Nerviosismo ante la profecía moderna

19. La oración de los místicos

20. Amor a Dios, Amor al hermano/a

21. 25 de Mayo: Día de la liberación de Africa

22. La Ascensión

23. ¿Arrepentidos?

24. Pentecostés

25. La belleza de la vida

26. El derecho a la indignación

27. La Santísima Trinidad

28. Los niños (1 de Junio, día internacional del niño)

29. La Iglesia que nace del pueblo

30. El medio ambiente (5 de Junio)

31. Generosidad y poesía.

32. El miedo

33. Intimidad con Dios.

34. ¿Quién puede cambiar el mundo?

35. Lo que queda de los pequeños

36. La Eucaristía (mes de Junio)

37. La amistad

38. El Padre Nuestro

39. La fidelidad de El Señor

40. San Juan Bautista y Santo Tomás Moro (24 de Junio y 22)

41. Un breve acercamiento a la muerte de la mano de un poeta

42. El árbol que podía aprender

43. El maestro de la Sabiduría

44. La hermanas de Chalate

45. 29 de Junio; San Pedro y San Pablo.

46. Los cardenales

47. Mayo. Día de la madre

48. Las fiestas nacionales

49. Las decisiones erróneas

50. La impunidad y el perdón

51. Fantasías

52. 6 de Agosto: Bomba atómica en Hiroshima

53. 25 de Julio: Santiago

54. 4 de Agosto: Juan María Vianney, cura de Ars.

55. El Año Jubilar

56. 31 de Julio: San Ignacio de Loyola

57. 7 de Agosto, Santo Domingo de Guzmán

58. Juan Manso

59. Bartolomé de las Casas (+17 Julio 1566)

60. Tradición y tradiciones

61. Contra corriente (una de tantas)

62. Hermógenes López, 30 de Julio de 1978

63. Francisco de Vitoria (+ 12 de Agosto de 1546)

64. Más sobre el miedo

65. 9 de Septiembre: San Pedro Claver

66. Administradores de los bienes

67. Conviviendo con el racismo

68. 3 de Octubre: Los Angeles Custodios

69. El campo y la ciudad

70. Oración en favor de los dictadores (11 de Septiembre)

71. Escuchar

72. La leyenda de Margarita la tornera

73. ¿Se puede probar la resurrección?

74. Defendiendo el cristianismo

75. 17 de Octubre: San Ignacio de Antoquía

76. La corrupción

77. La interconexión

78. 12 de Octubre: Juan Bosco Penido Burnier

79. El sacerdocio de los fieles

80. 1 de Noviembre: Todos los Santos

81. 3 de Noviembre: San Martín de Porres

82. Cultivando el desamor

83. La llamada que no queremos oir

84. 16 de Noviembre: Mártires jesuitas de El Salvador

85. Celestino y Marcelino

86. 14 de Diciembre: San Juan de la Cruz.

87. Navidad

88. La Sagrada Familia

89. La opción

90. El nos amó primero

91. Pandilleros

92. El desierto

93. Los mártires de Olancho (25 de Junio)

94. En torno a la droga

95. Política y cristianismo

96. El sida

97. Austeridad y solidaridad, un programa para nuestros días

98. El deber de las edades

99. La vigilancia

100. La pena de muerte

Una introducción indispensable

1.- ¿De qué se trata?

Por dos razones pudiera parecer un atrevimiento escribir un libro sobre la oración.

La primera, la más evidente, porque la oración es un proceso de relación entre cada orante y Dios. Por ello, en este campo más que de pedagogía habría que hablar más modestamente de mistagogía: una persona sólo puede conducir a otra hasta las puertas de ese encuentro misterioso y después retirarse para dejar que Dios le conduzca. No se puede obligar a realizar un camino, simplemente porque el camino de cada uno es irrepetible.

La segunda dificultad: en realidad el único maestro de oración es Jesús que es el camino que se nos ha dado para acceder al encuentro con Dios. Hasta El, Dios se había comunicado de muchas maneras con lo humano; desde El, toda la relación pasa por Jesús que es Verbo, comunicación.

Y sin embargo, pese a estos dos obstáculos, no hemos desistido de un viejo proyecto compartido después de años de trabajo pastoral en ambientes tan diversos como la formación de jóvenes, el trabajo parroquial y horas de acompañamiento de la fe de no pocos laicos. Desde hacía años nos rondaba un deseo: sería conveniente escribir algo aunque sólo fuera para ayudar a jóvenes y adultos, laicos, sacerdotes y religiosos, estudiantes y trabajadores... a orar. Estas páginas tienen por ello sólo una sencilla pretensión: ayudar a estas personas a llegar hasta las puertas del encuentro con Dios; más humilde aún: evocarles la posibilidad de dicho encuentro. O para quienes ya desde hace tiempo descubrieron la experiencia de la oración, invitarles a "permanecer" en ella, que suele ser lo más difícil en este arte.

Cuando nos pusimos a escribir estas páginas, nos parecía que el tema de la oración, como otros asuntos relacionados con la espiritualidad cristiana, habían sido demasiado "privatizados" y era oportuno hacer algo por permitir el acceso a él a muchas personas "de la calle". Desde el comienzo hemos pensado en ellos, los no tan profanos en estas materias pero que tratan de vivir en fidelidad su compromiso cristiano. La necesidad de vivir una mística en ese compromiso cristiano es tan urgente que consideramos que sería bueno abrir esa caja de Pandora reservada a los expertos para todos, eso sí, sólo hasta donde lo permiten la puertas mistagógicas. Sentimos que, hoy más que nunca, es difícil ser profeta si no se es algo místico y sin encuentro con Dios los encuentros con la historia pierden color de esperanza. Más aún los retos que nos toca vivir en nuestra historia, sólo adquieren respuesta en la medida en que sabemos "guardarlos y meditarlos en lo profundo de nuestro corazón" (Lc 2, 19). Como dice un teólogo actual "no orar no es un pecado; es una desgracia"...

Ahora bien, ¿de qué tipo de oración se trata?. Cuando se habla de un libro de oración, se suele pensar en un escrito de temática predominantemente religiosa. En otros casos, la relación con Dios queda un poco encasillada en el marco del autoconocimiento o de la superación personal. Ambos modos de orar ciertamente son válidos y de gran utilidad; también tienen sus peligros: el primero puede encerrarse en el mundo de lo religioso y sagrado; en el segundo a veces la oración se vuelve autocontemplación narcisista en la que el orante se empantana en una cierta frustración al cabo del tiempo al observar que su crecimiento no camina a la misma velocidad que su autoconocimiento.

El presente trabajo, respetando esas y otras perspectivas, quiere optar por otra vía que nos acerque a la oración, y por ello es importante comenzar haciedo alguna aclaración. El material que presentamos intenta, a lo largo de ciento treinta meditaciones, ponernos en contacto con realidades o acontecimientos del acontecer normal de cada día, que tocan nuestra vida de cristianos. Pero de un modo que nos permita contactarnos con esas realidades desde la fe. En otras palabras, se trata de convertir en oración acontecimientos normales de la vida, muy personales unos, dramáticos e insertos en el entramado social e histórico centroamericano otros, eclesiales y universales otros más.

No se trata de cubrir la entera complejidad de la realidad, sino de acercarse a algunos de sus elementos más constantes en la vida de un cristiano. Y así las meditaciones cubren desde algunas fiestas religiosas hasta cuestiones más ligadas a la política. Pasando por acontecimientos eclesiales, sociales, históricos, etc. La intención es, así, ayudar, al usuario del libro, a convertir la realidad en parte de su oración formal. No es éste un libro que agote un tema concreto de oración, sino un trabajo que quiere facilitar que el cristiano de a pie se acostumbre a hacer oración formal utilizando el material que le da la vida diaria.

El calendario, con lo que entraña de memoria histórica, los acontecimientos y las noticias, las estructuras sociales o de pensamiento, los cargos y responsabilidades con los que nos encontramos y tratamos, el sentimiento poético y la belleza de la existencia, el dolor y la angustia, todo puede y debe ser materia de oración para el cristiano. Si cada día más cristianos oráramos la realidad, en su rica y compleja diversidad, no hay duda de que se produciría, en nuestras iglesias, una acumulación de compromiso, de fuerza transformadora y de efectividad apostólica. Eso nos acercaría a la radicalidad evangélica que el Señor nos pide.

No es este un libro, pues, destinado a ser leído de un tirón, ni dedicado a cristianos que deseen una fórmula que les garantice una oración automática y más o menos entretenida. El que leyera estas páginas de un golpe se encontraría con opiniones, preguntas y posiciones críticas que simplemente esbozan la problemática de la realidad. Probablemente le parecería discursivo y disperso. El que buscara cumplir legalmente con el deseo de hacer oración durante un rato cada día, tampoco se sentiría satisfecho. Porque ninguna lectura de un texto se convierte automáticamente en oración. Y mucho menos la de este librito, que ni siquiera tiene la intención de decir cosas en sí mismas "piadosas".

 

2.- ¿Cómo usar este libro?

Se trata de un libro que ayude a orar. Y la oración es, en definitiva, intimidad con Dios. Pero, esta es una verdad evidente, ningún libro, ni siquiera la Biblia, tiene la capacidad de convertir automáticamente la lectura en oración. Para orar a partir de un texto es necesaria una preparación previa. Preparación que se puede dar de un modo casi no reflexionado cuando uno se acerca desde la propia fe a las páginas del Nuevo Testamento. Pero cuando el texto no es sino un deseo de historizar el encuentro con el Señor en una coyuntura social particular, la preparación debe ser mayor.

En efecto, la historia se nos presenta siempre como algo ambiguo. Y en toda coyuntura hay cosas buenas y malas. Querer rezar sobre temas históricos implica una preparación y una apertura al Señor que sólo se logra poniéndose en un ambiente de fe que supere los reflejos inmediatos con los que trabajamos prácticamente a diario. Se impone una tarea de discernimiento que debe partir de una profunda apertura al Señor. Para favorecer este discernimiento ofrecemos algunas consideraciones.

 

a) La oración encuentro con Dios.

Con Dios sólo se dialoga desde la apertura personal. El lleva siempre la iniciativa y no siempre nosotros escuchamos o entendemos su palabra. El Antiguo Testamento nos presenta la imagen del joven Samuel creyendo que quien le hablaba en la noche era el sumo sacerdote Helí. Solo la experiencia del anciano sacerdote le ayuda a prepararse para escuchar al Señor que habla, para conversar con Dios, para orar, en definitiva.

Y este diálogo con Dios se tiene siempre desde la apertura personal. "Habla Señor que tu siervo escucha", dirá Samuel. "He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra", repetirá siglos más tarde María. No se trata en la oración de marcar temas, sino de estar a la escucha. No se trata de buscar ideas sino de esperar que el Señor fecunde ideas, sentimientos, personalidad, ideales, etc. El tiene la iniciativa.

Pero de nuestra parte tampoco se trata de esperar desde la inactividad. El Señor llega a mi persona a partir de mi propio yo personal y a través del mundo y circunstancias que me rodean. A través de mi propia realidad, sedienta siempre de un agua que renueve y dé sentido al caminar. Pero también a través de la realidad en toda su complejidad. La vida de personas que me rodean, conocidas o desconocidas, se puede convertir en interpelación y llamada del Señor. Para Pablo fue sorprendente que el Señor le saliera al paso a través de las personas que el mismo apóstol despreciaba y perseguía. "Yo soy Jesús a quien tú persigues", le dijo el Señor a Pablo, identificándose con los primeros cristianos perseguidos. Y de esa experiencia nació una relación con el Señor que culminaría en el "para mí vivir es Cristo" o en el ""sé en quién he confiado" del mismo apóstol.

Realidades sectoriales (la "multitud") o universales (el mundo), aparecen también en los Evangelios como lugares de encuentro entre el Señor y los hombres y mujeres de su tiempo. La multitud despierta "compasión" en el Señor y le impulsa a multiplicar los panes. Y el mundo es el objeto del amor de Dios, de tal manera que "tanto amó Dios al mundo que le dió su propio Hijo". Tal vez este sea uno de los datos que más sorprende de la vida de Jesús: esa inagotada capacidad de apertura a lo que le rodea que a un tiempo le hace ser cercano de los clamores de las multitudes ("que andaban como ovejas sin pastor") y a las necesidades de la personas concretas ("hacia las que sintió compasión").

La relación entre el individuo y el resto de la realidad humana o humanizada, motiva también la referencia a Dios, así como las estructuras sociales o religiosas. La relación con el César o con Herodes remite a Jesús a su relación con el Padre. Y ello le lleva a contraponer lo que es del César con lo que es de Dios, o incluso a llamar zorra a Herodes. Lo mismo podríamos decir de la ley, la pobreza, el dinero, la enfermedad, etc. El Señor se expresa frente a esas realidades como liberador, como el que devuelve a las personas la capacidad de relacionarse armónicamente con Dios y con las cosas simultáneamente. Dios se expresa, en definitiva, en la complejidad de la realidad, y la persona debe prepararse para encontrarlo allí donde Dios le dirija su palabra.

La actitud del cristiano, en consecuencia, es de espera, de confianza y de preparación de una tierra en la que el Señor, el sembrador, dejará caer su semilla. Dios, que hace llover sobre buenos y malos, fecundará lo que sepamos recibir en una tierra limpia de piedras y maleza. El Señor viene siempre hacia nosotros. El es fiel y no nos abandona jamás. De nuestra parte queda el deber de la espera, la esperanza confiada y la preparación para escuchar su palabra.

b) ¿Cómo preparar la tierra?

Lo primero que hay que "acondicionar" es el medio ambiente en el que orar. Desde la encarnación de Jesús se han quebrado las distancias entre espacios sagrados y espacios profanos. El mundo entero es presencia del Resucitado. Sin embargo, la psicología humana necesita de alguna manera hacerse consciente de esa presencia. Por eso es importante recordar la necesidad de favorecer un ambiente propicio para la oración. Ayudará para ello seleccionar adecuadamente tiempos, lugares, materiales y en general toda "la ecología" en la que el encuentro ha de ocurrir.

Aquí es conveniente señalar la necesidad de unir toda nuestra persona al proceso de la oración. No oramos sólo con la cabeza; también nuestros sentimientos y nuestro cuerpo quieren buscar y acoger a Dios. La postura más adecuada, el momento interior de paz, la disposición de las energías físicas y mentales, algunos ejercicios de relajación a través de la respiración y otras técnicas similares difundidas por muchos manuales de oración, algunos de cuño oriental, podrán servirnos de ayuda.

En todo caso, lo importante será acudir al encuentro de Dios en la oración desde la gratuidad. Si lo que nos mueve a orar es la conciencia de que ese es nuestro deber, eso bloqueará la fluidez de la relación y la converirá en formalista.

No se puede negar que existen dificultades parar orar. La más frecuente es la prisa con la que vivimos por influjo del ritmo de nuestra sociedad. A veces encontramos tiempos cronológicos parar orar, pero no hay espacios psicológicos. Hay que saber hacerse de oasis de encuentro para interiorizar lo vivido. Como Jesús del que comenta el Evangelio que "se levantó muy de madrugada y se fue a un lugar solitario para orar" (Mc 1,35).

En otras ocasiones las dificultades provienen de un cierto temor al encuentro. Uno presiente "rumores de trascendencia" pero los evita porque los presume comprometedores. Y es que, como dice Santa Teresa "donde entra el sol no puede haber telarañas". Orar exige la valentía de dejarse encontrar por Dios y por la realidad desde la que nos habla.

Otras veces la dificultad de la oración proviene de algo más hondo: vivimos y crecemos en un mundo cada vez menos religioso en el que la secularización pareciera apagar las huellas de la presencia de Dios. Por eso será necesario ir renovando nuestra comprensión de la fe que no ahoga la autonomía de lo temporal e histórico sino que sabe releerla a la luz de Dios.

c) Orar incensantemente.

Cada orante tiene su manera de disponerse para el encuentro con Dios. En la medida en que realmente nos abrimos a su voluntad y a su Reino, sabemos que nos disponemos para el encuentro con El. En este apartado no se pretende decir nada nuevo sino ofrecer una pequeña guía de posibilidades, dentro de las maneras de hacer oración más frecuentes y normales en la vida espiritual.

Aunque leídas inicialmente estas advertencias sobre diversas maneras de orar ayudarán a un mejor acercamiento a las oraciones concretas que ocupan el libro, no sería malo, tampoco, que una vez metidos en la tarea de orar día con día, volviéramos en algún momento atrás y releyéramos esta introducción. Sería una manera no sólo de recordar métodos y maneras de oración, que tal vez vamos ya aplicando en nuestro diario meditar, sino de contrastar nuestros avances en el logro de un método propio de oración. Al fin y al cabo, eso es lo que tratamos de conseguir con esta edición y lo que pretendemos también al presentar diversas formas tradicionales de hacer oración dentro de la Iglesia.

La historia de la espiritualidad cristiana está llena de experienia orante. Tal vez nos sirva recordar, aunque brevemente los principales modos de orar siempre con el objetivo de poder encontrar una cabida personal creativa en esta larga tradición.

Este libro pretende orientar nuestra oración personal. Por eso no se ocupa de otros modos comunitarios de orar que serán más familiares al lector.

 

- Orar desde las palabras.

Comenzamos por la primera forma de rezar que normalmente hemos aprendido desde pequeños: la recitativa. Es lo que solemos llamar "rezar" u "oración vocal" porque es se realza fundamentalmente a través de la voz de nuestras palabras. Consiste en recitar oraciones muchas veces aprendidas desde la infancia. Con frecuencia, en nuestros tiempos, ha sido atacada y con cierta razón. Y es que en ocasiones tendemos a convertir lo que recitamos en fórmula mágica. Pero, más allá de nuestra tendencia a deformar las cosas, el recitar repetidamente una alabanza o una petición es profundamente humano. El enamorado repite fórmulas, palabras, canciones o poesías a su amada sin que ello sea estorbo para el amor. Lo único que se pide es que detrás de la fórmula haya sentimiento, fuerza, vida.

Del mismo modo en la oración recitativa se nos pide poner espíritu y corazón. Y ello se puede hacer de muchas maneras. Se puede rezar el Padre Nuestro repitiendo las palabras y las frases, dejando que la fuerza de las mismas palabras vaya empapando nuestro corazón. La misma palabra Padre se puede repetir lenta y pausadamente dejando que las esperanzas y los sentimientos que el término suscita vayan empapando nuestro espíritu. Otras veces será una frase completa la que se puede repetir, como "venga a nosotros tu Reino" o un verso o una estrofa de una poesía. De hecho en las oraciones de este librito proponemos algunas poesías como campo privilegiado para ejercitar este camino de oración. Porque, especialmente, el campo de los sentimientos se puede preparar adecuadamente con la poesía mientras se espera el encuentro con el Señor.

Hay mil modos de hacer oración desde la palabras y este método está especialmente indicado para tiempos de sequedad interior o de búsqueda ansiosa. En general suele ayudar a lo largo de la vida ir haciendo acopio de algunas plegarias estratégicas que tocan alguna fibra espiritual especial; sólo son alforjas para el camino... Jesús en la Cruz repitió frases evocadoras de un salmo y todo el Evangelio está lleno de estas frases: "Señor, creo, pero aumenta mi fe", "Señor, Tú lo sabes todo, sabes que te amo", "Hijo de David, ten compasión de mí", "Señor mío y Dios mío". Aquellas hermosas páginas con la historia del anónimo "peregrino ruso", una verdadera antología de jaculatorias, narran la historia de un hombre que afanoso de encontrar a Dios al fin encontró en este modo de orar su propia escuela espiritual.

 

- Orar desde la palabra escrita.

Otro modo frecuente de orar es acudir a un documento escrito. Este tipo de oración goza de una larga historia desde que Benito introdujera la "lectio divina" en las comunidades contemplativas medievales. A esta oración se le suele denominar "la lectura meditada". Podemos ayudarnos de la Escritura, los textos y vida de los santos o de los documentos de la Iglesia. Pero también nos serán útiles textos poéticos, narraciones o relatos. Buena parte de los relatos que en esta libro se proponen para la oración, bien pueden ser usados como lecturas meditadas.

En todo caso, el texto que leo ha de evocar y despertar mi relación personal con Dios; de otro modo la lectura sólo se convertirá en piadoso estudio. Lo importante de la Palabra escrita es que a un tiempo la leemos y ella nos lee a nosotros, sacando a la luz nuestras motivaciones o invitándonos a nuevas exigencias.

La lectio monástica contaba de tres partes: la primera era la lectura pausada del texto haciéndo especial énfasis es nuestra capacidad de abrirnos y entender lo que leemos como si fuera la primera vez que lo leemos. Después, la reflexión personal tratando de encontrar eco especial en el corazón hacia alguna parte del texto que leemos, su desarrollo o su organización: allá no se dice nada, simplemente se escucha lo que lo leído me evoca. Por último la oración en la que expreso mis súplicas, deseos o simplemente dialogo,-"como un amigo habla a otro amigo", dirá San Ignacio,- a partir de lo que se me ha concedido escuchar. Tal vez me nazca alabar, agradecer, interceder por otros o simplemente reconocer lo dado como don.

 

- Orar desde el discurso.

Otro de los caminos de oración más frecuente es el que nace a partir de las ideas. Podríamos llamarla oración discursiva en la medida en que se sigue, de algún modo, una especie de discurso, compuesto de ideas. Es conocida en la historia de la espiritualidad como meditación. Como personas racionales tendemos a preparar nuestros diálogos pensando en lo que queremos decir. Elegimos temas de meditación que tengan que ver con nuestras preocupaciones diarias y nos aplicamos a descubrir ideas que nos fortalezcan o nos digan algo con respecto a nuestra realidad cotidiana.

Normalmente en la meditación trabajamos a tres niveles: la memoria recuerda como en casette que se rebobina una parte de nuestro pasado vivido o el de la realidad . La inteligencia analiza, sopesa y pondera hasta alcanzar a entender el significado de lo vivido. Por último, la voluntad trata de establecer una conclusión que nos invita a reconocer, a emprender un nuevo comportamiento o a ver la realidad de otro modo.

Es un tipo de oración muy común y eso porque en realidad ocurre cuando el mundo del afecto está aún poco implicado en el proceso oracional. Pero tambien existe el riesgo de que se convierta en una especie de monólogo. Yo pienso, yo hablo, yo decido, yo me confirmo, etc. Si así salieran las cosas no se podría decir que hay en este modo de actuar una auténtica oración. Y ciertamente, quien así ora suele terminar cayendo en el aburrimiento y dejando muy pronto la oración. El mismo Jesus nos advierte sobre el peligro: "cuando oren, no hagan grandes discursos" (Mt 5,7).

Frente a esto hay que decir que los fallos de este tipo de oración no invalidan el método. Al contrario, sirven para recordarnos lo fundamental de la oración: Es el Espíritu el que ora en nosotros. Las ideas, por bien elaboradas y preparadas que estén, serán estériles si no contienen un elemento de espera, de súplica y de humilde disposición a que el Señor fecunde nuestra elaboración humana. Sólo el Señor rompe el monólogo.Por eso los autores espirituales recomiendan concluir la meditación con un tiempo de diálogo, "el coloquio", que evita que lo reflexionado quede en monólogo. No se trata de que nosotros le digamos al Señor nuestras ideas, sino de que él les dé sentido y plenitud.

En San Pedro podemos ver un pequeño ejemplo. Impresionado por los años pasados con Jesús, este temperamental apóstol no duda en decirle a su Maetro, "daría mi vida por tí". Sin embargo, poco después le niega. Lo que nos pide el Señor no es tanto que le digamos nuestras ideas de coherencia, compromiso, etc., sino que permitamos que él hable en nosotros.

Siguiendo con el caso de San Pedro valga recordar la piadosa leyenda en la que el Apóstol se alejaba de Roma huyendo de la persecución de Nerón. En su huída se encuentra con Jesús caminando de nuevo hacia Roma. Pedro le pregunda: "¿A dónde vas, Señor?". Y Jesús le contesta: "A Roma, a ser crucificado de nuevo". Aquí ya no hay grandes declaraciones de Pedro, sino una pregunta humilde y abierta. El escuchar la respuesta transforma a Pedro y le hace regresar a Roma donde, siempre según la leyenda, pedirá ser crucificado boca abajo por no ser digno de sufrir el mismo tormento que su Señor. Pedro no ha privilegiado, en esta ocasión, el discurso sobre la escucha. Y el resultado es totalmente distinto al que se producía cuando lo que habían eran no preguntas sino grandes declaraciones.

-Orar desde los sentimientos y deseos.

De gran tradición en la Iglesia, la oración afectiva es fundamental para la vida cristiana. Al igual que en la relación entre personas, la relación con Dios se basa también en afectos. Si mis sentimientos no salen a relucir en mi relación con Dios, algo está fallando en mi relación personal con El. En realidad los sentimientos nos acompañan a lo largo de toda la vida y son más difíciles de manejar que las ideas que cambiamos con frecuencia. Los deseos son nuestros motores ocultos que tienen la capacidad de poner todo nuestro ser en movimiento. "Cuando uno tiene un por qué, no importa el cómo", decía Nietzsche. Desde ellos "aspiramos" hacia nuevas ilusiones en la vida. Por ello una auténtica oración ha de saber contar con ellos.

De nuevo aquí podría haber el peligro de confundir mi capacidad emocional con la palabra del Señor. Y de nuevo tendré que tener cuidado de no querer sepultar a Dios en afectos al igual que alguien más discursivo pudiera sepultarlo en palabras. Con el agravante de que los afectos sentidos en una supuesta oración, pueden fortalecer una individualidad no sana sicológicamente y justificarla y mantenerla en actitudes o acciones incorrectas. Toda oración afectiva debe siempre contrastarse, al final, con la vida, actitudes y acciones del Señor en el Evangelio.

Mis afectos, en realidad, sólo preparan para sentir el afecto del Señor. De nuevo hay que esperar, confiar y abrirse al Señor, que habla en nostros con los gemidos inenarrables del Espíritu. Con ellos Dios purifica, confirma o simplemente da nuevos y diferentes sentimientos.

- Orar desde las imágenes.

La oración contemplativa es también clásica en la historia de la espiritualidad. Para Santo Domingo toda la vida no consistiría sino en "transmitir a los demás lo contemplado en la oración". En la contemplación se usa la imaginación para captar desde los sentidos diversas escenas que pueden ir desde situaciones y acontecimientos bíblicos hasta los rostros de nuestros contemporáneos. De nuevo aquí el recrear momentos de la vida del Señor o el hacer presentes imaginativamente los rostros y actividades de aquellas personas en las que veo reflejado el rostro de Cristo, es un ejercicio de preparación para el encuentro con el Señor. Nada hay automático en la tarea del encuentro con Dios. Todo es humilde preparación de nuestra parte con la confianza de que el Señor se manifiesta siempre a quienes acuden con fe a El. Por eso, los maestros del espíritu solían recomendar a quienes practicaban este tipo de oración que iniciaran su contemplación con una petición. Era una manera de centrar el propósito de la oración y un modo de mantenerse a la espera mientras la imaginación trabajaba.

La contemplación posee un importante valor en la vida del orante: le obliga a salir fuera de sí mismo y por ello le abre a un mundo nuevo. Uno hace el mismo trabajo de Dios desde la creación: El no se mira a sí mismo sino que contempla este mundo con una mirada llena de compasión activa. Por eso contemplar suele ser purificador. En una verdadera contemplación es Dios quien conduce nuestras cámaras de observación y la pregunta que uno se ha de hacer es precisamente acerca del modo como ha sido conducido a observar. ¿Por qué precisamente me detengo en esta parte de la escena o la otra? ¿Qué querrá decirme Dios con esta "sucesión de planos" que las imágenes me presentan?. Orar supone poner "los cinco sentidos" en lo que hago.

Pero también es importante tener claros los fines de la oración contemplativa. Ayuda a corregir el posible defecto de este tipo de oración que es la dispersión imaginativa. La imaginación era llamada por Santa Teresa la loca de la casa. Con frecuencia se nos dispara y perdemos el control sobre la misma. Saber que es un humilde recurso de espera del Señor que nos habla, y explicitarlo en una breve oración de petición al inicio de cada contemplación, ayuda a centrar el funcionamiento de nuestra imaginación.

-Orar desde la súplica.

La actitud de apertura a Dios se manifiesta en la capacidad de pedir. Sólo se pide algo sinceramente a aquella persona en la que se confía. Y la petición es tanto más sosegada y tranquila, sin nerviosismos ni tensiones, cuanto mayor es la confianza en quien puede dar lo que se pide.

En este sentido, la oración de petición es importante no porque se esté pidiendo algo que me beneficie, sino porque se está manifestando mi confianza en Dios. Una confianza que debe ser tan grande que al final termine con el hágase tu voluntad y no la mía, que Jesús nos dejó en el Padre Nuestro y que vivió dolorosamente en el huerto, cuando presagiaba su pasión.

Hay dos extremos a evitar en la oración de súplica. El primero pareciera evidente: hay que desear lo que se suplica. Muchas veces en realidad no deseamos mucho lo que pedimos y por eso tal vez no se nos concede. Hay que querer lo que se pide y hay que pedir lo que se quiere. Sólo así Dios lo querrá en verdad para nosotros.

El otro extremo es la manipulación de la súplica. El chantaje (" si no me concedes esto me aparto de tí" ), el control mágico de la divinidad ( "si cumplo estos ritos o estas condiciones Dios está obligado a hacer lo que yo quiero y consigo lo que deseo "), la seguridad ciega de conseguir material y exactamente lo que voy a pedir, quedan excluídos de la oración cristiana de petición. El cristiano pide lo que piensa que es bueno para él pero con la absoluta confianza en el amor del Padre, que le irá mostrando su voluntad amorosa en la historia. A veces saldrá lo que se pide y a veces no, pero siempre el Señor brindará oportunidades para ser más fiel y llenarse más de su amor. Y al final, si tratamos de cumplir el mandamiento de amar a Dios sobre todas las cosas, lo que más nos interesará siempre es que el Señor nos corresponda ofreciéndonos su amor, más allá de que nos consiga, o no, tal favor concreto.

- Orar desde el examen

Algunos no lo consideran propiamente una forma de oración, sino una especie de revisión objetiva de la propia conciencia. Otros pre

fieren denominarlo "discernimiento" siguiendo la práctica de los monjes del desierto. El examen es una de las formas más antiguas e importantes de oración. La frecuencia con que la palabra de Dios en el Nuevo Testamento nos presenta dos modos de vivir, según la carne o según el espíritu en Pablo, y la insistencia en la doctrina de los dos caminos de la Didajé y otros escritos cristianos primitivos, nos muestra que ya se proponía a los cristianos, desde sus inicios, una reflexión seria sobre el tipo de vida que llevaban. Algunos autores clásicos en el tema de la oración, recomendaban posteriormente que el examen no se deje, si hubiera que dejar algún día, y por exigencias graves, la oración personal.

 

Y es que el examen es ponerse en presencia del Señor y analizar con El nuestro seguimiento a su persona y a las invitaciones que diariamente nos propone. Como cristianos estamos todos llamados a seguir al Señor y a responder a las invitaciones que continuamente nos hace. "¡Si al menos hoy oyeras la voz de Dios!", reclama continuamente el salmista a su pueblo.

Ponernos en la presencia del Señor y revisar nuestra capacidad de seguimiento es ya una forma de orar. Si ésta se abandona, el peligro de caer en una dicotomía entre la vida real y la oración diaria podría ser grave.

Este tipo de oración no consiste en una simple revisión de los mandamientos y las posibles violaciones de los mismos. Los mandamientos son un cauce orientativo de la vía del seguimiento del Señor. E incluso en ese camino de seguimiento hay otros indicadores de alguna manera más importantes, como las bienaventuranzas o algunas parábolas. Para el que desea seguir este tipo de oración es importante no atenerse exclusivamente a un método o a una serie de consejos o mandamientos del Señor con los que uno se compare. El verdadero examen es el contraste diario entre la Buena Noticia de Jesucristo que cada día se nos anuncia y nos invita y nuestra vida. El examen auténtico analiza mi capacidad de respuesta ante la propuesta que Dios me hace a través de tantos motivos ("mociones") como personas, acontecimientos y retos históricos. En ese sentido sería importante que en toda oración haya una parte de este tipo de discernimiento.

En efecto, una oración discursiva, o contemplativa o de petición, que no llevara al final, o al menos en un segundo paso, a contrastarnos con la palabra del Señor y con su voluntad, sería una triste oración.

- Orar desde el silencio.

Este sería el último modo de oración que proponemos. Dios inventó el silencio el último día de la creación cuando decidió descansar. Desde entonces el silencio puede convertirse para nosotros en lugar de encuentro con Dios. No se trata de un momento de vacío, oscuridad o aislamiento sin sentido. Es un estado nuevo de encuentro con Dios que nace de la paz de sentir su cercanía o del vacío que nos invita a descubrir las causas de su aparente ausencia. Entonces la vida y sus acontecimientos se nos convierten en "música callada" o "soledad sonora".

Unas veces el silencio en la oración es una invitación a permanecer en lo recibido calmando nuestra ansiedad, sabiendo vivir del don; otras veces atravesamos momentos de silencio purificadores en los que no parece habitar Dios.

En la oración ocurre una curiosa dialéctica entre el Dios que siempre busca comunicarse al hombre y las ansias infinitas de éste de poder encontrar a su Señor. Nadie lo ha expresado mejor que San Agustín "Dios es más íntimo a mí que mi propia intimidad; más superior que lo más elevado que pueda alcanzar". Por eso hay que saber escuchar "el sonido del silencio" que con frecuencia nos recuerda la distancia de un Dios que es inabarcable desde nuestro saber pero que a la vez se nos hace inmensamente cercano pero no manejable a nuestro antojo. El silencio de nuestra oración nos educa para evitar el espejismo de convertir a Dios en un ídolo a nuestra medida. Y es que la proximidad de la Encarnación no nos ahorra la obligación de hincarnos ante el misterio.

 

 

 

- Criterios de calidad en la oración.

Sea cual fuere la modalidad de nuestro modo de orar, ¿dónde podríamos poner los signos de una verdadera oración?.Es difícil establecer baremos universales, por el carácter tan personal que envuelve al encuentro de oración, pero podríamos señalar algunos elementos que detectan la buena oración. El primero de ellos es que la oración cambia paulatinamente la vida del orante; si no, es droga evasiva o tranquilizante adormecedor. Quien ora se encuentra con la voluntad de Dios para emprender un modo nuevo de vida y va asumiendo ese proyecto con generosidad. El segundo signo es que la oración me compromete cada día más con mi sociedad y con mi Iglesia: no me aisla en un ensimismamiento estéril, sino que me lleva a aportar cambios ante esta realidad. Siendo muchas veces un ejercicio personal, el resultado de orar es participar, integrarse, unirse al compromiso de otros que también buscan a Dios. Tercer criterio para el auténtico orante: cada día desaparecen más en él los signos de un posible divorcio entre la vida diaria y los momentos explícitos de oración, de modo que la fe va construyendo en él un ser armónico. Por eso, finalmente, la gran pregunta que hemos de hacer a nuestra oración es sobre su relación con mi vida total: ¿en qué medida lo que oro transforma lo que vivo? ¿Cómo lo que vivo accede y tiene carta de ciuadadanía en mis tiempos de oración?

c) Reflexión final

Es evidente que habrá más formas de orar y que no queremos agotar, en esta descripción breve, la inmensa riqueza de posibilidades que tenemos en nuestra relación con Dios. Pero lo que nos interesa ahora es mostrar algunas posibilidades con las que se pueden manejar las oraciones de este librito.

Necesitamos ver la variedad de maneras de acercarse a los temas de oración que proponemos porque el contenido de este libro tiene una orientación, en algunos momentos, más discursiva y racional. Y todo lo discursivo-racional, por muy buena intención que tenga su autor, puede convertirse simplemente en un lugar donde el lector busca sus intereses, cuando no el reflejo de su modo de pensar. Hacer esto con un libro de oración es al mismo tiempo destrozar el libro y destrozar la propia posibilidad de hacer oración.

En este contexto hay que recalcar que a las oraciones que se ofrecen en este texto hay que llegar primero con el deseo de encontrarse con Dios. Y para ello podemos utilizar los diferentes métodos que hemos presentado, cada cual buscando su propio camino y mayor facilidad en la tarea de hacer oración.

La relación con Dios, lo repetimos una vez más, no consiste en un monólogo ni en leer cosas que de una u otra manera contienen ideas piadosas o fundamentadas en la Escritura. Al igual que en nuestra relación con nuestras amistades ponemos en juego toda una serie de dinamismos que pasan por el diálogo, la petición, el ofrecimiento, la imaginación, el recuerdo, etc., con Dios debemos poner en juego también todos nuestros dinamismos personales de comunicación. Intentando encontrar nuestro propio camino personal, sintetizando unas cosas con otras, experimentando nuestros propios modos y maneras de relación con El Señor.

La realidad, al final, se puede convertir en un camino hacia Dios. Un camino que no excluye lo que vamos encontrando a lo largo de nuestra historia, sino que lo incluye y evita el divorcio con que muchas veces vivimos oración y vida. Porque muchas veces esa realidad que encontramos se identifica con el mismo Dios o nos remite a El. En este sentido, oramos sobre la realidad no para dar el salto hacia Dios y olvidarnos de la realidad. Sino sobre todo para encontrar a Dios en la realidad. El está allí, en los pobres y en sus esperanzas, en las luchas por la justicia, en los ejemplos de la debilidad convertida en fuerza por la fe en el Señor.

Si algún deseo hay detrás de este libro es simplemente el ayudar a acostumbrarnos a hacer oración sobre esa vida diaria en la que las fiestas religiosas, la vida de los pobres, los acontecimientos tristes o las alegrías, los datos de los periódicos, las actitudes de los políticos, nos van dejando luces (o en ocasiones oscurecen su presencia) del Dios que se revela en la historia.

 

 

1. "LOS QUE TE BUSCAN CON SINCERO CORAZON".

Jesús encomendó a la Iglesia como misión central la construcción del Reino. Pero no tiene el monopolio del Reino. De muchas maneras Dios suscita presencias de su proyecto en nuestra historia. Aquí y allá hallarmos personas cuya su vida ha sido digna de contarse entre quienes, como dice una de las anáforas eucarísticas, "aunque no te conocen, te buscan a Dios con sincero corazón". No hay que extrañarse, como los discípulos de Jesús, de que otros hagan milagros aunque "no sean de los que vienen con nosotros"(Mc 9,38). Son un reto para la evangelización y a la vez modelo de ella.

Nuestra oración de hoy puede dejar resonar en nuestro interior este texto de la Autobiografía, escrita al final de su vida por Bertrand Russell, aquel matemático y pacifista inglés.

..."Tres pasiones, sencillas pero tremendamente fuertes, han regido mi vida: el deseo de amar y ser amado, la búsqueda del saber, y una compasión, superior a mis fuerzas, por el sufrimiento de la humanidad. Estas pasiones, como vivencias potentes, me han zarandeado de aquí para allá en navegación tortuosa, por el océano profundo de la angustia, hasta el borde mismo de la desesperación.

Busqué primero el amor, porque trae consigo el éxtasis,-éxtasis tan grande que muchas veces hubiera sacrificado yo el resto de mi vida por unas pocas horas de su gozo-. Lo busqué, también porque el amor alivia la soledad,- esa terrible soledad en la que el tembloroso ser que tiene conciencia de sí mismo, se asoma al borde del universo y ve un frío abismo sin fondo y sin vida-. Y lo busqué, finalmente, porque en la unión que es el amor, he visto, como en mística miniatura, la visión anunciadora de ese cielo que los santos y los poetas han imaginado. Eso es lo que busqué, y, aunque parezca quizá demasiado gozo para el hombre, eso es lo que, al fin, he encontrado.

Con el mismo apasionamiento busqué el saber. He deseado entender el corazón del hombre. He querido saber por qué brillan las estrellas. Y he intentado apoderarme del poder pitagórico gracias al cual el número triunfa sobre el flujo. Algo de esto, aunque no mucho, he conseguido.

El amor y el saber, en cuanto me fueron posibles, me levantaron hacia arriba, hacia los cielos. Pero la compasión me devolvió siempre a la tierra. Ecos de gritos de dolor reverberan en mi corazón. Niños hambrientos, víctimas torturadas por opresores, ancianos inválidos que son sólo una carga odiada para sus hijos, y todo ese mundo de soledad, pobreza y sufrimiento convierte en burla lo que la vida humana debería ser. Aspiro con toda mi alma a aliviar el mal, pero no puedo, y sufro.Esta ha sido mi vida. La juzgo digna de vivirse y, si se me diera la oportunidad, volvería a vivirla con gusto"...

2. LA MAGIA DE EPIFANÍA.

Claire tiene 31 años. Tenía 27 cuando llegó a la Nicaragua, de la postguerra, recién graduada en fisioterapia. Desde entonces se entregó al trabajo con lisiados y discapacitados de guerra. Vino a Centroamérica aprovechando una oferta turística que descubrió en un periódico francés. Luego decidió quedarse. Algo encontró entre los lagos y volcanes... ¡Quién sabe qué estrella la condujo!. Hoy se la ve feliz cada mañana atendiendo en un improvisado hospitalito cerca de Rivas a un numeroso grupo de excombatientes.

Timothy es químico. Experto en fertilizantes y abonos naturales. De familia católica y de un norteño estado americano. Atraído por su afición a la artesanía y por sus lecturas sobre el orígen de la civilización maya invirtió sus ahorros en un viaje al Petén hace siete años. Al fin le interesaron más los mayas de hoy: vivió unos meses con una familia kekchí tratando de aprender la lengua. Aún no la domina. Decidió quedarse en Guatemala para asesorar a una coperativa indígena de la Alta Verapaz. Se ha casado y su esposa es kekchí; están esperando su primer hijo. Tim, como le dicen, se ha ganado el cariño de todos los coperativistas; ha logrado controlar varias plagas y enseña a utilizar los abonos naturales.

La Hermana Isabel explicaba literatura y lenguas en un prestigioso colegio de su congregación en España. En su año sabático, decidió venirse a Panamá. Le atrae algo la aventura y seguía muy de cerca la situación de América Latina. Ahora da clases en una escuelita de barrio donde estudian niños colombianos y dominicanos, todos morenos. En el barrio todo el mundo la quiere. Visita a los enfermos, sabe inyectar, enseña a los niños juegos y canciones y reúne a las mujeres del barrio para cursos y charlas sobre promoción femenina y vida familiar.

En el día de Epifanía, tres sabios de Oriente llegaron a Belén. Ni reyes ni judíos. Sólo sabios y magos.Para los judíos, la gran sabiduría provenía del Lejano Oriente. Pero, en realidad, ¿cuál era su magia?. El Evangelio nos los presenta rodeados de una aureola de santa ingenuidad: ¡hasta cayeron en la trampa de ir a preguntar a Herodes sobre el niño!. Tal vez la sabiduría de estos misteriosos personajes reside en su humilde solidaridad: atravesando distancias y superando barreras culturales fueron a Belén y supieron descubrir en aquel sencillo niño al Hijo de Dios.

En algunos de nuestros países hoy es día de recibir regalos. Pidamos en la oración de hoy al Señor que se nos dé un corazón sin fronteras de patria, raza o lengua que mira este mundo como una "aldea global de solidaridad". Gracias al impresionante avance de las redes de comunicación,las nuevas estrellas,nunca antes la humanidad ha estado más informada.Pero a la vez, nunca más separada por inmensos abismos de diferencias. Tal vez ocurra de nuevo en mí ese milagro de la "mágica" solidaridad con los demás...

3. JUVENTUD, ¿DIVINO TESORO?.

Estas palabras de Rubén Darío fueron sin duda escritas cuando aquel gran poeta nicaragüense ya sentía lejanos sus días juveniles. Así son hoy evocadas más por adultos que por adolescentes.Pero en realidad, vista desde los jóvenes ¿es hoy la juventud en tesoro en nuestros países de Centroamérica?.

La juventud siempre ha sido una etapa llena de complejidades. Construirse como adulto es una larga tarea llena de momentos de incertidumbres: ganar firmezas en la personalidad, asumirse como diferente frente a tantos influjos ambientales, hacerse capaz de responsabilidad frente al futuro, darse a sí mismo un credo de valores, forjar un afecto capaz de fidelidad, trazar, en fin las líneas maestras del destino propio en medio de una sociedad que cambia con acelerado vértigo. Naa de esto es fácil. Y por si esto ya no fuera complicado, para muchos jóvenes de nuestros países esta aventura es vivida en solitario sin la cercana presencia de adultos que sepan acompañar sin imponer un horizonte a la vida propia.

El documento de Puebla hablaba de "los rostros de jóvenes, desorientados por no encontrar su lugar en la sociedad, frustrados, sobre todo en zonas rurales y urbanas marginadas, por falta de oportunidades de capacitación y ocupación". Ese, se decía en Puebla, es uno de los rostros hoy sufrientes de Cristo. A esa larga lista podríamos añadir la de tantos muchachos y muchachas a los que les ha faltado un hogar estable, los rostros juveniles desfigurados por la drogadicción, los que llenan las prisiones juveniles, los que nunca pudieron concluir sus estudios por las necesidades de la familia o los de tantos emigrantes a los países del Norte muchas veces tratados como ciudadanos de segunda clase y explotados en su trabajo. ¡Qué distinto de la imagen que muchas veces tenemos acerca de los jóvenes a quienes vemos en fiestas, en triunfos escolares o sociales, queridos y apoyados por sus familias.

Hoy se nos ofrece la posibilidad de orar por y desde nuestra juventud. Si aún vivimos en ella, Dios nos invita a asumirla como un reto para crecer responsablemente. Será bueno preguntarle al Señor en qué necesitamos crecer en el camino de la madurez o cuál es el campo en que necesitamos ser de verdad libres para poder ser de verdad personas. Si ya sentimos lejanos nuestros días juveniles, podremos dar gracias por ellos. Y si no los recordamos precisamente como un tesoro, será bueno acoger con humildad esa etapa de nuestra vida entresacando de ella los mejores valores y logros que alcanzamos. En todo caso nuestra oración de este día se podrá convertir en una súplica solidaria por tantos jóvenes que tratan de encontrar un lugar propio en la vida y por aquellos, - padres, familiares y educadores,- que les acompañan. Que estos años puedan convertirse para ellos, como en la parábola del Evangelio, en un tesoro acumulado del que puedan en el futuro sacar lo que necesitan para seguir viviendo.

4. LA FIDELIDAD DEL SEÑOR.

El Señor siempre es fiel. Dió su vida por nosotros cuando éramos injustos, como dice San Pablo. Su amor no depende de nuestro amor. El siempre es fiel, siempre invita al seguimiento, nunca rompe la caña quebrada ni apaga la mecha que humea.

Porque el Señor sabe que detrás de muchos de nuestros errores hay también elementos de búsqueda. Cuando buscamos el amor donde el Amor no está, hay ya en nuestro corazón un deseo que es llamada del que nos creó por amor.

En la meditación de hoy queremos contrastar la fidelidad de Jesús con nuestra pereza para seguirle y con nuestra infidelidad. El Señor siempre con los brazos abiertos, muchas veces clavados en la cruz de la injusticia, la despreocupación por el prójimo y la omisión. Nosotros dejando para el día siguiente el compromiso, el seguimiento, el amor que obra la justicia.

Para contemplar esta realidad nos puede ayudar la lectura lenta de un clásico, laico primero, sacerdote después, poeta siempre, llamado Lope de Vega.

Qué tengo yo que mi amistad procuras,

qué interés se te sigue Jesús mío

que a mis puertas, cubierto de rocío,

pasas las noches del invierno oscuras.

Oh cuánto fueron mis entrañas duras

pues no te abrí. Qué extraño desvarío

si de mi corazón el hielo frío

secó las llagas de tus plantas puras.

Cuántas veces el ángel me decía

"Alma, asómate ahora a la ventana;

verás con cuanto amor llamar porfía".

Y cuántas, Hermosura Soberana,

"mañana le abriré", le respondía,

para lo mismo responder mañana.

La idea es simple: Contemplar en parábola a Jesús que no puede entrar en mi morada mientras en el exterior la nieve europea o la tormenta tropical de Centroamérica hacen difícil la existencia humana. Y contemplar en Jesús a tantos hermanos nuestros a los que les negamos acceso a lo que somos y a lo que tenemos.

Y en esa contemplación repasamos nuestra vida con sus omisiones, su despreocupación, su flojedad, su indiferencia. O peor, soltando los perros del odio contra el que está a mis puertas pidiendo una pequeña prueba de amistad y solidaridad. Y terminamos la contemplación viendo al Señor esperando, con los pies fijos en el suelo, con los brazos abiertos al encuentro.

5. LA SAGRADA FAMILIA.

Ella era hutu y su marido también. Tuvieron que emigrar de su aldea porque la violencia se hacía insostenible. Ella estaba embarazada y por el camino sintió que le llegaba el día del parto. Pero la gente tuvo miedo de darle posada, porque es peligroso dar posada a un extraño, sobre todo en época de guerra civil. Al fin dio a luz en una choza abandonada. El padre recogió algo de hierba y hojas para que el niño y la madre se pudieran apoyar en algo un poco más blando que el suelo. Unos voluntarios extranjeros, que pasaron por el camino, les dejaron algo para alimentarse y para que la madre se recuperara. También llegaron algunos campesinos hutus que les animaron y compartieron algo de lo que su pobreza les dejaba. Cuando la madre se recuperó, siguieron caminando hacia un campo de refugiados fuera de Ruanda.

La escena puede repetirse en cualquier lugar del mundo. Podemos recordar historias semejantes en El Salvador o Guatemala, cuando la gente huía de las masacres. Podía ser de nuevo una familia judía huyendo de los nazis. Pero tal vez el día de Navidad no nos guste recordar este tipo de historia. Preferimos cambiar, almibarándola, la historia de Jesús, María y José. O para evitar líos, simplemente celebrar a San Nicolás.

La pregunta es: ¿puede un cristiano celebrar el día de Navidad sin ser solidario con quienes están viviendo en carne propia una historia parecida a la de Jesús? ¿Podemos celebrar al niño que nace en pobreza y huye a Egipto para salvarse de una masacre, cerrando las puertas de nuestro corazón a la solidaridad con los pobres?

En el mundo se repiten demasiadas historias semejantes a las de la Sagrada Familia. Y por ello es importante que pensemos en por qué le llamamos "sagrada" a la familia de Jesús. ¿Sólo porque Jesús es el hijo de Dios?

La respuesta es otra. La familia de Jesús es "sagrada" porque el Hijo de Dios se hizo pobre por nosotros. Y al optar por ser uno de los pobres de este mundo, de los marginados, de los que no tenían sitio en la posada de la civilización, convirtió en sagrada la pobreza de aquellos que siguen amando incluso en tiempo de dificultad. Los pobres, los que quieren seguir viviendo aun en medio de persecuciones y de guerras, los que aman la cercanía y el amor familiar aun cuando los egoísmos desatados de otros siembran odio y división, se han convertido en "sagrados" por el nacimiento del Señor. Hoy no podemos celebrar la Navidad sin solidarizarnos con los pobres de este mundo. Unas Navidades mágicas, cómodas, aisladas, no serían más que una traición. Una familia que celebre la Navidad encerrada en sí misma y en su abundancia, solo podría verse como una parodia de la familia cristiana.

6. FANTASÍAS.

Todos soñamos despiertos. Si yo fuera rico, si fuera jefe de un grupo o superior de una comunidad, si "X" fuera mi mujer o mi marido, si tuviera tal cargo o tal profesión... Normalmente nos avergonzamos de nuestros sueños soñados como evasión, pero no hay duda de que la fantasía es parte de nuestra vida y muy importante.

De hecho el niño aprende a ser bueno no solo viendo a sus padres, maestros, compañeros, etc, sino soñando con hacer el bien. Y el adulto, cuando sueña con más justicia, con más bondad, con mayor capacidad de diálogo para sí y para los demás, está reforzando lo mejor de sus ideales. Y esos sueños se traducen en fantasías tenidas mientras estamos en esos momentos intermedios en que apenas hay acción en nuestra vida.

Jesús de Nazaret tuvo también fantasía. De hecho, sus frases sobre el Juicio Final o la destrucción de Jerusalén son profecías expresadass desde la imaginación y la fantasía. Algunas de sus parábolas, como la del Hijo Pródigo o la del pobre Lázaro y su contraparte millonaria, despiertan inmediatamente en nosotros la capacidad imaginativa y activan nuestra fantasía.

Es cierto que la fantasía tiene también sus partes oscuras, expresadas en deseos de venganza, rencores, ansiedades, miedos, fugas de la realidad, impulsos sexuales sin control, etc. Y cuando dejamos correr esos sueños fantásticos y nos recreamos en ellos nos hacemos daño. O por lo menos nos limitamos a cultivar nuestras propias pequeñeces e insuficiencias.

Esta ambigüedad y mezcla hacía que Santa Teresa llamara a la imaginación-fantasía "la loca de la casa". Otros maestros del espíritu trataban de idear métodos o caminos de sujetar la imaginación y la fantasía, muchas veces a riesgo de destruirla.

Para todos, en el Primer o en el Tercer Mundo, la fantasía y la imaginación es también un camino de oración. Si vivo en un Primer mundo cada vez más materializado e insensible a los problemas que van más allá de mi persona o de mi entorno, la fantasía puede ayudarme a romper barreras y límites, a conectarme con un amor más universal, a inquietarme ante la fotografía de un niño con hambre o de una persona que dedica su vida al servicio de los pobres, a caer en la cuenta de la parte oscura de mi riqueza.

Si vivo en el Tercer Mundo, qué duda cabe que necesito una gran fantasía e imaginación, unida a la fuerza que Dios nos da, para romper todo el entramado de injusticia y violencia que mantiene a nuestros países produciendo muerte.

¿Cómo uso mi fantasía? ¿Como sueño alienante que me mantiene atado a mis miserias, o como respaldo de un Espíritu que rompe siempre mis esquemas? Que el Señor me ayude a educar mi fantasía.

7. ORAR CON UNA MIRADA UNIVERSAL.

En la oración de hoy tratamos de extender nuestros brazos junto con tantos hombres y mujeres que buscan a Dios en nuestro mundo.

La más antigua forma religiosa son las religiones animistas, que expresan la presencia de lo religioso en lanaturaleza. Se habla de 50 millones de animistas en el mundo, la mayoría concentrados en Africa y Asia, en general en los paìses menos desarrollados. El Islam es la segunda religión en el mundo a la que siguen 850 millones de hombres y mujeres especialmente en la mitad norte de Africa, India, Indonesia, Pakistán, parte de la antigua URSS y los paìses que llamamos árabes. Es una religión monotesista que sostiene que Alá es el único Dios y Mahoma su profeta. Profesan la oración pública tres veces al día, practican la limosna, el ayuno y la peregrinación sagrada. El Hinduismo es una religión politeísta, aunque reconoce que Brahma, el alma del mundo, es la divinidad principal. Las dos bases de la religión hindú son la purificación interior necesaria para poder entrar en contacto con la divinidad. Y la re-encarnación de las almas como principio moral: tras la muerte, el alma se aloja de nuevo en otros seres, superiores o inferiores, según la conducta moral que se haya llevado en la vida anterior. La mayorìa de los creyentes hindúes (580 millones) viven en la India, aunque el hinduismo se ha extendido también a otras regiones de Asia y Africa en las que existe una fuerte emigración hindú.

El Budismo fue fue fundado quinientos años antes del nacimiento de Cristo por el príncipe indio Siddharta Gautama, a quien sus seguidores llamaron Buda, que significa "El Iluminado". Hay dos formas de budismo: una de ellas, Hinayana venera a Buda como hombre; la otra, Mahayana y otorga a Buda la categorìa de Dios. El budismo busca liberarse de las angustias de esta vida a través del zen, que es un tipo de meditación profunda. Hay 280 millones de budistas esparcidos en Japón, Ceilán, China, Tailandia, Birmania, Tibet. Camboya, Laos, Vietnam, Corea, Mongolia y Manchuria.

El Judaismo es la más antigua de las religiones monoteístas y su libro sagrado es la Biblia entendiendo por ella solamente el Antiguo Testamento ("La Ley y los Profetas"), especialmente los cinco primeros libros (el Pentatetuco).Los judíos creyentes esperan al Mesías que liberará a su pueblo; son en el mundo unos 20 millones repartidos en el Estado de Israel y en la amplia diáspora judía: USA, la antigua URSS, Europa y América Latina Sur.

En la oración de este día hagamos un esfuerzo por unir nuestra plegaria a la de tantos hombres y mujeres de toda la tierra que siguen buscando a Dios desde lo más hondo de sus corazones y a través de sus prácticas religiosas y morales. Yo también soy hermano de quien busca a Dios y sin querer imponer mi imagen de El trato de dialogar con un corazón humilde y abierto a la verdad.

8. EL DELINCUENTE.

 

Nació el 27 de Feberero de 1971, segundo en el medio de dos mujeres. Tres hermanos, tres padres diferentes, ausentes. En la Colonia Qiñones, en San Salvador, la madre hace la vida acarreando agua para las vecinas y lavando ropa ajena.

La adolescencia le sorprende en medio del auge de la guerrilla. El mundo de la pobreza urbana toma también posición en ambos bandos de la guerra civil. El ejército recluta soldados y "orejas" entre los pobres, mientras los más aventureros toman posición al lado de la insurgencia. Tiempos duros de violencia inusitada. Ni la Guardia Nacional ni la Policía de Hacienda (la "piocha", en el argot popular), se atreven a entrar en la Colonia. Lo muertos se multiplican y la brutalidad es el pan de cada día. Los niños se divierten viendo muertos, torturados, descabezados, que todos los días amanecen en el basurero aledaño a la Colonia.

La hermana mayor se suicida, echando "matarratas" en su comida, después de que su compañero la abandona, dejándole una hija pequeña a su cuidado.La pobreza aprieta, la violencia empuja, la confusión protege. El delincuente comienza a serlo con sus quince años ingenuos, soñando con una riqueza consumista que se sigue exhibiendo en medio de la guerra. Ayudar a la mamá, conquistar mujeres, exhibir cadenas de oro ante la pobrería del barrio, reir, gozar, buscar en el mundo de la droga la salida de una situación sin salida. La banda lo es todo, la mara, el grupo que viola, roba e incluso mata, sin que queden muy claras las responsabilidades personales.

Una "violación" consentida pero no pagada, un robo realizado, y un asesinato cometido por el "Choca", pero que se lo quieren cargar a él, lleva a nuestro delincuente a la cárcel durante 6 años, con 17 de edad. Durante ese tiempo muere su madre atropellada en la calle por un camión, y su hermana pequeña queda embarazada dos veces por el mismo hombre, casado, 20 años mayor que ella, y viviendo con otra mujer, que le promete el cielo y la tierra. El delincuente llora en la cárcel cuando su hermana le dice que va a regalar la primera niña, porque no puede alimentarla. "Dios no quiere que yo tenga familia", dice el delincuente entre lágrimas.

En la cárcel roba, trafica y consume dorgas, pasa un tiempo en el pabellón siquiátrico y otro en el de tuberculosos y sale por fin de la cárcel por falta de pruebas. Busca trabajo durante seis meses y le explotan con ofertas de 100 dólares al mes. El delincuente comienza a robar de nuevo...

¿Soy yo mejor que él? ¿Sobreviviría en sus condiciones? ¿Me siento cómodo en esta sociedad productora de violencia y de pobreza? Tres preguntas que me estoy haciendo, que me arden en la conciencia, que me las pone Dios ahí.

9. JUAN MANSO.

 

Es un cuento breve de Unamuno, filósofo, poeta y apasionado buscador de una fe cada día más profunda y, siempre, en pie de lucha (agónica, diría él). Tal vez, tras su lectura, podamos reflexionar un poco sobre nuestra actitud frente a los problemas.

Se trata de un hombre, Juan Manso, que hacía honor a su apellido. Paciente, manso, humilde, buscando siempre no tener líos. No se mezclaba con la gente para evitar problemas; no se casó por la misma razón; vivía de una pequeñas rentas si meterse con nadie y pasó por la vida sin ruido, sin amigos ni enemigos, sin problemas, sin hacer el mal a nadie, sin hacer tampoco el bien.

Puesto en la cola para entrar en el cielo se encontró con que los que venían detrás de él tenían mucha prisa y le pedían que les cediera la vez. Para evitar problemas les cedía el puesto. Y se convirtió en una especie de tradición en la cola de entrada al Paraíso. Al final ni le pedían permiso para ponerse delante de él.

Aunque paciente, la eternidad es demasiado larga fuera del Paraíso, Juan Manso comenzaba a perder la paciencia. Decidió al fin, para no tener problemas, irse al purgatorio, desde donde sería expedido directamente al cielo sin tener que hacer cola. Pero el angel portero, lo rechazó inmediatamente. No se trataba de un alma blanca con las habituales y no graves manchas negras, sino de un alma completamente atípica. Su color era una especie de gris incoloro. "Te puedes derretir en nuestra lejía", fueron las palabras del ángel explicando su rechazo.

Impulsado por la deseperación se fue al infierno. Al menos allí vería gente y estaría en un lugar propio. Pero los demonios, al verlo tan gris, pensaron que sería un descrédito para el infierno. Allí solo tenían cabida los malos de verdad. Total que nuestro gris e incoloro Juan Manso se quedó vagando solitario por el vacío infinito que mediaba entre el cielo y el infierno.

Al cabo de una eternidad (en ella estaba), vagando al rededor de los muros del Paraíso, oyó la voz de Dios departiendo con los justos. Y por primera vez Juan Manso gritó: "¿No eres Tú, Señor, el que prometiste el Reino a los mansos?". "Sí, -fue la respuesta- pero a los que tienen capacidad de lucha".

Dice el cuento que al fin Dios se compadeció y permitió a Juan Manso volver a vivir en la tierra. Y Juan Manso no repitió su error. Trabajó, se enriqueció y se empobreció varias veces, participó en política, con triunfos y fracasos. Se casó, enviudó y se casó de nuevo. Tuvo amigos y enemigos, trató de hacer el bien siempre e hizo el mal muchas veces porque era humano y pecador. Y, por supuesto, después de la muerte se coló descaradamente sobre la larga fila de gente que esperaba su turno de entrar al paraíso.

10. EL AÑO JUBILAR.

 

 

En el Antiguo Testamento, concretamente en el libro del Levítico, se hace una muy clara exposición de lo que sería el Año Jubilar, cada cincuenta años. Los pobres recobrarían sus terrenos perdidos, las deudas serían perdonadas, se volvería a la igualdad originaria de los hermanos miembros de una misma familia. Y esta descripción, que nunca fue plenamente realidad en Israel, aparecía sancionada como ley por la voluntad de Dios.

En la actualidad esta tradición bíblica ha sido justamente recordada cuando se habla desde la fe cristiana sobre la deuda de los países pobres con respecto a los países desarrollados.

Pero por encima de las aplicaciones concretas del antiguo Año Jubilar, lo cierto es que en la Biblia aparece permanentemente la tendencia a corregir las desigualdades sociales que van surgiendo a través de la historia. Y de un modo especial la tendencia a corregir las desigualdades socioeconómicas. De hecho el Reino de Dios se describe como el lugar bendecido por la presencia de Yahvé que genera abundancia para todos, especialmente para los pobres.

Hoy es muy curioso ver cómo surgen fundamentalismos bíblicos que olvidan fácilmente elementos fundamentales de la Palabra de Dios. Sectas que se autodenominan cristianas y que no admiten transfusiones de sangre, que no comen carne de cerdo y que descansan el Sábado con más rigor que los judíos rigoristas, prescinden con toda tranquilidad de fomentar elementos de justicia social que son clarísimos en la Biblia.

No es raro tampoco ver partidos políticos de línea conservadora que se apoyan en el conservadurismo religioso al mismo tiempo que promueven políticas económicas que crean una brecha mayor entre pobres y ricos. Como que para ellos solo existe la moral individual, desvinculada de los profundos conceptos de hermandad, justicia e igualdad que se derivan del Reino como promesa y que se plasmaban, en la Biblia, en leyes tan de tinte radical como el Año Jubilar.

No podemos desmitificar o quitarle importancia a una parte de la Palabra de Dios y presentar exclusivamente los detalles que nos interesan. En la Biblia no hay salvación personal sin algún tipo de preocupación por la justicia social, la solidaridad y el amor.

¿Me preocupo de que en mi mundo concreto, en mi país, en mi esfera de influencia, crezca la justicia y la hermandad? ¿Tengo capacidad crítica frente a las diferentes posiciones políticas que me rodean y analizo si en sus planteamientos hay algún tipo de posición concreta que aproxime a nuestra historia la idea del Año Jubilar? Si no lo hago puede ser que algo esté fallando en mi fe.

11. 30 DE ENERO: MAHATMA GANDHI.

El mundo entero recuerda en este día aquel 30 de enero de 1948, cuando a la caída de la tarde, moría el anciano líder abatido por las balas de un fanático hindú. Con él moría también "el Mahatma", como fue fautizado por R. Tagore, el hombre que había conucido a sus país a la libertad por el camino de la no-violencia.

Nacido el 2 de octubre de 1869 de una familia de comerciantes en Porbandar, Gujerat, aunque le atraía la medicina, debido al rechazo que sentía ante la disección, optó por el Derecho que estudió en el colegio Inner Temple de Londres. A su regresó a la India en 1891, se trasladó a Sudáfrica en 1893 para trabajar al servicio de un musulmán de origen indio. Impactado por la marginación de sus compatriotas emigrantes, que él mismo tuvo que sufrir y por la segregación racial decidió unir su vida a la defensa de los necesitados. Ahí iniciaba un camino de lucha por la justicia partiendo de la convicción de que ésta sólo era posible si antes él se convertía en justo.

A su regreso a la India en 1915 decide colaboar con el Congreso Nacional Indio que apoyaba la causa del autogobierno indio frente al dominio británico. Para poder entender la verdadera situación de su pueblo decidió recorrer la India viajando en los vagones de tercera clase de los ferrocarriles. Es entonces cuando descubre que el futuro de la India no depende de la emulación del estilo de vida de las potencias occidentales sino de la vueltaa a los principios sencillos de su tradición. Y así aquel prestigioso jurista formado en las aulas británicas se convierte en un "fakir medio desnudo" como la calificaría W. Churchill.

Para hacer posible una verdadera transformación de la India era necesario antes atravesar por un proceso de cambio interior edificado sobre el principio de la no-violencia o "ahimsa". "no dañar nada vivo ni retener lo que el mundo necesita".Antes que someterse al estilo de vida inglés había que volver a la artesanía popular, la vestimenta humilde del "dhoti", las mejoras agrícolas y la rueca de hilar que llegó a reducir significativamente las importaciones de textiles de Manchester. Con estos principios reunió grupos de seguidores en los "ashrams", centros de formación y trabajo de donde saldrían los primeros activistas de la no-violencia. Sus pertenencias declaradas en la aduana francesa en 1931 se reducían a "seis ruecas, plats de hojalata, una jarra y seis taparrabos... además de mi reputación que no vale gran cosa".

La vida de este hombre honesto puede inspirar nuestra oración de este día acercándola al espíritu de las bienaventuranzas. Sólo quien de verdad se haya liberado interiormente podrá emprender la liberación de las estructuras injustas de este mundo. Y a la vez. sólo en el corazón de quien haya tomado contacto con los empobrecidos de este mundo podrán brotar signos de misericordia.

12. 2 FEBRERO: LA CANDELARIA.

 

 

Fiesta popular. La Candelaria, la Purificación de María, la Presentación del Niño Jesús en el Templo. Nuestro pueblo lo celebra prendiendo candelas y alabando a la Virgen. La Población en Resistencia de las guatemaltecas selvas del Quiché, frontera con México, salieron al claro, abandonando su vida clandestina bajo los árboles, un 2 de Febrero. Y le pusieron depués a su parroquia el nombre de Candelaria de los Mártires. Indígenas sobrevivientes de terribles masacres realizadas por el Ejército, no se olvidaban de esta Virgen protectora de los pueblos afligidos, Compañera resistente en el recuerdo de la sangre martirial de los caídos.

Lc. 2, 22-40, nos recuerda la base de esta fiesta. María acude al Templo a purificarse, según la tradición judía, y a presentar al hijo primogénito en el templo, consagrándolo al Dios. Testigos, además de José, los ancianos Simeón y Ana. Para nuestra meditación será suficientes dos puntos que se desprenden de las palabras del anciano Simeón.

1.- Ante El, "los hombres y mujeres mostrarán claramente lo que sienten en sus corazones". Ante Jesús no hay nadie indiferente. O se le acepta, siguiéndole, cambiando los propios valores, transformando la vida, o se le rechaza y se le odia.

El gran criterio del seguimiento será el amor al hermano. Si se acepta a Jesús, el amor al prójimo se verá en la solidaridad con los que sufren, en el compromiso con la promoción de la justicia. Si se le rechaza, el desamor hacia los hermanos/as se manifestará de mil maneras. En el hogar, en el trabajo, en la comunidad, en los negocios, en la política, hay muchas maneras de negar la hermandad, de olvidar el dolor, de cerrarse a los que me rodean.

¿Dónde estoy yo? ¿Hasta dónde sigo al Señor? ¿Lo veo presente en mis hermanos/as?

2.- "Una espada te atravesará el alma". María es la gran seguidora del Señor. Está con él desde el nacimiento hasta la Cruz. Lo acepta plenamente y organiza toda su vida al servicio de su Hijo. Tiene, como el Hijo, que cargar con su cruz.

¿Sufro algo por seguir al Señor? ¿Estoy dispuesto/a a seguir amando aun sin entender acontecimientos y personas?

Celebremos esta fiesta de la luz con nuestras candelas encendidas. "Luz para iluminar a todos los pueblos" con el amor, con el compromiso, con el hambre y sed de justicia que se desprende de esta comunidad, Candelaria de los mártires, que supo unir resistencia con fidelidad a valores de humanidad.

13. PANDILLEROS.

El cristiano puede y debe hacer oración sobre todo lo que va encontrando a lo largo de la vida. Incluídos fenómenos sociales como el de las pandillas juveniles o "maras" como le llamamos hoy en Centroamérica. La actividad de estos grupos nos preocupa tanto por la violencia que engendran en el presente como por la que pueden presagiar para el futuro. La tentación es siempre recurrir a la represión. Sin embargo, el problema es más amplio y puede contemplarse también desde una actitud cristiana.

Si contemplamos el rostro de jóvenes angustiados por padres que golpean a sus madres, por madres que cambian de hombre con frecuencia, por el hambre y la lucha de subsistir el día a día, por el alcohol y/o la indiferencia de los adultos, empezaremos, probablemente, a ver las cosas de un modo diferente.

Porque veremos jóvenes luchando contra la angustia y buscando ámbitos de mayor libertad y mayor respaldo personal. Lugares en donde puedan expresar identificación con un grupo y sentir la fuerza de lo grupal como sustitutivo de las seguridadades que debería dar la familia. La banda, que exalta la rebeldía y la fortaleza juvenil, se convierte así en lugar ideal.

Ante situaciones como ésta, ¿puede el cristiano acercarse a ellas con espíritu de oración?. Sí, si somos capaces de ver tras el dolor de tanto joven el dolor del Señor en la cruz. Y sí también si hacemos discernimiento sobre la realidad. Desear libertad, comprensión y apoyo personal no solo es normal, sino que es expresión de valores personales. ¿Ofrecemos nosotros, desde la sociedad o la Iglesia, esos valores de libertad y apoyo mutuo?. ¿O preferimos respaldar políticas represivas contra los jóvenes? La violencia que no resultó en el seno de la familia no resultará en el ámbito social mientras no se afronten las necesidades juveniles.

No es más que un ejemplo, pero nos puede servir para reflexionar sobre nuestras actitudes vitales. ¿Cómo me acerco a los problemas? ¿Viendo sólo los efectos negativos e ignorando las causas? ¿Con afán de que se castigue el mal como actitud prioritaria, o con el esfuerzo de entender los problemas y tratar de rescatar lo bueno antes de condenar la totalidad de lo que veo?

No se trata aquí, por supuesto, de justificar el mal. En los enfrentamientos entre maras han perdido la vida demasiados jóvenes como para que no estemos preocupados por la situación. Y las mismas maras son, en un porcentaje no establecido, camino de llegada a una actitud vital violenta y delincuente que en nada ayuda a una sociedad fraterna. Paro sí debemos recordar que ante cualquier problema social, por doloroso que sea, es necesario analizar las causas antes de dedicarse a golpear, reprimir o condenar. Y que el acercamiento a problemas y personas desde un espíritu de oración y discernimiento puede ayudarnos a comprenderlos mejor.

14. EL DESIERTO.

 

El desierto es un tema bíblico importante. El pueblo de Israel pasó cuarenta años en el desierto, los profetas tuvieron en el desierto profundas experiencias religiosas, Juan Bautista vivió en el desierto y Jesús ayunó en él durante 40 días.

En la historia del cristianismo el desierto tuvo también su importancia. Algunos cristianos huyeron de las ciudades hacia el desierto como lugar de refugio frente a las persecuciones. Tertuliano, gran teólogo del martirio, decía que la cárcel da a los cristianos lo que daba el desierto a los profetas, reciedumbre, discernimiento y confirmación en la vocación.

Cuando, ya más tarde, la Iglesia dejó de sufrir persecuciones y comenzó a acomodarse al bajo nivel moral del imperio romano, muchos cristianos "huyeron" de la vida cómoda y se dirigieron al desierto para vivir allá una vida de austeridad y oración. La vida religiosa nace en el desierto a partir de estos grupos de personas que se asocian para unir fraternidad, trabajo y oración.

Cuando más adelante la vida religiosa se deja, al menos parcialmente, seducir por la riqueza acumulada por la Iglesia durante la Edad Media, o por la vanidad de un mundo que despierta a la modernidad, algunos misioneros comienzan a comparar las misiones con el desierto. El P. Vieira, evangelizador del Brasil, lo hace en sus sermones. Al preparar uno de sus viajes desde Portugal al Brasil, explicaba que antiguamente, tras las persecuciones, los cristianos que querían vivir radicalmente su fe se iban al desierto. Y que de la misma manera, los religiosos de su época, si querían vivir radicalmente su vocación en medio de un mundo aburguesado, optaban por ir a las misiones, a mal comer, mal dormir, sufrir todo tipo de peligros y entregarse en el servicio de los más necesitados. El desierto, como lugar de reciedumbre, discernimiento y confirmación, eran ahora las misiones en esta America Latina aplastada por una conquista lacerante e injusta.

Hoy encontramos muchos lugares de desierto enlos que se puede renovar la Iglesia. A título personal podemos preguntarnos a nosotros mismos sobre cuál será el desierto al que nos llama el Señor. Ese desierto personal tan variado que va desde las actitudes éticas confrontadas con ambientes sociales corrompidos, hasta la opción de visitar, ayudar y acompañar a personas que la sociedad considera residuales y no útiles (ancianos, enfermos, niños de la calle, etc.). O ese desierto social en el que se ve envuelto quien opta por la transformación de estructuras injustas, por defender los derechos y las causas de los pobres, o por la solidaridad y acompañamiento de todos aquellos que son marginados, y a veces triturados, por un sistema construido en beneficio de los ídolos del poder o del dinero. ¿Soy capaz hoy de afrontar el reto del desierto? ¿Dónde lo encuentro y cómo me renuevo en él?

15. LAS "MARIPOSAS DE LA MUERTE".

Muchos escritores se han interesado por describir el infierno. Desde Dante, todos construyen un espectáculo macabro, imaginando escenas, personajes y hasta olores y gustos que hacen escalofriante la lectura de estos relatos. Pero en realidad del infierno que pueda existir más allá de la muerte poco sabemos. El que conocemos mejor es, como decía Sartre, el que los hombres nos hemos construido en la historia. Meditar hoy sobre el infierno puede servirnos para lograr visualizar hasta dónde llega la capacidad humana de autodestrucción y salir de ella. Jesús, dice el Credo más antiguo,"desceendió a los infiernos y al tercer día resucitó de entre los muertos".

Nuestra imaginación puede volar hoy hasta los suelos desolados de Camboya para ver la historia dolorosa de este pueblo asiático que apenas ocupa las esquinas de nuestros periódicos: campos sembrados de arroz por inundación, las calles mugrientas de Pnom Penh, la vieja capital convertida en un inmenso mercado de miseria y destrucción. Es la herencia imborrable,como un tatuaje, de más de treinta años de guerra. La historia del pueblo camboyano ha encontrado distintos motivos como protagonistas de su sangrante destrucción: Nixon, Lon Nol, Pol Pot... Todos se han disputado sin escrúpulo el mercado del sufrimiento. La aviación americana dejó caer más de medio millón de toneladas de bombas sobre los principales escenarios de la la guerra dejando 200.000 cadáveres. Después el régimen impuesto por los Kjemeres rojos acabó con la vida de casi dos millones de camboyanos entre purgas, persecuciones masivas y ejecuciones sumarias. Más tarde la invasión vietnamita produjo el éxodo masivo de campesinos hacia los países vecinos buscando seguridad. El balance final es una triste foto de una población llena de viudas, huérfanos y desplazados.

Los efectos de la guerra no han terminado: ahora es la constante amenaza de las "minas antipersonales" sepultadas por los campos de arroz o los caminos transitados por uno y otro bando. Son tantas que conseguir una no cuesta más de dos dólares: Hay más de diez millones de minas sembradas por todo el territorio, un número superior al de los habitantes del país. Un veneno mortífero "en lata" que no distingue víctimas. En las zonas escenario de los enfrentamientos bélicos, la vida diaria es un juego diario con la muerte bajo los pies. Es frecuente ver la escena de mutilados (de guerra y postguerra) hacinados en los centros organizados por las agencias internacionales de ayuda. Se trata de ofrecer un servicio médico (prótesis, sillas de ruedas, muletas...) capaz de hacer un poco más hábiles a los discapacitados para desempeñar algún trabajo en el que no necesiten movilizar todos los miembros de su cuerpo. Según cifras de dichas agencias estas minas,"las mariposas de la muerte",- como se denominan en los ambientes periodísticos,- en su mayoría fabricadas en países más desarrollados, quitan la vida cada día a sesenta personas en el mundo.

16. LA BELLEZA DE LA VIDA.

 

Sobre este tema todos queremos decir algo. Entre otras cosas porque a casi todo el mundo le gusta vivir. Algunos se quejan de la vida. Otros exaltan la tranquilidad del campo. A otros les gusta el ritmo y la vibración de las ciudades. Otros se preguntan por la belleza de una vida en la que hay hambre, injusticias, muerte, etc.

Pero para los cristianos la respuesta es sencilla, al menos en teoría. La vida es bella en la medida en que se vive intensamente. Intensamente en la responsabilidad, en los sentimientos, en la entrega, en la alegría y en el gozo de y con lo creado.

Que la vida sea lucha no le quita belleza. Que haya mucho que hacer para transformar el mundo en la nueva Jerusalén donde no hay lágrimas ni tristeza, multiplica la belleza con la esperanza. La vida es bella también en el dolor y la lucha. Por eso los héroes, vivos o muertos, nos atraen.

Y esta intensidad se puede vivir desde lo pequeño y desde lo grande. Intenso no equivale a hacer cosas impresionantes. Ni mucho menos a ser terco o excesivamente perseverante de cara a la consecución de los propios fines. Intenso es el que vive la vida entregándose plenamente a ella. Sabiendo que hay un tiempo de reir y otro de llorar, tiempo de trabajo y tiempo de descanso, tiempo de sembrar y tiempo de recoger.

Incluso quienes caminan equivocadamente, buscan en su vida intensidad. La droga, el placer como valor absoluto, el riesgo, la aventura, el dinero o el ansia de poder, no son sino caminos que buscan darle a la vida intensidad y, por lo mismo, belleza.

Para nosotros, sin embargo, Jesús es el camino. Amó intensamente, disfrutó del cariño de otros (hasta llegar al escándalo de sus apóstoles cuando una mujer derramó ungüento sobre él), se indignó frente a la hipocresía y la injusticia, perdonó, esperó y se entregó con un profundo amor al camino que el Padre le presentaba, incluída la dolorosa e injusta muerte de cruz.

Algunos autores del siglo XVII decían que Jesús lloraba con frecuencia (por nuestros pecados) y que nunca reía. Hoy pensamos que esa persona no podía ser Jesús. Es imposible que el Hijo de Dios, el ser humano perfecto, no goce con la creación del Padre. Jesús animaba a vivir con alegría y esperanza (¿no valen Uds. más que los lirios hermosos o los gorriones libres?). Jesús amó, y el amor, aunque suele tener su lado doloroso, es siempre bello.

¿Puedo yo decir que mi vida es bella? ¿Me entrego a las realidades cotidianas con esperanza, con amor, contagiando alegría y generosidad a los que me rodean? ¿Dónde pongo la belleza de la vida?

17. 14 DE FEBRERO: SAN VALENTÍN.

 

Todo el mundo celebra a San Valentín. No tuvo mucho que ver con noviazgos, pero una tradición le echó encima la responsabilidad de ayudar a encontrar un buen novio/a. Hoy lo aprovechan para hacer publicidad. Hay que hacerles regalos al enamorado/a. Hay que comprar. Hay rebajas. Hay ganancias...

Más allá de la propaganda es un buen momento para llevar a la oración mi afectividad y mi sexualidad. Dos dimensiones tan unidas y tan profundas en cada uno/a de nosotros/as. Y dos dimensiones tan indispensables para ser de veras cristiano/a. Afecto y sexo serán hoy los dos puntos de nuestra oración.

1.- ¿Soy capaz de amar con libertad, sin celos, sin posesividad, sin considerar al amado/a como un espejo que me devuelve las frases bonitas que yo le digo y que deseo que me diga?

El amor no es solo un sentimiento. Es también una tarea. Es como un arte que el artista lleva dentro, pero que necesita trabajar, disciplinar, orientar. Nadie aprende a tocar guitarra sin practicar,sin pasar horas muertas rasgando las cuerdas, sin esforzarse por coordinar la música con las manos.

El amor generoso, la capacidad de sacrificio por el amado/a, la amistad que dura más que la hermosura o que los tiempos buenos, el servicio desinteresado a los demás, son elementos de un arte que se aprende desde la práctica del amor.

Jesús de Nazaret, que pasó por este mundo haciendo el bien, amando más a los más marginados y necesitados de amor, es nuestro Maestro en esta tarea. ¿Le pido fuerza para amar? ¿Es El mi Maestro en esta tarea de aprender el arte de amar?

2.- Y el sexo. Fuerza y dinamismo indispensable para amar. Convertido hoy por algunos en una fuerza al servicio de intereses turbios. Al servicio del dinero que quiere vender más aprovechando imágenes que despiertan el deseo. Al servicio de un machismo que mantiene a la mujer explotada y en un lugar secundario en la sociedad. Al servicio de la frivolidad, de la alienación en la que se quiere mantener a la juventud. El sexo como diversión, como capricho, como placer egoísta y al servicio del propio egoísmo.

Y frente a ésto, el sexo como don de Dios. Un impulso hacia el amor verdadero. Un camino hacia la generosidad, hacia el diálogo, hacia la complementación del hombre y de la mujer. Una participación maravillosa en la paternidad/maternidad de Dios.

¿Veo mi sexualidad como don de Dios? ¿Trabajo en la orientación de mi sexualidad hacia el amor generoso? ¿Trato de estructurar sanamente mi deseo?

18. CARNAVALES Y CUARESMA.

Cada día es más frecuente que en muchos de nuestros países latinoamericanos, el comienzo de la cuaresma coincida con el final de esas fiestas, medio religiosas medio paganas, de los Carnavales.

La costumbre se introdujo en nuestros países en los días de la colonia. Probablemente su origen incluso es pagano y se relaciona con el espectáculo naval ("currus navalis") que se celebraba en la antigua Roma con motivo de la fiesta de la diosa Isis. Más tarde, cuando se implantó el cristianismo, aprovechando muchas lo principal de estas prácticas, se unió a la cuaresma la costumbre de decirle adiós a las comidas de carne ("carne, vale" o "carnestolendas) como signo de penitencia y abstinencia. Con el espectáculo público se recordaban al pueblo, de modo más gráfico, las prescripciones de la Iglesia. Hoy más que una incitación a la conversión cuaresmal, los carnavales suelen ir unidos a grandes festejos, carrozas, fuegos artificiales y exhibiciones de reinas muchas veces fomentadas por grandes firmas comerciales que ya nada tienen que ver con las prácticas originales del Carnaval.

Aquellas, unían a este tiempo litúrgico una serie de símbolos que trataban de expresar la necesidad de un cambio. La necesidad de lavarse, vestirse con un nuevo atuendo así como de bañarse con ceniza recordaban al pecador, la importancia de emprender una vida con nuevas actitudes para poder reingresar a la comunidad cristiana de la que probablemente había sido excluido por sus pecados públicos.

En todo caso, estos días nos pueden llevar en la oración a hacer un sincero examen acerca de nuestras actitudes profundas ante la vida. La verdadera conversión supone enterrar algo más profundo de nosotros que una sardina y probablemente abstenerse de algo más significativo que un filete de carne. El árbol es bueno, según dice Jesús, cuando da frutos buenos. Pero para que ello ocurra es necesario transformar las raíces del mismo, una verdadera labor en profundidad. Muchas veces, esta transformación nos desborda y sólo podemos esperarla como un don de Dios. Tal vez estas fechas sean un momento oportuno para participar en algún retiro organizado por nuestras Parroquias o grupos cristianos y para hacer una revisión de nuestra vida. El final de la cuaresma concluirá con la renovación de nuestras promesas bautismales en la Vigilia del Sábado Santo. No es una simple fórmula, sino una palabra comprometedora en la que responderemos no tanto acerca de nuestros pequeños actos, sino de nuestras actitudes más profundas. Podríamos leer detenidamente en estos días las Bienaventuranzas (Mt 5) o las palabras de Jesús acerca del Juicio (Mt 25) y tratar de examinar los criterios con los que vivimos ante los cuatro grandes coordenadas que rodean nuestra vida: nosotros mismos, las "cosas" creadas por Dios, ante Dios y ante los hombres y mujeres, mis hermanos.

19. TRADICIÓN Y TRADICIONES.

 

 

Cuando algunos cristianos, curas o laicos, atacan ciertas tradiciones, la gente les llama progresistas. Y al revés, conservadores a quienes defienden las tradiciones. Pero por encima de estas apreciaciones externas hay una realidad muy sólida. El cristiano debe defender siempre la Tradición. Porque nuestra fe vive de ella. Vivimos de la Tradición entregada a nosotros: Cristo vivió, murió y resucitó por nosotros y para nuestra salvación. Otra serie de tradiciones reciben vida de esta tradición fundamental.

Lo que con frecuencia sucede es que lo cristianos nos montamos tradiciones humanas de conveniencia. Tradiciones que están orientadas a la defensa de la Tradición de Jesús, su mensaje y la interpretación del mismo por parte de la primitiva Iglesia. No son malas, pero con el pasar de los años pueden convertirse en un freno para la verdadera Tradición. Por ejemplo la Misa en Latín. Buena en un momento, provocó al cabo del tiempo en muchos cristianos, una especie de alejamiento de la Eucaristía. Años atrás no era raro el ver a muchas personas rezando otras devociones durante la Misa, en vez de seguir con atención la celebración del Misterio Eucarístico. El latín hacía difícil la participación activa en el sacramento.

Este tipo de tradiciones, buenas en su principio, deben ser cambiadas cuando comienzan a estorbar la verdadera vivencia de la Tradición de Jesucristo y su Iglesia.

En ese sentido es muy importante estar por encima de las apreciaciones simples de conservador - progresista en la Iglesia. No sería raro que a los ojos de Dios estuviera más apegado a la Tradición un teólogo de la liberación empeñado en servir a los más pobres a la luz del mensaje de Jesús que un minucioso cumplidor de normas y costumbres eclesiásticas. Más pegado a la Tradición alguien con una palabra en ocasiones dura, que un melifluo decidor de síes (sí, cómo no).

Porque la Tradición de Cristo no adormece a nadie, ni aparta a nadie del discernimiento y el compromiso frente a los retos y desafíos que la realidad presenta cada día. Nuestra Tradición nos dice siempre que Cristo murió y resucitó para salvar a cada uno de nosotros y al mundo en general. Para invitarnos al Reino personalmente y para impulsar la venida del Reino de Dios a esta tierra. Nuestra llamada es personal y social al mismo tiempo; pide cambiar la vida y transformar también la sociedad en la que vivo.

¿Sé distinguir entre Tradición y tradiciones? ¿Sé, desde la Tradición fundamental llenar mi vida de sentido? ¿Me hace más libre el amor de Cristo o prefiero atarme a normas y costumbres para sentirme seguro y, tal vez, juzgar desde ahí a los demás?

20. CONVERSIÓN CUARESMAL.

Este tiempo litúrgico de la Cuaresma que en estas fechas celebramos sigue reproduciendo con la distancia de los siglos una vieja costumbre nacida en la Iglesia en los días en que el bautismo estaba reservado a los adultos. En aquellos cuarenta días que separan el miércoles de Ceniza de la Vigilia pascual los que habían de bautizarse, "los catecúmenos" se preparaban para el sacramento de la entrada en la Iglesia, recibiendo una instrucción evocada aún en los textos litúrgicos que hoy usamos. En realidad, el bautismo era considerado un sacramento de tal importancia que no era pensable una nueva conversión era un camino sin retorno. Y por eso, en los orígenes de la Iglesia, quienes tras el bautismo cometían las tres faltas entonces consideradas mortales (adulterio, asesinato o apostasía) quedaban automáticamente excluidos de la comunidad.

Pero desde el siglo IV se estableció la costumbre de una penitencia solemne de cuarenta días que permitía a los pecadores bautizados, tras una serie de penitencias públicas, su reingreso a la vida de la comunidad. Desde entonces el tiempo de la Cuaresma se extendió a todos los bautizados. Esta decisión confirmó sin duda una convicción profunda en la teología de la Iglesia: que la auténtica conversión no es un final, una especie de seguro de vida ya pagado para siempre sino un permanente retorno al primer amor, una permanente tarea de purificación en la vida de la fe. Diríamos que en la Cuaresma es peor pecado consistiría en sentirse ya convertido. Siempre necesitamos "reconvertirnos" para purificarnos de las adherencias de los criterios de este mundo que chocan con los del Evangelio.

Convertirse es captar lo lejos que vivimos del Reino: del servir antes que del ser servido,de que es más cristiano compartir que acumular, que la solidaridad con Jesús pasa por la solidaridad con los desheredados de este mundo, abrir mi corazón a la misericordia cerrándolo a la venganza, la ira o el rencor. Para eso necesitamos abrir ojos y oídos a la verdad, a veces dolorosa, que Dios y quienes nos rodean nos pueden revelar. La invitación a la conversión es más un regalo que hay que saber recibir que una elucubración. No es sólo cuestión de percibir la complicidad sociológica de mi comportamiento ante la explotación o de sentir la culpabilidad psicológica que remuerde mi interior. Es algo más de Dios, más teológico: es sentir, como David, que "ese hombre pecador soy yo". Para que ocurra la Cuaresma es nuestras vidas es necesaria una buena dosis de súplica confiada ante el Señor y de humildad ante los hermanos. Necesito ver mi rostro real mirándome en los espejos que los otros ponen ante mí. Cuando es auténtica, la conversión no se reduce a un acto "del fuero interno". Se traduce en obras, las que en la Iglesia han sido tradicionalmente conocidas como "obras de misericordia". No hay Cuaresma que no produzca frutos concretos de compasión y solidaridad.

21. LOS CARDENALES.

 

Los cardenales son parte de la institución eclesiástica. No son parte de la Tradición de la Iglesia, sino un esfuerzo para ayudar al Papa en su gobierno y para hacer su elección más representativa de la Iglesia Universal, europea en sus inicios.

Y así, lo que comenzó como una institución controlada por familias italianas fue ampliándose hasta ser representativa de las principales sedes episcopales del mundo. Hasta aquí todo positivo.

Sin embargo, como institución, y con todo el respeto debido a las personas que ostentan el título, puede servirnos para reflexionar sobre algunos aspectos de Iglesia que reflejan tendencias humanas no tan santas.

A los cardenales se les daba el título de Príncipes de la Iglesia. Y algo se les pegó. El modo de vivir, de viajar, de estar rodeados de personas que les sirven, tiene en algunos de nuestros actuales cardenales, sobre todo en el primer mundo, un claro tinte principesco. Es, por supuesto, vitalicio. Y conlleva honores. En el Haití del segundo Duvalier, en medio de la pobreza y la represión, no era raro que cuando un cardenal llegaba al país se le paseara en un extralargo carro norteamericano de lujo. Y cuando los jesuitas invitaron a un cardenal europeo a asistir al primer aniversario del asesinato de sus compañeros en El Salvador, la respuesta fue que de parte de su eminencia solo se consideraban invitaciones hechas por arzobispos o por Conferencias Episcopales.

Por todo ello no han faltado en la actualidd personas que han propiciado cambios en la institución cardenalicia. Algunos insisten en la necesidad de que el Colegio Cardenalicio se enriquezca con la presencia de laicos. Un obispo africano pedía en el Sínodo del 94 que hubiera mujeres cardenales. Otros ven la importancia de una representación más universal de la Iglesia en los centros de gobierno de la misma. Con laicos y laicas al frente de algunas Congregaciones Romanas. Sin títulos vitalicios ni principescos, sino solo con la calidad de "Electores" del Papa ligada a cargos concretos y mientras la persona permanezca en el cargo.

Y para nuestra meditación de hoy: En la Iglesia, las tradiciones que no están ligadas a la Palabra del Señor o a la Iglesia Primitiva pueden y deben cambiar o ser revisadas a medida que pasa el tiempo. Si, aunque sean buenas inicialmente, duran demasiado tiempo y se refuerzan cada día más, la Iglesia termina sufriendo. Y por supuesto, lo que ocurre a nivel institucional pasa también en nuestra vida personal. Nos amarramos a costumbres y las hacemos casi tan absolutas como nuestra fe. El discernimiento, comparación y transformación de nuestras costumbres religiosas frente a los desafíos del mundo que nos rodea es una obligación permanente del cristiano/a. Mt. 15, 1-9 lo deja bien claro.

22. UN BREVE ACERCAMIENTO A LA MUERTE DE LA MANO DE UN POETA.

 

Antonio Machado expresó su sentido de la muerte en varias de sus poesías. Con frecuencia mencionaba al mar como la muerte, siguiendo la tradición de Jorge Manrique con su: "Nuestras vidas son los ríos - que va a dar a la mar - que es el morir...".

Este mar=muerte está continuamente presente en la vida de la persona: "Todo hombre tiene dos - batallas que pelear: - en sueños lucha con Dios - y despierto con la mar". O también "de arcano mar vinimos, a ignota mar iremos". O con más fuerza: "Morir... ¿Caer como gota - de mar en el mar inmenso?..."

Pero frente a la muerte, el poeta nos invita a tomar posición. Constata primero que "Todo pasa y todo queda, - pero lo nuestro es pasar, - pasar haciendo caminos, - caminos sobre la mar". La "mar" solo se vence si se traza un camino propio, personal, sobre ese silencio final absoluto que impone a todo la muerte: "Caminante, no hay camino - sino estelas en la mar". Por eso, lo que admira el poeta en Jesús es su capacidad de superar el mar=muerte caminando: "¿Para qué llamar caminos - a los surcos del azar? - Todo el que camina anda, - como Jesús, sobre el mar".

Andar es para el poeta más que pasar la vida. Es comprometerse con la existencia dajando huellas que de alguna manera sobrepasan el morir. Y de nuevo Jesús aparece como el ejemplo fundamental de la superación de la muerte, esta vez oponiendo el poeta la fe tradicional en el crucificado frente a la fuerza del resucitado: "Cantar de la tierrra mía, - que echa flores - al Jesús de la agonía, y es la fe de mis mayores. - Oh, no eres tú mi cantar. - No puedo cantar, ni quiero - a ese Jesús del madero, - sino al que anduvo en el mar".

Pasar por este mundo haciendo el bien, amando intensamente la realidad y la verdad de lo que me rodea pero sin apegarse en la vida a las cosas, es el camino para vencer la muerte. "Dejar quisiera -nos dice el poeta- mi verso como deja el capitán su espada: - famosa por la mano viril que la blandiera, - no por el docto oficio del forjador preciada... Y cuando llegue el día del último viaje - y esté al partir la nave que nunca ha de tornar - me encontraréis a bordo, ligero de equipaje, - casi desnudo, como los hijos de la mar".

Desde nuestra fe podemos preguntarnos. ¿Vivimos con intensidad la llamada de Dios? ¿Somos capaces de gozar, sufrir, caminar, luchar, confiar, teniendo el amor como el elemento final que da sentido a toda nuestra existencia? ¿Vivimos intensamente la vida, desde su propia finalidad amorosa, o matamos el tiempo llenando la vida con cosas (ambiciones, diversiones, palabrería) o con personas tratadas como cosas? Solo el que hace camino más allá de la muerte deja de temer al mar.

23. 12 de MARZO: RUTILIO GRANDE.

 

En 1977 la Guardia Nacional salvadoreña asesina a Rutilio Grande. Hombre bueno y bondadoso, estaba lleno de dudas sobre el emergente proceso revolucionario salvadoreño.

Quería que su pueblo tuviera más conciencia, que no se dejase explotar, que desarrollara su dignidad y libertad. Pero era, al mismo tiempo, un hombre pacífico que se oponía a la violencia como camino de cambio, rechazaba la muerte, y desconfiaba de la agresividad revolucionaria. Era también escrupuloso e inseguro.

Sin embargo, ante el sufrimiento de su pueblo Rutilio se crece. Defiende al que no tiene voz. Permanece en medio del peligro protegiendo con su presencia al débil y al golpeado. Actúa como un verdadero profeta. Dios se expresa a través de su debilidad.

Poco antes de su muerte había decidido, con sus hermanos del equipo sacerdotal, que solo él, único salvadoreño del grupo, saldría a las aldeas y cantones. Se temía una captura y la consiguiente expulsión. Acababan de hacerlo con un sacerdote colombiano. Pero a él no le tocarían. Era salvadoreño y no habían matado aún a ningún sacerdote. Salió así a visitar un enfermo, acompañado de un niño y un anciano. Los tres están enterrados juntos en la sencilla iglesia de El Paisnal.

Frente a esta historia podemos dar los siguientes pasos:

1.- Contemplar la realidad de Rutilio, sacerdote bueno, con una estructura sicológica débil, en un momento histórico difícil.

2.- Dios le fortalece, le da el don delmartirio y lo convierte en puerta de conversión de Mons. Romero (la muerte de Rutilio pesó mucho en el proceso de conversión a la defensa radical de los pobres que tuvo Mons. Romero).

3.- Aplicar a nuestra propia realidad esta historia

a) Ver la debilidad de nuestra sicología.

b) Confiar en el Señor, capaz de poner vida, fuerza y profecía, allí donde hay debilidad.

c) Pedir al Señor que los pobres, los débiles, los marginados y despreciados de este mundo, sean para nosotros camino hacia Dios.

Terminar diciendo: "Que sea el rostro de tus amigos, Señor, el que me conduzca a tí. Que sepa verte en el hambriento, en el niño de la calle, en el perseguido por tener hambre y sed de justicia, en el que construye la paz, en el preso, en el anciano abandonado, en el enfermo, en el oprimido, en el que no tiene trabajo.

Concédeme este don a través de tu amigo Rutilio, mártir porque te amó mucho a tí y amó mucho a tus amigos, los pobres".

24. ¿ARREPENTIDOS?

Cuentan de un cura que, cansado de escuchar el mismo pecado grave al mismo penitente, acabó por decirle a gritos que el arrepentimiento verdadero solo se reconocía por el cambio de vida. Y que solo había verdadero arrepentimiento cuando el pecado no se volvía a repetir. Y despachó sin absolver a su feligrés, convencido de que el mismo no tenía propósito de la enmienda.

Esta actitud, que hoy nos resulta chocante, puede ser más que necesaria ante actitudes o hechos graves. Por ejemplo, supongamos que el que se confiesa es jefe de un cuerpo de seguridad de un país "católico" en un momento de guerra "sucia" contra una oposición izquierdista, en algunos sectores armada. Es evidente que si el pecado que se repite fueran continuadas órdenes de asesinar personas, el confesor debería negar la absolución al sujeto hasta que hubiera un real propósito de la enmienda.

¿Pero qué tal si el pecado es menos dañino y brutal, si es simplemente uno de esos pecados que repetimos sistemáticamente en el orden de la caridad, del trato con los demás, de la capacidad de ser auténtico y buscar siempre la verdad? Aquí olvidémonos del cura y del jefe de seguridad del ejemplo y miremos hacia nosotros mismos. ¿Me arrepiento verdaderamente cuando digo que me arrepiento? ¿Qué es lo que falla en mí cuando no soy capaz de hacer "el bien que quiero" y repito sistemáticamente mis caídas en el "mal que no quiero"? ¿Será mi sicología, mi voluntad, mi motivación la que falla? ¿O será simplemente que me engaño a mí mismo cuando digo que no quiero repetir algo que con claridad considero malo para mí y/o para los demás?

Es cierto que la repetición de nuestros mismos fallos es profundamente humana y señala la debilidad de nuestra realidad pecadora. Y es cierto también que ante cierto tipo de defectos hay que ser comprensivo y buscar una pedagogía adecuada para posibilitar la corrección de la persona. También es una realidad que tras cierto de tipo de repeticiones se esconde (o se manifiesta), con frecuencia, una sicología débil o perfectible a través de un trabajo técnico-sicológico.

Pero todo ello no impide que nos preguntemos sobre la claridad de nuestras motivaciones y sobre la fuerza de nuestra voluntad. Mi sicología débil no justifica la ausencia de lucha. Mi relativización del pecado (otros lo hacen, u otros lo hacen peor) no convierte en buena la acción que daña a otros. El abandono o el conformismo con una pobre vida epiritual no me hace mejor.

Como acompañamiento de esta meditación podemos leer, si queremos, Rom 7, 18-25. Reconociendo que lo que el Apótol dice es una realidad. Pero completándolo después con Rom. 8, 1-15. Y pidiéndole al Señor que ponga en nosotros su gracia y su Espíritu.

25. HERODES QUE REVIVE.

La Pasión de Jesús está llena de personajes de actualidad. Encontrarnos de nuevo con ellos en nuestra oración puede iluminar nuestra propia vida. Herodes es uno de ellos.

Jesús llega hasta Herodes porque Pilato, indeciso, no quiere tomar una decisiòn y lo envía a Herodes justificándose en que Jesús es galileo; Herodes tenían encargada la provincia de Galilea. Herodes en realidad no tiene ningún poder; es sólo un rey marioneta al que los romanos han concedido la administraciòn de un territorio para evitar más motines nacionalistas. Representa más bien el mundo del consumismo, el lujo, la moda, la fastuosidad, el lucro, la frivolidad sexual, una desmoralización permisiva de todo (la que Juan le había criticado), los dineros mal habidos, la corrupciòn y la vida floja. Es el hombre vendido a los poderes extranjeros. Ese estrato social que encontramos en nuestros paìses sumisos al Norte que viven más en Miami que aquí y no son espaldas mojadas: tienen los gustos del Norte, aunque les guste exhibir "lo nativo". Han perdido su identidad. Son amigos del Imperio: aquel día por Jesús, Herodes y Pilatose hicieron amigos: les unió el que no les interesan los pobres.

Dice Lucas que Herodes se puso contento al saber que venía Jesús. Quería verlo y que Jesús hiciera un milagro para él, que le diera un espectáculo. Esto es lo curioso de esta gente: no son enemigos de los religioso; al contrario, tienen gran curiosidad. Quieren conocer a Dios, pero no quieren que Dios los conozca. Desean ver y manejar lo religioso, pero no se dejan interpelar por ello. Como todo para ellos es consumo, tambièn quieren consumir religión y acallar así su conciencia. Y se fabrican una religión a su medida, toleranta y laxa, que nunca toca no sus bolsillos, salvo ante eventos sociales paternalistas ni, mucho menos, sus conciencias.

Por todo eso Jesús no dice nada. Hasta ahora no se ha negado a responder a las acusaciones ante el Sanedrín y ante Pilato. Aquí se calla. Porque si habla, convertirá su palabra en un objeto más de consumo. Hay situaciones en las que la Iglesia debería callar, ausentarse para no bendecir con nuestra presencia ese consumismo religioso que usa el nombre de Dios en vano. El silencio de Jesús frustró a Herodes: Jesús no se prestaba a este juego. Era libre, soberanamente libre frente al Herodes esclavizado por los romanos, por sus vicios, por su sometimiento. Jesús, pese a ser golpeado y maltratado, mantiene firme su dignidad. La dignidad de los pobres, de los encarcelados. Esa no se la pueden quitar.

Hoy en la oración haré un esfuerzo por dejarme alcanzar por Jesús, sin fabricarme un ídolo a mi antojo. Buscaré oir su palabra profética para mí. Y revisaré con honestidad el mundo de mis ambigüedades, flojeras y falta de compromiso que me alejan de El.

26. 24 de MARZO: MONS. ROMERO.

 

Mons. Romero decía que con un pueblo como el suyo no era difícil ser buen pastor. Pueblo pobre y numeroso al mismo tiempo, creativo, fiel, resistente al mal y mártir. Y además, nuestro buen San Romero sabía dejarse envangelizar por sus ovejas.

Dándole vuelta a su argumento, podemos decir que ante la figura de Romero no es difícil hacer oración. Recordar sus frases, ver su cercanía con los pobres, contemplarlo asesinado, remueve los dinasmismo interiores de toda persona de buena voluntad. Su lema episcopal, "Sentir con la Iglesia", leído desde una Iglesia Pueblo de Dios que somos todos, nos coloca ante lo más hondo de la opción cristiana: "Nadie ama más que el que da la vida por el amigo".

Contemplando cualquier aspecto de su vida que nos dé devoción, podemos reflexionar ante el Señor de esta manera:

1.- Con Mons. Romero pasó Dios por una porción adolorida de nuestro mundo. En un país, El Salvador, trágicamente golpeado por la injusticia, la represión y la guerra, la figura del Arzobispo se convierte en llamada de reflexión para todos. Los pobres lo reciben como profeta que defiende y consuela. Los ricos como dolorosa llamada de conversión. La gente de Iglesia como llamada a la radicalización de la vida evangélica.

Como Jesús, produce adhesiones y rechazos fuertes. La Buena Noticia dada por él no es un mensaje para las conciencias individualistas que buscan tranquilidad en su quehacer cotidiano. Al contrario, revive el Evangelio de Jesús como fuego, como luz, como sal en la tierra y en la historia actual.

2.- Este paso de Dios por un país chiquito se expande hacia todos los hombres de buena voluntad. Mons. Romero hace rezar a gente de Iglesia y a personas que se habían separado de la misma. Trae verdad a los corazones de los creyentes y de los no creyentes, de los católicos y de los no coatólicos. Años después de su muerte se sigue recordando su persona, celebrándola, reescribiendo su vida como desafío para generaciones nuevas.

3.- Dios nos llama en Mons. Romero. Nos pide cercanía con El, nuestro Padre, y cercanía con todos nuestros hermanos, especialmente los que más sufren. Un camino simple pero que exige autenticidad, persistencia en los valores evangélicos, capacidad de discernimiento frente a los acontecimientos históricos. Y que exige también una profunda humildad, un gran amor a Jesucristo y una continua petición de ayuda a Dios nuestro Padre.

Terminemos nuestra oración pidiendo por intercesión de Mons. Romero, que el Señor nos dé su fuerza para servir y amar en todo momento. Mons. Romero, ruega por nosotros.

27. HACERSE COMO UN NIÑO O NIÑA.

 

Igual que los apóstoles, nos preguntamos de vez en cuando qué significa eso de hacerse como niños o niñas. Como ya Jesús en el Evangelio dice que ese retorno al nacimiento es fruto del Espíritu, nos quedamos tranquilos y dejamos al margen la pregunta. Sin embargo hay demasiadas ocasiones en la vida que exigen la actitud del infante renacido.

Un cambio de trabajo, emigrar, aprender una lengua nueva en otro país, el matrimonio, la vida religiosa, es comenzar en circunstancias nuevas una nueva aventura personal. Llevamos el bagage de nuestro carácter, nuestra historia, nuestra experiencia, pero todo ello no es suficiente. En circunstancias nuevas hay que estar abiertos al aprendizaje.

Si en los mommentos mencionados quiero imponer mi experiencia, mi carácter, mi modo de entender la realidad, podré tener éxito o fracasar, a los ojos de un observador superficial, pero siempre estaré solo. El triunfo y la conquista, el dominio y el poder, nunca logran romper la soledad de la persona.

El camino que Jesús presenta, y no solo para la conversión religiosa, sino como actitud general en la vida, es volverse como niño/a. ¿Qué significa ésto? Contemplemos de nuevo nuestra infancia.

Toda la historia de nuestra niñez se resume en palabras como aprender, permanecer abierto, descubrir lo diferente, darse, integrar experiencias... El niño/a aprende a amar, a reir, a relacionarse, a defenderse y defender sus valores elementales. Aprende a intepretar el mundo, a diferenciar el bien del mal. Aprende también las trampas y defectos de sus mayores.

Para todo ello el niño/a mantiene una actitud de profunda apertura a la realidad que le rodea. Ve todo con ojos nuevos. Vivir es para él/ella aprender a vivir, experimentar, gozar (o sufrir) viendo cómo responde a los estímulos de la realidad y cómo la misma realidad responde a su presencia.

Tras esta contemplación de nuestra infancia debemos vernos en las diferentes situaciones de novedad que hemos tenido en nuestra vida. ¿Cómo reacciono? ¿Con apertura a la realidad o defensivamente? ¿Tratando de aprender o procurando imponer? ¿Manteniéndome en el amor o desarrollando mecanismos de agresión y defensa?

Y para terminar nuestra reflexión leamos el Evangelio en Juan 3, 1-8. Nacer de nuevo es hacerse de nuevo como niño y aprender de nuevo todas las cosas a la luz del Espíritu-Amor de Jesús. Gozosa tarea, como gozosa es la tarea infante del aprendizaje.

28. 19 de MARZO: SAN JOSÉ.

 

 

Día de San José. Hombre común, silencioso, testigo de acontecimientos que no entendía. Y que permanecía en su puesto.

Los Evangelios casi ni lo mencionan. Su figura queda opacada en las narraciones del Nuevo Tetamento por la fuerza de su esposa, María. Poco podemos deducir de su carácter, de sus sentimientos.

La Iglesia ha querido subsanar esta realidad gris con tradiciones, fiestas, leyendas, etc. Pero nada puede hacernos olvidar que José no dice ni una sola palabra en las lecturas bíblicas.

Con todo y ello la tradición no se equivoca al considerar a este hombre gris como una pieza importante en la historia de la salvación. Centraremos en ello nuestra oración de hoy.

1.- José fue un hombre que sabía permanecer donde Dios quería que estuviera. Sin entender, muchas veces, qué es lo que pasaba. Con angustias y dolores probables: Su hijo no era plenamente su hijo, no tenía dinero suficiente para conseguir a su esposa un lugar digno para el parto, emigrante con miedo a la relidad de su propia tierra. Pero era fiel a su misión. Trabajaba, caminaba, buscaba al Niño perdido, se amparaba en sueños, esperaba. Hombre del pueblo, sencillo, sin pretensiones, estaba donde debía estar.

2.- Nada indica que José no tuviera ideas semejantes a las de su esposa. La palabras de María, "Engrandece mi alma al Señor... (Lc. 1, 46-55), son, por supuesto, una oración de acción de gracias. Pero expresan también un modo de entender la vida, una concepción de la relaciones entre las personas, una esperanza en Dios y en su Reinado sobre la tierra. El sueño de José (Mt. 1, 20-23), con su referencia a Isaías, nos hace pensar que compartía con María una recia espiritualidad de la esperanza. Comprendemos así, humanamente, el crecimiento de Jesús en sabiduría (Lc.2, 52).

3.- Y ya tenemos el santo: Fidelidad , fe clara en el Dios del Reino, esperanza ardiente en sus promesas. Veámoslo como modelo:

Dios nos habla en nuestra historia particular. Nuestra vida es gris, la mayor parte del tiempo, aunque nuestros sentimientos sean profundos. Pocas veces, o ninguna, nos toca llevar banderas, a la vanguardia del desfile de la vida. ¿Nuestra heroicidad?: Ser punto de partida para la heroicidad de otros, que cosecharán fama y honores (o muerte y detracciones). Y fieles desde ahí, desde esa zona gris. Manteniendo la verdad, la esperanza, el hambre y sed de justicia. Ante el Señor en cada momento.

Sin necesidad de tradiciones ni varas florecidas: José, justo, fiel, santo. evangélica para cada uno de nosotros.

29. AMAR Y TRABAJAR.

Freud resumió en estos dos polos todo el camino del crecimiento de un hombre: amar y trabajar. Movidos por el amor nos hacemos más capaces de una nueva relación con los otros rompiendo la estrechez de nuestro egoismo; trabajando, transformamos la naturaleza y la historia hasta hacerlas un hogar digno de la humanidad. En mutua compensación, el amor nos evita el activismo que nos enajena; el trabajo logra que nuestro afecto sea algo más que sentimentalismo.

Entre psicólogos y psiquiatras es frecuente oir que cada día abundan más entre sus pacientes quienes padecen de un cierto síndrome de narcisismo. Pudiera ser una de las enfermedades del post-modernismo: una inadecuada interpretación del desarrollo personal nos llevaría a convertirnos en falsos diosecillos. Para no quedar encerrados en el infierno del hastío personal, un auténtico desarrollo siempre nos remite hacia el amor que mira hacia la universalidad. Primero se edifica desde una sensibilidad hacia el otro que, aunque innata, necesita ser educada desde la infancia. Después crecen el respeto, el diálgo y la convivencia pacífica que nos lanzan hasta la comprensión misericordiosa y la entrega por los otros. Poco a poco nos vamos labrando para poder vivir sin rompernos en un mundo pluralista. Los últimos escalones los constituyen el amor a los enemigos y la entrega de la vida por aquellos a quienes amamos de las que Jesús tan frecuentemente nos habla en el Evangelio.

El Dios bíblico no se mira a sí mismo como los dioses del Olimpo que pasaban su tiempo ocupados en las aventuras que nos describe la mitología pagana. El Dios de Jesús miró con compasión misericordiosa y activa al pueblo aplastado en Egipto y bajó a liberarlo. Envió jueces, reyes,profetas y sabios para reconstruir fraternidad en Israel. Al fin Él mismo se hizo nuestro hermano.

Un amor que no trabaja en eficiencia se perderá en idealismos románticos. El Dios que nos ama creó este mundo y quiere transformarlo hasta la reconciliación. Para el cristiano, todo trabajo se suma a la acción creadora de Dios, es fuente de profunda satisfacción, si las condiciones que lo rodean son en verdad humanas. Frente a los slogans que nos vende la sociedad del bienestar, no hay felicidad sin trabajo. Por él transformamos este mundo y nos transformamos nosotros mismos al hacernos solidarios con los demás hombres. Gandhi decía que la verdadera religión es servir a los desamparados. Y para ello "no se puede imaginar una forma mejor de adorar a Dios que la de trabajar en su nombre de la misma manera que la que trabajan ellos".

Hoy podemos orar preguntándonos acerca de estas dos utopías que habitan mi alma: ¿cuál es mi nivel de sensibilidad y solidaridad efectivas ante los hombres? ¿Soy capaz de tolerancia en la pluralidad?. ¿Mi trabajo crea espacios y relaciones más humanas?

30. JUEVES SANTO SACERDOTAL.

Siempre resulta chocante el gesto de Jesús lavando los pies a sus discípulos. Moisés se había hincado ante la presencia sobrecogedora de Dios (Ex 3). Jesús se arrodilla ante los pies de los discípulos (Jn 13, 1-20). Un gesto propio del sirviente de una casa judía (Gén 18) cuyo sentido era el de lavar los pies al visitante que llegaba a la casa pues todo hombre es peregrino y quien desea ser su hermano, le ayuda a descansar en su camino. Con el Lavatorio Jesús instituye el sacramento del Orden Sacerdotal. Este día la Iglesia tiene un recuerdo especial para sus sacerdotes y ministros.Son continuadores de la misión de Jesús no sólo porque presiden la Eucaristía, sino porque además han de ser sacramento vivo de lo que celebran. No sólo repiten las palabras que Jesús dijo al entregarles el pan y vino de la Pascua; también vuelven a vivir lo que esas palabras significan: "Esto ha sido mi vida, cómanla, es para Ustedes"."Hagan esto en memoria mía", es decir, "Hagan de su vida lo que yo hice de la mía" :una vida para el servicio.

Una Iglesia que camina hacia su mayoría de edad, es capaz de suscitar en ella minitros y servidores. Gracias a Dios, desde hace algunos años nuestros seminarios están más llenos y cabe esperar que, en lo que toca a sus ministros, nuestras iglesias pronto serán autosuficientes sin necesidad de acudir a la ayuda del clero extranjero. Cada día nacen nuevas formas de servicio ministerial, de vida consagrada, ministerios laicales y voluntariados dentro de las Iglesias de Centroamérica. No falta quien piense que es la hora de que nuestras Iglesias sean también ellas misioneras en favor de otros continentes más necesitados de sacerdotes.

Ciertamente debemos alegrarnos por todo ello: es un signo de madurez eclesial el que en nuestras Iglesias vayan proliferen ministros que quieran servir toda su vida. Pero la cuestión definitiva no es sólo el origen y el número de las vocaciones sino su capacidad de servicio. Tal vez en este día nos venga a la imaginación de nuestra oración la escena de los niños lustradores de nuestros parques, hincados como Jesús, mirando hacia abajo y limpiando en acalorado trabajo, la suciedad de los zapatos. Uno de los trabajos cuya imagen nos sigue apareciendo tan humilde y hasta servil... He ahí la postura existencial del ministerio eclesial como un servicio desinteresado hasta entregar la vida como un cordero de la Pascua. El futuro del ministerio en nuestras Iglesias no depende únicamente de la preparación académica y teológica, pese a la importancia que ello tiene. Es algo más hondo y existencial que toca a la generosidad de quienes han sido llamados a esta vocación y desean dar la vida por las ovejas que se les han confiado. Nuestros pueblos lo saben bien: son tantos los sacerdotes que han inmolado su vida desinteresadamente en favor del pueblo en nuestros países durante los últimos años, que su recuerdo será imborrable para las nuevas generaciones por mucho tiempo...

31. NERVIOSISMO ANTE LA PROFECÍA MODERNA.

 

 

No faltan, dentro de la Iglesia y fuera de ella, quienes se ponen nerviosos ante los profetas actuales. Tratan inmediatamente, como los fariseos del pasado, de encontrale las vueltas al profeta. Si se relaciona con "pecadores", si es "comilón" o "bebedor", si no maneja bien su afectividad, le falta equilibrio, ecuanimidad...

Cuando el que ejerce la profecía lo hace desde sus homilías o desde su condición clerical, aumentan la críticas. Lo que se hace es política, se instrumentaliza el Evangelio, etc. Y despiadadamente se utiliza cualquier contradicción personal del profeta para tratar de desprestigiar su mensaje.

En la oración de hoy es muy importante preguntarse sobre la propia reacción ante los profetas. Especialmente cuando tocan contradicciones en las que yo caigo. ¿Cómo reacciono? ¿Soy capaz de escuchar examinando mi vida y mis propias culpas o trato exclusivamente de aplicar lo que se dice a los demás?

Y afirmamos que es muy importante hacer esta especie de autoexamen porque la profecía es parte indispensable de la vida eclesial. Y porque si no somos capaces de aceptar hoy la profecía de los discípulos del Señor, laicos, clérigos o religiosos, convertimos la profecía del Señor Jesús en pieza de museo.

En el fondo tal vez nos dé miedo la profecía del Señor, que fue, realmente, un profeta más duro que sus seguidores de hoy. Es cierto que también más amoroso y comprensivo que cualquiera de sus seguidores actuales, pero esta afirmación no elimina la anterior. Jesús no dudaba en llamar "raza de víboras" a un determinado grupo de su sociedad, ciertamente no peor que algunos grupos de nuestras sociedades actuales. Les decía a los ricos que más fácil que su salvación era que un camello pasara por el ojo de una aguja. Y no dudaba en afirmar que las prostitutas aventajarían en el Reino de los Cielos a personas que se tenían por muy religiosas. Santiago apóstol, hijo de Alfeo, llamado en ocasiones "hermano del Señor", tampoco se tentaba la ropa a la hora de decirle a ciertos ricos que "estaban engordando para el día de la matanza".

La palabra dura del Señor, igual que la palabra de comprensión amorosa o la de llamada a la generosidad radical, permanece en la Iglesia a través de todos y cualquiera de los cristianos. Y la palabra, como don del Señor, se reparte con la libertad del Espíritu, sin que haya normas o estados eclesiales que puedan determinar anticipadamente quién es profeta y quién no. No en vano en el bautismo se le dice a cada uno que se le unge como "sacerdote, profeta y rey". Al profeta sólo se le conoce por la fuerza y la verdad de su palabra. ¿Creo que la Iglesia necesita desde su propia esencia la profecía? ¿Me dejo interpelar por ella?

32. GENEROSIDAD Y POESÍA.

 

La muerte de Nuestro Señor Jesucristo ha sido cantada por muchos poetas. Su muerte es un acto de generosidad capaz de romper la dureza de nuestros corazones. Y eso es poesía. Hoy vamos sencillamente a pedirle al Señor que nos haga sentir la ternura de su corazón traspasado. Y vamos hacerlo de la mano de uno de los poetas que con más sensibilidad cantó al Crucificado: Fray Luis de León. Seleccionamos solo algunas estrofas de su "Canción a Cristo Crucificado". Leámoslas con el corazón abierto al profundo amor del Señor clavado en la cruz por nosotros.

Inocente Cordero

en tu sangre bañado

con que del mundo

los pecados quitas;

del robusto madero

por los brazos colgado, abiertos,

que abrazarme solicitas...

Aquí quiero que mires

un pecador metido

en la ciega prisión de sus errores;

que no temo te aíres

ni mirarte ofendido,

pues abogando estás

por pecadores.

Aquí donde das muestras

de manirroto y largo

con las palmas abiertas

con los clavos;

aquí donde tú muestras

y ofreces mi descargo;

aquí donde redimes los esclavos,

donde por todos cabos

misericordia brotas,

y el generoso pecho

no queda satisfecho

hasta que el cuerpo

de la sangre agotas;

Aquí Redentor quiero

venir a tu justicia yo el primero.

Por más que el suelo huello

con pasos tan cansados,

alcanzarte confío;

pues por el bien mío

tienes los soberanos pies clavados

en un madero firme;

seguro voy que no podrás huirme

 

"Canción, de aquí no hay paso, las lágrimas sucedan, envez de las palabras que te quedan". Termina el poeta. Terminemos también nosotros uniendo nuestros sentimientos a los del crucificado.

33. 22 ABRIL: DIA DE LA TIERRA.

Hoy es el día de la Tierra.Una fecha cargada de esperanza y a la vez de temores: si el presente siglo estuvo marcado por el reto de la industrialización, el desafío del próximo será probablemente la conservación de la naturaleza, como se puso de manifiesto en la Conferencia sobre el Medio ambiente celebrada en Río de Janeiro. La gran pregunta de este día es acerca de la supervivencia de la población mundial que podría llegar a 11.000 millones en el año 2.050. Europa desea preservar los bosques; Africa detener los desiertos, Estados Unidos promete contener la emisión de gases; pero para los países del Tercer Mundo se encuentran ante el reto de conjugar el combate de la pobreza con la conservación de la naturaleza.

Las cifras son sin duda alarmantes: los océanos se convierten en cementerios marinos por la sobrepesca. Múltiples especies animales viven amenazadas de extinción: en 1996 el 25% de la especies de mamíferos conocidas, como 1107 especies de aves, 734 de peces, 253 de reptiles y 124 de anfibios. La situación de los bosques, los pulmones de la Tierra es aún peor. En 1997 la Tierra poseía una extensión forestal de 3.400 millones de hectáreas de las que se talan o queman 111,3 millones cada año. En los últimos 20 años el suelo destruido para tierra de cultivo equivale a toda la superficie cultivada en los Estados Unidos. El52% de la superficie continental está en estado virgen, pero la mayor parte deellla consiste en áreas pedregosas, heladas o desérticas. El Sudeste asíático y América Latina convirtieron en diez años, entre 10 y 30% de sus bosques en tierras de cultivo. Cada 10 años, la tierra se recalienta 0,1 grados debido a la emisión de carbono que llegó a 6.251 millones de toneladas en 1996. A esto hay que añadir el recalentamiento global de las capas de la atmósfera. Casi la mitad de la contaminación mundial se genera en cuatro de los países más del planeta, una cuarta parte en los Estados Unidos.

Centroamérica ocupa un lugar importante entre las reservas forestales del planeta. Sus bosques tropicales, los más extensos tras la Amazonia, son buena parte de la mitad de las selvas del mundo, distribuidas en la franja eucuatorial, entre Centro y Sudamérica. Conservan 6.000 variedades de árboles y plantas; 150.000 especies de insectos, 150 de mamíferos y un centenar de anfibios tropicales; de ellos provienen a cuarta parte de los productos farmacéuticos. Sólo en los 10 últimos años, la región ha perdido 4 millones de hectáreas en los últimos diez años. Cada año desaparecen en Nicaragua 140.000 Hectáreas, 108.000 en Honduras y El Salvador es ya el segundo país más deforestado del continente, después de Haití.

Más que para mirar al cielo, la oración de este día está dirigida a mirar al "suelo" y asumir los retos de esta Tierra que el Dios creador encomendó al hombre para seguirla haciendo buena.

34. CONTRA CORRIENTE (UNA DE TANTAS).

 

Dos niños están contando cómo su padrastro abusaba de ellos. En una pantalla a sus espaldas se ve a su madre, que, desde la cárcel interviene también a distancia en el programa y está escuchando ahora a sus hijos. La madre está presa porque mató al violador cuando salía del juicio en el que parecía que iba a quedar libre. Los niños lloran al contar la terrible experiencia. La madre está llorando también.

Y entre las lágrimas, el corte publicitario. Una crujiente "pizza" y un campeón de tenis comiéndola. Después un carro último modelo, ropa interior femenina y el último film de Walt Disney.

Tras el programa temático siguen las noticias. Guerras, masacres y la "chispa de la vida", Coca Cola, refrescando a unos jóvenes simpáticos, divertidos y que disfrutan extraordinariamente con el refresco. Y así hasta el infinito en la pantalla de T. V.

Los muertos, la pizza, el sufrimiento, la cola, todo con el mismo o parecido valor. Todo en el mismo escaparate, con el mismo tiempo a su disposición, con los mismos colores, con la misma y trepidante sucesión de hechos.

El Eclesiastés decía que hay tiempo de reir y tiempo de llorar, tiempo de estar alegre y tiempo de estar triste, pero en el mundo en que vivimos las cosas se amontonan una encima de otra, casi sin diferenciación. Ud. es libre, nos dicen los defensores del sistema, y puede elegir lo que le gusta. La pizza o las noticias internacionales, la problemática personal o el agradable refresco lleno de vacías burbujas. O todo junto, como el organizador del negocio de la comunicación, que decidió ofrecernos todo junto.

La meditación de hoy es muy sencilla. Toma un periódico y mira la mezcla de noticias y anuncios, recuerda tus ratos ante la tele o la radioemisora con programas musicales de moda. Y piensa desde tu fe. ¿A dónde te conduce todo ésto?

Desde la fe sólo hay una conclusión posible; tenemos que vivir contracorriente. No es lo mismo, para nosotros, una masacre que un anuncio publicitario, una desgracia humana que la exhibición de una alegría falsa (que además hay que comprarla). No es lo mismo un charlatán hablando de sus intereses personales, o un político tratando a toda costa de defender sus intereses partidarios, que una persona hablando del bien común del país.

¿Es tanta la mezcolanza de mensajes en los medios de comunicación que tenemos que elegir cada día entre lo que vemos y escuchamos? Pues hagámoslo. Sigamos noticias y programas, seamos críticos, comuniquemos nuestro modo de ver la realidad y nademos contracorriente en este mundo donde parece que todo da igual.

35. SEPARADOS, PERO HERMANOS.

El 32% de la poblaciòn mundial es hoy cristiana aunque dividida en tres grandes grupos: los católicos son el grupo más numeroso, cercano a los 850 millones, es decir el 18,5 de la población mundial, concentrados especialmente en la Europa Occidental, América Latina, Filipinas, Polonia, USA y Canadá.

Lo que llamamos solemos llamar "protestantismo" nació en el siglo XVI con motivo de la reforma protestante que desde Lutero y Calvino buscaba una renovaciòn de la Iglesia en un momento de gran corrupción interna y falta de presencia activa en medio de la sociedad. Habría que distinguir entre las iglesias reformadas del siglo XVI conformadas por tres grupos bien definidos: los luteranos, los calvinistas y los anglicanos y los grupos fundamentalistas actuales. Los luteranos y calvinistas tienen su mayor presencia en Europa del Norte mientras que los anglicanos se concentran en Inglaterra y USA principalmente. En total estarían cerca de los 350 millones de habitantes. Además de noreconocer la autoridad del Papa de Roma, propugnan la libre interpretación de la Biblia, razón por la que se han separado en multitud de confesiones e Iglesias.

Los grupos fundamentalistas, provienen de USA principalmente y se extienden sobre todo por los países del tercer mundo. La gran diferencia es la lectura fundamentalista de la Biblia que no conoce la crítica literaria y el avance de la exégesis actual. Su gran cualidad es la capacidad de expresión litúrgica que poseeen. No pasan del 10% del total de los protestantes y oscilan en su crecimiento.

El tercer grupo lo constituyen los cristianos ortodoxos distanciados de la Iglesia católica desde la separación definitiva del Imperio Romano y escindidos definitivamente en el siglo XI con motivo de la disputa de Focio y Miguel Celulario acerca de las imágenes. Hoy son 160 millones de seguidores dispersos en los paises de Europa Oriental, parte de Africa y Asia.

En la oración de hoy trataremos de abrirnos a este mundo complejo del diálogo ecuménico pidiendo al Señor que "todos seamos uno". Desde el Vaticano II la Iglesia ha hecho una clara opción por él y son muchos los pasos que ya se han dado. El sueño es que este sea una de las grandes metas del cercano Tercer Milenio de la Evangelización. Este diálogo no es sólo cuestión de expertos en Teología o de documentos oficiales. Hay un primer nivel de apertura que ha de surgir en la conciencia de cada cristiano y que se ha de expresar en una auténtica búsqueda de diálogo entre quienes creemos en Cristo. Un segundo nivel es el de la colaboración dispuesta con otros cristianos en las muchas tareas en favor de la justicia y de la paz que la humanización de este mundo nos piden a todos. Que el Señor me muestre cómo colaborar por la unidad de los cristianos.

36. PASCUA: LOS RETOS DE LA ESPERANZA.

Muchas veces la celebración de la Pascua de Jesús nos lleva a imaginar más la vida que vendrá que la que aún tenemos que construir. De la primera Jesús no nos quiso dar demasiados detalles; sólo nos necesarios para encender nuestra fe. La importante es la Pascua que debemos construir aquí y ahora.

Durante la Pascua, los discípulos a quienes se apareció el Resucitado, casi siempre recibieron como una tarea inmediata: unos habrán de ir a Galiela; otros, unirse a los hermanos; otros caminando en reversa, volverán con nueva ilusión de Emaús a la comunidad de Jerusalén. El Resucitado gustaba proponerles nuevos retos más que una contemplación mística sobre El o el más allá que les esperaba tras la muerte. Lo importante era la misión del mas acá.

Podríamos preguntarnos en los ratos de oración de esto días sobre las Galileas a las que Jesús nos envía en nuestro mundo de hoy. Cada uno deberemos realizarlo desde nuestros trabajos y presencias propias. Pero ¿cuáles serían los grandes retos que el Cristo de la Pascua nos presenta ante nuestra sociedad globalizada?.

El primer mensaje de la Pascua es la paz. El Resucitado irrumpe en las conciencias tristes y en los cenáculos del temor trayendo la paz como primera noticia. Para nuestras sociedades atravesadas por años de conflictos armados, la consolidación de la paz también es el primero de los retos. La pacificación es larga tarea que no se logra simplemente a través de mediaciones. La paz es un reto en nuestras relaciones familiares, sociales y poíticas.

Pero además, la Pascua demanda de todos nosotros un gran dosis de creatividad: para responder a las grandes necesidades, hay que imaginar modelos de desarrollo posible, más allá de los grandes sueños de hace años. Algo de lo que se suele denominar "desarrollo sostenible" o "alternativo"; es decir que esté al alcance de los pobres el llevarlo a cabo y que a la vez quienes los realizan se realicen en él, sin depender tanto de las ayudas externas. Un camino alternativo para nuestra economía, educación y organización social y hasta para nuestra política.

El encuentro con el Cristo reunió misteriosamente a hombres y mujeres dispersos e hizo de ellos una comunidad. He ahí otro de los grandes retos: el respeto y apoyo a las culturas dentro de nuestra soiedad. Pensemos en los pueblos indígenas y afromaericanos, de la mujer, de nuestros jóvenes. Hoy se habla de la subcultura de nuestras ciudades, de nuestros jóvenes o de la mujer a la que le ha tocado vivir falsamente englobada en un universo de valores machistas...

¿Dónde me invita el Resucitado a seguirlo encontrado en la oración de estos días?.

37. LA AMISTAD.

En nuestra fe el tema de la amistad siempre será importante. En efecto, la clave para saber si amamos a Dios es la capacidad de amar a nuestros hermanos, "a quienes vemos", dice San Juan. Y nadie puede amar a sus hermanos si no tiene capacidad de amistad.

No sé si se puede llamar amistad a la conveniencia. O al simple sentimiento de divertirse en conjunto con otros. "Mientras seas feliz -decían ya los poetas latinos- podrás contar con muchos amigos; cuando estés triste, estarás solo".

La amistad de lazos familiares, de clan, de raza, de cultura, es un paso más allá hacia la amistad cristiana. La amistad que se desarrolla en momentos difíciles, cuando hay que poner la vida en manos del amigo, sea en momentos de guerra, de persecución o de ese tipo de dificultades que tocan lo más hondo de nuestra existencia, se parece mucho más a la amistad cristiana.

Porque la amistad cristiana, con toda la base natural que le pongamos (y muy bien puesta), nace en medio de una llamada, de una misión y de una tarea. Está rodeada de discernimiento, de esperanza y de lucha. Libre, con objetivos comunes y comunitarios, dialoga siempre sobre los pasos que se deben dar hacia la meta común.

Un joven solía llamar a su mejor amigo "el amigo de la vida". No el "amigo del alma", como suelen decir los literatos. Y creo que tenía cristianamente razón. Porque el alma hace habitualmente referencia a la individualidad y a la intimidad, mientras que la vida incluye esos aspectos y añade la lucha, la historia, la alegría y el descanso compartido, el humor, la broma y la libertad.

Analizar mi capacidad de tener amigos/as me permite discernir mi compromiso con la tarea fundamental del amor. ¿Es mi amistad un pacto de mutua ayuda para pasar esta vida con un poco más de seguridad que la habitual? ¿Me molesto cuando creo que el amigo/a no me da tanto como yo le doy o creo que le doy? ¿Me gusta que mis amigos/as dependan de mí, o al contrario, depender yo de ellos/as?

¿Comparto sueños, tareas, esperanzas, riesgos... o me limito a divertirme con mis amigos/as? ¿Soy libre ante ellos/as, con capacidad de diálogo, de lejanía física cuando sea necesario, de crítica y discernimiento compartido? ¿Encuentro a mis amigos solo en la clase social a la que "pertenezco"?

La llamada cristiana al amor pasa a través de la amistad humana. Los cristianos no amamos con un amor diferente de los demás. Tratamos simplemente de darle al amor humano el sentido absoluto del Amor de Dios. Un amor abierto que ve con ojos de misericordia a todos y especialmente a los más necesitados de amor. ¿Es nuestra amistad humana un camino hacia un amor cada vez mayor?

38. 1° DE MAYO.

Desde 1884 el IV° Congreso de la Federación Americana del Trabajador (AFL) aprobó una resolución para conseguir la reducción de la jornada laboral a ocho horas. El 1 de Mayo de 1886 la AFL distribuyó un manifiesto por todo el país: "A partir de hoy ningún obrero debe trabajar más de 8 horas diarias". La empresa Cyrus McCormick de Chicago despidió más de 1.200 trabajadores solidarios con la proclama.Los trabajadores convocaron un mitin en la plaza Haymarket. La policía arrojó una bomba que acabó con la vida de ocho su sus agentes. Acusados de ser los culpables, los dirigentes del mitin fueron condenados unos a muerte, otros a prisión y trabajos forzados por quince años. En noviembre de 1887 fueron ejecutados cuatro de los cinco condenados a muerte. El quinto se había quitado la vida en la prisión la víspera.Un año después, un Tribunal Superior comprobó y declaró la inocencia de los dirigentes ahorcados.Uno de ellos, August Spies, en el momento de la ejecución, cuando el verdugo le cubría el rostro, había dicho: "llegará la hora en que nuestro silencio será mucho más elocuente que las voces que Ustedes estrangulan hoy".

Desde 1889 se instituyó en Paris el día 1° de Mayo como "Día internacional de los Trabajadores". Aunque con algo de retraso, también la Iglesia se unió a esta celebración: ante 150.000 obreros, en la Plaza San Pedro, Pío XII proclamó en 1955, el día 1° de Mayo como el día de San José Obrero, patrono de los trajadores.

En estos tiempos de predominio casi salvaje de los principios de la economía neoliberal, las exigencias del mercado se han convertido en el nuevo absoluto para productores y planificaciones económicas. También las necesidades que crea el mundo del consumo han cambiando el estilo de vida de buena parte de la población. Sin embargo la pobreza persiste: todavía el 20% de los habitantes del planeta perciben el 82% de los ingresos mundiales mientras que el 60% de la población tiene que conformarse con el 5.6% de los mismos.

Hoy no es día de trabajo en nuestros países. Tal vez sea una buena oportunidad para tomar unos momentos de silencio y entrar en la verdad de la oración ante el Dios alfarero que supo trabajar para construir este mundo y descansar en el séptimo día. ¿Cuánto realmente me humaniza el trabajo que realizo? Desde ese trabajo, ¿cuánto me hago solidario efectivamente con las causas de los desheredados de este mundo? ¿En qué medida los ideales consumistas se han apoderado de mi modo de pensar y actuar o el de mi familia y van destruyendo paulatinamente los mejores valores de la convivencia, la cultura de la austeridad y la solidaridad humanas? ¿Vivo para trabajar o trabajo para vivir?. Jesús, el hijo de José, el carpintero de Nazareth me enseña a vivir de mi trabajo, pero a la vez a ser solidario con quienes carecen de él o lo realizan en condiciones infrahumanas.

39. EL MIEDO.

 

El miedo no es, ciertamente, un virtud cristiana. Pero es una realidad que está presente en la mayoría de los seres humanos. Tenemos miedo de lo imprevisto, de la enfermedad, de la violencia, de los poderosos, especialmente si no nos quieren, de la naturaleza cuando sus fuerzas se desatan, de la oscuridad, de la pobreza y de un largo etc. que cada uno puede identificar si se lo propone.

Vencer el miedo no es tarea de un solo día, sino normalmente de todos los días. Ernst Bloch, un pensador alemán, decía que la única manera de vencer el miedo era luchando contra sus autores. Y no le falta razón. Solo el que se atreve a levantar la cabeza y enfrentar las causas del temor, sean personas, cosas o complejos, puede ir superando ese terrible sentimiento que llamamos miedo.

Pero ni la cabeza se levanta con la pura voluntad, ni la lucha contra el miedo se inicia sin tener una motivación. Para el cristiano la lucha contra el miedo tiene su origen en el amor. El que ama mucho sabe arriesgarse y se enfrenta a los temores que la vida suele traer consigo.

Un capitán del siglo XVI decía que quería vivir "sin que la muerte al ojo estorbo sea". Sin que ese último reducto del miedo, que es la muerte, fuera obstáculo para hacer, en la batalla, lo que se debe hacer. La honra, el servicio al rey, consideraciones sobre el valor y la hombría, podían mover a nuestro soldado.

Para nosotros, cristianos que vivimos en "tiemos recios" (citando esta vez a Santa Teresa), solo el amor es camino para vencer el miedo.

En efecto, es el amor el que nos lleva a enfrentar a poderes que van más allá de nuestras fuerzas cando los valores más profundos de la persona se hallan en peligro. Es el amor el que nos libera de nuestros complejos, de nuestras inseguridades, de nuestras desconfianzas y de nuestras faltas de fe. Es el amor el que nos hace saborear la vida a fondo, sirviendo al prójimo y permaneciendo inquietos, críticos y rebeldes frente aquella parte del mundo que monta sus valores sobre el egoísmo. Es el amor el que nos motiva para luchar contra los autores del miedo y para vivir con "aquella libertad esclarecida - que donde supo hallar honrada muerte - nunca quiso tener más larga vida" (Fco Quevedo).

San Juan decía en su primera carta que el verdadero amor echa fuera al miedo. Tal vez sea bueno repasar hoy nuestros miedos, orar sobre ellos. No importa tenerle miedo a muchas cosas o a pocas. La pregunta es si los pocos o muchos miedos que tengamos nos dominan y nos impiden hacer lo que en cada momento debemos hacer. Si nos impiden ser libres, buscar, amar o trabajar por los demás, algo está fallando en nuestro amor cristiano.

40. 4 de Mayo: Muere Cristóbal de Pedraza (1547), primer obispo de Honduras (Trujillo).

Fue un hombre gris. Probablemente deseaba ser obispo y le atraía la dignidad del cargo. Bartolomé de Las Casas, cuando lo conoció en el primer "congreso" de obispos centroamericanos, lo tachaba de suelto y superficial. Espíritu aventurero, sin duda, la realidad le hizo reflexionar.

Llegó a Honduras y se encontró con que su episcopado valía menos que un curato regular en España. Sus fieles españoles un atajo de bandidos en su inmensa mayoría. Incluso a uno de sus muy pocos curas le obligó a exhibirse en público con un freno de caballo en la boca, como castigo por actitudes reñidas con el ministerio sacerdotal. Los indios, al mismo tiempo, condenados a la extinción por un sistema salvaje de explotación. Las autoridades en España, patronas de la labor evangelizadora, completamente desinteresadas por una Honduras que no tenía un papel importante en la extracción de riqueza para la metrópoli.

El dolor de los indios y la brutalidad y deseo de lucro de los españoles le fueron cambiando. Comenzó a escribir al rey de España, pidiedo ayuda siempre, pero criticando también a los conquistadores. Al final incluso criticando a los "obispos gordos" que acompañaban al rey en su corte y al propio rey, a quien veía mal informado sobre la situación en Honduras.

Esta vida aventurera nos plantea preguntas para nuestra reflexión.

1.- ¿Me dejo impactar por la realidad? Como todas las personas, queremos organizar nuestra vida y nuestra realidad circundante conforme a valores, ideas, planes de futuro y conveniencia personal, etc. Pero la vida es más compleja que nuestros planes y el sufrimiento de nuestros hermanos mucho más fuerte y amplio que nuestra capacidad de amar. ¿Permito que esta realidad social, amplia y compleja, penetre en mi vida y la transforme?

2.- ¿Crezco en coherencia cristiana o camino hacia el individualismo y la indiferencia egoísta? Frente al dolor del hermano sólo hay dos caminos: El del servicio solidario y abnegado es el cristiano. El otro, el de seguir de largo después de ver las heridas del prójimo, es el que nos pide un mundo demasiado montado sobre la priorización de los proyectos absolutamente personales.

3.- ¿Quién es mi prójimo? La pregunta del Evangelio debe estar siempre presente en mi vida, junto con la respuesta clara de Jesús: El golpeado y adolorido que encuentras en tu camino, ése es tu prójimo. La lectura de Lc. 10, 25-37 nos puede ayudar a comprender el cambio en la vida de Cristóbal de Pedraza y la fuerza del Evangelio cambiando nuestras vidas.

41. ¿SE PUEDE PROBAR LA RESURRECCIÓN?

 

Si Cristo no ha resucitado, decía San Pablo, para nada sirve nuestra fe. Y es cierto, no puede haber fe cristiana sin fe en la resurrección de Jesús, el Cristo.

Por eso muchos teólogos han tratado de probar que Cristo ha resucitado. Algunos icluso buscaron demostrar la resurrección como si fuera un hecho histórico normal. Pero al tratarse de una realidad tan especial, que en los mismos evangelios viene envuelta en una especie de misterio (le veían pero no le reconocían a la primera), la tarea no es fácil. Es más, al final los teólogos reconocen que la resurrección puede tener aproximaciones históricas, pero que realmente es un asunto de fe.

En este sentido hay unas frases de San Juan Crisóstomo que nos ilustran y nos ayudan no solo a pensar en la prueba que necesita la resurrección, sino en nuestro compromiso con la misma. Sus palabras pronunciadas ante la tumba de San Ignacio de Antioquía dicen así:

"La prueba realmente más fuerte de la resurrección de Cristo es que, habiendo sufrido muerte violenta, muestra tanto poder después de ella, que persuade a los hombres vivos a que desprecien, por confesarle a El, la patria, la familia, los amigos, los parientes y la vida misma, y a preferir a los placeres presentes los azotes, los peligros y la misma muerte. Eso no puede ser hazaña de un muerto que yace tendido en el sepulcro, sino obra de quien resucitó y vive".

En otras palabras, al final, la gran prueba de la resurrección es nuestra fe en Jesucristo. Una fe que nos lleve aponer por encima de todo el seguimiento de su persona.

San Juan Crisóstomo decía ésto en una época en que el culto a los mártires era muy fuerte. Hoy, cuando el martirio es una realidad en tantas partes, especialmente como represalia contra los cristianos que se comprometen con la justicia o con la defennsa de los más pobres, la prueba de la resurrección hay que buscarla de nuevo en el compromiso personal.

¿Es mi fe capaz de enfrentar los ideales de abundancia de una sociedad cerrada en sí misma que se presenta como autosuficiente en el primer mundo y en parcelas de los países empobrecidos? ¿Tiene mi fe fuerza suficiente para mirar al mundo de los que sufren y echar mi suerte con ellos?

La resurrección de Jesús no es una cuestión teórica. Es cuestión de compromiso. O mi amor al hermano tiende a transformar y humanizar el mundo en que vivimos, y a posibilitar que la palabra Padre Nuestro se realice en la fraternidad universal, o estoy negando la resurrección del Señor. Por mucho que lo afirme la boca.

42. 8 DE MAYO: HISTORIA DE LOS HOMBRES E HISTORIA DE DIOS.

 

 

El 8 de Mayo de 1770 Carlos III, rey de España, decretaba "que se extingan los diferentes idiomas indios y se imponga el castellano" en las tierras de América. Ello, por supuesto, en nombre del progreso y la civilización.

217 años después, el 8 de Mayo de 1987, el hermano jesuita Vicente Cañas moría asesinado. Cañas vivía con un grupo indígena del Amazonas, vestido como ellos, hablando como ellos, trabajando con ellos y al par de ellos. Los terratenientes que ordenaron y pagaron su muerte no le perdonaban que defendiera las tierras indígenas contra sus deseos de apropiación y explotación de las mismas.

Carlos III, de la familia Borbón, todavía reinante en España, rey absoluto y reformador, protagonista de una clara recuperación española en medio de una historia de decadencia. Y Vicente Cañas, hermano coadjutor de la Compañía de Jesús, pobre, sencillo y enamorado de una etnia indígena con rasgos culturales cercanos a la edad de piedra. Dos personas unidas por una simple fecha. El primero tratando de imponer su concepto de racionalidad, europeo, ilustrado, con un decreto contra el idioma de los indios. El segundo sellando con su sangre el compromiso de defender una lengua, una cultura y, sobre todo, unas personas, al margen de la cultura dominante y de los planes de los poderosos.

Es de ilusos preguntar quién de los dos pasará a la historia. Carlos III aparece en todos los manuales de historia de Europa y América Latina. A Vicente Cañas lo recuerdan sus amigos indígenas y unos cuantos cristianos de América Latina empeñados en recordar por su nobre a "ese gentío inmenso imposible de contar... que llegan de la gran persecución y que lavaron y blanquearon sus vestiduras en la sangre del Cordero" (Apoc. 7, 9 y 14).

Sin embargo, en esa historia escondida en la que únicamente se almacena el amor, la vida de Vicente Cañas tiene asegurado su lugar. Historia escondida de Dios que es la historia de todos los pobres y oprimidos y de quienes echaron su suerte con los pobres. Historia que acabará imponiéndose (Mt. 25, 31-46) a la historia de los poderosos, al ruido y a la pombpa de quienes adoran la fuerza del dinero o de las armas, a la carcajada cínica de quienes aseguran tener el mundo en el bolsillo.

Dos personas, dos historias. La historia del resultado inmediato y material, caiga quien caiga, y la historia del trabajo lento y persistente en el amor. La historia de Carlos III y la de Vicente Cañas. La de los hombres que quieren ser como Dios y la de Dios que ama en, a, y a través de los hombres y mujeres de buena voluntad.

43. 17 DE MAYO: DÍA MUNDIAL DE LAS TELECOMUNICACIONES.

El mundo es cada vez más pequeño. Y lo comprobamos día a día. El teléfono celular, la comunicación internacional a través de las computadoras, los centros de datos abiertos en redes informáticas, nos muestran la creciente facilidad de comunicarse. Estamos pasando del "mundo ancho y ajeno" a la "aldea global".

Esta "aldea global", que cambia la idea del "extranjero" al que estábamos acostumbrados, es positiva, en la medida en que nos hace visible la hermandad y cercanía del género humano. Pero es también desafío y llamada al compromiso.

Una vez más se puede pensar que "los hijos de las tinieblas son más inteligentes que los hijos de la luz". No faltan quienes tratan de controlar la comunicación e imponer sus criterios sobre la misma. Algunos la usan exclusivamente para sus negocios o sus ventajas personales. Otros para espiar y controlar empresas, avances tecnológicos, personas, ideas, etc.

Es cierto que los adelantos tecnológicos en este campo de la telecomunicación, por su propia naturaleza, están cada vez más abiertos a todos, y en ese sentido son profundamente positivos. Pero también es cierto que desde el punto de vista cristiano todo adelanto en la comunicación debe llevar a una mayor responsabilidad en la hermandad.

¿Cómo puede ser posible que haya grandes posiblidades de comunicación y yo me quede callado frente a cualquier violación de los derechos de la persona, en mi país o en otros? Hay instituciones, la mayoría no explícitamente cristianas, que facilitan la tarea de protestar frente a cualquier violación de la dignidad humana. ¿No nos dormimos con frencuencia los cristianos en esta tarea?

En este día de la telecomunicación es importante reflexionar sobre mi sentido del mundo. ¿Me siento cerca de los que sufren en Ruanda, de los que pasan hambre en el Tchad, de los sin tierra en Haití, de los Dalits (sin casta) en la India, de los jóvenes explotados en el Asia meridional, de los niños de la calle asesinados en Bogotá o en Brasil, de los indios en tantas partes de América, de las víctimas de la guerra en Bosnia o en Sudán, de los kurdos, de los gitanos, de los emigrantes, de tanta gente que sufre a lo largo y ancho de este mundo?

Es difícil, ante la necesidad de encarnarse en la problemática cotidiana en que vivimos, mantener el corazón abierto a este mundo del dolor cada vez más presente. Pidamos al Señor en nuestra oración que la abundancia de los problemas, cada vez más cercanos gracias a la telecomunicación, no nos haga reaccionar trivializando la situación o tratando de olvidar tanta desgracia para no sentirnos demasiado impotentes ante ella.

44. LA ORACIÓN DE LOS MÍSTICOS.

 

Los santos tuvieron el don de una profunda cercanía con Jesucristo. San Francisco, San Juan de la Cruz, la dos Santa Teresa, San Ignacio, por ejemplo, fueron verdaderos místicos.

A todos ellos la oración les llevaba en un primer momento a negar todo lo que aparta de Dios, las cosas, las personas, las "profundas cavernas del sentido".

Pero todos ellos, durante este proceso de negación, recibían el don del reencuentro con la realidad, mirada ahora de un modo gozoso. Por eso, estos santos no estuvieron apartados del mundo, sino profundamente inmersos en el mismo.

San Francisco, en medio de sus llagas, de su pobreza y de su abnegación, reencontraba la naturaleza en la hermandad con todo lo creado. San Ignacio de Loyola, al final de sus Ejercicios Espirituales, reencuentra la naturaleza en su "contemplación para alcanzar amor". San Juan de la Cruz, que en lo que él llamaba "suma de perfección" decía: "Olvido de lo criado - Memoria del Criador - Atención a lo interior - y estarse amando al Amado", rodea el encuentro con el Amado de una exuberante y reconciliada naturaleza. Las dos Santa Teresa, desde su dedicación a la vida contemplativa, estuvieron profundamente unidas a la realidad de su tiempo. Reformadora una de la vida contemplativa, y patrona la otra de las misiones.

Hoy diríamos que nuestra oración nos debe llevar a negar todo lo que nos aparta del Reino de Dios. En palabras (criterios), obras y omisiones. En sentimientos y en seguridades que buscamos. Y que es a partir de esta lucha que orienta y dirige nuestra vida, donde podremos reencontrar personas y naturaleza con gozo y alegría.

Y diríamos también que este dinamismo es criterio para saber si en nuestra vida hay verdadera oración, auténtico encuentro con el Señor. Si pasamos por esta tensión que niega la realidad en su autonomía absoluta, en su comodidad, en la satisfacción exclusivamente individual que pueda proporcionarnos, y simultáneamente se nos da la satisfacción del reencuentro con las cosas o personas orientadas hacia el Reino, hay oración en nuestra vida. Aunque no le dediquemos demasiado tiempo a la misma. Pero si este dinamismo de negación y reencuentro no se da, nuestra oración, por larga que sea, corre el peligro de no ser verdaderamente cristiana. Y de no ser, por tanto, oración.

¿Cómo es mi vida de oración? ¿Me lleva a negarme a mí mismo y a tomar la cruz del seguimiento del Señor? ¿Me impulsa a negar la realidad que me rodea y que se me ofrece como camino autónomo de autorrealización? ¿Me ayuda a reencontrar a todas las cosas en el Amado que se entrega y sirve a los demás hasta la cruz?

45. AMOR A DIOS, AMOR AL HERMANO Y A LA HERMANA.

Amor a Dios y amor al prójimo son juntos el mismo y gran único mandamiento. En ambos se cumplen en su totalidad la ley y los profetas. No hay grietas ni separación en el amor de Dios, que es al mismo tiempo entrega absoluta a sus criaturas.

Pero esta síntesis no se da automáticamente. En nosotros, personas hechas de barro, produce una profunda tensión. Amar a Dios y amar a los hermanos no significa siempre lo mismo, en la práctica. Porque a veces amamos a unos hermanos en contra de otros. O los amamos de un modo egoísta, posesivo, que no es el verdadero amor que se nos pide. O amamos a Dios de una manera concreta (decimos que le amamos), e imponemos a los demás nuestro modo de amar a Dios como si fuera una ley absoluta e inmutable. Nadie ignora que la humanidad ha cometido crímenes en el nombre de Dios (nombrándolo en vano). Y que muchas actitudes farisaicas (persecuciones incluídas) se han ocultado tras el nonbre del amor al prójimo.

Solo la cruz ayuda a comprender esta tensión y a resolverla según la voluntad de Dios. Solo la cruz define la síntesis y el modo concreto de vivir el doble mandamiento. La cruz del sin poder, del que no se busca a sí mismo, del que busca siempre los últimos puestos y trata de ver a los demás como mejores. La cruz del que ama siempre y ve reconfirmado su camino precisamente en el momento más doloroso de su amor.

Cruz síntesis del amor a Dios y del amor al hermano en entrega a la voluntad de Dios que es voluntad de servicio y de verdad.

Nuestra oración de hoy consistirá simplemente en recorrer despacio una poesía del poeta hispano-mexicano León Felipe. Y si el corazón quiere hablar, dejar que nuestro corazón hable.

Más sencilla, más sencilla.

Sin barroquismo,

sin añadidos ni ornamentos,

que se vean desnudos

los maderos,

y decididamente rectos.

Los brazos en abrazo hacia la Tierra,

el mástil disparándose a los cielos.

Que no haya un solo adorno

que distraiga este gesto,

este equilibrio humano

de los dos mandamientos.

Más sencilla, más sencilla;

haz una cruz sencilla, carpintero.

46. EN TORNO A DOS FECHAS (18 DE MAYO).

 

Con casi 100 años de diferencia mueren violentamente dos luchadores por la independencia de América Latina que no vieron nunca realizados sus sueños. En 1781 Tupac Amaru II en el Perú. En 1895 José Martí en Cuba.

Tupac Amaru decapitado, después de presenciar el ahorcamiento de su esposa y sus allegados y después de sufrir diversos tipos de tortura. José Martí en combate luchando por la independcia de Cuba. Para ambos sirven los versos del segundo, "con los pobres de la tierra, quiero yo mi suerte echar".

Hoy, los medios armados para conquistar la independencia, y sobre todo para impedirla, son fundamentalmente inmorales. La no violencia activa se ha mostrado a la larga mucho más eficaz que la violencia armada. Las pedradas de los niños palestinos en la Intifada (qué profunda resonancia bíblica), mucho más eficaces que los actos de terrorismo de los mayores (judíos o palestinos).

Pero aunque la guerra ya no tiene sentido, el término independencia sigue teniéndolo. Los indios por los que quiso luchar Tupac Amaru siguen siendo los últimos en gozar la independencia en el Perú. "Los pobres de la tierra", en general, no disfrutan las ventajas de la independencia política, y permanecen sujetos a nuevas, e igual de crueles, dependencias.

La independencia siempre ha sido tarea cristiana. En México, en los años previos a la independencia, fueron fusilados varios cientos de sacerdotes. En Polonia, los sacerdotes asesinados en los campos de exterminio nazis se cuentan también por centenares. Y no se trata solo de sacerdotes, sino, sobre todo, de miles de laicos que lucharon y buscaron, con reponsabilidad cristiana, un poco más de libertad para sus pueblos.

Conseguida la independencia política, los pueblos, y las personas, tienen ahora como tarea el conquistar los valores que empujaron hacia las luchas independentistas. La "libertad, igualdad y fraternidad", tras las que se movieron tantas revoluciones, explícita o implícitamente, están muy lejos de ser una realidad en el campo internacional y al interior de cada país.

Para el cristiano la "Utopía" del Reino de Dios sigue siendo el camino y el fin de todo paso en el campo de la independencia política. Independencia que no puede dividir a los pueblos en naciones separadas y, de alguna manera, "individualizadas". La lectura de Isaías 11, 1-9, puede ayudarnos a ver el horizonte hacia el que debe dirigirse toda independencia, y toda lucha nuestra para acrecentarla.

47. SOBRE EL INFIERNO COMO AMENAZA.

 

Es cierto que el infierno ha pasado de moda en las homilías eclesiásticas. En parte por las representaciones tremendistas y coloristas del pasado. Pero en buena parte también por la hipocresía de algunos cristianos, laicos y clérigos, que se preocupan más por el infierno en el más allá que por el "infierno" que algunos crean en esta tierra.

En efecto, estos cristianos pueden hablar del infierno pero pasar indiferentes ante el dolor del hermano. El P. Francisco de Vitoria, moralista del siglo XVI, decía: "Es mentira decir que amo a mi prójimo teniéndolo a él pereciendo y 10.000 ducados en mi bolsillo". Parafraseádolo, podríamos decir que es mentira decir que creo y temo el infierno del más allá si no temo al infierno por el que pasan muchos hermanos míos en el más acá. "Perder la vida" en El Evangelio es sinónimo de no entregarse, de no amar, de no caminar en seguimiento del Señor "que pasó haciendo el bien". El inicio del infierno en esta tierra es no dar de comer al hambriento, de beber al sediendo, etc.

Por eso, cuando en este mundo hay por lo menos 800 millones de personas que pasan hambre, y este dato es manejado públicamente sin que hagamos lo suficiente al respecto, es muy normal que el tema del infierno tratemos de tomarlo a risa o relegarlo al último rincón de nuestra conciencia.

El mismo Francisco de Vitoria decía que "las cosas que mandó (el Señor) so pena de infierno son limitadas y muy pocas; y tales que sin ellas no pudiera el hombre vivir, aunque no hubiera infierno".

En mi oración de hoy debo preguntarme cuáles son esas cosas sin las cuales no podría vivir, aunque no hubiera infierno. Y si esas realidades se llaman amor, compasión, solidaridad, comprensión, lealtad, sentido de hermandad universal, fe unida a la justicia, inmediatamente debo preguntarme cuál es el estado de las mismas en la sociedad que me rodea.

Algunos teólogos actuales tratan de apartar el infierno de las verdades de fe de la Iglesia a partir de la sensibilidad moderna que no acepta penas ni castigos tan terriblemente duros y duraderos. Pero tal vez éste no es el planteamiento. Solo luchando contra el infierno (y sus raíces personales y sociales) del hambre, de la guerra, de la injusticia brutal en el más acá, logramos que el infierno del más allá se aleje del horizonte posible de la humanidad.

48. LA VIGILANCIA.

 

En el Evangelio Jesús aparece repetidas veces haciendo una llamada a la vigilancia, a mantenerse alerta y en vela. Al sirviente, en las parábolas, se le aconseja mantenerse despierto y trabajando, para que sí lo encuentre su señor. Las vírgenes necias de la parábola ni fueron previsoras, ni estuvieron vigilantes y atentas, sino dormidas, mientras esperaban al esposo. El dueño de la casa permanecería en vela si supiese la hora a la que llega el ladrón (Mt 27, 43). Y a todos, en general, nos pide el Señor mantenernos en actitud de vigilancia, pues no sabemos ni el día ni la hora (Mt 25, 13).

El objetivo de esta vigilancia, de este mantenerse despierto en oración, es tener fuerza, escapar del mal y poder "estar de pie delante del Hijo del Hombre" (Lc 21, 36).

Para nosotros, cristianos invitados por el Concilio Vaticano II a permanecer atentos a los signos de los tiempos, esta invitación del Señor a permanecer en vela tiene un significado especial. Estar en vela significa tener una actitud permanente de discernimiento. Sobre sí mismo y sobre la realidad que me rodea.

Tenemos que preguntarnos si los valores del Reino crecen en nosotros, si nuestro amor es cada día más universal y atento a los sufrimientos concretos de nuestros prójimos. Si no perdemos sensibilidad ante el dolor del hermano a medida que pasan los años. Un poeta decía que los acontecimientos humanos terminaban, en mucha gente, por hacer callo en el alma, igual que la repetición de los trabajos manuales crea callos en las manos. El cristiano no puede tener callos en su sensibilidad humana, siempre dispuesta a captar la necesidad del prójimo y el momento en que la solidaridad es necesaria.

Y debemos también preguntarnos si el Reino que deseamos lo trabajamos y anticipamos en la sociedad en la que vivimos. Un amor que nodesea transformar una sociedad montada, al menos parcialmente, sobre estructuras egoístas, es un amor poco consciente o simplemente flojo. Y en la medida en que rechaza el esfuerzo y la cruz de la lucha pacífica por transformar la sociedad, en esa misma medida se puede convertir en un amor farisaico, hipócrita.

A la luz de esa exigencia evangélica de mantenernos en vela revisemos nuestra propia realidad. ¿Prefiero la rutina a la vigiliancia? ¿Reviso todos los días si voy creciendo en generosidad, en capacidad de amar? ¿Me preocupa la sociedad en la que vivo? ¿Trato de impulsar en ella los valores del Reino de Dios? Son preguntas que deberíamos hacernos todos los días si de veras queremos mantenernos vigilantes y en pie, ante la historia y ante el Señor Jesús.

49. 25 DE MAYO: DÍA DE LA LIBERACIÓN DE AFRICA.

 

 

 

Aunque el día de la liberación de Africa existe, la realidad no está liberada. De los 40 países más pobres del mundo 30 están en Africa. Las guerras étnicas, en buena parte resultado de fronteras artificiales construídas sobre intereses coloniales, nos estremecen con cifras de cientos de miles de personas. Más de la mitad de los enfermos de Sida está en Africa. Las sequías golpean a la población y originan terribles hambrunas, campos de refugiados, violencia, enfermedad y muerte, son las pocas noticias que salen de este enorme continente.

Frente a ello encontramos una especie de desinterés de la humanidad. Como si los problemas de Africa fueran de exclusiva incumbencia de los africanos. O como que el racismo de "Occidente", que generalmente se concentra allí donde el "diferente" es más pobre, hubiera penetrado a estados y personas del resto del mundo.

En una "aldea global" tan intercomunicada como lo es nuestra sociedad, cada vez más consciente de formar una sola familia humana, el olvido de Africa no tiene sentido. Ni la idea de continente, ni mucho menos la de "patria", puede ser excusa para olvidar los sufrimientos de la humanidad donde quiera que estén.

Incluso los países pobres y necesitados de ayuda pueden crear cadenas de solidariad, de mutua ayuda, de asistencia en algunos proyectos. No digamos los países ricos, con niveles de vida que no pueden ser llamados cristianos mientras en el mundo haya hambre.

La parábola del buen samaritamno debemos leerla hoy en un contexto internacional. Son demasiados los países que pasan al lado de los países pobres del mundo y continúan su marcha hacia sus propios intereses sin detenerse a ayudar a los hermanos. Si los cristianos, o en términos más amplios, las personas de buena voluntad, no logramos despertar un mayor interés en nuestros países por el Africa en su conjunto, algo puede estar fallando en nuestra fe o en nuestra buena voluntad. De hecho Africa es hoy un test para medir la capacidad de solidaridad de la humanidad.

En este contexto nuestra meditación consistirá en leer Lucas 10, 25-37 y contemplar la parábola en el ámbito internacional. ¿Nos preocupamos para que a nivel de naciones crezca la solidaridad? ¿De qué nos sirve, como cristianos, el tener "patria" sin somos incapaces, con ella, de crear una mayor solidaridad internacional? Igual que pedimos con frecuencia al Señor que nuestros problemas individuales no nos hagan olvidarnos de nuestros hermanos, pidamos hoy para que los problemas de nuestros países no sepulten en el olvido los dolores de hermanos nuestros que sufren más que nosotros.

50. SANTOS Y SANTAS PARA UNA LETANÍA.

Para la oración de este día podemos acudir a esa sencilla forma de plegaria vocal que son las letanías. La tradición de la Iglesia ha consagrado esta memoria oracional que une la memoria de quienes siguieron a Cristo hasta el final de su vida y hoy gozan de la presencia de nuestro Padre con la súplica humilde de quienes caminamos en la construcción del Reino. Acudamos a ellos para que ellos intercedan por nosotros.

Padre de todos los hombres, háznos hijos y hermanos.

Cristo Jesús, que seamos imagen viva del Dios invisible.

Espíritu de vida, envía tu soplo a nuestras conciencia dormidas.

Trinidad una, construye entre nosotros comunidades fraternas.

Angeles del Señor, que seamos hombres y mujeres de testimonio.

María de Guadalupe, que los pobres estén en nuestra mirada.

Juan el Bautista, que seamos valientes profetas del Reino.

José, que sepamos dar testimonio callado de fidelidad a Dios.

Pedro, que sobre nuestra fragilidad crezca la Iglesia.

Pablo, que la fuerza de la luz de Dios nos transforme en apóstoles.

Santiago y Juan, que podamos ser pescadores sin temor.

Mateo, que como a tí, nos cautive la mirada de Jesús.

Tomás, te pedimos el don de la fe para creer sin ver.

Agustín, que al buscarnos podamos como tú, encontrar a Dios.

Antonio, llévanos al desierto para encontrarnos con el Absoluto.

Benito, que podamos construir fraternidades de acogida a todos.

Francisco de Asís, libéranos de la vida cómoda y háznos sencillos.

Isidro Labrador, concede abundantes cosechas a quienes siembran.

Domingo de Guzmán, que no tengamos vergüenza de anunciar el Reino.

Teresa de Avila, que no tengamos miedo a reformar nuestra vida.

Juan de la Cruz, que podamos encontrar a Dios en la noche oscura.

Juan Bosco, que podamos siempre tener un espíritu joven.

Vicente de Paúl, alcánzanos la compasión de Dios ante los enfermos.

Martín de Porres, barre nuestra conciencia de prejuicios raciales.

Luisa de Marillac, transmítenos cercanía con los enfermos.

Maximiliano Kolbe, acércanos a los condenados de la tierra.

Oscar Romero, conviértenos en valiente voz de los sin voz.

Héctor Gallego, pastor solidario de los campesinos panameños.

Ignacio de Loyola, permítenos peregrinar tras la voluntad de Dios.

Francisco Javier, apasiónanos con los retos de la misión.

Pedro Claver, que seamos hermanos solidarios de los sin patria.

Roque González, háznos defensores de las causas de los indígenas.

Juan XXIII, que nuestra Iglesia abra sus ventanas a este mundo.

Luis Espinal, que siempre vivamos en la verdad y la proclamemos.

Rutilio Grande, ojalá hagamos de este mundo una mesa común!.

Mártires de la UCA, que seamos apasionados por la Fe y la Justicia.

Teresa de Calcuta, pon en nuestro corazón entrañas de misericordia.

Que todos los santos y santas de Dios sean nuestros intercesores.

Que todos seamos santos, Señor, como Tú eres santo. Amén.

51. ADMINISTRADORES DE LOS BIENES.

Los Padres de la Iglesia insistían en que los cristianos no éramos dueños de la creación ni de los bienes creados. Solo administradores. Desgraciadamente, el concepto de "administrador" se contagió de un tinte paternalista que se prolongó históricamente demasiado. No se sacaron, así, las consecuencias debidas.

Hoy, cuando la posesión y el uso ilimitado de los bienes de la tierra se manifiesta como letal para el futuro de la humanidad, la idea de administrar rectamente los bienes de la creación vuelve a tener fuerza. Y fuerza social.

En efecto, una industria sin regulaciones adecuadas contamina el ambiente, provoca costosas enfermedades (para la sociedad, no solo para las personas) y destruye la capa de ozono, con todas las posibibilidades catastróficas de un posible recalentamiento de la tierra. Maximizar la ganancia a corto plazo es hoy, con más frecuencia cada día, sinónimo de amenaza al futuro de la humanidad.

Además, un concepto individual e ilimitado de la propiedad privada, lleva a una creciente separación entre ricos y pobres que se refleja, de un modo especialmente dramático en las relaciones entre los países desarrollados económicamente y los que viven en la pobreza. Según uno de los últimos estudios del Banco Mundial (1995), los ciudadanos promedio de los 20 países más ricos son, por lo menos, doscientas veces más ricos que los ciudadanos promedio de los 20 países más pobres.

Y la situación se agrava cuando el valor "riqueza individual" se nos presenta sistemáticamente como el valor base de toda sociedad. El afán desmedido de riqueza que muchos medios de comunicación nos transmiten, generan finalmente corrupción, indiferencia ante el dolor de los pobres, irresponsabilidad social.

Sin paternalismo, sin atribuir la calidad de "administradores" exclusivamente a quienes tienen bienes, o al Estado o al gobierno, la idea de una recta administración de los bienes de la tierra se impone cada vez más por su propio peso. Es una responsbilidad que nos corresponde a todos. El mundo en que vivimos será un bien compartido con todos o, simplemente, no será.

Como cristianos no podemos cerrar los ojos a esta realidad. El Evangelio nos llama a orientar toda la creación hacia el Dios que es Amor y que se manifiesta en el amor. La idea de una recta administración de los bienes nace en los Padres de la Iglesia como una concreción del amor crsitiano. Educarnos en, y dar testimonio de justicia y responsabilidad ante los bienes de la tierra, y ante la misma tierra como casa común, es tarea tradicional para el cristiano. Por nuestra dejadez, sin duda, es además, tarea urgente.

52. COMPARTIR Y SENTIR.

 

 

 

Contemplar y sentir son dos formas de orar. Por eso nuestra fe cristiana busca con tanta frecuencia la imagen. Y en la imagen pone sentimiento. La imagen de Cristo crucificado es el ejemplo más evidente.

A lo largo de la historia cristiana, muchos hombres y mujeres de fe han orado simplemente contemplando al Cristo en la cruz. Nosotros mismos, acostumbrados desde pequeños a venerar el nombre de la cruz y a señalarnos con ella antes de rezar, hemos permanecido con devoción delante del crucificado.

Hoy, sencillamente, vamos a recorrer los sentimientos que la cruz despertaba en un autor anónimo. Sentimientos expresados a través de una poesía. Algunos dicen que es de S. Francisco Javier. Otros que de Santa Teresa. Pero no hay seguridad en que sea de alguno de ellos.

Lo fundamental ahora es leer esta poesía y preguntarnos al mismo tiempo qué es lo que nos mueve a amar a Dios Nuestro Señor. Leerla despacio, imaginándonos delante de Jesús crucificado.

No me mueve mi Dios para quererte

el cielo que me tienes prometido

ni me mueve el infierno tan temido

para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves Señor, muéveme el verte

clavado en esa cruz y escarnecido,

muéveme el ver tu cuerpo tan herido,

muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme en fin, tu amor de tal manera

que aunque no hubiera cielo yo te amara

y aunque no hubiera infierno te temiera

No me tienes que dar porque te quiera,

porque aunque lo que espero no esperara,

lo mismo que te quiero te quisiera.

 

¿Me mueve realmente a la acción y a la responsabilidad cristiana el amor de Dios manifestado en Cristo en la cruz? ¿Me mueve a pedir perdón y a perdonar? ¿Me mueve a responder con amor al amor que se me da?

Después de un momento de silencio interior, volvamos a leer la poesía, dejando que sea el Señor el que hable en nuestros corazones.

53. MAYO: DÍA DE LA MADRE.

 

En muchos países celebramos en Mayo el día de la Madre. Es también el mes que la Iglesia dedica tradicionalmente a María, Madre de la Iglesia. Desde América Latina este día tiene connotaciones muy especiales.

En países como los nuestros, donde la pobreza abunda y donde la inestabilidad familiar es frecuente, ser mujer y ser madre es con frecuencia una difícil, y a veces dolorosa, aventura. Muchas mujeres solas tienen que sacar adelante a sus hijos siendo para ellos padre y madre. Marginada en el trabajo, asediada por el machismo, golpeada por las guerras (en los campamentos de refugiados siempre ha habido más mujeres que hombres), la mujer pobre latinoamericana ha sabido sobrevivir y mantener valores.

El día de la Madre es generalmente un día de reconocimiento y expresión de cariño. Pero debería ser algo más. De poco sirve expresar el cariño una vez al año y dejar a la mujer en una situación de explotación, desamparo y sufrimiento creciente. En nuestros países pobres la mujer es doblemente explotada, por ser pobre y por ser mujer. Y no faltan quienes afirman que existe a nivel mundial, un proceso de feminización de la pobreza.

Esta situación no ha aplastado a la mujer en el Tercer Mundo, que continúa, pese a todo, dando pruebas de su capacidad de resistir en el amor y en el servicio en circunstancias muy difíciles. Con frecuencia ha sido la voz de la mujer, con su "basta ya", la que ha ido concientizando mentes y corazones frente a la represión sistematizada e institucionalizada. El premio Nóbel concedido a Rigoberta Menchú, además de un reconocimiento a las luchas y los derechos de los pueblos indígenas en A.L., es también un reconocimiento de la mujer latinoamericana que lucha, que resiste y que mantiene la esperanza.

El día de la Madre nos llama a la reflexión. No bastan las canciones ni los regalos. Es necesario cambiar mentalidades y estructuras. La marginación, el machismo, la explotación económica y sexual de la mujer es un insulto permanente a la maternidad que con tan tiernos y justos acentos cantamos.

María, símbolo de la mujer universal y Madre de la Iglesia, sigue diciéndonos todos los días como promesa y como estímulo, las palabras de su canto: "Sacó a los poderosos de sus tronos y puso en su lugar a los humildes; llenó a los hambrientos de bienes y despidió vacíos a los ricos" (Lc. 1, 52-53). San Pablo nos recuerda también que en Cristo "ya no hay diferencia entre el judío y el griego, entre el esclavo y el libre, entre el hombre y la mujer" (Gal. 3, 28). ¿Queremos que esto sea realidad, o preferiremos seguir cantando a la Madre mientras la mujer sigue explotada en nuestros países?

54. CONVIVIENDO CON EL RACISMO.

 

Los países poderosos dan ejemplo de racismo. Vaya algún ejemplo. A los cincuenta años del lanzamiento de la primera bomba atómica (1945-95), con la opinión internacional sensibilizada en contra, Francia comienza nuevas pruebas nucleares en Mururoa, en el corazón del Océano Pacífico. Se alzó la crítica ante el riesgo ecológico. El Gobierno francés se defendía sin demasiado éxito: "No hay peligro para las personas, las pruebas son necesarias para la seguridad francesa y europea, y las explosiones se realizan en condiciones de seguridad que hacen imposible el daño al medio ambiente". No se les creyó, por supuesto. Pero muy poca gente, en el mundo desarrollado, les contestó con la pregunta clave: Si las pruebas son tan seguras y tan inofensivas, ¿por qué no se realizan en territorio francés?. La respuesta real, no formulable, sería: "Mururoa es casi una colonia, sus habitantes son pocos y en realidad ciudadanos de segunda clase". Y... ¿de piel oscura?.

Y otro ejemplo. Los políticos de los países desarrollados son muy sensibles a los escándalos económicos o a los abusos de poder. La opinión pública ha forzado la caída de más de uno cuando se les comprueba cualquier actividad delictiva. Sin embargo, estos mismos políticos, sientan a sus mesas y estrechan las manos de políticos del tercer mundo corruptos o criminales (exceptuando a los muy asesinos, que dan mala imagen). Y cuando hacen un buen negocio económico con alguno de estos dictadorzuelos, incluso quedan bien con su propia opinión pública. Es el "realismo". "Hay que tratar con ellos como son" (especialmente si se saca provecho).

Esta especie de racismo de los grandes se acaba convirtiendo en costumbre, en perpetuación de situaciones que al final se vuelven contra los mismos que las permiten o utilizan. Los "Noriegas", "Idi Amines" o "Sadam Husseines", "amigos" primero de las democracias occidentales, encarnaron después el papel de "bestias negras" para los mismos que los habían aupado anteriormente. Pasaron el límite de la opinión pública del mundo rico, no el de los políticos primermundistas.

Y este mismo racismo se reproduce en todo: Utilizo a los emigrantes como mano de obra barata hasta que me molestan, y entonces dicto leyes contra ellos. Hablo de grandes principios pero solo los aplico dentro de mis fronteras de grupo afín, clase social o país. Y cuando el extraño se vuelve incómodo la respuesta es inmediata: son unos bárbaros y hay que frenarlos como se merecen.

El señor Jesús fustigó especialmente a los hipócritas en los Evangelios. El racismo es la quintaesencia de la hipocresía. Sinceros ante el Señor, es bueno que nos examinemos de lo que puede haber en nosotros de ese modo de pensar, "yo mejor que el otro, que el lejano, que el desconocido", que nos conecta al final con el racismo.

55. AUSTERIDAD Y SOLIDARIDAD, UN PROGRAMA PARA NUESTROS DÍAS.

La creencia de que el progreso humano no tiene límites, ha generado la idea de un mundo de ricos. Podemos conseguir que no haya pobres y que todos vivamos bien. El progreso lo garantiza. Pero la verdad es que tras esta idea se oculta una triste y concreta realidad: El progreso humano, en los últimos cien años no ha hecho más que aumentar la brecha entre ricos y pobres.

Los datos no permiten pensar en otra cosa. En efecto, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, en su informe de 1996 nos dice que hoy hay 1600 millones más de pobre que hace 15 años. Y añade un dato impresionante: Las 358 personas más ricas del mundo tienen un patrimonio personal mayor que la suma del ingreso anual del 45% más pobre de la humanidad. En otras palabras, que estas 358 personas tienen una riqueza mayor, en conjunto, de lo que ganan anualmente 2.500 millones de personas.

Frente a esta realidad aberrante solo hay una respuesta, tanto humana como cristiana. Necesitamos una cultura de la austeridad y de la solidaridad. Nadie debe tener más de lo que necesita para vivir bien. Y nadie debe tener derecho a derrochar o a malgastar mientras haya gente que pasa hambre.

Para nosotros, que no somos parte de esa élite de los 358 supermillonarios, la realidad de un progreso que crea pobreza nos lleva a un doble compromiso. Ante todo a educarnos para la solidaridad. No podemos vivir como islas en un mundo donde las personas están cada vez más cerca, se sienten más iguales y fraternas, y están, al mismo tiempo, más separadas por sus ingresos económicos y su nivel de vida. La solidaridad, el tener encuenta a los demás, apoyar toda causa justa y a toda persona que sufre injusticia, debe ser no solo una opción personal, sino una opción cultural. Una opción comunitaria que lleve a transformar el modo de relacionarnos con los demás, tantas veces tan individualista y tan condicionado al beneficio que los demás nos puedan brindar.

Y una solidaridad acompañada de austeridad. El derroche, la acumulación inmoderada de riquezas, la connivencia con cualquier tipo de corrupción económica, no puede convivir con la cultura de la solidaridad.

Educarse para esta nueva cultura, solidaria y austera, conlleva una disciplina diaria. ¿Soy capaz de sacrificar parte de mis ingresos en favor de personas más necesitadas que yo? ¿Me solidarizo con causas justas, que defiendan la vida de los más pobres, o paso indiferente ante tanto problema difícil de resolver? Tal vez el contemplar los rostros de ancianos abandonados, de campesinos sin comida tras una mala cosecha, de enfermos de sida muriéndose en un hospital, de obreras super explotadas en la maquila y de marginados urbanos, me ayude a ir abriéndome a la nueva cultura de la solidaridad y la austeridad.

56. 1 DE JUNIO. DÍA INTERNACIONAL DEL NIÑO.

Pensar en los niños nos llena de ternura. Jesús los quería y regañaba a los apóstoles cuando no dejaban que se acercaran a él. Insistía en que para llegar al Reino había que hacerse como niño.

Sin embargo, toda esta perspectiva choca con la situación real de muchos niños. Niños víctimas inocentes de las continuas agresiones entre países, etnias o grupos sociales, hambrientos, sin cariño, viviendo en la calle sometidos a un sin número de abusos.

En el Tercer Mundo se calculaba en 1993 que 16 millones de niños morían anualmente de hambre o de enfermedades perfectamente controlables desde la medicina actual. La "Agena Latinoamericana" de 1994 comentaba el dato diciendo: "eso representa el 25% de todos los muertos de la Segunda Guerra Mundial... Es decir, que cada cuatro años se vive una guerra mundial contra los niños".

Ante esta situación tan profundamente inhumana los que tratan de aliviar el dolor de los niños no dan abasto. O porla falta de solidariadad entre las naciones ricas y los países pobres, o porque las razones de Estado tienen más peso y se prefiere invertir en armas, o porque los odios étnicos ciegan a las personas, o porque la comodidad en la que vivimos nos aleja del dolor de los pobres.

Sin embargo, para nosotros cristianos, debe surgir siempre la pregunta: ¿Se puede ser cristiano e ignorar el dolor de los niños? ¿Se puede ser cristiano y no preocuparse nunca, ni siquiera una vez de vez en cuando, del sufrimiento de los más inocentes de la humanidad?

Niños de la calle los hay en casi toda las grandes ciudades del mundo, más allá de las diferencias entre primer y tercer mundo. Malos tratos, explotación del niño, abusos, no son tan infrecuentes como podemos suponer. La cuestión global de la pobreza y la desigualdad afecta especialmente a los niños de los países más pobres, pero también a los que pertenecen a los sectores marginados del primer mundo. El dolor de los niños, aunque adquiere una dimensión trágica en el tercer mundo, está presente en toda la sociedad mundial.

En mi meditación de hoy puedo imaginarme a niños que conozco y que quiero. E imaginarlos también en una situación de hambre, de padecimiento de abusos o malos tratos, de enfermedad y de riesgo de muerte. Y dejar que broten en mí reacciones y sentimientos.

Y después puedo pasar de los niños que quiero a los que no conozco, pero que tal vez he visto en el periódico, revistas, o me han contado. Y esta contemplación la uno con una petición muy simple: "Señor, que este problema no quede totalmente al margen de mi vida. Que al menos alguna vez haga algo, si no para solucionar, sí para aliviar los problemas de los niños que no conozco".

57. EL PADRE NUESTRO.

Rezamos con mucha frecuencia el Padre Nuestro. Generalmente con algo de prisa y un tanto mecánicamente. Hoy trataremos de acercarnos a la oración que Jesús nos enseñó de un modo distinto al habitual; dándole tiempo y saboreando cada palabra. No se trata en esta oración de reflexionar intelectualmente sobre el rico contenido de la oración de Jesús. Simplemente nos pondremos en presencia del Señor, le pediremos su ayuda y comenzaremos a repetir lentamente cada una de las palabras o frases con sentido más o menos completo que tiene esta oración.

Por ejemplo, la primera palabra que repetiremos será "Padre". Mentalmente la repetimos despacio, dejando que se despierten en nuestro interior los sentimientos que la palabra Padre provoque. Padre como amor, padre como madre al mismo tiempo, como ternura, como fuerza... No se trata de forzar contenidos. Solamente de repetir la palabra con amor, desde el fondo agradecido de nuestro corazón, hasta que veamos que ya la repetición de la palabra no da más de sí.

Podemos pasar luego a la palabra "nuestro", con todo lo que ello puede evocar de relación con Dios y de relación comunitaria. Permitiendo que mis sentimientos me digan qué significa ese "nuestro". Dejando que el Espíritu impregne nuestro corazón con esa palabra al ritmo de nuestra repetición.

Continuamos con la frase "que estás en el cielo" y con cada una de las frases de la oración. Lentamente, sin prisas, sin querer agotar la oración. Si el tiempo que tengo para dedicar a mi oración personal me lo paso en la palabra Padre no hay ningún problema. Puedo continuar otro día haciendo lo mismo con las otras palabras. Deteniéndome en el "hágase tu voluntad", o en el perdón de las ofensas y de los ofensores. En cada una de las frases del Padre nuestro.

Es una oración muy sencilla pero que nos ayudará a rezar cada vez más con el corazón la oración que Cristo nos enseñó. Tal vez en otra ocasión debamos leer algún comentario bíbilico sobre el Padre Nuestro. Pero ahora se trata exlusivamente de gustarlo a través de este mecanismo de la repetición. Como quien relee y saborea cada palabra de la carta de una persona muy querida. Sin tratar de echarle teorías al asunto. Solo repitiendo las palabras muy lentamente y dejando que sea Dios el que nos hable en el fondo de nuestro corazón a través de ellas. Comencemos pues, con la palabra "Padre"...

58. 17 DE ENERO: ANTONIO ABAD:"¡AL CONSUMISMO DÍLE NO!"

Este día los cristianos de Oriente y Occidente celebran la fiesta de Antonio Abad. En realidad sabríamos poco sobre su vida a no ser por la biografía que sobre él escribió San Atanasio y que, al parecer, tuvo una gran difusión entre los grupos cristianos del siglo IV, especialmente los más jóvenes, aunque la verdad es que este escrito estaba más lleno de leyendas que de datos históricos.

Antonio era hijo de un rico comerciante egipcio. Se quedó huérfano desde muy joven. Impactado un día al escuchar la lectura del pasaje del joven rico decidió dejar cuanto tenía e irse a vivir en la soledad del desierto. Después de que el cristianismo se había convertido en religión oficial del Imperio, pensó Antonio que, acabado el período de las persecuciones contra los cristianos, el nuevo modo de vivir el radicalismo del martirio consistía en alejarse de la ciudad, de la seguridad y entregarse a la contemplación y a la pobreza en el silencio de la soledad. Pronto se le sumaron un sinnúmero de seguidores que forman la historia de los monjes solitarios del desierto, los "anacoretas".

El mensaje de la vida de Antonio revive hoy su significado. Tal vez no tanto por la vida solitaria, difícil de imaginar en un ambiente en el que el valor de lo comunitario ha sido tan subrayado por la Iglesia. Pero sí por lo que tiene de libertad frente a un mundo en el que el acceso al consumo, la comodidad y la ateción a los medios, más que a los fines, se han convertido en tentaciones que asaltan a muchos cristianos a alejarse de la radicalidad del Evangelio que nos invita a poner toda la esperanza en "las riquezas que no se terminan". Frente a una sociedad edificada por la búsqueda ansiosa del bienestar, Antonio es un símbolo de un estilo de vida desde lo sencillo y necesario, que deja lo demás en manos de la providencia de Dios. Y es que para poder hallar la perla del Reino es necesario vender antes todo.

Orar es encontrarse con la desnudez de nuestra existencia. La plegaria me contacta con el sentido de mi y con caminos hacia la una alegría perdurable. La oración de este día puede servirme para revisar mi libertad y mi capacidad de desposeerme hasta lograr que mi relación con los bienes de este mudo no eclipse una verdadera relación de amor con Dios y de solidaridad con los hombres. Tal vez sienta en la oración llamadas al desprendimiento o a vivir desde lo provisorio: es importante que no queden archivadas. Lo importante de estas llamadas es que se conviertan en experiencias. Si me atrevo a emprender el camino al que me invitan, sentiré un poco de la alegría de Antonio y tantos seguidores, partecita del gozo del Reino en el que se es más feliz compartiendo que acumulando. Poco a poco podré sentir que la "civilización de la austeridad" me hace más confiado, más cercano a los pobres y un mejor instrumento de Dios en este mundo. Yo, lo mejor de todo, me sentiré mucho más libre...

59. ESCUCHAR.

 

 

Nuestra tendencia es la contraria: afirmarnos hablando. Hablando de lo que sabemos, de lo que creemos, de lo que pensamos que sabemos y de lo que estamos seguros que es así. Y escuchamos sólo al que nos dice lo que queremos oir, al que piensa como nosotros, al que coincide o al que añade, sin fricción, muevos o viejos elementos a nuestro pensamiento, cultura, erudición, etc.

Nuestras conversaciones tienen el riesgo de ser exhibiciones de ideas, intercambio de palabras, examen y evaluación del que conversa conmigo. Todo menos encuentro profundo y hondo de hermanos-as.

Para lo contrario la receta es sencilla. Se trata de escuchar. De ver al otro-a como hermmano-a, como persona a la vez igual y profundamente diferente de mí. Y dar tiempo al tiempo tratando de entender qué hay debajo de las palabbras, de los gestos, de la voluntad de acercarse o alejarse que se refleja en los signos.

Y este escuchar no se puede llevar a cabo sin un real y hondo amor a la persona en cuanto tal. A cualquier persona más allá de cargos, colores, géneros. Más allá de apariencias, creídas o fingidas, con las que nos gusta impresionar.

La mirada del Señor a los niños, a los ciegos y leprosos, a la prostituta que iba a ser apedreada por una rabia popular hipócrita, a los que le siguieron y a los que no le siguieron, a Zaqueo, a las masas que "estaban como ovejas sin pastor", nos indica el camino hacia la escucha. Hacia la única escucha que puede terminar en diálogo verdadero, en amor de hermanos.

Hoy, los medios de comunicación, al tiempo que, si nos acercamos críticamente, nos ofrecen elementos de reflexión que pueden generar una actitud de escucha en la vida, nos sirven también en bandeja opiniones hechas, chistes, frases, modas. Como en el pasado otras fuerzas de tipo ideológico, los medios hoy nos pueden hacer tan iguales unos a otros que no nos escuchemos. Preocupados por comprar lo mismo, por gastar lo mismo, por hablar de lo smismo, por reirnos de los mismos chistes.

Frente a una realidad uniformizante, que se niega a la eschucha de la persona, que finge diferencias en colores o en ideas para terminar haciendo siempre lo mismo, el único camino humanizante es la escucha. Esa escucha que comienza por mirar con admiración y con cariño al otro-a por la simple razón de ser persona humana. Pidamos al Señor, en nuestra oración de hoy, que nuetro corazón se abra a la escucha. Que los gemidos misteriosos del Espíritu que dice en nuestro interior "Abba Padre", mirando hacia elcielo, digan tambien "Hermano-a" mirando hacia la tierra.

60. 9 JUNIO: HÉCTOR GALLEGO.

Hoy la Iglesia panameña recuerda agradecida el regalo de la vida de este joven sacerdote colombiano que llegó en febrero de 1967 para colaborar en la diócesis de Veraguas, un territorio de 1.600 kilómetros cuadrados que sólo contaba entonces con 9 sacerdotes. Héctor era un joven apasionado, alegre y profundamente sencillo. Pronto se ganó el cariño de los campesinos de Santa Fe de Veraguas donde había sido destinado. Recorriendo sin descanso comunidades por las empinadas trochas de un territorio casi aislado, hijo como era de una familia campesina, entendió las necesidades de una población que vivía sometida al control secular de caciques y terratenientes. Eran los días del postconcilio y de Medellín. Al calor de la lectura paciente de la Biblia en las mil y una reuniones que convocaba en los campos de su parroquia logró ir levantando la dignidad de un campesinado aletargado por siglos. Pronto la semilla produjo sus frutos: el más palpable fue la coperativa a la que bautizaron "La Esperanza de los Campesinos". Comenzaron vendiendo bolsitas de sal, kerosene y fósforos en destartaladas tiendas de penca; luego la comercialización del café.

Los poderosos reaccionaron enseguida: primero trataron de encarcelarlo, después quisieron asustarlo quemando el humilde rancho que servía de casa cural. El General Torrijos, oriundo de esa zona, y emparentado con alguno de los más poderosos terratenientes trató de disuadirle pretendiendo controlar el proyecto cooperativo. Al fin, el 9 de junio de 1971 secuestraron a Héctor, sacándolo a la fuerza de la casa de un campesino donde pasaba la noche para perderlo para siempre. Todo un record el de este joven sacerdote antioqueño, alegre, inquieto y tenaz, con aquellos ojos avispados escondidos tras sus gruesos lentes: sólo tres años de apostolado, como Jesús, entregado a los campesinos.

En 1990 la Iglesia reabrió el caso ante los tribunales de justicia. Tres años más tarde el jurado condenó a tres acusados como culpables de la detención y posterior muerte de Héctor. Aunque los campesinos lo buscaron por todas partes, su cuerpo nunca apareció. La gente de Héctor aún hoy sigue buscándolo..."Nunca hemos sabido dónde siquiera llevarle una flor"...

Hoy "La Esperanza de los Campesinos" comercia más de 450 productos de consumo desde un lápiz a una lámina de zinc y 250 productos agrícolas. Su sede central está en Santa Fe y mantiene siete sucursales en los campos.Poseen siete vehículos y un bus de pasajeros. Produce y comercializa todo el café de la zona y marca sus precios. Aquel puñado de campesinos que seguía a Héctor comenzó con nueve humildes dólares. Hoy manejan un capital cercano a un millón de dólares cuyos excedentes invierten en concesión de créditos, en proyectos de agricultura orgánica. Ya Héctor lo había dicho en cierta ocasión cuando comenzaban las amenazas sobre su vida: "Si yo desaparezco, no me busquen, sigan la lucha".

61. LA ASCENSIÓN.

 

Aunque se celebra en toda la Iglesia, como fiesta religiosa nunca fue muy popular. Tal vez la sensibilidad sencilla de todos nosotros hubiera preferido, como la de los Apóstoles, que el Señor se quedara con nosotros. Los pocos poetas que la han cantado dejan asomar un leve reclamo en sus palabras. Típicas son las palabras de Fray Luis de León:

Y dejas Pastor Santo

tu grey en este valle hondo, oscuro,

con soledad y llanto.

¿Y tú rompiendo el puro

aire, te vas al inmortal seguro?

Pero más allá de la quejas, la Palabra de Dios es clara: La Ascensión del Señor es promesa radical de que El volverá. Los discípulos no pueden quedarse mirando al cielo sino que deben regresar a sus actividades y comprometerse con la "vigilante espera" del Reino de Dios que viene hacia nosotros. Así se ve en el primer capítulo de los Hechos de los Apóstoles.

En este sentido la Ascensión nos cuestiona profundamente. El "cielo" no es el lugar hacia el que vamos, huyendo del "seco destierro de esta tierra". Al contrario, el cielo es simplemente un lugar (una situación) de tránsito hacia el mundo muevo que deseamos, hacia el Reino de Dios, hacia el Cielo nuevo y la Tierra nueva que forman conjuntamente la Nueva Jerusalén (Apoc. 21, 1-2).

El mismo libro del Apocalipsis, pinta a los mártires en el cielo reclamando la justicia de Dios: "¿Hasta cuándo estarás sin hacer justicia y pedir cuenta por nuestra sangre a los habitantes de la tierra?". Y la respuesta es de nuevo clara. Hace falta trabajar más, hay que esperar a que se complete "el número de sus hermanos y compañeros de servicio que deben ser muertos como ellos"(6, 9-11).

La piedad tradicional tenía razón al resaltar la tristeza de los apóstoles, y la nuestra, por la ida del Señor más allá de nuestra posiblidad de palpar y ver. Pero olvidaba, con frecuencia, el profundo dinamismo evangélico de la promesa. El Señor se va para volver, el Señor quiere que seamos sus testigos en toda la tierra, el Señor no nos deja, sino que abre el camino hacia la Nueva Jerusalén, dando a nuestro testimonio y trabajo el valor de ser las piedras con las que se construye la Nueva Ciudad de todos los pueblos y naciones.

Pidamos al Señor en este día que nuestros corazones se abran a la promesa del Señor, y que la esperanza generada por la promesa nos mantenga en el trabajo del Reino.

62. INTIMIDAD CON DIOS.

Los cristianos estamos llamados a la intimidad con Dios. No solo se trata en nuestra fe de adorar a nuestro Creador, admirar al Supremo bien y temer a la Suprema Justicia. Dios es Padre/Madre y nos llama a la intimidad y al amor. Es más, Dios habita en nosotros amando y disponiendo nuestros corazones al amor. San Pablo describe con viveza esa acción del Espíritu en nosotros que nos hace decir "Abba, Padre" (Rom.8, 15).

Por ello, en la historia del cristianismo florecieron los escritos en los que se expresaban sentimientos de profundo amor a Dios nuestro Señor o a la persona de Jesucristo. Sentimientos de verdadero cariño e intimidad que reflejaban la riqueza de la fe.

Hoy la vivencia de la fe tropieza con frecuencia con dos tendencias diferentes. Una que pone más la insistencia en la acción y el compromiso, olvidando, al menos en parte, el mundo de los afectos. Y otra que desarrolla de tal manera los afectos que cae en una especie de exhibicionismo comunitario de los sentimientos, rayano, en ocasiones, con la histeria.

Sin embargo la fe en Jesucristo, además de a la acción comprometida y a la manifestación pública de la fe, nos lleva a la intimidad personal con Dios.

Esta intimidad, a la que somos llamados, no surge sola. Es en primer lugar una gracia. Pero es también un arte que se cultiva y practica. Quien no se esfuerza por establecer en su vida algunos momentos de soledad personal dedicados al Señor, difícilmente consigue esta gracia. El Señor tiene que servirse, a veces, para invitarnos a su intimidad, de dificultades y problemas que cuestionan nuestra fe y nos obligan a hacer un alto en el camino.

Preguntarme por mi intimidad y relación personal con Dios-Jesucristo, por el tiempo que dedico a cultivar mi amistad con el Señor, por la importancia que le doy en mi vida a la cercanía personal e íntima con el Padre y con mi Hermano Jesús, puede ser la tarea de mi reflexión hoy.

Después de mi reflexión puedo releer las citas que ofrecemos de San Juan de la Cruz y preguntarme de nuevo por mi relación mística con el Señor.

Descubre tu presencia

y máteme tu vista y hermosura

mira que la dolencia

de amor que no se cura

sino con la presencia y la figura

Oh cristalina fuente

si en esos tus semblantes plateados

formases de repente

los ojos deseados

que tengo en mis entrañas

dibujados

63. PENTECOSTÉS.

Sin Espíritu Santo no hay Iglesia. El realiza la unidad de la misma, contra todos los afanes de poder y tendencias ideológicas que pueda haber en ella. El hace presente a Jesús en nuestros corazones y nos da valor, coraje y capacidad de resistir en la fe en medio de las dificultades de la vida.

Y sin embargo lo olvidamos con frecuencia. Al no tener una imagen personal detrás (como El Padre o el Hijo), nos es difícil dirigirnos a él. No sabemos cómo buscarlo. Y si lo hacemos, tenemos miedo de las efusiones que algunos ponen como características de la acción del Espíritu (lenguas, alegría desbocada, etc.)

Sin embargo, hay una manera sencilla de encontrarlo. El Espíritu Santo es Dios presente en cada uno de nosotros. Y Dios presente es siempre Dios actuante. Podemos, de alguna manera, contemplar al Espíritu contemplando su acción en nuestros hermanos.

El que sigue ejemplarmente a Jesús lo hace porque le impulsa el Espíritu de Jesús, que es el Espíritu Santo. El que ayuda al prójimo, "sin que su mano izquierda sepa lo que hace la derecha", actúa con la fuerza del Espíritu. El que resiste en la fe y en la acción comprometida con los pobres, entre críticas, marginación, incomprensiones, y persecución, lo hace porque el Espíritu le proporciona el coraje y la profundidad humana para ello.

Los santos, los mártires, los profetas, fueron dóciles al Espíritu. Por eso son lo que son. Los que le dieron a Dios palabras mientras buscaban el triunfo personal saltándose el Evangelio, estaban muy lejos del Espíritu de Jesús, aunque tuvieran con frecuencia el nombre de Dios en la boca.

Ignacio Ellacuría gustaba de hablar de los "pobres con Espíritu". Se refería precisamente a esa presencia del Espíritu Santo en los más pobres y despreciados de este mundo que produce el milagro de la manifestación de la fuerza de Dios en los que "no son nada" (1Cor. 1, 28).

Más importante que creer en el Espíritu Santo es reconocerlo. ¿Lo reconozco yo en mis hermanos? ¿Soy capaz de discernir su fuerza, su capacidad de romper esquemas, su presencia en un amor que supera prejuicios y fronteras? ¿Veo su actividad en los que se hacen pobres con los pobres, en aquellos que desde su pobreza resisten en su lucha por un mundo más solidario en vez de doblegarse a las ofertas indiviudales para salir del hoyo?

El Espíritu Santo está más presente en el mundo de lo que creemos. Verlo, discernirlo en toda obra humana que lleve hacia una mayor solidaridad, justicia y fraternidad entre los hermanos/as, es tarea de todos los días. Y condición previa para la manifestación en la Iglesia de un renovado y diario Pentecostés.

64. EL MAESTRO DE LA SABIDURÍA.

 

Oscar Wilde, escritor inglés, tiene muchos cuentos que pueden servir para meditar. Vamos hoy a resumir y reflexionar uno de los más cortos y sencillos.

Se trataba de un hombre que poseía una enorme sabiduría y conocimiento de Dios. Y a la gente le encantaba escucharle. Le seguían de todas partes y no se cansaban de oírle.

Pero después de varios años de hablar de Dios, el maestro de la Sabiduría comenzó a sentir que a medida que daba el conocimiento de Dios a los demás, él lo iba perdiendo. Al principio creyó que tal vez era pura imaginación, pero pronto se convenció de lo contrario. Sin embargo, le daba lástima la gente y no se atrevía a suspender sus predicaciones.

Pero un día, viendo que se quedaba sin nada de conocimiento de Dios, decidió cortar sus prédicas, retirarse al desierto y gozar en lo secreto el poco conocimiento de Dios que aún tenía.

Ya en el desierto veía pasar con frecuencia a un joven ladrón, asaltante de caravanas, cargado de oro y de riquezas. El joven le dio lástima, y el Maestro le dijo que un poco de conocimiento de Dios valía más que todas las riquezas. El joven ladrón amenazó, rogó, presionó, pidiendo algo del conocimiento de Dios. Con miedo de perder definitivamente el conocimiento de Dios, el Maestro lo compartió al fin. Y quedó en soledad y oscuridad completa. Y ahí, en esa soledad desesperada, sintió de pronto que una mano se ponía en su hombro y que una voz le decía: "Hasta ahora habías tenido el conocimiento de Dios; ahora tienes el amor de Dios".

Con frecuencia nos da miedo compartir lo que somos. Medimos a los demás, especialmente antes de dar algo de nosotros mismos. Tenemos miedo que al darnos perdamos algo nuestro, intimidad, seguridad, respeto... Queremos con frecuencia vender nuestra imagen, más que darnos a los demás. Nuestra imagen de sabios, de valientes, de comprensivos, de críticos..., de cualquier cosa que nos de seguridad ante los demás o nos proporcione éxito.

Frente a ello el camino cristiano es diferente. Los cristianos no vendemos imagen sino que tratamos de aportar realidad. Esa realidad llamada amor que es, en definitiva lo que mantiene el mundo en que vivimos.

Ni la sabiduría, ni la capacidad organizativa, ni las fuerzas materiales como el poder, o el dinero, ni las imágenes prefabricadas de la persona, pueden perpetuar el mundo. Solo el cariño, la ternura, la autodonación, el servicio que nace de la compasión, el amor, en definitiva, dan vida y persistencia al mundo en que vivimos. 1 Cor. 13, puede completar nuestra meditación.

65. EL DERECHO A LA INDIGNACIÓN.

 

 

 

A menudo vemos la indignación como un defecto. Y resaltamos el amor, la benignidad, la suavidad en el modo de ser, como verdaderas virtudes cristianas. Y en conjunto tenemos razón.

Pero ello no quita el derecho cristiano a la indignación. Jesucristo se indignó ante los mercaderes que ocupaban el templo y perdió la paciencia frente al comportamiento de los fariseos. Abrió, con su enojo, el derecho cristiano a la indignación. Derecho que no es el escándalo hipócrita ante el pecado individual, sino la crítica frontal a actitudes o hechos que dañan valores sagrados como la vida, la verdad, la justicia o el amor. Crítica que implica calificaciones para las personas que persisten y se afianzan en esas actitudes o hechos reñidos con valores fundamentales. Cueva de ladrones o raza de víboras son palabras claras de Jesús no solo contra el pecado sino contra el pecador que persiste en estructuras de pecado. Palabras coherentes con la necesidad de confrontar con la verdad a quien persiste y se afianza en la injusticia. Llamada dura, pero llamada, a la reflexión y a la conversión.

Hoy no faltan quienes se escandalizan de que algunos cristianos sean demasiado duros en sus calificaciones hacia algunas personas que han estado o están implicadas en graves atentados contra la dignidad humana y pasean su impunidad con bandera de gente honrada. Pero lo cierto es que el ejemplo de Jesús es claro.

Frente a los militares guatemaltecos que dirigieron o participaron en toda la serie de dolorosas masacres de finales de los setenta y la primera mitad de los ochenta lo menos que podemos decir es que son una pandilla de asesinos. De los políticos que por razones de estado han ocultado o encubierto los delitos de las autoridades propias o de "países amigos" lo menos que podemos decir es que son unos farsantes con las manos manchadas de sangre. Se llamen Reagan, Yeltsin o Señor Presidente de mi país.

Aunque la actitud en la vida no puede ser la de buscar enemigos a los que atacar, frente a situaciones que claman al cielo por su crueldad o por su capacidad de trastocar valores fundamentales de la humanidad, la palabra debe ser muy clara. Y especialmente, como actitud cristiana, debe haber una gran comprensión de aquellos que están o han estado cerca del dolor humano producido por la injusticia y que gritan frente a ella. La actitud "serena" de quienes, desde situaciones de comodidad o de seguridad personal, condenan los exabruptos de quienes están cerca de las cruces de la humanidad, pueden también un día merecerse la palabra enojada del Señor, "apártense de Mí, pandilla de sepulcros blanqueados".

66. LA SANTÍSIMA TRINIDAD.

Dogma fundamental de la Iglesia Católica y de las Iglesias cristianas en general, fuente de discusiones, de herejías (especialmente en el pasado) y de divisiones eclesiales, misterio en torno al cual es difícil hablar, la Trinidad ha sido también en la Iglesia fuente y tema de profundas experiencias espirituales.

Más que de la verdad de la Trinidad en el interior de la vida de Dios, vamos a meditar hoy sobre cómo se manifiesta esta realidad tripersonal de nuestro único Dios en su relación con nosotros.

La primera persona de la Trinidad, el Padre, es Dios en sí mismo. Decimos que Dios es amor y lo representamos como Padre (o Madre) para significar ese amor. La creación es obra de un Padre amoroso y nosotros somos la obra de sus manos. En este mismo Dios Padre creen todas las religiones monoteístas del mundo. Es el amor que funda y da sentido a la realidad.

La segunda persona, el Hijo, es Dios en una persona humana. Todo el inmenso amor de Dios se hace cercano en carne de nuestra carne, en una persona humana, en Jesucristo. El amor de Dios deja de ser algo que descubrimos con dificultad en la historia.Está presente en ella en Jesús, dando un sentido definitivo a la vida humana. El amor de Dios está cerca, se puede palpar en el Verbo de la vida; es ejemplo, camino y llamada.

La tercera persona, el Espíritu Santo, es Dios en muchas personas. El inmenso amor de Dios que se hace en carne en Jesús, estalla en la resurrección del Señor y se hace presente en el corazón ("nuestro corazón ardía") de cada uno de nosotros. El Espíritu Santo, que actúa en la Iglesia, pero también más allá de ella, se convierte así en el único y definitivo vínculo de unidad entre los seres humanos, llevando siempre hacia la persona de Jesús, el Cristo.

Si algo une a las Tres Divinas Personas en su manifestación al género humano es el amor. Padre, Hijo y Espíritu Santo son una peregrinación del amor de Dios hacia nosotros, personas de carne y hueso. No son tres dioses que actúan por su cuenta, ni tres personalidades de una misma persona con funciones diferentes. Son el mismo amor de Dios en un diálogo cada vez más profundo e íntimo con la humanidad. Diálogo tan profundo e íntimo que nos hace afirmar que en nuestro único Dios hay tres personas distintas.

El dogma de la Trinidad es así no solo objeto de nuestra fe, sino una continua llamada a revisar nuestra fe. ¿Dialogamos con Dios en toda su riqueza? ¿Nos dejamos inundar por el deseo divino de habitar cada vez más íntimamente en nuestros corazones? ¿Crecemos en el amor de Dios como crece la manifestación de su amor por nosotros? ¿Nos abre la Trinidad a emprender un camino de amor-diálogo hacia todo lo que nos rodea?

67. ¿QUIÉN PUEDE CAMBAIR EL MUNDO?

 

Si nos hacemos esta pregunta podemos recorrer con la imaginación diferentes respuestas. Sólo Dios, dirán algunos. El proletariado, decía Marx. Los campesinos y los marginados de las ciudades, afirmaban algunos teóricos del Tercer Mundo. Líderes concientizados que muevan las masas, asegurarán otros. El dinero y los ricos, nos dirán finalmente los más "realistas".

Para los cristianos la respuesta pasa por varias etapas. Evidentemente, la construcción del Mundo Nuevo - Reino de Dios es primero don y gracia de Dios. Pero don y gracia que Dios quiere dar a través de los seguidores de su Hijo Jesucristo y de todos los hombres de buena voluntad. No es un simple don de Dios, sino, sobre todo, una promesa que exigen nuestro compromiso.

Esta dinámica, "promesa de Dios que da un Mundo Nuevo" y "compromiso del hombre/mujer que lucha por conseguirlo", se realiza en la historia humana, a través de diferentes grupos sociales. Pero, ¿cuáles son esos grupos? Dos palabras los definen: Comunidades solidarias.

En efecto, el Mundo Nuevo de Dios viene a nosotros en la hermandad. Y ésta sólo puede vivirse a fondo creando comunidad. No comunidad religiosa (que también), sino todo tipo de comunidad donde el valor de la fraternidad sea el centro. Comunidad de barrio, de trabajo, de mutua ayuda, de ayuda a los que nadie quiere ayudar, etc. Cualquier comunidad que se proponga como meta la fraternidad se acerca al Reino de Dios.

Pero no basta la fraternidad. Es necesaria también la solidaridad. La comunidad que cambia el mundo no puede ser una comunidad cerrada. Al contrario, crece comunitariamente en su solidaridad con los marginados, con los olvidadso, con los hambrientos, los sin trabajo, con todos los que están en el mundo excluídos de la fraternidad y la solidaridad.

Estas comunidades de solidaridad no son prerrogativa exclusiva del cristiano. Las hay en todo el mundo, con distintos rostros y expresiones. Donde los pobres se organizan solidarios entre sí y con quienes sufren a su alrededor, hay una comunidad de solidaridad que está construyendo el Reino, más allá de las confesiones explícitas de fe.

Y yo, cristiano, bautizado en la sangre del Señor de la Promesa, ¿me conformo con una comunidad de nombre, o trato de vivir en mi parroquia, en mi trabajo, en mi hogar, con mis amigos, como miembro de una comunidad de solidaridad? ¿Vivo la Iglesia como prototipo y modelo de las comunidades de solidaridad, o me conformo con prácticas rutinarias? ¿Quiero realmente cambiar el mundo en que vivimos y acercarlo al Reino, o me paralizo mirando al cielo?

68. SAN JUAN BAUTISTA Y SANTO TOMÁS MORO (24 de Junio y 22).

 

Meditamos hoy sobre dos santos muy distintos en época, misión y talante. Pero unidos en el "delito" que ocasionó su muerte violenta y martirial. La fidelidad de estos dos santos a su conciencia será nuestro tema.

A Juan el Bautista Jesús le llamó el mayor entre los nacidos de mujer. Persona de una pieza, no se tentaba la ropa a la hora de llamar "raza de víboras" a sus oyentes o para decir "no roben" a los cobradores de impuestos o "no abusen de la gente" a los militares (Lc. 3, 13-14). Bautizaba y predicaba la inminente llegada del Reino, llamando la conversión. Daba testimonio con su palabra y con su vida pobre, sin lujos, en la aridez del desierto.

Tomás Moro, 1500 años después, era un laico sabio, hombre de leyes, refinado y que había prestado servicios de confianza al rey Enrique VIII. Su libro "Utopía", continúa actualmente siendo fuente de reflexiones y referencias. Crítico con la Iglesia de su tiempo, jamás hubiera sido canonizado si no hubiera sido mártir.

Estos dos hombres, con tantas diferencias, coincidían, sin embargo, en un mismo punto. Los dos se negaban a aceptar como bueno el matrimonio de su propio rey. Juan con mayor claridad, Tomás con la habilidad de un abogado que no quiere comprometerse con un delito de estado (atacar el matrimonio del rey), pero que quiere ser fiel a su propia conciencia y no decir lo que no piensa.

Los dos era amigos del gobernante ofendido (Juan llegó a ser respetado mientras estaba preso, mientras que Tomás tenía amistad con el rey por sus años previos de servicio). Los dos tuvieron la oportunidad de "negociar" su salida de la cárcel a cambio de decir algo en lo que no creían. Una simple concesión en un punto secundario (podían decirse a sí mismos) y salvaban la vida.

Pero los dos murieron decapitados. El primero a petición de la ofendida y su hija, excelente bailarina, y el segundo bromeando con el verdugo, pidiéndole que por favor no fuera a cortarle la barba cuando le diera el definitivo machetazo.

Teniendo en frente de mí a estos dos hombres, la pregunta que me hago es evidente. ¿Hasta dónde negocio yo mi verdad? ¿Hasta dónde llega mi coherencia con lo que pienso? Con la fuerza de un profeta duro y testimonial o con la suavidad de un político refinado, según sea mi estilo, ¿soy capaz de mantenerme en lo que mi conciencia me dice en cada momento?

Más allá del carácter y del estilo personal está la gracia del Señor. Encomendémonos a ella para que seamos siempre coherentes en el seguimiento de su Hijo y en el testimonio de la Verdad, sea ésta grande o pequeña.

69. POLÍTICA Y CRISTIANISMO.

Estas dos palabras ponen nerviosos. Fe y política son diferentes, la política es el campo específico de los laicos, la fe tiene siempre una dimensión política... Sin embargo en la doctrina tradicional de la Iglesia vemos ideas claras: El bien común es responsabilidad de todos y objetivo fundamental del actuar del cristiano en el campo político. En la organización y acción político-partidaria los laicos son los protagonistas.

En otras palabras, todos estamos obligados a promover una política del bien común pero solo algunos están llamados a la actividad político partidaria. En ese sentido participar en política en el nivel de puestos de responsabilidad, gubernamentales o partidarios, es deber solamente de aquellos que crean que moralmente están llamados a ello. Defender los derechos humanos, estar contra la corrupción administrativa, pronunciarse contra regímenes dictatoriales que nieguen libertades fundamentales, es deber de todos los cristianos.

Así, pues, no hay lógica cuando se critica a sacerdotes o a laicos de mezclar fe y política, simplemente porque dicen la verdad o porque enfrentan desde su fe situaciones de abuso y de opresión. Jesús de Nazaret no fue un político profesional, pero su mensaje tuvo fuertes consecuencias políticas. De hecho lo acusaron de actuar en el campo de lo político y lo juzgaron como a político subversivo. A sus seguidores, durante el imperio romano, se les acusó sistemáticamente de llevar a cabo una política disolvente de los fundamentos del imperio romano. Y en general, la historia de la Iglesia está plagada de casos en los que los perseguidores acusaban a los cristianos, con una u otra formulación, de hacer política. Hitler propició el asesinato de sacerdotes tras una especie de juicios populares con acusaciones eran fundamentalmente políticas. Y en América Latina, laicos, sacerdotes y obispos fueron asesinados tras críticas semejantes. Y sin juicio, como hacía Hitler.

Si la Iglesia ha cometido pecados en política, no ha sido al defender la dignidad humana o los derechos de las personas, sino al transar con las autoridades que los violaban. Iglesias y cristianos se han equivocado históricamente al optar por soluciones violentas ante problemas de su época. Pero se equivocaron mucho más al silenciar la opresión de los pobres, el recorte de libertades o el aplastamiento de la dignidad humana.

Ante esta realidad mi oración debe partir de un autoexamen. ¿Sé reflexionar desapasionadamente sobre la política? ¿Sé partir, y con radicalidad, de mis obligaciones fundamentales de defensa de la dignidad de la persona humana, y respetar al mismo tiempo la diversidad de opciones políticas para llevar esta tarea adelante? ¿Respeto y animo a quienes tratan de hacer política desde principios? ¿Encomiendo y rezo solidariamente por quienes se mueven en el complejo campo de la política partidaria?

70. 29 DE JUNIO: SAN PEDRO Y SAN PABLO.

 

Con frecuencia se habla de Pedro y Pablo como ejemplo de unión entre carisma e institución en la Iglesia. Pablo el carismático, el que lleva la Iglesia a los gentiles, el que innova, el que experimenta diferentes estructuras eclesiales, el hombre de la fe y la gracia que irrumpen más allá de lo previsto por el ser humano. Pedro el primer Papa, la Roca instituída por Cristo como fundamento de la Iglesia, uniendo la institución con la divinidad.

Esta manera de ver las cosas puede llevarnos a confusión. Aunque es cierto que en la Iglesia hay aspectos institucionales necesarios, Pedro y Pablo no son exponentes de aspectos opuestos. Pedro era también un carismático. Lo fue mientras siguió a Jesús, quien tuvo que amenazarle varias veces por hablar más de la cuenta. Pedro incluso sacó a relucir una espada cuando detuvieron a Jesús. Tras la Resurrección, fue el primero en bautizar a los gentiles sin practicar la circuncisión, tuvo problemas en Jerusalén con los judeocristianos e inició e Roma la aventura de una nueva sede religiosa para una religión enraizada en el judaísmo (esto requería la fuerza y originalidad del Espíritu, pues además de judío, Pedro, como los primeros cristianos, había frecuentado el templo asiduamente durante los primeros años de la nueva fe).

La Iglesia celebra juntos a Pedro y Pablo no porque sean símbolos de dos lementos distintos en la Iglesia, institución y carisma, ambos necesarios y en perfecta convivencia. Al contrario. La Iglesia celebra en estos dos hombres el triunfo del amor del Resucitado sobre una humanidad débil y confundida. El amor del Resucitado vence a Pablo convenciéndolo de que los perseguidos, los odiados, tienen el mismo rostro que el Resucitado ("¿Por qué me persigues"?). Y el mismo Resucitado da a un Pedro débil su misión, con un triple examen de amor ("Pedro, ¿me amas más que éstos"?).

Es cierto que la Iglesia es una institución, pero una institución que nace del carisma del Resucitado. La institución no está al mismo nivel que el carisma. Este es el que determina el nacimiento de la institución y el que garantiza su pervivencia a través de irrupciones, cambios y conversiones permanentes, expresión de la fuerza-carisma del Resucitado. La institución no es, ni puede ser en la Iglesia, dueña del carisma. Solo su servidora.

Uno de los padres de la sociología moderna, Max Weber, tiene un excelente estudio, tocando la religión en general, sobre la conversión del carisma fundacional en rutina controlada institucionalmente. Sin entrar en la discusión técnica del asunto, no es difícil pensar, viendo la vida de estos dos santos, que si hoy estuvieran entre nosotros nos cuestionarían nuestra tendencia a sepultar el carisma y la fuerza del Espíritu en rutinas institucionalizadas.

71. EL MEDIO AMBIENTE (5 DE JUNIO).

 

La preocupación por el medio ambiente ha crecido enormemente en los últimos 25 años. Del liberalismo económico que identificaba automáticamente progreso con carretaeras, puentes, rascacielos, aviones, adelantos técnicos etc., se ha ido pasando a un concepto más matizado del desarrollo. Los efectos nocivos sobre la naturaleza y sobre la persona de residuos tóxicos, químicos, polución en general, nos han obligado a reflexionar.

Permanecen, sin embargo, tendencias muy fuertes a seguir identificando al hombre como el dueño absoluto de la naturaleza, con capacidad de abusar de la misma, especialmente cuando ello es lucrativo.

Y, en dirección contraria, desde el Tercer mundo se percibe en ocasiones con escándalo cómo en el Primero hay sectores de población con mayor preocupación por la conservación de las focas o de las ballenas que por la eliminación del hambre y la injusticia. Aunque esto no puede servir para rebajar el valor del movimiento en defensa del medio ambiente, necesario para la supervivencia de toda la humanidad.

Desde el punto de vista cristiano la lucha por la conservación del medio ambiente tiene profundas raíces bíblicas. Dios nos da el mundo para usarlo responsablemente en beneficio de la familia humana. No para sobreexplotarlo ni para favorecer desarrollos desiguales en los que unos mejoran injustamnente a costa de los demás. La lucha en favor de la conservación del medio ambiente nace en el cristiano de una actitud de preocupación por el prójimo en primer lugar, y por todo lo creado, en general, como lugar, casa, hogar de los quee somos hermanos.

En este sentido es una obligación cristiana preocuparse por la Ecología como tema. Si soy estudiante tengo que tratar de entender el tema y asimilarlo como campo de preocupación. Si campesino, necesito conocer a fondo las repercusiones de mi modo de trabajar la tierra tanto con métodos tradicionales como modernos. Si profesional, debo saber en mi propio campo lo relativo a la conservación de la naturaleza. Si empresario, es imprescindible aplicar la ética tanto a las condiciones de trabajo de las personas como a las consecuencias en el medio ambiente de mis empresas.

Para muchos cristianos puede ser un campo nuevo de responsabilidad. Para otros es un camino de lucha recorrido durante ya muchos años. Sea cual sea nuestra situación personal, lo cierto es que en el futuro inmediato la ecología, el compromiso por la conservación de un medio ambiente saludable, será también medida de nuestro compromiso cristiano.

72. LA EUCARISTÍA (MES DE JUNIO).

 

La fiesta del Corpus se celebra habitualmente en Junio. Y en ella la Iglesia recuerda la institución de la Eucaristía. Examinar nuestra relación con el Señor presente en la Eucaristía será nuetra meditacion el día de hoy.

Estamos acostumbrados a pensar en la Eucaristía como una posibilidad de relación personal muy íntima con el Señor. Y, por supuesto, no debemos olvidar esta relación, tan fundamental en la vida del cristiano. Pero hay otros elementos en este sacramento que dan a la relación con el Señor su verdadero sentido.

La Eucaristía es un acto comunitario. La Iglesia crece, se desarrolla y toma conciencia de sí misma en la fracción del pan. Jesús la establece cenando con sus discípulos. No es, pues, un acto individual. La relación personal con el Señor viene mediada en la Eucaristía por la comunidad. "Donde estén dos o más reunidos en mi nombre allí estaré Yo".

La Eucaristía es también anticipación del banquete del Reino. La felicidad del estar reunidos los amigos, la alegría de compartir, el servirse mutuamente, son signos de ese Reino de Dios que se aproxima a nosotros en fraternidad, en justicia, en verdad y en paz verdadera (que es fruto de la justicia).

La Eucaristía es compromiso. El maná del desierto, que los israelitas tomaban como alimento que daba fuerza para alcanzar la tierra prometida, es símbolo de la Eucaristía. La Pascua judía, que se comía de pie, preparados para el paso del Señor y para el seguimiento de su voluntad, es otro símbolo que nos acerca al sentido de la Eucaristía. Somos peregrinos que queremos pasar por este mundo haciendo el bien y el Cuerpo y la Sangre del Señor es nuestro alimento comunitario.

La Eucaristía finalmente, es presencia activa de la muerte y resurrección del Señor. Es Jesús vivo dándonos su fuerza. Dándose así mismo, y por completo, a nosotros. Vivo en su historia que llama al seguimiento personal; vivo en su Muerte, que marca el camino de entrega y de servicio de nuestra vocación cristiana; vivo en su Resurrección, como esperanza, fuerza, seguridad e impulso.

¿Cómo vivo mi Eucaristía? ¿Como obligación, como rutina, como acto social? ¿O como encuentro, compromiso, esperanza y fuerza para la lucha? Como en todas las cosas de la vida, es muy posible que en nuestra vivencia de la Eucaristía haya días buenos y malos, momentos en que se mezcla el aburrimiento o la rutina, con el deseo de seguir al Señor. Tal vez nos vendrá bien, en esta oración, el repetir lentamente, saboreando las palabras una y otra vez, la fórmula de la Consagración: "Tomen y coman, porque este es mi Cuerpo que será enregado por Uds.". Y "Tomen y beban..."

73. CULTIVANDO EL DESAMOR.

 

El odio no es siempre el peor enemigo del amor. El odio es demasiado visible, demasiado identificable y, por tanto, un enemigo destinado al fracaso, aunque a largo plazo, y a veces tras un camino martirial, en su lucha contra el amor. Más gris, más disolvente con el paso de los años, puede ser el desamor. Del odio nos podemos arrepentir. El desamor puede ser que no lo percibamos.

Y es con frecuencia cultivamos el desamor. Excelentes ciudadanos, cumplimos reglas de educación y de civismo, temos nuestros amigos, nuestras fiestas, nuestro pequeño mundo en el que nos sentimos seguros, y no crecemos en el amor.

Todo consiste en aprender a poner pequeñas barreras. Buscar un mi círculo cercano de amistades que actúen incluso como un seguro frente a una realidad externa que cuestiona o amenaza. Y quedarme ahí, en una especie de pequeña, inocente e inocua banda, que no ve más allá de su entorno y que cultiva moderadamente sus fiestas, sus regalos mutuos, sus solidaridades hacia dentro, sin que nada ni nadie desentone o desestabilice el pacto mutuo de comodidad.

La vida, rebelde a las domesticaciones, casi siempre da sustos y sorpresas, pero la tendencia a esta vida burguesa estándar esta ahí, con sus ropas de marca, sus modas, sus chistes, reuniones, modales y fiestas. Y no es solo la propaganda consumista la que nos invita a este tipo de vida, sino sobre todo una sociedad deshumanizada donde el dinero y la seguridad se presentan como los máximos valores, y donde el trabajo, las rutinas y/o la dura competitividad en el trabajo, impulsan a buscar oasis donde olvidar la sequedad del cotidiano quehacer.

Al final, podemos organizar nuestro pequeño gueto de solidaridades, siempre dispuestos a ver a los de fuera como diferentes, siempre dispuestos a poner límites a la relación con el exterior, inmunes e indiferentes ante el dolor, la pobreza o la rabia que brota de injusticias que no cesan.

El desamor no es así carencia de amor, sino limitación del mismo. Es domesticarlo, trabajar sistemáticamente para impedir que el amor sea fuego, viento incontrolable, brisa y susurro que llega hasta lo más recóndito del alma, espíritu que lucha y vivifica.

Y el resultado... el color gris, la risa semivacía, el beso sin ternura, la colección de éxitos vacíos.

"Ama y haz lo que quieras", decía San Agustín. Y tenía razón. Porque solo el amor garantiza un hacer novedoso y un querer auténtico. El desamor... ni la lejía, diría Unamuno, puede lavar ese color, sin disolver al mismo tiempo al alma que lo lleva puesto.

74. LOS MÁRTIRES DE OLANCHO (25 DE JUNIO).

 

Corría el año 1975. En medio de una gran tensión en Honduras, con el campesinado presionando fuertemente en favor de una redistribución de las tierras, y con grupos de terratenientes y militares dispuestos a reprimir a sangre y fuego, se produce la tragedia. Los militares asaltan un centro de capacitación campesina y matan y capturan campesinos (10 en total). Dos mujeres amigas del P. Iván Betancourt, colombiano, iban con él hacia Tegucigalpa. Los tres son detenidos y llevados a una hacienda, Los Horcones, propiedad del ganadero Mel Zelaya. El P. Casimiro Zypher, norteamericano, es detenido mientras hacía compras en Juticalpa, y junto con otros campesinos es llevado a la misma hacienda. Allí, después de ser torturados, son arrojados a un pozo. El pozo es dinamitado posteriormente para que sirva como tumba definitiva.

Las comunidades cristianas colocaron una cruz cerca del lugar, pero los tractores del ganadero se encargaron de arrancarla. E incluso al interior de la Iglesia no faltaron quienes hicieron algo parecido; trataron de olvidar a los propios mártires y/o negarles la condición de tales. En otras palabras, trataron de quitarle fuerza a la cruz de Cristo, presente en las cruces de sus seguidores.

Esta última actitud es antigua en la Iglesia. De hecho es parte de su realidad pecadora en la que participamos todos. Y es, sobre todo, el pecado principal en el que la Iglesia puede caer. No es raro que ya San Pablo advirtiera, en torno a un problema concreto, de esta tendencia: "Los que quieren ser bien vistos en lo humano les obligan a uds. a circuncidarse con el único fin de evitar la persecución por la cruz de Cristo" (Gal 6, 12). Y se repite cada vez que los cristianos, por un supuesto bien de paz, cedemos en cosas en las que no debemos ceder.

Los mártires, al contrario, nos enseñan a no quitarle fuerza a la cruz de Cristo. Los de Olancho que hoy recordamos, fueron personas que optaron por la justicia desde la conciencia cristiana. Y se embarcaron en labores de concientización, o incluso de presión social no violenta, para conseguir fienes justos (defendían a fin de cuentas que la Reforma Agraria que había sido decretada en Honduras, se llevara a cabo con la debida celeridad). Ellos cargaron con la cruz de la solidaridad en momentos difíciles y fueron clavados en esa misma curuz. Se unieron a Cristo en su sacrificio y expresan la fuerza del amor crucificado.

Al recordar a los mártires debemos preguntarnos sobre nuestra fidelidad a la cruz de Cristo en la vida diaria. Solidarizarse con las cruces de los pobres, de quienes son tratados injustamente, de quienes son marginados, trae con frecuencia persecución o marginación. ¿Cargamos solidariamente con esa cruz o tratamos de "evitar la persecución por la cruz de Cristo"?

75. ANTE UN MAL OBISPO.

En la Iglesia actual la mayoría de los obispos son suficientemente buenos. Pero los hay también francamente malos e indignos de su cargo. En 1988 un arzobispo tuvo que huir de Bolivia para que no le metieran preso por manejo ilegal de fondos de ayuda externa. En El Salvador un obispo escribió un panfleto gravemente calumnioso y continuó hasta jubilarse sin disculparse ante los ofendidos ni mucho menos retractarse del contenido de su libelo. Otros fallos tocan aspectos de moral afectivo-sexual, y aunque la prensa los explota con mayor sensacionalismo, pueden ser moralmente menos graves que los que hacen daño a un buen número de terceros.

El problema es más grave cuando el obispo se mantiene al mismo tiempo en su fallo y en su puesto.

Prescindimos ahora de las acciones jurídicas o de facto que se puedan tomar, de parte de los fieles, contra tal obispo. Este es un libro de meditaciones y solo nos preguntamos cómo podemos hablar con Dios sobre estos casos.

Los pasos iniciales son muy claros. Hay que rezar para que la persona se convierta, para que el Señor proteja a los más débiles de la comunidad del escándalo, y para que los más fuertes encuentren el mejor camino (más caritativo, eficaz, etc.) para enfrentar el problema. Y pidiendo a Señor al mismo tiempo que mi oración me comprometa con lo que pueda y deba hacer.

Si el problema no me toca directamente, sino que me acerco a él a través de noticias o narraciones de terceros, puedo ampliar mi oración con algunas reflexiones.

La Iglesia es santa y pecadora y puede ser que el Señor permita estos casos precisamente para que no caigamos en la tentación de casi todas las religiones de identificar santidad con autoridad. Todo pecado ajeno es al mismo tiempo llamada al propio examen de conciencia y a la comprensión del pecador. Las reacciones farisaicas, de falso escándalo o de generalización a otros del fallo descubierto en uno, no son cristianas ni de un nivel humano digno.

El pecado de la autoridad es además llamada a asumir la responsabilidad cristiana de ayudarnos unos a otros. Estamos con frecuencia tan acostumbrados a delegar en la autoridad cierto tipo de ayudas, que olvidamos nuestra responsabilidad de ayudar a la misma autoridad o a otros hermanos. Frente a la debilidad de la autoridad el camino cristiano no puede ser el de aprovecharse de la situación, sino el de acrecentar la responsabilidad en la caridad.

Se puede terminar esta meditación leyendo el pasaje de la mujer adúltera (Jn. 8, 1-11). La actitud de Jesús ante la ley nos puede ayudar a todos.

76. BARTOLOMÉ DE LAS CASAS (+17 JULIO 1566).

 

Comenzó como hombre de buena voluntad, con espíritu aventurero y, por supuesto, en su juventud, con afán de lucro. Dueño de una encomienda en Santo Domingo, en los albores de la Colonia española, le sacudió la prédica del dominico Montesinos: los encomenderos, decía, están en pecado mortal, dado cómo tratan a los indios.

Su conversión inició un largo período de viajes, proyectos y circunstancias que no vamos a relatar, pero sí a resumir en una sola idea: Trató siempre de demostrar que los indígenas eran iguales a los españoles, hijos del mismo Dios, hermanos, y que había, por tanto, que respetarlos en todo. Su conversión a Dios fue una conversión espiritual-religiosa y social-política.

Leyendo sus escritos impresiona cómo este hombre se liberó de su cultura etnocéntrica, de sus lazos nacionales, de la ideología dominante, para tratar de alcanzar un encuentro humano y cristiano con los indígenas. Bartolomé trata de comprender la cultura indígena incluso en el caso límite de los sacrificios humanos. Frente a quienes utilizaban los sacrificios humanos para justificar la Conquista armada de América, Bartolomé insiste, en primer lugar, que los sacrificios humanos cultuales destruían mucha menos gente que la guerra española de conquista. Y en segundo lugar, que los sacrificios humanos mostraban solo ignorancia, no aberración y maldad demoníaca, como la mayoría de los conquistadores aseguraban.

En efecto, decía Bartolomé de las Casas que los indios trataban solamente de ofrecer a sus dioses lo que consideraban de más valor en su sociedad: la vida humana, ignorando que el verdadero Dios prefería otro tipo de sacrificios. Y todo ello para terminar con su famosa frase en la que afirma que más vidas han sacrificado los españoles al Dios dinero en los pocos años de la Conquista, que los indios en un gran período de tiempo. Con el agravante de que los españoles poseían el Evangelio y conocían al verdadero Dios.

Bartolomé de las Casas es no solo un símbolo de la fuerza del Evangelio a la hora de dejar casa, padres y hermanos, entendido en todos los sentidos posibles. Es también un símbolo de fidelidad a la palabra del Señor que, más allá de criterios personales, de nuestra herencia cultural o de nuestros gustos, nos llama a amar al pobre, al distinto de mí, a todo aquel a quien la sociedad margina, humilla o explota. Padre de lo indios, es también padre del moderno antiimperialismo, sistemáticamente crítico frente a los países ricos y a su dominio y explotación de los países pobres.

Los amantes del imperio le llamaron en más de una ocasión y de una época, loco, especialmnnte después de su muerte. Pero no fue el primer profeta en recibir este título en el seguimiento de Jesús. "Cristo nos liberó para que fuéramos realmente libres" (Gál. 5, 1)

77. LA OPCIÓN.

 

Era una pareja sin hijos. Los años de matrimonio les habían ayudado a crecer cada vez más en el amor y querían compartir su cariño con más gente. Lo compartían por supuesto con vecinos, amigos, necesitados... pero querían compartir también su cariño con otros en la intimidad de la familia. Querían adoptar.

Y fueron a un centro de adopción. Y vieron niños y niñas. El país había estado en guerra y muchos niños habían quedado huérfanos. Les daba lo mismo cualquiera de ellos. Incluso preferían una niña porque les habían dicho que quienes adoptaban solían preferir varones. "Esta, por ejemplo", dijeron. Y señalaron a una ni más fea ni más guapa. Normal.

"Esa no se puede", les contestaron. "Tiene un hermanito mongólico y por principio no separamos a los hermanos en las adopciones, y como Uds. solo quieren uno"...

Les daba lo mismo otra niña, y no querían llevarse dos porque sus ingresos no daban para recibir con comodidad a una pareja. Pero por curiosidad preguntaron por el niño. Se lo enseñaron. Un niño mongólico más, de dos añitos. Pero cuando el matrimonio se acercó el niño sonrió y extendió sus bracitos. En la sonrisa aquella brillaba algo de Dios. Tal vez el brillo de la perla preciosa por la que el afortunado mercader que la haya, vende todo cuanto tiene para poseerla.

El matrimonio se miró a los ojos y comprendieron que los dos habían visto lo mismo. Pidieron un tiempo para reflexionar pero no les hizo falta hablar demasiado. Se llevaron a los dos.

Puede que parezca un cuento rosa, pero hay casos parecidos. Casos que nos plantean no solo un examen de nuestra generosidad, sino nuestra capacidad de ver la realidad humana. Tal vez yo no pueda o no deba adoptar a un niño mongólico, pero ¿soy capaz de descubrir humanidad allí donde lo humano se oscurece? ¿Tengo entrañas de misericordia ante lo débil, ante las víctimas de este mundo, ante lo que "no es", dentro de una sociedad demasiado acostumbrada a identificar el ser con el tener? ¿Doy el salto de la misericordia a la acción o me quedo simplemente en los lamentos del que sólo siente lástima y pasa de largo?

Cuando le pusimos título a esta breve meditación escribimos "la opción", y no la adopción. Porque en el fondo de esta historia de adopción lo que hay es una opción por la vida y por la humanidad. No se trata de cumplir un deber moral ni de ser buenos, sino de ser capaces de sentir con aquellos seres humanos a quienes nuestra sociedad les niega la humanidad. Y sentir que son tan dignos, tan humanos, tan portadores de la sonrisa de Dios (y tal vez más), como cualquier otro hombre o mujer. Sentir y optar.

78. HERMÓGENES LÓPEZ, 30 DE JULIO DE 1978.

 

Guatemalteco, fue uno de los muchos sacerdotes asesinados impunemente en Guatemala, una de las muchísimas personas que perdieron la vida por el simple delito de tratar de ser buenos, compasivos y cercanos a los más pobres.

Si en algo destacaba era en su capacidad de estar cerca de la gente, de los campesinos, de los pobres, colaborando con ellos en todo lo que hacía crecer su dignidad humana, su conciencia de hijos de Dios llamados al amor y a la solidaridad.

Fue asesinado como los pobres, sin que demasiada gente se manifestara reclamando justicia por su muerte. Pero como en el caso de tantos pobres, su muerte impresionó a muchos. Era un honbre bueno y no había derecho a hacer lo que le hicieron. Era un hombre no violento, honesto, sin más recursos que su deseo de servir al prójimo.

Tal vez a la luz de Hermógenes podemos recordar la sangre de tanta gente que murió en nuestra geografía latinoamericana por el simple deseo de ser bueno. Ametrallados por dar de comer al hambriento sin preguntar su filiación política. Torturados porque vieron pasar al enemigo. Baleados, mutilados, asesinados, por la simple y sencilla razón de que eran sospechosos, o podían, en el futuro, convertirse en enemigos.

Si en el mundo sólo existiera la esperanza de una sociedad perfecta, construida sobre el desarrollo incesante de las posibilidades humanas o sobre el reparto igualitario de las riquezas, la felicidad nunca sería completa en el ser humano. Una sociedad perfecta que no pudiera distinguir al malo del bueno en su historia pasada, que no pudiera honrar al inocente, que no pudiera asumir, lavar y glorificar la sangre derramada "inútilmente", no sería jamás una sociedad perfecta. O bien olvidaría el dolor de tantos buenos, y eso la convertiría en una sociedad tremendamente egoísta, o bien viviría atormentada por el hecho de que la felicidad conseguida estuviera construida sobre una historia tan dolorosa y tan irremediable.

No sabemos cómo será el juicio final, pero cuando Jesús habla de ello, trata en definitiva de decirnos que todos aquellos hombres y mujeres anónimos que fueron buenos han construido el Reino. Que su vida no fue inútil. Que el pan que dieron tiene sentido a pesar de la sangre y el dolor. Y trata también de decirnos que el verdugo se verá al final como verdugo, por muchas estatuas que sus seguidores le hayan podido levantar en vida o en muerte.

Hermógenes López, una persona buena, honesta, un sacerdote trabajador, un cristiano que nos recuerda, en esperanza, lo más profundo del mensaje de Jesús: El amor tiene sentido.

79. LA IMPUNIDAD Y EL PERDÓN.

La pregunta está en el ambiente, especialmente en América Latina: ¿Cómo se combina el perdón cristiano con la impunidad de personas que han cometido terribles crímenes, de lesa humanidad?

Por supuesto no hay respuestas sencillas ni recetas, pero sí líneas de reflexión. En primer lugar hay que decir, con claridad, que el perdón cristiano no es cómplice de la impunidad. Se puede perdonar a una persona y desear al mismo tiempo que reciba algún tipo de pena proporcional a su delito. Si eso no fuera así la Iglesia nunca pondría penitencia a las personas que se confiesan.

En segundo lugar el perdón cristiano va directamente a dirigido a la persona, pero no trata de ocultar la verdad ni de entorpecer la justicia. Un ejemplo significativo en la historia de la Iglesia contemporánea es el de Juan Pablo II, visitando en la cárcel a quiene intentó asesinarlo, pero dejando que la justicia siguiera su curso, sin pedir amnistías ni entorpecer la investigación en torno a los posibles nexos del crimen.

En tercer lugar el perdón cristiano está claramente en oposición a la impunidad. El perdón cristiano brota de la profunda, íntima convicción, de que tenemos un Padre común que ama a todos, buenos y malos, y que quiere que vivamos como hermanos. Un Padre que no quiere que el malo prevalezca y triunfe sobre el bueno, sino que el malo se convierta y cambie su actitud en la vida, pidiendo perdón y abriéndose al amor. Y la impunidad es directamente lo opuesto. Impunidad significa que quien ha ofendido gravemente al hermano puede continuar viviendo como si tuviera razón. Como si la víctima fuera la culpable y el verdugo el bueno de la película.

La impunidad es contraria al perdón cristiano no porque el perdón cristiano excluya a nadie, sino por que el que desea la impunidad se excluye voluntariamente del perdón cristiano. El perdón cristiano se construye sobre la verdad y sobre el reconocimiento de la misma. Si he actuado mal no puedo decir que he actuado bien. Al contrario, debo pedir perdón a las víctimas. Y éstas deben perdonarme, no, necesariamente, sacarme de la cárcel.

El perdón cristiano va más allá de la justicia humana, pero no se opone a ella. Al contrario, la justicia huamana, bien administrada, ofrece posibilidades de reconciliación. Porque ayuda a establecer la verdad, a que se vean claros los derechos de la víctima y a poner en su lugar a los verdugos. Otra cosa habría que decir de una justicia vendida al dinero, a la ideología o al poder político. Frente a ésta, el mismo amor que inspira el perdón cristiano nos lleva a ayudar a las víctimas de una administración de la justicia espúrea o llena de carencias.

¿He amparado alguna vez la impunidad, moral o legal, propia o ajena? Pidamos al Padre que su amor ordene nuestros criterios.

80. EL CAMPO Y LA CIUDAD.

Nos movemos entre estas dos realidades. En la ciudad se suspira por el campo como contacto con la naturaleza, como descanso, como retorno a un cierto concepto idílico de paz, y en el campo se añoran las ventajas de la ciudad, o, simplemente, se emigra hacia las concentraciones humanas ciudadanas en busca de mejor stituación socio-económico-cultural.

Hay también partidarios de uno u otro lugar, que defienden sus tesis con entusiasmo y desprecian el entorno de los otros. En los países pobres (empobrecidos, robados y asaltados con tanta frecuencia desde dentro y desde fuera), el campo suele llevar la peor parte. Y las ciudades se siguen llenando de gente, aunque sus cinturones de pobreza presenten alternativas de vida mucho menos humanos que el de los campesinos. La esperanza de superación, de salir del círculo infernal de pobreza, tan fijo en el campo como las fases de la luna, sigue haciendo crecer a las ciudades.

Desde nuestra fe cristiana ambas realidades nos presentan desafíos complementarios, independientemente de nuestros gustos. El campo es llamada al contacto con la naturaleza, al respeto por la vida en su amplitud animada e inanimada. Los relatos bíblicos de la creación y del paraíso ofrecen campo adecuado a nuestra meditación.

Pero es también exigencia de solidaridad con las condiciones injustas que con tanta frecuencia se dan y que vienen casi siempre impuestas desde quienes en las ciudades marcan el caminar de la sociedad. Incluso en las guerras, las ciudades bombardeadas despiertan más solidaridad que las estrategias de tierra arrasada (tan parecidas al anatema bíblico) que con trágica repetitividad han desarrollado los ejércitos contra el campesino que pide tierra.

La ciudad por su parte nace acompañada de utopías de convivencia racional y humana. Incluso el Nuevo Testamento nos describe el futuro de Dios unido al de la humanidad en una ciudad, la Nueva Jerusalén, donde no hay necesidad de luz "porque la gloria de Dios la ilumina y su lámpara es el Cordero" (Apoc. 21, 23).

Pero se presenta como desafío con su polución, su desigualdad tan evidente, su despilfarro y por todas las contradicciones que surgen cuando no se acierta a humanizar una gran concentración de personas. Niños de la calle, ancianos desamparados, droga, marginación del enfermo, del que no produce, del que no es útil, son fenómenos crecientes en una organización de ciudad donde se privilegia la efectividad, el lucro y se masifica y se impersonaliza el contacto entre la gente.

Campo y ciudad, dos realidades en mi compromiso cristiano sin caer en lirismos o en frases hechas. Dos lugares para transformar, para aprender y para humanizar al hombre-mujer en su totalidad.

81. 25 DE JULIO: SANTIAGO.

 

Como con casi todos los apóstoles, los Evangelios cuentan poco de él. Sabemos que junto con su hermano Juan disfrutaba del apodo "Hijo del Trueno". Jesús lo seleccionaba como testigo especial de algunos acontecimientos, junto con Pedro y con Juan. Y los Hechos de los Apóstoles nos cuentan que fue el primero de los Apóstoles en morir martirizado en Jerusalén. Se cumplían así las palabras pronunciadas por él mismo. Aquel "podemos" que había servido de respuesta para la pregunta de Jesús, "¿pueden beber el cáliz que yo beberé?", se convirtió en realidad.

La devoción hacia este Santo fue enorme, especialmente desde que se afirmó que su tumba estaba en la ciudad de Santiago de Compostela. Junto con Jerusalén y Roma, Santiago se convirtió en uno de los principlales centros de peregrinación de la Edad Media Europea. En América Latina, desde grandes ciudades (Santiago de Chile) hasta pequeños municipios indígenas llevan su nombre. En Guatemala un obispo prohibió la imagen ecuestre de Santiago matando "moros", porque los indígenas reencarnaban en el caballo a sus antiguas divinidades. El apellido Matamoros, no raro en algunos países de A.L., tiene su origen en esa misma imagen belicosa, hoy prácticamente desaparecida y sustituída, mucho más adecuadamente, por la imagen del peregrino. "James", "Jacques", Santiago, Jaime..., innumerables personas en el mundo llevan su nombre.

Contemplando esta historia no cabe duda de que Dios tiene sus caminos. El original Santiago era el hijo de un pescador atento a las nuevas doctrinas que circulaban en Palestina en torno al tema de la proximidad del Reino de Dios. Un hombre fogoso, un "hijo del trueno" probablemente relacionado con los "celotes" de su tiempo, que deseaba que lloviera fuego del cielo sobre aquellos que despreciaban la doctrina de su Maestro y que ansiaba los primeros puestos en el inminente Reino de Dios.

Dios llevó su vida, e incluso su historia posterior, por caminos que él nunca hubiera sospechado. El hombre de ideas bien definidas, claras y radicales, se convirtió en peregrino por excelencia, siempre en búsqueda y siempre encontrando nuevas metas. El que quería destruir a los enemigos con fuego (todavía los españoles cristianos lo vieron así en su guerra contra los españoles musulmanes), se convirtió en signo de unión internacional desde su ciudad-centro de peregrinación. El que quería puestos de gloria y honor fue el primero de los Doce en imitar a su Maestro en el sufrimiento de una muerte injusta.

Dios abre caminos con nuestra vida y con nuestra historia. Confiar en El, tener la seguridad de que lo bueno que hagamos con su ayuda tendrá repercusión, directa o anónima, previsible o imprevisible, en la historia de la humanidad, es el modo nuestro, hoy, de honrar el recuerdo de este Santo.

82. EN TORNO A LA DROGA.

Oscar Wilde decía de un escultor que con el bronce fundido de la estatua del "dolor que dura toda la vida", había construído la estatua de "la felicidad que dura solo un instante". Como todas las épocas, la nuestra aspira también a la felicidad, pero nadie quiere, y es lógico, que el acceso a una feliciad muy breve esté construída sobre un dolor excesivamente largo. Y por ello no es rara la rebeldía contra esa especie de maldición que identifica vida con sufrimiento y deja la felicidad para el más allá. La felicidad del futuro se puede comenzar a construir ya en esta vida.

Pero la historia que nos ha tocado vivir es dura. Nuestros países tienen problemas graves de pobreza e insolidaridad. La naturaleza se sobreexplota y degrada, dejando cada día menos futuro. De los 270.000 niños trabajadores que hay en El Salvador (cifras oficiales), muchos llegarám a ser hombres y mujeres de bien. Pero otros, golpeados por la explotación y el abuso de los adultos, se encarrilarán hacia la violencia y el crimen.

Ser feliz en El Salvador, en Centroamérica, en América Latina o encualquier país del Tercer Mundo, no es fácil para las mayorías. Las familias rotas no son garantía de felicidad. Como tampoco lo es el hambre, el desempleo, o la falta de seguridad social. Ni, por supuesto, el pensamiento que identifica felicidad con consumo, poder o dinero. Por eso, ante la dificultad de encontrar felicidad, aparece la tendencia a buscar sustitutos de la misma. Y así, vemos niños de la calle (y no solo ellos), que buscan olvidarse de su miserable condición oliendo pega. Encontramos también jóvenes que, al fumar marihuana, intentan abstraerse de la sociedad agresiva y generadora de marginación en la que viven. Oímos de gente que se inicia en la coca porque ni su dinero, ni su vida superficial les da felicidad. Y casi chocamos también, cada día, con gente de casi todas las edades, que buscan en el alcohol salidas a sus problemas o, en ocasiones, una vía no consciente hacia un suicidio lento y, supuestamente, indoloro. Al final del recorrido, resulta que la droga no es solo un problema individual, sino un problema social.

Dios no quiere que la persona hunama sea infeliz, sino que tengamos vida y la tengamos en abundancia. Y la vida en abundancia da siempre felicidad, aun en medio de las cruces inevitables de la historia. Pero hay otra clase de cruces que como género humano imponemos a los demás. Cruces con raíces en la insolidaridad, en el egoísmo, en la construcción de estructuras sociales que benefician a las minorías fuertes a costa de las mayorías débiles. Cruces injustas contra las que hay que luchar y a las que hay que denunciar. Cruces evitables que, con frecuencia, inducen al refugio en la droga. En nuestra oración de hoy podemos recorrer rostros concretos de drogadictos que hayamos conocido. Después reflexionar sobre las cruces evitables que originan la huída hacia la droga. Y terminar pidiéndo fuerza a Dios para enfrentar el desafío de ayudar a quienes se drogan y eliminar las causas de la drogadicción.

83. 31 DE JULIO: SAN IGNACIO DE LOYOLA.

San Ignacio de Loyola tiene muchos intérpretes. Cierto protagonismo histórico de los jesuitas en la Iglesia lleva a hablar del Santo en ocasiones interesadamente. Un ejemplo divertido es el de un Sr. Nuncio que, invitado a celebrar el día de San Ignacio con un grupo de jesuitas, les habló en la Misa, durante 25 minutos, sobre el equilibrio como tema fundamental del carisma ignaciano.

La fidelidad al Papa, la Mayor Gloria de dios, la movilidad y creatividad de la Compañía, salen también a relucir al hablar de su carisma. Todos ellos son correctos, pero tal vez los aspectos dominantes del carisma ignaciano, profundamente interrelacionados, son los siguientes: La primacía de Dios sobre todas las cosas creadas y el discernimiento aplicado a lo creado para asegurar la primacía de Dios. Y entre ambas realidades, el servicio de la autoridad en la Iglesia primero, y en la Compañía después, como principales mecanismos de contraste que impiden que el discernimiento se convierta en arbitrariedad.

Cuando se fundó la Compañía el tema de la primacía de Dios sobre todo lo creado, y la función de la autoridad en la Iglesia eran temas ya desarrollados. No así el discernimiento. Con él, Ignacio, introduce en la vida religioso lo que podríamos llamar el servicio de la crítica. Crítica de la realidad desde la fe y dentro de la Iglesia, pero crítica real, que analiza, sopesa y decide.

Y es este punto el que pone nerviosos a muchos a la hora de estudiar la figura de Ignacio. Fuera de la Iglesia tratan algunos de convertir el discernimiento ignaciano en fría búsqueda de poder. En la Iglesia prefireren otros insistir en los fuertes y reales aspectos de la obediencia, de tal modo que el discernimiento y su hondura crítica queden reducidos a pura capacidad intelectual.

Pero frente a ésto, la historia de la Compañía, y del mismo Ignacio, es clara. San Ignacio evoluciona, escucha, se abre a muy diferentes realidades y lo mismo hace la Compañía de Jesús. Y es esta capacidad crítica de la Compañía, vivida como carisma, la que granjea históricamente grandes amigos y grandes enemigos a los jesuitas. Fuera y dentro de la Iglesia. Cuando la crítica no es un valor bien visto en el ámbito social, político o religioso, los jesuitas tienen problemas. Los santos y mártires de la Compañía son, con frecuencia, testigos privilegiados de dichos problemas.

Más allá de los errores que los jesuitas hayan tenido en la vivencia de su carisma, Ignacio sigue preguntando hoy al cristiano: ¿Me lleva mi fe a discernir y criticar, positiva y negativamente, la realidad que me rodea? ¿Crecer en la fe significa para mí crecer simultáneamente en capacidad crítica? Si la respuesta es negativa algo puede estar fallando en la relación entre mi espiritualidad y los signos de los tiempos de

los que hablaba el Vaticano II.

84. LA INTERCONEXIÓN.

 

El bien está siempre interconectado. Y cada vez más. Hacer el bien repercute en bondad, se expande. El bien se difunde a sí mismo por naturaleza, decía la filosofía clásica. Lo que hace unos cuantos años tenía aplicación a sociedades concretas, relativamente aisladas, hoy sirve a nivel internacional.

Nuetra fe dice que toda obra buena se acumula, de algún modo, y tiene efecto en la salvación del mundo. Esto ya no es hoy solo teología, sino una afirmación sociológica. Aunque no queramos estar informados, la realidad entra en nosotros de múltiples maneras convirtiéndonos en ciudadanos universales.

Y al contrario, el mal está también más interconectado que nunca. Robar, odiar, romper la solidaridad humana tiene repercusión cada vez más fuera de las fronteras personales, familiares, o sociales cercanas. Gandi, Martin Luther King o Mons. Romero son figuras mundiales como también lo son Stalin, Hitler o la Junta Militar que dirigió la guerra sucia en la Argentina a finales de los setetentas. Países grandes o pequeños pueden producir noticias que aterran o que impresionan por su heroísmo. Desde cualquier lugar se puede hacer el bien o el mal hacia dentro de sus fronteras o hacia fuera. Narcotrágico, mercado inmoral de armas y terrorismo tienen lazos mundiales. Defensa de los derechos humanos, ecología, ONGs de desarrollo tratan también de cubrir la tierra.

Esta realidad la describía, aplicándola a sus luchas en favor de los derechos humanos de los afroamericanos en Estados Unidos, Martin Luther King: "La injusticia, en cualquier lugar que esté, es una amenaza para la justicia en todas partes. Estamos atrapados en una inevitable red de mutualidad, envueltos en el mismo ropaje del destino". El Concilio Vaticano II, en el comienzo de su Constitución "Gaudium et Spes", manifestaba la preocupación de la Iglesia por las alegrías y esperanzas, los problemas y los dolores de todos los hombres del mundo. Ser persona es también ser género humano, pero en este hogar cada vez más pequeño de la humanidad la solidaridad es acuciantemente inexcusable.

Y entramos en nuestra responsabilidad cristiana. Es cierto que los problemas de mi entorno, de mi ciudad, de mi país son urgentes y debo aplicarme a ellos. ¿Pero está completo mi compromiso cristiano si no me preocupo por la situación de otros, fuera de mis fronteras? ¿Puedo quedarme tranquilo, solo con mi rechazo interior del mal que leo, escucho o veo en los medios de comunicación sin participar, de alguna manera, en la lucha contra la injusticia? No se trata de caer en un activismo sin fin, pero en algún momento una firma, la participación en una manifestación, la explicitación de mi opinión a nivel público, puede hacer más bien del que yo creo. Y al final, cumplir con una responsabilidad cristiana.

85. 4 DE AGOSTO: JUAN MARÍA VIANNEY, CURA DE ARS.

 

Casi lo expulsan del seminario. Por lo visto era muy poco "inteligente", no memorizaba las lecciones ni aprendía latín. Pero tenía una extraordinaria bondad y sentido común. Al final lo ordenaron sacerdote y lo enviaron a un pueblecito.

Y aquel hombre bueno comenzó a brillar con su luz propia. Servicial, sacrificado, solidario y magnífico consejero y confesor. El último de la clase había alcanzado, siendo fiel a la bondad que Dios le había dado, una sabiduría y una eficacia apostólica que ninguno de sus inteligentes compañeros pudo conseguir en los brillantes años de entrenamiento y estudio. La Iglesia lo declaró santo y patrón de los sacerdotes diocesanos.

Podemos imaginarlo en nuestra oración como un hombre ya anciano, recibiendo amablemente a quienes le buscaban para confesar sus pecados, para pedir consejo, para buscar guía en la tarea de ser en la vida profundamente humano y, de esa manera, profundamente bueno.

De nuevo podemos imaginarnos la palabra de Jesús, esta vez aplicada a nuestro buen sacerdote: "¿Qué han ido a ver al desierto (al pueblecito de Ars)?; los poderosos y los famosos no viven en ese lugar..."

Una vez más la gente buscaba no la sabiduría de este mundo, sino, primero, el testimonio de una persona que había decidido ser bueno por encima de todo. Y era, por ello mismo, profundamente humano y capaz de comprender, escuchar, aconsejar y bendecir. Bendecir en el más estricto sentido de la palabra, decir el bien, decir la palabra adecuada que abre los corazones hacia el bien.

En un mundo que con frecuencia privilegia la brillantez de la inteligencia, la frase aguda, la respuesta rápida, el "cultivo" de la personalidad (y del físico, para "fortalecer" la personalidad), nuestro cura de Ars nos recuerda otra serie de valores. Tratar de ser bueno, "en el buen sentido de la palabra bueno" (como decía el poeta), permanecer profundamente humano ante el dolor, la esperanza y la alegría de nuestros prójimos, es una tarea mucho más importante que el brillar, tener éxito o convertirse en el espejo de las envidias y los deseos de los demás.

Por supuesto que mis talentos tienen que rendir al máximo y que no se trata aquí de atacar a la inteligencia. Sino de preguntarnos cómo ponemos a trabajar nuestras capacidades y cualidades. Al servicio de qué y de quién. ¿Somos conscientes de que al final de la jornada el Señor mirará más nuestra entrega que nuestras capacidades? Pidamos al Señor comprender qué es lo necesario en nuestras vidas, y poner lo que somos y tenemos al servicio de ello.

86. MÁS SOBRE EL MIEDO.

 

Todos hemos tenido miedo alguna vez. Normalmente muchas veces. Desde el miedo profundo a la muerte o a la desgracia y el infortunio, hasta los miedos coyunturales viajando al lado de alguien que maneja demasiado rápido o preocupándonos excesivamente cuando alguien no llega a la hora convenida (qué le habrá pasado), etc. Y aunque a veces debamos reirnos de nuestros miedos, o simplemente luchar por superarlos, el miedo no es en sí mismo algo malo. Es parte de nuestro instinto de conservación y nos avisa frente a posibles peligros.

En el terreno religioso el miedo puede ser positivo. Un sano temor a desviarme de la vocación cristiana, generosa y volcada hacia el amor, puede ayudarme en el camino emprendido.

Pero el miedo, sin control, es un camino hacia el aislamiento. El que vive regido por sus miedos acaba cultivándolos y separándose de aquellos que asumen riesgos en la vida, de cualquier tipo que sean. O peor, separándose de todo aquel que sea disferente. En muchos fenómenos racistas de nuestra sociedad contemporánea el miedo es el motor principal.

En el mundo religioso, este tipo de miedo no reflexionado puede convertirse en una auténtica plaga. El miedo a la modernidad, a la crítica, a la evolución de costumbres y hábitos, ha despertado sectarismos y fanatismos que dividen hondamente a personas e incluso pueblos. El miedo al otro, al diferente, ha sido justificado con cierta frecuencia desde la religión, traicionando así lo más hondo del espíritu religioso. La respuesta religiosa a miedos personales y existenciales descontrolados ha llevado, y sigue llevando, a la magia. La oración se convierte así en una especie de chantaje (te rezo, te cumplo o te doy ésto, si tú me das...). O peor, en justificación de mi huída de la realidad.

En la vocación cristiana el miedo, aunque puede y debe ser un elemento de discernimiento, nunca puede ser el motor principal. "No hemos sido salvados para permanecer en el temor", nos decía San Pablo. Y San Juan repetía que el verdadero amor echa fuera al miedo. La fe de Jesús no excluye la prudencia ("sencillos como palomas, prudentes como serpientes"). Pero se opone radicalmente a que el miedo se convierta en la motivación principal de nuestros actos. Al contrario, el amor que nace de la fe genera siempre esperanza, liberación, servicio y riesgo.

En mi reflexión de hoy puedo analizar mis miedos. Sin duda los conconozco bien. Vivo con ellos todos los días. ¿Me llevan a discerninr en base a valores evangélicos? ¿Me frenan? ¿Me separan de la realidad, del hermano? ¿Domestican mi capacidad de amar?

87. 6 DE AGOSTO: BOMBA ATÓMICA EN HIROSHIMA.

Seis meses antes, Estados Unidos había bombardeado masivamente Tokio. Aproximadamente 100.000 civiles perdieron la vida. Las revistas norteamericanas se congratulaban de que "un millón de nipones había quedado sin casa" (ciertamente no los generales ni el emperador japonés). En Hiroshima, sin necesidad de un espectacular y masivo bombardeo, se mató a un número calculado entre 140.000 y 80.000 personas. Y por supuesto, nadie conservó su casa. Y a la semana siguiente le toco el turno a Nagasaki.

Quienes defiende la bomba atómica hacen cálculos de vidas salvadas por la rápida rendición japonesa. Sin embargo, las trampas de este razonamiento son demasiado evidentes. El número de muertos en una sola bomba atómica fue superior al total de muertos del Ejército Norteamericano a lo largo de toda la guerra con el Japón. Muchos historiadores coinciden hoy afirmando que el fin de la guerra estaba ya casi marcado y que no era necesaria la bomba atómica para lograr la rendición japonesa si se esperaba algo más de tiempo. La palabras del presidente Truman, explicando ante la opinión pública el por qué de la bomba sobre Nagasaki son terribles: "Habiendo encontrado la bomba, la hemos usado". Esa pareciera ser la primera razón. Y siguen después otras: Ellos nos atacaron en Pearl Harbour, ellos han matado prisioneros. Y por fin: Terminar con el horror de la guerra y salvar vidas de miles de jóvenes norteamericanos. "Seguiremos usándolas"... sólo la rendición japonesa podrá detenernos.

Pero fueron básicamente civiles lo que murieron bajo la bomba atómica. Al final, el mensaje al enemigo era: "O se rinden o los matamos a todos, sin distinguir niños, mujeres, ancianos, justos o pecadores". Los bombardeos masivos significaban lo mismo, pero eran más caros y más difíciles de realizar. La bomba atómica hacía las cosas mejor, y el plan era seguir arrojándolas sobre el Japón hasta que éste se rindiera (había otra bomba atómica planificada para finales de Agosto).

Para el cristiano es evidente que la lógica de la bomba atómica no tiene ninguna conexión posible con sus principios. La generalización del enemigo (todo el que pertenece a una raza, a una religión o a una nación, es enemigo mío), y la destrucción masiva del mismo, es una idea fascista, nazi, racista en definitiva, que se practica tanto en los campos de concentración como en la eliminación indiscriminada de la bomba atómica.

Esta lógica de la guerra de exterminio sigue presente hoy en el mundo. En Bosnia, en Ruanda, en las guerras sucias de los militares de América Latina, en el napalm de Viet Nam, en Afganistán o Chechenia, o en el encubrimiento de crímenes que los poderosos (personas o países) realizan por "razones de estado". Nuestras sociedades civilizadas se preocupan muy poco de la muerte de los pobres. ¿Olvidaremos tambié los cristianos a las víctimas?.

88. LA CORRUPCIÓN.

 

El significado de la palabra corrupción se ha ido concretando, cada vez más, en la práctica de aquellos que hacen dineros de modo no legítimo, amparándose en el poder de sus posiciones importantes en cualquier tipo de institución. Desde el Estado hasta la Iglesia, pasando por todo tipo de empresas privadas, comunitarias., etc.

La corrupción es una plaga. En todo el mundo. Y de esa manera ya nadie se asusta de nada. Militares que roban a manos llenas, políticos que terminan sus responsabilidades con su fortuna más que duplicada, dirigentes sindicales que se creen dueños de los fondos de su organización...

¿Dónde empieza todo ésto? Es viejo, podemos contestar. Ya San Pablo decía que el deseo inmoderado de dinero es una forma de idolatría ( ). Y el Señor había ya advertido antes que no se podía servir a Dios y al dinero y que más fácil era que un camello pasase por el ojo de una aguja que un rico al Reino de los cielos. E indentificaba al dinero con un ídolo pagano:

Sin embargo hay también algo nuevo. Vivimos en una sociedad que de tal manera privilegia el consumo y la abundancia de bienes como valores fundamentales que el dinero pasa de ser un medio a un fin en sí mismo. Podemos negarlo, pero nuestros hechos dicen más que los discursos. Nos gusta tener y competir en eso del tener. La publicidad no os educa para la austeridad sino para el gasto irresponsable. Repetimos acríticamente que a más dinero más gasto, más trabajo, más bienestar, más beneficio para todos. Dinero llama dinero y al final, aunque sea a cuenta gotas (eso dicen algunos economistas), algo irá cayendo sobre los más desposeídos. No se trata tanto de compartir cuanto de crear necesidades y de gastar en ellas. Tal vez al final el dinero llegará a los que están más lejos y los indcorporará a ese mecanismo de crecimiento sin fin.

En este esquema, la idolatría de la riqueza de la que hablaba Mons. Romero (generadora de divisiones y guerras), o la simple y brutal corrupción, son caras de una misma moneda. Luchar contra la corrupción, no significa aquí un ejercicio de inteligencia para establecer una jerarquía de valores teórica, ni hacer un esfuerzo de voluntad para gastar menos y rechazar la tentación. Ni basta con denunciar a los corruptos.

Se trata de combatir un sistema comenzando por el análisis de los propios esquemas de relación con el dinero y los bienes que comporta. Se sigue por compromisos de vida personales y comunitarios que pongan el compartir por encima del tener, la solidaridad antes que la autorrealización egoísta. Y se finaliza por posiciones públicas de combate en favor de vida, leyes, actitudes y denuncias que toquen y trastoquen las raíces dela corrupción. ¿Creemos en ésto como tarea cristiana?

89. 10 DE AGOSTO: FREI TITO O LA FIDELIDAD.

Entre los muchos mártires inscritos en la memoria de la Iglesia latioamericana, Frei Tito de Alencar ocupa un lugar privilegiado. Se trata de un dominico brasileño que después de haber sido capturado por fuerzas especiales de policía, fue sometido a intensos interrogatorios. Además de las torturas físicas, los interrogatorios incluyeron un verdadero lavado de cerebro que muy probablemente arrancaron de Frei Tito confesiones de las que más tarde se seguirían una serie de apresamientos y persecuciones de compañeros que trabajaban en las nacientes Comunidades Eclesiales de Base. Liberado al fin de su encarcelamiento, la tortura interna sucedió a la que habían realizado sus verdugos. Frei Tito, pese a ser acompañado por un proceso de atención psicológica y a contar con la cercanía y amistad de sus compañeros, no pudo superar su crisis de culpabilidad, hasta que un día, cuando sus compañeros no estaban cerca de él, llegó a quitarse la vida.

En todo martirio cristiano hay un mensaje evangélico que se nos transmite más allá del sufrimiento. Probablemente en este caso el mensaje es el de la fidelidad a los amigos y compañeros de trabajo. Amar hasta el extremos de enloquecer. El psiquismo humano débil junto con la honestidad de Frei Tito no pudieron detener la angustia de un hombre que no pudo convivir con el infierno de sus dolorosos recuerdos. Antiguamente se decía que los suicidas "iban al infierno". Probablemente Frei Tito en medio de su fragilidad psicológica necesitó quitarse la vida precisamente para "salir del infierno" en que vivía.

La vida de este religioso brasileño probablemente nos invite en la oración de este día a pedir al Señor que nos permita reafirmar la fidelidad de nuestros propios compromisos cristianos. "Quien cree en mí, aunque haya muerto, vivirá",- dice Jesús a sus discípulos. Y es que la fidelidad del amor, sea que nos toque vivirla en la vida del matrimonio, en el compromiso sacerdotal o en los votos de la vida consagrada, hace de nuestro compromiso un testimonio del Reino que ya ha venido. Amar con generosidad es difícil; amar con fidelidad es muchas veces heroico. El verdadero amor sólo se hace fuerte con el paso de los días y de los años, en los momentos de claridad y en los días de vicisitudes.

En la sociedad que vivimos la fidelidad es moneda de circulación restringida; lo frecuente es la provisoriedad, lo temporal, lo coyuntural. Acontecimientos e ideas cambian tan a prisa que parece difícil permanecer. Pocas promesas se hacen "para siempre". En el Evangelio de Juan, Jesús nos pide permanecer en el amor para poder ser en verdad signo de la eternidad del Reino porque, como dice Pablo, "el amor nunca pasará". Puedo poner ante Dios en este día toda la fragilidad que envuelve mi corazón y pedirle que mis palabras dadas se hagan verdad hoy y siempre.Honor y gloria a nuestros hermanos que, como Frei Tito, amaron hasta el final.

90. LA IGLESIA QUE NACE DEL PUEBLO.

 

 

Hace algunos años se desató la polémica. Que la Iglesia nace del Pueblo es un reduccionismo, decían algunos. Quienes la impulsan son grupos antijerárquicos que quieren negar verdades de Iglesia y hacer política.

Con la perspectiva de algunos años hay que reconocer que algunos, no todos, de los que hablaban de la Iglesia que nace del pueblo estaban demasiado sujetos a ideologías o a intereses políticos particulares. Sin embargo la polémica nos puede ayudar ahora a reflexionar sobre la naturaleza de la Iglesia, fuera ya de los apasionamientos del momento.

En primer lugar, la afirmación "la Iglesia nace del Pueblo" es defendible. No como afirmacion sociológica sino teológica. El Espíritu Santo crea comunidad, iglesia, pueblo de Dios, antes que estructuras, cargos y dignidades. El Espíritu Santo infunde en los corazones, como vínculos fundamentales de unidad, amor al prójimo, seguimiento de Jesús ("nadie puede decir Jesús sino es por el Espíritu Santo", que decía San Pablo) y referencia al Padre común. Es de este Pueblo de Dios, despertado, llamado y reunido por el Espíritu, que nace la Iglesia en cuanto institución. Y es este mismo Pueblo de Dios, la primitiva Iglesia, el que discierne, organiza y distribuye sus funciones.

Quienes negaban apasionadamente y sin matices la afirmación "la Iglesia nace del Pueblo", no le hacían ningún favor a la Iglesia. Es cierto que entre quienes afirmaban que la Iglesia nace del pueblo había algunas personas que trataban de instrumentalizar políticamente al Pueblo de Dios o mantenían posiciones reñidas con la práctica organizativa de la Iglesia. Pero negar el fondo de verdad que tenían, juntamente con los errores, ha llevado a fortalecer una eclesiología que tampoco es sana. La eclesiología piramidal que trata de domesticar al Espíritu Santo haciéndolo depender exclusivamente de la estructura eclesiástica. La eclesiología que con razón criticó el Concilio Vaticano II.

Nuestra oración de hoy, viendo este ejemplo, debe girar en torno a nuestra capacidad de diálogo. ¿Soy capaz de distinguir, en aquel que piensa de modo distinto a mí, su fondo de verdad? ¿O más bien convierto inmediatamente en enemigo al que piensa diferente de mí, negándole todo fondo de verdad? ¿Cuánto hay de inseguridad en mis posiciones teológicas? Tal vez dos poesías breves de Antonio Machado nos puedan ayudar a reflexionar un poco más sobre el diálogo:

¿Tu verdad? No, la verdad,

y ven conmigo a buscarla.

La tuya guárdatela.

Se miente más de la cuenta

por falta de fantasía.

También la verdad se inventa

91. FRANCISCO DE VITORIA (+ 12 DE AGOSTO DE 1546).

 

De nuevo un dominico. Nunca vino a América pero se hizo famoso por sus reflexiones sobre el derecho de los españoles a hacer la guerra contra los indios americanos. Profesor de teología, era al mismo tiempo hombre sensible y profundamente abierto a la realidad. Decía que después de vivir bastantes años ya casi nada le asustaba. Sólo los pleitos por dinero de los eclesiásticos y las noticias que le llegaban de la "Indias". De estas últimas decía que le helaban la sangre en las venas.

En la actualidad se le considera el padre del derecho internacional. Y sobre la guerra, tras un largo análisis de razones y posiblidades, llegaba a la conclusión de que solo puede ser legítima una guerra de defensa. Y eso con la condición de que se respetara la vida de los no combatientes y de que la respuesta al ataque fuera proporcional al mismo (no responder a cañonazos, por ejemplo, a quien te ataca con flechas).

Con estos criterios, la guerra que los españolees llevaban a cabo en América se condenaba a sí misma. Y por supuesto todas las guerras modernas de agresión. Y algunas de defensa que se convierten después en guerrras de agresión.

Tal vez su figura, hoy, nos ayude a una doble reflexión. La primera es pensar que el Evangelio, en las mentes más lúcidas de la Iglesia, ha llevado siempre a posiciones pacifistas y humanitarias. Por supuesto que en la Iglesia ha habido guerreristas e incluso matones. Pero el discernimiento envangélico de la Iglesia a lo largo de la historia, ha ido dejando a los guerreristas como símbolo del pecado humano de la Iglesia, y no como signo de la fidelidad al Evangelio.

Y la segunda pensar en la guerra misma como mecanismo de solucionar problemas políticos. ¿Cuál es el costo? ¿Cómo no calificar de locura el inicio de una guerra de agresión? ¿Hasta dónde llega la deformación de las doctrinas de seguridad nacional cuando planifican guerras internas que sacrifican todo tipo de derechos humanos? ¿Hasta qué punto se contagia la dinámica de la guerra sucia y agresiva a quienes llevan a cabo una guerra de defensa?

Tal vez no sean éstas nuestras preguntas concretas, existenciales. Pero son preguntas que el mundo debe hacerse, con tantas guerras en su haber en los últimos 50 años. Y son preguntas por tanto que todo cristiano debe hacerse. Porque hoy en día es muy difícil ser cristiano sin ser pacifista. Sin ser militantemente pacifista. Con capacidad de acción contra la guerra y contra sus causas. Con capacidad de manifestación y compromiso. Con capacidad incluso, de desobediencia civil. ¿Francisco de Vitoria? No es oficialmente santo, pero algo le debemos como Iglesia.

92. EL PADRE NUESTRO DE DIOS.

Todos aprendimos en nuestros años de infancia a rezar el Padre nuestro, la oración por antonomasia, la única oración vocal explícita de Jesús que los Evangelios nos transmiten. Por el modo como Jesús la inculca a sus discípulos y la memoria que la Iglesia ha guardado de ella, pareciera que El mismo la utilizaba para orar frecuentemente. Sorprende que todas sus peticiones sean en plural, su carga de esperanza y realismo para la vida y la capacidad que tiene, cada vez que la recitamos, de ponernos en contacto con lo más hondo de nuestra existencia y la de Dios.

Pero ¿nos hemos imaginado cómo podría sonar si Dios nos la recitase a nosotros?. ¿Cómo sería si Dios respondiese a nuestros Padres nuestros en medio de las ilusiones y avatares de la vida de cada día?. La oración de hoy puede ser sencilla: Jesús nos pide orar con palabras sencillas y corazón confiado. Tal vez releyendo las estrofas de este poema, podemos repetir con un tono nuevo las viejas peticiones que hacemos desde pequeños.

Hijos míos que están en la tierra

preocupados, tentados y solos...

Yo conozco perfectamente sus nombres

y los pronuncio santificándolos

porque les amo como Dios y Padre.

No están solos porque yo estoy con Ustedes

para construir juntos el Reino

en lo cotidiano de cada la vida

por el camino de las Bienaventuranzas.

Cuenten conmigo en el trabajo de cada día

para que puedan conseguir el pan.

Enseñen a los que no saben compartir su pan

compartiendo lo poco que tienen;

y rueguen por ellos para que su corazón se abra...

Sólo les pido que busquen y hagan mi Voluntad:

"que todos sean uno para que el mundo crea",

para que reine la paz, el amor y la fraternidad!

No se preocupen tanto del mañana,

que a cada día le basta su propio afán

y ya es bastante con lo que les ocupa hoy...

Recuerden que yo perdono todas sus ofensas

porque los conozco y los amo como son...

Y deseo que Ustedes hagan lo mismo con los demás.

Y para que no caigan en la tentación,

aférrense de mi mano como un niño,

con la certeza de la fe de un hombre,

y Yo les libraré de todo mal.

AMEN.

93. 15 DE AGOSTO. ANIVERSARIO DEL CANAL DE PANAMÁ.

Tras su llegada a al istmo y el conocimiento del Pacífico, los conquistadores españoles buscaron rutas para unir océanos. Tras el fracaso financiero del proyecto francés diseñado a partir del modelo de Suez, los ingenieros norteamericanos tomaron el relevo en las obras de construcción desde 1905 y el 11 de Marzo de 1914 fue abierto al tránsito marítimo el Canal de Panamá. Por lo estipulado en los Tratados Torrijos-Carter firmados el 16 de Junio de 1978, el control de esta vía interoceánica pasará a manos panameñas a partir del año 2.000.

Un día como hoy, en 1914, el primer barco, el vapor Ancón atravesaba el Canal de Panamá. Es momento de hacer un homenaje a quienes hicieron posible esta ingente vía de comunicación. Muchas veces pensamos en los eficientes ingenieros que diseñaron el trazado del Canal así como las ingentes obras de remoción de tierras que hubieron de realizarse. Pero también es oportuno recordar a los númerosos hombres que hicieron posible esta obra con su trabajo ofrendando aún su propia vida. En los mejores años de la construcción llegaron a ser más de 56.000. Provenían de las Antillas, América del Sur, Europa, China y Japón. Los provenientes de las ex-colonias inglesas en el Caribe (más de 30.000), fueron los más numerosos, aunque evidentemente no los mejor pagados en un sistema salarial claramente racista que distinguía entre "silver rod" y "gold roll" que permitía a la población blanca europea recibir el doble del salario que recibían los trabajadores negros; éstos resultaban más fuertes en el trabajo y más baratos en el salario. Muchos de ellos, al concluirse las obras, nutrieron de mano de obra las fincas bananeras de área de la United Fruit Co. Otros, como los provenientes de China, surtirían la región de pequeños comercios que suministraban artículos básicos para la alimentación a los obreros del Canal.

Un capítulo especial merece el recuerdo de quienes dejaron su vida en medio de las excavaciones o en los barracones donde se hacinaban los emigrantes. Hasta 1907 la fiebre amarilla fue la principal causa de mortalidad; después fue la malaria hasta que el Dr. Gorgas logró un apoyo decidido para la extinción del "Aedes Egypti". A eso hay que unir el elevado número de los que perdieron su vida en los accidentes, especialmente en los derrumbes como los del Corte Culebra.

Al acercarnos al final del siglo, cuando el Canal revierta a la soberanía panameñana, será obligado tener un especial recuerdo a tantos trabajadores del mundo entero que con su ingente esfuerzo y en medio de tantas dificultades y no pocas relaciones injustas, hicieron posible que viajeros y productos del mundo entero pudieran comunicarse de un modo rápido. A ellos nuestro recuerdo y nuestro homenaje. También ellos labraron, sin discursos ni celebridad la soberanía de un istmo latinoamericano.

94. 7 DE AGOSTO: SANTO DOMINGO DE GUZMÁN.

En un época de confusión en la Iglesia Dios despierta en Domingo de Guzmán un nuevo carisma. Le llama a predicar la Palabra de Dios con claridad, a prepararse para esa tarea con la mayor profundidad posible, y a acompañar la predicción de la Palabra con prácticas de piedad que puedan ayudar a las multitudes.

Este carisma afectó hondamente a la Iglesia. En época de herejías, de falta de claridad, de poca formación del clero, la aparición de los frailes Dominicos reasentó en la Iglesia la tradición de sensatez ideológica y claridad de pensamiento. En un tiempo de profundas pasiones y conflictos, Domingo impulsó la pasión por la verdad. En un momento en que la piedad se mezclaba con esperanzas apocalípticas, inició una piedad sencilla y madura que encuentra su mejor síntesis en el Rosario; ese magnífico método de oración que contempla los principales misterios de la vida de Cristo, acompañándose de la devoción a la Virgen María.

La herencia de Santo Domingo y sus frailes en espiritualidad, doctrina (valga recordar solamente a Santo Tomás de Aquino) y trabajos apostólicos es enorme. Como a la Compañía de Jesús, a los Franciscanos, o a cualquier otra orden religiosa de larga historia, se les puede encontrar errores y pecados de época. Pero la fuerza de su carisma sigue teniendo una gran actualidad.

Hoy, cuando la fe es patrimonio de todos por igual, laicos o clérigos, religiosos o seglares, el carisma de Santo Domingo continúa interpelándonos y llamándonos a un mayor compromiso de fe.

La exigencia de presentar claramente el mensaje del Señor Jesús es más fuerte en un mundo en el que el poder, la riqueza, el placer, la fuerza bruta, se anuncian sistemáticamente como los nuevos ídolos a los que hay que adorar y, con frecuencia, alimentar con la sangre de inocentes. Un mundo complejo, plural, donde trigo y cizaña se mueven simultáneamente sin que muchas veces podamos distinguir con claridad lo bueno de lo malo, nos invita a una preparación seria. No podemos transformar el mundo que nos rodea con gritos, consignas o simples y entusiasmados aleluyas. Conocer la Palabra del Señor, reflexionarla en profundidad, discernir su aplicación concreta a nuestra circunstancia histórica, pide de nosotros el sistemático estudio clásico en la tradición dominicana.

Acompañar la profundidad de nuestra preparación con una piedad sencilla, testimonial y clara para los demás, da, finalmente, el toque de indispensable efectividad al anuncio de la Palabra. Sin una fe vivida desde la piedad sencilla y comprensible para todos. la predicación carece de "gancho". Santo Domingo de Guzmán, santo del pasado, desafío para el presente. ¿Me dejo iluminar por tanta y tan contínua presencia del Señor en la historia?

95. EL DEBER DE LAS EDADES.

 

Así se titulaba el libro de un médico, el Dr. Marañón. Y en él se decía que el deber de la juventud es siempre ser rebelde. Se tiene la historia por delante y no hay derecho a que se le imponga una historia heredada, y muchas veces cargada de injusticias y costumbres y hábitos irracionales. También se afirmaba que el deber de los ancianos era ser conservadores. Les queda poca vida por delante pero están cargados de experiencia y no hay derecho a que alguien quiera eliminar de un plumazo sus logros históricos.

En el medio estaba lo que el doctor llamaba la edad madura. Esa edad en la que hay suficiente historia personal, tanto en el pasado como en el futuro, como para ser críticos, tener capacidad de discernimiento y apostar por las reformas necesarias.

En este contexto el autor referido no dudaba en reirse de jóvenes conservadores, adocenados por el fascismo de su época, haciendo desfiles y deporte sin capacidad crítica, tratando de desarrollar más el músculo que la inteligencia.

Como también se ríe de los ancianos que solo aspiran a dárselas de modernos, a rebajarse años, y a disimular la arruga con la fanfarronería intelectual y progresista.

Más allá de lo que estas ideas nos puedan servir para reflexionar y comprender diferentes talantes personales, los cristianos estamos llamados a superar las tendencias naturales. El cristiano no debe ser cristiano joven ni cristiano viejo. El Señor nos llama y debemos aspirar siempre a ser simplemente cristianos en madurez.

Y el cristiano maduro es el que está decidido a seguir siempre a su Señor Jesús. A estar con El en el anuncio y la construcción del Reino de Dios. A sufrir con El la oposición de aquellas fuerzas que por egoístas o injustas se oponen al reino de la generosidad, el amor fraterno y la igualdad en libertad. A participar con El en la denuncia profética de todo lo que daña al hermano y a resistir la persecución que la denuncia pueda levantar.

Ni la rebeldía es virtud en cuanto tal para el cristano, ni el conservadurismo algo por sí mismo despreciable. El cristiano trata simplemente de seguir al Señor conservando lo bueno y en rebeldía contra el mal.

De cara a nuestra meditación podemos revisar hoy dos cosas. La primera es ver cuántas veces me he dejado llevar por los tópicos de turno: lo joven o lo viejo es bueno o malo simplemente por ser viejo o joven. Y lo segundo examinar si mi madurez cristiana depende de mi seguimiento diario y discernido de Jesús y su Evangelio, o más bien de frases, equilibrios y tibiezas.

96. 28 AGOSTO: AGUSTÍN O LA VERDAD.

 

Pocos hombres buscaron tan denodadamente la verdad como Agustín de Hipona. Pese a haber ingresado en el catecumenado en la infancia, según la costumbre de la época no recibió entonces el bautismo. Tuvieron que pasar treinta y dos años hasta que se encontrase con Quien por tanto tiempo le había buscado.

Primero fueron los años africanos zarandeado por los avatares de una vida de pasiones; el más hermoso fruto serán el amor sincero a una mujer y a su hijo Adeodato. Más tarde los años de estudio de filosofía en Cartago que le pusieron en contacto con el pensamiento maniqueo y le dejaron el sinsabor de una desilusión. Después el interés por encontrar una respuesta a las grandes preguntas de su vida a través del neoplatonismo que conoció en Italia. Por último un creciente deseo por hallar el sentido del amor, la fe y la vida cristiana que despertaron en su curiosidad los sermones del Obispo San Ambrosio de Milán y sus pláticas con amigos cristianos. Hasta que un día del año 386 inmerso en un violento conflicto interior, escuchó la voz de un niño que cantaba una canción "Tolle lege" (Toma y lee) que interpretó como una invitación de Dios para abrir su corazón con humildad a la Palabra que se le dirigía.

Como Agustín todo hombre atraviesa a lo largo de su vida por tres etapas en el camino hacia la verdad. En la primera camina casi paralizado: prefiere no verla por temor a descubrirla y vive oculto tras la cortina de una ignorancia deseada. Para aquietar su vaciedad de autenticidad, se entrega a sus deseos desde los más periféricos hasta que éstos en su desazón terminan por conducirle hasta lo más profundo de su intimidad. Es un camino sin retorno. En una segunda etapa la voluntad de verdad logra que la oscuridad se le desvele pero su imagen se le presenta demasiado desnuda y amenazante, como una noticia amarga que le inquieta. La luz que destella pareciera cegar a su observador. Son momentos de desilusión y frustraciones pese a la aparente conquista.

Quienes logran traspasar ese aparente umbral de la desilusión, lo consiguen cuando alcanzan una humildad que les hace capaces de escucha. Y entonces, guiados por la luz dentro de la que nuestra vida adquiere verdadero resplandor, alcanzan a descubrirse aceptados y queridos por Otro. Sólo así pueden acepatrse a sí mismos. Agustín solía orar al Señor diciendo "Que yo me conozca, que yo Te conozca, Señor!". Es la etapa en la que descubren al Dios "más ínterior que la propia intimidad" y a la vez profundamente cercano. Para ello es necesario el atrevimiento de sentirse acogido en nuestras limitaciones y fronteras por Aquel al que buscabamos. Ahora la verdad no será la verdad desnuda sino que los envuelve con el calor del amor que sabe aceptar la debilidad ajena. Al final de esta peregrinación uno se encuentra con Quien, sin negar nuestra pequeñez se nos propone como "camino, verdad y vida"...

97. LAS HERMANAS DE CHALATE.

Durante la guerra civil que asoló El Salvador durante más de diez años, la Iglesia tuvo que sacar a sus sacerdotes de algunas parroquias ubicadas en zonas de enfrentamiento armado contínuo. Pero en algunos lugares las religiosas quedaron.

En La Laguna, Chalatenango, permaneció un grupo de Carmelitas Misioneras. Dos o tres noches por semana, al principio de los ochenta, la policía sacaba a un hombre de su hogar. Una o dos horas después se escuchaban algunos disparos. Al día siguiente, el hombre, muchas veces joven, aparecía muerto. La policía aseguraba que ellos lo habían tenido solo 10 minutos y que después lo habían soltado. "Tal vez fueron sus amigos comunistas los que le mataron".

Nadie se atrevía a ir al entierro. Solo mujeres, y de la familia. Elementos de la policía, sentados cerca de la tumba, bromeaban y se burlaban en voz alta del que iba a ser enterrado. Algunos jugaban a tirarle piedrecitas al féretro.

Y las hermanas allí, presentes semana tras semana en los siempre tensos y dolorosos entierros. Presentes en el pueblo consolando familias, acompañando dolores, escuchando tiros en las noches, estremeciéndose con una bomba, entre las muchas que cayeron en el pueblo en los enfrentamientos Ejército-Guerrilla, que detruyó una de las habitaciones de la casa. Presentes y permanentes en el testimonio de Jesucristo donde nadie quería, o podía, hablar de El.

Aunque cada vez hay más conciencia en la Iglesia sobre el papel de la mujer, todavía están muy presentes elementos machistas que marginan a la mujer. "Más débiles", "menos formadas", "demasiado sentimentales", "poco racionales", son tópicos que todavía se escuchan entre algunos sacerdotes y, a veces, entre algunos laicos. Sin embargo, en El Salvador, en Guatemala, y en muchas guerras a lo largo y ancho del mundo, han sido ellas las que han mantenido la fe, las que han perseverado en el servicio al prójimo, las que han resistido en el testimonio cristiano. Ellas, las mujeres, han sido muchas veces en la Iglesia (al menos en nuestros países perseguidos de América Latina), los únicos buenos pastores que no abandonaron a sus ovejas cuando el lobo apareció.

Tal vez algunos por cariño pronuncien la palabra monjitas, o hermanitas. Pero sería una hipocresía y un abuso usar estos términos en su sentido diminutivo. Estas hermanas son recias madres de la Iglesia con más derechos de ciudadanía en la misma que muchos de los que nos llamamos Padres y Pastores.

La mujer en la Iglesia, la religiosa en la Iglesia, ¿qué papel juega en mi vida cristiana? ¿Soy capaz de admirar a la mujer, capaz de aprender de ella? ¿Capaz de respetar, de seguir y de obedecer, cuando el Espíritu está más presente en ellas que en mí?

98. 5 DE SEPTIEMBRE: TERESA DE CALCUTA.

En la historia de la Iglesia hay varias "Teresas". Una, la mística reformadora de conventos carmelitas del siglo XVI; otra, la religiosa conventual fallecida de tuberculosis a los 24 años, que llevaba en su corazón, en medio de la clausura de su convento de Lisieux, las preocupaciones misioneras de la Iglesia. La tercera, cuya muerte hoy recordamos, lleva por sobrenombre el de una de las ciudades más miserables de la tierra: Teresa de Calcuta. Albanesa de origen y antigua profesora de Geografía en uno de los colegios más prestigiosos de la capital de Bengala, sintió conmoverse sus entrañas atravesando las mugrientas calles de Calcuta y observar el deplorable aspecto de los moribundos amontonados en las aceras. Desde entonces su vida tomó un giro nuevo hasta hacerse,-como dijo un periodista de ella, "mas grande que el amor".

La oración de este día puede ser una sencilla contemplación. Bastará con fijar nuestra atención en la imagen de esta mujer que hicieron famosa noticieros y revistas. Observados con detención, las arrugas de su anciano rostro, no logran arrancar de ella la belleza interior de los valores por los que vivió. En la blanca sencillez de su sari constituye un reto para nuestra sociedad de consumo; el humilde crucifijo de madera sobre su corazón nos hablará del manantial último de sus sentimientos humanos; bajo su reducida estatura encorvada se esconde toda la humildad de quien supo inclinarse con reverencia solidaria ante el dolor humano. Tal vez hasta nos resulte contrastante observar la sonrisa con la que siempre podía convivir ante los inmensos problemas de quienes le rodeaban porque la esperanza que le movía era más fuerte que la muerte. Será difícil imaginar a la Madre Teresa con sus inmensas manos vacías. A veces las juntaba en un gesto de respeto oriental hacia quienes le rodeaban, en su mayoría no cristianos. Otras, las tenía ocupadas sosteniendo a algún niño desnutrido o abrazando a los ancianos que llenan las casas de las Misioneras de la Caridad Seguramente veremos a la Madre Teresa en movimiento: de un país a otro, para poderse encontrarse con los clamores unánimes de los deshauciados de este mundo a quienes dedicó su Premio Nobel. De Beirut a Etiopía, de Bangladesh a Colombia, de la Unión Soviética hasta China, del Bronx hasta el viejo ghetto de Varsovia, de Siberia hasta Cuba. Cuando el Papa la visitó en Calcuta en 1986, Teresa de Calcuta sólo le pudo enseñar lo que era su habitat diario: la famosa "Casa de la Muerte" ubicado en el barrio de la diosa Kali (la de la muerte). Tomándolo de sus manos lo condujo hasta llevarle a sostener el cuerpo rígido de un moribundo y acariciar los cabellos de una moribunda que repetía: "Estoy sola".

En cierta ocasión un atrevido periodista italiano se atrevió a preguntar a la Madre Teresa sobre el día de su llegada al cielo. Ella sólo pudo responderle riendo que San Pedro le reclamaría: "¿Qué has hecho, Teresa? ¡Nos has llenado el Paraíso con tus pobres!"...

99. DEFENDIENDO EL CRISTIANISMO.

En el siglo segundo, en plena persecución, surgieron cristianos, de diferente condición y cultura, que iniciaron la defensa pública de su religión. Los cristianos no solo estaban amenazados de muerte por la persecución, sino que una gran cantidad de falsedades se corría contra ellos. Se les acusaba de matar niños en sus ritos secretos, de organizar orgías nocturnas, de conspiradores, supersticiosos, "ateos", y se dirigía contra ellos toda una larga serie de insultos y burlas.

Frente a estas acusaciones los cristianos comenzaron a describir su vida comunitaria. Y especialmente su comportamiento social. Uno de los textos menos conocidos de estos defensores de la fe cristiana es la "Apología de Arístides". en ella se hace una descripción de la vida cristiana. Aunque en las comunidades cristianas primitivas había también fallos, la vida estaba ciertamente organizada hacia el compromiso solidario y fraterno, hacia el amor reflejado en el quehacer diario. Y en ese sentido, el texto que a continuación reproducimos merece nuestra atenta reflexión. Hubo cristianos que vivieron así:

"...No comenten adulterio, ni practican la fornicación, ni levantan falso testimonio, ni rehusan devolver un préstamo, ni codician lo que no es suyo... Lo que no quieren que los otros les hagan no lo hacen a nadie... Consuelan a aquellos que los afligen y se hacen amigos de ellos, y hacen el bien a sus enemigos... A los siervos y siervas y a los hijos, si alguno los tiene, les persuaden a hacerse cristianos por el amor que hacia ellos tienen, y cuando se hacen tales les llaman hermanos sin distinción... Se aman unos a otros y no desprecian a las viudas, y libran al huérfano de quien lo trata con violencia; y el que tiene da, sin envidia, al que no tiene. Apenas ven a un forastero, lo introducen en sus propias casas y se alegran por él como por un verdadero hermano... Apenas también alguno de los pobres pasa de este mundo, y alguno de ellos lo ve, se encarga, según sus fuerzas, de darle sepultura; y si se enteran que alguno de ellos está encarcelado o es oprimido por el nombre de su Cristo, todos están solícitos de su necesidad y, si es posible liberarlo, lo libertan. Y si entre ellos hay alguno que esté pobre o necesitado y ellos no tienen abundancia de medios, ayunan dos o tres días para satisfacer la falta de sustento necesario en los necesitados"

El texto no necesita comentario. ¿Somos hoy capaces de organizar nuestras comunidades de tal manera que el amor se refleje en la práctica?. Más allá de los ataques, ¿Podemos describir sin sonrojarnos nuestras solidaridad personal y comunitaria? ¿En qué podemos crecer, en medio de la compleja sociedad en que vivimos?

No solo la palabra de Dios, sino muchos cristianos del pasado y del presente nos continúan cuestionando y haciendo la gran pregunta: ¿Dónde está tu hermano?

100. ORACIÓN EN FAVOR DE LOS DICTADORES (11 DE SEPTIEMBRE).

Los dictadores se vuelven siempre odiosos para un gran número de personas. Ciertamente para aquellos que son víctimas de los métodos violentos e injustos que les caracterizan. También para los que aman la libertad, las tradiciones democráticas, los derechos humanos. E incluso para aquellos que se sienten perjudicados en cualquier aspecto de su vida.

La historia está llena de estos tipos. Como son muchos, y han encarnado terribles fórmulas del mal en la historia (pensemos en Hitler o en Stalin), les dedicaremos un poco más de tiempo en nuestra meditación. Unos murieron en el poder, como Franco, otros fueron expulsados del mismo, como Somoza, otros idearon formas de pervivencia política como Pinochet. La larga lista está generalmente llena de sangre, de injusticia y de violencia. En muchos de estos dictadores se cumplió lo de "quien a hierro mata, a hierro muere", aunque no faltan los que permanecieron, tras sus crímenes, en la impunidad o en lugares privilegiados de sus sociedades.

Este tipo de personas despiertan en muchos, cristianos y no cristianos, sentimientos de venganza, odio y deseo de que todos los males sucedidos durante sus años de autocracia sean pagados incluso con creces, como si del dictador dependieran exclusivamente todos los males acaecidos durante su gobierno. Que se pudra en la cárcel, abandonado y objeto de la burla de todos, que lo maten como a un perro, que incluso el cadáver sea de alguna manera injuriado, son deseos que a veces brotan en muchos, en parte como desahogo, en parte como expresión de odio acumulado durante tiempos de miedo e impotencia.

Estos sentimientos, ciertamente, no humanizan a quien los tiene. Más bien demuestran una especie de contagio de la brutalidad que los regímenes autoritarios imponen. Y desde el punto de vista cristiano son incompatibles con la convicción de que todos podemos ser salvados y arrepentirnos de nuestros fallos, por graves que sean.

Sin embargo, el cristiano tampoco puede quedarse callado ante los dictadores, tentación (y caída) a veces muy evidente entre quienes imitan al interior de la Iglesia mecanismos de poder de este mundo. Al contrario, el cristiano debe ser pilar en la denuncia de estos individuos al tiempo que hace propuestas creativas para su conversión.

A Pinochet, por poner un ejemplo, hay que decirle que es un asesino y pedir que sea enjuiciado. Pero además debería buscarse una fórmula, y hacerla legal (y no solo con él como excepción, sino abierta a más gente), que le permita su conversión. Por ejemplo, ahora que ya tiene sus años, enviarle a prestar un servicio social en un asilo de ancianos inválidos. Tal vez solidarizándose con el dolor de otros, lavando suciedades y ayudando a caminar, descubra que es mejor servir que mandar (y que mandar a matar). Y al general Ponce, exMinistro de Defensa de El Salvador que dio la orden de matar a seis jesuitas y dos mujeres que se hospedaban en su casa, que se le pudiera enviar a trabajar en una comunidad campesina de su propio país, en las mismas condiciones que sus hermanos salvadoreños pobres, durante una decena de años. Tal vez desde el trabajo duro y la marginación que hay que superar en la unión y en la lucha, comprendería y se reconciliaría con los jesuitas que mandó asesinar. Y ciertamente la sociedad salvadoreña podría creer en su conversión.

En definitiva, el cristiano debe buscar la verdad, y decirla, debe ser creativo a la hora de exigir justicia (no limitarse al "ojo por ojo" o al "lo pagarás con creces"), y debe buscar posibilidades, en la realización de la justicia, que permitan no convertir al verdugo en víctima, sino buscar su conversión y reconciliación.

Los dictadores, que no deberían existir, y contra los que hay que luchar siempre, nos hacen al final preguntas que son importantes para nuestra fe. ¿Soy capaz de perdonar? ¿Soy capaz de buscar una justicia que no sea simplemente una venganza? ¿Soy capaz de creer en la conversión de cualquier persona por brutal que haya sido? ¿Impulso, busco y apoyo fórmulas de justicia que tiendan a la conversión de la persona y a su reinserción social?

Preguntas que sirven, ciertamente, para pensar no solo en los dictadores, sino en criminales, con crímenes horrendos muchas veces, pero a quienes también la sociedad ha impulsado al mal. No es justo que la sociedad sea cómplice de la perversión de valores (el dinero, el poder o el placer presentados como absolutos), generando así criminales, y que después queramos usar a los mismos tanto para lavarnos las manos (los malos son otros), como para desahogar en ellos (castigo duro) nuestra frustración ante una sociedad poco humana.

MASA

Al fin de la batalla,

y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre

y le dijo: "¡No mueras; te amo tanto!".

Pero el cadáver ¡ay! Siguió muriendo.

Se le acercaron dos y repitiéronle:

"No nos dejes!.l ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!.

Pero el cadáver ¡ay! Siguió muriendo.

Acudieron veinte, cien, mil, quinientos mil

clamando: "¡Tanto amor, y no poder nada contra la muerte!"

Pero el cadáver ¡ay! Siguió muriendo.

Le rodearon millones de individuos,

con un ruego común: "¡Quédate hermano!".

Pero el cadáver ¡ay! Siguió muriendo.

Entonces todos los hombres de la tierra

le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;

incorporóse lentamente,

abrazó al primer hobre; echóse a andar....

César Vallejo

101. CELESTINO Y MARCELINO.

Se trata de dos papas. El primero, Celestino, era, antes de ser Papa, un hombre con fama de santo. Y en un momento en que la Iglesia deseaba, especialmente a niveles populares, tener a un santo a la cabeza. Total que le hicieron Papa. Pero en una época en la que el Papa necesitaba atender asuntos de Estado al menos con tanta frecuencia como asuntos religiosos, nuestro buen Celestino añoraba los tiempos en que podía dedicarse a la oración, a solas con el Señor. Las cosas eran muy complejas y Celestino, como diríamos hoy, había llegado a su nivel de incompetencia.

Como era realmente un hombre bueno, el problema se resolvió bien. Celestino dimitió. No se aferró al poder ni a las prácticas del mismo, habituales incluso entre algunos papas en aquellos tiempos. No buscó sus camarillas que le ensalzaran, que aplastaran a los que le criticaban, que prolongaran la incompentencia a base de alabanzas y lisonjas. El Papa que le sucedió, no tan santo como Celestino, le mantuvo prácticamente en calidad de preso, por esos miedos que a veces tenemos de que nos hagan sombra. Con el tiempo la Iglesia reconoció sus virtudes extraordinarias y lo proclamó santo. Se trataba de un hombre que había buscado a Dios por encinma de todas las cosas.

Marcelino fue un caso muy distinto y no todos aceptan como cierta esta historia. Durante la última persecución de la Iglesia, allá por los años 305, ese buen Papa adoró a los dioses. Quemó incienso en el templo de Júpiter. Hombre de edad, tal vez tuvo miedo a las torturas y a la muerte. No fue el primer cristiano en rendir culto a los dioses, pero su condición de obispo de Roma creaba un problema especial. En torno a 200 obispos se reunieron para juzgarle en un pequeño sínodo, pero Marcelino negaba las acusaciones.

El problema se resolvió cuando después de la presentación de pruebas, y después de varias negativas, Marcelino confesó: "Pequé delante de Ustedes; no puedo permanecer en el orden sacerdotal" (Actas del Concilio de Sinuesa). Uno de los obispos más ancianos dijo entonces que dado que la primera sede no podía ser juzgada por ninguna otra, había que considerar la confesión de Marcelino como una autocondenación (hoy diríamos dimisión), y que el mismo se apartaba con ella de su responsabilidad episcopal. La sede de Roma quedó así vacante mientras la persecución arreciaba. Según el "Libro Pontifical", Marcelino se arrepintió después y murió mártir.

Aunque los dos casos son diferentes, ambos nos enseñan a saber asumir responsabilidades y retirarse cuando el momento ha llegado. Ambos son, al final, ejemplares. Frente a las luchas que con frecuencia contemplamos por autoperpetuarse en diferentes poderes o por subir a ellos, Celestino, un santo, y Marcelino, un pecador, nos enseñan a saber retirarnos cuando las circunstancias nos lo

piden, bien por incapacidad, bien por fallos personales.

102. 9 DE SEPTIEMBRE: SAN PEDRO CLAVER.

 

 

San Pedro Claver es un santo que debe ser contemplado. Hombre sencillo, sin pretensiones, sin claridad sobre su futuro, descubre en América el mundo de la esclavitud. No reflexiona demasiado sobre el sistema, ni nos deja escritos de hondura sobre los derechos de los esclavos. Simplemente, recibió una gracia: la de identificar a los esclavos sufrientes con Jesucristo.

Y ahí comenzó una historia de servicio que le mereció el título de esclavo de los esclavos. Vivía en una estrecha habitación desde donde le era fácil contemplar el puerto de Cartagena de Indias. Y cuando divisaba un barco, se presentaba inmediatamente en el puerto. Alimentación, salud, limpieza... nuestro santo proporcionaba todo lo que podía a aquellos grupos humanos, hacinados en las bodegas de los barcos, enfermos, asustados, hambrientos y con la desesperación de quien lo ha pedido todo.

En Pedro Claver encontraban un padre. Se preocupaba de que aprendieran la lengua, de que no fueran maltratados, de hacer por ellos todo lo que podía y con frecuencia, más de lo que permitía el sistema de venta de esclavos.

No le movía la normal solidaridad nacida de un justo y laudable humanismo. Había mucho más. Veía en cada esclavo el rostro sufriente de Jesús de Nazaret y los cuidaba y acompañaba como si del mismo Jesús se tratara. No había llaga maloliente que le detuviera e incluso, cuenta la tradición, besaba las heridas como gesto de auténtica compasión.

En nuestra oración de hoy se impone la contemplación. Ver a nuestro santo en acción. Educando, curando, sirviendo, intercediendo. Incomprendido en ocasioes, criticado en otras, despreciado por quienes confiaban en el poder del dinero, de las leyes injustas o de la palabra conmovedora. Pero siempre fiel, siempre presente, siempre sirviendo y siempre apoyado por algunas personas buenas que sabían diferenciar la caridad de la palabrería.

Y después de la contemplación unos breves momentos de reflexión: ¿Pido al Señor la gracia de verle en los empobrecidos de este mundo? ¿Soy capaz de dar tiempo y cariño a aquellos a quienes el "mundo" considera el desecho de la sociedad? ¿Soy capaz de recibir de parte de aquellos que no tienen nada que darme? ¿Agradecer que me reciban, que se crucen en mi camino, a pesar de que mi salud, mi bienestar, mi cultura, pueden ser como un insulto para ellos, que han sido privados de todo por gente parecida a mí?

Y ante mis inconsecuencias, mis miedos y mis traiciones, pedir la gracia de que el Señor se me manifieste en todos los destrozados por la injusticia y el pecado del mundo.

103. LAS FIESTAS NACIONALES.

 

Todos celebramos fiestas nacionales. Independencia, religión, patronos o héroes nacionales juegan su papel. De nuestra parte oímos la justa llamada al descanso, a la alegría y a compartir valores y hábitos de diversión. Pero a la hora de meditar nuestras fiestas es importante que nos preguntemos algo: Qué significa esta fiesta y qué valor continúa teniendo hoy su significado.

Poniendo como ejemplo la independencia, el significado de la fiesta es claro. Pero tal vez no es tan claro el valor que ella mantiene en la actualidad. Hay países independientes pero con una enorme deuda externa que les lleva a mantenerse ecadenados a la voluntad de otros países o instituciones internacionales. Hay naciones culturalmente invadidas que ven, casi sin reaccionar, cómo su propia cultura va desapareciendo. Hay países multiétnicos en los que una etnia trata violentamente de dominar a las demás.

La independencia es sin lugar a dudas un bien, pero muchas veces dejamos este valor relegado al pasado. Tiramos cohetes, alabamos a los próceres, celebramos el feriado con una mejor comida, pero no crecemos en independencia. Al contrario, permanecemos esclavos de ídolos como el poder, la riqueza o el placer. Dejamos que nuestros gobiernos se muevan por "razones de estado" (que las más de las veces solo son conveniencias de grupos dentro del Estado) violando normas democráticas, mintiendo a la opinión pública, consintiendo, aprovechándose o, incluso, promoviendo la corrupción administrativa.

Para los cristianos, las fiestas ciudadanas deberían tener un sentido semejante al de las fiestas religiosas. No hay fiesta cristiana, al menos en teoría, que no historice lo que significa. Por ejemplo, la Eucaristía convierte la muerte-resurrección de Jesucristo en fuerza dinamizadora de nuestra historia actual. Las fiestas de los santos tratan de animarnos a historizar en nuestra época los valores, sentimientos y entrega de quienes nos precedieron en la fe.

Y así, el cristiano no debería celebrar la independencia sin comprometerse con ella. No debería celebrar a los próceres nacionales sin comprometerse con los valores que representaron. Es más, el cristiano debería buscar "nuevos próceres" que en tiempos cercanos hayan historizado valores humanos más comprensibles para nuestra sensibilidad. Es muy posible, por ejemplo, que Martin Lutero King historice valores norteamericanos mejor que George Washington. Y ciertamente Mons. Romero mejor que cualquiera de los generales que se nos presentan como próceres en El Salvador.

¿Eres cristiano? Celebra con alegría las fiestas y descansa en ellas. Pero dales también su margen de reflexión, viendo cómo los valores que celebras pueden servir hoy a tu país.

104. 3 DE COTUBRE: LOS ANGELES CUSTODIOS.

La Iglesia celebra a los ángeles como mensajeros del amor y del poder de Dios. En el Evangelio que se lee en la Misa del día, Jesús ser refiere a los niños como los más grandes en el Reino de los cielos. Y añade una amenaza contra los que se atrevan a hacer daño a los niños, "porque sus ángeles están siempre en la presencia de Dios".

Tal vez hoy no nos guste meditar sobre los ángeles, porque estamos acostumbrados a imágenes de ellos demasiado alejadas de nuestra sensibilidad actual. Angeles niños y gorditos adornando las columnas barrocas de nuestros templos, ángeles jóvenes semitrasparentes, con grandes alas a la espalda, protegiendo desde atrás a niños en peligro. Parece cosa de folklore o de magia.

Pero la palabra del Señor merece siempre nuestra atención. Jesús nos dice que en el amor del Padre hay fuerzas misteriosas que nos protegen. Y que de un modo especial protegen a los pobres y a los débiles. Y que al mismo tiempo nos ayudan a recordar y a fortalecernos en Dios en medio del peligro. A esas fuerzas Jesús, y la tradición antes, les llama ángeles, palabra que proviene del griego y que no significa "ser con alas", sino simple y sencillamente "mensajero" (de Dios).

Creer que hay fuerzas misteriosas, mensajeras del amor de Dios, que nos protegen cuando los poderes de este mundo quieren aplastar el amor entre los seres humanos y la solidaridad entre las personas, es muy distinto a creer en extranños e inocentes seres alados que revolotean como pajaritos ornamentales. Y como que la historia de muchas personas concretas nos da cierta razón para creer en ello, aunque también se pueda hablar de casualidad,

coincidencia, suerte, etc.

Por ejemplo, cuando alguien sobrevive, algunas veces envuelto entre los cadáveres de vecinos y amigos, a una masacre, como que hay algo más que pura suerte. Como que es la mano de Dios contra quienes quieren humillar totalmente a los pobres de este mundo. La mano poderosa de Dios que no quiere que el verdugo prevalezca sobre la víctima y salva a alquien para que cuente la historia.

Nos pueden decir que ésto es poesía o que es mito, pero quienes creemos que Dios habla a través de la historia no podemos evitar un cierto sentimiento de "Dios estaba ahí", o "Dios puso ahí su fuerza", o "Dios nos da un mensaje en esta historia".

Los ángeles, como muchas formulaciones de nuestra fe, hacen referencia siempre al misterio del amor de Dios. Pero al misterio del amor de Dios presente en la historia. Y para quienes creemos que todo en la vida es gracia, que estamos siempre en las manos de Dios, el pensar que Dios dispone de formas especiales para manifestar su cariño y protección, no debería resultarnos difícil.

105. LA PENA DE MUERTE.

 

En Guatemala, en 1996, se fusiló a dos campeinos acusados de violación y asesinato. Inmediatamente en El Salvador se propuso y aprobó una ley que ampliaba la pena de muerte en el país. En Honduras se repitieron voces en el mismo sentido, aunque no progresaron. Las discusión se convirtió en Centroamericana.

Los argumentos de quienes estaba a favor de la pena de muerte eran diversos. Unos decían que infundía miedo y disuadía al criminal. Otros que protegía y resarcía (vengaba) a las víctimas. Algunos incluso pintaban delincuentes con rasgos infrahumanos a los que había que eliminar sin contemplaciones.

Del lado opuesto a la pena de muerte se oían todo tipo de criterios. Sicológicos (la pena de muerte no disuade al criminal), históricos (la pena de muerte ha sido origen de injusticias irreparables y no ha hecho disminuirla delincuencia),legales (el castigo debe orientarse la recuperación), morales (no se puede matar sin se puede evitar el daño posible del delincuente de otra manera), etc.

Pero a nosotros nos interesa sobre todo los datos evangélicos, que también salieron. Y nos interesan porque de los mismos se desprenden elmentos fudamentales de la fe cristiana.

El primero de ellos es que Jesús fue un condenado a muerte. Legalmente condenado, pero injustamente condenado. ¿Pueden los seguidores de un condenado a muerte promover la pena de muerte como camino justo de solución de problemas sociales? ¿Podemos tener la convicción de que no nos vamos a equivocar en la ejecución de la pena de muerte, cuando a lo largo de los siglos tantos seguidores de Jesús han sufrido penas de muerte legales e injustas al mismo tiempo? (Baste recordar en este siglo al P. Agustín Pro en México o a Afred Delp y Dietrich Bonhoeffer en Alemania).

Frente a los condenados de su tiempo Jesús fue misericordioso. La mujer adúltera, "justamente" condenada amuerte según la legislación judía, fue perdonada por Jesús. Su postura pacifista frente al Pedro que desenvaina la espada para defender justamente a su maestro es clarísima: "Vuelve la espada a su sitio, pues quien usa la espada perecerá por la espada" (Mt 26, 52). O en otras palabras, la violencia que destruye vidas engendra violencia, aunque sea defensiva.

La pena de muerte nos remite definitivamente a la séptima bienaventuranza: "Felices los que trabajan por la paz, porque serán reconocidos como hijos de Dios" (Mt 5, 9). La paz del Reino, que va más allá de la ausencia de guerras, y que busca una reconciliación permanente entre grupos y personas. ¿Creo en la construcción de esa paz?.

106. 7 DE OCTUBRE: ¿REZAR TODAVIA EL ROSARIO?.

En este día la Iglesia celebra la fiesta de Nuestra Señora del Rosario. Probablemente más de alguno se preguntará si esta antigua manera de hacer oración, tan repetitivo y elemental, goza aún de actualidad en nuestros días del postmodernidad y secularismo.

La oración del Rosario nació sin duda como fruto del amor de los cristianos a la Madre de Jesús. Nació en la Edad Media y se extendió después por toda Europa, muy probablemente en tiempo de las Cruzadas a Tierra Santa.

Los monjes anacoretas orientales del desierto, que pasaban largas horas de oración, usaban unas piedrecitas para contabilizar el número de sus oraciones vocales. Es probable que ellos a su vez heredaran esta ccostumbre de alguna práctica de ascetas de otras religiones. Más tarde, en los monasterios medievales, los hermanos legos, que estaban dispensados del rezo del Salterio por desconocer la lengua latina en que se hacía, sustituían la liturgia de las Horas con el rezo de Padrenuestros y Ave Marías": eran 150 divididos en 15 misterios, así como son 150 los salmos que los monjes más cultos cantaban en latín. Para ayudar a llevar bien la cuenta a quienes no sabían mucha aritmética, San Beda un famoso monje conocido como "el Venerable" ideó ese instrumento formado por una colección de granos insertados en una cuerdecita.

Más tarde, según narra la leyenda, la misma Virgen aparciéndose a Santo Domingo de Guzmán, le señaló el rezo del Rosario como una poderosa arma para combatir la herejía albigense. Los dominicos se hicieron por ello sus mayores propagandistas. El Papa San Pío V, dominico por cierto, recomendó encarecidamente el rezo del Santo Rosario que se convirtió en una de la oraciones populares más extendidas. Era como el breviario del pueblo. Este mismo Papa instituyó esta fiesta para conmemorar la victoria de los cristianos contra la flota turca en la batalla de Lepanto. Por eso al principio se llamaba Santa María de la Victoria.

Cuando oramos con el rosario, simplemente nos acercamos a quince momentos de la vida de Jesús tratando de ser solidarios como María que supo "escuchar la Palabra de Dios y ponerla en práctica".Lo hacemos de modo muy sencillo y popular: alabando y pidiendo a María que nos permita seguir el camino de Jesús, siendo fieles a nuestro compromiso bautismal "ahora y en la hora de nuestra muerte". A lo mejor en este día, tratando de desempolvar recuerdos de nuestra infancia, podemos hacer la experiencia de orar tomando un misterio del Rosario pausadamente y tratando de decir con el corazón lo que dicen nuestras palabras. Detengámonos allá donde sintamos que nuestro corazón es más tocado. O pongamos ante María las necesidades propias y de la gente que conocemos que atraviesa una especial necesidad. Al fin, la verdadera oración está cargada de sencillez y su calidad se decide en el calor de nuestro amor.

107. EL SACERDOCIO DE LOS FIELES.

 

Así se le llama a esa realidad tan fundamental en nuestra fe cristiana: Todos somos intercesores entre Dios y nuestros hermanos/as porque por Jesucristo todos podemos llamar a Dios Padre y ser realmente hijos, elegidos y llamados a una misión.

Esto hace que en la Iglesia todos tengamos, en nuestra realidad de fondo, la misma dignidad. En realidad es más Iglesia y mejor cristiano el que es más sacerdote, en este sentido de persona incorporada a Cristo por el bautismo, auténtico mediador entre Dios y las personas que vivimos en este mundo. Y en este tipo de sacerdocio, por supuesto, participa tanto el hombre como la mujer.

En nuestra Iglesia estamos acostumbrados a considerar como de mayor importancia el sacerdocio ministerial. Indispensable en la estructura de la Iglesia, llamado a prestar el servicio de la autoridad y de la administración de los sacramentos, es sin embargo secundario al lado del sacerdocio general de todos los bautizados. Sin éste, el otro no podría existir. Es más, puede ser más sacerdote, en este sentido de cercanía a Dios y servicio al prójimo, un laico que un clérigo, una mujer que un obispo.

Esto es tan así que durante alguna etapa de la Iglesia determinados compromisos de laicos varones los incorporaban al ministerio sacerdotal sin necesidad de ser ordenados por los obispos. San Cipriano, obispo de Cartago del siglo III, en plena persecución de los cristianos, unía a su clero, sin ordenación, a quienes habían sufrido persecución y tortura y habían sobrevivido manteniéndose fieles a la fe cristiana. "Unido a nuestro clero no por la oración humana (el sacramento) sino por don divino", decía de un laico que había soportado la tortura. Y de otro: "que se siente entre nuestro clero por la luz clarísima de su brillante confesión" (confesó su fe en Jesús y la mantuvo ante los jueces que lo torturaban).

Los cánones de Hipólito, que nos transcriben la tradición de la Iglesia de Roma, hacen equivaler la confesión del Señor durante el suplicio, a la ordenación sacerdotal. Los cristianos que solo eran llevados ante el juez, confesaban ante él su fe en el Señor, pero no eran torturados, podían solicitar su ordenación, pero tenían que ser ordeandos por un obispo.

Para nosotros lo importante es ahora reflexionar sobre nuestro propio sacerdocio. En el bautismo he sido llamado (y consagrado) para ser mediador entre Dios y mis hermanos/as. Mi estilo de vida, mis actitudes, mis compromisos, mi solidaridad con los que me rodean, ¿genera cercanía con Dios? O en otras palabras, ¿contribuyo a que crezca el amor, la esperanza, el deseo de que el Reino del Señor se acerque? ¿Hace mi vida, desde la humildad y desde la gracia de Jesucristo, que mi fe y mi Iglesia sean respetadas?

108. 9 OCTUBRE: CHE GUEVARA.

Muchos latinoamericanos recuerdan en este día la vida y muerte de aquel médico argentino que adoptó el continente como patria y que siendo Ministro de Industria optó por extender la revolución hasta Bolivia donde la muerte le encontró cuando apenas contaba con 39 años en 1967. El recuerdo se ha hecho aún más vivo desde que su cadáver fue hallado en una fosa común en Vallegrande (Bolivia) y sus restos trasladados a Cuba. La generación de los años 60 recuerda aquella imagen del médico asmático tomando mate. Su mirada firme bajo la estrella de comandante en su boina negra cubriendo sus melenas adorna miles de posters, gorras, camisetas y emblemas que quedaron como símbolo de una generación que se resistía a aceptar la postración de los pueblos latinoamericanos. "Mas vale morir de pie que vivir de rodillas".

Hoy somos más escépticos acerca del uso de las armas como el camino más seguro para alcanzar la liberación de nuestros pueblos. No se puede ocultar que el Che participó en frecuentes ejecuciones sumarias tras el triunfo rebelde. Su proyecto boliviano resultó todo un fracaso. Podremos disentir más o menos de un modelo político al que el recuerdo del Che parece ir unido. Pero, por encima de errores, mitos y leyendas, el Che dio su vida en pos de los ideales del hombre nuevo con los que por tanto tiempo soñó. Sus utopías se hicieron historia; consideró que una victoria no era suficiente y que los pobres no tenían patria. Viajero infatigable por los caminos de América que cuidadosamente reseñaba en su diario, el Che comprendió que había llegado la hora impostergable de emprender un cambio para toda América Latina. Y fue valiente para asumirla, aunque eso le llevara a afrontar las críticas aún de sus mismos compañeros revolucionarios.

Eduardo Galeano escribió en cierta ocasión: "¿Por qué será que el Che tiene esa peligrosa costumbre de seguir naciendo? Cuanto más lo insultan, lo manipulan, lo traicionan, más nace. El es el más nacedor de todos. ¿No será porque el Che decía lo que pensaba y hacía lo que decía? ¿No será que por eso sigue siendo tan extraordinario, en un mundo donde las palabras y los hechos rara vez se encuentran y cuando se encuentran no se saludan porque no se reconocen?".

Hoy es un buen momento para poner ante Dios la virtud cristiana de la fortaleza que es don del Espíritu. Bajo su fuerza nuestra vida se hace más y más honesta. Palabras y hechos se encuentran en armonía honesta. Por ella hay hombres que de alguna manera nunca mueren y cuando les toca hacerlo no temen enfrentar ese momento. Fueron consecuentes en vida y lo son hasta el final sin arrepentirse. Viven y mueren sin miedo. Son dignos de respeto por generaciones. Y la nuestra, envuelta en el ambiente de consumismo y vaciedad, vuelve la mirada a este tramo de su pasado para verse ante una vida de humanidad generosa y digna.

109. Lo que queda de los pequeños

 

En la historia de la humanidad queda habitualmente registrado el nombre de las personas "importantes". Las grandes batallas, las firmas de tratados iternacionales, los presidentes o los reyes, buenos o malos, suelen pasar a los libros con sus bondades o sus maldades. A veces incluso con diferentes apreciaciones sobre su conducta según quien escriba la historia. Los pequeños quedan ignorados, o en el mejor de los casos reducidos a conjunto anónimo: La población pasaba hambre, los pobres estaban desesperados, etc.

Este modo de escribir la historia es típico de grandes y vencedores. Y es, sobre todo, el modo de escribir de quienes quieren y desean que siga habiendo personas que decidan por los demás, que piensen por los demás y que vivan a costa de los demás.

La realidad, sin embargo, es muy otra. Las guerras no las ganan los generales sino los soldados; los tratados no los cumplen los gobernantes sino los pueblos; la bondad, la fe y la esperanza no pesan en el mundo gracias a los predicadores sino gracias a quienes viven estas virtudes. Generales, gobernantes o pastores solo son buenos en la medida en que conocen, aprecian, asumen y reflejan el valor de los pequeños.

Y van dos ejemplos muy breves: La paz en El Salvador la firmó el entonces presidente Cristiani y los jefes del FMLN. Pero el mérito real estuvo en toda aquella gente que desde el inicio se opuso a la guerra e hizo, con su oposición y con su sangre, que la misma no pudiera continuar. Es cierto que gobernantes de los Estados Unidos presionaron a favor del fin de la guerra, lo mismo que la ONU y otros líderes europeos. Pero el mérito fue más de la población sencilla de esos países que exigía a sus líderes acción en favor de la paz.

De los pequeños queda poco en los libros de historia, pero mucho en la realidad. El mundo en que vivimos no se mantiene por la prudencia de los poderosos, sino por la sabiduría de los sencillos, que son la inmensa mayoría, y quieren vivir en paz. La prudencia de los poderosos no es más, con frecuencia, que una mezcla del instinto de conservación con la ambición política o económica.

De los pequeños nos queda la bondad, la solidaridad, el trabajo duro, la capacidad de reconciliación, la fidelidad, el perdón, la compasión y la misericordia, el heroísmo anónimo. También sus pecados, cometidos a veces con un ingenuo afán de parecerse a los "grandes". Pero sus virtudes mantienen al mundo existiendo. Ellos son los que ponen en la balanza el mayor peso del bien, frente al mal existente. Ellos hacen al mundo vivible.

Desde el punto de vista cristiano, leer despacio 1 Cor. 17-31 puede ayudarnos a entender lo que queda de los pequeños.

110. 12 DE OCTUBRE: JUAN BOSCO PENIDO BURNIER.

 

Pertenecía a una familia brasileña desahogada. Dos de sus hermanos eran generales del Ejército del Brasil. En su Orden, la Compañía de Jesús, había sido Maestro de Novicios. Sus compañeros lo recuerdan como una persona moderada, conservadora.

En determinado momento decidió ir a trabajar al Mato Grosso, entre gente sencilla e indígnenas. Allí, con su obispo, Mons. Casaldáliga, fue a protestar por la detención de una pobre mujer, que había sido golpeada por la policía a pesar de estar embarazada. El policía, mientra Juan Bosco presentaba su reclamo pacíficamente, delante del obispo y de otros policías, sacó su revolver y le disparó. Era un 12 de Octubre de 1976. Unas semanas después sus parroquianos, sin armas, sin causar víctimas, destruyeron la casa de la policía y la pequeña cárcel adjunta.

En nuestra oración de hoy no es necesario que pensemos en Juan Bosco. Podemos recordar a acualquier persona, de los miles que hay en América Latina, que sin ser líderes ni dirigentes, sin ser ideólogos o gente de vanguardia, dijeron alguna vez una palabra en defensa de alguien que sufría injustamente. Y fueron asesinados por ello. Campesinos/as, maestros/as, obreros/as, profesionales, estudiantes... La lista es grande y si conocemos a alguno de ellos justo es recordarlos.

Y desde el recuerdo iniciar una oración sencilla. Se trata de bajar al nivel hondo de mis sentimientos de humanidad. ¿Soy capaz de sentir compasión por el que sufre? ¿Vivo sin ponerle barreras a la gente adolorida que se va cruzando en mi camino? ¿Soy capaz de trascender mis propios problemas para fijarme y solidarizarme con los sufrimientos de los que me rodean?

No es cuestión de política, ni de grandes declaraciones. Se trata de examinarse de amor. Juan Bosco, y tantos otros como él, difícilmente pensaron que merecerían la gracia del martirio. Se preocupaban solamente de ser humanos y cristianos, dos palabras que siempre deben ir unidas y que con demasiada frecuencia separamos.

Y así, desde el ejemplo que elijamos, o desde el mismo Juan Bosco, podemos recorrer nuestras vidas. Qué sentimos ante el que vemos sufrir, cuáles son nuestras reacciones inmediatas cuando vemos o contemplamos una injusticia, qué temas llevamos a nuestra oración cotidiana, son preguntas que nos debemos hacer con cierta frecuencia. Nuestra oración no puede dedicarse exclusivamente al cultivo de nuestros problemas personales o al recuerdo de quienes están cerca de nosotros. Nuestro corazón orante tiene que estar abierto a toda la humanidad. Dediquemos pues unos minutos de nuestro día a recordar, usando la imaginación si queremos, a alguna persona cuyo ideal en la viada fuera, simple y sencillamente, ser bueno.

111. ORACIÓN CON NÚMEROS TRISTES.

Solo dos cifras: 800 millones de personas pasan hambre en el mundo. 815.000 millones de dólares es el gasto anual y mundial en armamento (P.N.U.D., 1994).

Pasar hambre no es para los 800 millones de los que habla el P.N.U.D. un fenómeno de un día, sino un problema de vida o muerte, fundamental. Un problema que implica además toda otra serie de carencias. En efecto, para llegar a tener hambre se ha tenido que ir prescindiendo de realidades necesarias para vivir pero menos elementales. El que tiene hambre no va a la escuela, ni al médico, ni tiene trabajo permanente, ni tierra o casa propia, ni ropa para cambiarse todos los días, mucho menos armas propias, etc. Todo lo ha ido sacrificando para poder comer, y no llega ni a eso.

El gasto militar no es una necesidad esencial para el mundo. Solo es esencial para que unos países puedan dominar a otros. O para que esos mismos países puedan respaldar sus posiciones económicas, políticas, culturales, con el recurso final de la fuerza bruta. O para defenderse de los más brutos.

Si se repartiera el gasto militar entre los que pasan hambre, a cada hambriento le tocarían 1.000 dólares. Y con mil dólares al año una persona puede cubrir sus necesidades alimenticias, al menos en el Tercer Mundo, que es donde están la mayoría de los hambrientos.

Un político conservador que lea estas líneas dirá que estamos tratando de proponer una solución al problema del hambre ingenua y no viable. Y que ésto no es tema de oración.

Pero sí es tema de oración el hambre de mis hermanos. Y también es tema de oración el hecho de que si el mundo tiene un gasto enorme en cosas no indispensables (armas, lujos, consumo innecesario), el mundo podría también resolver el problema del hambre. No es un problema de recursos a nivel mundial el que genera el hambre. Es un problema de distribución de los recursos.

San Pablo critica duramente a los que participan en la Eucaristía, comiendo demasiado, mientras otros pasan hambre (1 Cor. 11, 21-22). Santiago utiliza el ejemplo del contraste entre el que tiene comida y el que pasa hambre para explicar la fe muerta de quien no actúa ante la necesidad del prójimo (Santiago, 2, 15-17). Jesús, el último día, juzgará con dureza a quienes no compartieron el pan con el hambriento (Mt. 25, 41-42).

La oración sobre números tristes, debe llevarnos a contemplar los rostros tristes. Y éstos al compromiso de cambiar la triste realidad. ¿Conozco la realidad? ¿Me esfuerzo por dar pasos en favor de un cambio frente a realidades injustas? Mientras se puedan leer números tristes, el cristiano no debe conformarse.

112. 17 DE OCTUBRE: SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA.

Fue uno de los primeros mártires después de la época apostólica. Vinculado a los Apóstoles, obispo y sucesor de ellos (la tradición dice que sucedió a Pedro como obispo de Antioquía), fue condenado a muerte hacia el año 107, y enviado a Roma para ser allí entregado a las fieras en espectáculo público. Durante su viaje, fue deteniéndose en diversas ciudades y escribiendo desde ellas cartas a otras sedes cristianas. En ellas anima, bendice, establece principios de comunión eclesial, insiste en la importancia del obispo como vínculo de comunión, lucha contra una de las primeras herejías, que negaban la humanidad de Jescristo y muestra su espiritualidad y devoción martirial. Destinado a la muerte, se sentía profundamente unido al Señor Jesús. De él son palabras sobre el martirio que se hicieron después clásicas en la Iglesia. Reproducimos algunas de ellas:

"Cierto que deseo padecer (el martirio); pero no sé si soy digno de ello" (Tral. 4, 2)

"... confiando que, por vuestras oraciones, lograré luchar en Roma con las fieras para poder de ese modo ser discípulo" (Ef. 1, 2)

"Si no estamos dispuestos a morir por El, para imitar su pasión, no tendremos su vida en nosotros" (I Mag. V, 2)

"Permitidme ser imitador de mi Dios. Si alguno le tiene dentro de sí, que comprenda lo que yo quiero" (I Rom. 6, 3)

"Estar cerca de la espada es estar cerca de Dios, y encontrarse en medio de las fieras es encontrarse en medio de Dios. lo único que hace falta es que ello sea en nombre de Jescucristo" (I Esm. 4, 2)

"Permitidme ser pasto de las fieras, por las que me es dado alcanzar a Dios. Trigo soy de Dios, y por los dientes de las fieras he de ser molido, a fin de ser presentado como limpio pan de Cristo" (I Rom. 4, 1)

Más allá de cualquier observación, vemos un infinito deseo de indentificarse con Jesús en sus dolores con una fe-amor que le hace confiar plenamente en la resurrección. Y este deseo de sufrir con Cristo crucificado, de ser testigo de su nombre ante el mundo, sellando la fe con la propia sangre, es un don. Un don que el Señor sigue ofreciendo hoy a quienes se solidarizan con los hombres y mujeres marcado/as por la cruz de la injusticia.

¿Es nuestra vida, y con ella nuestra muerte, testimonio en este mundo de la resurrección del Señor? ¿Somos solidarios, fieles a los mártires de ayer, con quienes hoy son martirizados en vida por la injusticia? S. Ignacio, ruega por nosotros.

113. EL SIDA.

Es la peste del siglo XX. En torno a ella se acumulan sentimientos de culpa, idas machistas, predicciones apocalípticas, etc. No causa todavía tantas víctimas como la falta de vacunación de niños en el Tercer Mundo, o como la malaria, pero las puede llegar a causar. Y además... afecta al Primer Mundo.

De hecho se descubrió en el Primer Mundo, pero se ha multiplicado más velozmente en el Tercero. Las condiciones de higiene, deficientes prácticas de salud, hacinamiento, machismo y promiscuidad favorecen su multiplicación. Viajes, migraciones, contactos internacionales, la convierten en amenaza mundial.

Los acercamientos al Sida pueden ser múltiples. Políticos, sociales, sicológicos, religiosos, económicos (el costo de una enfermedad larga, que debilita e incluso exige hospitalización relativamente frecuente a quienes la padecen, es altísimo), etc.

Pero ¿cómo acercarnos al Sida con espíritu de oración?. Recordando casos, sin duda, pero también viendo realidades. Entre ellas el hecho de que es problema de todos. La dificultad de detectar la enfermedad desde el primer momento, la imposibilidad de aislar al portador del virus y de controlar la actuación silienciosa de la enfermedad, hacen que todos seamos, con mayor o menor probabilidad, posibles candidatos al contagio. Ante ello, la reacción no puede ser la de excluir, condenar o marginar. Lo que puede afectar a todos los que somos hermanos, debe despertar, inmediatamente, solidaridad.

Los segundo a lo que nos lleva la fe es a juzgar una realidad en la que los más perjudicados son los más pobres. El mayor porcentaje de enfermos de Sida está hoy en Africa, el continente más empobrecido del mundo en que vivimos. En América Latina, Honduras y Haití, siempre a la cola del desarrollo y el bienestar, son los más afectados. Pobreza injusta y enfermedad van juntas. La urgencia de la solidaridad es todavía mayor.

Finalmente, en un mundo en que la sexualidad es utilizada con frecuencia como propaganda, como mecanismo de dominio o como vía de evasión de la realidad, una enfermedad de transmisión sexual puede recordarnos algo importante. Que el sexo cobra su sentido en el encuentro amoroso. Y que la tergiversación, manipulación y, en ocasiones, degradación, de realidades y valores humanos, puede contribuir a crear monstruos que no pueden ser, después, manejados por sus autores.

Los rostros de las personas con Sida y su sufrimiento nos hablan. Pero también nos hablan las realidades. Personas y acontecimientos son llamadas de Dios al compromiso. ¿Hago algo en favor de los enfermos y en contra de la enfermedad? ¿Soy, tan siquiera, capaz de hablar seriamente del problema?

114. SUPERIOR-INFERIOR.

 

 

Hablando de la situación de las castas en la India, un religioso europeo se escandalizaba de la situación. Un compañero hindú le hacía las reflexiones que más o menos transcribo para nuestra meditación.

Los europeos con frecuencia se escandalizan del sistema de castas en la India, pero el esquema de fondo en el que el sistema de castas se asienta está presente también en la cultura europea. E incluso ha alcanzado, en ocasiones, manifestaciones más aberrantes, como puede ser el exterminio masivo de quienes son considerados inferiores (campos nazis de exterminio para gitanos, judíos, homosexuales, etc.).

Este esquema de fondo es el conjunto inferior-superior con el que tendemos a clasificar mucho de lo que nos rodea. En efecto, cuando una persona desconocida se nos acerca hacemos rápidamente un cálculo sobre la superioridad o inferioridad de la misma con respecto a nosotros. Y según sea el cáculo, así también es nuestro comportamiento. Calculamos la fuerza física, la inteligencia e incluso el dinero que puede tener. Y actuamos según ese cáculo.

Con frecuencia operan en nosotros incluso prejuicios racistas. Nos sentimos superiores frente al extranjero (porque aquí estamos en nuestro campo) o, más irracional, todavía, valoramos el color de la piel. Tratamos mejor al que tiene títulos, posición social reconocida, poder político o militar. En otras palabras, estamos operando siempre con el mismo esquema con el que funcionan los sistemas de castas. Nosotros lo hacemos informalmente, pero no por ello dejamos de ser crueles.

Este esquema de funcionamiento que clasifica personas con los términos superior-inferior es anticristiano. El Señor Jesús, precisamente para mostrar la radical igualdad de los hermanos, insistió en dar más importancia a los que el mundo consideraba inferiores que a los supuestamente superiores. Las viudas, los niños, los enfermos, los pecadores públicos, tuvieron mejores palabras de Jesús que quienes se creían más.

Hoy mi oración consistirá en ver cómo funciona en mi el esquema superior-inferior. La manera más sencilla es recorrer las personas débiles que conozco, o que se cruzan en mi vida, y ver si las trato mejor o peor que a las que considero iguales o superiores a mi. También puedo recorrer mis bromas, mi capacidad de adular a quienes considero que me pueden hacer algún favor, etc. Puedo leer también Mt. 23, 2-12.

115. 1 DE NOVIEMBRE: TODOS LOS SANTOS.

 

La Iglesia pretende festejar hoy a todos aquellos cristianos/as que se entregaron al seguimiento de Jesús, que pusieron el Evangelio como norma y sentido de su vida y que sirvieron a Dios y al prójimo con coherencia y dedicación durante su vida. Personas que contribuyeron a que en su entorno hubiera más amor, comprensión, paz, justicia, etc., (incluídos no cristianos) y cuyo recuerdo se ha perdido en la inmensidad de la historia.

Para la Iglesia es evidente que el número de estos Santos es muy grande. La fidelidad, sacrificio, generosidad e incluso heroísmo de muchos cristianos es una experiencia de la vida cotidiana. Como lo es también la apreciación de muchas vidas grises y tibias, que no terminan, sin embargo, de convencernos de que el mal o la estupidez sean más fuertes que el Evangelio.

En esta fiesta, hagamos nuestra oración recordando gestos de amor, cristianos y/o humanos, que hayamos visto en contemporáneos nuestros. El Laico que caminaba un buen número de kilómetros para ir a celebrar la Palabra de Dios a un lugar recóndito. La señora mayor que visitaba, consolaba y ayudaba a enfermos. El cura que dormía en el suelo cuando visitaba comunidades campesinas empobrecidas. El/la joven que se solidarizaba a tiempo completo con las obras de rescate o distribución de alimentos en tiempo de catástrofe. La religiosa del Asilo de Ancianos, lavando y arreglando con cariño a quienes ya no pueden servirse por sí mismos. Padres y madres cumpliendo ejemplar y sacrificadamente sus responsabilidades con los hijos/as. Religiosas de clausura, entregando su vida en solidaria oración y amor comunitario.

O recordando otros ejemplos tomados de las noticias o de la propia experiencia. El héroe anónimo que tras un accidente de aviación en pleno río Hudson, en Nueva York, logró salvar a cuatro personas de las heladas aguas y pereció en el intento de salvar a la quinta. U otro ejemplo que nos haya impactado en algún momento.

La fiesta de todos los Santos es tiempo de acción de gracias. Nos recuerda que el Señor pasa entre nosotros a través de las vidas de tantas personas buenas que con las que hemos convivido. La bondad que vemos es también Dios actuando en la historia. Esa bondad que a veces pasa desapercibida pero que es fruto de profundas actitudes personales que solo a largo plazo podemos conocer a fondo en otras personas.

La Iglesia quiere celebrar hoy esas actitudes y esa puesta en práctica de las mismas que han hecho de este mundo un lugar vivible para quienes tienen hambre y sed de fraternidad, de justicia, de sentirse y ser miembros de una misma familia, la gran familia humana, en la que la fe en Dios solo puede traducirse en el amor al hermano.

116. 2 NOVIEMBRE: TODOS LOS DIFUNTOS.

El día de los difuntos recordamos la memoria de nuestros familiares y amigos ya fallecidos. Mientras adornamos las tumbas de nuestros seres queridos, la esperanza cristiana nos lleva a recibir de ellos como herencia lo mejor de sus vidas y convertirlo en compromiso para las nuestras propias. Así siempre estarán vivos.

Es imposible que al mirar las lápidas de los seres que amamos no nos asalte más de una pregunta acerca de nuestra propia muerte. Como cristianos no hemos de mirarla con ojos de temor, sino desde la fe del resucitado. Pero la muerte de alguien que amamos siempre nos lanza una pregunta acerca de la vida que ahora vivimos. ¿Qué herencia dejaremos nosotros ese día?...

La vida de Martin Luther King, aquel valiente luchador por los derechos de la raza negra en los Estados Unidos, truncada por los enemigos de la fraternidad, puede servirnos como telón de fondo para que nuestra imaginación vuele al futuro. Podemos orar releyendo las palabras de uno de sus últimos discursos.

..."Me gustaría que alguien contase, en el día de mi muerte, que Martin Luther King trató de vivir al servicio del prójimo. Me gustaría que alguien dijera aquel día que Martin Luther King trató de amar a alguien.

Ese día quiero que puedan decir que traté de ser justo y que quise caminar junto a los que caminaban en justicia, que puse mi empeño en dar de comer al hambriento, que siempre traté de vestir al desnudo. Quisiera que dijeran ese día que dediqué mi vida a visitar a los que sufrían en las cárceles. Deseo que puedan decir que intenté amar y servir a los hombres.

Sí, y, si quieren, digan también que fui un heraldo. Digan que fui un heraldo de la justicia. Digan que fui un heraldo de la paz. Que fui un heraldo de la equidad.

Y todas las otras cosas superficiales, como el Premio Nobel de la Paz del año 1964, no tendrán importancia. No tendré dinero para dejar cuando me vaya. No dejaré tampoco las comodidades y los lujos de la vida. Porque todo lo que quiero dejar a mi partida es una vida de entrega. Y eso es lo que les tengo que decir.

Si a alguien pude ayudar al encontrarnos a lo largo del sendero, si a alguien pude hacerle ver que había escogido el mal camino, entonces mi vida no habrá sido en vano.

Si consigo cumplir mis deberes tal como debe cumplirlos un cristiano, si yo consigo llevar la salvación al mundo, si consigo difundir el mensaje que enseñó el Maestro, entonces mi vida no habrá sido en vano"...

117. 3 DE NOVIEMBRE: SAN MARTÍN DE PORRES.

 

Peruano, mulato, nació en un tiempo en que las diferencias sociales estaban consagradas en su Lima natal por una especie de sistema de castas. El, como negro que era, estaba en los últimos niveles del sistema.

Sin embargo se sintió llamado por el Señor a la vida religiosa. Y aunque le pusieron dificultades por su color, al final consiguió entrar en los frailes dominicos. Dedicado a los servicios más humildes del convento, algunas inmágenes lo representan con una escoba en las manos.

Pero fray Martín tenía también una honda llamada al apostolado. Con conocimientos de medicina, comenzó a ayudar a los pobres de Lima. La caridad, el consejo, la apertura sistemática para recibir a todos, animar a todos y derrochar con todos su capacidad de servicio, hizo de él un hombre venerado. El San Martín de Tours, caballero europeo que en el frío de su tierra parte y comparte a la mitad su capa de gentilhombre con un mendigo en el que descubre después a Jesús, queda sustituído en América Latina por este santo humilde, sin glorias ni futuro eclesiástico, que refleja la enorme capacidad de compartir y querer del pueblo pobre de nuestras tierras.

También Martín de Porrres ve en los pobres a Jesús y también los pobres acaban viendo en él un retrato de Jesús. Porque el que mira a Jesús y se decide a seguirle empedernidamente, acaba pareciéndose a su Señor, siendo su testigo, y de alguna manera su retrato, en esta tierra.

Típico de la época, la tradición nos cuenta muchos milagros. Comprador de comida para el convento, fue incapaz, por el camino, volviendo del mercado, de no compartir los alimentos con los pobres que le salían al paso. Llegó, así, a la casa con la cesta vacía. Fue a pedirle perdón al Superior, y cuando éste bajó a la concina descubrió que la cesta se había llenado de nuevo. Maravillas aparte, de nuevo el milagro de la solidaridad que nos transmite la multiplicación de los panes en Galilea. El que goza compartiendo acaba necesitando muy poco. Y hasta los pobres se lo pueden dar.

En nuestros días Martín de Porres nos sigue planteando cuál es la clave de la realización personal. Es evidente que no se trata de repetir esquemas de división social en el que los pobres pertenecen irremediablemente a un estrato marginado y solo apto para los "menesteres bajos" de la sociedad. Pero sí de preguntarnos por nuestro sentido de la vida. Frente al prepararnos para tener cosas, haciendo depender el ser del tener, Martín de Porres nos sigue hablando de seguir al Señor que gozó más con el dar que con el recibir. Pero que también se alegró sobre manera cuando recibió respuestas generosas.

118. 9 NOVIEMBRE. EL MURO DE BERLÍN.

En esta fecha del año 1989, el mundo entero asistió impresionado al espectáculo de los jóvenes berlineses que alzándose sobre los viejos muros vigilados por la policía de Berlín oriental, peleaban por conseguir como recuerdo histórico un trozo del muro de Berlín que se desmoronaba a golpes de picos y mazos. Las dos Alemanias volvían a unificarse tras los largos años de separación impuestos por la postguerra y con ello desparecía aquella odiosa barrera impuesta como un pesado castigo por los aliados a la Alemania vencida tras la segunda guerra mundial. Con la caída del muro de Berlín cayeron también muchas de las divisiones de la Europa de la guerra fría. En verdad ahora era posible pensar en la unión de toda Europa.

Pero en este día podemos preguntarnos ¿cuántos muros quedan aún en pie separando inexorablemente los destinos de la raza humana? Unos se han trasladado al Mediterráneo para separar, mucho más que antes, a los países opuentos del Norte que se apremian a unirse para hacerse fuertes desde la moneda única, frente a los débiles países del norte de Africa en donde se concentran las más elavadas cifras del hambre o los genocidios raciales más sangrientos. Allá se reproduce diariamente el espectáculo de quienes tratan de emigrar infortunadamente en embarcaciones improvisadas que buscan atravesar el Estrecho de Gibraltar, un corto espacio que les separa de un un inmesno abismo de diferencias económicas.

Parecido espectáculo el de muchos de los países asiáticos inmersos en la miseria pero rodeados de la riqueza del desarrollo tecnológico de los grandes productores "los tigres de Malasia. En el continente americano, la escena se repite. Aquí el muro parece incapaz de detener la avalancha de emigrantes que desean encontrar, como un soñado paraíso, los peores trabajos que ofrecen a los indocumentados en los países del Norte. En uno y otro lugar, como que los países pobres devuelven la visita a los países que por años los colonizaron y explotaron.

"Entre Uds y nosotros existe un gran abismo", dice Abrahám al rico Epulón en la parábola que relata Jesús. Este abismo infranqueable se mantiene vivo aunque de uno y otro lado los rostros hayan cambiado. Ya no es, tal vez el capitalismo frenteal comunismo,sino el Norte contra el Sur; los paises abastecedores de materias primas y los que las transforman; los que producen tecnologia y los que sóo logran imprrtarla a precios elevados, los eternamente endudados y quienes fijan las condiciones del intercambio internacional en el mundo.

La oración de este día nos conduce a levantar la mirada hacia nuestro mundo rodeado de inmensas murallas de injustas diferencias. Podemos pedir al Señor que nos haga constructores de un orden internacional equitativo.

119. LAS DECISIONES ERRÓNEAS.

Estamos acostumbrados a pensar que podemos tomar, indefinidamente, decisiones acertadas. No es cierto. No hay ningún ser humano que pueda decir que durante toda su vida sus decisiones hayan sido correctas. Sería un ser perfecto. Y no lo somos.

Esta realidad no nos debe apartar de la búsqueda de decisiones correctas. Ni tampoco nos debe paralizar. Pero sí debe hacernos más humildes. Por ejemplo frente a la autoridad. A la autoridad se la elige, o se la nombra, normalmente, para que tome decisiones. Se espera que tome buenas decisiones, pero se sabe de antemano que no todas las decisiones serán perfectas. Este conocimiento de la limitación humana debe impulsarnos a buscar que al menos la mayoría de las decisiones sean perfectas. Y a tratar de comprender a la persona que toma decisiones imperfectas o erróneas.

Pero a la inversa. Si tengo autoridad, debo agradecer la crítica. Porque sólo la crítica me recuerda que no soy perfecto. Y puede, también, ayudar a corregir mis decisiones erróneas o los malos resultados de las mismas. Y ello aun en el caso (no ideal, pero aprovechable) de que la crítica sea ácida y agresiva.

Al final, las decisiones erróneas (se supone la buena voluntad), si nos acercamos a ellas con espíritu de humildad y diálogo, pueden servir para acercarnos más unos a otros. Reconocer errores lleva a pedir perdón, a entender mejor al ofendido y al ofensor, a conocer mejor la realidad humana en la que estoy inmerso y aplanificar un futuro más limpio de equivocaciones.

Solo el Pedro que llora amargamente su negación de Jesús es llamado para apacentar a sus ovejas (¿y ha habido algún Papa más santo que él?). Solo el Pablo que reconoce públicamente que ha sido perseguidor de la Iglesia de Dios es elegido para extender con enorme energía la fe de Jesús entre los pueblos.

Para nosotros hay demasiadas preguntas en este terreno. ¿Creo por definición que las decisiones que toman otros son automáticamente malas o imperfectas? ¿Creo esto especialmente cuando no soy consultado? ¿Creo que yo lo haría mejor que la autoridad correspondiente? ¿Creo que la crítica es una falta de respeto a la autoridad? ¿Creo, en la práctica, que nunca me equivoco? ¿Me pongo defensivo cuando me dicen que me he equivocado? ¿Estoy siempre dispuesto a descalificar la crítica diciendo que es negativa, en vez de preguntarme si tiene algo de verdad?

La lista de preguntas es interminable en este punto. Pero mejor que hacernos preguntas es ponernos ante el Señor, reconocer la miseria personal y pedirle un poco más de humildad. No de la de labios para afuera (es muy fácil decir que soy un pecador), sino de la que cambia la vida y nos abre realmente al hermano.

120. EL ÁRBOL QUE PODÍA APRENDER.

 

Es una vieja historia. Dios dió inteligencia a un árbol, de modo que podía aprender. Y el árbol inteligente, nacido a la vera de un camino, veía cómo alguna gente se aprovechaba de su sombra, cómo otros le cortaban ramas para hacer fuego con ellas, cómo algunas parejas grababan dolorosamente en su corteza palabras de amor, cómo le bajaban sus frutos a pedradas cuando todavía no estaban maduros, cómo alguna gente al pasar lo golpeaba. Veía también cómo otros apreciaban su sombra, sus frutos, el rumor de la brisa en sus ramas y su suave cobijo, protector del calor al mediodía y del rocío y del sereno por la noche.

Y este árbol inteligente aprendió también a defenderse. Podía perder sus hojas rápidamente y dejar sin sombra a quienes le caían mal. Podía producir frutos buenos o amargos, sanos o venenosos, aunque con hermosa apariencia. Hacer el bien o el mal a voluntad. Como el sándalo, podía regalar buen olor al que le hiriera, o, al contrario, provocar que una rama se rompiera y cayera sobre el agresor.

Con tantas posibilidades y potencialidades, el árbol descubrió su libertad. Ante el bien y el mal tenía que elegir. Podía elegir no dar frutos, desarrollar una madera que no sirviera para leña y hacer crecer una corteza que le protegiera de los golpes de los caminantes. Incluso las hojas podían ser ralas y delgadas para evitar que la gente se quedara mucho tiempo gozando de su sombra. O dar frutos que sólo le gustaran a los pájaros, asegurando así una música no perecedera. O frutos que hombres inteligentes aprendieran a cultivar, cuidar y comercializar, de modo que nuestro árbol se beneficiara de una relación de intercambio.

Pero este árbol inteligente sabía Quién le había creado. Y que había sido creado para ser árbol. Y decidió tener buena madera para muebles o para leña, dar buenos frutos, regalar buen olor cuando alguien golpeara sus hojas o su corteza, ser nido para todos los pájaros, cantaran bien o mal, dar sombra a todos los viandantes, apreciaran o no la suavidad del descanso que ofrecía.

Y como árbol del camino que era, la gente agarró sus frutos a tiempo y a destiempo, le cortaron ramas para hacer fuego, le hirieron con navajas o machetes. Le arrancaron la corteza para quemarla como incienso. Lo usaron los peregrinos y se olvidaron después de él. Y murió de pie, como mueren los árboles, dando frutos hasta el fin, convertido antes de tiempo en leña que calienta inviernos y comidas, en humo y en cenizas.

Pero quienes probaron sus frutos, peregrinos en la sombra del camino, llevaron su semilla a sus tierras. Se multiplicaron los árboles y se multiplicaron los frutos. Y la vida fue mejor sobre la tierra.

121. 16 DE NOVIEMBRE: MÁRTIRES JESUITAS DE EL SALVADOR.

Los mártires jesuitas de El Salvador nos sugieren muchas cosas. Su dedicación en la búsqueda de fórmulas estructurales de paz con justicia en El Salvador, su disposición al riesgo, su entrega, su capacidad intelectual al servicio de los demás, sus méritos en la lucha, su vida entera, se prestan a la reflexión.

Sin embargo, tal vez a ellos les gustaría que se meditase sobre su vida uniéndola con la de aquellos a los que defendieron. Y nada mejor para ello que unir su muerte al tema que sirve para unir tanto asesinato cometido durante la guerra civil de El Salvador: La impunidad.

Famosos, con una solidaridad internacional impresionante, con amenazas de suprimir la ayuda militar norteamericana, indispensable para la guerra, el crimen cometido contra ellos ha quedado en la impunidad. La solidaridad y el trabajo al interior del país logró llegar hasta los nombres de quienes finalmente diron la orden de matar. Pero una amnistía, de dudosa legalidad, cubrió inmediatamente sus delitos. Los jesuitas sufrieron así la misma suerte de los pobres, muertos como ellos injustamente y en el mismo ambiente de impunidad.

De este modo los mártires jesuitas unen sus voces, con los ricos matices de sus recias personalidades, a las de todos aquellos que claman en favor de la justicia, en contra de la impunidad.

Frente a ese terrible olvido con el que los verdugos gustan tapar sus crímenes y que tiene como aliado al tiempo, los cristianos primitivos, en tiempo de persecución, acostumbraban a citar el salmo 72, 14, que dice que el Señor "librará su alma de la violencia y la opresión, y su sangre será preciosa ante sus ojos". Esa sangre preciosa que, porque lo es, se convierte en grito y en reclamo en la Jerusalén Celestial, clamando precisamente contra la impunidad: ¿"Hasta cuándo, Dominador Santo y Justo, estarás sin hacer justicia y pedir cuenta por nuestra sangre a los habitantes de la tierra?" (Apoc. 6, 10).

Siendo como son testimonio y reclamo permanente contra el abuso y la impunidad de los poderosos, no podremos celebrar a nuestros mártires sin sumarnos a ese clamor que pide justicia. Justicia para elniño/a que muere de hambre en la huída de su aldea bombardeada, víctima no solo de un ejército criminal sino de una bombas que fueron vendidas a ese ejército por personas con nombre y apellido. Justicia para los fusilados masivamente por ser hombres que pertenecían al bando opositor. Justicia para las mujeres cuyos niños fueron arrancados de sus pechos, cuya dignidad fue violada y cuyos cuerpos en flor fueron destinados a morir en la tortura. Que la vida de nuestros mártires, con Ellacuría al frente y su radicalidad y lógica implacable, nos den fuerza para luchar en la construccción de un mundo más humano.

122. ¿CRISTO, UN REY?

Como bien sabemos, el año litúrgico no coincide con el del calendario. El segundo concluye el 31 de diciembre. El primero lo hace con la fiesta de Cristo Rey que suele ocurrir a finales de Noviembre. Tras el domingo de Cristo Rey, la Iglesia se prepara para la celebración de la Navidad con el tiempo de Adviento.

A los cristianos del siglo XX nos cuesta vibrar con esta advocación que pareciera unir a Jesucristo con un sistema de gobierno basado en la herencia, la sangre azul y los títulos nobiliarios. Pareciera un título cristológico algo "arcaico". Para muchos la vida de reyes, reinas o princesas se asocia a un estilo de vida al menos ostentoso si no escandaloso. ¿Participaría Jesús en ese "discreto encanto de la monarquía" que tanto atrae a la prensa del corazón?. En el mejor de los casos muchos sienten que la monarquía es sólo una reliquia de museo de la vieja historia política del mundo hoy desplazada por los sustemas democráticos. Muy probablemente esta fiesta nació cuando tiene su origen en la solicitud elevada ante el Papa Pío XI por los monarcas europeos que veían amenazados sus tronos tras la primera guerra mundial. En respuesta, el Papa estableció desde 1921 esta fiesta.

Lo que en su origen celebraba la comunidad cristiana era el señorío y la realeza de Cristo. Y eso lo hacía precisamente en el día del domingo de Ramos. Nada de coronas ni cortejos nupciales: sólo Jesús subido como único trono a un asno entrando en Jerusalén entre la multitud curiosa, camino de su muerte: he ahí el "cortejo real". Y es que el reinado de Jesús, aunque es para este mundo no es como los de este mundo, como El aclarará más tarde a Pilato.

Para los primeros cristianos el término de Rey iba unido al de Señor: Jesús es el único valor verdadero por el que vale la pena vivir y morir. Todos los demás son señoríos pasajeros y falsos. Cristo Jesús, dice Pablo, es el primero en importancia de todos los seres del universo, es la única imagen del Dios invisible y por ello la verdadera cabeza de la Iglesia.

La oración de hoy puede ser momento de un sincero examen que a la vez nos sirve de evaluación antes de despedir el año litúrgico. Porque creer en Jesús Rey no es un simple protocolo de respeto o una mera inclinación de reverencia. Consiste en detestar para siempre ídolos, fetiches o falsas imágenes de Dios a los que en nuestra vida, de un modo u otro, les rendimos desde admiración y reverencia hasta culto. En unos casos son los ídolosestandarizados que nos impone nuestra sociedad de consumo y ante los que inmolamos nuestra libertad. En otros, son los principios que en el "ranking" de valores de nuestra cultura son los más cotizados. Nos puede ser útil pasar por el test de nuestra verdadera fidelidad a los valores del Reino releyendo las bienaventuranzas de Jesús, la Constitución" de ese Reino de Jesús.

123. MASACRES DEL SUMPUL (14 de Mayo) Y de EL MOZOTE (11 de diciembre).

No se sabe el número exacto de víctimas en el Sumpul, pero con seguridad fueron más de 300 personas que huían rumbo a Honduras desde El Salvador. Personas desarmadas, en su gran mayoría mujeres, niños y ancianos. En el Mozote se calculan 800 víctimas. Y hay plena prueba de que entre éstas se cuentan 132? niños con una edad promedio de 6 años que fueron asesinados a sangre fría en el interior de un edificio.

Frente a este tipo de crímenes surge siempre el deseo ferviente del "nunca más". Y este deseo, independientemente de quien lo exprese, es profundamente cristiano. Porque el cristiano está contra la muerte y en las masacres se expresa con mayor claridad la aberración de la anti- e in- "cultura" de la muerte.

Pero además del "nunca más" el cristiano debe reflexionar sobre las raíces de estos actos. La absolutización del poder o del dinero (o de ambas cosas) está siempre detrás de este tipo de crímenes. Poner freno a ambas absolutizaciones y establecer mecanismos democráticos que las controlen es también tarea cristiana.

En estos actos se ve además el racismo de nuestras sociedades. Los periódicos de El Salvador le dieron menos espacio a estas dos masacres que al asesinato de algún político del partido en el poder. Incluso en su momento, negaron el hecho. Lo mismo hizo el Embajador de Estados unidos, teniendo, como tenía, al menos la capacidad de encontrar la verdad. Para muchas personas de nuestras sociedades la vida de los pobres tiene realmente poco valor.

Y se ve también la hipocresía de nuestros gobernantes (y a veces de algunos miembros de la Iglesia). Estas masacres deberían ser fechas históricas. Y los lugares donde se produjeron verdaderos monumentos. En las fechas-recordatorio, los gobernantes deberían ir a estos lugares para condenar la barbarie y dar la seguridad a la población de que nunca más se repetirá este tipo de brutalidad. Sin embargo, quienes dicen ser servidores públicos prefieren, en algunos países, fomentar el olvido. Ignorantes (o a sabiendas) de que cuando la barbarie se olvida es muy fácil repetirla.

Frente a esta realidad dura y tensa la reflexión cristiana tiene que caminar hacia la propia persona y hacia la sociedad. ¿Reacciono frente al abuso de poder o me conformo con que a mi no me toque? ¿Me resulta lejana la muerte de los pobres? ¿Me esfuerzo por conservar vivo el recuerdo de los masacrados? ¿Analizo las raíces de la barbarie y su posible permanencia en nuestra sociedad actual? ¿Hago algo por cambiar las cosas?

Si las preguntas me resultan demasiado áridas, puedo leer lentamente, pensando en las masacres, los Salmos 9 y 10.

124. LA LEYENDA DE MARGARITA LA TORNERA.

 

Es una vieja leyenda.

Una monja franciscana de clausura, Margarita, atendía el torno (ventana con un mostrador giratorio partido a la mitad por una separación con rejilla) de su convento. Con mayor relación con el mundo que sus compañeras, se enamora de un joven galán y huye secretamente del convento, confundiendo el amor con la pasión.

Sedienta de un amor perfecto, Margarita descubre lo ciego de su pasión al cabo de unos años. Arrepentida y dispuesta a hacer cualquier tipo de penitencia que se le exija, vuelve al convento, confiando en la misericordia de las monjas que tal vez la quieran recibir de nuevo.

Cuando llega, la puerta que daba al pequeño cuarto tras el torno está abierta. Sus hábitos están encima de la silla. Margarita se los pone y descubre que nadie en el convento había echado su ausencia en falta. La Virgen, a quien Margarita había pedido siempre el don de la perseverancia, había hecho por largos años de tornera.

Por supuesto que es una leyenda como muchas otras de la religiosidad popular. E incluso se presta a hacer bromas en torno a la pobre Margarita, "de eterno amor sedienta", pero suficientemente ciega y loca como para dejar que la pasión la guíe, buscando el amor "en el seco destierro de esta tierra", como decía el poeta.

Pero más allá de lo mágico, la leyenda nos transmite una verdad importante. Dios nos mira de modo distinto a como nosotros nos miramos y juzgamos. Tal vez porque nos ve en toda nuestra dimensión de personas.

Mientras nosotros nos vamos manifestando a lo largo de nuestra historia, con avances y retrocesos, con éxitos y fracasos, con esperanzas y con caídas, Dios nos ve y nos sopesa sin las limitaciones espacio-temporales. Tal vez El ve mejor a los que se equivocan por amor que a los que nunca se equivocan en ese terreno porque han matado su capacidad de amar.

Podemos ahora contemplar a Margarita sorprendida porque nadie la ha echado en falta, e imaginar a continuación qué hubiera pasado sin el milagro de la leyenda: Todo el convento revuelto y escandalizado por la deserción de Margarita.

Si miramos con ojos limpios la historia, podremos al final pedir al Señor el don de la misericordia. Con los demás e incluso con nosotros mismos. Dios espera, confía y perdona, como en la parábola del Hijo Pródigo. Y como en la misma parábola, nosotros tenemos la tendencia a actuar como el hijo mayor, que no quería participar en la alegría del retorno arrepentido de su hermano.

125. 14 DE DICIEMBRE: SAN JUAN DE LA CRUZ.

Carmelita, Juan de la Cruz es el místico más conocido de habla castellana. Con muy pocas poesías escritas, está considerado como un extraordinario poeta. En ellas transcribe su relación con Dios.

La más larga de sus poesías se titula Cántico Espiritual. En ella, a imitación del Cantar de los Cantares, describe los amores entre "el alma y el Esposo". Cualquiera de nosotros y Jesús. Hoy recorreremos algunas de sus estrofas. Nos fijaremos en cómo la realidad refleja al Amado. Y en cómo el que busca al Señor va siempre más allá de la realidd hasta llegar al encuentro.

El alma desea y extraña al Esposo. La poesía comienza: ¿Adónde te escondiste - Amado, y me dejaste con gemido? - Como el ciervo huíste, - habiéndome herido; - salí tras ti corriendo, y eras ido. Se inicia un proceso de búsqueda que no se detiene ante nada. El amor del Señor, supera todas las pruebas: Buscando mis amores, - iré por esos montes y riberas, - ni cogeré las flores, - ni temeré las fieras, - y pasaré los fuertes y fronteras.

En esa búsqueda el alma va descubriendo en las criaturas las sombras de la belleza del Amado. Y ese reflejo de la belleza del amor mayor hace nacer una inquietud profunda: Y todos cuantos vagan, - de ti me van mil gracias refiriendo - y todos más me llagan, - y déjanme muriendo - un no sé qué que queda balbuciendo. Por ello el alma protesta ante el Señor que no aparece: ¿Por qué, pues has llagado - aqueste corazón, no le sanaste?; - y pues me le has robado, - por qué así le dejaste, - y no tomas el robo que robaste?. El alma termina, así, clamando: Descubre tu presencia -y máteme tu vista y hermosura, mira que la dolencia - de amor, que no se cura - sino con la presencia y la figura.

El hecho de ser pecador no es obstáculo para este encuentro amoroso, porque el amor del alma es fruto del amor del Señor que nos amó primero, y llena de belleza a quien lo recibe: No quieras despreciarme, - que si color moreno en mí hallaste, - ya bien puedes mirarme, - después que me miraste, - que gracia y hermosura en mí dejaste. Y el "Esposo" así la reconoce, viendo su gran amor en lo que El llama soledad, en otras palabras, el tener puesto el propio amor, de un modo definitivo, solamente en el Amado: En soledad vivía, - y en soledad ha puesto ya su nido, - y en soledad la guía - a solas su querido, - también en soledad de amor herido. El amor del Esposo provoca el encuentro y el alma exclama ya gozosa: Gocémonos amado, - y vámonos a ver en tu hermosura - al monte o al collado, - do mana el agua pura; - entremos más adentro en la espesura.

Podemos hoy repetir las frases del poeta enamorado de Dios que más semejantes encuentre a mis deseos de relación con el Señor, o a mi experiencia de relación con El. O tal vez pueda preguntarme si de veras quiero querer a Dios sobre todas las cosas.

126. NAVIDAD.

La mayor parte del mundo cristiano celebra la Navidad con alegría. Pero, ¿celebramos cristianamente estas fiestas? Recordemos sencillamente qué es lo que celebramos.

Por supuesto que el motivo principal de la celebración es el nacimiento de Dios hecho ser humano. Pero esto no es todo. Jesús no nace sin contexto y sin historia, sino dentro de una situación muy definida. Nace en un pueblo pequeño, con una gran identidad como nación, pero dominado por el imperio romano. Nace en una familia sencilla que no tiene recursos para darle un lugar digno para nacer. Lo paren en un establo. Y relativamente pronto huirá de una persecución que lleva muerte a un conjunto de niños inocentes.

En otras palabras, que celebramos la solidaridad de Dios con nosotros en el contexto de una profunda insolidaridad nuestra con él. Dios nos da su amor mientras nosotros le mostramos nuestro desamor en puertas cerradas y en persecución injusta.

Dos mil años después la solidaridad no está asegurada. Los grandes comercios tratan de convertir en negocio la Navidad mientras los que tienen posibilidades de gasto convierten estas fiestas en fiestas del consumo. Las puertas siguen cerradas para millones de personas empobrecidas en muchas partes del mundo. Nos encanta el calor familiar de nuestros hogares y celebramos ritualmente nuestra alegría de grupo. Pero nuestros ritos no se abren a aquellos que más allá de los muros de nuestra casa pasan hambre, frío o marginación.

Si acudimos a los Evangelios encontraremos personas que sí supieron celebrar la Navidad correctamente. Los pastores se hicieron presentes y los Magos trajeron sus dones solidarios. Los dos grupos dejaron sus ocupaciones habituales para encontrar la debilidad de un niño y solidarizarse con ella. Salieron de sí mismos y fueron al encuentro del que estaba fuera de la ciudad, marginado del mundo y sus comodidades establecidas.

Solo desde la sencillez de los pobres y desde la reflexión de los que se preguntan por el sentido de la vida encontró el Señor solidaridad. Los que estaban seguros de su poder, de su dinero o de sus costumbres e ideas no se preocuparon lo más mínimo. O en la medida en que el acontecimiento del nacimiento de Jesús adquiriera tonos peligrosos, trataron de cortarlo por lo sano a través de una masacre de inocentes.

Esta dinámica de solidaridad e insolidaridad continúa en los Evangelios a lo largo de toda la vida de Jesús. Solo los sencillos y los que se plantean a fondo el sentido de su vida le acompañan hasta el fin. La Navidad es anuncio y llamada. Y únicamente quienes abren las puertas de su casa y salen al encuentro del otro llegan a celebrarla correctamente.