Newman, fe y literatura en el Movimiento de Oxford

por Gonzalo Larios Mengotti,
www.arbil.org

La vida de Newman está marcada por dos etapas, casi de la misma extensión, y su hito evidente fue su conversión al catolicismo en 1845. Pero el Newman católico no será tan distinto al anterior, como señaló en una de sus novelas, Perder y ganar, “los conversos vienen no a perder lo que tienen, sino a ganar lo que no tienen”, y él ganó el catolicismo, irá a Roma donde fue ordenado sacerdote, y durante otros 45 años desplegó una prolífica labor espiritual.

John Henry Newman, (1801-1890), es autor de una magnífica autobiografía de su trayectoria espiritual, como la llama él mismo en el subtítulo, Historia de mis ideas religiosas, cuyas páginas lo incorporaron como miembro relevante de la historia de la literatura inglesa del siglo XIX. Lo anterior es particularmente curioso si tomamos en cuenta que su Apologia pro Vita Sua, como tituló la obra, relata su trascendente y polémico paso nada menos que del anglicanismo a la Iglesia Católica, en los inicios de la Inglaterra victoriana, cuando el catolicismo era una religión que, despreciada oficialmente en la isla desde el siglo XVI, había quedado para muchos ingleses, reducida a paño de lágrimas de irlandeses “ignorantes y borrachos”.

Nada hacía presagiar que la Iglesia de Inglaterra, The Church of England, en pleno auge del Imperio Británico y de la Revolución Industrial, pudiera verse afectada y remecida por la conversión de uno de sus clérigos. Pero así fue, como reconoció el propio primer Ministro Gladstone.

La conversión de Newman no se debió al ejemplo que recibiera de los católicos, a quienes poco trató durante su vida, más aún, podríamos decir que se produjo pese a los católicos, ya que de ellos primó en él, un tiempo, la opinión no muy alentadora que recogiera in situ durante su viaje por el Mediterráneo, en 1833, cuando criticó la actitud de los italianos que “parecieran poseer la verdad en situación de pecado”. La conversión de Newman fue de otro tipo, como relató en su autobiografía.

Intentaré señalar en este artículo algunas de las claves de la historia de John Henry Newman, con el objetivo de alentar la lectura directa de su itinerario espiritual. Fue como estudiante en Oxford, cuando decide su vocación religiosa, Newman era un joven anglicano proveniente de una familia de la burguesía financiera británica de raíces evangélicas, es decir proveniente de sectores calvinistas del anglicanismo. Tempranamente distinguido Fellow del Oriel College, es decir profesor y tutor, fue clérigo anglicano con tan sólo 24 años. Junto con otros dos religiosos, John Keble y Richard Hurrell Froude, -que lo llevan del evangelismo hacia la High Church, es decir del sector más protestante hacia el más conservador, siempre dentro del anglicanismo- se proponen dar inicio a un proceso de renovación espiritual dentro de la iglesia de Inglaterra. Aspiraban a otorgarle profundidad espiritual a una iglesia anglicana algo fría, golpeada por la rutina y que veían muy “establecida”, incluso sin respuesta ante las amenazas que, por un lado, presentaba un racionalismo desafiante y con él un liberalismo teológico, y por el otro, un sentimentalismo romántico que pretendía convertir la religión en una simple emoción. Frente a esta doble amenaza, Newman propone una religión intelectual sin racionalismo y espiritual sin emocionalismo, pretendiendo reanimar la vida espiritual de los anglicanos.

Esta iniciativa espiritual tuvo su núcleo germinal en Oxford, la ciudad que históricamente había sido, y aún lo era, el centro de la vida académica y religiosa de Inglaterra. Al partir de regreso a Oxford, en 1833, luego de un viaje por el Mediterráneo, Newman escribe este magnífico poema conciente de la tarea que le espera,

Guíame luz bondadosa, las tinieblas me rodean
¡Guíame Tú adelante!
La noche está muy oscura y mi hogar está muy lejos,
¡Guíame Tú adelante!
Guarda mis pasos, no te pido ver el paisaje distante,
ayúdame a dar un paso: será para mí bastante.
No siempre fui yo así; no oraba rogando que Tú
fueras quien me guiara a mí;
amaba elegir y ver mi camino; pero ahora
¡Guíame Tú adelante!
A pesar de mis temores, por orgullo dominado,
amé el día deslumbrante; no recuerdes mi pasado.
Si me ha bendecido tanto Tu poder, se que seguirá
guiándome adelante,
por páramos y pantanos, por abismos y torrentes,
hasta que la noche se vaya.
Y en la mañana siguiente, veré algo que he perdido:
¡el rostro del ángel sonriente, que desde siempre he querido!

La atmósfera de Oxford, con sus calles pequeñas, sus edificios universitarios y religiosos, medievales o neo góticos, y su destacado ambiente académico, habían convertido a la ciudad en un oasis privilegiado, ante la proliferación del industrialismo en el resto de Inglaterra. Por Movimiento de Oxford, se conocerá el afán liderado por Keble, Newman y Froude, al que luego se les sumaría Pusey, de renovar la iglesia Establecida, lo harán a través de los llamados Tracts, o folletos, que estimularon espiritualmente no sólo a la juventud universitaria o al clero anglicano, sino a parte importante de Inglaterra. Mientras, Newman se convertía en el más célebre clérigo anglicano de Oxford, y sus sermones remecían a jóvenes y exigentes auditorios, cada vez más numerosos. Matthew Arnold, destacado poeta victoriano, así relata su experiencia al recordar un sermón de Newman:

“Nadie era capaz de resistir la influencia de aquella figura espiritual, que avanzaba como en volandas, en la penumbra de la tarde, por la nave de Santa María, ascendía al púlpito y con la más sugestiva de las voces, rompía el silencio con palabras y pensamientos que eran música religiosa, sutil, dulce y severa. Me parece oírla todavía. ¡Dichoso el hombre que en ese moldeable tiempo de la juventud escucha voces semejantes! Son un tesoro para siempre”

No estaba en los planes de Newman, llegar al puerto de la Iglesia Católica. Fueron sus rigurosos estudios de la patrística, es decir de la historia de los padres de la Iglesia, de los primeros siglos, en especial de los escritos de San Agustín y San Atanasio, los que lo conducen a Roma, pese a su voluntad.

Su conversión fue lenta y muy difícil, pero de una tremenda seriedad y honestidad, era el clérigo más relevante en Oxford, el centro del anglicanismo, siempre lo tuvo presente y tenía plena conciencia de la responsabilidad de su paso. Amaba a su patria y su familia y ambas no parecían poder soportar lo que la razón primero, y el corazón más tarde, le señalaba.

El tránsito duró años, no exentos de inquietud y cierta angustia, pero de profunda oración. Había ya dejado voluntariamente Oxford y renunciado a su estado clerical. Cuando dio el paso definitivo reconoce haber recibido una permanente calma y dicha interior que lo acompañó desde entonces.

La vida de Newman está marcada por dos etapas, casi de la misma extensión, y su hito evidente fue su conversión al catolicismo en 1845. Pero el Newman católico no será tan distinto al anterior, como señaló en una de sus novelas, Perder y ganar, “los conversos vienen no a perder lo que tienen, sino a ganar lo que no tienen”, y él ganó el catolicismo, irá a Roma donde fue ordenado sacerdote, y durante otros 45 años desplegó una prolífica labor espiritual.

Por una parte, Newman es figura clave para entender, junto a Wiseman y Manning, el despertar del catolicismo inglés a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Wiseman fue relevante en su conversión, y en la restauración de la jerarquía católica en Inglaterra, como Newman lo sería en la conversión de Manning, y éste sucedería luego a Wiseman como Cardenal primado. Si bien, cada uno con su carácter y estilo, los tres se admiraban, no sin haber tenido sus legítimas diferencias.

Newman fue Rector de la Universidad Católica de Dublín, donde al parecer no brilló por su gestión debido, entre otras causas, a dificultades con irlandeses que miraron con distancia al inglés converso. No obstante, nos dejó relevantes reflexiones en torno a lo que debieran ser las universidades católicas.

En el ámbito pastoral, Newman será el fundador del Oratorio de Birmingham, congregación religiosa que desempeñará una prolífica evangelización católica desde aquella ciudad industrial, siguiendo las huellas de la alegre espiritualidad de San Felipe Neri. La trascendencia del Oratorio fue relevante en el despertar del catolicismo inglés y la impronta de Newman, de formar un clero y un laicado que conozcan su religión, que penetren en ella, y que sepan lo que sostienen, permite calibrar su huella, directa o indirecta, pero innegable en relevantes conversiones al cristianismo entre literatos ingleses a fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Las más significativas fueron las de G. K. Chesterton, T. S. Eliot, Maurice Baring, Evelyn Waugh, Robert Benson, C. S. Lewis, Roy Campbell, y Ronald Knox, y cuyos procesos espirituales describiera con gran acierto, hace pocos años, Joseph Pearce. Un sólo ejemplo, sacerdotes del Oratorio de Birmingham guiaron la conversión de la madre de Tolkien, lo que explica el catolicismo del autor de El Señor de los Anillos.

El amplio reconocimiento y respeto de sus compatriotas, incluso anglicanos, se produjo al publicar, en 1864, su Apologia pro Vita Sua. Newman describió con calidez y afecto su antigua fe, pero con fuerza espiritual nacida del más íntimo convencimiento daba razón de su conversión al catolicismo en un relato de notable talento literario. En ella, el dogma, la piedad y la literatura se hicieron uno, y Newman reivindicaba, sin quererlo, que se podía ser católico, culto y talentoso en Inglaterra.

En 1878, John Henry Newman regresó a Oxford para recibir el nombramiento de Fellow Honorario del Trinity College, su satisfacción fue enorme, porque como había reconocido en su autobiografía, allí había pasado sus mejores años. Ahora recibía el reconocimiento académico que sólo la enorme cabalidad de su trayectoria espiritual había postergado. Los honores continuaron al año siguiente, cuando un recién electo papa, León XIII, decide otorgarle el capelo cardenalicio. Newman terminaba sus días como príncipe de la Iglesia Católica. En lo literario nos dejó sus poesías, sus cartas, un par de novelas y su comentada autobiografía espiritual. Su influencia teológica sería aún más trascendente, en particular al propiciar el papel de los laicos dentro de la Iglesia. Será uno de los pocos teólogos contemporáneos citado varias veces en el Catecismo de la Iglesia Católica y también en la encíclica Veritatis Splendor de Juan Pablo II. Se ha anunciado, con especial satisfacción de los fieles de habla inglesa, la próxima beatificación de John Henry Newman en septiembre de este año 2010, durante el viaje a Inglaterra que proyecta el papa Benedicto XVI.