Urs von Balthasar. Es, desde luego, una cita muy larga. Pero es una de esas páginas que nunca deberían perderse para la teología:

"Por el modo como !a iglesia se retrata en la narración de la pasión, es claro que ha reconocido que en este punto no existe inmediato 'seguimiento de Cristo'. La negación de Pedro y la huida de los demás tiene sobre sí una necesidad profética (Mt 26,31s) y fue predicha por el mismo Señor (Jn 16,32). Pero no obsta en absoluto a que, al obrar así, los discípulos se coloquen ante el mundo en la picota, ya que descubren su infidelidad, su cobardía y su inestabilidad... Todo lo que Pedro emprende en el contexto de la pasión va errado: su deseo de que el Señor no sufra: al proceder así, hace de 'Satanás', por abrigar planes humanos y no divinos, situándose muy próximo a Judas (Mt 16 23; cf. Lc 22,31); sus protestas de que él no traicionará aun cuando todos los demás traicionarán: la suya será la negación más fuerte (Mt 26,34 par.); su disponibilidad para defender al Maestro contra los atacantes: si saca la espada mundana, a espada morirá (Jn 18,1 1; Mt 26,52): al curar a Malco, toma Jesús partido contra Pedro (Lc 22,51); su sentido de responsabilidad, que le lleva a seguir de cerca los acontecimientos: ese mismo puesto de observación es el que le lleva a fallar lamentablemente (Mc 14,66ss, par.). Sólo le queda un modo de estar cerca, y es alejarse para llorar amargamente, más por sí mismo que por el Señor. Los demás huyen aturdidos. Y el discípulo que en Marcos pierde su única vestimenta para poder escapar (Mc 14,52) constituye la contrapartida paradójica y simbólica de Jesús despojado de sus vestidos: lo que para Jesús es algo, que él mismo hace que suceda por obediencia, es para aquí un despojo imprevisto.

Tras desaparecer los varones y los jefes de la Iglesia, aparece la Iglesia de las mujeres, grupo firme que 'de lejos' 'le acompaña' y 'cuida de él'. Marcos (15,41) habla de 'muchas', además de las tres que cita por sus nombres. A la hora de dar tierra a Jesús estarán presentes, y luego serán los primeros testigos de la Resurrección. Estarán 'observando', contemplativamente. Su compasión no será activa ni adoptarán siquiera el papel activo de llorar 'como las plañideras de Jerusalén, cuyos llantos rechaza Jesús (Lc 23, 28s). Los únicos personajes activos son un hombre extraño a todo lo que sucede, a quien le hacen cargar con la cruz (Lc 23,26), y los dos 'malhechores', con quienes el Jesús crucificado forma una nueva comunidad de condenados a muerte. Ahora están por delante de los elegidos.

En comparación con todo esto, el relato de Juan produce la impresión de ser una explicación mistérica: bajo la cruz, y a diferencia de la ausente Iglesia ministerial, está una Iglesia del amor, representada sobre todo por la Madre dolorosa y por el 'discípulo amado', a quien Jesús encomienda a su Madre: núcleo visible de Iglesia fiel que luego (en la pregunta que escucha Pedro: ¿me amas más que éstos?) se difuminará en el seno de la iglesia petrina para seguir siendo a pesar de todo un resto inexplicable para Pedro (21,22s)" (2).

Hasta aquí von Balthasar.

La Iglesia no debería olvidar nunca la simbólica teológica de esta escena del Gólgota, donde Pedro niega, donde los apóstoles y discípulos huyen mayoritariamente, y donde sólo las mujeres están allí presentes en gran número, y sólo uno "de fuera" conlleva el peso del madero. En este apunte sólo he querido decir que estoy cada vez más convencido de que la hora de este mundo es la hora del Gólgota. Y que por eso no deseo que, tras la huida "responsable" de nosotros los varones a la hora del prendimiento de Jesús, desapareciera también esa "iglesia de las mujeres, grupo firme que de lejos le acompaña y cuida de El... núcleo visible de iglesia fiel que luego se difuminara' en el seno de la iglesia petrina para seguir siendo un resto inexplicable [y tan inexplicable!] para Pedro".