La fuerza de María

Autor: P. Antonio Izquierdo y Florián Rodero




Pongan sus vidas muy cerquita de María. Ella nunca nos puede fallar. Recuerden las bodas de Caná; Dios tuvo que adelantar la hora de Cristo para enseñarnos cuál es la fuerza de María.

M e d i t a c i ó n

El plan de Dios para la humanidad incluye muchos mediadores, a lo largo del tiempo, para realizar sus designios de amor y de salvación. El vértice de toda mediación entre Dios y los hombres es Jesucristo, el centro de la historia y de los corazones. Los demás mediadores serán mejores y más eficaces cuanto más se acerquen y asemejen a El. Entre todos los mediadores de la historia, María santísima es del todo singular, precisamente por ser la creatura más cercana y semejante a Jesucristo.

1. Muy cerquita de María. Para los cristianos María no es el agua, pero sí el caño que nos da el Agua de la vida; María no es el pan, pero sí el horno donde la harina se dora y se convierte en Pan nutricio de vida. María no es el 'Cordero de Dios'; Ella es la dulce Pastora que lo cuida, defiende y alimenta. María no es la Luz del mundo, sólo la lámpara que sostiene en sus brazos el cirio luminoso de su Hijo. Para estar muy cerca de Jesús hemos de estar muy cerca de María. Ella sabe muy bien cuál es su misión: acercar Cristo a los hombres, acercar los hombres a Cristo. Muy cerquita de María tenemos garantizada la cercanía de Jesús.

2. Medianera ante Dios. Medianera ante el Padre, junto a su Hijo Jesucristo, a impulsos del Espíritu Santo para tender al hombre necesitado un puente de salvación. Medianera de la misericordia y del perdón de Dios, del arrepentimiento y de la conversión del hombre. Medianera noble y amorosa de reconcilación y de reencuentro entre el ofensor y el ofendido, entre el padre amoroso y el hijo pródigo. ¡Cómo goza María ejerciendo con sus hijos su poder de mediación! Gocemos también nosotros sintiendo su fuerza mediadora y sabiendo que nunca nos fallará, que no quedaremos defraudados jamás por ella.

3. La fuerza de María. La fuerza que María nos da es constante y duradera, consistente y tenaz, como el amor de una madre. Una fuerza que no le es propia, sino que le viene del Espíritu que la posee, pero que sostiene al hombre en la lucha diaria y lo lanza a la batalla con ardor renovado. Ella refuerza la acción poderosa de Dios en el corazón de los hombres y ayuda a vencer toda debilidad espiritual. Esa fuerza de María no proviene de su voluntad acerada, de su intrepidez en la acción o de su avezada experiencia de la dureza de la vida; brota natural y espontánea, como un manantial, de la fuerza de la cruz de su Hijo Jesucristo, cruz por Ella compartida el viernes de la pasión. Podemos decir en verdad: "La fuerza de María no es sino la fuerza de Dios".

4. Fruto: Dejar actuar en mí la fuerza maternal y atractiva de María: fuerza para la virtud y para el bien, fuerza para realizar diariamente la voluntad de Dios en nuestra vida.