Por George Gallup, Jr
En este artículo, reproducido de The Public Perspective, uno de los encuestadores de Estados Unidos de mayor prestigio analiza las estadísticas sobre la religión en Estados Unidos y su significado para el presente y quizá el futuro.
Es imposible comprender la sociedad estadounidense si no se conoce la poderosa dinámica religiosa que influye en las actitudes y la conducta del pueblo. Es una ironía que, no obstante la existencia obvia de esta dinámica, los analistas sociales a menudo le restan importancia.
Un estudio reciente, llevada a cabo por El Instituto Internacional George H. Gallup, para William Moss, revela que las preocupaciones de los estadounidenses acerca de la sociedad, la democracia y el futuro están íntimamente ligadas con sus creencias religiosas.(1) Aunque la mayoría de los encuestados se aferra fielmente a la idea de que se puede ser una persona buena y de principios éticos aunque no crea en Dios, una sólida mayoría (61%) afirma que la democracia no puede sobrevivir sin una creencia generalizada en Dios o en un Ser Supremo. Una prueba más del poder de la dinámica religiosa en la sociedad estadounidense es el hecho de que la importancia que se otorga a la religión y la intensidad de la fe, frecuentemente se debe más a actitudes y conductas que a características básicas tales como edad, nivel de educación y afiliación política.
Diversidad y vitalidad religiosas
La cláusula sobre la libertad de religión en la Primera Enmienda a la Constitución de Estados Unidos (que ha sido descrita como quizá la declaración política más importante de libertad de religión y justicia pública en la historia de la humanidad) tiene sólo 21 palabras: "El Congreso no aprobará ley alguna por la que adopte una religión como oficial del Estado o se prohíba practicarla libremente". Basta con observar el panorama de Estados Unidos para descubrir la importancia de esta disposición, tanto para la preeminencia que se otorga a la religión en nuestro país como para su diversidad. Aproximadamente 500.000 iglesias, templos y mezquitas, de todas las formas y tamaños, salpican el paisaje. No hay menos de 2.000 denominaciones, sin mencionar las innumerables Iglesias y comunidades religiosas independientes. La manera de llegar al pueblo estadounidense es a través de sus templos, en el curso de un mes el 60% de la población pasa por ellos.
Es obvio que Estados Unidos es "muy dado a las iglesias"; de hecho, los últimos 50 años han sido el medio siglo más religioso de la historia de la nación, a juzgar por los censos y demás datos citados por Roger Finke y Rodney Stark en The Churching of America.(2) Los estudios revelan que los niveles de creencia religiosa declarada son extraordinariamente altos. Prácticamente todos los estadounidenses dicen que creen en Dios o en un espíritu universal. La mayoría cree en un Dios personal que protege y juzga a sus adeptos. La mayoría cree que Dios hace milagros en nuestros días y muchos afirman que han sentido la presencia de Dios en varias oportunidades durante su vida y que Dios tiene un plan para sus vidas. Una mayoría considerable cree que serán llamados ante Dios el Día del Juicio para responder por sus pecados. Los estadounidenses dan fe de la creencia en la divinidad de Jesucristo, aunque la definición de "divinidad" varía. La mayoría cree en un Cristo viviente que mora en el interior del ser humano y en el Segundo Advenimiento. Decimos que creemos en el Cielo y, en menos grado, en el Infierno. La mitad de los estadounidenses cree en el diablo. La gran mayoría de los estadounidenses también cree que la Biblia es literalmente la Palabra de Dios o ha sido inspirada por El. Creemos que los diez mandamientos son normas válidas para la vida.
En el campo de las experiencias religiosas se ven resultados espectaculares en las encuestas. Una tercera parte de los estadounidenses, cifra extraordinaria y constante, afirma que ha tenido una experiencia espiritual profunda, repentina o gradual, que ha cambiado sus vidas. Estos episodios son a menudo cruciales para el desarrollo de la fe.
Pasando a experiencias en el ámbito de la religión tradicional, más de uno de cada tres estadounidenses adultos (36%) indica que Dios le habla directamente. Alrededor de cuatro de cada diez creen que en los tiempos bíblicos Dios hablaba de viva voz directamente al pueblo. Y casi el mismo número piensa que Dios habló por medio de otras personas. Y casi la mitad de los entrevistados cree que Dios habla actualmente por medio de la Biblia o la Sagrada Escritura. Cuarenta y ocho por ciento cree que Dios habla a través de sentimientos o impresiones internas. Cerca de la cuarta parte de la gente dice que Dios habla a través de otra persona y 11% dice que Dios todavía habla en forma audible.(3)
La oración tiene significado para muchos estadounidenses. Prácticamente todo el mundo ora, por lo menos en alguna forma, y creemos que nuestras plegarias son oídas. Una proporción constante de cuatro de cada 10 estadounidenses asiste a la iglesia o la sinagoga todas las semanas. Siete de cada diez dicen que pertenecen a una iglesia. Una tercera parte de los estadounidenses sigue algún programa religioso en la televisión todas las semanas. La gran mayoría quiere que sus hijos reciban instrucción religiosa. Millones de estadounidenses asisten a eventos atléticos todos los años, pero muchos más asisten a las iglesias y sinagogas. Los eventos deportivos atraen millones de dólares, pero los cristianos y judíos dan voluntariamente miles de millones de dólares a sus templos.
Entre las instituciones claves que inspiran respeto en la sociedad, la iglesia o la religión institucionalizada está muy cerca de ser la primera y ha mantenido constantemente esa posición desde que comenzara a medirse su alcance hace 20 años. Al clero se le tiene también en alta estima. En términos generales, el público piensa bien de la forma en que atiende las necesidades de sus feligreses y los problemas de sus comunidades.
Menos de una persona de cada diez indica que no tiene preferencia religiosa alguna. Sólo tres de cada 100 estadounidenses dicen que sus vidas no han sido tocadas en absoluto por Jesucristo, ni en el sentido sobrenatural ni como influencia ética o moral. Tres cuartas partes de los estadounidenses declaran que la religión es actualmente muy importante en su vida o lo fue en algún momento. Cincuenta y seis por ciento son practicantes, es decir son miembros de una iglesia o asistieron a un servicio religioso durante los seis meses anteriores, fuera de las fiestas religiosas especiales. El número de practicantes y no practicantes fluctúa permanentemente: muchos de los que se encuentran dentro de la Iglesia están a punto de abandonarla, pero al mismo tiempo muchos fuera de ella quieren unirse. La mitad de los que actualmente no son practicantes dicen que es muy posible que vuelvan a formar parte de la comunidad de practicantes activos.
No debe sorprender entonces que Estados Unidos sea una de las naciones más religiosas de todo el mundo industrializado, en lo que se refiere al nivel de creencias y prácticas religiosas de que se da fe. Cuando se analizan otros países, generalmente se observa una correlación inversa entre los niveles de dedicación religiosa y los niveles de educación. Cuanto más educado sea el pueblo de un país, menor es su dedicación a la religión y es menos practicante. Estados Unidos es único, en el sentido de que tenemos un alto nivel de creencia religiosa y, al mismo tiempo, un nivel alto de educación formal.
Influencia de la religión
La inspiración religiosa ha sido el origen de gran parte del servicio de voluntarios que existe en el país. Es extraordinario que uno de cada dos estadounidenses done dos o tres horas de su tiempo cada semana para hacer algún trabajo voluntario. Este trabajo frecuentemente está relacionado con la iglesia. Quizá ninguna otra institución en nuestra sociedad ha tenido un efecto benéfico mayor que la religión. Tradicionalmente de las iglesias han surgido hospitales, hogares de ancianos, universidades, escuelas públicas, guarderías infantiles, conceptos de dignidad humana y, sobre todo, el concepto de la democracia.
De una forma u otra, toda religión enseña un evangelio de servicio y caridad. Un estudio realizado por Gallup para Independent Sector, revela que las instituciones religiosas estadounidenses hacen lo que predican. Las iglesias, y demás organismos religiosos, son los principales patrocinadores de servicios voluntarios para los vecindarios y comunidades. En una encuesta de Gallup descubrimos que los miembros de una iglesia o sinagoga tienden a participar mucho más, que los que no son miembros, en actividades benéficas, especialmente por medio de grupos organizados. Alrededor de la mitad de los miembros de la iglesia realizaron trabajos voluntarios, no remunerados, en un año determinado, comparado con sólo una tercera parte de las personas que no pertenecían a una iglesia. Nueve de cada diez (92%) donó dinero para beneficencia, comparado con sólo siete de cada diez (71%) de los que no eran miembros. Ocho de cada diez miembros (78%) donó bienes, ropa y otros efectos a organizaciones benéficas, comparado con dos terceras partes (66%) de los no miembros.(4)
Parecería que la religión influye desde la temprana edad en la disposición para servir voluntariamente y para apoyar causas de beneficencia, según indican los resultados de otro estudio realizado por Gallup para Independent Sector. Entre el 76% de los adolescentes que afirmaron ser miembros de instituciones religiosas, 62% eran también voluntarios y 56% contribuían en forma económica a dichas causas.(5) En contraste, entre los que dijeron que no tenían afiliación religiosa, muchos menos eran voluntarios (44%) o contribuyentes (25%).
No menos del 74% de los adultos dice que la religión en sus hogares ha fortalecido las relaciones familiares en gran medida o en alguna forma. Además, 82% indica que la religión era muy importante o bastante importante en sus hogares durante su niñez. Quienes aseguran esto tienden a indicar también, más que aquellos en cuya niñez la religión no tuvo un papel importante, que en la actualidad la religión fortalece "mucho" las relaciones familiares en sus hogares.(6) Es interesante que "los valores morales y espirituales basados en las enseñanzas de la Sagrada Escritura" superaron con mucho la importancia de "la orientación familiar", "la capacitación para la paternidad" y "las leyes y políticas gubernamentales" como factor principal en el fortalecimiento de la familia y sólo estuvieron por encima "los vínculos, la lealtad y las tradiciones familiares".
Ocho de cada diez estadounidenses revela que sus creencias religiosas les ayuda a respetar y ayudar a los demás, en tanto que 83% dice que los lleva a respetar a las personas que profesan otras religiones. Prácticamente el mismo número afirma que sus creencias y valores religiosos les ayuda a respetarse a sí mismos. En otro estudio descubrimos que entre más cerca de Dios se crea la gente, mejor se siente con respecto a sí misma y a otros.(7) En este estudio 63% de los encuestados declararon que sus creencias les impide hacer cosas que saben que no deben hacer. Sólo 4% dijeron que sus creencias tienen poco o ningún efecto en sus vidas. Y otro estudio más indica que los estadounidenses que afirman que la religión es la influencia más importante en sus vidas, y los que hallan gran consuelo en sus creencias, tienden mucho más que sus contrapartes a sentirse más unidos a sus familias, a encontrar satisfacción en su trabajo y a tener ilusión en el futuro.
Tendencias durante los últimos 60 años
Los principales cambios perceptibles en la vida religiosa del país en el curso de las últimas seis décadas, el período estudiado por encuestas científicas modernas de la población, han sido: una ola de interés en la religión, después de la Segunda Guerra Mundial, caracterizada por el incremento en la afiliación y la asistencia a las iglesias; aumento en la lectura de la Sagrada Escritura; las donaciones para las iglesias y una extensa construcción de iglesias. Líderes religiosos, como Billy Graham, Norman Vincent Peale y Fulton J. Sheen, atrajeron un gran número de adherentes durante este período. Este impulso duró hasta finales de la década de 1950 y principios de la de 1960, cuando se produjo una disminución en el interés y la participación religiosos. Hoy en día parece que se ha "tocado fondo" en ciertos aspectos, si es que no se ha revertido la disminución en algunos de ellos.
En Estados Unidos la religión institucionalizada actualmente recobra fuerza, según el último Indice del Centro de Investigación Religiosa de Princeton (CIRP). Las creencias y prácticas religiosas modernas en Estados Unidos llegaron a su apogeo durante los años cincuenta, antes de que los trastornos de los años sesenta y setenta hicieran víctimas de la mayoría de las instituciones, incluso la religión. (Véase Indice del CIRP más adelante)
A pesar de este flujo y reflujo, uno de los aspectos más notables de la fe en Estados Unidos es su durabilidad. Frente a todos los acontecimientos sociales espectaculares del último medio siglo (depresión, guerra, movimiento de los derechos civiles, intranquilidad social, cambios tecnológicos), las creencias y prácticas religiosas de los estadounidenses hoy se parecen mucho a las de los años treinta y cuarenta. El porcentaje actual de la población que es miembro activo es casi el mismo que indican las cifras de los años treinta. (Debe señalarse, desde luego, que para ciertas Iglesias y denominaciones estas cifras no se mueven en la misma dirección). Esto vale tanto para la asistencia a las iglesias como para las creencias religiosas. A pesar de esta ortodoxia constante, los estadounidenses siguen siendo altamente independientes en su vida religiosa e independientes de las instituciones religiosas.
La libertad para practicar cualquier religión, que la mayoría de los estadounidenses valora y aprecia, ha permitido que la religión progrese de muchas maneras y que se haya convertido en moldeador decisivo del carácter estadounidense. La libertad religiosa ha dado vitalidad y vigor a la actitud de los estadounidenses, y exuberancia, la sensación de que todo es posible y, con frecuencia, el valor para realizar cambios difíciles pero necesarios en la sociedad.
¿Superficial ... o transformadora?
La trayectoria de la religión institucionalizada es impresionante. Sin embargo, al tratar de evaluar el efecto de la religión en Estados Unidos es necesario examinar la religión en dos planos: la religión de superficie (como ser religioso por razones sociales) en contraposición a la fe profunda y transformadora (la que quizá puede medirse mejor por la forma de vivirla ayudando a otros).
No hay contradicción en el hecho de que la religión institucionalizada permanece fuerte en nuestro país o el hecho de que la religión ha moldeado a Estados Unidos en forma característicamente positiva. Con todo, cuando se emplean medidas para examinar la profundidad de nuestras convicciones religiosas, quedamos menos impresionados por su profundidad, especialmente en términos de la religión tradicional. Creemos en Dios, pero a menudo ese Dios es sólo afirmativo, no exigente; no demanda nuestra fidelidad total. Oramos pero con frecuencia en forma inconexa, poniendo énfasis en pedir o en hacer una petición, no en dar gracias, en la adoración, la mediación o el perdón. Sentimos reverencia por la Sagrada Escritura pero rara vez la leemos. La prueba es el estado lamentable del conocimiento de ella entre los estadounidenses, somos realmente "analfabetos bíblicos".
La ignorancia religiosa incluye el desconocimiento y falta de comprensión de las tradiciones religiosas individuales y de la esencia de la doctrina de la fe a que se pertenece. Como consecuencia, un gran número de estadounidenses no tiene una fe arraigada y es, por tanto, en opinión de algunos, presa fácil de movimientos de una gran variedad y de naturaleza excéntrica. Escogemos con mucho esmero las creencias y prácticas que nos son más cómodas y exigen menos. El sociólogo canadiense Reginald Bibby llama a esto "religión … la carte".
Queremos los frutos que provee la fe, pero nos gustan menos sus obligaciones. En una lista de 19 valores sociales, el de "hacer la voluntad de Dios" ocupa uno de los últimos lugares entre los considerados "más importantes" por el público, después de la felicidad y la satisfacción, la realización personal y otros cinco valores. Entre ocho cualidades, la "fe religiosa" es para los adolescentes menos importante que la paciencia, el trabajo asiduo y otras cinco cualidades.(8)
La participación en la iglesia por sí misma no parece que ejerza gran influencia en la forma en que vivimos nuestras vidas. Sólo cuando existe una profunda consagración religiosa se encuentran diferencias extraordinarias en actitud, obras de beneficencia, satisfacción y demás. La proporción de gente de una gran dedicación religiosa, los "santos ocultos", como si dijéramos, comprende un porcentaje pequeño de la población, pero su influencia es mucho mayor que su número. En mi libro The Saints Among Us (que tiene como coautor a Tim Jones), indicamos que se puede decir que sólo 13% de los estadounidenses tiene una fe profundamente integrada en sus vidas, según lo revela una escala de 12 posibilidades.(9)
Cualquier encuesta de este tipo es, por fuerza, imperfecta, habida cuenta de la complejidad y sutileza de los sentimientos religiosos. Con todo, nuestro estudio ciertamente ayudó a identificar la gente que realmente vive la religión que profesa. Quizá a estas personas no se las canonice o reconozca oficialmente, pero sus plegarias tienen para ellas un profundo sentido. Sus convicciones religiosas son fuente de fortaleza interior y su conducta va más allá de mero sentimiento religioso. Con frecuencia dedican una cantidad de tiempo considerable a ayudar a personas que sufren necesidades físicas o emocionales. En general son menos intolerantes de otras religiones y más generosos e inclinadas al perdón. Parece que han resistido la tendencia de muchos en nuestra sociedad al narcicismo y el aislamiento.
Tres "desajustes"
La condición religiosa en que se encuentran los estadounidenses hoy en día quizá pueda describirse mejor en términos de desajustes. Primero, existe un desajuste ético, la diferencia entre lo que pensamos de nosotros mismos y lo que realmente somos. Aunque la religión es sumamente popular en este país, los resultados de las encuestas indican que ello no altera la vida de la gente al grado que podría esperarse conforme al nivel de fe que profesa. Quizá ese desajuste deba existir siempre. También hay un desajuste en el conocimiento de los estadounidense, el desajuste entre la fe que declaran y la falta del conocimiento más elemental de esa fe. Finalmente hay un desajuste, creciente, entre los creyentes y los que participan en una fe, digamos un desacoplamiento de la creencia y la práctica. Millones de cristianos son creyentes, muchos son devotos, pero no participan en la vida de la congregación. Cada vez más los estadounidenses consideran su fe una cuestión entre ellos y Dios, que puede ser asistida, pero no necesariamente influenciada, por instituciones religiosas.
El desacoplamiento de la fe y la iglesia tiene su origen, en gran medida, en lo que se ha llamado aislamiento o "individualismo radical", representado de viva forma por una serie de creencias afines. La gran mayoría de los estadounidenses cree que es posible ser buen cristiano o judío sin asistir a la iglesia o la sinagoga. También cree que el individuo debe decidir sobre sus creencias religiosas independientemente de la iglesia o la sinagoga. Finalmente, la mayoría está de acuerdo en que no tiene mucha importancia en qué iglesia se ore, ya que todas son iguales.
Función de las encuestas
Cuando las encuestas científicas se hicieron posibles a mediados de la década de 1930, los observadores del panorama religioso adquirieron mayor confianza en su habilidad para sacar conclusiones de la dinámica de la religión en la sociedad. Tales encuestas han añadido una nueva dimensión a la historia de lo que cree y piensa el ciudadano promedio. Con todo, es probable que no haya tarea más difícil para el investigador que se basa en encuestas que la de tratar de medir el ánimo religioso. Hay muchos aspectos de la religión que desafían la descripción estadística: las preguntas pueden ser instrumentos romos para verificar creencias religiosas que son variadas y sutiles, que no son fácilmente susceptibles de categorizar. El esfuerzo por evaluar el clima espiritual mediante encuestas se ve complicado por la dificultad de examinar los resultados basándose en denominaciones y grupos religiosos, tales como fundamentalistas, evangélicos y carismáticos. Estos términos fluctúan constantemente, son imprecisos y se traslapan.
Con todo, las encuestas son útiles para cerciorarse de la realidad por medio de la gente misma, lo que pone a la elite del país en contacto con la corriente principal de la población estadounidense. Las encuestas son valiosas como medio para obtener información fáctica no disponible de otra manera, por ejemplo, sobre la asistencia a la iglesia y la composición de sus miembros. Con frecuencia los datos recogidos mediante censos que realizan las iglesias individualmente son incompletos y poco seguros, debido a las diferentes formas de clasificar a los miembros y a los métodos para recoger los datos. La Gallup Poll ha dedicado tiempo y fondos considerables para reducir al mínimo la tendencia de los encuestados a dar la respuesta que es socialmente más aceptable.
En mi opinión la importancia de la religión aumentará en las décadas por venir, ya que cada vez más la religión adquiere la forma de la congregación, en lugar de ser moldeada por la jerarquía de la iglesia. Aunque el análisis científico del panorama religioso por medio de encuestas comienza a alcanzar el mismo nivel de la investigación por encuesta en otras esferas de la vida, yo veo una necesidad apremiante de explorar más a fondo la vida religiosa. Sabemos bastante sobre el alcance de la religión en Estados Unidos, pero no sobre su profundidad. Una de las nuevas fronteras de la investigación por encuesta es ciertamente la "vida interior".
El futuro
La religión institucionalizada tiene una función grande y central en la sociedad estadounidense. Lo que está menos claro, y es más difícil de predecir, es la dirección que tomará la profundidad de la fe. En el plano del compromiso profundo con la religión es donde nos es más posible encontrar cambios en la forma de vivir y la actividad social efectiva. ¿Las congregaciones de fieles en este país exigirán de la gente y, al mismo tiempo, proveerán consuelo? ¿Podrán elevar el nivel de alfabetismo religioso? Estos son interrogantes que requieren la atención del clero y los docentes religiosos de todas las denominaciones. La amenaza a las iglesias tradicionales es que la fe ignorante que sólo consuela puede llevar a una especia de espiritualidad de flotación libre, que puede tomar cualquier dirección.
Acontece algo fascinante en este país que merece cuidadosa atención y que Robert Wuthnow, profesor de sociología de la Universidad Princeton, llama la "revolución callada". Se trata de la proliferación de grupos pequeños, de muchos tipos, que se reúnen regularmente para ayudarse mutuamente y compartir experiencias. Un estudio de 1991, realizado por el Instituto Internacional George H. Gallup para la Dotación Lilly, reveló que 40% de los estadounidenses participan en este tipo de actividad, y otro 7% está interesado en hacerlo y 15% más han sido miembros de ellos. Sesenta por ciento de estos grupos estaban conectados con alguna iglesia o congregación religiosa.(10)
Wuthnow, director de este estudio histórico, observa en su libro Sharing the Journey, que varios de estos grupos tienden a cultivar una espiritualidad en la que "todo es aceptable". Hay otros grupos, sin embargo, generalmente relacionados con una congregación religiosa, que exigen, pero también ayudan a sus participantes; que los asisten en su jornada religiosa y los estimula para que se abran y sean sinceros entre si. Los grupos pequeños pueden ser útiles como apoyo para las personas que encuentran el ambiente de la iglesia demasiado impersonal, y como puerta de entrada a una comunidad más amplia.
El crecimiento de estos grupos, que comprende aproximadamente la mitad de la población, y la búsqueda intensa de amarras espirituales, indican que quizá se esté llevando a cabo un proceso de renovación generalizado en nuestra sociedad. Como la mayoría de los estadounidenses cree en un Dios personal y accesible (94% cree en Dios o en un espíritu universal y 84% en un Dios personal al que se puede llegar mediante la oración), estamos predispuestos a inclinarnos en esa dirección cuando buscamos orientación.
Cuando funcionan con una base espiritual profunda, los grupos pequeños pueden ser el vehículo para tornar la vida religiosa de algo meramente funcional en una actividad transformadora. Pueden ayudar a satisfacer dos de los deseos más grandes que alberga el corazón estadounidense, particularmente en el momento actual del país: el deseo de encontrar un sentido profundo a nuestro mundo y el deseo de crear relaciones humanas más profundas y sinceras, en nuestra sociedad impersonal y fragmentada. Si estos deseos se satisfacen, la vitalidad de nuestras iglesias bien podría ser la sorpresa del próximo siglo.
Notas finales
1. Encuesta para William Moss, realizada por el Instituto George H. Gallup, septiembre de 1994. Back to text.
2. The Churching of America, por Roger Finke y Rodney Stark, (New Brunswick, New Jersey: Rutgers University Press, 1992; en rústica 1993). Back to text.
3. Encuesta de la Organización Gallup, 1986. Back to text.
4. Encuesta de la Organización Gallup, octubre de 1989. Back to text.
5. Encuesta Galllup de la Juventud, octubre de 1990. Back to text.
6. Encuesta de la Organización Gallup, octubre de 1986. Back to text.
7. Encuesta de la Organización Gallup, 1988. Back to text.
8. Encuesta Galllup de la Juventud, marzo de 1987. Back to text.
9. The Saints Among Us, por George Gallup, Jr. (con Tim Jones), (Richfield, Connecticut: Morehouse Publishing, 1992). Back to text.
10. Sharing the Journey: Support Groups and America's New Quest for Community, por Robert Wuthrow, (New York: Free Press, 1994). Back to text.
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