Autor: Catholic.net
La Necesidad del Discernimiento
Para el Educador Católico siempre es de mucha utilidad el discernir y el
proyectar la vida de acuerdo a la profunda experiencia que haga de Cristo.
En la vida podemos tener
varias opciones, pero sólo cuando ponemos con claridad a Cristo como la
primera opción, entendemos el sentido de la vida y podemos discernir las
diferentes situaciones con que nos tenemos que enfrentar. JC es el único punto
de referencia que puede guiarnos a la felicidad. Así como a veces nos perdemos
en el coche y buscamos un punto de referencia, así la brújula, el punto de
orientación (que puede ser un edificio o algo más) eso lo que nos regresa al
camino. De la misma manera Jesús y sus criterios deben ser el único punto de
referencia.
Hacer lo contrario significa poner otros criterios por
delante de los evangélicos para juzgar nuestra realidad, y entonces poco a
poco desvirtuamos nuestra misma persona. ¿Qué criterios quedan cuando quitamos
los criterios del evangelio que nacen de la experiencia personal de Cristo?
Pueden quedar los criterios derivados de modo diverso del egoísmo con todas
sus implicac iones pero también con todo el vacío interior y el dolor inmenso
que deja en el alma de cada uno y en el alma de los demás. ¿Quién puede decir
que no es vencido en ocasiones por los defectos que tiene?
Cuántos males hay en el mundo a causa de los
principios equivocados con que enfrentamos la vida… Qué difícil es enfrentar
el matrimonio, la educación de los hijos, la vida de cada uno desde otros
criterios diferentes a los criterios del evangelio. Muchas veces nos
arrepentimos de lo que hablamos o lo que decimos. Preguntarnos si en mi vida
voy o no siguiendo los criterios de JC.
Jesús en el evangelio de san Mateo tras terminar su
enseñanza, lo que podríamos llamar los principios evangélicos, nos regala dos
parábolas. La primera para que aprendamos a distinguir y la segunda para que
sepamos sobre qué base tenemos que distinguir.
La parábola de la necesidad del discernimiento
Mt. 7,15-20
15 Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vo
sotros con disfraces de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces.
16 Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen
uvas de los espinos o higos de los abrojos?
17 Así, todo árbol bueno da frutos buenos, pero el
árbol malo da frutos malos.
18 Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni
un árbol malo producir frutos buenos.
19 Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y
arrojado al fuego.
20 Así que por sus frutos los reconoceréis.
Esta parábola nos invita a distinguir, a discernir.
Todos tenemos siempre la tentación de seguir el camino
más fácil, o el más brillante, o el que parece darnos más satisfacción. En
esta cultura en la que vivimos no podemos restarnos a ello. Estamos
acostumbrados a demasiadas comodidades. Nos hacemos dependientes y creemos que
no podemos vivir.
Sin embargo Cristo nos avisa con gran claridad sobre
la necesidad de ir un poco más allá de lo inmediato, de atrevernos a
preguntarnos por lo que quizá no se ve a simple vista.
Por ejemplo, en el cuento de los 3 cochinitos los 2
primeros prefieren cantar y bailar antes de construir la casa firme, y (en el
cuento original), acaban siendo comidos por el lobo. El de la cigarra y la
hormiga, el de la liebre y la tortuga, etc. Dentro de estos cuentos esta la
sabiduría y la ética del ser humano. Podemos ser personas que vivan al día y
no pensemos en el fruto del mañana. Si quiero uvas, no puedo sembrar espinas.
Si quiero higos no puedo sembrar abrojos.
Si habrá épocas difíciles, en las que quiero cosechar,
hay que prepararse. No es posible que viviendo en la cultura de la comodidad
tengamos frutos de esfuerzo.
Pensemos también en nuestros hijos. No pueden dar
sacrificio si están acostumbrados a darse gusto en todo. ¿Cómo serán fieles en
sus matrimonios si ven pornografía? ¿Si tienen relaciones muy sensibles,
epidérmicas? ¿Cómo serán responsables si no les enseñamos a asumir las
consecue ncias de los actos? Viven en la cultura de “no pasa nada”
La vida es una y se vive una sola vez. La vida
no se puede jugar con superficialidad, no se puede gastar con inconsciencia.
Si me equivoqué no hay botón de “reset”, de volver a comenzar. Los principios
que elegimos para que rijan nuestra existencia son tan importantes, porque en
ellos nos jugamos los frutos de nuestra misma existencia.
¿Qué frutos estoy dando? ¿Qué frutos darán mis hijos?
¿Cómo los estoy formando?
Jesús, a diferencia del mundo que nos rodea, y que nos
invita a no preocuparnos en exceso por las decisiones que tomamos, nos propone
la urgencia de fijarnos bien en nuestras elecciones, en el modo en que
enfrentamos la vida, en los frutos que queremos obtener. Planear, predecir. Lo
que elegimos para hacer, nos dará ciertos frutos. Si la semilla que elijo para
plantar es de abrojos ¿Cómo me va a dar higos? Y esta en mí, hacer la elección
de lo que planto.
El mundo procura no mostrarnos las consecuencias de
nuestras elecciones. El ejemplo del HOLA…Britney Spears…es una tragedia
humana…con éxito, y aparentemente todo. Pero en que ha quedado? ¿Qué tanto nos
avisó el mundo de lo que le iba a pasar? ¿Qué tanto nos advirtió? Pero si es
una consecuencia lógica!!
Ciertamente que siempre puede parecer más sencillo el
buscar el placer inmediato y presente, en contra de una visión de frutos para
el futuro y para la trascendencia. La experiencia repetida una y otra vez es
la misma, no podemos tomar a la ligera los frutos que queremos obtener de
nuestra vida, y una existencia basada en la superficialidad, en lo inmediato,
lleva a la frustración y a la muerte. Y esto no es filosofía abstracta. Del
árbol malo, frutos malos, del árbol bueno, frutos buenos.
Esto es la realidad que palpan cotidianamente tantos
matrimonios que se rompen, tantos padres que pierden a sus hijos en los
caminos de la droga o del desorden sexual, tantos hombres y mujeres maduras
que constatan demasiado tarde lo vacío de la existencia que llevaron con más
carcajada y exceso, que alegría y serenidad. Y parece que no pasa nada.
La parábola de la necesidad de saber sobre qué (quién)
se construye.
M 5, 21-29
21 «No todo el que me diga: "Señor, Señor, entrará en
el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial.
22 Muchos me dirán aquel Día: "Señor, Señor, ¿no
profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre
hicimos muchos milagros?"
23 Y entonces les declararé: "¡Jamás os conocí;
apartaos de mí, agentes de iniquidad!"
24 «Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y
las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre
roca:
25 cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron
los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque
estaba cimentada sobre roca.
26 Y todo el que oiga estas palabras mías y no las
ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre
arena:
27 cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron
los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina».
28 Y sucedió que cuando acabó Jesús estos discursos,
la gente quedaba asombrada de su doctrina;
29 porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y
no como sus escribas.
¿Sobre que construyo? ¿En que me baso para
discernir?
Jesús avisa con claridad que no se puede ir por la
vida de cualquier manera. Hay un modo de ir por la vida, el de quien busca la
voluntad del Padre celestial. Esta voluntad no es algo ajeno al ser humano. Al
contrario, constituye su esencia más interior, porque constituye la identidad
con la que fue creado para ser feliz para siempre.
La voluntad de Dios no es ajena a la mía, es mi propia
felicidad.
Por eso solo es feliz quien hace la voluntad de Dios.
El ser humano pu ede creer que busca la felicidad, pero la realidad es la que
dice si en efecto la está buscando y se constata en la medida en que la vida
se construye o se derrumba delante de Dios.
Ejemplo. Supongamos que un niño está viendo la tele y
llega el hermano y le dice: mamá dice que te pongas a hacer la tarea. Podemos
pensar que haya dos voluntades diversas:….la del niño que quiere ver la tele,
y la de la mamá que quiere que haga la tarea. Pero la mamá sabe mejor que le
conviene al niño. En el caso de la voluntad de Dios, lo que quiere para
nosotros es solo que seamos felices para siempre, que nos ganemos el cielo,
porque por eso nos ha creado. Confiar!
Fui creado solo por que Dios quiere que sea feliz.
“Solo entrará en el reino de los cielos el que quiera ser feliz, el que cumpla
con la voluntad de mi Padre”.
Ciertamente que a nadie le toca juzgar más que a Dios,
pero los principios sobre los que construimos la vida, van siendo lo que nos
conducen a la felicida d o a la desgracia. Por eso el ser humano tiene que
basarse sobre la roca de la que Jesús habla en su parábola. Esta roca es el
mismo Cristo. El que hizo la casa sobre arena, no quería que se cayera, pero
el hecho es que se cayó…Por tanto dirigir nuestra vida desde la experiencia de
Cristo.
Para ser hombre o mujer de principios, es necesario
partir de la experiencia de Cristo. Los principios nacen de la capacidad de
interiorizar en uno mismo y de descubrir el misterio de la propia vocación y
de la voluntad de Dios sobre uno.
¿Cuáles son estos principios fundamentales para el
ser humano?
Dios al crear al ser humano nos da dos principios
creadores:
a) la decisión de Dios de hacer al ser humano a su
imagen y semejanza
b) el espíritu divino como inicio de la vida del ser
humano. El aliento o soplo de Dios, el Espíritu Santo que es el amor.
Ambos relatos del libro sagrado se complementan: Dios
mismo, su Espíritu, y el a mor de Dios y su decisión, nos hacen parecidos a
Dios: Dios es amor.
El primer principio, el origen y el fin del ser humano
es por lo tanto el amor. De ahí brotan todos los otros principios de la
vida humana. El amor es principio esencial del ser humano y eje rector
de todos los comportamientos y juicios que la persona hace sobre si misma y la
realidad que la rodea. Nada puede ir en contra del amor, nada puede ir por
encima del amor.
Pero ¿en qué consiste este amor? El amor no es un
sentimiento lleno de romanticismo, sino que el amor es la entrega real y
cotidiana de la propia vida por el otro.
Este es el ejemplo que el mismo Cristo nos da al
definirnos con su existencia la esencia del amor. El amor que brota de Cristo
es la roca de todos nuestros principios y el principio de nuestra felicidad.
Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único…
Ser hombre de principios es por lo tanto y por encima
de todo, ser una pers ona que ama y que ilumina todas las realidades de su
existencia desde el amor al estilo de Cristo.