CONFERENCIA DEL SR. OBISPO DON MARIO DE GASPERÍN GASPERÍN,
OBISPO DE QUERÉTARO

LA HOMILÍA

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INTRODUCCIÓN

Antes de hablar específicamente de la homilía, es necesario situarla en el lugar que le asigna la Iglesia en la obra evangelizadora en general y en la celebración litúrgica en particular, de la que forma parte integrante. Usaremos dos fuentes oficiales: La Ordenación de las Lecturas de la Misa (Leccionario, tomo 1, México, 1985) y la tercera edición típica de la Institución General del Misal Romano, versión aprobada por la CEM, 2007. Recogeremos algunos principios fundamentales.

 

 I. ALGUNOS POSTULADOS DOCTRINALES

 1°.   Derecho del Pueblo de Dios.

"El pueblo de Dios tiene el derecho de recibir abundantemente el tesoro espiritual de la palabra de Dios, lo cual se consigue con el uso de la Ordenación de las Lecturas de la Misa, con las homilías y la acción pastoral" (Ordenación, Nº 45). La homilía forma parte del tesoro espiritual de la palabra de Dios que la Iglesia debe ofrecer abundantemente a los fieles para satisfacer su hambre de Dios. Lo reafirma la Institución: "La homilía es parte de la liturgia, muy recomendada, pues es necesaria para alimentar la vida cristiana. Conviene que sea una explicación, o de algún aspecto particular de las lecturas de la Sagrada Escritura, o de otro texto del Ordinario, o de la Misa del día, teniendo presente, tanto el misterio que se celebra como las particulares necesidades de los oyentes" (Nº 65).

 2°.   Unidad compleja y armónica.

"Las lecturas tomadas de la Sagrada Escritura, con los cantos que se intercalan, constituyen la parte principal de la Liturgia de la Palabra; la homilía, la profesión de fe y la oración universal u oración de los fieles, la desarrollan y concluyen" (Nº 55), asienta la Institución General del Misal Romano. La Liturgia de la Palabra, en la celebración eucarística, es una estructura literaria y cultual compleja, armónica y gradual con que se administra el Pan de la Palabra a los fieles. Primero están las "lecturas de la sagrada Escritura, con los cantos que se intercalan"; constituyen "la parte principal de la Liturgia de la Palabra"; luego, las partes que "la desarrollan y concluyen" y son la homilía, la profesión de fe y la oración universal". Éstas dependen de la primera y de ella reciben su eficacia. Hay que distinguir ambas partes para que cada una reciba su significado específico. 

3°.   Un acontecimiento nuevo.

"La misma celebración litúrgica, que se sostiene y apoya principalmente en la Palabra de Dios, se convierte en un acontecimiento nuevo y enriquece a la Palabra con una nueva interpretació-n y eficacia". La Palabra de Dios es sostén y apoyo principal de la celebración litúrgica; sin Palabra no puede haber celebración litúrgica, porque es la Palabra la que le da contenido y sentido; ella dice qué es lo que se celebra. Pero aquí sucede algo singular: La celebración le da a la Palabra una nueva interpretació-n, es decir, la enriquece y le da eficacia. La celebración hace de la Palabra un acontecimiento, un hecho salvífico en el "hoy" de la Iglesia. El logos se hace ergon, el anuncio  se convierte en acontecimiento salvador.

4°.   El "hoy" en la "persona".

"Por eso la Iglesia sigue fielmente en la Liturgia el mismo esquema que usó Cristo en la lectura e interpretació-n de las Sagradas Escrituras, puesto que él exhorta a profundizar el conjunto de las Escrituras partiendo del ´hoy´ de su acontecimiento personal" (Ordenación. Nº 3). Aquí, nuevamente, se afirma algo excepcional: Que el nuevo sentido y la nueva eficacia se concentran en una persona, real y viviente en su Iglesia: Jesucristo. La Homilía de Jesús en la sinagoga de Nazaret será siempre el modelo de las homilías. La homilía termina con un encuentro personal con Jesús.

5°.   La Palabra se convierte en Sacramento.

"En la celebración, la Palabra se convierte en Sacramento por la intervención del Espíritu Santo", continúa explicando la Ordenación, (Nº 41). Aquí tenemos un eco litúrgico de la afirmación de San Juan: "El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros" (Jn 1,14). Se actualiza en la celebración litúrgica el misterio de la Encarnación. De allí la ley de la "objetividad litúrgica" que debe regir nuestra celebración. Y, si nosotros distinguimos dos partes de la Misa, Liturgia de la Palabra y Liturgia Eucarística, esta distinción es sólo por razones pedagógicas o de acento, pero no es lícito separar lo que Dios ha unido tan estrechamente: "Palabras y obras íntrínsecamente unidas", dice la Dei Verbum (Nº 2). La Liturgia de la Palabra no es preámbulo o introducción pedagógica a la celebración, es ya celebración del misterio. Si "la Palabra se hace Sacramento", ¿cómo podrá haber auténtico sacramento sin escucha, celebración y asimilación de la Palabra? San Cesáreo de Arlés se expresaba así: "Os pegunto. responded a una: ¿Qué os parece más, la palabra de Dios o el Cuerpo de Cristo? Si queréis responder con verdad, debéis decir que no es menos la palabra de Dios que el Cuerpo de Cristo" (Sermón 78, 2). La Iglesia los celebra con la misma veneración, aunque con diverso culto.

6°.   Unidad de los dos Testamentos.

Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento anuncian "el mismo y único misterio de Cristo", latente en uno y patente en el otro, pero siempre presente, porque "el centro y la plenitud de toda la Escritura y de toda la celebración litúrgica es Cristo. Por eso deberán beber de su fuente todos los que buscan la salvación y la vida" (Nº 5). Palabra de Dios y celebración litúrgica "ambas recuerdan el misterio de Cristo y lo perpetúan cada una a su manera" (Ibid.). Cristo es el principio, centro, culmen y fin de todas las Escrituras, como lo es de toda la creación. La ley de la Historia de la Salvación es la siguiente: Lo que se anunció en el Antiguo Testamento se cumple en Cristo y se continúa en la vida de la Iglesia. Esta dinámica de la Historia de la Salvación es esencial para la interpretació-n de los textos litúrgicos y para la homilía. El manejo de la "tipología" bíblica es imprescindible.

7°.   Centralidad del misterio de Cristo.

"En la celebración litúrgica la Palabra de Dios no es expresada siempre del mismo modo, ni penetra en los corazones con la misma eficacia; pero Cristo está siempre presente en su Palabra y, realizando el misterio de la salvación, santifica a los hombres y da al Padre el culto perfecto" (Cf SC, Nº 7) (Ordenación, Nº 4). En la revelación se da un proceso pedagógico, de crecimiento hasta llegar a la plenitud que es Cristo. La revelación del misterio de Cristo acontece en la historia humana y se convierte en historia de salvación. Por eso prosigue: "La Palabra de Dios, propuesta continuamente en la Liturgia, es siempre viva y eficaz por el poder del Espíritu Santo, y manifiesta el amor activo del Padre, que nunca deja de tener eficacia para con los hombres" (Ibid.)

8°.   La eficacia viene del Espíritu.

"En la acción litúrgica, la Iglesia responde fielmente el mismo 'Amén' que Cristo, mediador entre Dios y los hombres, pronunció de una vez para siempre al derramar su sangre, a fin de sellar, con la fuerza de Dios, la nueva alianza en el Espíritu Santo" (Ordenación, Nº 6). De esta 'identidad' de la Palabra con Cristo le viene a ésta su fuerza, actualidad y eficacia. En la celebración litúrgica Cristo, nuestro gran sacerdote y cabeza, reitera su "Amén" al Padre y toda la comunidad con Él. Cuanto más se identifique el celebrante o participante en la acción litúrgica con los sentimientos de Cristo, mayor será su fruto espiritual. No es una eficacia mecánica, sino que requiere la participación activa, consciente, espiritual, pues "cuando Dios comunica su Palabra, siempre espera una respuesta, que consiste en escuchar y adorar 'en Espíritu y en Verdad' (Jo 4, 23)" (Ibid.). 

9°.   El interior se manifiesta en lo exterior.

"Los fieles tanto más participan de la acción litúrgica. cuanto más se esfuerzan por adherirse íntimamente a la Palabra de Dios en persona, Cristo encarnado, de modo que procuren que aquello que celebran en la Liturgia sea una realidad en su vida y costumbres, y a la inversa, que lo que hagan en su vida se refleje en la Liturgia" (Nº 6). La disposición interior, obra del Espíritu, es esencial para la participación fructuosa en la celebración; pero los "detalles", aunque se juzguen menores, tienen gran importancia. La actitud interior y las acciones externas deben culminar en una expresión cultual digna y en una vida noble y honesta del cristiano: "Gozaban de la estimación de todos", dicen los Hechos de los Apóstoles.

10°. Presencia gozosa de Cristo.

"Las lecturas tomadas de la Sagrada Escritura, con los cantos que se intercalan, constituyen la parte principal de la Liturgia de la Palabra; la homilía, la profesión de fe y la oración universal u oración de los fieles, la desarrollan y concluyen. Pues en las lecturas, que luego explica la homilía, Dios habla a su pueblo, le descubre el misterio de la redención y salvación, y le ofrece el alimento espiritual; y el mismo Cristo, por su palabra, se hace presente en medio de sus fieles. Esta Palabra divina la hace suya el  pueblo con el silencio y los cantos y muestra su adhesión a ella con la profesión de fe; y una vez nutrido con ella, en la oración universal, hace súplicas por las necesidades de la Iglesia y por la salvación de todo el mundo", resume la Institución. (Nº 55). Cuando suceden así las cosas, el celebrante, mediante "la homilía conduce a sus hermanos a una comprensión sabrosa de la Sagrada Escritura, abre las almas de los fieles a la acción de gracias por las maravillas de Dios, alimenta la fe de los creyentes. prepara a los fieles para la comunión fructuosa y los invita a practicar las exigencias de la vida cristiana" (Nº 41).

 

II. TESTIMONIO

a)    La lectio y la oración. El Papa Benedicto XVI en su catequesis sobre Orígenes (2007-05-02)-, enseña: "Orígenes, autor de un importante  y siempre actual tratado "Sobre la Oración", entrelaza constantemente su producción exegética y teológica con experiencias y sugerencias relativas a la oración. Desde su punto de vista, la comprensión de las Escrituras exige, no sólo estudio, sino intimidad con Cristo y oración. Está convencido de que el camino privilegiado para conocer a Dios es el amor, y que no existe un auténtico 'conocimiento de Cristo' sin enamorarse de él. En la "Carta a Gregorio", Orígenes recomienda: Dedicaos a la 'lectio' de las divinas Escrituras; aplicaos con perseverancia. Empeñaos en la 'lectio' con la intención de creer y agradar a Dios. Para comprender los asuntos de Dios tienes absoluta necesidad de la oración. Precisamente para exhortarnos a la oración, el Salvador no sólo nos ha dicho: 'buscad y hallaréis', y 'tocad y se os abrirá', sino que ha añadido: 'pedid y recibiréis' (No. 4). Salta a la vista el 'papel primordial' desempeñado por Orígenes en la historia de la 'lectio divina'", concluye el Papa. Sin oración e intimidad amorosa con Cristo no será posible una provechosa homilía.

b)    El fuego y la víctima para el holocausto.  Al referirse el Papa a una homilía de Orígenes sobre el fuego para el holocausto, nos dice: Cada uno de nosotros debe llevar "el fuego para el holocausto", es decir, "la fe y el conocimiento de las Sagradas Escrituras, que nunca tiene que apagarse en el altar de quien ejerce el sacerdocio. Después añade: 'Pero cada uno de nosotros no sólo tiene en sí el fuego, sino también el holocausto, y con su holocausto enciende el altar que arda para siempre". Aquí Orígenes se refiere al martirio, gracia que siempre imploró y que no le fue concedida. Y añade el Papa: "Este inagotado camino de perfección nos afecta a todos nosotros, a condición de que la mirada de vuestro corazón se dirija a la contemplación de la Sabiduría y de la Verdad, que es Jesucristo. 

c)    Los ojos fijos en Jesús. Finalmente, al predicar sobre el discurso de Jesús en Nazaret, cuando  'en la sinagoga todos los ojos estaban fijos en él' (Lc.  4, 16-30), Orígenes parece que se dirige precisamente a nosotros: 'También hoy, en esta asamblea, los ojos de ustedes pueden dirigirse al Salvador. Cuando dirijas la mirada más profunda del corazón hacia la contemplación de la Sabiduría de la Verdad del Hijo único de Dios, entonces tus ojos verán a Dios. ¡Bienaventurada es la asamblea de la que la Escritura dice que los ojos de todos estaban fijos en él! ¡Cuánto desearía que esta asamblea diera un testimonio así, que los ojos de todos, de los no bautizados y de los fieles, de las mujeres, de los hombres y de los muchachos. vieran a Jesús!... Sobre nosotros está impresa la luz de tu rostro, Señor." (Homilía sobre Lc 4, 32). La homilía verdaderamente eficaz es la que hace que los ojos del alma de los asistentes a la Misa contemplen vivo a Jesús entre ellos y se gocen de su presencia.

 

III. EL GÉNERO LITERARIO "HOMILÍA"

1°.   La homilía es una forma privilegiada del ministerio profético y de la obra evangelizadora de la Iglesia (Cf DV 24). Dos son los elementos o características que distinguen y privilegian el género literario "homilía" entre las demás formas de predicación o comunicación del mensaje evangélico: a) Que es parte integrante de la liturgia, es decir, de un acto cultual oficial de la Iglesia, y b) que la homilía supone el "kerigma" y exige la "catequesis", pero no que no se identifica con ninguna de ellas. Es una predicación "sui generis". Conviene precisar lo dicho.

2°.   El kerigma consiste, en términos generales, en el anuncio primero, fresco y global del misterio de Cristo dirigido a los no creyentes pro-vocándolos para su conversión en orden a su salvación. En su acepción primera, el kerigma no trata de explicar una doctrina sino de proclamar u hecho, la obra salvadora de Dios realizada en Cristo. Esto genera reacciones encontradas, a veces violentas y hace del predicador un testigo (martyr) del hecho anunciado. Por su parte, el predicador-testigo viene adornado o dotado con la fortaleza necesaria para afrontarlo, la parresía o confianza-fortaleza inquebrantable.

3°.   La homilía debe ser "kerigmática", pues se dirige a los creyentes, quienes dieron ya su asentimiento a la fe escuchando y aceptando el kerigma. De este modo, el kerigma es una dimensión permanente y esencial de la predicación cristiana y, por tanto, de la homilía. La homilía debe ser kerigmática porque es parte integrante de la celebración litúrgica que actualiza y celebra el acto salvador de Dios realizado en Cristo y anunciado en el kerigma.

4°.   La catequesis significó inicialmente la instrucción impartida en orden al bautismo (catecumenado)-, llamada también "iniciación cristiana" y luego instrucción ordenada, sistemática de los misterios de la fe a los ya bautizados. Su finalidad es explicar y fortalecer la fe recibida. Por tanto, la catequesis supone necesariamente el kerigma y debe referirse constantemente a él, pues de allí arrancó su conversión. Como la conversión implicó un cambio de vida, se sigue necesariamente que la catequesis no debe quedarse en una exposición abstracta de la fe sino que debe bajar a la vida cristiana. La catequesis siempre será exposición sistemática de un hecho que implica un cambio de vida.

5°.   Por otra parte, el hecho salvífico o misterio de Cristo que anuncia el kerigma y explica la catequesis, es algo que se celebra, es decir, que se actualiza y vive en la litúrgica, de la cual la homilía es parte integrante. Por tanto, la homilía debe incluir necesariamente elementos kerigmáticos y elementos catequéticos de modo que la mejor catequesis será siempre la litúrgica porque celebra, actualiza y vive lo anunciado en el kerigma y profundizado en la catequesis. Además, el pueblo cristiano la requiere siempre porque siempre está en estado catecumenal, en busca de su plenitud en la eucaristía. El predicador tiene que volver constantemente a los sacramentos de la iniciación cristiana, pues son el fundamente de la vida en Cristo.

6°.   Sin embargo, debe quedar claro que la homilía no puede confundirse con la catequesis sistemática. No podemos sustituir la homilía por la catequesis, sea de niños o de adultos. El esquema de los catecismos no puede meter en su lógica el esquema histórico-salví-fico de las lecturas bíblicas y de la liturgia. La lógica de la liturgia de la palabra es distinta de la de la catequesis y no deben contaminarse. Esto no quiere decir que la homilía no deba esclarecer el misterio, pero al hacerlo debe respetar la lógica de la divina sabiduría contenida en la historia de la salvación. No podemos convertir la homilía en una clase de catecismo. Si la homilía se hace según los criterios propios de la celebración litúrgica, incluyendo elemento kerigmáticos y catequéticos, pero no confundiéndose con ninguno de esos géneros proféticos, estamos seguros que adquirirá una eficacia superior a la de los catecismos, ya que la palabra, en la celebración litúrgica, no es sólo proclamada o explicada, sino celebrada y vivida. 

7°.   Por tanto, la homilía:

a) Proclama las maravillas de Dios en la Historia de la Salvación o Misterio de Cristo. Esto exige el fundamento bíblico de la "economía salutis"; mostrar cómo la Palabra se cumple en el rito y cómo esto se continúa en el la vida de la Iglesia. Así, la homilía es un concentrado del triple ministerio mesiánico: Profético, porque se nutre de la Palabra; Sacerdotal, pues se cumple en el rito o culto, y Regio, porque debe hacerse vida mediante la caridad operante. 

b) Se inspira necesariamente en los texto bíblicos, si no no es homilía; pero, no es evangelizació-n (kerigma), aunque lo supone; no es catequesis, aunque contenga elementos catequéticos; no es exégesis, aunque la requiera en el predicador; no es clase de "vulgarización teológica", ni de "filosofía moral".

c) La homilía es proclamación gozosa y solemne de la Palabra de Dios en una asamblea cultual, que respeta los pasos de la Historia de la Salvación: muestra cómo lo anunciado (pofecía) se cumple en el Misterio de Cristo que se celebra (leiturgía), se continúa en la vida de la Iglesia (diakonía), y proyecta al cristiano hacia la esperanza definitiva (escatología)-.

d) El celebrante es quien primero oye la Palabra y la cree; luego la celebra y cumple en el rito o culto y, por  tanto, es quien hace el paso o tiende el puente (pontífice) entre el anuncio y su cumplimiento. Como la homilía es una palabra "haciéndose", no hecha (como las lecturas), ni el solo hecho (rito), el celebrante es el puente y, por tanto, el responsable de su cumplimiento y de su misión. Es una palabra "haciéndose" en la boca del predicador-profeta, que necesariamente lo convierte en testigo del Resucitado. 

e) El celebrante estará siempre "implicado" con lo que dice y lo que hace en su vida. Lo que dice necesariamente incide en su vida y en la de la comunidad. Nunca podrá ser neutral. Es el mediador entre la palabra-hecho de la celebración y la palabra-vida de la comunidad. Por tanto, debe conocer el medio donde actúa y los hechos que lo afectan: biológicos (salud, hambre, etc.), psicológicos o sociológicos (convivencia, violencia, etc.), histórico-polí-tico (subdesarrollo, marginación, consumismo, etc.), geográfico (rural, citadino, etc.); y debe disponer de las herramientas necesarias para afrontarlo adecuadamente: cultura, manejo del lenguaje, técnica de comunicación, información actualizada, formación intelectual, etcétera.

f) Como el entorno donde nace y se desarrolla la homilía es "cultual", dentro de la gran Oración de la Iglesia, la homilía reclama la oración como su término natural, pidiendo al Padre se cumpla esa palabra aquí en la tierra (Oración universal) y se concluye en un himno de alabanza al Padre en el cielo (Prefacio-Aná-fora) con el Amén de Cristo que hace suyo la asamblea.

g)   Finalmente, viene la consumación de la Alianza con la comunión: El banquete eucarístico, que celebra la vida de Dios en la vida de los hombres: "Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo" (Ap 3, 20).

 

IV.  PARA PREPARAR LA HOMILIA

Para preparar la homilía hay que tener en cuenta:

a) Que la mejor preparación es siempre en grupo, pues es un acto "comunitario", es decir, afecta a la comunidad. El celebrante necesita no sólo confrontase personalmente con la palabra, sino también ser confrontado por la palabra y por y frente a la comunidad. Sólo así se evitará el subjetivismo, que nos lleva a decir o seleccionar de la palabra lo que nos conviene.

b) Se debe leer toda la liturgia de la palabra, incluido el salmo responsorial, el verso del evangelio y la antífona de la comunión.

c)  Debe tenerse en cuenta que, generalmente, el evangelio se presenta como cumplimiento de la primera lectura y el salmo responsorial como meditación de ésta. Son la unidad más compacta. La segunda lectura suele tener su propio camino pero siempre hace referencia a la vida de la comunidad. La antífona de la comunión muestra cómo lo anunciado se actualiza en la celebración.

d) Ayuda mucho determinar el género literario de cada texto: profecía, exhortación, reprehensión, parábola, doctrina, etcétera. Esto nos puede ya dar el "tono" de la homilía.

e) El hecho de vida o signo de los tiempos que reclama la iluminación de la palabra lo deben señalar los participantes en la preparación; el sacerdote hará el discernimiento a la luz de la palabra meditada.

f) El contexto debe ser el de la oración o lectio divina. Sólo el Espíritu santo puede conducirnos a la plenitud de la verdad, que es Cristo.

g) Cada uno es autor de su propia homilía y el responsable de la misma.

 

CONCLUSIÓN

"La  Necesidad de mejorar la calidad de la homilía está en relación con la importancia de la  Palabra de Dios. En efecto, ésta 'es parte de la acción litúrgica'; tiene el cometido de favorecer una mejor comprensión y eficacia de la Palabra de Dios en la vida de los fieles. Por eso, los ministros ordenados han de 'preparar la homilía con esmero, basándose en un conocimiento adecuado de la Sagrada Escritura'. Han de evitarse homilías genéricas o abstractas. En particular pido a los ministros un esfuerzo para que la homilía ponga la Palabra de Dios proclamada en estrecha relación con la celebración sacramental y con la vida de la comunidad, de modo que la Palabra de Dios sea realmente sustento y vigor de la Iglesia. Se ha de tener presente, por tanto, la finalidad catequética y exhortativa de la homilía. Es conveniente que, partiendo del leccionario trienal, se prediquen a los fieles homilías temáticas que, a lo largo del año litúrgico, traten los grandes temas de la fe cristiana, según lo que el Magisterio propone en los cuatro 'pilares' del Catecismo de la Iglesia Católica y en su reciente Compendio: la profesión de fe, la celebración del misterio cristiano, la vida en Cristo y la oración cristiana" (Benedicto XVI: Sacramentum Caritatis, Nº 46).

 En la obra de evangelizació-n a la que convocó a la Iglesia en América Latina, el Papa Benedicto XVI reconoció que «no hay que limitarse sólo a las homilías, conferencias, cursos de Biblia o teología, sino que se ha de recurrir también a los medios de comunicción». En concreto, mencionó «prensa, radio y televisión, sitios de internet, foros y tantos otros sistemas para comunicar eficazmente el mensaje de Cristo a un gran número de personas». (Aparecida, 14-05-07). 

 Santiago de Querétaro, Qro., Mayo 15 de 2007

 

? Mario de Gasperín Gasperín

Obispo de Querétaro