El renacimiento del Islam
Profesor Silvio Cajiao S.I., profesor de
teología en Bogotá
BOGOTÁ, sábado, 11 marzo 2006 (ZENIT.org).-
Publicamos la intervención sobre «El desafío del Islam y de su renacimiento»
pronunciada por Silvio Cajiao S.I., profesor de teología en Bogotá, en la
videoconferencia mundial organizada por la Congregación vaticana para el Clero
el pasado 27 de enero.
* * *
Para
muchos de nosotros la comprensión del judaísmo se nos hace más fácil debido a la
posesión en común de la fe monoteísta de Abraham, de la aceptación como
revelación y por tanto como Palabra de Dios del texto veterotestamentario, que
recoge la acción histórico salvífica de Dios y que señalaría a un futuro
porvenir de una promesa, que para ellos no se ha cumplido, pero para nosotros ha
hallado su plenitud en Cristo Jesús. No podemos decir lo mismo de la religión
musulmana, pues si bien está muy extendida en el Asia y en el África y su
penetración en el siglo XX, tanto en Europa como en Norte América ha ido en
crecimiento, no lo es así en Sur América, donde su existencia comparativa es
mínima, probablemente 7 millones.
Algunos abordan al Islamismo como equivalente al mundo árabe, si bien es cierto
que el auténtico Corán se ha de recitar en esa lengua, u otros consideran a la
propuesta mahometana como fatalista por la actitud fundamental del creyente de
«sumisión», confundiendo esta actitud con la actitud de la obediencia y adhesión
a la voluntad divina. Otro prejuicio es el que los seguidores de Mahoma son
fanáticos que viven propiciando la «guerra santa», cuando la «yihad» ha de ser
ante todo un combate interior en resistencia a las fuerzas malignas que invaden
al hombre.
Como grande religión por su fe monoteísta y por la fuerza de su expansión ha de
relacionarse necesariamente su aparición con su fundador en el año 570 d. C. y
con la peregrinación o fuga que aquel realizó desde la Meca a Medina (la Hégira
16-VII-622) y de la inspiración que recibiera del arcángel San Miguel (609 d.C.)
para consignar por escrito el querer de Dios. En efecto el Corán rige y regula
la totalidad de la vida humana sin escapársele ninguno de sus aspectos de aquí
que la organización social, y por consiguiente la del Estado, se encuentren
vinculados en muchas partes de manera teocrática, si bien en otros lugares donde
la democracia ya estaba establecida se hayan buscado la combinación de estos
elementos religiosos y organizacionales de manera independiente pero presentando
conflicto al romper tradiciones seculares.
Si para el año 1983 se calculaba el número de musulmanes en el mundo en 745
millones de los cuales 70 millones eran chiítas y 650 millones sunnitas, para el
año 1999 (según la Enciclopedia Británica), el número de musulmanes sería de
1.164 millones, es decir un incremento de 419 millones, es decir del 56 % en 16
años. Estos números hablan por sí mismos para justificar el título de nuestro
apartado, es un hecho innegable, la religión musulmana ha crecido como ninguna
otra en el mundo. Quizá se le puede comparar con el fenómeno del traslado a
otras iglesias, confesiones, o «sectas» en Latinoamérica donde se calculaba que
el traspaso era de unos 8.000 católicos que diariamente se trasferían a estos
movimientos en la década de los noventa.
Como todo gran movimiento religioso que cuenta a su haber más de cuatro siglos
de existencia, el islamismo ha sufrido divisiones, no solo las que provienen del
origen entre sunnitas y chiítas según provengan del profeta mismo Mahoma
ciñéndose no sólo al Corán, sino al ejemplo y práctica misma del Profeta y
representarían por decirlo así la ortodoxia del islamismo al reconocer la
legitimidad de los cuatro primeros califas (Abú Bark, Omar, Otmán y Alí);
mientras que los chiítas rechazan el califato electivo y consideran que se ha de
conservar la línea hereditaria del profeta, pero como Alí (hijo de Fátima que se
casó con la hija del último rey sasánida) fue depuesto y su hijo Hussein
asesinado en le 680 en Kerbela (Irak), los chiítas esperan desde entonces su
regreso, al final de los tiempos para inaugurar el reino de justicia. En el
fondo puede verse un enfrentamiento entre los reinos de Persia y Arabia.
Así las tendencias han desgarrado al Islam. Mientras que la primera, modernista,
intenta ajustar la religión antigua a las nuevas mentalidades y descubrimientos
y costumbres de la época, la segunda rechaza todo lo nuevo para refugiarse en el
pasado. O acomodarse a los tiempos o permanecer en el origen, he aquí la
disyuntiva.
Este querer volver a los orígenes es lo que se ha llamado «reformismo» o en
ocasiones «fundamentalismo» y es un volver a las fuentes («salafiya» de «salaf»:
fe). Efectivamente, fue Mohammed ibn Abd al-Wahhab (1703-1791) quien en la línea
del rito hanbalita emprendió una lucha contra las innovaciones introducidas
tanto por los marabuts como por los chiítas o sufíes (línea mística del Islam)
referente a los santos y otras supersticiones, búsqueda de éxtasis, cofradías.
Predicaba una vuelta a la estricta observancia de la «sari’a» (= el camino) o la
legislación recopilación del Corán y la sunna (= conducta, o dichos y hechos del
Profeta Mohammet).
El haber encontrado al emir Ibn Sa’ud permitió la aplicación de su propuesta a
la Arabia saudita que llegó a ser una especie de teocracia fundada en la
observancia de la ley coránica. Hasta nuestros días la doctrina del wahabismo
sigue siendo la doctrina oficial practicada en la Arabia. Con menor fuerza se
impuso en Pakistán con Mohammed Iqbal (1873-1938) en la India con Ahmad Khan
Bahadur (1817-1898) por Indonesia y llegó al África.
Los «hermanos musulmanes», asociación político religiosa que nació en 1929 por
iniciativa del profesor egipcio al-Banna con fundamento en el Corán y por tanto
rechazando todas las herejías que se habían introducido y que llevadas al
terreno de la moral incluían la abolición de la prostitución, de la usura, de
escuelas mixtas y la organización de la «zakat» o limosna, 4to pilar del Islam
junto con el 1ro la profesión de fe: «Un solo Dios: Alá y su único profeta», el
2do la oración ( «salat» 5 veces diarias y en dirección a la Meca) 3ra el ayuno
coincidente especialmente con el «Ramadán» (swam) y el 5to la peregrinación a la
Meca (el «hayy» con el cual se refuerza el retorna a las fuentes auténticas de
la fe y la unidad islámica).
En 1948 el rey Faruk decretó la disolución de los «hermanos musulmanes» quienes
a su vez tomaron su revancha al en 1952 derrocando a su régimen.
Nos han sido familiares los nombres del ayatolá Jomeini y el régimen impuesto en
Irán con una estricta observancia de la ley del Corán luego del derrocamiento
del Sha, así como del coronel Gadhafi y su intento de aplicación ortodoxa, si
bien no es bien visto por algunas facciones del mundo islámico por su apertura
al occidente.
La búsqueda de la unidad del mundo islámico propuesta ya por el Corán en la «umma»
(= madre, unidad con dos sentidos uno místico: comunión y otro político: nación
musulmana) que proclama que «Los creyentes son todos hermanos» se verá plasmada
en la «Organización de la Conferencia Islámica» creada en mayo de 1971 como
consecuencia de la cumbre islámica celebrada en Rabat en septiembre de 1969 para
examinar las consecuencias del incendio de la mezquita de El Aqsa en Jerusalén.
Luego de esta cumbre se han celebrado diversa conferencias hasta llegar a ser
invitada por las Naciones Unidas para cooperar mancomunadamente en la búsqueda
de la paz mundial y del desarrollo, cuando la asamblea general le pidió al
Secretario General se considerase este tema de cooperación el 29 octubre de
1998.
Esta mínima ambientación nos prepara para llegar propiamente al tema de nuestra
exposición y considerar ese «despertar del Islam» y su posible relación de
diálogo con el catolicismo. Propuesta que ha sostenido su Santidad Benedicto XVI
en su reciente visita a Alemania con ocasión del encuentro mundial de la
juventud en Colonia. No sin antes advertir cómo existen fuerzas opuestas a este
intento de cooperación para lograr la cooperación en el trabajo común por una
paz duradera, en efecto el Papa dijo en esa ocasión:
«Los que idean y programan estos atentados demuestran querer envenenar nuestras
relaciones, recurriendo a todos los medios, incluso a la religión, para oponerse
a los esfuerzos de convivencia pacífica, leal y serena. El terrorismo, de
cualquier origen que sea, es una opción perversa y cruel, que desdeña el derecho
sacrosanto a la vida y corroe los fundamentos mismos de toda convivencia civil.
Si conseguimos juntos extirpar de los corazones el sentimiento de rencor,
contrastar toda forma de intolerancia y oponernos a cada manifestación de
violencia, frenaremos la oleada de fanatismo cruel, que pone en peligro la vida
de tantas personas, obstaculizando el progreso de la paz en el mundo. La tarea
es ardua, pero no imposible. En efecto, el creyente sabe que puede contar, no
obstante su propia fragilidad, con la fuerza espiritual de la oración.»
Es necesario entonces afrontar la pregunta: ¿Qué tan factible es el diálogo
islamismo-cristianismo?
Sin duda que el intento de diálogo y aproximación es posible, un ejemplo
reciente lo encontramos en el Congreso que con motivo de los 40 años de la
declaración «Nostra Aetate» del Vaticano II se tuvo en el Instituto para las
Culturas y las Religiones de la Pontificia Universidad Gregoriana en Roma los
días 25 a 27 de septiembre de 2005 con ponencias tanto de católicos,
protestantes como musulmanes y judíos. De igual manera el Consejo Pontificio
para el Diálogo Interreligioso se ha venido pronunciando al respecto y
propiciando encuentros interreligiosos al igual que expresando su solidaridad
por los diversos momentos de conmemoración de la vida religiosa, por ejemplo en
el Ramadán.
En el pasado reciente especialistas franceses como Massignon, Louis Gardet,
Vincent Monteil y Michel Lelong han propiciado el diálogo que aparentemente
encontraría lugares comunes para el encuentro, pero que por otro lado es
necesario superar una serie de prevenciones históricas como lo advertía
Benedicto XVI en Colonia ya que sin un mutuo perdón por los errores cometidos va
a ser difícil dialogar. De otra parte aún con buena voluntad existen diferencias
sustanciales que es necesario reconocer precisamente para que el diálogo sea
auténtico.
«En el encuentro que he tenido en abril con los Delegados de las Iglesias y
Comunidades eclesiales y con representantes de diversas Tradiciones religiosas,
dije: "Os aseguro que la Iglesia quiere seguir construyendo puentes de amistad
con los seguidores de todas las religiones, para buscar el verdadero bien de
cada persona y de la sociedad entera" (L'Osservatore Romano, 25 abril 2005, p.
4). La experiencia del pasado nos enseña que el respeto mutuo y la comprensión
no siempre han caracterizado las relaciones entre cristianos y musulmanes.
Cuántas páginas de historia dedicadas a las batallas y las guerras emprendidas
invocando, de una parte y de otra, el nombre de Dios, como si combatir al
enemigo y matar al adversario pudiera agradarle. El recuerdo de estos tristes
acontecimientos debería llenarnos de vergüenza, sabiendo bien cuántas
atrocidades se han cometido en nombre de la religión. La lección del pasado ha
de servirnos para evitar caer en los mismos errores. Nosotros queremos buscar
las vías de la reconciliación y aprender a vivir respetando cada uno la
identidad del otro. La defensa de la libertad religiosa, en este sentido, es un
imperativo constante, y el respeto de las minorías una señal indiscutible de
verdadera civilización» (Colonia, 20-VIII-2005).
De otra parte aún con buena voluntad existen diferencias sustanciales que es
necesario reconocer precisamente para que el diálogo sea auténtico.
Estos son algunos de los puntos comunes que nos unen: la fe en un único Dios,
creador de todas las cosas, trascendente y misericordioso. El se ha revelado a
los seres humanos a través de sus profetas y ha enviado a sus ángeles para
cuidarles y advertirles en su peregrinaje pro el mundo. Vendrá un día a juzgar
según las acciones del hombre y los unos obtendrá el paraíso y los otros las
penas del infierno.
Los valores morales del Islam coinciden con los del Evangelio, pudiéndolos
resumir en el término «justicia», el musulmán como el cristiano, o todo hombre
religioso debe pretender ser veraz, fiel a sus compromisos, acogedor y atento de
manera especial con los pobres, dando a cada uno lo que se le debe y moderando
sus deseos.
Todo esto crea un estado de fraternidad que propiciaría un encuentro sobre todo
en acciones comunes, por ejemplo luchar contra la degradación de las costumbres,
erradicar el sufrimiento humano, luchar contra la injusticia, el racismo, y todo
lo que amenaza la dignidad de los seres humanos y de sus derechos fundamentales.
De hecho así ha sucedido ya en la lucha contra el aborto y la crecida precisión
que se viene ejerciendo sobre organizaciones internacionales para que se
liberalice su práctica.
Por otra parte es difícil ya que existen diferencias notorias. El primero y
fundamental es que cada horizonte de comprensión religiosa tiene la certeza de
estar en la absoluta verdad puesto que su referente es una verdad revelada por
Dios mismo. Los cristianos creemos que Jesucristo ha venido a revelar la verdad
definitiva de parte de Dios su Padre. Para los musulmanes los cristianos hemos
desfigurado la enseñanza evangélica al elevar a la categoría de divinidad al que
era únicamente un profeta enviado por el único Dios. No habrá acuerdo si los
cristianos no aceptamos que Mahoma es el Profeta definitivo de parte de Dios que
trae el sí el mensaje auténtico. Para nosotros en Cristo Jesús se cumplieron las
promesas hechas por Dios a Israel, para los musulmanes el cristianismo no es más
que un camino hacia el Islam.
¿Adoraríamos entonces al mismo Dios? En cuanto que confesamos su unidad sí, pero
en cuanto reconocemos la trinidad de personas, no! Estamos ante el misterio de
los misterios del Cristianismo, la Trinidad, la Encarnación, la relación de amor
pleno de esta Santa Trinidad que para el musulmán constituyen más bien una
blasfemia contra la unidad y unicidad de Dios. Dios no puede ni encarnarse, ni
sufrir, ni morir en una cruz. Sería rebajar la dignidad de tal Dios, por tanto
la Pascua centro de la fe cristiana y del seguimiento de Jesucristo están en
contradicción con su fe.
De otra parte existen también diferencias en la forma como relacionamos religión
y sociedad.
Para un cristiano, aunque tenga preferencias por algún tipo de organización
político social, sabe bien que el Evangelio no le dicta normativas por un
prototipo de sociedad, ya que el Evangelio mismo va a interpelar todo tipo de
sociedad en cuanto incompleta e inacabada puesto que la plenitud del Reino
siempre está por llegar, esto no ha de interpretarse en el sentido de que al
cristiano no le interesan las concreciones históricas del mismo Reino de Dios y
su justicia, sino que sabe que el Señor de la historia lo encamina para que
considere la transitoriedad de la historia y se encamine con sus hermanos a
través de la misma historia hasta la única plenitud que es Dios.
Para la concepción musulmana en donde el Corán rige todos los aspectos de la
vida incluyendo lo político social, la civilización, la cultura, la religión ya
que dictamina sobre lo legislativo, lo doctrinal, la convivencia social
indicando qué es salvífico y que no es hace muy difícil que se acepte un cambio
y una evolución, la única que se daría sería en línea de un integrismo mayor.
Nuestra confianza está puesta en Dios que une los corazones de los que con
sinceridad le buscan, para que se produzca cercanía con este amplio mundo de
esta profesión de fe en el único y verdadero Dios que es el Dios de nuestro
padre en la fe: Abraham.