Imágenes de Dios

 

        Las imágenes de Dios y su repercusión en el camino de fe de los jóvenes

No te harás imágenes de Dios

Imágenes distorsionadas de Dios

Falsas imágenes de Dios

Imágenes de Dios y sus implicaciones en el mundo de los jóvenes

 

 

JOSEPH MASCARÓ

LAS IMÁGENES DE DIOS Y SU REPERCUSIÓN EN EL CAMINO DE FE DE LOS JÓVENES

 

BARCELONA, ECLESALIA, 16 de enero de 2004

http://www.ciberiglesia.net/eclesalia/27-04enero.htm#_Toc68674098

 

“Tenemos que confesar que con frecuencia no hemos encontrado los mecanismo de transmisión de la imagen del Dios relacionado con la vida de cada día de los jóvenes”

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ECLESALIA.- Francesc Torralba, profesor de la Universitat Ramon Llull, de Barcelona, ha presentado una nueva ponencia en el Fórum “Jóvenes, religiosidad y Evangelio” que ofrece el Centro Teológico Salesiano Martí-Codolar y el Instituto Superior de Ciencias Religiosa Don Bosco, de Barcelona.

Esta vez la conferencia ha estado centrada en la presentación de las imágenes más habituales que los jóvenes tienen de Dios en nuestros días. La propia experiencia universitaria del conferenciante y su relación con el mundo juvenil le sugieren algunas imágenes, no son todas, pero sí las más habituales entre ellos.

En la conferencia se ha centrado, de manera especial, en las que cree más frecuentes y que no son las únicas imágenes de Dios. Se podrían resumir en estas:

 

-   La imagen del Dios cristiano, que ha sido hegemónica durante mucho tiempo, que subsiste aún en el mundo de los jóvenes, pero que ya no ocupa una centralidad en su experiencia religiosa. Esta imagen la unen al descrédito de las instituciones que la presentan. Si no tiene credibilidad el agente transmisor, la imagen de Dios la perciben deformada. En muchos de ellos, la imagen del “Dios legal” ya ha quedado postergada, dando paso al “Dios del Amor”. Pero, con frecuencia, este Dios lo perciben como un “Dios a la carta”, es decir, seleccionan su rostro amable pero que no pone en tensión su vida, ni les crea conflictos. Y, además, es un Dios sin mediaciones: “Dios sí; la iglesia, como mediadora, no”

-   La imagen del Dios como Principio Cósmico, como Energía. Una imagen que fue hegemónica en otros tiempos pero que subsiste aún entre los jóvenes. Es la imagen de un Dios amoral, sin ley, irrelevante en la vida personal. Un Dios que no siendo “persona” no hace que cambie la vida del joven ni crea una relación con él. Por eso toda clase de oración resulta absurda. Es un Dios discutido por la ciencia que podría ser también una “hipótesis inútil”, pero que deja abiertos algunos resquicios hacia el más allá. Viene a ser como el “Dios-relojero” que crea el mundo como quien hace un reloj y que funciona mientras Dios quiere, pero desentendiéndose del reloj. Así, viene a ser un Dios impersonal, apático, sin deseos, que ni ama ni condena. Resulta absurdo hablar del Dios-Amor.

-   Otra imagen que los jóvenes se forman de Dios tiene relación con un Dios-panteísta o como el Dios-Tierra. Una imagen que va extendiéndose de forma notable. Dios es el conjunto de lo real, lo es todo. De manera especial es el “Dios de la Naturaleza”. Por eso crea en los jóvenes una sensibilidad ecológica, de manera especial entre los que viven en las grandes urbes. Un Dios con dimensión impersonal, pero con apariencia femenina. El amor a ese Dios se traduce en amor a la Tierra y lleva al joven a la huida de la ciudad, a una ecosensibilidad, a una ecolatría y a toda clase de reivindicaciones ecológicas.

-   Otra imagen queda marcada por el politeísmo mediático, con la divinización de figuras humanas del mundo del deporte, del cine, de la música... etc. que tiene fuerte presencia en los medios de comunicación. Son los nuevo dioses que se deben imitar, a los que se adora con devoción y provocan un fetichismo, roles de comportamiento y formas sociales para los que no se escatima ninguna clase de “sacrificio personal” con tal de conseguir su imitación. Pero en el fondo son dioses que destruyen la persona, que provocan una falta de criticismo, inducen a un seguidismo gregario que no admite disensión. Y al fin, esos ídolos acaban devorando a sus víctimas, produciendo un sentimiento de gran frustración.

-   No se puede olvidar una imagen que viene de otros tiempos pero que en la actualidad es cada vez más emergente, y más desde el “11S”. Es la imagen del Dios del Islam. Una imagen prejuzgada negativamente por intereses occidentales y que se va extendiendo con el gran flujo migratorio a partir de la gente proveniente de la inmigración de países que profesan esta religión. Un Dios que se presenta con una imagen intolerante, belicista, el de los terroristas y de los ignorantes.

-   Otra imagen que viven los jóvenes es la imagen negativa de Dios: el Dios como obstáculo a la libertad humana, el Dios obstáculo a mis deseos, el que frustra mi felicidad y mi crecimiento, y quiere amargar mi vida, el Dios obstáculo para la paz. Ha recordado en este momento la frase de Hans Kung: “no habrá paz en el mundo si no hay paz entre las religiones”. Es por tanto, un Dios irrelevante que, en todo caso, lleva a un antiteismo. Y, con una frase que resume esta vivencia de Dios, afirman: “¡Jesús, sí; Buda, sí; pero Dios, no; la Iglesia, nunca!

-   Acaba la ponencia presentando la situación juvenil de la ausencia de una imagen de Dios, en función de un pragmatismo, una inmediatez, en un ambiente materialista. Es el “adiós a Dios”. En bastantes casos es fruto de una educación religiosa, sobre todo en la infancia, en la que la imagen de Dios era empírica y no se relacionaba con la vida. En más de un caso, no obstante, se constata una nostalgia de Dios en los jóvenes, aunque sea de forma inconsciente. También es cierto que esta situación juvenil posibilita extraordinariamente una nueva experiencia de Dios.

Hoy resultan imprescindibles las actitudes de silencio, de escucha y de coherencia.

Una vez acabada la ponencia, en el dialogo se entró en actitudes prácticas de cara a una acción pastoral a fin de que este Dios de los cristianos seduzca a los jóvenes. De manera especial se destacó que frecuentemente no hemos sabido encontrar los mecanismos de transmisión de la imagen del Dios de los cristianos, con la necesidad de relacionarlo con la vida. En muchos de los jóvenes hay una nostalgia de Dios, aunque la imagen presentada no les satisfaga. Esto ofrece muchas posibilidades para una pastoral juvenil.

Conviene recordar que en la presentación que Jesús hace de su Dios tampoco fue comprendido. Sólo por unos pocos y que eran personas irrelevantes en un gran imperio romano. Y que por la presentación de esta imagen de Dios, el mismo Jesús tuvo que padecer la cruz.

¿Qué hará creíble la imagen del Dios de los cristianos – se preguntaba-? Para una minoría, la coherencia personal e institucional. Pero para una mayoría el “proceso de escucha”. No hay experiencia de Dios si no hay actitud de silencio y de vaciamiento personal. Esto debe tenerse muy en cuenta en un proceso de iniciación. No se trata de decir muchas palabras sino de provocar actitudes de silencio, de escucha y de coherencia personal.

La riqueza de esta ponencia quedará recogida íntegramente en la publicación trimestral que edita el Instituto Superior de Ciencias Religiosas.

 

 

 

NO TE HARÁS IMÁGENES DE DIOS 

Tenemos que convertirnos de Dios. Más exactamente: de nuestras imágenes de Dios. A Dios nunca acabaremos de conocerlo y siempre tendremos que estar revisando y mejorando nuestra relación con El; una relación que pasa por la imagen que nosotros nos hacemos de Dios.

Por otra parte, no vale decir que da igual una imagen que otra, o que podamos prescindir de nuestras imágenes de Dios para acercarnos a El. Nuestras imágenes sobre El nos son necesarias, pero siempre las debemos tomar como imágenes; Dios siempre estará más allá de lo que nosotros nos imaginemos de El. Y en esa dialéctica nos tenemos que mover: necesidad de esas imágenes al mismo tiempo que necesidad de relativizarlas y trascenderlas. "La idea que una persona tiene de Dios es el compendio de su propia vida". Esta sencilla pero importante afirmación la hace Carlos G. Vallés en "Dejar a Dios ser Dios", libro sencillo, breve y clarificador, cuya lectura no está reservada a privilegiados y entendidos.

-"NO TE HARÁS IMÁGENES DE DIOS".

"No te harás escultura ni imagen alguna de lo que hay arriba en los cielos..." (Ex/20/04-05). Este mandamiento prohíbe y prescribe para siempre imágenes de Yahvéh. Nosotros nos hemos fabricado imágenes de Dios mucho más peligrosas que el oro y la plata, porque son imágenes sutiles, conceptos mentales, definiciones escolásticas, jaculatorias encendidas que atesoramos y usamos, ideas necesarias y expresiones inevitables sin las cuales no podemos gobernar nuestra conducta ni dirigir nuestro pensar, pero que, al ser limitadas, desdicen de su objeto y estrechan nuestras miras.

No se trata de perder confianza en la inteligencia humana, y menos aún de evitar el dogma que define la verdad necesaria; pero sí de ser conscientes de la limitación inherente a la palabra, para saber usarla con delicadeza y trascenderla con abnegación. Hay que concebir el concepto y vivir la realidad de Dios de la manera que nos sea dada; y hay que estar dispuestos también a ir más allá de ella, por grata que nos sea y por familiar que se nos haya hecho para ampliar vivencias y ensanchar miras sobre lo que nunca acabaremos de abordar" (o c., págs. 31-35).

Es una seria llamada, basada en un mandato bíblico, a renunciar a aferrarnos a nuestras imágenes de Dios, incluso aunque éstas sean válidas.

-DIOS ES DIOS DE VIDA Y DE VIVOS.

"Las memorias están muertas, mientras que Dios no es Dios de muertos, sino un Dios de vivos. Dios es eternamente nuevo. Convéncete de que no lo conoces y de que puede traer hoy un rostro distinto del que tú te imaginas. No pongas en lugar de Dios la imagen de Dios que tú te has elaborado en el pasado: eso es idolatría espiritual. Repite la oración: "Señor, líbrame de todos los conceptos pasados que he formado de ti". Lo que hemos de hacer al acercarnos a Dios es recoger todos los conceptos pasados que de él tenemos, almacenarlos en la bodega de nuestra mente, y luego acercarnos a Dios, conscientes de que estamos cara a cara con un Dios cercano y a la vez desconocido, infinitamente sencillo e infinitamente complejo. ¿Cómo podría repetirse el Infinito? Todo el espacio y todo el tiempo del mundo no le bastan para expresarse a sí mismo una sola vez, ¿y queremos que se repita? Dios no se repite. Dios no responde nunca a un procedimiento fijo, no se ata a tiempo y lugar, no acata pronósticos, no repite caminos.

Dios nunca "vuelve"; Dios siempre "viene". Cada vez es un camino nuevo, un rostro nuevo... Dios no copia... , ni siquiera se copia a sí mismo. Puede permitirse el lujo infinito de ser perpetuamente diferente, y en eso está precisamente su ser" (o, c., págs. 39-43).

 -"NO TOMARAS EL NOMBRE DE DIOS EN FALSO"

"El Dios cercano da lugar a un concepto y una familiaridad que nos pueden llevar a la tentación de manipularlo. El Dios "amigo" puede pasar a ser el Dios "camarada", y la confianza puede llegar a ser abuso. Si manipular a un hombre es el último ultraje contra la dignidad de la persona, intentar manipular a Dios es blasfemia en acción. A Jesús, la gente quiso manipularlo en su vida una y otra vez. Le pedían signos, milagros. La reacción de Jesús fue llamar "generación perversa y adúltera"(/Mt/12/39. /Mt/16/04./Lc/11/29) a los que eso pedían. La promesa inaudita de Jesús, "pedid y recibiréis", pone en nuestras manos un instrumento privilegiado de fe y de abundancia en todos los órdenes para obtener cualquier cosa que deseemos, y en su misma generosidad abre el peligro de la manipulación, que más tarde o más temprano queramos forzar la mano de Dios valiéndonos de su promesa para conseguir que nos dé algo que él sencillamente no quiere darnos. El peligro no es que Dios sea de hecho manipulado, que nunca lo será ni puede serlo, sino que nosotros lo pretendamos y, al hacerlo, rebajemos otra vez el concepto de Dios a niveles humanos" (o.c., págs. 53-55).

-"EL QUE NO ADELANTA, RETROCEDE"

"Cuesta vaciar la mente. Cuesta silenciar el pensamiento. Cuesta despedir la imagen. La imagen no muere. Asentimos a la trascendencia, reconocemos el misterio, apreciamos el silencio. Pero la imagen persiste y el concepto se agarra y la idea no cede. Hay en nosotros, bien en el fondo del alma y de la conciencia, una mezcla de rutina, miedo, superstición, resistencia al cambio y comodidad en lo aprendido, que repite valores iniciales y proyecta imágenes de infancia a lo largo de toda la vida. El peligro es que la continuidad se haga estancamiento. Me atrevo a decir que una de las causas de la desorientación religiosa que se observa hoy en España en familias tradicionales en materia de creencia y práctica religiosa es precisamente ésta: la generación adulta de hoy no ha desarrollado un entendimiento inteligente del catolicismo paralelamente al conocimiento de su especialidad y al ejercicio de su profesión. Hemos dado a luz una generación de excelentes técnicos, grandes médicos e ingenieros, economistas y empresarios que eran autoridades en su terreno... y carboneros en religión. Hay que negociar con el tesoro mayor que tenemos: el concepto de Dios. Hay que avanzar en su conocimiento. Cuando digo "concepto", digo "experiencia". No se trata de conceptos abstractos, sino de experiencia vivida. O más bien de todo junto, ya que la idea influye en la conducta, y la conducta moldea la idea" (o. c., págs. 99-109).

 -LA CONVERSIÓN DE LOS "BUENOS"

No hemos pretendido hacer publicidad más o menos encubierta del libro citado; nos ha parecido interesante escoger unos fragmentos en los que se expone con claridad y autoridad la necesidad que tenemos de convertirnos de Dios; los creyentes, claro, los que nos sentimos demasiado seguros de nuestra condición, los que pensamos que a Dios ya lo tenemos "controlado". Porque las dificultades aquí comentadas son dificultades de quienes creen, no de quienes no creen; es claro que no basta con confesarse creyente. Creyente, ¿en qué Dios? ¿En el de la Biblia?; pero, ¿cómo entendemos e imaginamos al Dios de la Biblia? Que esta Cuaresma nos traiga una sincera conversión; de nuestras imágenes de Dios, sobre todo. Entonces, probablemente, muchas otras cosas cambiarán por sí solas. Y si no, hagamos la prueba.

LUIS GRACIETA DABAR 1988, 16


 

Lic. Viviana Endelman Zapata

Imágenes distorsionadas de Dios

 

http://www.monografias.com/trabajos16/imagen-de-dios/imagen-de-dios.shtml

 

Partamos de algunos hechos que demuestran la existencia de imágenes distorsionadas en gran parte de los cristianos.

·                                 La vida, las actitudes, las opciones de muchos cristianos son reflejo claro de una imagen impersonal y lejana de Dios, un Dios castigador o que premia según las conductas, un Dios reducido a recurso de solución ante determinados problemas o situaciones difíciles. Un Dios con el que se tiene una "relación utilitaria", al que sólo se le pide lo necesario y del cual se prescinde si se cree que se tiene todo, o un Dios al que se asocia con la buena suerte y que se abandona cuando algo no va bien. Un Dios a quien se le atribuye el mal que sucede en el mundo, con evasión de la propia responsabilidad y libertad y aún de los límites de la existencia humana. Un Dios al que el hombre puede acercarse más por su esfuerzo racional, o un Dios adaptado al sentir, al cumplimiento perfeccionista sin amor, a una idea fría no hecha vida que lleva al ateísmo práctico y a la hipocresía. Un Dios inventado al que se le rinde culto y llega a motivar en otros el ateísmo. Muchas falsas imágenes de Dios han despertado en el hombre la angustia o la rebelión.

·                                 Otro hecho que demuestra la existencia de imágenes distorsionadas es el positivismo eclesiástico en el que se cae con frecuencia, que tiene sus raíces en una teología abstracta y cosificante de Dios y que no muestra una profunda orientación y búsqueda de Dios detrás de tantos planes de pastoral y reorganizaciones administrativas o del apostolado en diversas áreas humanas.

Se observa a veces un cierto desplazamiento y ocultamiento de Dios, o un darlo "por supuesto" en la reflexión teológica y en el compromiso cristiano, recayendo el acento (pero con un Dios ausente) sobre las dimensiones humanas públicas y sociales, tales como la promoción del hombre o la liberación de los oprimidos.

En este desplazamiento de lo teocéntrico por lo eclesiocéntrico o por lo antropocéntrico vacíos de Dios, el rostro de la Iglesia llega -con frecuencia- a ocultar el rostro real de Dios.

·                                 Falta a veces en los cristianos el descubrir a Dios en medio de la realidad que nos rodea, el tener una experiencia unificante entre la ciudad terrena y la ciudad celestial; por lo cual lejos se está del Dios que habla y actúa en la historia, del "Dios entre nosotros".

·                                 También muchas expresiones sobre Dios responden a una religiosidad natural, anterior a la revelación bíblica, como por ejemplo "esa energía", o ese "algo superior que tiene que haber", esa "mano poderosa que está por encima de nosotros".

Veamos algunas causas que hay detrás de las imágenes distorsionadas

·                                 Como primera idea general, podemos decir que las imágenes distorsionadas de Dios que tienen los creyentes tienen causas históricas, sociales-culturales, personales y pastorales.

Las versiones de Dios provienen de la doctrina teológica que inspira la cultura religiosa vigente, de la influencia de tradiciones, mitos, costumbres heredadas de épocas anteriores y de factores de índole socioeconómico. En cuanto a los factores personales, también contribuyen a formar una imagen de Dios el nivel de formación religiosa, o el grado de madurez afectivo e intelectual, las historias de vida, los procesos psicológicos, los estados interiores.

·                                 Nos proponemos profundizar sobre todo en los condicionantes estrictamente teológicos:

En la configuración de la imagen distorsionada de Dios tiene que ver la formación desde una visión metafísica y esencialista de Dios (imagen predominante en los manuales de teología), y una teología abstracta y cosificante de Dios, recogida en gran parte por la presentación pastoral de Dios en los catecismos con los que han sido adoctrinados los fieles.

-En los manuales tradicionales se encuentra una imagen de Dios identificada con una verdad absoluta, fría y lejana, apoyada en el tratado clásico que divide el Dios uno del Dios trino, en el que la existencia de Dios aparece como algo distinto de su presencia histórica y de su revelación, de su presencia trinitaria manifestada en el NT.

-Los pensadores del medioevo también dejaron sus huellas en los catecismos populares. Y nos encontramos con una catequesis sobre Dios donde hay falta del mensaje salvador y sobresale una exposición racionalista de la fe. Nos encontramos con una catequesis como transmisión de conceptos y abstracciones (aunque el motivo de fondo haya sido preservar la fe tradicional frente a determinadas corrientes y herejías). Una catequesis donde la fe es presentada como deber (carácter moralizante), como verdades que debemos creer más allá de la respuesta libre y dialogante de quien recibe y acepta la Palabra, descubriendo en ella el sentido más profundo de su existencia. ¿No es lógico que los creyentes tengan una imagen natural de Dios si sus guías les hablaron más de un Dios metafísico que de un Dios histórico, de un Dios presentado de manera abstracta e impersonal?

Lejos de desarrollar la actitud de fe en cuanto adhesión personal y comunitaria del hombre con Dios, esta imagen de Dios presentada ha engendrado muchas veces en el creyente actitudes como el miedo o la sumisión por sobre la del amor.

El proceso de despersonalización de la imagen de Dios es también fruto de considerar a Dios no como persona que actúa en la historia de la salvación, al que sólo nos aproximamos desde la experiencia existencial y dinámica, sino como alguien que posee ciertos atributos metafísicos esenciales y que se deben reconocer con la razón, alguien inaccesible para la experiencia, incomunicable, que está al margen de toda aspiración humana (un Dios en sí, no un Dios para nosotros).

Especialmente la concepción teológica aristotélica-tomista ha producido una laicización y racionalización de la imagen de Dios, determinada sobre todo por la ausencia explícita de la persona y obra de Jesús en cuanto a los contenidos y por un proceso racional de acercamiento a Dios ajeno al dato revelado como metodología, donde ha estado ausente el carácter antropológico y pastoral.

Junto con la exposición del en sí de Dios de carácter abstracto y filosófico (con relación casi exclusiva a su trascendencia: misterio inescrutable, omnipotente, justo juez, señor de los ejércitos, luz inaccesible, etc.), se observa la ausencia de la Escritura y de los ecos salvadores.

·                                 Por otro lado, podemos señalar que el Dios bíblico ha recibido numerosas añadiduras culturales. Y el Dios anunciado muchas veces no es sólo el Dios de la fe, sino una imagen de Dios en la que han entrado otros elementos culturales que pudieron ser en otro tiempo útiles a la interpretación del mensaje bíblico, pero que han sido desplazados por otra cultura. Por ejemplo, si nos situamos en la Edad Media, observamos que el ambiente cultural y social era muy distinto al presente: nos encontramos ante una aceptada situación sociológica de cristiandad –una cultura estática que no siente el estímulo de la historia- y ante una estructura social rígida y vertical, en que el feudalismo presenta un tipo de relaciones sociales basadas en la dialéctica autoridad-súbditos; todo lo cual contribuye a modelar una imagen de Dios autocrática y lejana. Más adelante, mientras la cultura es racionalista, iluminista, intelectualista, un Dios anunciado desde la razón no provocaba un rechazo especial. Pero, en una cultura interesada por la historia, por la existencia, la libertad y el futuro, y también antisobrenaturalista, surge un "lógico" rechazo de un Dios así presentado.

En relación a esto, se hace evidente una falta de diálogo entre la fe revelada y nuestra cultura actual, o más bien un enfrentamiento de la cultura teológica medieval y la actual cultura técnica.

Muchos de nuestros contemporáneos viven declarando: "¡O Dios o yo!". Para convertirse en adultos estiman que han de eliminar a Dios del pensamiento, de la cultura, y de la sociedad.

Tanto la imagen metafísica de Dios que aparece en la reflexión teológica de los manuales como la presentación de Dios en los catecismos tradicionales ya no son válidas, no sólo en relación a la imagen bíblica de Dios sino también por la misma transformación cultural que se ha producido.

·                                 Destacamos, por último, que la falta de experiencia personal y comunitaria del Dios vivo ha causado el predominio de una imagen natural de Dios en muchos cristianos.

¿Cómo madurar hacia una imagen bíblica de Dios?

·                                 Primero creo que es importante descubrir qué imagen tengo de Dios, sobre todo revisando mis vivencias con Dios y mis actitudes de vida.

Y puesto que en la imagen se mezclan la formación, estados interiores, situaciones psicológicas, me parece necesario abrirse a un proceso de evangelización integral, a una experiencia del amor de Dios hecha proceso de conversión desde una vida orante y fraterna. "Nadie ha visto nunca a Dios: si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros y el amor de Dios ha llegado a su plenitud en nosotros" (1 Jn. 4,12) Así, en la experiencia del amor, conocemos auténticamente a Dios. Además, el amor con que nos amemos es el signo para que otros crean (cf Jn. 17,21)

·                                 También me parece clave hacer un análisis crítico del pensamiento y la catequesis tradicionales sobre Dios y un análisis del ateísmo contemporáneo, que nos advierten sobre determinadas imágenes de Dios que son equivocadas. Pero sin dejar de abrirse a la enseñanza conciliar y la revelación del rostro real de Dios que se nos acerca. Junto con esto, la actitud que no debe faltar, a mi entender, es superar la distancia entre la reflexión y la vida, para poder encarnar lo verdadero y rechazar las imágenes falsas de Dios que vayamos descubriendo. Es necesaria una fe crítica, pero sobre todo una fe viva que transforme la existencia y que esta existencia hable de Dios.

El Dios vivo de la revelación es el Dios que se manifiesta en la historia o sea que está íntimamente unido al hombre en Cristo; se revela a través de sus obras. Por tanto, la experiencia de Dios necesita de un discernimiento, una capacidad crítica para descubrirlo en medio de la realidad que vivimos, una sensibilidad para captar e interpretar los signos de los tiempos. Esto requiere docilidad al Espíritu Santo, gracias al cual podemos tener experiencia de Dios y anunciar al Dios que escuchamos, vemos, experimentamos, tocamos y compartimos, del cual nos sentimos hijos.

La experiencia de Dios nos defiende de confundir la fe con ideas, conceptualizaciones, activismos, normas.

·                                 Además de la conversión personal, que va unida a una experiencia de fraternidad, a la práctica del amor mutuo, creo que es necesario avanzar hacia una renovación de las estructuras eclesiales para que estén orientadas totalmente hacia Dios, y que hagan transparente el rostro del Dios vivo desde una fe que obra por el amor.

En esta renovación, y si estamos hablando de dar un paso hacia la imagen bíblica de Dios, me parece fundamental el darle un lugar central a la Palabra. La Biblia nos presenta a Dios como el que habló al corazón del primer hombre y la primera mujer; hizo alianza en Noé y los compañeros del Arca; escogió un pueblo en Abraham, Isaac, Jacob y los doce Patriarcas; se reveló a Moisés en la zarza ardiente y concluyó una alianza en el monte Sinaí; y habló por los profetas. El Evangelio nos revela que se hizo hombre en Jesús, en quien nos ha manifestado su verdadero rostro de Padre, que tiene un proyecto salvador para cada persona.

Desde el Dios bíblico entendemos nuestra vida como un proyecto amoroso: somos creados por amor, no fruto de la casualidad ni del azar, y destinados a un futuro de amor en el encuentro con el mismo Dios que nos ha creado. Él es nuestro Alfa y Omega. En este sentido, es bueno, antes que reconocer a Dios como todopoderoso, descubrirlo como Padre. No somos esclavos sino hijos. A quienes le abren libremente su vida, Dios se muestra todopoderoso especialmente cambiándoles el corazón. El poder de Dios aparece en las obras de Jesús al servicio de la debilidad humana y se expresa en la misericordia y el perdón. Su omnipotencia no fuerza nuestra libertad.

·                                 No podemos los cristianos volcarnos prioritariamente a la acción y al obrar sin preocuparnos de ser comunidad con una unidad de vida manifestada en el amor fraterno. La comunidad es parte del ser cristiano y de este ser comunidad sigue la acción pastoral bajo la guía del Espíritu Santo.

"Toda una generación de creyentes ha aprendido un concepto legítimo pero limitado de Dios (todos los conceptos humanos de Dios son limitados); se encuentran, por educación o por carácter, sin posibilidad de alternativa o voluntad de ampliación de su rígida catequesis y, al encontrar situaciones en la vida que no encajan con ese concepto, dejan el concepto y dejan a Dios. Es decir, dejan al Dios que conocían. Si lo hubieran conocido mejor, no lo habrían dejado. Hay que ampliar la catequesis, hay que abrirle ventanas al alma, hay que dejar a Dios ser Dios. La mejor manera de contrarrestar el ateísmo –misión de misiones en el mundo de hoy (y quizá de siempre)- es entender mejor a Dios. (...)

Yo tampoco creo en el Dios en que los ateos no creen", declaró certeramente el patriarca Máximo IV en el Vaticano II. "

  vivianaendelman@hotmail.com


 

Antonio Galera Gracia

Falsas imágenes de Dios

 

http://www.agalera.net/falsas.htm

 

No puedo comenzar este tema sin agradeceros a todos el apoyo y las continuas muestras de amor y amistad que habéis mostrado hacia mí con motivo de la dolorosa muerte de mi madre. Vosotros habéis sido los samaritanos que curaron mis heridas, habéis sido los cirineos que me ayudaron a soportar el peso de la cruz y habéis sido, ante todo, el motivo de mi pronta aceptación de lo inevitable.

Es muy doloroso cuidar de una madre cuando sabes que ya no se puede hacer nada por ella, cuando sabes que va a morir... Pero mucho más doloroso es cuando, para evitar sufrimiento, tienes que fingir naturalidad y contento; es decir: reír por fuera y llorar por dentro.

Mientras velaba su sedado sueño, envuelto en la penumbra que casi siempre nos envolvía porque la luz le molestaba mucho, pensaba en lo efímera que es la existencia del hombre. Pensaba en que mi madre se moría y en que era todavía joven y necesaria para sus hijos y para su marido que ahora no sabe qué hacer sin ella. Veía cómo la muerte se hacía cada vez más presente en la habitación y cómo fuera de ella brotaba generosamente la vida: la hierba reverdecía por todas partes, la juventud se arrullaba en los parques y jardines y los pájaros, concretamente los gorriones, hacían el amor sobre los aleros de los tejados. Fue entonces cuando me asaltó aquella extraña pregunta: ¿por qué Dios le dio tan poca importancia a la vida individual y tanta a la perpetuación de la especia? Millones de espermatozoides mueren para que uno de ellos viva, los árboles se cubren generosamente de frutos, nacen arbustos entre los muros pétreos de los castillos y entre las losas que cubren las aceras de las ciudades... Entonces fue cuando me di cuenta que estaba cuestionando el proceder del Padre. Yo que siempre había defendido y había dicho a todo el mundo que todo lo creado por Dios es bueno, estaba cuestionando el proceder del Padre. Cerré los ojos y vi al Padre ante mí, lo vi como Job lo ve en el Antiguo Testamento, y me dijo las mismas cosas que le dice a él, las mismas cosas que mi padre me hubiera dicho a mí, las mismas cosas que yo le hubiera dicho a mis hijos: <<¿Quién eres tú para cuestionarme? -dijo- ¿Quién eres tú para pedirme cuentas? ¿Dónde estabas tú cuando yo cree la tierra? Tú que siempre has defendido el principio de que todo lo creado por Dios es bueno, ¿por qué crees que la vida es buena y la muerte mala; si ambas cosas, vida y muerte, fueron creadas por mí?

Dudé entonces de mis propios argumentos, y fui reprendido por ello. Pero lo hice cuando todavía no había aceptado lo inevitable, cuando el dolor era del cuerpo y también del alma, cuando no podía evitar las lágrimas, cuando no quería hablar cara a cara con quienes de vosotros me manifestasteis querer hacerlo, cuando creí firmemente que Dios me había abandonado, cuando, en definitiva, comencé a tener una imagen falseada de Dios...

TEMA

Una imagen falseada de Dios ha tenido muchas veces como consecuencia una reacción de rebeldía contra nosotros mismos y contra Dios. Eso fue lo que me ocurrió a mí. Me di cuenta de que cuando falseamos la verdadera imagen de Dios, surge como consecuencia una reacción de autodestrucción contra nosotros mismos y de rebeldía contra el proceder de Dios.

La imagen falsa de Dios se debe a la desviada figura que, como en mi caso, aparece muchas veces en nuestro modo de actuar y de pensar, y sobre todo, cuando nos negamos a aceptar lo inevitable.

Yo siempre he dicho que de Dios no hay que hacer un ídolo personal. Siempre he dicho que tenemos que ponernos en guardia para no hacer de Dios un Dios personal y supeditado a una clase determinada de hombres. Siempre he dicho que tenemos que ser muy modestos a la hora de conocer a Dios y a la hora de mostrarlo. Siempre mantuve que de Dios no se puede hablar como de algo que se ha visto y al verlo se posee, sino como de alguien por quien uno se deja poseer sin cuestionarlo. Por ello siempre defendí que en la revelación que Dios hace en cada uno de nosotros hay que dejarse sorprender por Él, abrirse, acogerlo, escucharle, asombrarse..., dejarse llevar como las hojas secas de los árboles se dejan llevar por las corrientes murmurantes de los ríos...

EXPOSICIÓN DEL TEMA

1. Falsas imágenes de Dios.

   a) Un Dios adversario o rival del hombre.

    Un Dios que con su acción o su presentación hace inútil la decisión libre del hombre. Por ejemplo, presentar la oración como una especie de “técnica” para curar enfermedades. Un Dios que respalda ciertos tabúes morales, que nos impone caprichosamente lo que es molesto, y nos manda sistemáticamente lo que es desagradable. Un Dios de cuyo capricho dependen las catástrofes y las guerras.

   b) Un Dios subordinado al hombre.

     En este caso Dios debe de estar pendiente del capricho del hombre, reparar los errores que éste comete en su vida cotidiana, sustituirle siempre que no tome las decisiones que debe tomar. Si este Dios no cumple con el oficio que el hombre le ha señalado, el hombre reaccionará con ira contra este Dios-servidor-inútil.

   c) Un Dios guardián del orden público.

     El Dios que sirve para justificar las injusticias del orden constituido, que vigila con severidad las normas de una moralidad oprimente, que se caracteriza por una actitud de amenaza, de castigo vengador. El Dios que protege siempre a los de nuestro país, a los de mi partido, a los de mi religión y mira con ira a los enemigos de mi Patria, de mi partido, de mi iglesia... El Dios que ha hecho que unos pocos privilegiados posean la mayor parte de los bienes de la tierra y prohíbe a los pobres organizarse para reclamar con eficacia sus derechos.

   d) Un Dios pueril.

     El Dios relojero del universo que maneja como un técnico muy hábil la máquina de todas las cosas creadas. El Dios objeto de todas las ñoñerías sentimentales de ciertas formas de piedad y beatería.

   e) Un Dios lejano.

     Un Dios que está en el cielo y que nos observa desde allí con ojos policiales y actitud amenazante.

   f) Un Dios tapa-agujeros.

     Como alguien que viene sola y exclusivamente a cubrir nuestras deficiencias, sobre todo si esto se entiende en el sentido de disminuir la vocación que el hombre tiene de alcanzar plenamente su autonomía personal y de construir por sí mismo su proyecto de llegar a ser plenamente hombre.

2. La verdadera imagen de Dios.

   La verdadera imagen de Dios la hemos de ir descubriendo a través de la revelación que el mismo Dios hace en cada uno de nosotros y a través de la presentación que Jesús nos hace del Padre. Cristo nos presenta un Dios más humano, más cercano... Jesús comienza su predicación anunciando esta buena nueva: "El Reino de Dios está cerca de vosotros. ---¿Dónde está? -le pregunta un hombre andrajoso y hambriento.

---El Reino de Dios -le contesta Jesús- dentro de vosotros está.

---Si las escrituras dicen que el Reino de Dios está en el cielo, ¿cómo es que tú dices que está dentro de nosotros? -vuelve a preguntar el hombre.

---Si el Reino de Dios estuviera en el cielo - le contesta Jesús- las aves nos tomarían la delantera, y si estuviera en el mar, los peces nos tomarían la delantera. El Reino de Dios está dentro de vosotros en forma de grano de mostaza. De vosotros depende hacerla germinar o ahogar su crecimiento. Quien quiera conocer a Dios lo encontrará, porque conociéndole a Él os conoceréis a vosotros mismos y entenderéis que sois hijos del Padre, y, a la vez, os daréis cuenta que sois hijos de Dios. Vosotros sois la ciudad de Dios.

El Dios que anuncia Jesús es el Padre que acoge, sale al encuentro, perdona... Toda la vida de Jesús fue eso: hacer visible la proximidad de Dios al hombre. Ser samaritano próximo a cualquier hombre en necesidad. Y a mayor necesidad mayor cercanía.

Jesús no fue un teólogo, ni habló mucho sobre Dios, pero ciertamente se expresó y vivió de tal manera que los que le veían se preguntaban quién era ese hombre, y de dónde le brotaba aquel amor y aquella libertad.

Las actitudes de Jesús resultaron escandalosas. La gente que lo oía estaba desconcertada. Y este desconcierto atañó por igual a cercanos y lejanos:

·  su familia cree que ha perdido la cabeza (Mc 3, 22-21)

·  Juan el Bautista duda de su misión (Mt 11,4-6)

·  Los escribas y fariseos le tienen por endemoniado (Mc 3,22)

·  Le acusan como “amigo de malas compañías” (Mt 11,19)

El Dios que Jesús anuncia y hace visibles es un Dios que hace salir el sol sobre justos e injustos, que no acepta nuestras clasificaciones, diferencias y anatemas.

Creer en este Dios que Jesús nos muestra no es negar sino afirmar una predilección que la tradición judeo-cristiana ha puesto repetidas veces de relieve. Un Dios que se caracteriza por una clara solidaridad y predilección por los pobres, pequeños y marginados. El Dios cristiano es un Dios de los hombres, de todos los hombres. Pero es un Dios que no puede evitar su constante predilección por los más necesitados, los pobres, los desheredados, los sin ley, las víctimas del egoísmo... No necesita médico el sano sino el enfermo.

La soberana libertad de Jesús en su lucha por liberar al hombre de la esclavitud de una ley que había sido escrita por los hombres, del sábado, del culto, de los prejuicios sociales, ha llegado a ser nota definitiva en su persona: Jesús fue un hombre libre que nada dejó escrito, que predicó con su propio ejemplo, que dijo que la ley había sido escrita por los hombres, y que la verdadera Ley estaba escrita en el corazón del hombre...

Jesús mostró con su acción que el Dios a quien invocó como Padre no es un Dios que oprime, sino un Dios que libera. Eso es lo que Jesús reprochó a los escribas y fariseos: encadenar a Dios a sus propios intereses y hacer de la acción liberadora de Dios una razón para oprimir a los demás. Para ellos el sábado era el día del honor de Dios, no el de la libertad del hombre. Por consiguiente, si el día consagrado a Dios es aquel en que precisamente resulta imposible trabajar para dar de comer a los que padecen hambre o para curar a los enfermos, el Dios al que se honra de esta forma no es Dios, es un ser despiadado.

Jesús puso de relieve que optar por un Dios liberador, creer en un Dios libre y generador de libertad es arriesgado y costoso. Muchos de vosotros lo sabéis perfectamente porque lo habéis sufrido en vuestras propias carnes. El mismo Jesús selló con su vida esa opción. Opción que no es fundamentalmente una decisión de la voluntad, ni algo que se adquiere a fuerza de puños, sino que es algo que brota de lo más profundo de uno mismo cuando, gratuitamente, uno se encuentra cogido, seducido por Dios y su Reino. Es lo que decíamos antes acerca del conocer a Dios. Es fruto de la experiencia del dejarse poseer, no del querer poseerlo.

Creer en un Dios así no es sinónimo de despreocuparse y olvidarse de que la fe es llamada y respuesta. Pero es muy importante saber que la fe no es: un yo te doy para que tú me des, porque el amor está, no en que nosotros amemos o hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó primero (Jn 4, 10). Aunque con la misma claridad dirá después Juan que <<quien no ama al prójimo no conoce a Dios>>.


 

Imágenes de Dios y sus implicaciones en el mundo de los jóvenes

Francisco Reyes Archila

 

 

http://www.planpasperu.org.pe/xoops/modules/articles/article.php?id=11

 

"...quiero expresar, desde lo hondo de mi corazón,
mi agradecimiento a Dios por el don de la juventud,
que a través de ustedes permanece en la Iglesia y en el mundo"

Juan Pablo II

Si nos preguntan si la juventud es un don o una carencia, indudablemente optamos por responder que la juventud es un don. Sin embargo, consideramos como "incoherente" que seamos nosotros, personas ya instaladas en el mundo adulto, quienes hablemos u opinemos sobre los jóvenes directamente, sin cuestionar primero los parámetros adulto-céntricos desde donde tradicionalmente hemos visto a los jóvenes. No se trata, como se acostumbraba a decir en una época reciente, de "ser voz de los sin voz". Ellos y ellas son los que tienen la responsabilidad de hacer oír su voz y de nosotros la de promover y dejar que ellos y ellas hablen, así como la de escucharlos. Es necesario, que nosotros los adultos, hagamos primeramente un análisis crítico de los imaginarios sociales predominantes sobre nuestro mundo. Nos interesa, por tanto, ver la cuestión de los jóvenes desde el punto de vista de los adultos y específicamente desde el punto de vista que nos corresponde, es decir, como teólogos. No en el sentido tradicional de querer seguir viendo a los jóvenes a partir de los parámetros adulto - céntricos, sino en el sentido de revisar nuestros propios imaginarios sobre el mundo adulto. A pesar de lo anterior, necesaria e inevitablemente tenemos que referirnos a los jóvenes, aunque sea de forma indirecta, por ser una realidad correlativa a los "adultos".

1. Algunas consideraciones previas

Lo primero que hay que dejar claro es, que tanto las imágenes del joven como del adulto son construcciones socio culturales. Igual ocurre con el calificativo de juventud que se utiliza para hablar de un momento determinado en la vida del ser humano. Por tanto, estas imágenes no hacen referencia a una condición natural o "esencial", sino a las características, funciones, competencias o roles que social y culturalmente se asignan a ciertas etapas o momentos de la vida. Ya este presupuesto nos llama la atención, para hablar siempre en plural (juventudes y no juventud), cuidando de distinguir entre aquellas imágenes predominantes o hegemónicas en determinada sociedad y en determinado tiempo, y aquellas que no lo son (muchas de ellas visiones alternativas, que se van abriendo camino a paso lento). Cuando hablamos acá de juventud y del mundo adulto, nos referimos primeramente a aquellas imágenes o imaginarios sociales predominantes y hegemónicos.

La segunda cosa que queremos dejar claro es que no hay otra manera de imaginarnos a Dios (o hablar de Dios) sino a través de metáforas o símbolos de nuestra realidad humana (social o cultural). Aunque manejemos un lenguaje que puede ser común, como "Dios Padre", las imágenes que empleamos adquieren un significado muy particular, que resulta de una interacción con la cultura en la que estamos inmersos y del lugar que ocupamos dentro de ella. En nuestro caso, nos interesa resaltar el origen adulto de muchas de estas metáforas o símbolos.

El tercer asunto que hay que dejar bien claro, es que no es posible llegar al fondo del papel que lo religioso ha jugado en la conformación de los imaginarios sobre la juventud, si no tenemos en cuenta, por una parte, que la teología y la iglesia hacen parte de un todo más amplio, como son los paradigmas y estructuras sociales de tipo patriarcal, que han predominado y caracterizado principalmente a Occidente. Por otra, que estamos en época de grandes cambios, de grandes crisis, pero también de grandes posibilidades y responsabilidades. Una y otra realidad condicionan los significados que le damos a la imagen de Dios.

Nos interesa, en particular, ver en un primer momento la manera cómo las imágenes hegemónicas que tenemos sobre el mundo adulto en las sociedades patriarcales han influenciado en la manera como nos "imaginamos" a Dios en la teología y en las iglesias. Para confirmar lo que decimos, basta analizar las predicaciones, la catequesis, el testimonio, las leyes, las normas, etc.. Estas imágenes de Dios, a su vez, han influido directa o indirectamente en la conformación de ciertos imaginarios predominantes sobre la juventud y la adultez, las cuales repercuten dialécticamente en la condición y situación de los y las jóvenes hoy. Pero nos motiva también trabajar a la inversa, es decir, a partir de los nuevos imaginarios emergentes sobre la juventud, rediseñar nuevas imágenes rejuvenecidas de Dios y, por tanto, nuevas imágenes de los adultos.

2. La imagen del mundo adulto

Las imágenes que utilizamos para "hablar" de Dios normalmente son adultas (sea Dios Padre o Dios Madre) o provienen del mundo adulto. Ese es un fenómeno común a todas las religiones. Pero para comprender estas imágenes es necesario, antes que nada, que nos preguntemos por la carga de significación que le damos a la palabra adulto o lo que comprendemos por mundo adulto.

El adulto en una sociedad patriarcal es el ideal o el prototipo que el joven debe alcanzar. Por algo, ser adulto es sinónimo de madurez. Sin embargo, podemos ver de una manera más crítica esta imagen, la cual la podemos caracterizar de la siguiente manera: "Es el nuevo hombre, el dueño individual de la sociedad productora de mercancías, separado de su familia, independiente, libre, pero atrapado por un poder sobrehumano ineludible, en una red de relaciones sociales en su crecimiento y enteramente más allá del control de sus actores". En otras palabras, el adulto es el retrato de la soledad, como escribe Drewermann a propósito de la figura del adulto como es presentada en el libro de "El principito". "Su soledad, su aislamiento, su egocentrismo, su capacidad fantástica de perseguir como posesos la felicidad de la vida de un modo que sólo puede acarrear infelicidad, su permanente monología y monomanía, su completa incapacidad de escuchar a los otros y menos de aprender de ellos, todo esto sin duda imposibilita humanizar a las personas mayores".

El mundo adulto se le revela al principito "como una galería de la ostentación, la vanidad y la incapacidad absoluta para amar algo que no sea uno mismo, como un calidoscopio de ampulosos egoísmos, cada cual habitante de su propio planeta, años luz alejados de los hombres y de toda humanidad, seres que se tienen por importantes, por el sólo hecho de que saben transformarlo todo en números, mientras que ellos mismos no son más que "esponjas" que lo absorben todo, sin transformarlo interiormente con el mero propósito de hacerse "serios" y "gordos" ante los demás".

Debemos insistir que esta imagen del adulto corresponde más al varón. En las grandes sociedades patriarcales el adulto está simbolizado en figuras masculinas, y concretamente en las metáforas ideales o arquetipos del rey (detentador del poder, la fuerza y la autoridad), del juez (tiene el poder de la ley, las normas y el orden), del rico (el poder de la riqueza), del guerrero (tiene el poder de la fuerza, la agresividad, la valentía) y del mago (Tiene el poder del saber: "todo lo sabe, todo lo resuelve, y si no lo inventa). Lo que agrega algunas características propias. Es por esto que tenemos que hablar del patriarcalismo que caracteriza a las actuales sociedades, las cuales se estructuran social y simbólicamente a partir de las relaciones verticales, donde el varón-padre-adulto es considerado como importante, en términos de grandeza, poder, prestigio y honor, dándole el monopolio de Palabra y la ley.

A esta imagen del adulto hay que agregar entonces otros valores como el poder y la autoridad, basados en unas relaciones más de tipo legalista. La autoridad del padre sobredetermina, como una ley fundamental, las relaciones con los demás. Aparece la imagen del adulto como juez severo, drástico, que impone su voluntad, su ley, a como dé derecho. Cuando se agotan las vías de "derecho" para imponer la autoridad, aparecen las vías de "hecho". Aparece entonces la imagen de un adulto violento, que plantea la guerra y la violencia como las únicas formas de solucionar los conflictos. Hay poco lugar o nada, para el diálogo, la comprensión, la compasión, la misericordia, el reconocimiento de los errores, las cuales se miran como una debilidad en la autoridad del adulto. Es importante tener esto en cuenta, por los conflictos que caracterizan la relación de los jóvenes con los adultos (sea el padre, el maestro, las autoridades, el sacerdote, etc.), tanto en la sociedad, la iglesia como en la familia. O incluso, los conflictos entre los adultos mismos.

Contrasta con esta imagen del adulto la del joven. Esta última es definida en términos de transición (una etapa de preparación para ingresar al mundo de los adultos), negativos (no ser adulto) o carentes (lo que le falta para ser adulto) y desde el poder del orden y la ley. Esta imagen del joven es concebida en términos de futuro inmediato. Pero aún más, la imagen del joven se define en conflicto y en oposición con esta imagen del adulto. Conflicto que se resuelve "sacrificando", en todo el sentido de la palabra, a la juventud. Las comprensiones de la juventud como una etapa o como un estado de transición, confirma lo que estamos diciendo.

Esta imagen del "adulto", construida en oposición a la juventud, ha condicionado también la "imagen" que hemos construido de Dios en la cultura occidental. Aparece entonces como predominante la imagen de un Dios padre adulto: ausente, lejano, envuelto en una especie de soledad divina, celoso de la realidad humana, dominador, poderoso, legalista, etc. Lo que podemos decir del adulto, lo podemos afirmar también de Dios, con el añadido de que la imagen se torna "sagrada".

Y lo más grave de todo esto es la absolutización que hemos hecho de esta imagen, distorsionando la imagen bíblica de Dios Padre, convirtiéndola en un "ídolo", ante el cual no se puede decir nada o no se puede cuestionar. Un ídolo que en su afán de "tener" a Dios niega paradójicamente toda posibilidad de encontrarlo. Un ídolo que no nos permite dialogar con otras imágenes femeninas, juveniles o infantiles de Dios. Desafortunadamente algunos de los mitos, ritos y doctrinas sobre Dios tienden a expresar y a reforzar inconscientemente esta imagen.

Como iglesias hemos presentado esta imagen de Dios a los jóvenes. Por esto es comprensible que la mayoría de ellos y ellas entren en conflicto con esta imagen, pero también con la teología o la doctrina, con la pastoral, con las normas y leyes que rigen a las iglesias y especialmente con la liturgia (con los tiempos y espacios tradicionalmente considerados como sagrados). Esto imposibilita ver a Dios con un rostro juvenil o jovial. A un Dios lejano y ausente, le corresponde un joven ausente de los asuntos religiosos "oficiales". Por eso, no es que los jóvenes se encuentren "alejados" de Dios, sino de ciertas imágenes de Dios. En muchos casos, para bien o para mal, crea sus propias imágenes.

3. Un cambio necesario

El camino que emprendamos puede y debe ser ahora en vía contraria. Es decir, ver a grandes rasgos lo que significa ser joven y a partir de ahí, recrear nuevas imágenes de Dios. La idea es plantear metáforas o símbolos para hablar de Dios, a partir de la experiencia de los jóvenes.

Una imagen muy diciente para caracterizar a la juventud es la del "camino", por no estar satisfecho con el lugar actual, porque está en búsqueda permanente. Pero, visto desde nuestra realidad conflictiva, podemos afirmar que la imagen de la "encrucijada" nos puede decir un poco más. Esta imagen hace referencia a "la diversidad de caminos" a la que se ve enfrentada la juventud, un momento especial en que se toman las opciones y las decisiones de la vida (profesión, estilos de vida, vivienda, etc.), en el que busca de manera más insistente los sentidos de la vida, la autonomía frente a los demás grupos etarios. Es una época de cambios (biológicos, psicológicos, sociales), de nuevos descubrimientos o donde se viven ciertos aspectos de vida de una manera más intensa y con mayor energía (la sexualidad, el desarrollo físico, el deporte, la sociabilidad, etc.). Esto implica cierta "inestabilidad", rebeldía y conflictos con relación a los símbolos y a las realidades propias del mundo que "dejan" y del que "viene". Estas implicaciones o reacciones normales de los jóvenes suelen ser vistas con malos ojos por los adultos. Por eso, de alguna manera, la sociedad adulto - céntrica plantea como única salida válida para los jóvenes, la "domesticación", que no es otra cosa que la exigencia implícita de adoptar y adaptarse al mundo de los adultos, tal como lo describimos anteriormente.

Pero también hay que considerar que estos caminos y encrucijadas están condicionados por una serie de factores "objetivos" que no dependen de la voluntad de los jóvenes (su sexo, cultura, grupo social, etc.), entre las que hay que tener en cuenta, las ofertas, imposiciones sociales, imaginarios simbólicos deseados, etc. Aparece entonces la imagen del "callejón sin salida", como la que mejor refleja la realidad de muchos de los jóvenes en los sectores populares.

Aunque la imagen del camino simbolice una característica del ser humano desde que nace hasta que muere, la juventud es el momento donde se vive de manera especial ese dramatismo del "camino", de la encrucijada o del callejón sin salida.

De lo anterior podemos sacar algunas conclusiones: La primera, la necesidad de ver la juventud como un don, como momento privilegiado, muy rico y muy profundo en la vida del ser humano, como persona y como colectividad, superando las visiones adulto – céntricas de la juventud. Pero al mismo tiempo como una realidad compleja, heterogénea, discontinua y diversa, lo que nos lleva a hablar mejor en plural: juventudes.

La segunda, el "paso" al mundo de los adultos se puede dar en continuidad y sin mayores rupturas, o como una ruptura radical. En el primer caso, los valores de la juventud, aunque de manera diferente, continúan como elementos que pueden definir y enriquecer el mundo de los adultos. En el segundo caso, el adulto, se define como una negación de la niñez y de la juventud. En el caso de los adultos varones, también como una negación de lo social y culturalmente definido como femenino.

La tercera, la dificultad de precisar en términos de tiempo la duración de la juventud, pues ella depende de muchos factores. Sin embargo, tienen algunos elementos comunes, por ejemplo, como ser un momento de cambios, de opciones, de mucha energía, pero también de necesidades (como en todos los momentos de la vida) de apoyo, solidaridad y de acompañamiento. Un momento donde se afirma la continuidad o la ruptura con los lazos familiares, comunitarios, culturales, sociales y religiosos (procesos igualmente diversos).

Frente a la encrucijada o "callejón sin salida", el o la joven permanece como un rebelde aparentemente "sin causa" frente a los valores y a símbolos que identifican al mundo adulto o se vuelve prematuramente un adulto más. Aunque en medio de estos extremos, se da una gama amplia de posibilidades. Esta es una tensión que se manifiesta en la forma de hablar, de vestir, de actuar, de organizarse, etc. Pero es en esta tensión en la que se juega la identidad y el presente/ futuro de los jóvenes. El problema para muchos se agrava, al no tener en la sociedad buenos referentes, las posibilidades, las condiciones mínimas (culturales, institucionales, familiares, pastorales, etc.) o la solidaridad de las otras generaciones para tomar la mejor decisión. Normalmente termina adaptándose y adoptando el mundo de los adultos, volviéndose uno más, como la única forma que tiene para sobrevivir en una sociedad adulta. Y lo religioso no se excluye de esta lógica.

Si queremos ser coherentes con estos nuevos imaginarios simbólicos sobre la juventud, tenemos que buscar metáforas nuevas, frescas y juveniles que cuestionen y enriquezcan las imágenes que tenemos de Dios. Pero esto no es posible sino cambiamos radicalmente las imágenes predominantes que tenemos de los adultos, especialmente la del padre, y la actitud que tenemos frente a aquello que se considera juvenil. Imaginarnos un Dios menos "adulto", solo es posible si recuperamos y resignificamos los valores propios de la juventud. Valores que enriquecen la vida en todas sus etapas.

Proponemos algunas pistas, que no son más que símbolos, que nos ayuden a construir una imagen diferente de Dios, que nos permita acercarnos y dialogar con los jóvenes:

La imagen de un Dios alegre, festivo, lúdico, que también canta, que baila, que juega. Frente a la imagen de un Dios demasiado serio e insensible. Debe ser un Dios que sea "buena noticia" (agradable, atractiva, cautivamente) para los jóvenes.

Dios que se incultura. "Dios con nosotros". Es un Dios más que cercano, con el cual se puede hablar de tú a tú, con confianza, con el mismo lenguaje de los jóvenes. Un Dios como un amigo. Por tanto, un Dios que sabe escuchar, y que sabe aprender, que tiene tiempo para estar con ellos, que cree en ellos, en sus valores y cualidades, que perdona. Un Dios que les aconseja, que no ordena ni condena de antemano. Al cual le importan los jóvenes, que se preocupa por sus problemas, por sus necesidades. Los jóvenes para él son importantes, no sólo en cuanto al futuro, sino como presente. Un Dios que sea realmente amor (ágape), y amor como ternura, como entrega.

Un Dios comunitario. No es un Dios que vive en la soledad de los cielos, sino en la vida cotidiana de los jóvenes. Es la imagen de un Dios padre o madre que se preocupa por estar con la familia.

Un Dios apacible y bueno. Para quien la resolución de los conflictos pasa por el dialogo, la comprensión y la justicia. Su autoridad no está en el hecho de imponer por la ley una orden, sino en su capacidad de amar y de servir, de hacerse como "los otros" o "las otras".

Un Dios que camina con los jóvenes, que sueña con ellos.

Esta imagen de Dios debe ayudarnos a recuperar una dimensión más humana, pero también más rejuvenecida de lo religioso. Pero para no quedar en sólo buenos deseos, esta imagen se debe materializar en al vida y en el testimonio de las iglesias. Esta es la única manera de anunciar y testimoniar a un Dios joven y jovial.

4. Algunas implicaciones pastorales

El único camino posible para mostrar esta imagen rejuvenecida de Dios a los jóvenes, es nuestro testimonio como iglesia. Sólo es posible anunciar a este Dios, a través de nuestras palabras, pero especialmente a través de nuestra forma de ser y de hacer como iglesia.

Esto supone especialmente un cambio en la espiritualidad de quienes están al frente de la labor pastoral en las iglesias. Sólo podemos anunciar el rostro de un Dios joven y hacerlo realmente creíble, si realmente nos hacemos "como" ellos y ellas. Y eso implica recrear y vivir aquellos valores propios de la juventud como la alegría, la rebeldía, etc. Hacernos solidarios con ellos en todo sentido. Entablar un verdadero y sincero diálogo intergeneracional, sin presiones ni autoritarismos, que lleve a crear las condiciones para que sean los mismos jóvenes quienes asuman como mucho criterio las riendas de sus propias vidas, y contribuyan a rejuvenecer a la iglesia y a la sociedad.

Necesitamos de una pastoral que valore e integre de una manera pedagógica los lenguajes de los jóvenes, sus formas vestir, de actuar, de organizarse, sus ritos, sus manifestaciones artísticas, pero también sus propios imaginarios (la propia manera como comprende la vida y se sitúa frente a ella), valores, etc. Que asuma como propia la realidad, los problemas, las necesidades, los valores y la inmensa riqueza de los mundos juveniles. Necesitamos de una pastoral que ayude a los jóvenes a iniciarse en esta nueva experiencia de Dios. Una experiencia que realmente los ayude a crecer sin necesidad de renunciar a las cosas bonitas propias de este momento de la vida. Una pastoral que realmente reconozca y promueva el protagonismo de los jóvenes que los y las ayude a sentirse como sujetos activos, dinamizadores y transformadores, tanto en el ámbito eclesial como social.

Debe corresponder esta imagen nueva de Dios a una imagen rejuvenecida de la iglesia. Esto supone también una nueva teología, nuevos mitos y nuevos ritos, que lleguen realmente a ser una propuesta atractiva para la mayoría de los jóvenes, sin que ellos ni ellas tengan que sacrificar lo mejor de su juventud. Incluso, muchas de las leyes y normas dentro de las iglesias se deben adaptar a esta nueva imagen de Dios y a los nuevos imaginarios sobre la juventud.

En pocas palabras, tenemos que hacer realidad en la pastoral aquella idea de que la juventud sea realmente un don que puede rejuvenecer la iglesia y a la sociedad.