LA IGLESIA DE JESUCRISTO

Ya conocemos las hipótesis racionalistas que afirman, en mayor o menor medida, que la Iglesia se originó como consecuencia de la actividad de los primeros cristianos y, por consiguiente, que Jesús de Nazaret no fundó la Iglesia.

Debemos, por tanto, responder a varias preguntas:

Primera: ¿Quiso Jesucristo fundar una Iglesia?

Segunda: ¿Si Jesucristo fundó una Iglesia, quería además que fuera jerárquica?

Tercera: ¿Quería Jesús que su Iglesia tuviera un Primado que la gobernara universalmente?

Cuarta: ¿Prometió Jesucristo a su Iglesia la infalibilidad?

Todas estas preguntas están de alguna forma encadenadas y sus respuestas nos

indicarán la existencia del origen histórico de la Iglesia de Jesucristo y algunas de las características de su naturaleza, también queridas expresamente por Jesús.

A- La fundación de la Iglesia por Jesucristo

1. Nociones previas

Antes de contestar estas preguntas es conveniente que aclaremos algunos conceptos que hacen referencia al misterio de la Iglesia.

a) El concepto neotestamentario de Iglesia procede del vocablo hebreo «quehal», que la versión griega de los LXX (Setenta) traduce por iglesia y sinagoga; por tanto, la Iglesia es el nuevo y único verdadero Israel. La palabra Iglesia viene de la griega ecclesia, que significa dos cosas a la vez: el lugar de reunión y la comunidad o grupo de personas que tienen la misma fe religiosa.

b) En la Iglesia vemos una doble realidad: es una sociedad externa visible y es una comunidad invisible de fe.

La Iglesia, como sociedad externa visible, es conocida experimentalmente a través de los sentidos.

La Iglesia, como comunidad invisible de los que tienen fe (por esa fe, la constituyen), no es observable exteriormente. Porque la fe no es una realidad experimentable por los sentidos.

c) La autoridad constituye la sociedad. Para comprender mejor lo que es la Iglesia como sociedad es necesario conocer lo que es una sociedad.

La sociedad se define como una agrupación natural o pactada de personas con el fin de cumplir, mediante su cooperación, con algún fin. En la sociedad se da un grupo de miembros, que quieren conseguir el mismo fin y, para ello, se unen para cooperar a conseguirlo.

Esta cooperación viene determinada por leyes, reglamentos, etc., que obligan a cada miembro a poner los medios necesarios para conseguir el fin para el cual se han unido en sociedad.

Por tanto, lo que constituye a un grupo de personas en sociedad es la autoridad. Autoridad que, como queda señalado, se manifiesta en la organización, leyes, reglamentos, etc., que todos los miembros aceptan.

La Iglesia es una sociedad. Por tanto, en ella se da este elemento de autoridad que se desarrolla en las leyes que promulga, en la estructura externa -{como cualquier otra sociedad- que toma, etc. Por ello, encontramos un gobierno (los católicos creemos que la Iglesia es jerárquica), que es el encargado de velar para que el fin de la sociedad se cumpla.

La sociedad no es una multitud. Una multitud también es un conjunto de personas, pero no de miembros, pues no tienen ningún fin común y, por tanto, tampoco quieren sujetarse a ninguna obediencia.

En definitiva, el constitutivo propio de la sociedad es la autoridad. Gracias a ella, los miembros tienden al mismo fin.

d) Para responder a la pregunta de si Jesucristo quiso fundar una Iglesia será, pues, necesario ver si Jesucristo quiso fundar una sociedad y, por tanto, deberemos buscar si en la vida del Señor se manifiesta su voluntad de constituir a algunos de sus discípulos con autoridad. Buscaremos sólo los elementos visibles de la Iglesia, como es la sociedad, y no los invisibles, comunidad de fe, por razones obvias.

2. Lafundación de la Iglesia por Jesucristo

a) La intención de Jesucristo de fundar una Iglesia. Que Jesucristo quisiera reunir a su alrededor un grupo de discípulos que aceptasen y luego propagasen sus ideas es lo más natural. Además, nosotros creemos que es sobrenatural.

Todos los hombres que piensan que tienen algo que decir a los demás, de cualquier condición que sean (pensadores, políticos, etc.), procuran rodearse de un grupo de discípulos que den continuidad a sus pensamientos y obra.

Por tanto, desde el punto de vista más natural y sin entrar, de momento, en consideraciones sobrenaturales, lo lógico es que Jesucristo quisiera fundar una sociedad que siguiera y pusiera en práctica sus ideas religiosas.

Que Jesucristo quiso fundar una Iglesia se demuestra por sus pretensiones de ser el Mesías, Redentor y Salvador del Mundo, y, lógicamente, la salvación de todos los hombres a lo largo de la historia necesita un instrumento o institución que lo haga posible

También vemos que lleva a la práctica su deseo de continuidad con la elección de los Doce Apóstoles o enviados suyos.

A los Doce les dedica una atención especial. Les instruye constantemente, les explica las parábolas, les transmite sus poderes, sobre todo después de la Resurrección. Por ejemplo, cuando en la Ultima Cena instituye la Eucaristía y les manda que repitan este acto en memoria suya, indicando con ello su deseo de que éste no sea un acto aislado, sino que permanezca mientras haya hombres en la tierra.

Todo esto significa que Jesucristo quiere que continúen su misión en la tierra después de su Ascensión o subida a los Cielos.

Es verdad que Jesucristo predicó prácticamente sólo a la «casa de Israel> y esto podría hacer pensar que sólo se dirigía a los judíos y que no deseaba fundar una sociedad diferente a la del pueblo de Israel. Pero el Nuevo Testamento en su totalidad está dirigido a todo el mundo. El mismo Jesucristo, entre otras cosas, trató a la mujer siriofenicia de nación, a los gerasenos y pidió a sus discípulos que predicaran a todas las gentes hasta la consumación del mundo. Por tanto, está claro que pretendió que su mensaje fuera universal y no sólo para Israel. Para ello, lo normal es que quisiera fundar una Iglesia que llevara a término sus propósitos.

b) La fundación de la Iglesia. Toda la vida de Jesucristo constituye una preparación a la fundación de la Iglesia.

El nacimiento de la Iglesia lo situamos en la Muerte y Resurrección del Señor, por ser el misterio en el que se realiza la salvación. San Pablo lo dice bien claramente: «Murió por nuestros pecados y resucitó para nuestra salvación» (Rom 4, 25).

La Iglesia, dicen los Padres de la Iglesia, nació del Costado abierto de Cristo crucificado en la Cruz.

 

3. La existencia del Colegio de los Doce Apóstoles

Apóstoles son los hombres a quienes Jesús resucitado entregó todo su poder y los ennvió permanentemente a dar testimonio de El.

Etimológicamente el sustantivo Apóstol proviene del verbo griego «apostellein», enviar , y significa enviar al servicio del Reino de Dios con plenos poderes dados por Dios.

a) La preparación de los Apóstoles. Jesús tomó la iniciativa en la elección de los Doce.

«Subió a un monte, y llamando a los que quiso, vinieron a El, y designó doce para que le acompañaran y para enviarlos a predicar, con poder de expulsar a los demonios. Designó, pues, a los doce: a Simón, a quien puso por nombre Pedro; a Santiago el de Zebedeo ya Juan, hermano de Santiago, a quienes dio el nombre de Boanerges, esto es, hijos del Trueno; a Andrés y

Felipe, a Bartolomé y Mateo, a Tomás y Santiago de Alfeo, a Tadeo y Simón el Celador, ya Judas Iscariote, el que le entregó» (Mc 3, 13-19).

b) El nombre de Apóstoles. Los Doce discípulos se convierten en los Doce Apóstoles por voluntad de Jesús, que les da poder y los envía: «Jesús, llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus impuros para arrojarlos y para curar toda enfermedad y toda dolencia. A estos doce los envió Jesús» (Mt 10. 1-5)

c) La Institución del Colegio Apostólico. El nombre de los Doce se hace sinónimo de los Apóstoles a lo largo de la narración evangélica.

Jesús, después de su resurrección, confiere a los Apóstoles su misión permanentemente, sin limitación de tiempo y espacio: «Jesús les dijo: Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra; id, pues; enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo cuanto yo os he mandado. Yo estaré con vosotros siempre hasta la consumación del mundo» (Mt 28,18-20).

4. La situación de los Apóstoles es privilegiada dentro de la primitiva comunidad cristiana

Ellos son los testigos privilegiados de la vida y, sobre todo, de la resurrección de Jesús. En todo lo que dicen y hacen está presente Jesús. Sus funciones aparecen a lo largo de la narración de los Hechos.

a) La predicación es la misión especifica de los Apóstoles, caracterizada por la fidelidad doctrinal a la enseñanza recibida de Jesucristo. A Pedro y Juan, los principales judíos del Sanedrín «les intimaron no hablar absolutamente ni enseñar en el nombre de Jesús. Pero Pedro y Juan respondieron y dijéronles: «Juzgad por vosotros mismos si es justo ante Dios que os obedezcamos a vosotros más que a El; porque nosotros no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído» (Hech 4, 18-20).

b) Deben gobernar y administrar la incipiente comunidad. «Los Apóstoles atestiguaban con gran poder la resurrección del Señor Jesús, y gozaban todos ellos de gran favor. No había entre ellos indigentes, pues cuantos eran dueños de haciendas y casas las vendían y llevaban el precio de lo vendido, y lo depositaban a los pies de los Apóstoles ya cada uno se le repartía según su necesidad» (Hech 4,33-35).

c) De administrar algunos Sacramentos. Con ocasión de las quejas de los cristianos-helenistas porque sus viudas eran desatendidas en el servicio diario, son los Doce los que convocan a la asamblea de los discípulos e imponen las manos -y consagran- a siete hombres - los diáconos- para ponerlos al frente de este servicio, mientras ellos continúan dedicándose a la oración ya la predicación. Sólo ellos tienen la capacidad de imponer las manos, administrar el Sacramento del Orden.

Algo parecido sucedió cuando unos samaritanos se bautizaron y fueron los Apóstoles Pedro y Juan los que fueron a Samaria a administrar el Sacramento de la Confirmación, que sólo pueden hacerlo los Obispos

d) Sucesión de los Apóstoles. Los Apóstoles nombraron sucesores y colaboradores, aunque ya no se llaman Apóstoles ni son tampoco testigos del Señor en toda su plenitud. Hay muchísimos ejemplos en el Nuevo Testamento. Por ejemplo, San Pablo se lo recuerda a su discípulo Timoteo, al que, «por la imposición de mis manos» (2 Tim 1,6), ha consagrado Obispo.

Estos sucesores son los Obispos, los sacerdotes y los diáconos:

e) El número de los Apóstoles. Son los Doce y San Pablo. San Matías sustituyó a Judas, el que después de traicionar a Cristo se ahorcó. El número de Doce es una clara referencia a las doce tribus de Israel: «Os sentaréis también vosotros sobre doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israe1» (Mt 19,28).

5. En conclusión

Podemos afirmar legítimamente que Jesucristo quiso fundar y fundó una comunidad religiosa cuyo fundamento es el Colegio de los Doce Apóstoles. La Iglesia cristiana desde 1os orígenes reconoce a Jesucristo como su fundador, predica su vida y doctrina, y vive lo que el mismo Jesús le enseñó, bajo la autoridad indiscutible de los Apóstoles.

B- Jesucristo fundó una Iglesia jerárquica

Veremos como Jesucristo realmente constituyó la Jerarquía de la Iglesia, y como esta realidad jerárquica fue vivida por los primeros cristianos.

1. Nociones generales

Jerarquía etimológicamente significa «sagrado principio» y posteriormente significó el orden sagrado». Por Jerarquía se designa al conjunto de personas sagradas a quienes, por institución de Cristo, corresponden en la Iglesia los «diversos ministerios ordenados al bien común de todo el Cuerpo» (Concilio Vat. II, Constitución Lumen gentium 18). Los miembros de la Jerarquía tienen autoridad para gobernar a la Iglesia.

La Jerarquía se confiere con el sacramento del Orden y no por un simple nombramiento.

Hay que distinguir entre Jerarquía de orden y Jerarquía de jurisdicción.

La Jerarquía de orden corresponde a los grados jerárquicos recibidos por el sacramento del Orden: episcopado, presbiterado y diaconado.

La Jerarquía de jurisdicción es más amplia. Igual que en el Derecho Civil, da la capacidad de poder ejercer ciertos actos sobre personas sobre las que se tiene jurisdicción. Por ejemplo, un juez o un tribunal tiene jurisdicción, o capacidad, para juzgar a determinadas personas y delitos, pero no otros.

La Jerarquía de jurisdicción no se concede sólo por el Sacramento del Orden, sino además por el correspondiente superior, quién según las leyes vigentes, la confiere a uno de sus súbditos.

Algunos actos propios de la Jerarquía de jurisdicción sólo se pueden dar a personas que ya tienen la Jerarquía de orden. Por ejemplo: gobernar una diócesis o una parroquia, confesar, etc.

La Jerarquía de jurisdicción está ligada, muchas veces, a la capacidad de gobernar a la Iglesia, como es el caso del Supremo Pontificado o Supremo gobierno -Primado, el primero- del Papa y la jurisdicción de los Obispos, ambos instituidos por Jesucristo. Otras veces, es de institución eclesiástica, como los cargos eclesiásticos: párrocos, patriarcas, arzobispos, cardenales, jueces, etc.

2. La Jerarquía eclesiástica fue instituida por Jesucristo

Jesucristo quiso que la Iglesia fuera jerárquica u ordenada en distintos grupos o grados.

La voluntad de Jesús consta ampliamente en el Nuevo Testamento, tal como hemos ido viendo.

Jesús eligió a Pedro como fundamento de la Iglesia.

Jesús eligió a los Doce Apóstoles y los constituyó en un grupo especial, el Colegio Apostólico.

Jesús eligió a otros «discípulos» cualificados, pero no que eran propiamente apóstoles, y les envió a predicar en su nombre: «Designó a otros setenta y dos y los envió de dos en dos... y les dijo... el que a vosotros oye, a mí me oye, y el que a vosotros desecha, a mí me desecha» (Lc 10, 1-16).

En definitiva, alrededor de Jesucristo no aparece un grupo indiscriminado de seguidores, sino que El mismo los distingue entre ellos: unos son apóstoles, otros discípulos cualificados y otros simplemente discípulos. Es el mismo Jesús quien introduce un orden o Jerarquía entre sus seguidores.

3. La interpretación de esa voluntad de Cristo por los Apóstoles: ejercicio del poder conferido por Cristo

a) Ya hemos comentado como, en la Iglesia primitiva, los Doce actúan como grupo rector. Brevemente: predican, gobiernan a la primitiva comunidad, administran algunos sacramentos reservados a ellos, (Confirmación, Orden), eligen sucesores y colaboradores, etc.

Los nombres que designan las funciones jerárquicas, obispos, presbíteros, diáconos, están tomados del lenguaje corriente. Obispo viene de epíscopo, en griego, el que preside; presbitero en griego significa anciano y diácono, servidor.

b) La estructura de esta Iglesia incipiente es bastante clara. En su vértice, Pedro. Bajo esta cabeza visible, el colegio de los Doce, y supeditados a ellos, los colaboradores inmediatos -diáconos, presbíteros, epíscopos a quienes les «imponen las manos» (1 Tim. 5,22). La finalidad inmediata de la Jerarquía es el servicio -«diaconía»- que se realiza en la celebración del Sacrificio Eucarístico, en la predicación de la palabra y en el gobierno de las comunidades para que «todo se haga con decoro y orden» (1 Cor 14, 40).

El gobierno de la Iglesia es un auténtico servicio a todos los fieles. Entender el gobierno de otra manera, sea en la Iglesia o en la sociedad civil, es inadmisible. Se reduce al disfrute del poder y deja de servir a todos los ciudadanos. Es una corrupción del gobierno.

c)  No es admisible, pues, la opinión que afirma que en el Nuevo Testamento la Iglesia no es jerárquica, sino democrática; es decir, que todos los fieles estaban en el mismo plano, y que los ministros han sido elegidos por la comunidad y en representación suya. Esta opinión, como estamos comprobando, contradice los datos bíblicos e históricos. Tampoco se ve que sean compatibles con la historia las tesis del protestantismo liberal que intentan explicar la Iglesia como sociedad organizada en virtud de las leyes históricas ya imitación de otras religiones, al margen de la intención fundacional de Cristo.

4. ¿Qué es el Colegio Apostólico y su sucesor el Colegio Episcopal?

Estando todos los Apóstoles juntos, también San Pedro, Jesús les dio parte del mismo poder que antes había prometido sólo a San Pedro. Les dijo: «En verdad os digo, cuanto atareis en la tierra será atado en el cielo, y cuanto desatareis en la tierra será desatado en el cielo» (Mt 18,18). Estas palabras constituyen a los Doce en Colegio Apostólico. A la muerte de los Apóstoles, sus sucesores, los Obispos, constituyen el Colegio Episcopal.

El Colegio Episcopal está, pues, necesariamente constituido, por voluntad de Jesucristo, por todos los Apóstoles juntos y presididos por Pedro, su Cabeza; ya todos juntos les confió el poder de jurisdicción.

Sólo Pedro, como persona individual, tiene el poder de jurisdicción sobre todos y cada uno de los fieles. Además, es el que preside (es la Cabeza) el Colegio Apostólico, que sin él no existe como tal.

Estos poderes, los de Pedro y el Colegio Apostólico, se transmiten al sucesor de San Pedro, el Obispo de Roma, y al Colegio Episcopal, constituido por todos los obispos presididos por el Romano Pontífice.

5. La Iglesia primitiva y la Jerarquía

a) Rápida expansión del cristianismo. El cristianismo creció con gran rapidez. Las etapas más importantes de la primera expansión del cristianismo son:

- Después de la predicación de San Pedro, el día de Pentecostés se convirtieron 3.000 personas de muy diversas procedencias: «Partos, medos, elamitas, los que habitan Mesopotamia, Judea, Capadocia, el Ponto y Asia, Frigia y Panfilia, Egipto y las partes de Libia que están contra Cirene, y los forasteros romanos, judíos y prosélitos, cretenses y árabes» (Hech 2, 9-11).

- Pocos días después, San Pedro predicó en el Templo y se convirtieron 5.000. Incluso una «numerosa muchedumbre de sacerdotes se sometía a la fe» (Hech 6,7). Eran sacerdotes judíos, de la familia de Aaron de la tribu de Leví.

- Después de la lapidación de San Esteban «comenzó una gran persecución contra la Iglesia de Jerusalén, y todos, fuera de los Apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaria» (Hech 8,1): <Los que con motivo de la persecución suscitada por lo de Esteban se habían dispersado, llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía» (Hech 11,19).

- «Bemabé partió a Tarso en busca de Saulo, y hallándole, le condujo a Antioquía, donde por espacio de un año estuvieron juntos en la Iglesia e instruyeron a una muchedumbre numerosa, tanto que en Antioquía comenzaron los discípulos a llamarse cristianos» (Hech 11, 25-26). En Antioquía fue tan grande el número de los convertidos que se les llamó cristianos: es la primera vez que aparece el nombre de cristianos en la historia.

- También los Apóstoles se dispersaron después de que Herodes Agripa «dio muerte a Santiago, hermano de Juan, por la espada y llegó a prender también a Pedro» (Hech 12,2-3).

- Los capítulos 13 al 28 de los Hechos de los Apóstoles narran la propagación de la Iglesia entre los gentiles.

b) La conciencia universal de los primeros cristianos. Ya hemos comentado que los primeros cristianos tenían conciencia de que pertenecían no sólo a su comunidad local o Iglesia particular, sino a una comunidad universal o Iglesia Católica, tal como la llamó por primera vez San Ignacio de Antioquía en la Carta a los Tralianos. Saben que están unidos a los que «invocaban en todos los lugares el nombre de Jesucristo» (1 Cor I, 2), es decir que pertenecen a una comunidad religiosa universal.

Para incorporarse a la Iglesia es necesario la recepción del Bautismo, que perdona los pecados por la gracia y da el carácter de cristiano.

Por ejemplo, los primeros convertidos después de la predicación de Pedro el día de Pentecostés «dijeron a Pedro ya los demás Apóstoles: ¿Qué hemos de hacer, hermanos? Pedro les contestó: Arrepentiros y bautizaros en el Nombre de Jesucristo para remisión de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo... Ellos recibieron la gracia y se bautizaron, siendo incorporados a la Iglesia aquel día unas tres mil almas» (Hech 2,37-41).

Los cristianos tienen la misma fe en Jesucristo: son sus discípulos o seguidores. Celebran el mismo culto, especialmente la ~ucaristía o Santa Misa, que los Hechos de los Apóstoles llama «partir el pan» (Cfr. Hech 2, 42 y 46) o «dar gracias» (Cfr. Lc 22, 16 y 19). Eucaristía es una palabra griega que significa dar gracias.

c) En conclusión, los primeros cristianos no aparecen nunca, en las narraciones neotestamentarias, como un grupo amorfo.

Los primeros cristianos, ya desde los inicios de los Hechos, se presentan como un grupo organizado, con sus jefes, sus leyes y sus costumbres. Por tanto, es evidente que la Iglesia es jerárquica por voluntad expresa de Jesús, correctamente vivida por sus primeros discípulos.

6. La Jerarquía monárquica en las Iglesias particulares primitivas

Nos cabe aún determinar si la Jerarquía de la Iglesia primitiva tiene carácter monárquico, es decir, si hay un solo obispo presidiendo en cada Iglesia particular.

Para exponer el carácter monárquico de la Jerarquía en los primeros años del cristianismo es necesario distinguir entre la Iglesia de Jerusalén, judío-cristiana, y las Iglesias ~ fundación paulina, eminentemente pagano-cristianas.

a) En la Iglesia de Jerusalén. Es innegable el carácter monárquico de la Iglesia de Jerusalén desde sus orígenes.

Después de Pentecostés, a Pedro le corresponde la suprema dirección de la Iglesia.

Después de su salida de Jerusalén, ocasionada por la persecución de Herodes, ocupó Santiago, el hermano del Señor, el puesto principal y, desde entonces, se destaca en todos los asuntos que se tratan en Jerusalén: «Tomó Santiago la palabra - en el Concilio de Jerusalén -y dijo» (Hech 15,13), «llegados a Jerusalén fuimos recibidos por los hermanos con alegría. Al día siguiente, Pablo, acompañado de nosotros, visitó a Santiago, reuniéndose allí todos los presbíteros» (Hech 21, 17-18).

Como hemos visto también aparecen los presbíteros y los diáconos.

b) En las Iglesias helénico-cristianas. Los datos que ofrecen las Iglesias paganocristianas son suficiente para mostrar que eran también Iglesias con Jerarquía monárquica.

Aunque en estas Iglesias San Pablo se reserva la dirección, es el pastor de todas ellas, porque las ha fundado, ha tenido buen cuidado de constituir «presbíteros en cada Iglesia por la imposición de las manos, orando y ayunando, y los encomendaron al Señor, en quien habían creído» (Hech 14,23).

Otro ejemplo del carácter jerárquico de las Iglesias helénico-cristianas nos lo ofrece San Pablo, que «desde Mileto mandó a Efeso a buscar a los presbíteros de la Iglesia... mirad por vosotros y por todo el rebaño sobre el cual el Espíritu Santo os ha constituido obispos para apacentar la Iglesia de Dios» (Hech 20, 17-28).

También se observa el carácter jerárquico de las Iglesias helénico-cristianas cuando «Pablo y Timoteo escriben a los siervos de Jesucristo, a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos con los Obispos y diáconos» (Fill,l). Más aún, el carácter monárquico lo atestigua San Pablo cuando a Timoteo le encarga el gobierno de la Iglesia de Efeso ya Tito el de la Iglesia de Creta, ya ambos les da poder de constituir por la imposición de manos obispos, presbíteros y diáconos: «Te dejé en Creta para que acabaras de ordenar lo que faltaba y constituyeses por las ciudades presbíteros en la forma que te ordené... Porque es preciso que el obispo sea...» (Tit 1,5- 7).

San Pablo en sus Cartas pastorales trata con detalle de las características que deben tener los obispos y presbíteros, cuáles deben ser sus funciones y cómo han de realizarlas.

Ahora bien, hay algunos datos históricos que parecen contradecir la existencia de la Iglesia jerárquica y monárquica. En la Didaché, libro cristiano de los primeros que se escribieron alrededor del año 130, se dice que en las Iglesias particulares aparecen «profetas» y «doctores» ambulantes, a los que se les tiene un gran aprecio, ya que por sus dotes extraordinarias ayudan a la mejor formación de estas Iglesias. No obstante, el mismo carácter de ambulantes o transeúntes excluye que pertenezcan a la jerarquía local de gobierno a la que están sometidos.

En conclusión, las Iglesias locales no sólo son jerárquicas, sino que enseguida parecen regidas por un solo obispo. Hoy día, de muchas Iglesias conocemos el nombre de todos los obispos que han tenido desde sus orígenes en el siglo I.

En Jerusalén desde su fundación existe un solo obispo. Hegesipo nos da la lista de sucesión apostólica de esta Iglesia, de la cual conocemos el nombre de todos los obispos desde ...Pedro y Santiago hasta nuestros días.

- En la Iglesia de Roma conocemos la lista de todos sus obispos que nos ha facilitado San Ireneo de Lyon (t 202): Pedro, Lino, Cleto, Clemente... hasta ahora.

- En Antioquía, después de San Pedro, gobierna la Iglesia San Ignacio de A. (t 107), y en Esmirna, San Policarpo (t 154).

- A partir de finales del siglo I es indudable el carácter jerárquico y monárquico en todas las Iglesias de las que tenemos noticia. Es decir, cada Iglesia local está regida por un solo obispo que aparece asistido por un colegio presbiteral o sacerdotal. Este hecho histórico no lo niega nadie, incluso los más enemigos del cristianismo.

c) El esquema jerárquico de la Iglesia de los primeros tiempos aparece consolidado a principios del siglo II; incluso en cuanto a terminología. Las cartas de San Ignacio de Antioquía son un ejemplo de lo dicho: «seguid todos al Obispo, como Jesucristo al Padre, y al Colegio de presbíteros como a los Apóstoles; en cuanto a los Diáconos, reverenciarlos como al mandamiento de Dios» (Carta a los Esmirmotas). A partir de estas fechas, el testimonio escrito de la existencia de los obispos, presbíteros, diáconos, de sus ritos de ordenación y de sus funciones es tan amplio que sobra toda comprobación histórica.

C- El Primado de San Pedro y del Romano Pontífice

La Iglesia católica mantiene como verdad de fe que Jesús constituyó a San Pedro como cabeza de la Iglesia y que le confirió un especial poder de jurisdicción. Este poder debía perpetuarse en sus sucesores como un elemento esencial de la Iglesia; es el Oficio del Primado.

La Iglesia ortodoxa acepta sólo el Primado de honor de los Obispos de Roma y no acepta el Primado de jurisdicción. Los protestantes no aceptan ni uno ni otro.

El Primado de honor consiste en reconocer al Obispo de Roma como el primero entre iguales; pero niegan que deba gobernar a toda la Iglesia.

La doctrina católica se apoya en tres pasajes del Evangelio, en los que Cristo promete el Primado a Pedro, le encarga fortalecer la fe de sus hermanos y le confiere el poder de jurisdicción, después de su Resurrección.

1. La Promesa del Primado a San Pedro (Mt 16,13-19)

Mt 16, 13-19: «Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre? Ellos contestaron: Unos, que Juan Bautista; otros, que Elías; otros que Jeremías u otro de los profetas. y El les dijo: y vosotros, ¿quién decís que soy? Tomando la palabra Simón Pedro, dijo: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. y Jesús respondiendo, dijo: Bienaventurado tú, Simón Bar Jona, porque no es la carne ni la sangre quien esto te ha revelado, sino mi Padre que está en los cielos. y yo te digo a ti que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré yo mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Yo te daré las llaves del reino de los cielos, y cuanto atares en la tierra será atado en los cielos, y cuanto desatares en la tierra será desatado en los cielos» .

2. Autenticidad literaria

a) Todos los argumentos externos muestran que San Mateo es el autor del texto. Se encuentra en todos los códigos y versiones más antiguas. Desde el siglo II y III hay testimonios cualificados que confirman su autenticidad literaria. San Ireneo y San Justino lo citan en sus obras.

b) También los argumentos internos están a favor de la autenticidad literaria. Los semitismos indican que fueron escritos en arameo: Bar Jona, carne y sangre (en vez de hombre), Pedro-piedra, puertas del infierno, reino de los cielos, atar y desatar, son semitismos. Por ejemplo, sólo San Mateo utiliza la expresión Reino de los cielos en vez de Reino de Dios, y sólo en San Mateo encontrarnos dos veces la palabra «ecclesia» (o Iglesia, en castellano) (Mt 18,17).

Psicológicamente, no es admisible la interpolación por parte de ningún discípulo de este texto tan trascendental para la Iglesia.

Los protestantes, hoy día, admiten su autenticidad literaria, pero niegan su autenticidad histórica. Es decir, afirman que lo escribió San Mateo, pero no aceptan que Jesús dijera estas palabras en este momento.

3. Autenticidad histórica: Argumentos negativos y argumentos positivos.

Los argumentos negativos se reducen a cuatro:

a) Argumento social. Jesús no quiso fundar nunca una sociedad religiosa o Iglesia

por tanto, no pudo utilizar el término «ecclesia». Pero este argumento n corresponde en absoluto a la frecuentísima predicación de Cristo sobre el Reino de Dios -«quehal Yahvé»- que tiene también características terrenas. La expresión aramea «quehal Yahvé» se tradujo al griego por «ecclesia», como ya sabemos, en la versión de los LXX del Antiguo Testamento (71 veces por sinagoga y 35 por ecclesia); por tanto, el término no es nuevo ni para los judíos ni para los cristianos.

b) Argumento escatológico. Jesús sólo había predicado el inminente fin del mundo y la Parusía. su segunda venida para juzgar al mundo. Esto no es así, como ampliamente se ha demostrado. Jesús quiso fundar una Iglesia que propagara su predicación. el cristianismo.

c) Argumento psicológico. No es concebible que Cristo eligiera al inconstante y débil Pedro como fundamento de su Iglesia. Es verdad que Pedro. como el resto de los Apóstoles, no es - en sus primeros momentos- el personaje idealizado que tenemos en mente los cristianos; pero, también, Jesús eligió a Judas el traidor y, además, la elección de los Apóstoles no se funda en motivos humanos. Por otro lado, la historia cristiana primitiva muestra a Pedro como un hombre decidido y capaz, que dio su vida por su fe.

d) Argumento histórico. Pedro nunca ejerció de hecho esa función primacial en la Iglesia primitiva. Esta afirmación no está de acuerdo con los doce primeros capítulos de los Hechos. en los que constantemente aparece la preeminencia de San Pedro en la elección de Matías, en la primera y segunda predicación y en la incorporación del primer gentil, Comelio, y, en general, en toda la dirección de la Iglesia de Jerusalén.

e) Argumentos positivos. La armonía del pasaje: diálogo, pregunta, confesión, elección, muestra su carácter histórico. Pedro, a lo largo de las narraciones evangélicas, aparece siempre como el primer Apóstol en todas las listas; es el único cuyo cambio de nombre ha perdurado; es el que habla en nombre de los demás; es uno de los tres Apóstoles más íntimos del Señor; Jesús come en su casa, etc.

El hecho que ni San Marcos ni San Lucas citen este pasaje no prueba nada; pues si todo lo que unos evangelistas no citan se eliminara casi no quedarían evangelios. Quizá Marcos, «hijo amado de Pedro» no escribe nada por delicadeza, ya que su Evangelio contiene la predicación de Pedro.

Otro posible motivo por el cual este texto aparezca solamente en San Mateo es porque este evangelista escribió su Evangelio en Palestina, antes del comienzo de las persecuciones y pudo. sin peligro alguno para San Pedro, narrar la gran promesa del Primado, cosa que después no sería posible.

4. La interpretación de Mt 16,13-19

Este texto contiene tres metáforas eminentemente bíblicas, que expresan el primado de Pedro:

1.     La del fundamento, piedra o roca de la Iglesia.

2.     La de las llaves del reino de los cielos.

3. La de atar y desatar, con validez en la tierra y el cielo.

El modo metafórico de hablar de Jesús es prueba de su autenticidad, porque es muy común en los idiomas semíticos.

a) Pedro como fundamento. Se ha pretendido que la «roca» es el mismo Cristo; pero no se comprende cómo puede ser así: Jesús es piedra angular, piedra clave, pero no la piedra fundamento. Incluso en el Evangelio, en su versión griega, se utilizan dos palabras diferentes para designar piedra: una cuando se trata de Jesucristo y otra distinta cuando se refiere a Pedro. Se ve en este pequeño detalle el interés de los evangelistas, inspirados por Dios, de no confundir la promesa del Primado de Pedro con el mismo Jesús.

El juego de palabra Pedro-piedra es evidente en arameo, Kephas-Kephas y menos en griego, Pétrus-Pétras.

El cambio de nombre, en el Antiguo Testamento, es propio de la elección que Dios hace de una persona. Por ejemplo, Dios a Abrán le llama Abraham (padre de muchas gentes); a Jacob le cambia el nombre por Israel (fuerte contra Dios); indicando la elección que ha hecho de ellos. Hoy día esto también sucede: los papas cambian de nombre; a veces, los reyes. Por ejemplo, el Duque de Windsor se llamaba David y cuando fué rey de Inglaterra se llamó Eduardo VII.

b) La solidez de la piedra viene reafirmada porque «el poder del infierno» no prevalecerá sobre ella. En la Biblia, infierno, hades, sheol, lugares inferiores, seno de Abraham, es el lugar de los muertos y también del pecado. Por tanto, esta expresión significa que ni la muerte ni el pecado podrán contra Pedro. Ahora bien, teniendo en cuenta que Pedro, como persona física, murió, dicha expresión debe referirse a lo que el Apóstol representa, es decir, a su preminencia entre los Doce. Por consiguiente, si se aplica el concepto de muerte es el Primado el que permanece en los sucesores de San Pedro; y si se aplica el concepto de pecado, es la verdad o infalibilidad la que permanece en el Primado.

c) Elpoder de las llaves. Tener las llaves de una casa o de una ciudad, aún hoy día, indica capacidad de administrar, gobernar , dirigir, etc. Recordar que es frecuente que cuando una personalidad, por ejemplo, un jefe de estado, llega a una ciudad, el alcalde le haga entrega de las llaves, simbolizando que la pone a su disposición. Jesús promete a Pedro ya sus sucesores el poder de jurisdicción sobre toda la Iglesia.

d) El poder de atar y desatar equivale en la literatura rabínica a prohibir-permitir, condenar-absolver, y tiene un claro senti~ judicial. Jesús promete a Pedro el poder de juzgar -castigar o perdonar- a los fieles de la Iglesia por su cumplimiento o rechazo de los preceptos del Señor.

Estas tres potestades se confieren juntas. En ellas la Iglesia ve el poder de magisterio, de gobierno y sacerdotal.

5. Pedro encargado de confirmar en la fe: Lc 22,31-32

Poco antes de la Pasión, durante la última Cena, Jesús dice: «Simón, Satanás os busca para cribaros como al trigo; pero yo he rogado por ti para que no desfallezca tu fe, y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos» (Lc 22, 31-32). Dado el papel lamentable de Pedro, sus tres negaciones, esta misión de confirmar en la fe a sus hermanos no puede limitarse en modo alguno a los sucesos de la Pasión. En este contexto, confirmar en la fe comporta también el poder de jurisdicción, porque la fe abarca todo lo que Cristo mandó creer y observar .

6. Colación del Primado: Ju 21, 15-17

Jesús se aparece a sus discípulos junto al mar de Tiberíades, les prepara comida y come con ellos.

Le pide a Pedro una triple confesión de amor, y le encomienda por tres veces) <<apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas». Este hecho es el que confiere (colación significa dar, conferir) el Primado a Pedro. La imágen de apacentJlr es muy bella y clara: es el pastor el que dirige el rebaño a los pastos, al redil, cuida de él, etc.

Los ortodoxos interpretan este texto como un triple perdón por la triple negación y no como la Colación del Primado de jurisdicción. Pero a esto hay que alegar que Pedro ya á perdonado, sino no tendrían sentido ni la aparición personal que tuvo con el solo ni las demás apariciones.

Los protestantes liberales niegan la historicidad de este texto.

Por la metáfora del «pastor», Jesús encomienda a Pedro regir o gobernar a su Iglesia. Recordemos como Jesús mismo ha dicho de El "Yo soy el Buen Pastor" (Ju 10,11).

7. El primado de Pedro en el resto del Nuevo Testamento

En vida de Jesús, ya hemos destacado la importancia de Pedro entre los demás apóstoles.

Desde la Resurrección a Pentecostés, entre otros hechos, Pedro preside la Iglesia naciente y elige a Matías como sucesor de Judas.

Como ya hemos comentado, después de Pentecostés son innumerables los pasajes en; que Pedro ejerce una auténtica autoridad sobre el resto de la Iglesia primitiva: los dos primeros discursos, conversión del primer gentil, preside el Concilio de Jerusalén, San Pablo lo cita en primer lugar y acude a él para confirmar su doctrina, elc.

8. Ejercicio del Primado después de San Pedro

La Iglesia Católica enseña que los Obispos de Roma, sucesores de San Pedro, ejercen el Primado sobre toda la Iglesia.

Es evidente que en el primer siglo del cristianismo no encontramos desarrollado con muchos testimonios escritos todo el ejercicio del Primado Romano; pero - aún así- hay suficientes datos que muestran, ya desde los primeros momentos, el efectivo ejercicio por parte del Obispo de Roma de la función primacial y - al mismo tiempo- el reconocimiento de este poder por parte de las demás Iglesias.

a) Ejercicio del Primado por los Romanos Pontífices. San Clemente Romano murió mártir el año 96 y es el tercer Papa después de San Pedro. Escribió hacia el año 95 la Epístola a los Corintios, en la que amonesta a algunos de la Iglesia de Corinto que se rebelaron contra los superiores de la comunidad. El tono de la carta, las frases que exigen obediencia, la responsabilidad que siente Clemente, el hecho de que fuera obedecido, etc., no es más que la demostración del Primado romano. Y, más aún, en una Iglesia fundada por San Pablo y viviendo aún el Apóstol San Juan.

El Papa Víctor I, murió alrededor del año 198. Excomulgó a los montanistas e intervino en la «polémica pascua1» , ordenando a las Iglesias de Asia y M rica que siguieran la costumbre romana. Fue visitado por San Policarpo de Esmirna. Estos hechos son testimonios evidentes del Primado de Roma.

Después de Víctor I, los testimonios sobre el ejercicio del Primado se suceden ininterrumpidamente hasta nuestros días. Son frecuentes las visitas y las cartas al Obispo de Roma pidiendo aclaraciones, su arbitraje, confirmación de la doctrina, etc.

b) Reconocimiento del Primado de Roma. En los escritos de los Santos Padres. San Ignacio de Antioquía, mártir hacia el año 107, al ser llevado a Roma escribió siete cartas.

En la Carta a los Romanos escribe: «Ignacio, llamado también Teóforo: A la Iglesia que alcanzó misericordia por la magnificiencia del Padre Altísimo y de Jesucristo su único Hijo; Iglesia amada e iluminada por voluntad del que ha querido todas las cosas que existen; la que además preside en el lugar de la región de los Romanos, digna de Dios, digna de decoro, digna de toda bienaventuranza, digna de alabanza, digna de todo éxito, digna de santidad y que preside a la caridad (o en latín, que preside a toda la asamblea de la caridad), seguidora de la ley de Cristo y adornada con el nombre del Padre: también a ella le envío un saludo en el nombre de Jesucristo, Hijo del Padre» (San Ignacio, Carta a los Romanos ).

La importancia de ese texto de San Ignacio en cuanto al reconocimiento del Primado de Roma es indiscutible. Basta destacar los siguientes aspectos:

Primero, hay que hacer notar que San Ignacio, en los saludos a las demás Iglesias, se limita a saludar a la Iglesia que está en Efeso, en Magnesia, en Filadelfia, etc. Por tanto, este singular saludo a la Iglesia de Roma significa la importancia de esa Iglesia.

Segundo, el uso del verbo presidir, tanto en el «lugar» como en la «caridad», indica la preeminencia de la Iglesia de Roma. Esta interpretación es comúnmente aceptada por los protestantes liberales, como, por ejemplo, Von Harnack y O. Culmann.

Tercero. La expresión preside en la caridad, teniendo presente que «caridad» indica la unidad de la comunidad cristiana realizada por el amor, significa que Roma es la que garantiza dicha unidad para la Iglesia universal.

También en otro lugar, San Ignacio indica la preeminencia de Roma: «Así también, quiero que permanezcan firmes todas aquellas cosas que mandáis en vuestras enseñanzas» (Carta a los Romanos). No se comprendería este mandáis si no hubiera un sentido de la primacía de Roma y cada Iglesia fuera absolutamente independiente.

San Ignacio fue el primero que llamó «católica a la Iglesia cristiana». Católico significa U ni versal.

San Ireneo, por los años 178-188, escribió Adversus haereses, o Contra las herejías, mostrando que la auténtica tradición cristiana se encuentra únicamente donde se halla la verdadera sucesión apostólica. Como ejemplo singular, pone la lista ininterrumpida de los Obispos de Roma, sucesores de San Pedro y San Pablo. De Roma dice que es la Iglesia «máxima, antiquísima y de todos conocida... Pues es necesario que toda la Iglesia, es decir, todos los fieles esparcidos por doquier, convengan con esta Iglesia por su principalidad más notable,. dentro de la cual todos los fieles del mundo han conservado siempre la tradición que viene de los Apóstoles» .

«Sucesión apostólica» quiere decir que de cualquier obispo actual puede seguirse una línea ininterrumpida desde el obispo que le consagró, al que consagró a éste y así, durante dos milenios, hasta el Apóstol que comenzó consagrando al primero de la lista de aquella Iglesia.

También San Ireneo, a través de este texto, manifiesta la preeminencia de Roma.

Primero. San Ireneo elige a la Iglesia de Roma, en vez de otra, para fundamentar la sucesión apostólica, con ello, enseña que en ella se encuentra la garantía de la auténtica tradición cristiana.

Segundo. Es bastante claro que San Ireneo tiene presente la Primacía de Roma al atribuirle los títulos de máxima, antiquísima y de todos conocida. Títulos que la distinguen de las demás Iglesias.

Tercero. Después, San Ireneo la señala como la más principal.

Cuarta. Y, finalmente, dice que todas las demás deben acomodarse a ella en la fe.

Después de Tertuliano (t 240) y de San Cipriano (t 258) tenemos abundantes testimonios del reconocimiento del Primado de Roma.

D- Infalibilidad del Magisterio

1. Noción de infalibilidad

La infalibilidad pone de manifiesto la asistencia divina que Dios ha concedido a la Iglesia, que excluye el hecho del error y, además, implica la imposibilidad de equivocarse en la conservación y exposición de la verdad revelada.

2. El hecho de fa infalibilidad

a) Sagrada Escritura. Jesús promete su asistencia a los Apóstoles en la predicación de la Buena Nueva y les dice que el Espíritu Santo les confirmará en la verdad, como sucedió en Pentecostés. Los Apóstoles tienen conciencia de predicar la verdad de Dios: «Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos tocando al Verbo de Vida - porque la Vida se ha manifestado y nosotros hemos visto y testificamos y os anunciamos la vida eterna, que estaba en el Padre y se nos manifestó -, lo que hemos visto y oído os lo anunciamos a vosotros, a fin de que  viváis en comunión con nosotros» (1 Ju 1, 1-3). Los Apóstoles afirman que son «testigos» de la vida y doctrina de Jesús. Ya lo largo del Nuevo Testamento se advierte constantemente su preocupación por «conservar el depósito de la fe», de evitar «los falsos doctores», «las doctrinas extrañas», etc.

La Iglesia siempre ha creído que era asistida por el Espíritu Santo. Así, por ejemplo, la «tradición>> o entrega del Credo y del Padrenuestro a los catecúmenos - personas que se preparaban para el Bautismo- es buena prueba de ello, pues con esta transmisión se pretende enseñar las verdades necesarias para la salvación.

3. Sujetos de la infalibilidad

¿ Quiénes gozan de este don de la infalibilidad? Es infalible la colectividad de los , o pueblo de Dios, el Colegio Episcopal y el Papa.

a) Infalibilidad de la totalidad de los fieles. La Iglesia considerada en su totalidad no puede errar. La infalibilidad de todo el pueblo de Dios se pone de manifiesto por el «sensusfidei» o el sentido de la fe universal de todos los fieles, cuando dan su consentimiento universal en las cosas de fe y de costumbre: Es decir, los fieles cuando todos creen en las mismas verdades, estas verdades son de fe. No hay que entenderlo en el sentido de que tienen capacidad de proponer nuevas verdades.

b) Infalibilidad del Colegio episcopal. El conjunto de Obispos, cuando predican unánimes una doctrina, son infalibles. Ahora bien, para que el magisterio de los Obispos goce de esta prerrogativa es necesario que se cumplan tres condiciones:

1º La comunión jerárquica. Los Obispos gozan de la infalibilidad unidos entre sí, formando el Colegio episcopal, y no individualmente.

2º La enseñanza deber ser sobre fe y costumbres.

3º Es necesario que estén de acuerdo no sólo en la proposición que enseñan, sino en su obligatoriedad.

Los Obispos ejercen su magisterio infalible de forma ordinaria, cuando concuerdan en proponer una doctrina como perteneciente al depósito de la fe; y de forma extraordinaria, cuando unidos al Papa, su Cabeza, lo ejercen en el Concilio Ecuménico.

c) Infalibilidad del Romano Pontífice. El Romano Pontífice goza de la infalibilidad de que Cristo quiso dotar a su Iglesia cuando habla «ex cathedra» (desde la cátedra), es decir en virtud de su cargo.

La infalibilidad en el Magisterio le corresponde al Romano Pontífice por su propio oficio, por ser sucesor de Pedro. En efecto, al Obispo de Roma, y sólo a él, Jesús dijo en la persona de Pedro: « y o he rogado por ti para que tu fe no desfallezca; y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos» (Lc 22, 32). La unidad de la Iglesia, fundada sobre la roca de Pedro, implica la unidad en la fe, garantizada por la infalibilidad del Vicario de Cristo.

Son cuatro las condiciones para hablar «ex cathedra»:

1º Debe actuar como Pastor y Doctor supremo de la Iglesia.

2º Debe definir sobre fe y costumbres.

3º  Para toda la Iglesia católica.

4º Con intención de obligar.

4. Objeto de la infalibilidad

a) Extensión. El objeto de la infalibilidad son las verdades de la fe y las costumbres, es decir, todo aquello que entre dentro del campo de la revelación.

Hay que distinguir, en las verdades que son objeto de la infalibilidad, entre el objeto primario y el objeto secundario.

El objeto primario son las verdades de fe y costumbres que están reveladas.

El objeto secundario son aquellas verdades naturales, filosóficas, etc., que están en conexión con las verdades del objeto primario y sin las cuales éstas no podrían entenderse. Por ejemplo, si se niega el principio filosófico de causalidad (cosa que hace la filosofía moderna) no pueden existir demostraciones probativas de la existencia de Dios a partir de la razón humana.

Estas demostraciones racionales se fundamentan en los efectos -realidades que observamos- y desde ellos la filosofía se pregunta por su causa, hasta llegar a la Ultima Causa, que llamamos Dios. Así lo han hecho los grandes filósofos: Platón, Aristóteles, Tomás de Aquino, etc.

Si la Iglesia no pudiera proponer como infalibles estas verdades del objeto secundario no podría defender el depósito de la fe.

b) Por parte de los fieles, se exige «una obediencia de fe» a las enseñanzas objeto del acto infalible del Magisterio: «Los fieles... tienen la obligación de aceptar y adherirse con religiosa sumisión de espíritu al parecer de su Obispo, en una materia de fe y costumbre, cuando él las expone en nombre de Cristo» (Concilio Vaticano II, Constitución Lumen gentium, 25).

Los fieles deben aceptar interiormente lo que el Magisterio enseña como verdades de fe y costumbres. No es suficiente obedecer exteriormente, pero sin creer en su interior.

5. Valor del Magisterio

Para determinar el valor de las verdades enseñadas por el Magisterio es necesario tener en cuenta «la índole de los documentos, la repetición frecuente de la doctrina y el modo de expresarse» (Concilio Vaticano II, Constitución Lumen gentium, 25).

Las verdades definidas como dogma de fe son el objeto de la fe para todos los fieles.

En cuanto a las verdades no definidas directamente como dogma de fe, es oportuno recordar el Magisterio ordinario del Sumo Pontífice o del Colegio Episcopal. Este Magisterio auténtico, aunque no es el objeto propio de la fe, ha de ser recibido con asentimiento religioso.

Para percibir mejor la importancia del magisterio auténtico del Sumo Pontífice conviene tener en cuenta que sólo muy raramente ha definido «ex cathedra» un dogma de fe cumpliendo las condiciones requeridas.

Hay que tener en cuenta que muchos de los contenidos de Magisterio ordinario de los Papas son infalibles, por referirse a temas del Magisterio universal y ordinario de la Iglesia. Interesa hacer notar la amplitud del magisterio auténtico del Romano Pontífice sobre la fe y las costumbres, al que se ha de prestar un asentimiento religioso del entendimiento y de la voluntad y acerca del cual los fieles han de evitar todo lo que no esté de acuerdo con su enseñanza. Es decir, también hay que obedecer interiormente al Magisterio ordinario.

Lo mismo hay que decir del Magisterio del Colegio Episcopal como tal. Basta recordar a este propósito que la inmensa mayoría de los documentos del Concilio Vaticano n han de situarse en la calificación del Magisterio auténtico del que nos estamos ocupando.

El Magisterio auténtico lo imparten también cada uno de los Obispos, las Conferencias Episcopales y los Sínodos particulares. Es importante hacer notar la unidad que debe existir entre este Magisterio y el del Papa. Por eso, el Magisterio del Papa es punto de referencia para asegurar la verdad evangélica de la predicación de los pastores. La predicación del Papa tiene como finalidad que el episcopado sea uno e indiviso y que, gracias a esa interna coherencia de los obispos y sacerdotes, todos los creyentes conserven la unidad de la fe y las costumbres. A esta unidad se le llama estar en comunión

6. Notas y censuras teológicas

Se conocen como notas teológicas las calificaciones que suelen utilizarse para designar el grado de certeza que cabe atribuir a una determinada afirmación, y las censuras indican la intensidad o radicalidad con que se apartan de la verdad revelada.

a) De fe, es la nota usada para designar aquellas verdades que pertenecen al depósito de la revelación. Suele distinguirse entre proposiciones de fe divina y de fe divina y católica, según estén contenidas en la revelación o que, además, hayan sido propuestas como tales por el Magisterio; es lo que, también, se llama de fe definida. La censura contraria es herética o herejía cuando se opone a un dogma. Por ejemplo, de fe definida: Jesucristo es es el Hijo de Dios hecho hombre.

b) Próxima a la fe y Teológicamente cierta son las notas que designan aquellas proposiciones que, según opinión casi universal de los teólogos, están formalmente contenidas en el depósito de la revelación; o están de tal modo vinculadas a un dogma, que su verdad está asegurada, pues no se ve como puede negarse la una sin negar a su vez la otra. Negativamente las censuras son próximas a la herejía y erróneas. A modo de ejemplo próximo a la fe: la existencia de Adán y Eva.

c) Sentencia común, nota usada para aquellas doctrinas que son defendidas comúnmente por los autores católicos como verdaderas y en conexión con lo revelado, pero sin afirmarlas con la misma fuerza que las anteriores. La censura es temeraria, pues contradice, sin razones suficientes, la nota anterior. Es sentencia común, la existencia del ángel custodio de cada persona.

d) Doctrina segura es la nota de la doctrina que puede ser enseñada sin temor, ya que concuerda con la doctrina cristiana y sirve para promover la recta praxis y la piedad de los fieles. La censura es doctrina no segura o doctrina que no puede enseñarse con seguridad, es decir, se teme que sean erróneas o que puedan producir efectos perniciosos y, por tanto, se prohibe difundir de manera indiscriminada, si bien no excluye que se continúe investigando sobre ellas. Doctrina segura es entregar la vida trabajando por Dios.

 

7. Notas de la Iglesia.

Las notas de Iglesia de Jesucristo son un conjunto de propiedades o cualidades que el mismo Señor quiso que tuviera su Iglesia.

Habitualmente se destacan cuatro notas de la Iglesia: Unidad, Santidad, Catolicidad y Apostolicidad.

1. Unidad de la Iglesia significa que Cristo fundó una sola y única Iglesia. Los anglicanos piensan que la Iglesia es una sola, pero no una única Iglesia; pues afirman que la Iglesia de Cristo tiene tres ramas: la católico-romana, la ortodoxa y la anglicana. Los católicos y ortodoxos no aceptan esta teoría anglicana.

La unidad de la Iglesia se manifiesta por un triple aspecto: unidad de fe, unidad de sacramentos y unidad de gobierno.

- La unidad de fe es la que se deriva de creer en todas y cada una de las verdades de fe y costumbres propuestas por el Magisterio.

- La unidad de sacramentos es la aceptación de los siete sacramentos instituidos por Jesucristo sin exclusión de ninguno de ellos.

- La unidad de gobierno es la obediencia al Sumo Pontífice y al Colegio de Obispos presidido por él.

2. La Santidad de la Iglesia significa que ella es santa. Es verdad que en la Iglesia hay pecadores. Pero la Iglesia en sí misma es santa por sus orígenes (fundada por Jesucristo), por sus medios (los sacramentos, la oración, las buenas obras) y por su fin (la salvación eterna de los hombres).

3. La Catolicidad o universalidad de la Iglesia se manifiesta por su extensión geográfica (debe llegar a todo el mundo) como, temporal, existirá mientras haya hombres en el mundo y doctrinal, pues sus enseñanzas son para salvar a todos los hombres, sean cuales sean sus circunstancias personales, culturales, etc.

4. La Apostolicidad de la Iglesia se refiere a que sólo está presente la Iglesia de Jesucristo allí donde se da la sucesión apostólica, es decir, que cada Obispo haya sido consagrado en una sucesión ininterrumpida por otros Obispos hasta llegar al Apóstol que impuso las manos al primero de ellos.

Cuando no se dan todas juntas estas cuatro notas podemos afirmar que allí no se encuentra la Iglesia de Jesucristo.